Hace unos días mi amigo Antonio se cruzó con una chica que le habían presentado recientemente y no dudó en saludarla. Ella se detuvo, le miró, se disculpó por no reconocerle y siguió su camino. Sorprendido porque solo unos días antes habían estado charlando durante horas, mi amigo se lo comentó a la persona que los había presentado. Esta le sacó de dudas: aquella chica padecía prosopagnosia.
La prosopagnosia es un extraño trastorno neurológico, conocido también como ceguera facial, que padece el 2 por ciento de la población. Lo que les ocurre a estas personas es que, pese a poder distinguir por separado las partes que componen un rostro (nariz, ojos, boca…), no son capaces de mantener esos elementos unidos y relacionados para identificar de quién se trata.
Entre los afectados, se encuentran personas tan conocidas como el famoso neurólogo Oliver Sacks, la primatóloga Jane Goodall, la princesa Victoria de Suecia o Brad Pitt. El actor reconoció sufrir prosopagnosia en una entrevista publicada en 2013 en la revista Esquire, donde aseguró que en más de una ocasión le habían llegado a tomar por “un maleducado”.
Tipos de prosopagnosia
Este trastorno no afecta en el mismo grado a todos los que lo padecen. Algunos prosopagnósicos, por ejemplo, pueden memorizar un determinado número de caras, mientras que otros apenas si identifican algunos rostros de sus familiares más cercanos. En los casos más graves, el paciente ni siquiera es capaz de reconocerse en el espejo.
Hay dos tipos de prosopagnosia, la adquirida y la congénita o del desarrollo. La mayoría de los casos documentados pertenecen a la primera. Suele estar causada por una lesión cerebral provocada por un accidente cerebrovascular, un tumor cerebral, un traumatismo craneoencefálico o una infección que afecte a determinadas partes del sistema nervioso central. Probablemente, el motivo por el que estos casos se conocen es porque se trata de personas que reconocían los rostros y algún accidente les impidió seguir haciéndolo. Por tanto, la incapacidad fue notoria para ellos.
Sin embargo, según los investigadores la prosopagnosia del desarrollo es mucho más frecuente. En este caso, los afectados no han podido reconocer bien las caras durante la mayor parte de sus vidas y en ocasiones no se dan cuenta de que padecen este desorden hasta que se les hace alguna prueba.
Una investigación realizada en el Instituto de Genética Humana en Münster, Alemania, concluyó que la enfermedad, además, tiene un alto componente genético. Tras examinar a 689 estudiantes, los científicos diagnosticaron el desorden a 17. En posteriores entrevistas con las familias de 14 de estos jóvenes, todos tenían, al menos, un pariente cercano con el mismo problema. Analizando estos resultados, pudieron establecer que esta condición se transmite por un gen dominante, lo que significa que si un padre lo tiene, sus hijos tiene un 50 por ciento de probabilidades de heredarla.
Un fichero fotográfico en el cerebro
En nuestro cerebro hay células especializadas en identificar rasgos de las caras que vemos y localizarlos rápidamente en la base de datos mental de las personas que conocemos. El cerebro cuenta con un sistema de almacenamiento, parecido a un álbum fotográfico, donde podemos guardar hasta 10.000 caras diferentes a lo largo de la vida. Según algunos estudios, cualquiera puede reconocer a gente que conoció hace diez años e identificar al 90 por ciento de los compañeros del colegio de hace 35 años.
El proceso tiene lugar en tres etapas: primero, percibimos a través del sentido de la vista los rasgos físicos de esa cara. Con esa imagen en la mente, el cerebro determina si esos rasgos son conocidos o no. En caso de que lo sean, el siguiente paso es identificar el rostro con el nombre que le corresponde.
Sin embargo, hay quienes son incapaces de reconocer rostros, incluido el de sus seres queridos y el suyo propio, pese a un funcionamiento intelectual y una capacidad visual intactos. Lo que hacen entonces es aprender a arreglárselas con esta situación. Desarrollan estrategias para distinguir a las personas basándose en pistas (corte de pelo, voz, forma de andar, silueta corporal, etc.). Además, evitan lugares donde podrían toparse con alguien a quien conocen o fingen caminar por la calle absortos en sus pensamientos para no pasar por maleducados. Y como se convierten en auténticos expertos a la hora de ocultar su condición, no resulta fácil identificarlos.
Además de entrenar las habilidades mencionadas, es posible trabajar con el reconocimiento de caras. Para ello se utilizan fotografías de familiares o amigos cercanos: emparejando imágenes idénticas, asociando caras y nombres, identificando expresiones faciales, etc. En la universidad estadounidense de Bethel, la profesora de psicología Sherryse Corrow acaba de poner en marcha un programa de entrenamiento computarizado para mejorar el reconocimiento facial en personas afectadas.
Otros trastornos similares
Alexia pura: Los afectados por este trastorno no pueden leer normalmente, ni siquiera lo que ellos han escrito. Esto ocurre pese a una capacidad visual normal y pese a tener habilidad para entender lo que le dicen y escribir. Leen las palabras letra a letra, deletreando cada palabra antes de identificarla.
Zooagnosia: Dificultad para reconocer animales de la misma o de distinta especie.
Simultagnosia: El paciente fija la atención en un solo detalle de la escena que hay ante él y es incapaz de apreciar los demás objetos.
Metamorfopsia: Visión distorsionada de los rostros y dificultad para discriminar características faciales y gestos. Sin embargo, la capacidad para el reconocimiento de la identidad de las personas permanece intacta.
Acromatopsia: Incapacidad para percibir los colores de los objetos. Normalmente todo se ve en blanco y negro, pero en algunos casos el afectado puede distinguir los colores primarios.
Agnosia de movimiento: En este caso, la persona no puede percibir el movimiento de los objetos de manera continua. Por ejemplo, no vería un coche circulando, sino un vehículo detenido en una esquina; luego lo vería parado junto a él y, acto seguido, detenido en otra esquina. Estaría ante una secuencia interrumpida, sin continuidad
Si te interesa
Lectura: “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”. En este libro, el neurólogo Oliver Sacks recoge varios casos curiosos con los que se encontró durante su carrera. Uno de ellos, justo el que da nombre al libro, es el de un músico que sufría prosopagnosia y no era capaz de reconocer los rostros de las personas con las que se encontraba a diario, entre ellos el de su esposa.