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10 reflexiones que nos deja la historia real de "La sociedad de la nieve"

10 reflexiones que nos deja la historia real de «La sociedad de la nieve»

10 reflexiones que nos deja la historia real de «La sociedad de la nieve» 1200 675 BELÉN PICADO

En una época marcada por el individualismo, la película La sociedad de la nieve (Netflix) nos coloca frente al poder de la solidaridad, el altruismo, la resiliencia o el esfuerzo colectivo, valores que a veces parecemos olvidar como sociedad. Aunque no es el primer filme sobre la tragedia de los Andes, Juan Antonio Bayona, el director, se centra en la parte más personal y emocional de sus protagonistas, tanto en lo que respecta a la experiencia interna de lo vivido como a los fuertes vínculos que establecieron entre ellos.

La historia comienza el 13 de octubre de 1972 cuando un avión que viajaba de Uruguay a Chile se estrelló en la cordillera de los Andes. En él viajaban cinco tripulantes y 45 pasajeros, en su mayoría integrantes de un equipo de rugby juvenil. De las 29 personas que sobrevivieron al impacto, solo 16 lograron salir con vida de allí y reunirse con sus familias 72 días después. En este tiempo aquellos jóvenes pusieron a prueba su fortaleza física, así como su capacidad mental y emocional para adaptarse a circunstancias tremendamente adversas.

Más allá de su valor cinematográfico, la película toca temas que nos afectan a todos, aunque no estemos en mitad de los Andes. Porque, como han dicho quienes lo vivieron en primera persona, “todos tenemos nuestra propia cordillera”. Todos convivimos con la incertidumbre, el miedo y, a veces, con la desesperación.

Pero, sobre todo, las personas que crearon aquella “sociedad de la nieve” demostraron que en situaciones límite también puede haber espacio para la generosidad, la cooperación o, incluso, para el humor. Además, nos dejaron valiosas lecciones de vida que invitan a reflexionar sobre la esencia misma de la condición humana. He aquí algunas de esas reflexiones. (Aviso para quienes no hayáis visto la película que a lo largo del texto hay spoilers)

1. El instinto de supervivencia se impone en las condiciones más adversas

Estamos programados, biológica y psicológicamente, para la supervivencia. En situaciones límite, el instinto de supervivencia se impone, incluso, a ciertos valores morales, éticos o religiosos. En la película, Marcelo, el líder del grupo, se niega a comer la carne de los fallecidos cuando algunos compañeros lo proponen como único modo de sobrevivir. Sin embargo, aceptará que no hay otra salida cuando todos escuchan que los equipos de búsqueda dejarán de buscarlos: «Me equivoqué. Les pedí que esperaran el rescate para nada. Si les puedo pedir algo más, les pido que coman. Acá lo único que nos queda es la vida y la tenemos que defender por encima de todo».

«En aquella cordillera nos convertimos en máquinas de sobrevivir», afirmó en una entrevista Ramón Sabella, uno de aquellos supervivientes.

Fernando Parrado, que fue quien encontró, junto a Roberto Canessa, ayuda para sus compañeros, recuerda: «Mi madre y mi hermana murieron en el accidente de avión, pero la mente de uno cambia. En tu cerebro se activa el modo supervivencia. Todo golpea tu cerebro y no puedes sentir pena. No puedes llorar. Las condiciones son tan extremas que solo puedes luchar por sobrevivir».

Fernando Parrado y Roberto Canessa consiguieron ayuda para sus compañeros.

Los auténticos Nando Parrado y Roberto Canessa junto a Sergio Catalán, el hombre que los encontró.

2. La capacidad de cooperación puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte

Somos seres sociales y necesitamos al otro para sobrevivir. Es en el grupo donde podemos sacar el máximo partido a nuestra capacidad de adaptación y a nuestro instinto de supervivencia. Y, con valores como el sentido de comunidad y el compañerismo como base, en aquel inhóspito e inaccesible lugar donde cayó el avión se creó una sociedad en la que cada miembro aportaba algo al grupo a la vez que se beneficiaba del mismo. Todos eran necesarios e imprescindibles.

En una entrevista, Juan Antonio Bayona hace referencia a una escena que refleja muy bien ese espíritu de cooperación: «A Nando [Parrado] se le despega la suela de su bota en la caminata final hacia la cumbre. En ese contexto, ese imprevisto podía ser mortal, pero Roberto [Canessa] se quita un pañuelo y lo envuelve. Así lo solucionan. Ese arreglo demuestra que para sobrevivir dependemos del otro. El grupo lo entendió y fue capaz de encontrar luz en la oscuridad».

Pablo Vierci, autor del libro en el que se basa la película, subrayaba en 2022: “La sociedad de la nieve son 45 personas. No solo los 16 sobrevivientes, sino también los 29 que quedaron en el camino, y muchos de ellos dieron todo para que 16 salieran. Es una carrera de postas, donde el más importante no es el que llega, que es a lo que estamos acostumbrados, sino que también lo son los que murieron en el camino, que dieron todo para que los otros pudieran llegar».

En el documental Eduardo Strauch: El viaje sin destino, este superviviente relata: «Nosotros veníamos de la civilización y de un día para otro nos encontramos en la nada. Empezamos a transformarnos en otra sociedad, con otros códigos y con la colaboración de todos en el puesto que le había tocado a cada uno». Y Gustavo Zerbino cuenta: «Las normas aparecían por sí solas. Estaba prohibido quejarse, los bienes pertenecían a la comunidad y el amor, el cariño, ayudar a alguien que estaba frente a ti, era permanente».

3. «Eso del éxito o el fracaso es muy relativo»

Los fracasos nos ayudan a entrenar nuestra tolerancia a la frustración, nos permiten estar más en contacto con la realidad, nos hacen más humanos y, si somos capaces de verlos como un aprendizaje, nos acercarán a aquello que queremos conseguir.

«La nuestra no es una historia de éxitos, sino de muchos fracasos y solo un éxito. Un éxito que conseguimos tomando conciencia de que o nos salvábamos todos o moríamos todos», recuerda Antonio Vizintín.

Roberto Canessa también aprendió que «eso del éxito o fracaso es muy relativo. El compromiso mío era morir caminando. Aprendí que tienes que hacer las cosas hasta donde puedes. A veces llegas a la meta, pero a veces no. No importa si estás perdido o vas en la dirección correcta. No importa estar perdido cuando haces las cosas bien. Hay que aprender a caminar y hacer las cosas bien, los resultados vendrán o no vendrán».

4. La fuerza de la vulnerabilidad

Cuando aceptamos nuestra vulnerabilidad nos atrevemos a quitarnos la máscara y a mostrarnos como somos, con nuestros miedos e inseguridades. Y La sociedad de la nieve nos recuerda que no debemos avergonzarnos de mostrarla porque justo ahí es donde reside nuestra fuerza.

«Durante aquellos largos días en la cordillera andina, lo que nos faltaba de abrigo lo suplíamos con el afecto de unos y otros», rememora Ramón Sabella. Por su parte, Daniel Fernández Strauch reconoce: «Nunca fuimos mejores personas que en la montaña por la forma en la que nos entregamos unos a otros».

(En este mismo blog puedes leer el artículo «Aceptar y abrazar nuestra vulnerabilidad nos hace más fuertes»)

5. «Si hay esperanza, hay vida»

La esperanza es el motor que nos impulsa a confiar en que el futuro será mejor que el presente. La fortaleza interna que nos lleva a seguir luchando por aquello que queremos, que nos mantiene ilusionados con la vida y nos aleja de la desesperación. Y los integrantes de la sociedad de la nieve no podían permitirse perderla.

Roberto Canessa: «Algunas personas dicen que si hay vida hay esperanza. Pero para nosotros era lo contrario: ‘Si hay esperanza, hay vida’ (…) Nunca perdimos el proyecto de escapar, siempre creímos con todas nuestras fuerzas que algo extraordinario era posible».

Javier Methol: «Tuvimos que convertirnos en alquimistas y transformar la tragedia en un milagro, la depresión en esperanza».

La sociedad de la nieve es una historia de supervivencia, de esperanza y de generosidad.

6. «Cada uno tiene su propio proceso de aprendizaje»

Para aquellos jóvenes el tiempo que pasaron en la cordillera andina fue un máster acelerado de crecimiento personal y madurez.

Gustavo Zerbino: «La montaña fue como una enzima catalizadora que aceleró el proceso de aprendizaje interior de cada uno. El que fue tomate, volvió tomate y el que fue banana, volvió banana. ¿A todos nos cambió la Cordillera? No. Cada uno hizo su proceso de aprendizaje».

Eduardo Strauch: «Creo que casi todo los jóvenes que viajamos en aquel avión estábamos dentro de una burbuja. Vivíamos sin mayores problemas. Hasta ese momento, yo y la mayoría de los pasajeros había tenido una vida muy plácida. Nunca pudimos imaginar que la burbuja iba a estallar de esa manera, con una onda expansiva que nunca más se detuvo».

Carlos Páez: “Yo era un chico de 18 años, hijo de un pintor famoso, que con tal de que no lo molestáramos nos daba todo. En ese entonces yo todavía tenía niñera, que fue quien me hizo la valija para el viaje. Nunca había tenido frío, nunca había tenido hambre, nunca había hecho nada útil. Y me tocó vivir la historia de supervivencia más increíble de todos los tiempos”.

7. «En los peores momentos el humor te salva de manera increíble»

El sentido del humor contribuye a que podamos poner distancia de los problemas, ayuda relativizar aquello que nos preocupa, permite que conectemos entre nosotros, estimula la creatividad y la flexibilidad cognitiva… Dice Viktor Frankl en su libro El hombre en busca del sentido que el humor es una «de las armas del alma en su lucha por la supervivencia». Y añade que «proporciona el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque sea un instante» (él pasó tres años en campos de concentración nazis).

En aquella sociedad de la nieve también hubo momentos para el humor. «Nunca, nunca, nunca perdimos el humor. Era una cosa que se mantenía y que aconsejo a todo el mundo. En los peores momentos el humor te salva de una manera increíble», asegura Roberto Canessa.

(En este mismo blog puedes leer el artículo «Tomarse las cosas con humor mejora nuestra salud mental y emocional»)

8. «La solidaridad, la amistad, sentir el calor humano verdadero… Eso es lo que mueve al ser humano»

Como decíamos al principio, somos seres humanos y necesitamos a los otros para sobrevivir. Por eso, el aislamiento tiene un papel tan importante en las enfermedades mentales. Necesitamos establecer vínculos, tejer redes que nos conecten. Y una de las ventajas con que contaban aquellos chavales era que ya existían esas conexiones entre la mayoría antes del accidente. Unos lazos que allá arriba acabaron fortaleciéndose más cada día.

Cuando un periodista pregunta en cierta ocasión a Canessa qué tiene más fresco en la memoria, él lo tiene claro: «La solidaridad, es decir, la amistad, el estar juntos, el llorar y volver adelante, apretar los dientes, el dormir de noche, uno contra otro y sentir el calor humano verdadero. Esas cosas todavía las siento y todavía me impactan y no me cabe la menor duda de que eso es lo que mueve al hombre, eso es lo que le da la seguridad, lo que le da la confianza, lo que le da ese no detenerse hasta que lo detengan».

9. «Lo que no se dice provoca dolor y hablar cura»

Cuando estamos listos, poner palabras a lo vivido puede ser sanador. Para exorcizar sus fantasmas, a su regreso a la civilización algunos de los supervivientes hablaron de lo ocurrido no solo en privado y a sus allegados; también en público. Han dado charlas por todo el mudo y han concedido innumerables entrevistas. Incluso han escrito libros. «Las charlas fueron terapéuticas para muchos», afirma Gustavo Zerbino.

En el caso de José Luis Inciarte, vivió en silencio con el dolor y los recuerdos y no habló sobre lo que pasó en los Andes hasta 2002, cuando se cumplieron 30 años del accidente. Cuando le preguntaron por qué había decidido romper aquel silencio, él respondió: «Me di cuenta de que lo que no se dice provoca dolor y que hablar cura. Creía que me haría bien relatar mi verdad, pero jamás sospeché que les haría bien a otros escucharlo. Es una forma de medir el tiempo: setenta y dos días es mucho para pasarla tan mal y treinta años es demasiado para mantener el sufrimiento escondido».

10. Hacer las paces con quienes no volvieron

Tanto en los libros que han escrito los supervivientes, como en sus conferencias y entrevistas, puede percibirse una conexión profunda y constante con los fallecidos. Y, a la vez, cierto sentimiento de culpa. «La pregunta que me venía a la mente era ¿Por qué me salvé yo? y ¿Por qué se murieron ellos?», confesaba Roy Harley en cierta ocasión. «¿Por qué sobreviví yo y no algunos de mis hermanos de la montaña que estaban mucho mejor preparados o que después en sus vidas podrían haber hecho aportes importantes?», se pregunta Pedro Algorta en el prólogo de su libro, Las montañas siguen allí.

En psicología denominamos ‘culpa del superviviente’ a este doloroso sentimiento que aparece en personas que han sufrido una experiencia traumática y han sobrevivido mientras otras no lo hicieron.

La sociedad de la nieve

Enzo Vogrincic da vida a Numa Turcatti en «La sociedad de la nieve».

En parte, la película ha ayudado a mitigar esa culpa al rendir tributo a los muertos que facilitaron que los otros vivieran. Después de leer La sociedad de la nieve de Vierci y compartir tiempo con los supervivientes y sus familias, Juan Antonio Bayona se dio cuenta de lo necesario que era «dar voz a los muertos». Entonces, eligió como narrador de la historia a Numa Turcatti, el último en fallecer antes de que el grupo fuese rescatado.

«El dolor puede hacer que nos reconozcamos en el otro y ahí nace un sentimiento de empatía en el que uno entiende inconscientemente que cualquier compañero es tan importante como tú. En esa unión, todos tuvieron un papel importante; sobre todo los muertos porque fueron los que permitieron que el resto siguiera en pie. Nosotros les hemos permitido devolverles la vida ahora con el protagonismo en el relato de esta película. De esa forma podrán calmar un poco de ese sufrimiento del superviviente», explica el director del filme.

Referencias

Algorta, P. (2015). Las montañas siguen allí. LID

Aygües, A. (12 de  enero de 2024). «La sociedad de la nieve» de Bayona. El poder de la generosidad y la resiliencia humana. Observatorio de Bioética Instituto Ciencias de la Vida.

Batagglia, M. (4 de diciembre de 2023). La Sociedad de la Nieve, una mirada humana e inspiradora sobre la tragedia de los Andes. Perfilhttps://www.perfil.com/noticias/cultura/entrevista-pablo-vierci.phtml

Bayona, J. A. (Director). (2023). La sociedad de la nieve. Misión de Audaces Films/ El Arriero Films/Netflix

Blardone, S. (30 de septiembre de 2017). La tragedia de Los Andes en primera persona: «Piensan que nos salvamos porque nos comimos a los muertos». Infobaehttps://www.infobae.com/tendencias/2017/09/30/la-tragedia-de-los-andes-en-primera-persona-piensan-que-nos-salvamos-porque-nos-comimos-a-los-muertos/

Bécares, R. (13 de octubre de 2022). La enseñanza de uno de los supervivientes de la tragedia de Los Andes: «La gente tiene montañas más altas que la nuestra». El Periódico de Españahttps://www.epe.es/es/deportes/20221013/supervivientes-tragedia-andes-50-anos-viven-ensenanza-77209318

Cabeza, M. (21 de septiembre de 2022). Tragedia de los Andes: Conmovedor relato de un sobreviviente que «murió dos veces» en la montaña. Clarínhttps://www.clarin.com/viva/tragedia-andes-conmovedor-relato-sobreviviente-murio-veces-montana_0_pu6A1AGzj9.html

Criales, J. P. (13 de octubre de 2022). El accidente de Los Andes: «Llevar un poco de nuestros amigos en el cuerpo y en el alma fue un honor». El Paíshttps://elpais.com/sociedad/2022-10-13/la-tragedia-de-los-andes-50-anos-despues-llevar-un-poco-de-nuestros-amigos-en-el-cuerpo-y-en-el-alma-fue-un-honor.html

Guzzo, G. y Klein, D. (productores). (2022). Eduardo Strauch: El viaje sin destino. [Documental] Cable News Network/Warner Bross. Discovery.

Klein, D. y Esquivel, K. (11 de enero de 2024). Así fue la verdadera sociedad de la nieve: Organización, tareas y alimentación tras la tragedia de los Andes. El Periódico de España.

Muñoz, A. (15 de diciembre de 2023). Juan Antonio Bayona: «La geografía de los Andes ha sido mi desierto en La sociedad de la nieve». Público.

Olivera, S. (13 de octubre de 2021). Tragedia de Los Andes: así es el presente de sus sobrevivientes a 49 años del accidente. Gentehttps://www.revistagente.com/actualidad/tragedia-de-los-andes-asi-es-el-presente-de-sus-sobrevivientes-a-49-anos-del-accidente/

Pascua Joven Morón. (4 de febrero de 2018). Escuchá a Roberto Canessa dando su increíble testimonio en Pascua Joven. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=ZRTtVc_3DuM&t=4213s

Sandberg, S. y Grant, A. (2017). Opción B: Afrontar la adversidad, desarrollar la resiliencia y alcanzar la felicidad. Barcelona: Penguin Random House

Vierci, P. (2008). La sociedad de la nieve. Barcelona: Alrevés

 

Por qué a nuestro cerebro le gustan las películas de terror

Por qué a nuestro cerebro le gustan las películas de terror

Por qué a nuestro cerebro le gustan las películas de terror 1500 1000 BELÉN PICADO

Desde que en 1896 se estrenó la primera película considerada de terror (La mansión del diablo), este género no ha dejado de sumar seguidores, pese a lo contradictorio que pueda parecer el hecho de que alguien busque pasar miedo por gusto. Y es que, pese a los sobresaltos que provoca, este tipo de cine continúa fascinando a muchos. Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Por qué nos empeñamos en pasarlo mal? ¿Qué nos lleva a buscar voluntariamente el escalofrío y el susto delante de una pantalla? En realidad, existen múltiples razones por las que nos gustan las películas de terror y nos mantienen pegados al asiento. En este artículo veremos algunas de ellas.

A los seres humanos nos fascina lo que nos asusta. Y es justo esa sensación la que buscamos no solo cuando vemos una película de miedo. También cuando nos subimos a una montaña rusa, hacemos puenting o nos adentramos en el Pasaje del Terror de un parque de atracciones. El miedo nos activa, nos despierta. En una palabra, nos da ‘subidón’.

Los creadores de las historias de terror saben todo esto y también cómo influir en nuestras mentes para provocar esa poderosa combinación entre miedo y emoción.

Qué pasa en el cerebro cuando vemos una película de miedo

Cuando nos sumergimos en una película de terror, nuestro cerebro y todo nuestro cuerpo experimentan las mismas respuestas fisiológicas y neurológicas que cuando percibimos un peligro real, pero sabiendo que no lo es. Veamos el proceso paso a paso, desde el mismo momento en que comenzamos a ver la película:

  • Percepción Visual: Nuestros ojos captan las imágenes en la pantalla y la información se procesa en la corteza visual del cerebro, donde se identifica lo que estamos viendo.
  • Atención agudizada: A medida que la trama avanza y la tensión aumenta, las áreas relacionadas con la atención se activan. Esto incluye la corteza parietal, que nos permite enfocarnos en la película y bloquear las distracciones.
  • Percepción del peligro: Según van apareciendo en la pantalla elementos de ‘peligro’, como monstruos, asesinos o situaciones aterradoras, la información visual se envía a la amígdala, una estructura cerebral crucial para el procesamiento de las emociones en general y del miedo en particular.
  • Respuesta de lucha-huida: La amígdala activa el sistema nervioso simpático, responsable de desencadenar la respuesta de lucha o huida. El corazón comienza a latir más rápido, la presión arterial aumenta, los músculos se tensan (a veces haciéndonos temblar) y la respiración se acelera para proporcionar energía adicional.
  • Liberación de neurotransmisores: Se inicia la liberación de adrenalina y cortisol. Estos neurotransmisores aumentan el estado de alerta y la energía, preparando al cuerpo para reaccionar ante el peligro percibido. La adrenalina, en concreto, juega un papel esencial en esa euforia que experimentamos en las escenas más terroríficas
  • Activación del sistema de recompensa: Al verificar que la situación es segura y superados esos momentos de tensión o de susto, el cerebro comienza a liberar dopamina, neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa.
  • Endorfinas. Superado este momento de activación, nuestro organismo volverá a su estado inicial gracias a la secreción de endorfinas, una hormona que tiene un efecto calmante y que contribuye a experimentar una agradable sensación de bienestar. De este modo, de sentir un alto grado de tensión placentera, pasamos a la calma y el alivio, es decir, a la relajación.
  • Interconexiones cerebrales: Mientras la trama sigue avanzando, diversas áreas del cerebro trabajan en conjunto. El hipotálamo, por ejemplo, regula las respuestas físicas, el córtex prefrontal controla la toma de decisiones y la corteza cingulada anterior procesa la anticipación y la resolución de problemas.
  • Identificación con personajes: La empatía con los personajes de la historia puede llevar a una mayor implicación emocional. Si nos identificamos fuertemente con un personaje en peligro, las neuronas espejo y las áreas cerebrales relacionadas con la empatía se activarán y nos sentiremos aún más conectados con la trama.
  • Recuperación y procesamiento: Después de ver la película, el cerebro pasa por un proceso de recuperación. Las áreas relacionadas con el control emocional y la memoria, como el hipocampo, nos ayudan a procesar y almacenar la experiencia.
Por qué nos gustan las películas de terror

«Hereditary» (2018).

Qué hay detrás de esta atracción por el cine de terror

A continuación, vamos a desgranar algunas de las razones que están detrás de esa fascinación que muchos sentimos por el cine de terror (pese a los sustos):

Sabemos que lo que estamos viendo no es real

El hecho de saber que estamos entrando en un mundo ficticio se convierte, en cierto modo, en una especie de escudo emocional que nos permite explorar el miedo de una manera segura. Pese a que la parte más primitiva e instintiva de nuestro cerebro reacciona ante los estímulos que van apareciendo en la pantalla, gracias a nuestra parte más racional también sabemos que los monstruos, fantasmas y asesinos que aparecen en la película no pueden hacernos daño en la vida real, lo que nos brinda cierta tranquilidad en medio de la tensión.

Y es justo esta capacidad para saber que lo que vemos no es real lo que nos ayuda a distanciarnos emocionalmente. Una habilidad psicológica fundamental que nos permite experimentar emociones sin quedar atrapados en ellas. En el contexto de las películas de terror, gracias a esta distancia podemos explorar nuestras propias reacciones emocionales y liberar tensiones sin consecuencias reales. Disfrutamos del miedo sin efectos secundarios.

Miedo controlado

Justo la propia naturaleza ficticia de lo que estamos viendo y la capacidad para crear una distancia psicológica entre nosotros y lo que ocurre al otro lado de la pantalla nos lleva a otro factor que facilita el que disfrutemos de las películas de terror: la percepción de control. A diferencia de los miedos en la vida real, ante los que a menudo nos sentimos impotentes, en este caso sabemos que en cualquier momento podemos salir de la sala de cine o apagar la televisión si así lo deseamos.

Esta percepción de control sobre la situación nos permite enfrentar nuestros temores de manera segura. Por ejemplo, podemos graduar activamente el nivel de atención que prestamos a la película y así controlar el efecto que emocionalmente tiene sobre nosotros.

Ya lo decía Alfred Hitchcock: «A la gente le gusta tener miedo cuando se sienten seguros».

Sentimos miedo y placer a la vez

Los investigadores Eduardo Andrade y Joel Cohen realizaron un estudio con estudiantes universitarios a los que dividieron en dos grupos, según fuesen o no aficionados al género. Tras mostrarles algunos fragmentos de películas de terror comprobaron que ambos grupos manifestaron niveles similares de sentimientos negativos. Sin embargo, también observaron que, mientras que los alumnos que no solían ver este tipo de cine mostraban niveles bajos o nulos de placer durante el visionado, el nivel de disfrute de los fans del género era mayor cuanto más aterradoras eran las imágenes.

En esta capacidad para encontrar placer en los sustos y escalofríos también influyen sustancias como la adrenalina y la dopamina, de las que hemos hablado.

Liberamos nuestros deseos reprimidos

La atracción por el cine de terror también está relacionada con nuestros deseos ocultos y con nuestra «Sombra», como denominó Jung a esa parte oscura que todos tenemos. Y es que este tipo de historias nos permiten liberar y procesar emociones reprimidas y canalizar nuestros instintos mas agresivos o violentos de una forma socialmente aceptada y sin sentirnos juzgados.

Un artículo del diario La Vanguardia remite a las palabras Stephen King para explicar el porqué de las risas nerviosas y los aplausos que escuchamos en una sala de cine ante una escena sangrienta, por ejemplo. Según el autor de innumerables obras de terror, esta reacción es «una válvula de seguridad para dejar salir, sin herir a nadie, nuestros impulsos más agresivos y violentos».

El resplandor

«El Resplandor» (1980), con Jack Nicholson.

Búsqueda de sensaciones

Hay determinados rasgos de personalidad que influyen en que nos guste, o no, el cine de terror. Por lo general, los aficionados a este género muestran una mayor puntuación en la variable extroversión y también en la dimensión «búsqueda de sensaciones». Este último rasgo fue definido por Marvin Zuckerman como el deseo de tener «sensaciones y experiencias nuevas, variadas, complejas e intensas». Según este psicólogo estadounidense ver este tipo de cine supone una experiencia estimulante, como hacer puenting o subirse a una montaña rusa.

Aprendemos a enfrentarnos a nuestros propios miedos

Aunque parezca mentira, este género nos ofrece valiosas lecciones sobre la resiliencia y puede ayudarnos a gestionar nuestros propios temores. Al fin y al cabo, se nos presentan simulaciones de situaciones extremas que nos permiten explorar eventos aterradores desde un entorno de seguridad. Por ejemplo, observamos cómo los personajes enfrentan situaciones de vida o muerte y recurren a diferentes estrategias de afrontamiento para sobrevivir. Y también aprendemos a través de ellos sobre la toma de decisiones, la colaboración y la adaptabilidad en momentos críticos.

Los autores de un estudio publicado en 2021 encontraron que los aficionados al cine de terror mostraron una menor angustia y una mayor resiliencia durante los peores momentos de la pandemia de COVID-19, especialmente los fans de un subgénero denominado «prepper» que incluye tramas apocalípticas o invasiones alienígenas y de zombis. Para el director del estudio, Coltan Scrivner, estas conclusiones apoyan la hipótesis de que «la exposición a ficciones aterradoras -tanto películas como novelas- permite al público ‘practicar’ estrategias de afrontamiento eficaces que pueden ser beneficiosas en situaciones del mundo real».

Por otra parte, a través de la conexión empática con los personajes y la identificación con sus luchas, podemos aprender a afrontar nuestros propios demonios internos. Como escribe Stephen King en su ensayo Danza Macabra, «una buena historia de terror es aquella que funciona a un nivel simbólico, utilizando sucesos ficticios (y a veces sobrenaturales) para ayudarnos a comprender nuestros propios miedos reales más profundos».

Comprendemos un poco mejor el mundo que nos rodea

Los seres humanos tenemos la necesidad innata de comprender el mundo que nos rodea. La atracción por lo desconocido, lo misterioso y lo prohibido es uno de los motivos por los que disfrutamos de este género.

También la curiosidad es una característica fundamental de nuestra especie (la misma que nos lleva a detenernos para observar un accidente). Y estas películas nos permiten satisfacerla. Podemos explorar en un entorno seguro temas considerados tabú o que desafían normas morales o sociales, como la violencia, la muerte, la posesión demoníaca o el canibalismo. Esta exploración de lo prohibido nos permite enfrentar nuestros propios límites y comprender mejor la naturaleza humana, pero también reflexionar sobre las consecuencias de transgredir reglas o límites establecidos y desafiar ciertas normas y valores.

Mejor en compañía

Las películas de miedo también son una excusa perfecta para socializar. Vicente Pérez y Andrés García, profesores en la Facultad de Psicología de la UNED apuntan que ver este tipo de filmes «fomenta la cohesión del grupo», sobre todo entre los adolescentes. Por su parte, Paco Plaza, director de películas como REC o Hermana Muerte, que acaba de estrenarse en Netflix, también lo ve así: «El terror es un género que se disfruta mucho en compañía, es muy divertido de ver con amigos, con gente que se asuste contigo a la vez. Tiene algo de tren de la bruja, de algo experiencial que lo hace especialmente divertido para vivir en una sala de cine».

No hay que olvidar que somos seres gregarios. Nos gusta compartir en grupo experiencias emocionales, sobre todo si son intensas. Da igual si se trata de una peli de miedo, un acontecimiento deportivo, un concierto de rock o, incluso, una celebración religiosa.

Las películas de terror se disfrutan más en compañía

Imagen de Freepik

El ‘subidón’ se mantiene más allá del final de la película (la transferencia de excitación)

La teoría de la transferencia de la excitación, propuesta por Dolf Zillmann, explica por qué las películas de terror generan respuestas emocionales tan intensas. Sugiere que las emociones y la excitación generadas por una experiencia previa pueden transferirse o amplificarse en una experiencia posterior.

Puede ocurrir, por ejemplo, que cuando nos sentemos a ver una película de terror, ya haya una cierta excitación previa. Esta excitación puede ser resultado de eventos recientes o incluso por la anticipación del miedo que vamos a pasar. En este caso, cuando esa excitación previa se combine con la generada por la propia trama se intensificará nuestra respuesta emocional.

Fisiológicamente, esta transferencia de la excitación se traduce en un aumento del ritmo cardiaco, la presión arterial y la respiración que persiste aun cuando la película ya ha finalizado. Esto significa que, si luego realizas cualquier actividad que te agrade antes de que esa excitación se desactive tus emociones positivas se intensificarán porque ya no partirás de cero.

«Me gusta el terror porque es de mentira. Nos hace olvidar el horror real, del que no hay escapatoria», Álex de la Iglesia (director de cine)

Referencias bibliográficas

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Andrade, E. B., & Cohen, J. B. (2007). On the consumption of negative feelings. Journal of Consumer Research, 34(3), 283–300

King, S. (2016). Danza macabra. Madrid: Valdemar

Perez, V., García, A. (2005). Análisis funcional de las estrategias psicológicas de terror en el cine. Estudios de Psicología, 26 (2), 237-245

Ramírez López, A. (2016). El cine de terror psicológico. La arquitectura de un falso género. Revista Escribanía Nueva Época, 14, 35 – 55

Scrivner, C., Andersen, M. M., Schjødt, U., & Clasen, M. (2023). The psychological benefits of scary play in three types of horror fans. Journal of Media Psychology: Theories, Methods, and Applications, 35(2), 87–98

Scrivner, C., Johnson, J. A., Kjeldgaard-Christiansen, J., & Clasen, M. (2021). Pandemic practice: Horror fans and morbidly curious individuals are more psychologically resilient during the COVID-19 pandemic. Personality and individual differences, 168, 110397.

Perdonar no es olvidar ni justificar

Perdonar no es olvidar ni justificar (Qué es y qué no es el perdón)

Perdonar no es olvidar ni justificar (Qué es y qué no es el perdón) 1920 1280 BELÉN PICADO

Hace unos días tuve ocasión de ver la película Maixabel, aprovechando que estaba en el catálogo de Netflix. Dejando a un lado la soberbia interpretación de sus protagonistas (Blanca Portillo y Luis Tosar), la historia me atrapó por el modo en que trata un tema tan complejo como el perdón y la reparación en casos en los que el daño causado es enorme. Y es que el perdón es un concepto muy delicado de tratar, sobre todo cuando hablamos de situaciones tan graves como el terrorismo, los crímenes de guerra, los abusos sexuales, la violencia de género, etc. En circunstancias así, es normal preguntarse… ¿Realmente se puede perdonar todo? En cualquiera de los casos, perdonar no es olvidar, justificar ni necesariamente implica una reconciliación.

Desde el prisma de la religión se ha equiparado la capacidad de ‘olvidar y pasar página’ con una mayor bondad y generosidad. La Psicología Positiva, por su parte, considera el perdón una de las fortalezas del ser humano y destaca sus efectos positivos sobre nuestro bienestar. Sin embargo, es importante aclarar que ni perdonar nos convierte en mejores personas ni vamos a obtener ningún beneficio si lo hacemos presionados u obligados. Se trata de una opción voluntaria y personal y cada uno la vive de forma diferente. No se puede exigir a alguien que perdone y mucho menos que olvide. El objetivo del perdón es, sobre todo, librarse del dolor para poder seguir adelante.

Una opción voluntaria y personal

Cuando alguien te traiciona, te insulta, te humilla, te agrede física o emocionalmente… es normal experimentar rabia, dolor, tristeza, frustración, deseos de venganza o preguntarse el porqué. Incluso es posible que uno mismo llegue a cuestionarse si ha tenido alguna responsabilidad en ese daño. Desde el punto de vista del comportamiento hacia el agresor, quizás optemos por evitarle o por alejarnos de él. O, por el contrario, decidamos enfrentarnos.

Ante todas estas emociones, pensamientos y conductas, hay distintas opciones. Habrá quienes busquen venganza para hacer ver a su ofensor el daño causado, quienes se protejan desconfiando de los demás y desarrollando un gran temor a exponerse a nuevas experiencias. Y también habrá personas que opten por aceptar el daño que les han hecho, por aprender a gestionar el estrés que esto les genera, por cambiar la forma de interpretar lo que ha ocurrido y por perdonar.

El psicólogo estadounidense Steven Hayes utiliza la metáfora del anzuelo para hablar del concepto del perdón: «Quien nos ha hecho daño nos ha clavado en un anzuelo que nos atraviesa las entrañas haciéndonos sentir un gran dolor. Queremos darle lo que se merece, tenemos ganas de hacerle sentir lo mismo y meterle a él en el mismo anzuelo, en un acto de justicia; que sufra lo mismo que nosotros. Si nos esforzamos en clavarle a él en el anzuelo, lo haremos teniendo muy presente el daño que nos ha hecho y cómo duele estar en el anzuelo donde él nos ha metido. Mientras lo metemos, o lo intentamos, nos quedaremos dentro del anzuelo. Si consiguiéramos meterle en el anzuelo, lo tendríamos entre nosotros y la punta, por lo que para salir nosotros tendremos que sacarle a él antes».

Es normal que sintamos resentimiento hacia quien nos ha hecho daño y que, dependiendo del tipo de ofensa, la sola idea de perdonarle nos revuelva el estómago. Pero también es cierto que si nos quedamos alimentando el rencor seremos nosotros quienes acabemos sufriendo más. Creer que de algún modo ese odio dañará a quien nos agredió o nos ofendió es un pensamiento mágico que no va a hacerse realidad y que no tiene ningún fundamento real. Es como tomar veneno esperando que el otro se muera.

El perdón es una opción voluntaria y personal.

En cualquier caso, antes de decidir perdonar, o no, es importante tener claro qué es y qué no es el perdón:

Perdonar implica…

  • Identificar, aceptar y expresar nuestras emociones. Da igual el delito, la injusticia o la ofensa de la que hayamos sido víctimas. Lo primero es identificar lo que estamos sintiendo. Tanto si la situación nos provoca ira, como si nos genera tristeza o frustración estas emociones necesitan ser sentidas, aceptadas y expresadas.
  • Distanciarnos del resentimiento y el rencor. Tenemos todo el derecho del mundo a sentir rabia, odio e incluso a querer vengarnos. Son emociones lógicas que incluso pueden ayudarnos a enfrentarnos a quien nos ha dañado o a salir de una situación que nos está perjudicando. Sin embargo, si nos quedamos enganchados en ellas, la sensación de empoderamiento que nos generaron al principio acabará desapareciendo y dando lugar a más sufrimiento.
  • Salir del rol de víctima. Si bien lo normal es que se sienta empatía hacia las víctimas de cualquier delito, permanecer atrapados en la victimización acabará colocándonos en una posición de indefensión y nos impedirá desarrollar nuestros recursos internos. Perdonar no significa dar el visto bueno a lo ocurrido, sino salir de la relación víctima-verdugo. Pasar de víctima a superviviente.
  • Aceptar que el daño ocurrió. Lo que pasó, pasó. Es parte de nuestro pasado y eso ya no podemos cambiarlo. Pero sí podemos decidir qué hacer con nuestro presente. No se trata de intentar hacer «como si nada» y olvidarlo; se trata de encontrar un lugar donde colocar ese daño y poder seguir viviendo.
  • Facilitar el proceso de duelo. Perdonar también implica iniciar y transitar el duelo por la pérdida de una vida que no salió como esperábamos. Pero para poder completar este proceso, tendremos que ser capaces de reconocer el daño que nos causaron, identificar y aceptar lo que hemos perdido y dejar espacio para experimentar el dolor que todo ello nos causa.
  • Tener la voluntad y la intención de hacerlo. Dejar correr el tiempo no es suficiente. No basta dejar pasar los días, los meses y los años esperando que en algún momento dejaremos de odiar a quien nos hirió o nos olvidemos de lo sucedido. Perdonar requiere la intención y la voluntad de hacerlo y llega (o no) cuando uno se siente preparado.
  • Realizar un proceso que lleva tiempo. El tiempo que necesitamos para perdonar es proporcional al daño causado. A mayor daño, más tiempo para procesar y sanar. Cada persona lleva su ritmo y hay que respetarlo. El perdón es el colofón, el epílogo de todo un proceso que cada uno vive de forma diferente. Es posible, incluso, que nunca lleguemos a perdonar por completo, aunque sí podremos desprendernos de gran parte del resentimiento.
  • Romper el vínculo que nos mantiene encadenados a nuestro ofensor. Cuando alguien nos daña y nos aferramos al odio o al deseo de vengarnos, es como si una cadena nos mantuviera atados a esa persona. En un momento de Maixabel, la protagonista habla con su amiga sobre sus razones para aceptar entrevistarse con quienes asesinaron a su marido: «Yo podría haber sido muchas cosas en la vida y ellos me convirtieron en algo que yo no lo elegí. Estoy ligada a esas personas hasta la muerte y pendiente de lo que digan y de lo que hagan». Perdonar implica cambiar la dinámica que alimentaba esa relación.
  • Hacernos un regalo a nosotros mismos para poder seguir adelante. Perdonar no es algo que hacemos para el otro, para librarlo de su culpa o de su responsabilidad. Lo hacemos para nosotros. Nos permite aligerar el peso del resentimiento y seguir adelante con nuestra vida.
Perdonar nos ayuda a liberarnos del peso del resentimiento.

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Perdonar no es…

  • Olvidar. Cuando alguien dice «Perdono, pero no olvido» muchos piensan que no se trata de un perdón auténtico. Y esto no es cierto. En Los caminos del perdón, Walter Riso deja esta reflexión: «El perdón no es amnesia, entre otras cosas, porque no sería adaptativo borrar al infractor de nuestra base de datos y quedar por ingenuidad en riesgo de un nuevo ataque. ¿Debe el niño olvidar el rostro del abusador que persiste en su afán destructivo?».
  • Excusar o justificar. En Maixabel queda muy bien reflejado este punto. Intentar comprender el porqué o buscar una explicación a los motivos que llevaron a alguien a dañarnos no conlleva que justifiquemos sus actos o que renunciemos a la reparación de ese daño. Además, cuando excusamos a alguien estamos librándole de su responsabilidad y perdonar en ningún caso exime de la responsabilidad sobre las propias acciones. Al perdonar, no estás diciendo que lo que sucedió estuvo bien, ni estás minimizando el dolor que causó.
  • Reconciliarme con quien me hizo daño. El perdón no implica necesariamente una reconciliación. La diferencia entre perdonar y reconciliarse está en que en el primer caso no es obligatoria la colaboración del ofensor. Reconciliarse, sin embargo, es un proceso cuyo fin es restablecer el vínculo y, además, se necesita que haya voluntad por parte de todos los implicados. Por ejemplo, puedo perdonar una infidelidad y no querer seguir adelante con la relación. El perdón sin reconciliación suele darse en situaciones en las que no hay garantía de que el daño no se repita. O también cuando la relación no es igualitaria y, por tanto, la verdadera reconciliación es imposible.
  • Ser débil. Creer que perdonar es un síntoma de debilidad es un error monumental. No permitir que las acciones u ofensas de otros alteren el curso de nuestra vida o nos hagan dudar de quiénes somos y de nuestros valores no es absoluto un signo de debilidad.
  • Reprimir el enfado y hacer como si no hubiera pasado nada. Perdonar no significa que no nos importa lo que nos hagan, sino que no dejamos que ese enfado o malestar se convierta en odio y rencor e inunde toda nuestra vida.
  • Volver a confiar en la otra persona. Si alguien ha traicionado mi confianza, es normal que me cueste volver a confiar. El perdón es un paso importante, pero la reconstrucción de la confianza es un proceso que puede llevar tiempo… o no llegar. Aquí entra en juego el tipo y la gravedad de daño causado.
  • Permitir que me lastimen de nuevo o descuidar mi propia seguridad. Si quien me hizo daño es incapaz de cambiar o sigue actuando igual, tengo todo el derecho a tomar medidas para protegerme, incluso si ya le perdoné. El poder reconstruir la propia seguridad es un elemento necesario en cualquier proceso de perdón.
  • Renunciar a la justicia. En Maixabel, la mediadora que se ocupa de los encuentros restaurativos deja claro a los presos que las entrevistas con las víctimas no implican ningún tipo de reducción de condena. El acto de perdonar no entraña que debamos renunciar a defender nuestros derechos. Tampoco que desistamos de nuestra necesidad de que se haga justicia o que dejemos de luchar por lo que creemos. Más bien se trata de no entrar en un laberinto de odio y venganza.
Luis Tosar y Blanca Portillo en Maixabel

Luis Tosar y Blanca Portillo en «Maixabel».

También podemos decidir no perdonar

Si bien es cierto que cada vez son más los estudios que confirman los beneficios del perdón, tanto para la salud física como para la mental, también existe la posibilidad de que una persona decida no perdonar o no se sienta preparada para hacerlo, aun siendo consciente de que es lo más saludable. Y está en todo su derecho. Como hemos dicho antes, es una decisión voluntaria y personal, que hay que respetar.

Obligarse uno mismo a perdonar o presionar a alguien para que lo haga puede hacer también mucho daño porque es un modo de invalidar su dolor y sus sentimientos.

Por otra parte, hay casos como el abuso sexual infantil o la violencia de género en los que la conveniencia, o no, de plantear la posibilidad de perdonar es un tema especialmente delicado. Y es que un perdón mal entendido puede debilitar aún más la capacidad de protegerse de la víctima, hacerla más vulnerable y facilitar que el abuso se prolongue en el tiempo.

María Prieto-Arsúa y otras autoras, en el artículo El perdón como herramienta clínica en terapia individual y de pareja, explican que los sentimientos y pensamientos negativos tras resultar dañado por otra persona pueden mitigarse de varias maneras y no necesariamente perdonando. Por ejemplo, «aceptando el daño, haciendo re-atribuciones de los sucesos y circunstancias relacionados con la ofensa, manejando el estrés relacionado con el suceso, o mediante el control de la ira consecuente a la ofensa. El perdón es, por tanto, un recurso más (entre varios) para manejar o superar este malestar».

Para terminar, vamos a ver algunos de los factores que influyen en la mayor o menor capacidad para perdonar:

  • La percepción de la gravedad de la ofensa.
  • La historia de victimizaciones anteriores.
  • Las características de quien ha sufrido el daño, como su sistema de valores o sus rasgos de personalidad.
  • Que haya una relación afectiva previa con el ofensor.
  • Que el responsable del daño reconozca los hechos, acepte su responsabilidad y muestre un arrepentimiento sincero.
  • La percepción de intencionalidad que tenga la víctima respecto al daño causado por el agresor.
  • La actitud del ofensor.

(Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantada de ayudarte)

Referencias

Bollaín, I. (dir.) (2021). Maixabel [Película]. Kowalski Films; Feel Good Media; ETB; Movistar+; TVE

Casey, K. L. (1998). Surviving abuse: Shame, anger, forgiveness. Pastoral Psychology, 46(4), 223-231

Cooney, A., Allan, A., Allan, M. M., McKillop, D. & Drake, D. G. (2011). The forgiveness process in primary and secondary victims of violent and sexual offences. Australian Journal of Psychology, 63, 107-118

Echeburúa, E. (2013). El valor psicológico del perdón en las víctimas y los ofensores. Eguzkilore, 27, 65-72

Enright, R. D., & Fitzgibbons, R. P. (2015). Forgiveness therapy: An empirical guide for resolving anger and restoring hope. American Psychological Association

Prieto-Ursúa, M. (2023). Sobre la posibilidad de perdón en el abuso sexual infantil. Papeles del Psicólogo, 44(1), 28-35

Prieto-Ursúa, M., Carrasco, M. J., Cagigal de Gregorio, V., Gismero, E., Martínez, M. P., y Muñoz, I. (2012). El perdón como herramienta clínica en terapia individual y de pareja. Clínica Contemporánea, 3, 121-134

Riso, W. (2013). Los caminos del perdón. Medellín: Phronesis

Marilyn Monroe: Secuelas de una infancia traumática (más allá de la película "Blonde")

Marilyn Monroe: Secuelas de una infancia traumática (más allá de «Blonde»)

Marilyn Monroe: Secuelas de una infancia traumática (más allá de «Blonde») 2000 1600 BELÉN PICADO

Marilyn Monroe vuelve a estar de actualidad (en realidad nunca ha dejado de estarlo) gracias a (o a pesar de) la película Blonde dirigida por Andrew Dominik. Desde su estreno en Netflix, esta producción no ha dejado indiferente a nadie. Por supuesto, mi intención con este artículo no es hacer una crítica desde el punto de vista técnico y cinematográfico. Pero, desde una perspectiva psicológica y dejando a un lado la impecable interpretación de Ana de Armas, pienso que se hace un retrato crudo, sórdido e insensible de la protagonista de películas como Los caballeros las prefieren rubias o Con faldas y a lo loco. Además, no solo se muestra falta de empatía y compasión hacia la Marilyn, sino también hacia quienes han sufrido este tipo de traumas. Eso, sin contar con el riesgo de retraumatización que supone para estas personas exponerse a algunas de las escenas.

Es verdad que la actriz fue víctima de abusos sexuales en su infancia, que pasó por el orfanato y numerosas casas de acogida, que tuvo relaciones tóxicas o que sufría una adicción al alcohol y los psicofármacos. Todo esto es cierto y ella misma habló de ello en varias ocasiones. También tengo claro que la película Blonde no es una biografía, sino la adaptación del libro de Joyce Carol Oates que, a su vez, ofrece una versión novelada de la vida de Marilyn Monroe. Sin embargo, igualmente importante es reflexionar sobre la responsabilidad que implica decidir cómo se reflejan este tipo de experiencias, se correspondan o no con lo sucedido en la realidad.

El daño mental y emocional que pueden derivarse de años de maltrato y todo tipo de abusos no es, ni mucho menos, un asunto para tomarlo a la ligera o banalizarlo. Hay una gran diferencia entre concienciación y sensacionalismo. Sí, es necesario hablar sobre estos temas, pero esa necesidad no puede convertirse en una justificación del «todo vale» para conseguir más espectadores.

No estamos hablando de un personaje de ficción, sino de una persona real cuyo sufrimiento también fue real. Mi intención con este artículo es conocer un poco más al ser humano que se escondía tras la estrella. Y, sobre todo, reflexionar sobre los devastadores efectos que la negligencia, el abandono y el abuso sexual en la infancia tienen en la edad adulta.

Cartel de la película Blonde

Una infancia marcada por los abusos

En primer lugar, y para comprender el sufrimiento y la inestabilidad de Marilyn Monroe, es necesario conocer la infancia y adolescencia de Norma Jeane Mortenson, su verdadero nombre. Al fin y al cabo, el modo en que nos enfrentamos al mundo de los adultos depende en gran parte de la calidad de nuestras vivencias en la niñez.

Desde que nacemos, nuestras experiencias se acumulan en la memoria y se integran con nuestra forma de sentir y de pensar. Así, poco a poco, va conformándose nuestra personalidad. En esta capacidad de integrar lo que vivimos, pensamos y sentimos juega un papel esencial la relación que establecemos con nuestras figuras de apego. Si hemos tenido unos cuidadores disponibles y atentos a nuestras necesidades, desarrollaremos un apego seguro y una representación de nosotros mismos como personas válidas. Sin embargo, a veces esas figuras son imprevisibles, negligentes o abusadoras o, directamente, están ausentes. Y todo esto confluyó en el caso de Norma Jeane:

  • No llega a conocer a su padre. Este abandonó a su madre, Gladys, al saber que estaba embarazada.
  • Al poco de nacer, su madre la entrega a un matrimonio con quien pasa sus primeros siete años de vida.
  • A los 8 años, vuelve con su madre, pero por poco tiempo, ya que esta tiene una crisis y es internada en un sanatorio psiquiátrico donde le diagnostican esquizofrenia paranoide. Aunque no hay pruebas de que la maltratase o intentara ahogarla en la bañera, como se muestra en la película Blonde, la inestabilidad de la mujer hizo que Norma viviera en un ambiente negligente, falto del afecto y sin el apoyo que necesita una niña para su desarrollo.
  • De ahí, Norma pasaría a vivir en varios orfanatos y casas de acogida, donde la negligencia continuó en forma de todo tipo de abusos, tanto físicos y psicológicos como sexuales. En ese tiempo el cine fue su refugio. «Algunas de mis familias de acogida me enviaban al cine para sacarme de casa y allí me sentaba todo el día y hasta la noche», contaba en una entrevista para la revista Life en 1962.

La propia actriz se expresa así en una de las grabaciones que forman parte del documental El misterio de Marilyn Monroe. Las cintas inéditas (Netflix): «No me considero huérfana, fui una niña abandonada. Nunca llegué a ser feliz. No era algo con lo que pudiera contar. Cuando me llevaron al orfanato me dejaron allí y no paraba de gritar ‘¡No soy huérfana!’. Me fijaba en todas las mujeres que veía y decía: ‘Es una mamá’. Y si veía a un hombre decía: ‘Es un papá».

Marilyn, la seducción, el sexo y el miedo al abandono

«A veces sentía que estaba enganchada al sexo; como un alcohólico lo está al licor o un drogadicto a la droga», confesó Marilyn al periodista británico William J. Weatherby en una entrevista. Y es que el haber sido víctima de abusos sexuales en la infancia influye mucho en el modo en el que se afronta el sexo en la edad adulta. El sexo se convierte en una herramienta para encontrar amor y aceptación. Sin embargo, paradójicamente, ni la necesidad de seducir ni la adicción al sexo tienen que ver con el sexo, sino con la necesidad de intimidad.

La persona que ha sufrido abusos sexuales en una etapa temprana de su vida crece hambrienta de afecto y cariño y llega a equiparar erróneamente amor y sexo. En esa confusión, el sexo acaba convirtiéndose en muchas ocasiones en un medio para satisfacer no solo la necesidad de amor, sino también para ahuyentar la soledad, el miedo, la ansiedad o la vergüenza. También para ‘desconectar’ de un profundo dolor emocional.

Cuando crecemos en un ambiente seguro y con cuidadores confiables interiorizamos esa sensación de seguridad y autonomía, de modo que podremos recurrir a ella y evocarla mentalmente en momentos de sufrimiento. Sin embargo, en un ambiente de abusos estas representaciones internas no van a poder formarse y el niño o la niña se hará dependiente de la valoración y el consuelo que sea capaz de encontrar en fuentes externas. Se inicia así una permanente y desesperada búsqueda de amor que en la edad adulta suele llevar a involucrarse en relaciones afectivas tóxicas, abusivas y tormentosas.

Dice la psiquiatra e investigadora Judith Herman en su libro Trauma y recuperación: «El motor de las relaciones íntimas de la superviviente es su ansia de encontrar protección y cuidados y su mayor temor es ser abandonada o explotada. En su necesidad de ser rescatada puede toparse con poderosas figuras autoritarias que parecen ofrecer la promesa de una relación especial basada en los cuidados. Idealizando a la persona de la que se encariña, mantiene a raya el temor constante a ser dominada o traicionada. Sin embargo, resulta inevitable que la superviviente tenga grandes dificultades para protegerse en el contexto de las relaciones íntimas. Su desesperada ansia de protección y de cuidados hace que le resulte difícil marcar límites seguros y apropiados con los demás».

En el caso de Marilyn, toda su vida fue una búsqueda incansable de esa figura protectora que no tuvo en su infancia, a la vez que se sentía presa de una angustia constante ante el temor de que esa figura la abandonase. Buscaba en los hombres amor, contacto físico y afecto, pero también calmar la abrumadora sensación de soledad que siempre la acompañó.

Los traumas vividos en su infancia y adolescencia marcaron la vida de Marilyn Monroe.

Anestesiar el dolor a través del alcohol y los psicofármacos

Son numerosos los estudios que avalan la relación entre los abusos sexuales en la infancia y los comportamientos adictivos en la edad adulta.

Cuando una persona ha vivido una infancia marcada por los abusos, el abandono, la negligencia o los malos tratos existen muchas probabilidades de que caiga en alguna adicción en un intento desesperado de anestesiar el dolor, escapar del vacío y vencer la sensación de inseguridad. Si, además, se han producido abusos sexuales como es el caso de Marilyn Monroe, es muy posible que surjan emociones de culpa y vergüenza y se mantengan en la edad adulta. Estos sentimientos de menosprecio hacia uno mismo, unidos a la creencia irracional de merecerlo, puede llevar a la persona a abusar del alcohol o de otro tipo de sustancias como una forma de autocastigo.

La misión de las figuras de apego o de los cuidadores es proporcionar al niño una base segura. Una base desde la que explorar el mundo y que le sirva de refugio en caso de peligro. Cuando esto no es así, como le ocurrió a Marilyn, el niño tiene que desarrollar estrategias alternativas de regulación emocional. Ella recurrió a sustitutos, como el alcohol, el sexo o los psicofármacos, con la esperanza de que llenasen un vacío que no dejaba de crecer y le aportasen la calma que no pudo encontrar en quienes deberían habérsela proporcionado. Sin embargo, pasados los efectos, la realidad volvía a ponerla frente a su soledad y a su dolor, justo lo que quería evitar a toda costa.

(En este mismo blog tienes un artículo sobre alcoholismo y apego inseguro)

Disociación: Norma Jeane frente a Marilyn

A lo largo de la vida, a veces hay experiencias tan traumáticas o abrumadoras emocionalmente que se produce una desconexión entre la mente de la persona y la realidad que está viviendo. Este fenómeno psicológico se conoce como disociación y supone una verdadera estrategia de supervivencia, especialmente cuando el trauma se produce en los primeros años de vida. En el caso de la actriz, vivir una infancia y una juventud marcadas por las experiencias traumáticas la llevó a ser una ‘experta’ en desconectar de su cuerpo, de sus emociones y de su entorno.

Quizás, una de las principales muestras de la disociación en Norma Jeane, en su intento de distanciarse de tanto dolor, fue la creación de Marilyn Monroe. Aunque, en cierto modo, Marilyn la ayudaba a enfrentarse al mundo que la rodeaba, en ocasiones Norma sentía rechazo por aquella rubia sexy que la miraba al otro lado del espejo, incluso llego a soñar con una vida lejos de los focos. Sin embargo, Marilyn necesitaba que la mirasen y la admirasen. La estrella quería atención y deseaba causar sensación, pero la niña que Norma Jeane llevaba dentro solo ansiaba validación, afecto y estabilidad. La propia actriz reconocía que había dos personalidades distintas conviviendo en su interior, incluso en algunas de sus declaraciones habla de Marilyn en tercera persona (esto también se refleja en la película Blonde).

En el documental Love, Marilyn, varios actores y actrices ponen voz a escritos y grabaciones de Marilyn Monroe. En uno de estos fragmentos, se escucha una de las declaraciones de la actriz: «Tengo la sensación de que todo le está pasando a otra persona a mi lado. Estoy cerca, lo noto, lo oigo, pero no soy yo en realidad».

Truman Capote también fue testigo de su desconexión con la realidad. Un día en que ambos estaban en un restaurante y ella fue al aseo, el escritor y amigo de Marilyn relata: «Cuando pasaron veinte minutos, decidí investigar. Quizá se había metido una dosis mortal [de tranquilizantes], o a lo mejor se había cortado las muñecas. Encontré el lavabo de señoras, y llamé a la puerta. Ella dijo: ‘Pasa’. Estaba frente a un espejo mal iluminado. Pregunté: ‘¿Qué estás haciendo?’. Ella contestó: ‘Mirándola».

A veces, Marilyn Monroe sentía que el precio de la fama era demasiado alto.

Norma Jeane a través de sus palabras

Qué mejor modo de conocer a la actriz que a través de sus propias declaraciones y de algunos de sus poemas.

Necesidad de pertenencia

«Sabía que pertenecía al público y al mundo, no porque tuviera talento o fuera hermosa, sino porque nunca fui parte de algo anteriormente. El público era la única familia, el único príncipe azul y el único hogar con el que alguna vez pude soñar». (My Story. Memorias de Marilyn Monroe)

Felicidad

«Durante años pensé que tener padre y estar casada significaba felicidad. Pero me he casado tres veces y aún no he encontrado la felicidad permanente. Hay que aprovechar al máximo el momento». (Marilyn Monroe: The Last Interview: and Other Conversations)

Síndrome de la impostora

«Hubo momentos en Vidas Rebeldes, en las escenas emocionales, en los que tenía la sensación de que iba a fracasar por mucho que me esforzara y no quería ir a rodar por la mañana. Lamentaba no ser una camarera o una señora de la limpieza y estar libre de las grandes exigencias de la gente. A veces sería un gran alivio dejar de ser famosa». (Conversaciones con Marilyn)

Timidez

«La lucha contra la timidez está en los actores más de lo que uno se pueda imaginar. Es una verdadera lucha. Soy una de las personas más tímidas del mundo. Y realmente tengo que esforzarme». (Last Talk With a Lonely Girl: Marilyn Monroe)

El (alto) precio de la fama

«Cuando eres famoso te topas con la verdadera naturaleza humana de la manera más cruda. La fama despierta la envidia. La gente cree que tu fama les da algún tipo de privilegio para acercarse a ti y decirte cualquier cosa, sea lo que sea». (Last Talk With a Lonely Girl: Marilyn Monroe)

«Es bonito formar parte de las fantasías de la gente, pero también lo es que te acepten por ti misma. Yo no me veo como una mercancía, pero estoy segura de que mucha gente sí me ha visto así. A veces me invitan a sitios para alegrar una mesa, como un músico que toca el piano después de cenar. No te invitan realmente por ti. Solo eres un adorno». (Last Talk With a Lonely Girl: Marilyn Monroe)

«Cuando eres famosa se exageran todas tus debilidades». (Last Talk With a Lonely Girl: Marilyn Monroe)

Algunos poemas (recopilados en el libro Fragmentos)

Miedo

Tengo tanto miedo a que no me quieran

que cuando me quieren

solo soy capaz de pensar

en el instante

cercano o lejano

en que dejarán de quererme.

Sola

Sola. Estoy sola.

Siempre he estado sola,

pero hoy

ni siquiera me tengo a mí misma

para hacerme compañía.

Tal como soy

Soy hermosa por fuera,

pero horrible por dentro.

Por eso me avergüenza

mirarme en el espejo

y en los ojos de los demás.

Temo que me vean

desnuda

toda mocos y llanto.

Tal como soy.

Referencias

Banner, L. (2012). Marilyn: The passion and the paradox. New York: Bloomsbury Publishing.

Cooper, E. (Director) (2022). El misterio de Marilyn Monroe: las cintas inéditas [Documental]. Netflix

Dominik, A (Director) (2022). Blonde [Película]. Plan B Entertainment

Doyle, S. (2020). Marilyn Monroe: The Last Interview: and Other Conversations. New York: Melville House

Garbus, L. (Director) (2012). Love, Marilyn. [Documental]. Diamond Girl Productions

Hecht, B. (2011). My Story. Memorias de Marilyn Monroe. Barcelona: Global Rhythm Press

Herman, J. (2004). Trauma y recuperación: Cómo superar las consecuencias de la violencia. Madrid: Espasa

Meryman, R. (1962). Life Magazine. A Last Talk With a Lonely Girl.

Monroe, M. (2010). Marilyn Monroe: Fragmentos. Barcelona: Seix Barral.

Newson, T. (Director) (1996). We remember Marilyn [Documental]. Multicom Entertainment Group y Passport International Entertainment

Weatherby, W.J. (1978). Conversaciones con Marilyn. Barcelona: Editorial Gedisa

 

Cómo identificar un duelo complicado (y la serie «Katla» puede ayudar)

Cómo identificar un duelo complicado (y la serie «Katla» puede ayudar) 1920 1280 BELÉN PICADO

Existe un dolor para el que nadie está preparado: la muerte de un ser querido. Y, aunque se trata de una experiencia universal, cada uno lo afrontamos de forma diferente. En cualquier caso, transitar este camino es necesario para poder seguir adelante sin esa persona que ya no está. En la mayoría de los casos el proceso avanza de forma natural hasta llegar a la aceptación de la pérdida. Sin embargo, hay circunstancias que lo obstaculizan y lo bloquean hasta desembocar en un duelo patológico (también llamado duelo complicado, duelo inconcluso o duelo no resuelto). Como el tema es muy amplio, en este artículo me centro en las características y en los tipos que hay. Y, para terminar, os hablo de Katla, serie de Netflix que, precisamente, tiene en los duelos inconclusos su tema principal.

El psiquiatra Mardi Horowitz define el duelo complicado como «la intensificación del duelo a un nivel en que la persona está desbordada, recurre a conductas desadaptativas o permanece inacabablemente en este estado sin avanzar en el proceso del duelo hacia su resolución».

En su libro Aprender de la pérdida: Una guía para afrontar el duelo, Robert A. Niemeyer explica  que podemos quedar atascados de muchas maneras: «El duelo puede estar aparentemente ausente, cronificarse o representar una amenaza para nuestra vida». Esto es más probable «en pérdidas traumáticas o cuando se trata de una muerte ‘fuera de tiempo’ o que no está ‘sincronizada’ con el ciclo vital familiar. Es el caso de la muerte de un niño, que priva a sus padres y hermanos no solo de su presencia, sino también del futuro que esperaban que tuviera».

Características del duelo complicado

  • Duración. Cada persona lleva un ritmo diferente a la hora de procesar una pérdida significativa, pero se estima que, por término medio, ese tiempo suele oscilar desde varios meses hasta dos años, aproximadamente.
  • Negación y anestesia emocional. La persona no acepta ni comprende esa pérdida y eso la lleva a una especie de anestesia emocional que le impide llorar o expresar sentimientos de dolor, tristeza y rabia. Además, no puede abrirse a quienes le rodean, le es imposible hablar del fallecido…  Casi todo parece resultarle indiferente. Y es muy posible que si le preguntamos cómo está, nos responda con un escueto “bien” y cambie de tema. Lo que está ocurriendo, en realidad, es que su mente ha puesto en marcha ciertos mecanismos de defensa para protegerse de un dolor demasiado intenso que no puede afrontar.
  • Somatización. La negación de lo ocurrido o la anestesia emocional no impide que el cuerpo refleje las emociones y el estrés que conllevan un proceso de duelo. El cuerpo grita lo que la boca y la mente callan. El duelo no resuelto se manifiesta casi siempre en forma de somatizaciones: insomnio, alteraciones digestivas, dolor muscular, problemas de piel, cefaleas… No es extraño que la persona acuda constantemente al médico, sin ser consciente de que el origen de su malestar físico está en el malestar emocional que no está afrontando.
  • Hipersensibilidad. Es normal que cuando perdemos a alguien importante, su recuerdo nos provoque emociones intensas y difíciles de gestionar, pero poco a poco esa sensibilidad va disminuyendo y vamos acostumbrándonos a una nueva realidad en la que el dolor deja paso a la nostalgia. En el caso del duelo complicado, esa hipersensibilidad se mantiene en el tiempo. Cualquier imprevisto o pequeño problema se vive de manera desproporcionada. El doliente siente que no pueden tomar decisiones ni reflexionar con calma y que todo se le hace ‘un mundo’. Esa sensibilidad extrema no se manifiesta solo cuando se habla de la pérdida, sino en diferentes ámbitos de la vida. Cualquier pequeño contratiempo puede suponer un desafío insuperable.
  • Culpabilización. La culpa es una reacción habitual, pero cuando es desproporcionada en relación al tiempo que se mantiene y a la intensidad, puede dar lugar a un duelo patológico. En realidad, las circunstancias por las que la persona se culpa suelen ser hechos habituales en el día a día. Lo que ocurre es que los magnifica tras la pérdida al pensar que ya nunca podrá saldar esa ‘deuda’.  Incluso es posible que sienta que sus emociones tras el fallecimiento no son todo lo negativas que ‘deberían’. Asimismoo  puede ocurrir que cuando ya comienza a asimilar la realidad, la culpa vuelva en forma de autorreproche por retomar actividades agradables, en definitiva, por seguir viviendo.

Quedarse atrapado en la culpa es una de las características del duelo complicado.

  • Desesperanza. La falta de ilusión por el futuro y la desesperanza pueden adueñarse del doliente, sobre todo si su existencia giraba en torno a la persona fallecida. O si esta era su principal fuente de sostén emocional, social y/o económico. Ante la falta del ser querido, la vida deja de tener sentido y la persona se limita a sobrevivir con el ‘piloto automático’, a dejarse llevar y a sumergirse en una cotidianeidad que para ella ya no tiene sentido.
  • Problemas relacionales. Quien se queda atascado en la rabia y en la negación de la pérdida tiene serias dificultades para mantener una buena relación con el entorno. Además de no encontrar motivación para cuidar sus relaciones, a menudo le falta la paciencia y no es capaz de disfrutar de la familia, la pareja, los amigos e incluso de los hijos.
  • Trastornos mentales. El duelo no resuelto puede favorecer que empeoren trastornos mentales previos o el desarrollo de nuevas psicopatologías, como el trastorno depresivo, ideación suicida, diversas adicciones o trastornos de la conducta alimentaria.
  • Disociación. Mecanismos de defensa como la evitación o la disociación permiten al doliente minimizar su sufrimiento, pero a costa de alterar la capacidad de contactar consigo mismo y con los demás. Alba Payás lo explica en su libro Las tareas del duelo: «La persona se disocia de ese mundo interno y externo que la conecta con recuerdos relacionados con la muerte del ser querido. Pero a la vez se separa también de otras posibles experiencias placenteras relacionadas con la vida y con los que quedan. Esto explica por qué la mayoría de las personas que desarrollan un duelo complicado acaban experimentando la sensación de aislamiento: el sistema defensivo se retroalimenta, fijándose y distorsionando la realidad cada vez más, inhibiendo la espontaneidad, limitando la flexibilidad y alterando la capacidad de relacionarse de una manera sana con uno mismo y con el mundo. El precio de no sentir el dolor del duelo es también cerrarse a la posibilidad de experimentar los cambios necesarios para poder volver a vivir la vida con plenitud».

(Si después de leer este apartado, te sientes identificado o identificada con varias de estas características puedes ponerte en contacto conmigo y te ayudaré a transitar tu duelo)

Tipos de duelo complicado

  • Duelo crónico. Síntomas que al principio son normales, e incluso adaptativos, se prolongan en el tiempo sin que la persona acepte la pérdida. Es habitual en personas con un estilo de apego inseguro ansioso o ambivalente y en situaciones en que existía una acusada relación de dependencia (económica o afectiva). Para evitar el desamparo, el doliente permanece aferrado al vínculo con el fallecido. Le resulta muy difícil realizar tareas cotidianas por sí solo y revive de manera reiterada y acentuada pensamientos o sentimientos dolorosos asociados a la pérdida. También se produce cuando la relación en vida ha sido difícil y ambigua, alternando periodos de enfado con otros de tranquilidad. En este caso, es posible que la persona se vea inmersa en un duelo crónico en el que pasará continuamente del alivio al autorreproche, al resentimiento o a la culpa.
  • Duelo retrasado (inhibido, suprimido o pospuesto). La persona se focaliza en recuperarse y en retomar su vida normal lo antes posible, sin darse el tiempo suficiente para asumir la pérdida. Pasa el tiempo, cree que lo tiene totalmente superado y, de repente, un día sufre otra pérdida o, incluso, vive una experiencia que le conecta con aquel dolor que disoció y ‘enterró’. Entonces, sin poder explicarse por qué, aparecen síntomas totalmente desproporcionados con respecto a lo que le está ocurriendo en el presente. El duelo pospuesto se asocia a personalidades con estilos de apego inseguro evitativo.
  • Duelo intensificado o exagerado. El doliente se siente desbordado por el dolor. Experimenta los síntomas del duelo con una intensidad tan alta que, para evadirse, recurre a conductas desadaptativas. Abusa del alcohol o las drogas, se centra obsesivamente en el trabajo, en salir o en cualquier conducta que le permita sobrellevar la angustia, etc. Todo esto puede llevar a desarrollar trastornos como ansiedad, depresión, adicciones, fobias…

El duelo complicado puede llevar a desarrollar trastornos como ansiedad o depresión.

  • Duelo enmascarado. La persona experimenta síntomas o lleva a cabo conductas que le causan dificultades, pero sin darse cuenta de que están relacionadas con la pérdida. Por ejemplo, puede experimentar síntomas físicos similares a los del fallecido antes de morir, somatizaciones (dolores de cabeza, problemas digestivos, molestias musculares); desarrollar problemas psicopatológicos (ansiedad, trastornos alimentarios); o tener conductas desadaptativas, (depresión inexplicable, abandono de obligaciones, hiperactividad).
  • Duelo desautorizado, silente o prohibido. Son duelos que, pese a conllevar un gran dolor, no están socialmente aceptados y no reciben comprensión por parte del entorno. Es el caso de una pareja homosexual no reconocida públicamente en la que muere uno de sus miembros. O cuando se trata de una relación de amantes. Asimismo, el duelo silente puede darse en la muerte por suicidio, por enfermedades como el sida o por una sobredosis, por ejemplo. En estos casos, familia y amigos pueden experimentar cierta vergüenza y/o culpa y evitar hablar de su pérdida.  El aborto, a veces, también se trata con silencio y secretismo. Si no se ha llegado a comunicar el embarazo, es posible que se oculte todo el proceso para evitar dar explicaciones. Sin embargo, esto hace que no se pueda elaborar el duelo por el hijo perdido.
  • Duelo traumático. Si la muerte es inesperada o traumática (suicidios, homicidios, pérdidas múltiples), el duelo puede verse obstaculizado por un sufrimiento anormalmente intenso. Y también por síntomas propios del trastorno de estrés postraumático: pesadillas, flashbacks o recuerdos intrusivos recurrentes. Todo esto dificulta el proceso, agravando o prolongando la sensación de incredulidad, rabia y enfado e impidiendo la aceptación de la muerte. A esto se añade, a menudo, la presencia de otros trastornos, como ansiedad, trastornos del sueño, depresión, etc.
  • Duelo suspendido o congelado. Cuando no hay un cuerpo que acompañe la certeza de la muerte, como ocurre con los desaparecidos, transitar el camino del duelo es especialmente complicado. En ocasiones, incluso, el proceso puede llegar a prolongarse indefinidamente. Por un lado, el doliente se aferra a cualquier señal que pueda interpretar como una posibilidad de que su ser querido no haya muerto. Por otro, asumir su pérdida definitiva le genera un intenso sentimiento de culpa.

«Katla», una serie sobre duelos no resueltos

La muerte y el duelo siempre han sido temas muy recurrentes en el cine y la televisión. Y este es el caso de la serie islandesa Katla, historia dirigida por Baltasar Kormákur que gira en torno al duelo complicado y la culpa. De hecho, si la habéis visto, seguro que podéis identificar en los personajes algunas de las características y los tipos de duelo patológico que he enumerado más arriba.

En Katla, la mayoría de los protagonistas permanecen encadenados al pasado y a personas que ya no están. Bien porque han muerto o bien porque han experimentado un drástico cambio en su propia identidad. En cualquier caso, dichos personajes no son capaces de completar el duelo correspondiente. (A partir de aquí encontraréis algún spoiler)

Van a ser unos seres a los que llaman «suplantadores» (versiones de familiares fallecidos e, incluso, dobles de personas que siguen vivas) los que irán apareciendo para ayudar a los humanos a afrontar sus duelos inconclusos. Y, de paso, deshacer el nudo que aprisiona su vida y les impide seguir adelante. Es el caso, por ejemplo, de Grima. Siendo niña presenció, junto a su hermana Asa, el suicidio de su madre. Ya adultas, Asa desaparece y, desde ese momento, su hermana se sume en una profunda depresión incapaz de asumir su pérdida. Muy posiblemente el duelo por su hermana está sacando a la luz otro duelo no resuelto, el del suicidio de su madre.

Al duelo no resuelto de Grima por el suicidio de su madre se suma la incapacidad para aceptar la muerte de su herman.

Grima primero recibirá la visita de la suplantadora de Asa, que le ayudará a aceptar la muerte de su hermana. Y luego será su propio doble quien le mostrará que es posible seguir adelante y vivir en paz con sus muertos.

La serie también muestra otras historias. Como la de un matrimonio destrozado y al borde del divorcio que no es capaz de superar la muerte de su hijo.

El proceso para desbloquear un duelo inconcluso pasa por contactar, comprender y aceptar el dolor que se ha quedado atascado dentro de nosotros. Haciendo un paralelismo con los «suplantadores» de Katla, es como si una parte de nosotros tuviese que surgir de lo más profundo de nuestro mundo interno y hacerse notar para que tomemos conciencia de que tenemos un asunto pendiente que resolver, un trauma que sanar. Y solo contactando con esa parte y escuchando lo que nos quiere decir podremos finalizar el proceso y seguir adelante con nuestra vida.

(Si queréis profundizar en la relación entre la serie Katla y los duelos inconclusos, os recomiendo leer este post de Jaume Cardona en el blog Cine y psicología)

La película "Soul" nos recuerda dónde encontrar la chispa de la vida.

«Soul», la película que nos recuerda dónde encontrar la chispa de la vida

«Soul», la película que nos recuerda dónde encontrar la chispa de la vida 1522 1076 BELÉN PICADO

Después de ver la última producción de Pixar, dirigida por Pete Docter, no he podido resistirme a incluirla en este blog. Y no solo porque se ha llevado numerosos premios, entre ellos el Oscar a la mejor Película de Animación y dos Globos de Oro. Si la película Soul me ha gustado tanto es, sobre todo, porque habla de las segundas oportunidades, de la búsqueda de la felicidad en las pequeñas cosas, del peligro de obsesionarse con lo que nos apasiona y de lo importante que es disfrutar de cada minuto. Por cierto, aprovecho que aún estáis al principio del artículo para avisaros de que a lo largo del texto hay spoilers.

Nada más empezar la película conocemos a Joe Gardner, profesor de música en un instituto de secundaria de Nueva York, pero cuyo verdadero sueño es convertirse en un gran pianista de jazz. Su gran oportunidad llegará de la mano de un antiguo alumno que le ofrece la posibilidad de tocar con la gran saxofonista Dorothea Williams. Sin embargo, pocas horas antes del concierto nuestro protagonista cae por una alcantarilla…

Mientras su cuerpo permanece en coma en un hospital, su alma aterriza en otra dimensión, concretamente en un puente que conduce al Mas Allá. Pero Joe no está dispuesto a renunciar a su sueño y, mientras se resiste a la muerte total, acaba en el Gran Antes, una especie de limbo donde se entrena a las almas antes de adjudicarles un cuerpo en la Tierra. Es aquí donde Joe se convierte en improvisado mentor de 22, una joven y rebelde alma que aún no ha encontrado su «chispa» o, lo que es lo mismo, la motivación para vivir que necesita para poder ser enviada a la Tierra. A partir de ese momento, tanto Gardner como 22 iniciarán una aventura que les ayudará a comprender dónde está la verdadera chispa de la vida.

La chispa no es una meta a alcanzar, es el amor por la vida

Al principio de la película, Gardner da por sentado que la chispa es el propósito que cada uno tiene en la vida. Y en su caso es dedicarse al jazz y tocar el piano, que es lo que se le da bien y lo que le apasiona. Así que intenta que su ‘alumna’ encuentre esa motivación que le falta en tocar un instrumento, en pintar, etc. Sin embargo, nada de esto funciona, igual que no funcionó con los anteriores mentores de 22, entre los que estaban el mismísimo Copérnico, Abraham Lincoln o la madre Teresa de Calcuta.

Y no funciona porque la ‘chispa’ no es una actividad, ni una meta específica, ni un objetivo vital, ni una expresión artística. La ‘chispa’, como le dice Jerry a Joe, no es una meta que alcanzar en la vida, sino el amor por la propia vida en todas sus facetas. Es sentir el viento en la cara, es disfrutar del intenso sabor de un trozo de pizza o sentir el tacto de una hoja que cae de un árbol.

Esto es algo que los protagonistas tienen que aprender a lo largo de la historia y que nosotros deberíamos recordar. Porque, demasiado a menudo, nos dejamos absorber tanto con alcanzar metas y objetivos que olvidamos el verdadero sentido de la vida. Nos dejamos arrastrar por la permanente búsqueda de la felicidad sin darnos cuenta de que la felicidad no está en la meta sino en el propio camino. Y, como también escuchamos en esta historia, «cuando el placer se convierte en obsesión uno se desconecta de la vida».

La chispa no es una meta a alcanzar, sino el amor por la vida.

Lo que importa no es el destino sino el camino

A veces nos marcamos objetivos tan rígidos que acaban limitándonos. Por supuesto que tener metas y esforzarse en alcanzarlas es saludable. Pero cuando nos obsesionamos y nos olvidamos de disfrutar de todo lo bonito que nos ofrece la vida, nuestro bienestar y nuestra salud mental se resienten. Sobre todo, si no llegamos a alcanzar esas metas. Porque, seamos realistas, no siempre podemos cumplir nuestros deseos. Así que, además de trabajar en nuestra tolerancia a la frustración nos vendrá muy bien psicológicamente no limitarnos a una única fuente de motivación. Al fin y al cabo, por muchos esfuerzos que hagamos no todo depende de nosotros.

Y si en un momento de ese camino que es la vida descubrimos que aquello que nos llenaba, ha dejado de motivarnos busquemos en otro lugar. En una escena de la película Soul el protagonista se sorprende al descubrir que su barbero en realidad quería ser veterinario, pero en el camino descubrió que le hacía mucho más feliz ser barbero. «Conozco personas interesantes, los hago felices y guapos. Puede que no haya inventado las transfusiones de sangre, pero, definitivamente, estoy salvando vidas», comenta Dez mientras atiende a Joe.

El camino que nos lleva a sentirnos realizados no siempre es el que habíamos elegido en un inicio y tenemos que ser lo suficientemente flexibles y abiertos como para entender que podemos encontrar la felicidad en muchos lugares, a veces incluso en los más inesperados.

Disfrutar del camino también pasa por aprender a hacer oídos sordos a todos esos mensajes que nos llegan a diario recordándonos que si no alcanzamos nuestros objetivos somos unos fracasados o no somos válidos. Como el poeta Konstantin Kavafis nos recuerda en su maravilloso poema Ítaca, disfrutar del camino y de lo que aprendemos mientras lo recorremos es más importante que el propio destino.

Agua y océano

¿Y qué pasa si hemos estado tan obsesionados con la meta que nos olvidamos de todo lo demás? Pues que, aun logrando nuestro objetivo, es posible que luego no sea para tanto como habíamos imaginado. Y esto es justo lo que le ocurre a Joe. Ante el inesperado sentimiento de vacío y soledad que experimenta después de cumplir su sueño de tocar junto a Dorothea Williams, esta le contará una sencilla fábula que le abrirá los ojos: «Un pez pequeño le pregunta a otro más viejo dónde puede encontrar el océano. El pez viejo le responde: ‘Estás en él ahora mismo’. A lo que el joven replica: »Pero si esto es agua. Lo que yo busco es el océano».

Esta fábula, basada en un microrrelato de Anthony de Mello, tiene un mensaje muy claro: la felicidad no está en los grandes objetivos. De hecho, no nos hace ningún bien vincular nuestra identidad únicamente a lo que somos capaces de lograr.

Dorothea ayuda a Joe a tomar conciencia de que ese pez pequeño es él. Hasta ese momento ha estado tan enfocado en encontrar la felicidad convirtiéndose en un gran músico de jazz, que no ha reparado en que esa felicidad le ha estado rodeando siempre. Será tras esa conversación, al regresar a casa y tocar el piano para él mismo, cuando la música le devuelva momentos tan especiales como cuando su madre lo bañaba siendo un niño, cuando él y su padre escuchaban jazz en el tocadiscos o cuando enseñaba música a sus alumnos…

Soul

La felicidad en un trozo de pizza

Si buscamos felicidad en el diccionario encontraremos la siguiente definición: «Estado de grata satisfacción espiritual y física». No parece algo muy difícil de conseguir, ¿no?. Sin embargo, nos complicamos la vida buscando momentos de felicidad suprema y creándonos expectativas tan altas como absurdas.

No hace falta aspirar a ser el director de la empresa, a tener el casoplón de tus sueños o a triunfar como músico, como le ocurre a Joe… ¿Acaso una sonrisa de la persona que quieres no te genera ese estado de «grata satisfacción»? ¿Y recibir la llamada de un amigo de quien hace tiempo no tenías noticias? O, simplemente, que te feliciten en tu trabajo…

Quizás, si no tuviésemos unas expectativas tan altas sería mucho más fácil disfrutar de las pequeñas cosas. En un momento de la película Soul, 22 saborea y disfruta como nadie de un trozo de pizza y se emociona al sentir el tacto de una hoja que acaba de caer de un árbol. 22 es como los niños que empiezan a descubrir el mundo y disfrutan lo que van captando sus sentidos en el presente, sin expectativas. Y esta capacidad es la que tenemos que recuperar: vivir el aquí y el ahora, apreciando los pequeños detalles cotidianos.

Os propongo que hoy, antes de iros a dormir, hagáis una lista de detalles y momentos que han hecho vuestra jornada un poquito más agradable. Las pequeñas cosas son las que realmente alimentan el espíritu; si las disfrutamos y les damos la importancia que merecen en el momento en que suceden, volverán a nosotros cada vez que necesitemos un motivo para sonreír.

Las palabras también hieren

A veces nos dejamos llevar por el enfado y lanzamos nuestra frustración sobre los demás como un dardo envenenado. Eso es lo que le ocurre a Joe cuando, de vuelta al Más Antes, 22 consigue su pase a la Tierra. El profesor, furioso, no solo echa en cara a su compañera no haber encontrado la motivación que necesitaba para completar su entrenamiento. También la acusa de haberse apropiado de la suyas. Estos reproches destrozan a 22, que le entrega su billete a la Tierra para luego acabar en el oscuro lugar donde van a parar las almas perdidas.

En ese momento, Joe solo es el último de los mentores que han hecho sentir a 22 como una inútil, como un alma defectuosa que no merece siquiera existir. Hay palabras que duelen más que cualquier golpe, además de dañar seriamente la autoestima. Esto es especialmente delicado cuando se trata de niños. Si continuamente decimos a nuestros hijos que son unos torpes o unos inútiles, acabarán asumiéndolo como algo real y su desarrollo se verá seriamente perjudicado.

La necesidad de tener buenos maestros

Decía Aristóteles que «educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto». Y Joe Gardner es un maestro que enseña desde el corazón. Curly, el exalumno que le llama para que se presente a la audición con Dorothea, reconoce que si siguió en el instituto fue únicamente por Joe. Y Connie, una de las estudiantes que tiene en clase y que tiene un don para la música, encuentra en él el apoyo que necesita para reforzar su confianza y recuperar su motivación. De hecho, a lo largo de la historia Gardner se dará cuenta de que enseñar le llena mucho más de lo que pensaba en un principio.

También vemos la figura del educador, por ejemplo, desde la perspectiva paciente de los Jerrys en esa especie de jardín de infancia que es el Gran Antes. O desde el papel motivador que adoptan los diferentes mentores asignados a las jóvenes almas.

En una entrevista, el propio director de la película insiste en lo necesaria que es la figura del maestro «para el mundo»: «Creo que los maestros son muy generosos en lo que hacen. Mis padres son profesores y los padres de Dana (Murray, coproductora) también. Los maestros nos guían y nos orientan para afrontar la vida. Es una profesión asombrosa, a la que le tengo mucho respeto».

Conectar con los demás

Alcanzar un objetivo o cumplir un sueño es mucho más satisfactorio si lo compartimos con las personas que nos importan. Uno de los mensajes que nos deja la película Soul es animarnos a aprovechar nuestras pasiones para conectar con los demás, en vez de utilizarlas como excusa para encerrarnos en nuestro mundo y aislarnos.

Esto le ocurre a Gardner al principio de la historia. Está tan obsesionado con triunfar como músico que vive encerrado en sí mismo y aislado del resto del mundo. Por ejemplo, no sabe que su peluquero soñaba con ser veterinario porque nunca se detuvo a escucharle. Además, siente que su madre no le comprende, cuando él tampoco es capaz de expresar sus propias emociones.

A lo largo de la película, Joe (y nosotros con él) va comprendiendo que obsesionarse con conseguir una meta y olvidarse de los demás solo le producirá un inmenso vacío. Compartir nuestra pasión, nuestros conocimientos y nuestras experiencias con quienes nos rodean es tan satisfactorio como necesario y nos ayuda a establecer relaciones sanas y genuinas.

Vivir cada minuto

«No sé cómo voy a vivir mi vida; lo que sí sé es que voy a vivir cada minuto». Con esta frase, dicha por Joe, termina Soul. El tiempo pasa para todos. Por eso, es tan importante vivir el presente, disfrutar cada minuto y valorar cada instante. Solo viviendo el «aquí y ahora» y tomando conciencia del tiempo limitado que nos queda valoraremos realmente cada día de nuestra existencia.

No podemos elegir las circunstancias que nos toca vivir, pero sí la actitud con que las afrontamos. La vida sigue su curso. Y no va a detenerse mientras nosotros nos quedamos en un rincón lamentando nuestra mala suerte o quejándonos de todas las trabas que encontramos en nuestro camino. Solo tenemos una vida, así que… ¡Vamos a vivirla!

Gambito de Dama es una serie sobre ajedrez, pero también sobre resiliencia.

«Gambito de Dama», una serie sobre ajedrez, adicciones, trauma y resiliencia

«Gambito de Dama», una serie sobre ajedrez, adicciones, trauma y resiliencia 1486 991 BELÉN PICADO

Hoy me gustaría hablaros de la serie Gambito de Dama (Netflix). Protagonizada por Anya Taylor-Joy y dirigida por Scott Frank, relata la vida de una niña huérfana con un increíble talento para el ajedrez. Pero la historia de Elizabeth Harmon va mucho más allá, al menos desde el punto de vista psicológico: es una historia de trauma y dolor, pero sobre todo de superación y resiliencia.

A través de siete capítulos se muestra cómo la protagonista tiene que enfrentarse a episodios realmente duros: al trauma que supone el abandono de su padre y el suicidio de su madre (estrellando un coche en el que también iba Beth); a una infancia turbulenta; y a una adolescencia marcada por diversas adicciones, la primera de ellas a los sedantes que le proporcionaban en el orfanato donde pasó parte de su infancia. (Por cierto, antes de que continúes leyendo, si aún no has visto la serie te informo de que a lo largo del texto hay spoilers)

Beth enseguida se da cuenta de que aquellas cápsulas verdes “para aliviar el carácter” pueden ayudarla a evadirse de una realidad opresiva y perturbadora. Y, muy pronto también, encuentra en el ajedrez otra válvula de escape, una realidad alternativa que, a diferencia de la que ella vive, sí puede controlar. Como explica a una periodista en uno de los episodios: “El tablero es todo un mundo de 64 casillas. En él me siento segura, puedo controlarlo, puedo dominarlo y es predecible. Si salgo mal parada la culpa es solo mía”.

La adolescente recurre al control y a la autoprotección para mantenerse a salvo. Pero este aparente individualismo y la dificultad para conectar emocionalmente con otras personas y establecer lazos afectivos profundos solo son capas de una coraza para ocultar su vulnerabilidad y, a la vez, para protegerse. Si me muestro, estoy en peligro y pueden hacerme daño; así que opto por relacionarme de modo superficial y si alguien se acerca demasiado huyo o ‘ataco’, que es lo que ocurre en ciertos momentos de la trama con su madre adoptiva, Alma, y con algunos de sus amigos, como Harry Beltik.

El ajedrez como obsesión y también como salvación

De simple pasatiempo para Beth, el ajedrez enseguida pasa a convertirse en el eje de su vida y en muchas ocasiones en su obsesión. Pero también será su salvación porque gracias al ajedrez tendrá la oportunidad de conocer otros lugares, otras personas y, sobre todo, conseguirá conocerse a sí misma.

En esa aventura descubrirá que, por muchos oponentes a los que se enfrente, su mayor enemigo es ella. De hecho, el triunfo personal y emocional de la protagonista no llega al ganar al jugador ruso Vasily Borgov, sino antes. Su verdadera victoria comienza en el mismo momento en que arroja sus últimas pastillas al inodoro, poco después de admitir que necesita “la mente nublada para ganar” y que no puede “visualizar los juegos sin las píldoras”. Y esa victoria se confirma cuando acepta la ayuda y el afecto que le brindan sus amigos.

El juego del ajedrez se divide en tres fases: apertura, medio y final. Quizás la apertura de Elizabeth Harmon sea trágica y traumática y su medio juego caótico, pero el juego final es, sencillamente, extraordinario y sanador.

Beth y sus adicciones

La misión de las figuras de apego o de los cuidadores es proporcionar una base segura al niño. Una base desde la que explorar el mundo y que le sirva de refugio en caso de peligro. Cuando esto no ocurre, como es el caso de Beth en la serie Gambito de Dama, el niño tiene que desarrollar estrategias alternativas de regulación emocional. Como menciono en otro artículo de este mismo blog sobre la relación entre el alcoholismo y el tipo de apego, esa búsqueda se llevará a cabo “a través de objetos, actividades o conductas que aporten la sensación de calma que no se pudo encontrar en quienes deberían haberla proporcionado”.

Beth llega así a los tranquilizantes, primero, y al alcohol después. Pero en realidad el proceso es el mismo en cualquier adicción. Una persona con un estilo de apego seguro, que ha aprendido a modular sus emociones, es posible que experimente con sustancias en la adolescencia y que todo quede en una conducta exploratoria. Sin embargo, cuando no se conoce la calma ni se ha aprendido a lidiar con la angustia emocional, las drogas, el juego, las compras o el sexo compulsivo se convierten en la vía más rápida para huir del dolor Y, de paso, evitar conectar con un mundo interno demasiado caótico.

La sensación de vacío, por ejemplo, es normal cuando nos enfrentamos a un acontecimiento complicado, como la muerte de un ser querido. Si nuestras figuras de referencia nos enseñaron a calmarnos y a entender que todo pasa, por perturbador que sea, seremos capaces de tolerar esa sensación. Pero nadie atendió las necesidades emocionales de la pequeña Beth. Aprendió que nadie calmaría su angustia y comenzó a buscar sustitutos que llenasen un vacío que no dejaba de crecer y que continuamente le ponía frente a su soledad y a su dolor, justo lo que quería evitar a toda costa.

Trauma y disociación

En la vida, a veces, hay experiencias tan traumáticas o abrumadoras emocionalmente que se produce una desconexión entre la mente de la persona y la realidad que está viviendo. Este fenómeno psicológico se conoce como disociación y supone una auténtica estrategia de supervivencia si el trauma se produce en los primeros años.

Ante una experiencia emocional muy fuerte es posible que nuestro cerebro no sea capaz de procesarla. Entonces, la almacena de forma disfuncional en una red neuronal aislada, a diferencia de los recuerdos normales que se envían a redes interconectadas. Esto explica que haya casos graves, en los que la persona no puede recordar lo ocurrido (al principio de la serie, Beth solo recuerda la última frase que le dijo su madre: “Cierra los ojos”). En circunstancias así, la disociación se convierte en una respuesta adaptativa.

Además de la amnesia, la disociación incluye otros síntomas, como la desconexión del cuerpo, las emociones o el entorno. La protagonista de la serie Gambito de Dama recurre a los tranquilizantes, al alcohol y a veces al propio ajedrez para ‘desconectar’ de su profundo dolor emocional. A lo largo de una gran parte de la trama apenas muestra emociones. Y no será hasta el funeral de Shaibel cuando se ‘abra la compuerta’ y se permita sentir todo el dolor que había retenido. Es a partir de ese instante cuando empieza a conectar consigo misma y, por consiguiente, con los demás. Y también deja de estar atascada en el pasado y en modo supervivencia para vivir el presente.

El poder de la resiliencia

Los seres humanos son capaces de sobrevivir a las circunstancias más horribles. El psiquiatra austríaco Viktor Frankl pasó tres años en campos de concentración nazis y no solo sobrevivió, sino que salió reforzado. En su libro El hombre en busca de sentido, asegura que “el hombre, incluso en condiciones trágicas, puede decidir quién quiere ser -espiritual y mentalmente- y conservar su dignidad humana. Esa libertad interior, que nadie puede arrebatar, confiere a la vida intención y sentido”. Beth supera importantes pérdidas, gana la partida a las adicciones y acaba decidiendo quién quiere ser.

En psicología, se llama resiliencia a la capacidad del ser humano de sobreponerse a tragedias y circunstancias traumáticas e, incluso, salir reforzado de ellas. La psicóloga Emily Werner llevó a cabo una investigación con niños hawaianos en situación de extrema pobreza. Tras un seguimiento de más de 30 años observó algo en común entre los que resultaron más resilientes. Todos habían recibido el apoyo de, al menos, una persona que los había aceptado de forma incondicional y había confiado en sus progresos. Y ese apoyo no venía necesariamente de un familiar.

En su camino, la protagonista de la serie Gambito de Dama tampoco ha estado sola. Shaibel, el conserje del orfanato que la enseña a jugar, será la primera figura positiva en su vida, pero no la única. Los que en algún momento fueron rivales en el tablero, como Harry Beltik, Benny Watts o Townes, se convierten en amigos y mentores y le enseñan el valor de la generosidad. Incondicional también es la amistad de Jolene, su “ángel de la guarda”. Sin embargo, la propia Jolene matiza este apelativo dejando claro la necesidad del autoapoyo: “No soy tu ángel de la guarda. No estoy aquí para salvarte. Tengo bastante conmigo misma. Estoy aquí porque necesitas que esté aquí. Eso es lo que hace a la familia. Eso es lo que somos”.

Paso a paso, la ira de Beth se desvanecerá lentamente, siendo reemplazada por la vulnerabilidad (cuando rompe a llorar en brazos de Jolene) y el agradecimiento hacia sus antes competidores y ahora amigos. Descubrirá que el mundo no está ahí para derrotarla; que hay gente que realmente se preocupa por ella. Unos de manera apropiada y otros de manera quizás confusa, como su madre adoptiva, pero que aun así están con ella.

La protagonista aprende a aceptar y a agradecer la ayuda de otros,  a perdonar y a pedir perdón, a aceptar el rechazo y las derrotas, a librarse de sus ataduras y de sus miedos, a conectar con los demás. Y, por encima de todo, aprende a quererse, a aceptarse y a conectar consigo misma. De ese viaje, difícil y tortuoso en ocasiones, pero también revelador y reparador, saldrá fortalecida.

Curiosamente, en una entrevista con Boris Cyrulnik sobre el tema de la resiliencia el neuropsiquiatra alude al ajedrez. Cuando se le pregunta si puede adquirirse esta fortaleza en la edad adulta, responde: “La resiliencia es como una partida de ajedrez. Los primeros movimientos son muy importantes, pero mientras la partida no haya terminado siguen quedando buenos movimientos”.

Así que, ya sabéis, incluso con un mal comienzo… ¡Siempre puede haber un buen movimiento!

La serie This is us muestra cómo puede afectar la muerte de un padre a sus hijos adolescentes.

Lo que nos enseña la serie ‘This is us’ sobre la pérdida y el duelo adolescente

Lo que nos enseña la serie ‘This is us’ sobre la pérdida y el duelo adolescente 1200 900 BELÉN PICADO

Uno de los motivos por los que la serie This is us (o Así somos como se ha titulado en España) ha cosechado tanto éxito en los países donde se ha emitido es porque refleja dinámicas y situaciones familiares con las que muchos podernos sentirnos identificados. Pero, si hay un tema alrededor del que gira la trama de esta producción estadounidense, que relata la vida de una familia a lo largo del tiempo, es la pérdida. De hecho, ya desde el principio asistimos a la desgarradora muerte de uno de los trillizos de Jack (Milo Ventimiglia) y Rebeca Pearson (Mandy Moore). No obstante, es la muerte de Jack la que marcará la vida de todos los que le rodeaban y, en especial, la de sus hijos, Kevin (Justin Hartley), Kate (Chrissy Metz) y Randall (Sterling K. Brown).

La muerte de un padre es uno de los golpes más fuertes que podemos sufrir en la vida. Pero si esa pérdida ocurre cuando eres adolescente y, además, se produce de un modo repentino y traumático, las consecuencias pueden prolongarse hasta mucho tiempo después.

La serie This is us relata la vida de la familia Pearson.

¿Qué ocurre cuando eres adolescente y pierdes a tu padre?

Además de enfrentarse a su propio dolor, el adolescente a menudo tendrá que afrontar numerosas transformaciones en el seno familiar. Entre ellas, que el progenitor superviviente inicie una nueva relación sentimental; que se produzca un cambio en la situación económica familiar; o convivir con el proceso de luto del resto de los hermanos. Y, además, le tocará vivir todo esto junto a los cambios, dificultades y conflictos propios de esta etapa de la vida.

Una sana elaboración del duelo pasa por ayudar al adolescente a dar rienda suelta al dolor hasta que la herida cicatrice. Pero no siempre ocurre así. Entre otras cosas, porque muchas veces el progenitor superviviente no es capaz de gestionar su propio sufrimiento.

En la serie This is us, pese a que Jack vive lidiando con sus propios demonios (que se irán mostrando a lo largo de los capítulos), lo que ve su familia es el modelo perfecto de hombre, marido y padre. Un padre extremadamente sensible que ama sin condiciones a sus hijos y que, precisamente, por ese halo de perfección dejará un hueco muy difícil de llenar.

A través de él, vemos cómo hay personas que dejan una profunda huella en quienes le rodeaban, haciéndose presentes tras su muerte a través de los recuerdos y del ejemplo que fueron en vida. Tanto es así, que, pese a que cuando empieza la historia Jack lleva casi veinte años muerto, todos parecen seguir viviendo a su sombra, sobre todo los Tres Grandes, como llamaba él a sus hijos. ¿Qué supuso la muerte de Jack Pearson para cada uno de sus hijos adolescentes y cómo influyó en el resto de su vida?

La ansiedad de Randall

El más sensible de los hermanos Pearson ha vivido toda la vida con el temor de decepcionar a la familia que lo adoptó y con la necesidad de agradar. Y ha sido justo esa inseguridad la que ha hecho que quiera demostrar siempre que es absolutamente perfecto para todo.

Randall ve en Jack el ejemplo de cómo ser un buen padre y un buen hombre. Hasta el punto de aplicar en su propia vida los valores que aprendió de él. El problema es que ese trabajo incluye no solo alcanzar la perfección de Jack, sino superarla a toda costa. Ese excesivo perfeccionismo, que ya mostraba en su infancia, desembocará en ansiedad y ataques de pánico.

Randall ve en Jack el ejemplo de cómo ser un buen padre y un buen hombre.

Kate o cómo anestesiar la culpa a través de la comida

Kate siempre pensó que nunca sería lo suficientemente buena para Rebeca, mientras que en Jack veía a alguien que la aceptaba como era. Así que la relación con él era mucho más estrecha. Este vínculo tan especial con su padre ya sería suficiente para que sufriera su muerte muy intensamente. Pero, además de un inmenso dolor, Kate tiene un profundo sentimiento de culpa (a lo largo de la primera temporada se revela el motivo) y ambos elementos unidos actuarán como disparador de su trastorno de la alimentación.

Aunque desde la niñez ha tenido problemas de sobrepeso, será a raíz de la muerte de Jack que su hija empezará comer compulsivamente, sin control, castigándose y tratando de anestesiar su profundo dolor. Sintiéndose indigna de cualquier atisbo de amor o de compasión.

Kevin y el alcohol como refugio

Tras un hecho traumático como la muerte de un ser querido, hay personas que se hunden y otras a las que ‘aparentemente’ no les afecta. No es que no sientan, sino que el dolor es tan fuerte que se disocian. Es decir, su cerebro ‘crea’ una especie de compartimentos donde almacena de forma aislada esos hechos o emociones cuyo sufrimiento no pueden tolerar. Esto es lo que le ocurre a Kevin: detrás del actor guapo y famoso que ven todos se oculta un adolescente roto e incapaz de llenar el vacío que le ha dejado la ausencia de su padre. De hecho, ni siquiera es capaz de hablar de la muerte de Jack. Si no se habla de ello, no existe.

El no hablar del padre o la madre muerto es un mecanismo que suele aparecer tras la etapa inicial de shock y sirve para proteger al joven del dolor. Lo normal es que, poco a poco, esta incapacidad de hablar del progenitor fallecido remita, pero si el duelo no se elabora adecuadamente el mecanismo puede prolongarse durante meses, años o incluso décadas.

Como en el caso de Kate, Kevin también siente mucha culpa. Pero la de él es una culpa diferente. Su imagen de Jack es la de un héroe, un padre extremadamente cariñoso y dedicado que siempre se ha sacrificado para dar todo a su familia. Esto ha creado para Kevin un modelo inalcanzable. Él cree que nunca podrá convertirse en el hombre que fue su padre.

Y, por otra parte, el día que Jack falleció, Kevin estaba distanciado de él y no estaba en casa. Cuando se enteró de la muerte de su padre, se culpó por no haber estado allí para ayudar a su familia. Y, del mismo modo que su hermana trató de anestesiar el dolor y la culpa a través de la comida, su gemelo lo hizo a través del alcohol.

Cada uno necesitamos un tiempo para aceptar la pérdida

En el primer capítulo, tras la muerte del trillizo de los Pearson, el viejo doctor K da a Jack las claves para sobrellevar su pena. Claves que luego tendrán que aprender por sí mismos Randall, Kevin y Kate, y que, desde luego, nos vienen bien a todos. En su conversación con Jack, el médico toca algunos temas centrales relacionados con el duelo: la necesidad de reconocer la pérdida, sentarse con ella, aprender a hablar sobre ella y encontrar el propio camino para seguir adelante.

No se trata de olvidar o de «avanzar sin mirar atrás». Se trata de buscar en la propia vida aspectos positivos que sobrevivieron al trauma y reconstruirnos desde allí. Como el viejo médico le dijo a Jack: «Quiero pensar que, tal vez, algún día seas un viejo como yo aburriendo a un joven y explicándole cómo cogiste el limón más amargo que puede ofrecerte la vida y lo convertiste en una limonada”.

Y tan importante como buscar dentro de nosotros recursos que nos ayuden a seguir adelante es comprender que cada uno necesitamos un tiempo y un ritmo para aceptar la pérdida. Y esto es especialmente importante en los adolescentes. Cuando se produce una muerte en la familia el dolor es compartido, pero a la vez cada integrante lo experimenta de distinta manera. Cada uno se enfrenta a la pérdida como sabe y como puede. Esto lo aprendieron primero Jack y Rebeca y luego tuvieron que aprenderlo sus hijos.

En definitiva, lo que nos enseña esta historia es que no existe un limón tan amargo que no nos permita hacer una limonada. Quedémonos con eso.

La película Joker y los efectos devastadores de los malos tratos en la infancia

«Joker», una película sobre los devastadores efectos de los malos tratos en la infancia

«Joker», una película sobre los devastadores efectos de los malos tratos en la infancia 3840 2400 BELÉN PICADO

La película Joker, dirigida por Todd Phillips y protagonizada por Joaquin Phoenix, está dando mucho que hablar y no solo a nivel interpretativo. La historia del eterno enemigo de Batman pone sobre la mesa temas importantes. Entre ellos, la necesidad de que los gobiernos destinen fondos a la salud mental y la discriminación que sufren las personas con enfermedades mentales.

También habría mucho que decir sobre el peligro que entraña relacionar trastorno mental y violencia… Sin embargo, en esta ocasión me centraré en lo perjudicial que puede ser crecer en un familia disfuncional. Si a ese modelo de crianza caótica le sumamos la marginación social que sufre Arthur Fleck el resultado es una bomba de relojería.

Es posible que Joker siempre haya formado parte de Arthur, pero para ‘salir al mundo’ hacía falta que se dieran varias circunstancias. Por un lado, la imposibilidad de seguir accediendo a los fármacos que necesita. Por otro, las sucesivas traiciones de personas en quienes confía, especialmente la traición que supone un descubrimiento relacionado con su madre. Y no olvidemos las continuas humillaciones de las que es víctima a causa de sus problemas mentales.

Sin embargo, para comprender como se va gestando ese alter ego que acabará por hacer ‘desaparecer’ a Arthur, vamos a retroceder a su infancia. Porque el modo en que nos enfrentamos al mundo de adultos depende en gran parte de la calidad de nuestras experiencias de niños. Básicamente, la película Joker habla de los malos tratos y sus devastadores efectos. Por cierto, importante para quien no la haya visto: a partir de aquí hay spoilers.

Joker es una película sobre el trauma complejo y los malos tratos

Malos tratos y negligencia: el apego desorganizado

Desde que nacemos, nuestras vivencias se acumulan en la memoria y se integran con nuestra forma de sentir y de pensar. Así, poco a poco, va conformándose nuestra personalidad. En esta capacidad de integrar lo que vivimos, pensamos y sentimos juega un papel importante la relación que establecemos con nuestras figuras de apego.

Si hemos tenido unos cuidadores disponibles y atentos a nuestras necesidades, desarrollaremos un apego seguro y una representación de nosotros mismos como personas válidas. Sin embargo, cuando esas figuras son imprevisibles, frías o abusadoras, el niño se verá como un ser defectuoso. En ese caso, puede desarrollar un apego ansioso, evitativo o desorganizado.

El tipo de comunicación entre una madre y su hijo durante los primeros años es tan importante que crecer en un entorno negligente, puede alterar el funcionamiento cerebral del niño. En la película Joker,  al abandono de los padres biológicos de Arthur Fleck se sumó la negligencia por parte de una madre adoptiva con varios trastornos mentales. Cuando Arthur era solo un niño, Penny permitió que su novio abusara física y sexualmente de él en repetidas ocasiones. Esa situación jugó un importante papel en los posteriores problemas mentales de Fleck, incluida la risa patológica que le caracteriza.

La tortura de sentirse invisible

Además de sentirse incomprendido toda su vida, Arthur nunca se ha sentido visto (el tema de la invisibilidad suele aparecer  cuando se trabaja con adultos que han sido víctimas de negligencia y/o malos tratos). La regulación emocional del niño comienza cuando es un bebé a través de la relación con el cuidador. En una relación de apego sana, los adultos sintonizan con el niño y lo ayudan a modular sus reacciones emocionales. Cuando estas experiencias de sintonía y regulación no existen y el niño no es visto, las consecuencias pueden ser muy dañinas en la edad adulta. William James, un importante psicólogo estadounidense, decía: “No hay peor tortura para un hombre que sentirse invisible”.

La propia enfermedad mental de Penny y los malos tratos de los que también era víctima, la llevaron a no ser capaz de ver las necesidades de su hijo. La prueba de que nunca fue consciente de su sufrimiento está en que, además de llamarle Happy, en una escena asegura no haber oído nunca llorar a su hijo; «es un niño feliz”, afirma.

A lo largo de la película, Arthur expresa en varias ocasiones esa necesidad de que le vean. En su diario, escribe: “No quiero morir y que la gente me pase por encima. Quiero que la gente me vea”. En un momento dado de la segunda sesión con la asistente social dice: “Hasta hace poco parecía que era invisible”. Más tarde, añade: “Me he pasado toda la vida sin saber si realmente existía, pero existo y la gente está empezando a darse cuenta”. Y es que, después de intentar en vano que lo vean como esa persona que “vino al mundo para traer alegrías y sonrisas”, es sacando su parte más violenta como empieza a conseguir que le presten atención.

Muchas víctimas de malos tratos sienten que no han sido vistos

La disociación como estrategia de supervivencia

En la vida a veces hay experiencias tan traumáticas o abrumadoras emocionalmente que se produce una desconexión entre la mente de la persona y la realidad que está viviendo. Este fenómeno psicológico se conoce como disociación y supone una verdadera estrategia de supervivencia si el trauma se produce en los primeros años.

Cuando la persona que debería cuidar y proteger al niño es la misma que le daña, entran en conflicto el instinto de supervivencia y la necesidad de vincularse (“Te tengo miedo y a la vez te necesito”). En ese momento, el cerebro aún no tiene la madurez necesaria y no puede procesar ciertas vivencias demasiado traumáticas. Entonces, las almacena de forma disfuncional en una red neuronal aislada, a diferencia de los recuerdos normales que se envían a redes interconectadas.

Manuel Hernández Pacheco apunta en su libro Apego y psicopatología: La ansiedad y su origen que “en situaciones donde haya una experiencia emocional muy fuerte nuestro cerebro puede crear compartimientos donde almacenar de forma aislada hechos o emociones que nos provoquen mucho dolor si las evocamos”.

Esto explica que haya casos muy graves (abusos sexuales), en los que la persona no puede recordar lo ocurrido. En la película Joker el protagonista no recuerda los abusos que sufrió en su infancia ni por qué estuvo en un psiquiátrico. En estas circunstancias, la disociación se convierte en una respuesta para sobrevivir a la negligencia y el abuso de los cuidadores.

La disociación es uno de los principales síntomas del trauma complejo

Además de la amnesia, la disociación incluye otros aspectos que explica Anabel González en su libro No soy yo. Entre ellos, síntomas corporales diversos; la desconexión del cuerpo, las emociones o el entorno; y, sobre todo, la fragmentación de la personalidad y la identidad.

Lejos de justificar ninguna conducta delictiva, saber cómo se originan estos comportamientos puede ayudar a prevenirlos. Asimismo, sería muy positivo aceptar a las personas con algún trastorno mental como son, sin esperar (como se queja Arthur) que se comporten como si no lo tuviesen. Aprovechemos historias como la película Joker para reflexionar sobre la necesidad de ver a las personas más allá de etiquetas y de diagnósticos.

Matrix como metáfora del proceso de terapia

La película Matrix como metáfora del proceso de terapia

La película Matrix como metáfora del proceso de terapia 771 1023 BELÉN PICADO

Acaban de cumplirse veinte años del estreno de Matrix. Cuando la estrenaron en España fui al cine y vi una película de ciencia ficción entretenida y original. Tiempo después, volví a revisitarla y mi perspectiva cambió. Encontré en Matrix una clarísima metáfora de un proceso terapéutico de crecimiento personal, la toma de conciencia de un hombre dispuesto a renunciar a lo que conoce para descubrir la esencia de sí mismo y de lo que le rodea.

Si la vemos como un filme más de ciencia ficción y queremos explicar a alguien el argumento, podríamos contarle que el protagonista es Thomas Anderson (Keanu Reeves), programador informático de día y hacker informático conocido en la red como Neo, de noche. Desde hace tiempo, tiene la extraña sensación de que el mundo no es lo que parece y esa intuición se convierte en realidad cuando un extraño grupo encabezado por Morfeo (Lawrence Fishburne) se pone en contacto con él. Este le enseñará la verdad que se esconde tras lo aparente: un mundo dominado por máquinas que esclavizan a los seres humanos utilizando sus cuerpos como simple fuente de energía.

Ahora bien, esta no es la única lectura que podemos hacer de la historia. Si no nos conformamos con quedarnos en la superficie y queremos ir más allá, toca analizarla con detalle. Para comprender mejor la metáfora de la que os he hablado antes, iré haciendo un paralelismo entre las vivencias de Neo y las de Plácido, un sujeto que podría ser cualquiera de nosotros y que un día decide iniciar un proceso terapéutico. Si alguien no ha visto la película, a partir de aquí hay spoilers, muchos spoilers. Advertidos quedáis.

Ir más allá de lo que perciben nuestros sentidos

Pastilla roja o pastilla azul: Despertar a la verdad o continuar en la ignorancia

Al principio del metraje, Neo está dormido. Se despierta cuando aparece un misterioso mensaje en su ordenador: “Despierta, Neo”. Poco después, pregunta a otro personaje: “¿Alguna vez has tenido la sensación de no saber si sueñas o estás despierto?”. Este es también el inicio de nuestra metáfora, el momento en el que una voz interior le dice a Plácido que algo no está bien, aunque todavía ignora de qué se trata.

Cuando unos inquietantes individuos llegan a la empresa de Neo para llevárselo, el protagonista recibe una llamada. Es Morfeo, un desconocido que parece saberlo todo sobre él y que le da instrucciones para escapar. Estamos ante el siguiente paso del proceso: la primera vez que Plácido es plenamente consciente de que tiene que hacer algo para acabar con esa extraña sensación, que ya se ha apoderado de él.

La escena en la que Neo conoce al que será su guía se correspondería en nuestra historia paralela con la primera sesión que Plácido mantiene con su psicólogo. Transcribo parte de la conversación porque merece la pena.

-Morfeo: Te explicaré por qué estás aquí. Estás porque sabes algo, aunque lo que sabes no lo puedes explicar, pero lo percibes. Ha sido así durante toda tu vida. Algo no funciona en el mundo. No sabes lo que es, pero ahí está, como una astilla clavada en tu mente y te está enloqueciendo. Esa sensación te ha traído hasta mí. ¿Sabes de lo que te estoy hablando?

-Neo: ¿De Matrix?

-Morfeo: ¿Te gustaría realmente saber lo que es? Matrix nos rodea, está por todas partes, incluso ahora, en esta habitación. Puedes verla si miras por la ventana, al encender la televisión. Puedes sentirla cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.

-Neo: ¿Qué verdad?

-Morfeo: Que eres un esclavo, Neo. Igual que los demás naciste en cautiverio, Naciste en una prisión que, igual que los demás, no puedes saborear, ni oler, ni tocar. Una prisión para tu mente. Por desgracia, no se puede explicar lo que es Matrix, has de verla con tus propios ojos. Esta es tu última oportunidad, después ya no podrás echarte atrás. Si tomas la pastilla azul, fin de la historia. Despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja te quedarás en el país de las maravillas y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad, nada más.

Pastilla roja o pastilla azul, despertar a la verdad o continuar en la ignorancia

Integrando cuerpo y mente

Neo ha elegido la pastilla roja y comienza su iniciación. Luego vemos a Neo desnudo en algo similar a un útero materno. Está volviendo a nacer, despertando en una realidad paralela en la que hay miles de úteros como el suyo, pero cerrados. Para ellos todavía es pronto. Plácido también está dando la bienvenida a un nuevo modo de ver la vida, aunque a su alrededor algunos amigos y familiares cuestionan que eso sirva para algo. Cada uno tiene su ritmo.

Una vez que Neo ha “renacido” toca ocuparse del cuerpo, atrofiado por la falta de uso. En un proceso terapéutico reconciliarnos con nuestro cuerpo tiene tanta importancia como trabajar con la mente y las emociones.

Aunque todo parece seguir su curso, hay un momento en el que Neo se agobia. Está fuera de sí y a punto del colapso. “Respira, Neo, solo respira”, le dice Morfeo. Mientras, nuestro Plácido, que ha vivido siempre apartado de sus propias sensaciones, no puede evitar asustarse al empezar a percibirlas.

Pero no basta con sanar el cuerpo y Morfeo recuerda a Neo la necesidad de una integración mente-cuerpo: “El cuerpo no puede vivir sin la mente».

El poderde la mente en Matrix

Una vez que vemos la realidad, no hay marcha atrás

Finalizado el entrenamiento, Neo empieza a experimentar lo que ha aprendido, sus ojos empiezan a adaptarse, a ver lo que antes no veía. Plácido también comienza a observar que, por fin, ha empezado a aplicar en su vida cotidiana lo interiorizado en terapia.

Pero ni en Matrix ni en el día a día de nuestro Plácido, las cosas son tan sencillas. En Matrix, hace acto de presencia Cifra, un personaje que representa el autoengaño y la traición a uno mismo y a la realidad y que asegura que “la ignorancia es la felicidad”. Plácido también tiene momentos de debilidad en los que siente que no avanza y que el psicólogo no le da las respuestas que él necesita. Está tentado de abandonar.

Ante las dudas de Neo, Morfeo le hace ver que no puede hacer su camino: “Yo solo puedo mostrarte la puerta, tú tienes que atravesarla”. Las mismas palabras que el terapeuta le dice a Plácido.

En la película, Neo tendrá que enfrentarse a una prueba extrema para salvar a Morfeo y en la que podría morir. Para nuestro Plácido, también es el momento de enfrentarse a los miedos que le impiden avanzar y también a su propia sombra.

Pero todavía no ha llegado la victoria final. Nuestros héroes, Neo y Plácido, tendrán que llevar la atención a su interior para observar lo que han aprendido y para prepararse para la última confrontación. Ambos se enfrentarán a sus mayores miedos una vez más, pero ahora con más recursos y un conocimiento mucho más profundo de sí mismos. Pondrán a prueba lo que aprendieron a lo largo del camino y saldrán victoriosos.

Al final de la película, podemos ver a Neo de vuelta en Matrix, en medio de una calle repleta de personas que vienen y van. Todo parece igual, pero no lo es. Él ha cambiado. Quizás en esa calle, pero en otra dimensión paralela, esté Plácido. Él también ha cambiado.

Referencias

Silver, J. (productor), Wachowski, L y Wachowski, L (directoras). (1999). Matrix. Estados Unidos. Village Roadshaw Pictures, Groucho Film Partnership y Silver Pictures.

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