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diciembre 2024

Microhábitos: Descubre el superpoder de los pequeños cambios

12 meses, 12 microhábitos: Descubre el superpoder de los pequeños cambios

12 meses, 12 microhábitos: Descubre el superpoder de los pequeños cambios 1500 1000 BELÉN PICADO

Bajar de peso, hacer deporte, dejar de procrastinar, ahorrar, mejorar nuestras relaciones… Cada inicio de año, nos proponemos nuevos objetivos o retomamos los que no cumplimos el año anterior. Sin embargo, la cruda realidad es que la mayoría de los propósitos que nos trazamos en Año Nuevo no sobreviven a febrero. Y no es que nos falte motivación o entusiasmo. El problema suele ser que nos falta planificación, nos planteamos metas demasiado ambiciosas o estas resultan excesivamente abstractas. Y el resultado es que acabamos frustrándonos y abandonando. Para que esto no ocurra, en vez de proponernos grandes objetivos, podemos probar a introducir en nuestro día a día cambios pequeños y razonables. Los microhábitos son pequeñas y sencillas acciones que se realizan de manera constante con el objetivo de generar cambios a largo plazo.

Cuando nos empeñamos en introducir cambios radicales en nuestra vida, como querer variar toda nuestra dieta de un día para otro o empezar a correr 10 kilómetros sin preparación previa, lo normal es que fracasemos porque estamos activando el mecanismo de resistencia del cerebro, que prioriza la comodidad y la estabilidad.

Por el contrario, los pequeños cambios no solo son más fáciles de realizar, sino que tienen otras ventajas:

  • Al ser manejables es más probable que los incorporemos a nuestra vida cotidiana sin agobios, casi sin darnos cuenta.
  • Tienen efecto acumulativo. Si vamos sumando pequeños hábitos positivos, los beneficios se multiplicarán.
  • Al ser más sencillos de poner en marcha también es más fácil que tengamos éxito, lo que reforzará la confianza en que podemos lograr objetivos más importantes si nos lo proponemos.
  • Generan cambios en el cerebro. Promueven nuevas conexiones neuronales y facilitan el establecimiento de patrones positivos.

Microhábitos, el superpoder de los pequeños cambios

12 meses, 12 microhábitos

Si perteneces a esa inmensa mayoría a quienes cada año se les atragantan los buenos propósitos, te propongo que esta vez lo hagas diferente. ¿Cómo? Incorporando 12 pequeños cambios a lo largo del año, uno por cada mes. Pero no se trata solo de practicar cada hábito durante su mes correspondiente, sino de acumularlos progresivamente. Por ejemplo, en enero empezarás con 5 minutos diarios de pausa consciente. En febrero mantendrás esta práctica y añadirás otra y así sucesivamente.

Enero: Haz una pausa consciente de 5 minutos al día

Hacer una pausa consciente te ayudará a reducir el ruido mental, a empezar cada día con claridad y a reconectar contigo mismo/a. Dedicar unos minutos a respirar profundamente, observar tu entorno sin distracciones y poniendo en marcha tus sentidos o realizar cualquier tarea que te conecte con el presente contribuye a interrumpir patrones automáticos de pensamiento negativo. En este caso, nos vamos a centrar en la respiración.

Cómo empezar

Cada mañana, antes de iniciar tus tareas diarias, elige un lugar tranquilo, siéntate cómodamente y durante 5 minutos enfócate en tu respiración. Inhala contando hasta cuatro, retén el aire durante cuatro segundos y exhala lentamente contando hasta seis. Si sientes que tu mente divaga, simplemente vuelve a enfocarte en tu respiración.

Para evitar olvidos, puedes usar una alarma diaria como recordatorio.

Febrero: Crea una rutina matutina de 10 minutos

Las mañanas pueden ser caóticas. Desde el momento en que suena la alarma, ya estamos corriendo para cumplir con nuestras tareas y responsabilidades diarias. Al automatizar ciertas actividades, como planificar tus prioridades o, simplemente, tomarte un café, reservas tu energía mental para lo realmente importante. Además, una rutina matutina fomenta una sensación de control, reduce el estrés y contribuye a mejorar la productividad durante el día.

Cómo empezar

Dedica 10 minutos cada mañana a dos o tres rutinas simples y manejables. Por ejemplo:

  • 3 minutos para hacer estiramientos. Esto activa la circulación y reduce la rigidez muscular tras horas de inactividad durante el sueño.
  • 2-3 minutos para hacer la cama. Recuerda que un espacio limpio y organizado tiene un efecto positivo sobre nuestro bienestar mental.
  • 5 minutos para planificar tu día. Haz una lista de las tareas más importantes de las que tienes que ocuparte durante la jornada

(Estos ejemplos son solo orientativos, tú puedes elegir las actividades que desees)

Marzo: Practica la gratitud diariamente

El mes de la llegada de la primavera es perfecto para empezar a cultivar la gratitud como hábito diario. Según la psicología positiva, agradecer de manera regular no solo ayuda a reducir el estrés, aumentar la felicidad y fortalecer las relaciones. También puede llegar a transformar la forma en la que percibimos nuestra vida.

Cómo empezar

Cada noche, dedica unos minutos antes de dormir para anotar 3 cosas por las que te sientas agradecido/a. No tienen que ser grandes acontecimientos o grandes logros. Una sonrisa, una conversación enriquecedora o saborear tu comida favorita, cuentan.

Intenta incluir detalles específicos. Por ejemplo, en lugar de escribir «Doy las gracias por mi familia», escribe: «Agradezco la conversación que tuve con mi madre sobre nuestros próximos objetivos».

Abril: Sal a caminar durante 10 minutos al día

Ahora que los días empieza a ser más largos y las temperaturas más agradables, aprovecha para pasear. Caminar al aire libre reduce los niveles de cortisol, activa el sistema parasimpático, que es responsable de la relajación, y mejora el estado de ánimo al liberar endorfinas. Además, la exposición a la luz solar regula los ritmos circadianos, ayudando a mejorar la calidad del sueño.

Cómo empezar

Sal a caminar 10 minutos diarios, sin importar si vives en una ciudad o en un entorno más natural. No necesitas largas caminatas ni buscar paisajes idílicos; un parque cercano, un espacio verde o una zona tranquila son suficientes para obtener los beneficios de moverte y estirar las piernas. Y si apagas el móvil o activas el modo avión para evitar distracciones, mucho mejor.

Mayo: Reduce las notificaciones del móvil

Este mes toca hacer un ‘detox’ tecnológico. Al principio, te costará, pero ya verás cómo este simple cambio transforma tu relación con la tecnología y, sobre todo, con las personas. Recuperarás el control de tu atención, ganarás tiempo para lo importante y disfrutarás más de los momentos en los que toca estar presente.

Cómo empezar

  • Haz un análisis de las notificaciones que recibes y desactiva todas las innecesarias: redes sociales, aplicaciones de compras, juegos, etc.
  • Establece horarios específicos para revisar mensajes o correos electrónicos.
  • Apaga el móvil o siléncialo durante comidas, reuniones o cuando estés con tu familia.

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Junio: Aprende a decir “no”

En junio, dedica tiempo a reflexionar sobre tus prioridades y a trabajar en establecer límites claros en tu vida. Tu tarea será decir «no» de manera asertiva, priorizando lo que realmente importa para proteger tu bienestar y tu tiempo. De este modo, tu autoestima saldrá fortalecida, tus relaciones mejorarán y las decisiones que tomes estarán en mayor consonancia con tus valores y tus prioridades.

Cómo empezar

Si esta tarea te resulta difícil, puedes comenzar practicando con situaciones de ‘bajo riesgo’, como declinar una invitación no esencial o posponer una tarea que no es urgente.

Estas pautas pueden ayudarte

  • Usa un «No, pero…» como punto intermedio. Si te cuesta decir «no», ofrece una alternativa razonable. Por ejemplo: «No puedo participar en esto ahora, pero puedo ayudarte a buscar otra solución».
  • Crea un guion de respuesta. Tener frases preparadas reduce el estrés de responder en el momento. Algunas ideas: «Gracias por pensar en mí, pero tengo otros asuntos pendientes que requieren mi atención”, «Me encantaría ayudar, pero en este momento no puedo asumir más responsabilidades».
  • Si sientes presión para decir «sí» de inmediato, practica responder con una pausa («Déjame pensarlo y te confirmo luego»).
Julio: Dedica un día completo al autocuidado

En pleno verano, cuando la energía del sol está en su máximo esplendor, es un momento ideal para recargar la tuya. El autocuidado no es un lujo; es una necesidad. Ayuda a mejorar la regulación emocional, reduce significativamente los niveles de estrés y puede incluso fortalecer el sistema inmunológico.

Cómo empezar

Elige un día para desconectar de las obligaciones y centrarte únicamente en ti. Esta jornada será un espacio para reconectar contigo y recargar tus baterías, física y mentalmente. Puedes dedicarlo a cualquier cosa que te haga feliz: leer, cocinar algo rico, tomar un baño relajante, disfrutar de tus aficiones favoritas. O, simplemente, no hacer nada.

Agosto: Libérate de lo que ya no necesitas

Agosto es el momento perfecto para simplificar tu vida desprendiéndote de esos objetos que realmente ya no necesitas. Además de ser un recordatorio de no aferrarte a lo que ya no cumple una función en tu vida, este hábito supone una oportunidad para dejar atrás el pasado y abrir espacio a nuevas oportunidades y experiencias.

Cómo empezar

Reserva 10 minutos al día para revisar tus pertenencias, preguntándote: ¿He usado esto en los dos últimos años? ¿Lo necesito o me aporta alegría? Si la respuesta es «no», es hora de dejarlo ir. Para que sea más fácil puedes empezar por espacios pequeños, como un cajón, una estantería o tu bolso.

Septiembre: Escucha activamente

Escuchar activamente es una habilidad sumamente útil que contribuye a construir relaciones sólidas y honestas, a mejorar la comunicación y a fomentar la empatía. Implica prestar atención plena a la persona con la que hablas, dejando de lado distracciones y juicios, y mostrando un interés genuino en comprender lo que está compartiendo contigo.

Cómo empezar

Dedica 20 minutos diarios a entrenar la escucha activa en tus conversaciones cotidianas, ya sea con tus compañeros de trabajo, amigos, pareja o familiares. Al final del día, puedes reflexionar sobre cómo te sentiste mientras la practicabas y también recordar cómo reaccionó la otra persona.

Algunas pautas que te ayudarán:

  • En lugar de pensar en qué vas a responder mientras alguien te habla, enfócate en escuchar de verdad.
  • Silencia el móvil o evita cualquier distracción que te impida enfocarte completamente en la conversación.
  • Repite lo que la otra persona dijo con tus propias palabras para asegurarte de haberlo entendido bien.
  • No interrumpas a tu interlocutor a menos que sea absolutamente necesario. Por ejemplo, si lo que le vas a decir es sumamente importante o necesitas pedir que te repita algo porque no entendiste bien.

(En este blog puedes leer el artículo «Escucha activa o por qué tenemos dos orejas y una sola boca»)

Octubre: Reserva 15 minutos al día para aprender algo nuevo

Según la neurociencia, adquirir nuevos conocimientos no solo mejora la memoria y la concentración. También protege contra el deterioro cognitivo, fortalece las conexiones neuronales y mejora la plasticidad cerebral. Eso, sin contar la satisfacción personal que nos proporciona el solo hecho de aprender.

Cómo empezar

Elige un ámbito que te motive y dedícale 15 minutos al día. Puede ser aprender un idioma, mejorar tus habilidades en informática, desarrollar alguna habilidad creativa, explorar un tema que te interese y desconozcas o profundizar en un área del que ya tienes algunas nociones.

Para que la rutina sea más fácil de asentar, procura establece un horario fijo.

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Noviembre: Reemplaza una queja por un agradecimiento

Quejarte constantemente refuerza patrones negativos en el cerebro, haciendo que sea más fácil enfocarte en problemas en lugar de soluciones. Sin embargo, al reemplazar una queja por un agradecimiento o por un propósito, tu mente se reprogramará para buscar lo positivo.

Cómo empezar

Cada vez que te descubras quejándote, detente un momento y haz el esfuerzo consciente de buscar algo positivo relacionado con la situación o, si no lo hay, piensa en qué puedes hacer para mejorarla. Por ejemplo, si estás atrapado en el tráfico, piensa en la música o el podcast que puedes disfrutar durante el trayecto. Y en el caso de que tu queja sea porque estás muy ocupado, reflexiona cómo puedes reorganizar tu tiempo para aliviar esa carga.

Puede ayudarte:

  • Llevar un registro de tus quejas más frecuentes y, al lado de cada una, escribir una posible solución o alternativa.
  • Utilizar recordatorios físicos. Por ejemplo, puedes colocar una goma elástica en tu muñeca y cambiarla de lado cada vez que te quejes como señal para buscar algo positivo o pensar en una solución.
Diciembre: Reflexiona sobre tu año

Llegado el último mes del año, es el momento de mirar hacia atrás y evaluar el camino recorrido. Reflexionar sobre lo que lograste, lo que aprendiste y cómo creciste no solo te permite reconocer tus éxitos, sino también identificar áreas de mejora y cerrar ciclos. Este ejercicio es una oportunidad para celebrar tu progreso y preparar el terreno para el próximo año, alineando tus nuevas metas con tus valores y aspiraciones.

Cómo empezar

Escribe tus reflexiones: Dedica tiempo a escribir sobre los aprendizajes, éxitos y momentos más destacables del año. ¿Qué lograste este año de lo que estás orgulloso/a? ¿Qué aprendiste de los desafíos que te ha tocado enfrentar?

Define doce nuevos micro hábitos para el próximo año basándote en lo que has aprendido y lo que te queda por descubrir.

“El hombre que mueve montañas empieza apartando piedrecitas” (Confucio)

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Forget big change, start with a tiny habit: BJ Fogg at TEDxFremont. Brian Jeffrey Fogg, experto en Psicología del Comportamiento y autor del libro Hábitos mínimos: Pequeños cambios que lo transforman todo, habla en esta charla TED de las ventajas de optar por retos sencillos en vez de plantearse grandes propósitos.

10 aprendizajes sobre la vida que nos deja la serie Yo, Adicto

10 aprendizajes sobre la vida que nos deja la serie «Yo, adicto»

10 aprendizajes sobre la vida que nos deja la serie «Yo, adicto» 1800 1734 BELÉN PICADO

Hablar de adicciones sigue siendo un tema tabú en muchos contextos y reconocer públicamente que se es adicto conlleva enfrentarse al juicio, al estigma y al rechazo social. Por esto es tan importante la serie Yo, adicto (Disney+), una historia real que se atreve a afrontar esta realidad con una honestidad brutal y contundente. Pero, ante todo, se trata de un relato sobre esas heridas invisibles que muchos cargamos, independientemente de que estén relacionadas o no con una adicción. Porque esta historia, en realidad, «no va de drogas», sino de «aprender a vivir».

Javier Giner, autor y el verdadero protagonista de todo lo que se cuenta en la serie, ha recorrido a lo largo de su vida un camino profundamente transformador desde la autodestrucción al autocuidado y el crecimiento personal. Tras años de adicción al alcohol, las drogas y el sexo, en 2009 tocó fondo y, con 30 años, decidió ingresar en una clínica de rehabilitación. Fruto de aquel proceso, en 2021, publicó el libro Yo, adicto, que tres años después se ha convertido en una serie, con Oriol Pla interpretando su historia en pantalla.

Yo, adicto nos recuerda que el ser humano no está definido por sus errores o sus fracasos, sino por su capacidad de enfrentarlos, aprender y transformarlos. En el fondo, esta serie no habla solo de Javier Giner, sino de todos nosotros, de nuestras batallas internas, de nuestras inseguridades y de nuestra búsqueda de sentido.

Ya publiqué una reseña sobre esta serie en las redes sociales, pero creo que deja tantas y tan valiosas lecciones de vida que no me he resistido a escribir este artículo para explayarme a gusto. He aquí algunas de esas reflexiones. (Aviso para quienes no hayáis visto la serie: a lo largo del texto hay spoilers)

1. La adicción como síntoma, no como el problema en sí

La adicción es un síntoma, la punta del iceberg. Pero debajo hay mucho más de lo que se ve a simple vista. Una de las reflexiones más importantes de Yo, adicto es que las adicciones no surgen en el vacío. No es tan importante a qué soy adicto como qué función tiene eso de lo que no puedo prescindir.

Cuando no se ha aprendido a lidiar con la angustia emocional, las drogas, el juego, las compras o el sexo compulsivo se convierten en la vía más rápida para huir del dolor. Y, de paso, para evitar conectar con un mundo interno demasiado caótico. Javi no sabe cómo calmar su angustia, así que comienza a buscar ‘parches’ que tapen un vacío que no deja de crecer y que continuamente le pone frente a su soledad, a sus miedos y a su sufrimiento.

Así que cuando deje de drogarse y el parche desaparezca todas esas emociones que ha estado evitando irrumpirán como un tsunami. «Ahora que no tienes las drogas para escaparte, vuelven a aparecer las emociones con más fuerza», le explica el psicólogo a Giner cuando este admite estar «desquiciado».

10 aprendizajes sobre la vida que nos deja la serie Yo, Adicto

Oriol Pla en «Yo, adicto» (Disney+)

2. No solo heredamos genes

«No podría explicar mi adicción sin hablar de mis padres. La enfermedad de un toxicómano empieza siempre en la familia, aunque esta habitualmente lo niega», dice Giner. Esta afirmación plantea hasta qué punto las dinámicas familiares influyen en nuestro desarrollo emocional. Y no se trata de buscar culpables, sino de comprender que, como hijos, no solo heredamos genes, sino también formas de amar, miedos y carencias.

«¿Cómo podrían mis padres aplicar una educación emocional sana, constructiva, con empatía, respeto y cuidados, si a ellos nadie se la enseñó. Si por el contrario crecieron en el silencio, en las apariencias, en la doble moral, en la imposición. (…)  Nos pasa a todos. Aprendemos matemáticas y geografía, pero nadie nos enseña a querer y cuidar de manera sana, ni a los demás, ni a nosotros mismos», continúa Giner.

Entre esas dinámicas que pueden hacer más mal que bien está la sobreprotección, tan perjudicial y dañina como el abandono, o el condicionar el amor paterno al comportamiento del niño. Es normal que no confiemos en nosotros mismos cuando nadie nos enseñó cómo hacerlo.

3. Pero si mi familia es normal…

Hay estructuras familiares que no parecen disfuncionales, pero que lo son. Cuando el protagonista,  muestra su sentimiento de culpa calificándose a sí mismo de «niñato» por haber caído en las adicciones teniendo una familia normal, su psicólogo le pide que lea un pasaje del libro Querer no es poder, que os facilito a continuación y con el que seguro muchos de vosotros os sentiréis identificados como le ocurre a Javi.

«¿Pero qué hay del adicto que proviene de una «buena» familia, de una familia intacta «normal», que funciona en forma apropiada y está bien considerada en la comunidad? Nos preguntamos: «¿Cómo puede suceder esto?» Sucede porque aún en una familia que a todas luces parece ser cariñosa y atenta, la individualidad del hijo puede ignorarse tanto como en una familia visiblemente caótica; sólo que en este caso, la situación queda oculta tras una apariencia de corrección social. En este tipo de familia, lo que el hijo recibe puede ser una especie de aplastante «seudoamor».

Y cuando el rechazo, abuso o descuido emocional está presente pero encubierto, puede ser aún más difícil para el hijo (y más adelante el adulto-niño) llegar a afrontarlo. Este individuo se siente profundamente herido, pero no tiene pruebas de haberlo sido. Atrapado en un dilema en el que el rechazo se mantiene oculto e incluso es negado, desarrolla intensos sentimientos de culpa. Como su progenitor está cumpliendo el rol exterior de un «buen padre», el hijo sólo puede sacar en conclusión que él mismo está equivocado al sentirse enojado y rencoroso. El hijo percibe que «el individuo que él es» tiene algún efecto destructivo sobre el progenitor, por lo que se esfuerza por refrenar su verdadero yo».

4. Protegerse también es autocuidado

A veces sentimos que debemos abrirnos en canal, que la honestidad es contarlo todo. Sin embargo, tenemos el derecho y también el deber de protegernos. Hay un personaje que se lo dice así de claro a Javi y que todos deberíamos integrar: «Lo que te puedo decir es que con el tiempo he ido comprendiendo con quién vale la pena compartirlo todo de mí. Tu intimidad es cosa tuya. (…) Tu vida es tuya. Y tú decides cómo, cuándo y con quién la compartes».

Si alguien nos hace una pregunta, no estamos obligados a dar siempre una respuesta. Podemos decidir cuándo y cómo contestar e, incluso, no hacerlo si ese es nuestro deseo.

Hay un derecho asertivo que dice «Tengo derecho a responder o a no hacerlo». Esto significa que:

  • Defender nuestra capacidad de elegir cuándo, cómo y si queremos participar en una conversación o responder a una solicitud favorece nuestra autonomía personal.
  • No todas las preguntas, comentarios o peticiones merecen una respuesta inmediata o incluso una respuesta en absoluto.
  • Tenemos el poder de priorizar nuestras necesidades y no sentirnos culpables por decir «no» o por guardar silencio cuando algo no se alinea con nuestros valores o no estamos disponibles para ello.
  • Elegir cuándo, con quién y hasta qué punto hablar de algo que nos afecta es una forma de autocuidado. Igual que optar por no hacerlo.

Ante preguntas que nos resultan invasivas o incómodas, podemos elegir no responder o expresar claramente: «No me siento cómodo hablando de eso».

Porque protegiéndonos también nos cuidamos.

5. Abrazar la vulnerabilidad

Después de toda una vida ocultándose detrás de una máscara para que nadie pueda ver esa parte que él sentía «defectuosa», por fin el protagonista será capaz de empezar a quitarse las múltiples capas que ha ido superponiendo a lo largo de su vida. El trabajo terapéutico le ayudará a descubrir, a mirar y a sanar sus heridas y, desde la aceptación de su propia vulnerabilidad, empezará a crear relaciones más auténticas y profundas.

Para Brené Brown, socióloga e investigadora estadounidense, ser vulnerable es «atreverse a arriesgarse». Arriesgarnos a dejar de fingir que somos los más fuertes y no nos afecta nada; a decir «te quiero» primero, sin saber cuál va a ser la respuesta de la otra persona; a involucrarnos en una relación (de cualquier tipo) que puede funcionar… o no. En resumen, ser vulnerable es atrevernos a quitarnos la máscara y mostrarnos como somos, con nuestros miedos, nuestra vergüenza y nuestras inseguridades.

Nuestra vulnerabilidad no nos debilita, sino que nos humaniza.

Yo, adicto

Oriol Pla y Nora Navas (Disney+)

6. Detrás del disfraz de la furia en realidad está escondida la tristeza

Más allá de la furia que invade a Javi cuando sus emociones empiezan a emerger, su psicólogo puede ver con claridad qué se oculta detrás: «Detrás de la ira siempre se esconde la tristeza. ¿Sabes lo que yo veo? Veo una persona muy, muy triste».

En realidad, muchas de nuestras emociones aparentemente destructivas son defensas frente a un dolor mucho más profundo. La ira, el resentimiento o el odio son a menudo expresiones de heridas que no están sanadas.

A veces, camuflamos ciertas emociones que nos cuesta mostrar detrás de otra con la que nos sentimos más cómodos. Por ejemplo, el niño en cuyo hogar la tristeza no tiene cabida y lo más habitual es escuchar frases como «llorar es de débiles» o «los hombres no lloran», aprenderá a utilizar la rabia en sustitución de su tristeza. Y ya como adulto, reaccionará con ira cada vez que algo le haga daño o le decepcione.

Tomar más contacto con lo que nos está ocurriendo es el primer paso para poder relacionarnos de un modo más saludable con nosotros mismos y con nuestro entorno.

7. «Los vínculos son vida y a veces salvan»

«¿Te imaginas una vida sin cuidados hacia los demás o hacia ti mismo? Los vínculos son vida y a veces salvan». En un mundo en el que se exalta el individualismo y la independencia como virtudes supremas, está bien recordar cuánto necesitamos establecer vínculos sanos.

Los vínculos nos construyen. Nos brindan un lugar seguro donde expresar nuestras emociones, incertidumbres y luchas. Son un ancla en momentos de tormenta, una red que nos sostiene cuando parece que vamos a caer. A veces, la simple presencia de alguien que nos escucha o nos mira con compasión puede marcar la diferencia entre hundirnos o salir a flote.

Pero no siempre sabemos cuidarnos ni dejar que nos cuiden. El miedo al rechazo, el orgullo o el peso de nuestras heridas pueden sabotear nuestra capacidad de conectar. Y aquí es donde Yo, adicto lanza un mensaje claro: los vínculos no solo son vida, también son parte del proceso de sanación. Al aceptar que somos vulnerables, que necesitamos y merecemos cuidado, comenzamos a abrirnos al mundo y a nosotros mismos.

Y para que este cuidado sea genuino, debe ser tanto hacia afuera como hacia adentro. Es imposible ofrecer lo mejor de nosotros si descuidamos nuestras propias necesidades emocionales y físicas.

8. Todos merecemos ser amados

En el ser humano existe una dualidad constante entre el deseo ferviente de que nuestros vínculos funcionen y el temor a que no sea así. Y precisamente es este miedo a sufrir, al abandono o a la falta de reciprocidad el que puede llevarnos a sabotear nuestras relaciones. Cuando no nos queremos a nosotros mismos solemos apartar a quienes nos quieren bien. Y, al hacerlo, encontramos la excusa perfecta para confirmar lo que tememos profundamente: «No merezco ser amado».

En Yo, adicto, el diálogo entre el psicólogo y Javi que transcribo a continuación refleja claramente esa dinámica:

“- Psicólogo: ¿Y no mereces que te quiera? ¿Por eso revientas o huyes de cualquier cosa que tenga continuidad? Tienes pavor a que te quiten la careta y descubran que tienes la cara quemada, que eres imperfecto, que eres defectuoso. Si mantienes una relación, una vida normal van a descubrir que no vales, que eres un monstruo. Tú mismo lo has dicho, los apartas, haces que huyan de ti.

– Javi: Llevo toda la vida mendigando amor en cualquier sitio. Y si no es amor, admiración. Pero me aterra el rechazo. Y me pierdo. Consumo cuerpos, por eso salgo a buscar más, porque nunca es… Nada me sirve, nunca es suficiente.

– Psicólogo: ¿Y tú?

–  Javi: ¿Y yo qué?

– Psicólogo: ¿Tú eres suficiente? ¿Alguna vez te han dicho que tal como eres, con tus fracasos, tus errores, eres suficiente? ¿Alguien te ha dicho que sin necesidad de hacer nada mereces que te quieran, que mereces ser feliz?”

Reconocer que somos suficientes tal como somos, con nuestros fracasos y defectos, no es tarea sencilla. Es un proceso que requiere desmontar creencias aprendidas, mirar con compasión nuestras heridas y aceptar que la perfección no es un requisito para ser querido. Merecemos amor, no porque seamos perfectos, sino porque somos humanos.

9. Aceptar el dolor como parte de la vida

Yo, adicto nos recuerda también que el dolor no es un castigo ni experimentarlo significa que haya algo «mal» en nosotros. Sencillamente, es parte de la vida y, como tal, es inevitable. Da igual si lo reprimimos, lo enterramos bajo distracciones o anestesias temporales como las adicciones. Tarde o temprano reaparecerá y, seguramente, lo hará con más fuerza. En lugar de verlo como un enemigo, aprender a convivir con él nos permitirá empezar a comprenderlo y desactivar su poder destructivo.

Es, precisamente, en el acto de aceptar el dolor donde radica nuestra capacidad de transformarlo. Como escuchamos en la serie, no se trata de evitarlo, sino de «sentirlo para poder gestionarlo sobrios».

Además, si entendemos que sentir dolor no nos hace débiles ni defectuosos, también seremos capaces de mirar a quienes nos rodean con más empatía.

Yo, adicto

10. Hacer las paces con la incertidumbre: «No saber está bien»

El miedo al cambio está directamente ligado al miedo a la incertidumbre. Nos aferramos a lo conocido, incluso cuando nos causa sufrimiento, porque lo desconocido nos aterra. Ese espacio donde no hay certezas, donde no controlamos el desenlace, puede resultar tan abrumador que preferimos quedarnos inmóviles, atrapados en una zona de confort que no siempre nos conforta.

Vivimos en un mundo obsesionado con las certezas y con tener control sobre todo. Y esta expectativa constante de tenerlo todo atado y bien atado no solo es irreal, sino también agotador. Nos roba la capacidad de estar presentes y nos encierra en un círculo de ansiedad por lo que fue y lo que podría ser.

En este sentido, la serie nos invita a cambiar de perspectiva y nos propone no solo aceptar la incomodidad, la incertidumbre e, incluso, el dolor, como parte inevitable de la vida, sino también encontrar en ello una oportunidad de crecer. No saber qué viene después nos da libertad para explorar, para equivocarnos, para aprender. Al soltar la necesidad de controlarlo todo, abrimos espacio para que lo nuevo, lo inesperado, nos sorprenda.

Quizás el cambio no sea tan aterrador si dejamos de verlo como una amenaza y lo entendemos como una transición natural, un paso hacia lo que todavía no sabemos, pero que tiene el potencial de transformarnos. Porque, «no saber también está bien».

Vivir duele y a veces es una puta salvajada, pero merece mucho la pena (Javier Giner)

Referencias

Gabilondo, A., Giner, J. y Rubirola Sala, L. (Productores ejecutivos) (2024). Yo, adicto [serie de televisión]. Alea Media

Washton, A. M. y Boundy, D. (1991). Querer no es poder: Cómo comprender y superar las adicciones. Barcelona: Paidós

Ansiedad por separación: Por qué me angustia tanto estar lejos de las personas que amo

Ansiedad por separación: ¿Por qué me angustia tanto estar lejos de las personas que amo?

Ansiedad por separación: ¿Por qué me angustia tanto estar lejos de las personas que amo? 1792 1024 BELÉN PICADO

Sentir malestar al alejarnos de nuestros seres queridos es algo normal, e incluso adaptativo, ya que tendemos a buscar el contacto humano para sentirnos seguros y calmados. Sin embargo, hay personas que sienten una angustia realmente severa con solo imaginar que su pareja o cualquier ser querido se aleje o sufra algún daño. A este miedo desproporcionado a estar lejos de personas significativas se le conoce como ansiedad por separación.

Pero, ¿cuándo se convierte en un problema esa preocupación que todos sentimos ante la posibilidad de separarnos de alguien importante para nosotros (padres, hijos, pareja, amigos muy cercanos, etc), o incluso de lugares con los que sentimos un vínculo emocional significativo? Esta respuesta emocional se vuelve disfuncional y desadaptativa cuando la angustia se vuelve extrema y persistente. Cuando empezamos a experimentar un miedo irracional y una ansiedad desproporcionada incluso ante separaciones breves o cotidianas. Además, dependiendo de la intensidad, puede llegar a interferir muy seriamente en el funcionamiento diario, limitar la propia capacidad para ser autónomo y generar relaciones dependientes y conflictivas.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) incluye el Trastorno de Ansiedad por Separación dentro del grupo de trastornos de ansiedad y lo define como «el miedo o ansiedad, intenso y persistente, causado por la separación, probable o real, de una persona con la que se tiene un vínculo psicológico estrecho».

Por ejemplo, una persona adulta con este trastorno puede evitar salir de casa si eso implica estar lejos de su pareja o de su familia. En muchos casos, es posible que aparezca, incluso, un temor irracional a que ocurra una desgracia en ausencia de esa figura significativa. Y esto lleva a patrones de comportamiento de evitación y sobreprotección.

Aunque es común que cuando escuchamos hablar de este trastorno pensemos enseguida en los más pequeños, no es solo cosa de niños. De hecho, un estudio realizado por profesionales de la psicología, en el que participaron 38.993 adultos de 18 países, concluyó que el 43,1% de los casos de ansiedad por separación suelen manifestarse a partir de los 18 años.

Ansiedad por separación

Factores que contribuyen a la ansiedad por separación en adultos

En realidad, no hay una única causa que explique por qué algunas personas desarrollan este trastorno, sino que se trata de una combinación de factores genéticos, biológicos, psicológicos y ambientales. Algunos de los más importantes:

1. Experiencias traumáticas y pérdidas significativas

La exposición a eventos traumáticos durante la infancia, como la muerte de una de las figuras de apego, el abandono por parte de estas o pasar por separaciones abruptas y/o prolongadas, puede llegar a suponer un profundo impacto en el desarrollo emocional del niño y generar en él un miedo intenso al abandono, que puede mantenerse en la edad adulta.

Este podría ser el caso de una persona que perdió a un cuidador durante su infancia podría experimentar un miedo extremo a perder a una pareja en su vida adulta, desencadenando una intensa necesidad de cercanía y validación y facilitando que se cree una dependencia emocional.

2. Factores genéticos y biológicos

Algunos estudios han demostrado que ciertos desequilibrios en los neurotransmisores relacionados con el estrés y la ansiedad, como la serotonina y la dopamina, pueden aumentar la sensibilidad a la separación y dificultar la regulación emocional.

Además, las personas con antecedentes familiares de trastornos de ansiedad tienen un mayor riesgo de desarrollar esta psicopatología. Aunque la genética no es determinante, sí establece una predisposición que, combinada con factores ambientales y psicológicos, puede potenciar la aparición del trastorno de ansiedad por separación.

3. Estilo de apego inseguro

La teoría del apego, desarrollada por John Bowlby, establece que los vínculos emocionales tempranos con los cuidadores no solo son esenciales para la supervivencia durante la infancia, sino que también influyen profundamente en la forma en que los adultos nos manejamos emocionalmente y en nuestras relaciones. Según este psicólogo británico, esas primeras interacciones van a predecir cómo buscaremos seguridad, cómo nos regularemos emocionalmente y también cómo vamos a enfrentarnos a la separación.

De este modo, cuando un niño se siente seguro con sus cuidadores, desarrollará un estilo de apego seguro que le permitirá explorar el mundo con confianza, sabiendo que puede regresar a una base segura cuando sea necesario. Sin embargo, si los cuidadores son inconsistentes o negligentes, el niño desarrollará un estilo de apego inseguro. Y esas experiencias tempranas de inseguridad le van a predisponer en etapas posteriores de su vida a sufrir diversos trastornos, entre ellos el trastorno de ansiedad por separación.

Por ejemplo, si mis padres que alternaron la atención excesiva con la indiferencia generarán en mí un estilo de apego preocupado (también denominado ansioso o ambivalente). Esto se reflejará, más tarde, en una dependencia emocional constante y un temor irracional al abandono. En este caso, mi ansiedad por separación no solo se traducirá en el miedo a perder a alguien físicamente, sino también en la inseguridad sobre si esa persona podrá satisfacer mis necesidades emocionales básicas de amor, seguridad y apoyo. Este miedo, además, puede llevar a comportamientos extremos, como la necesidad de contacto constante, sacrificios personales por la relación y una incapacidad severa para gestionar la distancia física y emocional.

Por otro lado, los estilos de apego evitativo y desorganizado también pueden contribuir al desarrollo de este trastorno, aunque de formas diferentes. En el primer caso, la ansiedad de separación se manifestará como una negación de las propias necesidades emocionales o en forma de dificultades para establecer vínculos significativos («Si no me implico demasiado, no me dolerá cuando te vayas»). En el estilo de apego desorganizado, la persona teme tanto el rechazo que acaba evitando establecer relaciones profundas para protegerse de la posible pérdida («Te busco, pero en cuanto me siento vulnerable, levanto un muro»).

Ansiedad por separación

«Separation Anxiety», de George Hughes.

4. Entornos familiares sobreprotectores o controladores

Crecer en un entorno sobreprotector, donde los cuidadores restringen la autonomía del niño para «protegerlo» de todo tipo de fracasos o peligros, va a generar en este la percepción de que el mundo es un lugar inseguro y peligroso.

En algunas familias, conocidas como familias aglutinadas, donde los vínculos son excesivamente estrechos, se limita el desarrollo de la autonomía física y emocional, fomentando una dependencia excesiva hacia las figuras de apego. La consecuencia es que en la adultez este patrón se manifestará como un miedo persistente a la separación y dificultades para afrontar los desafíos sin el apoyo constante de los demás.

Si crecí en un entorno donde siempre me recordaban «No puedes hacer esto sola» es muy probable que al llegar a adulta tenga dificultades para tomar decisiones o manejar la distancia emocional en relaciones importantes para mí, reforzando así la ansiedad por separación.

5. Parentalización durante la infancia

La ansiedad por separación también puede estar vinculada a casos de parentalización o inversión de roles. Por ejemplo, es muy posible que una madre que en su infancia sufrió abandono, institucionalización o una carencia extrema de atención y cuidados, llegue a desarrollar un patrón de apego ansioso que la lleve, al convertirse en madre, a retener a su hijo de manera excesiva. Por miedo a la separación, limitará la independencia de su hijo y demandará constantemente sus cuidados como estrategia para evitar cualquier tipo de distanciamiento, incluso a costa de su desarrollo social y personal.

(En este blog puedes leer el artículo «Parentalización: Niños que ejercen de padres (y sus consecuencias)«)

6. Eventos vitales estresantes

Cambios importantes como la muerte de un ser querido, mudanzas, rupturas amorosas, independizarse de los padres o la paternidad/maternidad pueden actuar como disparadores. Esto ocurre porque, a menudo, dichos cambios activan recuerdos emocionales no resueltos en la infancia (la pérdida de una figura de apego, por ejemplo). Y es más frecuente si hay dificultades para adaptarse a los cambios. O también si existe un patrón de dependencia emocional o se ha estado expuesto a otros factores predisponentes.

7. Factores psicológicos y de personalidad

Las características individuales también juegan un papel importante en la aparición de la ansiedad por separación. Personas con baja autoestima, alta sensibilidad a la ansiedad o una baja tolerancia a la incertidumbre tienden a buscar apoyo externo constante para sentirse valoradas y seguras.

Asimismo, el perfeccionismo y la necesidad de control pueden intensificar los síntomas ante la incapacidad para manejar la separación de manera adecuada.

8. Presencia de otros trastornos mentales

Es habitual que el trastorno de ansiedad por separación coexista con otras psicopatologías. Es el caso del trastorno obsesivo-compulsivo, la fobia social, el trastorno de pánico, la depresión mayor o el trastorno bipolar, entre otros.

Estas condiciones no solo exacerban la angustia por separación, sino que también dificultan su tratamiento, ya que los síntomas se entrelazan y refuerzan mutuamente. De este modo, una persona con trastorno de pánico puede experimentar ataques de ansiedad intensos ante la anticipación de una separación. Por su parte, alguien con depresión puede percibir la distancia emocional como una confirmación de sus temores de rechazo o abandono.

¿Con qué síntomas se manifiesta la ansiedad por separación?

El trastorno de ansiedad por separación en adultos se caracteriza por una combinación de síntomas emocionales, conductuales y físicos:

  • Preocupación excesiva y persistente por la seguridad y el bienestar de los seres queridos. Este tipo de pensamientos son intrusivos, difíciles de controlar y pueden incluir anticipaciones catastróficas, como accidentes, enfermedades o agresiones. Además, es una preocupación que no disminuye por mucho que se asegure a la persona afectada que no existe un peligro real.
  • Angustia ante la separación. El solo hecho de anticipar una separación, por pequeña que sea, provoca episodios de ansiedad intensa. Durante la separación real, además, esta angustia se intensifica llegando a generar reacciones emocionales desproporcionadas (llanto, ataques de pánico…).
  • Miedo irracional a la pérdida y totalmente desproporcionado en relación con el contexto. Puede manifestarse en situaciones cotidianas, como cuando un ser querido se ausenta por unas horas para ir a trabajar. El temor abrumador a que esa separación sea definitiva refuerza la dependencia emocional.
  • Sentimientos de soledad o vacío. La separación de la figura de apego puede generar una sensación de abandono y desamparo, acompañada de un vacío emocional profundo. Esto, a su vez, lleva a evitar la soledad y a buscar compañía constante para calmar esta angustia.
  • Evitación de actividades independientes. Se evitan situaciones que impliquen estar lejos de la persona con quien se tenga un vínculo significativo.
  • Búsqueda constante de contacto. Necesidad de estar en contacto permanente con el ser querido mediante llamadas, mensajes o visitas frecuentes. Esto puede percibirse como algo invasivo y agobiante y generar conflictos serios en la relación.
  • Resistencia a separarse de la figura de apego. El afectado puede negarse a salir de casa sin la compañía de la persona con quien mantiene un vínculo estrecho o evitar cualquier actividad autónoma.
  • Manifestaciones psicosomáticas. Antes o durante la separación, suelen aparecer dolores de cabeza, mareos, tensión muscular, molestias gastrointestinales como náuseas o vómitos…
  • Alteraciones del sueño. Es habitual la dificultad para dormir lejos de la figura de apego o tener pesadillas recurrentes relacionadas con la separación.
  • Reacciones fisiológicas asociadas a la ansiedad. Durante episodios de separación o mientras se anticipan, pueden aparecer taquicardia, sudoración excesiva, sensación de opresión en el pecho, dificultad para respirar o, incluso, ataques de pánico.
  • Dificultades de concentración. La preocupación constante por la seguridad de la figura de apego interfiere con la capacidad de concentrarse en el trabajo, los estudios u otras actividades.
  • Deterioro de las relaciones interpersonales. La necesidad excesiva de atención y contacto suele generar muchos conflictos en las relaciones, especialmente cuando las conductas son percibidas como exigentes o desproporcionadas.

Ansiedad por separación

¿Cómo puede ayudarte la psicoterapia?

Como os decía al principio, es normal sentir malestar cuando nos separamos de alguien importante para nosotros. Pero si ese malestar se convierte en un miedo desproporcionado, persistente y que comienza a interferir con tu vida diaria, no dudes en buscar ayuda profesional. En terapia, encontrarás un espacio seguro donde abordar las causas de tu ansiedad, entender tus patrones emocionales y trabajar hacia una mayor autonomía. ¿Cómo?

  • Identificando las causas subyacentes de tu angustia y comprendiendo su origen emocional .
  • Reconociendo y modificando tus patrones de pensamiento negativo.
  • Aportándote estrategias para manejar la ansiedad (técnicas de relajación y respiración, exposición gradual, habilidades de afrontamiento, etc.)
  • Fortaleciendo tu autonomía emocional y reforzando la confianza en tus habilidades.
  • Mejorando tus vínculos. Aprenderás a identificar dinámicas problemáticas en tus relaciones, a comunicarte de una forma asertiva para expresar tus necesidades y a establecer límites saludables, así como a aceptar los que te pongan a ti.
  • Reprocesando experiencias traumáticas. Si tu ansiedad de separación está relacionada con eventos traumáticos del pasado, la terapia EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares) puede ayudarte a integrar esas vivencias de manera saludable, reduciendo su impacto en tu presente.
  • Reparando tu estilo de apego. En el caso de que tu ansiedad de separación esté vinculada a un estilo de apego inseguro, en terapia tendrás la oportunidad de identificar cómo ha influido tu estilo de crianza en tus relaciones actuales y de fomentar un apego más seguro, basado en la confianza, la autonomía y el equilibrio emocional. Y, de paso, aprenderás a regular tus emociones de manera independiente y a fortalecer tu autoestima.

(Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantada de acompañarte en tu proceso)

Referencias bibliográficas

Bowlby, J. (1985). La separación afectiva. Barcelona: Paidós.

Lafuente, M. J. y Cantero, M. J. (2010). Vinculaciones afectivas. Apego, amistad y amor. Madrid: Pirámide

Silove, D., Alonso, J., Bromet, E., Gruber, M., Sampson, N., Scott, K., Andrade, L., Benjet, C., Caldas de Almeida, J. M., De Girolamo, G., de Jonge, P., Demyttenaere, K., Fiestas, F., Florescu, S., Gureje, O., He, Y., Karam, E., Lepine, J. P., Murphy, S., Villa-Posada, J., … Kessler, R. C. (2015). Pediatric-Onset and Adult-Onset Separation Anxiety Disorder Across Countries in the World Mental Health Survey. The American Journal of Psychiatry, 172(7), 647–656.

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