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noviembre 2021

La escritora Almudena Grandes dio voz a las emociones y al alma humana

La escritora Almudena Grandes y el talento de dar voz a las emociones

La escritora Almudena Grandes y el talento de dar voz a las emociones 2048 1366 BELÉN PICADO

La literatura siempre ha estado estrechamente ligada a la psicología. Y Almudena Grandes, además de escritora, era una profunda conocedora del alma humana. Porque me gustaba cómo escribía y porque admiraba su destreza con la pluma y la palabra, lamento profundamente su muerte. Sin embargo, por encima de la tristeza y la sensación de pérdida, estoy inmensamente agradecida porque seguirá viviendo a través de sus personajes y de sus historias.

Cuando el escritor cuenta una historia crea un vínculo con el lector y pone a su disposición todo un universo de emociones, pensamientos, relaciones humanas… Y por muy inverosímiles que, en ocasiones, puedan parecer esas historias, siempre habrá algo distintivo en algún personaje (una fortaleza, una debilidad, un rasgo de su temperamento…) que nos lleve inmediatamente a sentimos reflejados. Las buenas historias no solo nos cautivan, sino que hacen que nos identifiquemos con las emociones de sus personajes. «Todos los libros que nos gustan nos cuentan nuestra vida porque hablan de nosotros», expresó Almudena Grandes en cierta ocasión. Y ella a lo largo de su obra ha ido relatando nuestra vida y también la de quienes nos precedieron. Con tanta contundencia como delicadeza.

De la búsqueda de la identidad al trauma transgeneracional

Desde su primer libro, Las edades de Lulú, la escritora Almudena Grandes ha retratado como nadie la psicología humana y lo ha hecho desde múltiples perspectivas. La búsqueda de Lulú de su propia identidad, la dependencia de Malena hacia su hermana melliza en Malena es un nombre de tango o la importancia de los vínculos emocionales elegidos frente a los lazos de sangre, en Inés y la alegría. Incluso la locura y la inteligencia de Aurora Rodríguez Carballeira en La madre de Frankenstein.

En El lector de Julio Verne la escritora madrileña refleja cómo la amistad y la literatura pueden salvar una infancia marcada por la guerra. Ella misma contó en una entrevista para el portal hoyesarte.com cómo los libros le sirvieron de refugio en su propia niñez:

«Tuve una infancia pacífica y en lo material muy confortable, pero era una niña muy gorda y muy poco popular. Era la típica niña poco agraciada y peluda que no tenía amigas. Y leía porque era mucho más feliz leyendo que viviendo. Lo que encontraba en los libros eran vidas mucho mejores que la mía y la de quienes tenía alrededor. Leer me proporcionaba una felicidad desconocida si miraba hacia mí misma y mi realidad. (…) Hay una categoría, en la que yo misma me inscribo, de lectores insaciables que en su momento fueron niños que pudiéramos llamar raros o infelices, aunque ya digo que yo no fui infeliz. La literatura tiene un poder tan grande de mejorar la vida que en algunos momentos puede resultar hasta peligrosa, porque si te descuidas puede llegar a suplantar tu realidad hasta descolocarte».

Las pésimas consecuencias de mantener ocultos ciertos secretos familiares, así como los traumas transgeneracionales derivados de la guerra (El corazón helado) han sido también temas recurrentes en su obra. Igual que el peso de la soledad o los estereotipos en torno a la mujer. En Los aires difíciles y en Atlas de la geografía humana, por ejemplo, las protagonistas se ven empujadas a lidiar con la soledad en distintas formas y a vivir en un interminable conflicto entre lo que sus valores y creencias y el régimen social y educacional en el que han crecido.

La escritora Almudena Grandes ha retratado como nadie la psicología humana.

Almudena Grandes a través de sus palabras…

Almudena Grandes nunca se irá del todo. Siempre nos quedarán sus historias, sus personajes y sus reflexiones tanto en su obra como fuera de ella.

Pedir ayuda

«Hay que ser muy valiente para pedir ayuda, ¿Sabes? Pero hay que ser todavía más valiente para aceptarla». (Los besos en el pan)

De relaciones y dependencia

«Había sido demasiado amor, tanto como el que yo podía dar, más del que me convenía. Fue demasiado amor. Y luego, nada». (Castillos de cartón)

«Era demasiado amor. Demasiado grande, demasiado complicado, demasiado confuso, y arriesgado, y fecundo, y doloroso. Tanto como yo podía dar, más del que me convenía. Por eso se rompió. No se agotó, no se acabó, no se murió, sólo se rompió, se vino abajo como una torre demasiado alta, como una apuesta demasiado alta, como una esperanza demasiado alta». (Castillos de cartón)

El peso de la soledad

«Y estaba sola, me sentía sola, incapaz de hablar, que es quizás la peor forma de la soledad».

Ser mujer

«Ser una mujer es tener piel de mujer, dos cromosomas X y la capacidad de concebir y alimentar a las crías que engendra el macho de la especie. Y nada más, porque todo lo demás es cultura». (Malena es un nombre de tango)

Maternidad

«Hace mucho tiempo descubrí que lo fundamental para una madre  trabajadora es renunciar a la perfección. Eso es lo fundamental. Lo que hay que hacer es controlar mucho la culpa y si los niños una noche cenan pizza, pues no pasa absolutamente nada. (…) Lo que es importante con los hijos es tener hijos deseados y quererlos mucho. Cada una lo hace lo mejor que puede. No hay más».

Felicidad (e infelicidad)

«La expectativa de felicidad es más intensa que la propia felicidad, pero el dolor de una derrota consumada supera siempre la intensidad prevista en sus peores cálculos». (El corazón helado)

«Nuestra felicidad o infelicidad depende de nuestra disposición mental. Aspirar a la perfección lleva a la infelicidad».

Alegría

«Con el tiempo aprendí que la alegría era un arma superior al odio, las sonrisas más útiles, más feroces que los gestos de rabia y desaliento». (Las tres bodas de Manolita)

Vivir, disfrutar cada momento y atesorar buenos recuerdos

«Luego alcancé a comprender que el tiempo nunca se gana, y nunca se pierde, que la vida se gasta, simplemente». (Malena es un nombre de tango)

«En la vida hay que extraer el placer de todas las cosas, hasta de las más pequeñas».

«Por fortuna, tengo muchos buenos recuerdos. El 11 de enero de 1989, cuando recibí una carta que me informaba de que Las edades de Lulú era finalista de La Sonrisa Vertical; la noche del 20 de abril de 1994, la primera que compartí con Luis García Montero; la felicidad esencial, incomparable, que sentí al amamantar a mis hijos…”

En sus libros, la escritora Almudena Grandes ofrece espléndidos retratos psicológicos de sus personajes.

Aprender del pasado

«Ha pasado mucho tiempo, me dirán, y tendrán razón, pero todos llevamos aún el polvo de la dictadura en los zapatos, ustedes también, aunque no lo sepan». (El corazón helado)

«Es un error pensar que la memoria tiene que ver solo con el pasado. Tiene que ver con el presente y con el futuro, porque si no sabemos de dónde venimos no podremos saber quiénes no queremos ser ni a quién nos queremos parecer».

«Después, alguien nos dijo que había que olvidar, que el futuro consistía en olvidar todo lo que había ocurrido. Que para construir la democracia era imprescindible mirar hacia delante, hacer como que aquí nunca había pasado nada. Y al olvidar lo malo, los españoles olvidamos también lo bueno. No parecía importante porque, de repente, éramos guapos, éramos modernos, estábamos de moda… ¿Para qué recordar la guerra, el hambre, centenares de miles de muertos, tanta miseria?». (Los besos en el pan)

«Como los recuerdos dolían, no recordaban; como las lágrimas herían, no lloraban; como los sentimientos debilitaban, no sentían». (Las tres bodas de Manolita)

Secretos familiares

«Cada familia tiene un armario cerrado lleno hasta arriba de pecados mortales». (El corazón helado)

«Entonces pensó que el silencio pesa tal vez en quien calla más que la incertidumbre en quien no sabe». (El corazón helado)

Almudena y el alma humana

«Todos nos dejamos engañar a la vez, y no porque seamos tontos, sino porque las buenas personas son fáciles de engañar». (El corazón helado).

«- ¿Entonces los nazis no eran malos? -Sí, claro que eran malos. Pero los otros también eran malos. Y sin embargo, había buenos en los dos bandos, buenas personas. Así que es muy complicado saber quiénes eran los malos malos de verdad y quiénes eran los malos menos malos, ¿Comprendes? -No.» (El corazón helado)

«La literatura teje y desteje desde hace siglos un inmenso tapiz fabricado con las historias que condensan los hilos de la existencia humana».

«La literatura no tiene que ver con las respuestas, sino con las preguntas. Las certezas son mucho menos valiosas que las dudas, y las contradicciones representan más un estímulo que una dificultad».

«El territorio de la cultura es la emoción. Las experiencias artísticas, los libros, las películas, las imágenes, la música, por supuesto, son emociones. Son vidas de más. Una persona que lee libros, que ve películas, que va a conciertos vive más. No más años, pero sí muchas más experiencias que una persona que, digamos, vegeta al margen de la cultura».

El cáncer

“El cáncer, una enfermedad como otra cualquiera, es, desde luego, un aprendizaje, pero nunca una maldición, ni una vergüenza, ni un castigo».

Sobre la muerte

-Entrevistador: Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué aconsejaría a los que se quedan?

-Almudena Grandes: Que luchen por su felicidad, que aprendan a ser egoístas en el buen sentido de la palabra, que no dejen que nadie tome decisiones en su nombre y, sobre todo, que intenten hacer todo eso sin dejar de ser buenas personas.

-Entrevistador: ¿Cuál sería su epitafio?

-Almudena Grandes: Pues nunca se me ha ocurrido pensarlo, la verdad es que el pensamiento funeral no es mi fuerte… Pero me gustaría algo parecido al célebre verso de Machado: fue, en el buen sentido de la palabra, buena.

 

Es posible sobrevivir a la relación con un psicópata y salir reforzada.

Cómo sobrevivir a la relación con un psicópata integrado (y salir reforzada)

Cómo sobrevivir a la relación con un psicópata integrado (y salir reforzada) 1487 706 BELÉN PICADO

«Si tienes un psicópata en tu vida, no te detengas… ¡Corre!». No lo digo yo. Lo dice Robert Hare, psicólogo forense canadiense y uno de los mayores expertos en psicopatía. Así que, si es tu caso, ya sabes cuál es el primer paso para sobrevivir a la relación con un psicópata integrado: alejarte todo lo que puedas. No busques explicaciones, no te engañes pensando que va a cambiar… ¡Corre! Y si resulta que es él quien te ha dejado, aléjate igualmente. Aunque al principio te parezca imposible, con el tiempo mirarás hacia atrás y pensarás «¡De la que me he librado!».

No nos vamos a engañar. El proceso de recuperación tras la relación con un psicópata (o con un narcisista) no es rápido ni fácil. Pero puedes recuperar tu propia vida, mirarte en el espejo y volver a reconocerte.

Para empezar, olvídate de creencias como «Si yo cambio, quizás todo se arregle» o «Si soy más tolerante con él seguro que cambia su actitud conmigo». No. No va a cambiar. Ni por ti, ni por nadie. Los psicópatas no conocen la empatía, la culpa, los remordimientos ni la vergüenza. Quien puede cambiar y transformarse en una sombra de lo que fuiste eres tú si permaneces a su lado.

Para sobrevivir a un psicópata deberás aprender a rodearte de personas que te hagan sentir bien, recuperar tu identidad, mejorar tu autoestima y volver a hacer lo que te gustaba, entre otras cosas. Todo esto es posible. Habrá momentos en que flaquees y es normal. Pero no te rindas porque mereces volver a disfrutar de la vida y posees la capacidad para lograrlo. Tienes una vida por delante que saborear y no puedes permitir que nadie lo impida.

Finalizar la relación

Aunque lo mejor es cortar toda comunicación y alejarte, por lo general, el psicópata no va a tolerar que lo dejes tan fácilmente. Al principio, puede que trate de apelar a tu comprensión y a tu amor, asegurándote que no puede vivir sin ti y prometiéndote por enésima vez que va a cambiar. Incluso es posible que haga por ti cosas que nunca hizo antes. No te dejes engañar. No lo hace por ti, sino para demostrarse a sí mismo que puede tenerte comiendo de su mano cuando quiera. Si esto no le funciona, o bien recurrirá al chantaje emocional haciéndose la víctima y tratando de hacerte sentir culpable o pasará al ataque directo. Te insultará, te ninguneará, intentará humillarte, hablará mal de ti a terceros. Es necesario que contemples todos estos escenarios porque así podrás estar preparada para sus intentos de manipulación.

Todo lo anterior puede ocurrir si eres tú quien rompe la relación. Pero también puede pasar que sea él quien termine contigo porque ya no le seas útil o porque haya encontrado otra persona a quien manipular. En este caso es posible que te sientas terriblemente mal porque se habrá ocupado previamente de hacerte creer que sin él no eres nada. Pero, créeme, es lo mejor que te podría pasar.

En cualquier caso, no esperes encontrar una explicación a este comportamiento repasando mentalmente, una y otra vez, los últimos meses de la relación o sus palabras. Ni tampoco esperes que se disculpe contigo. Desde una mente sana es muy difícil comprender y asumir que un ser humano sea capaz de mostrar, deliberadamente, un comportamiento tan dañino, así que nuestro cerebro buscará una explicación coherente. Pero la realidad es que los psicópatas no tienen empatía y no les importa en absoluto cómo se siente el resto de la Humanidad, tú incluida. Y si alguna vez te ha parecido intuir algo de empatía en su actitud, solo estaba fingiendo para manipularte.

Si un psicópata ha pasado por tu vida cual vendaval, en lo que has de enfocarte es en fortalecerte y en reconectar contigo misma. No es fácil ni rápido, pero es posible sobrevivir e, incluso, salir reforzada.

Nada de contacto

En esto no hay flexibilidades ni negociaciones que valgan. Es necesario e indispensable romper todo contacto con esa persona. Cierra cualquier vía de comunicación. Bloquéalo en whatsapp y en tus redes sociales para no tener que seguir viendo información sobre él. Empapelar su muro con comentarios sobre lo feliz que es e, incluso, con imágenes con su ‘nuevo amor’ será una de sus estrategias para seguir ejerciendo su poder sobre ti. Olvídate también de crearte un perfil falso para espiarlo porque solo conseguirás desestabilizarte y obstaculizar tu proceso de recuperación.

Asimismo, evita encuentros con amistades o personas que tengáis en común y deshazte de lo que pueda recordarte a él (fotos, regalos, ropa, etc.). Y, por supuesto, no quedes para que te dé «una explicación» o para «acabar civilizadamente». Todo esto puede parecer muy extremo, pero una situación así requiere medidas radicales.

Si existe algún vínculo legal, posiblemente tratará de prolongar el proceso de separación. Al fin y al cabo, para él eres de su propiedad y le perteneces. Tanto en este caso como si tenéis hijos, limita el contacto al mínimo. Siempre que sea posible, intenta comunicarte a través de un abogado o dejar ciertos trámites en manos de una tercera persona.

Es normal que al principio te sientas mal, con mucha ansiedad y una enorme sensación de vacío. Te acostarás y levantarás pensando en él, pasarás las horas muertas mirando el móvil y esperarás que aparezca en cualquier momento. También experimentarás sentimientos contradictorios y pasarás de odiarlo a desear que se dé cuenta de lo que ha perdido y vuelva arrepentido y transformado en el hombre que tú querías ver en él. Pasar por todo esto es duro, pero piensa que es un precio muy pequeño a pagar por mantener tu cordura, tu salud emocional y tu bienestar.

¿Vengarte? Ni te lo plantees

Puede que sientas una intensa sed de venganza contra quien tanto daño te ha hecho. Pero, de verdad, es una pésima idea. El mejor desprecio es no hacer aprecio, decía mi abuela. Refrán, que en este ámbito viene a decir que la mejor venganza para un psicópata es la indiferencia total, ignorar por completo su existencia. Además, declarar la guerra a estos sujetos es una batalla perdida. Nunca podrás competir en falta de empatía o, en muchos casos, en crueldad. Mejor enfoca esa energía que te da el enfado en recuperarte y en aprender sobre ti para no repetir patrón a la hora de elegir tu próxima pareja. Eso sí que será una victoria.

En su libro El acoso moral, la psiquiatra Marie-France Hirigoyen advierte: «No se vence nunca a un perverso. A lo sumo, se puede aprender alguna cosa acerca de uno mismo. A la hora de defenderse, a la víctima le dan tentaciones de recurrir a los mismos procedimientos que utiliza su agresor. Sin embargo, debe saber que, si se encuentra en la posición de víctima, es la menos perversa de los dos. La situación no se puede invertir tan fácilmente. Utilizar las mismas armas que el agresor no es de ningún modo aconsejable».

No caigas en la trampa de la triangulación

La triangulación se produce cuando aparece una tercera persona en la vida del psicópata. Bueno, en realidad, más que aparecer es él quien la introduce en escena de forma deliberada. De repente, se muestra encantado con una nueva conquista, le presta mucha atención, anuncia a los cuatro vientos lo feliz que está… Y, por supuesto, se las ingeniará para que te enteres, además de hacerte saber, sutil o descaradamente, que ella tiene todo lo que a ti te falta.

Tú te preguntarás cómo es posible que te haya olvidado con tanta facilidad cuando a ti te está costando tanto sobreponerte a la ruptura. La respuesta está en que él no tiene que recuperarse de unos sentimientos que probablemente no eran sinceros o, al menos, eran muy superficiales. Y, por otra parte, seguramente toda esa dicha de la que presume sea falsa y con ella solo busque aumentar tu inseguridad, dañar tu autoestima y desestabilizarte aún más. Por eso es tan importante que no caigas en esta trampa.

No es oro todo lo que reluce, ni felicidad todo lo que se muestra en las redes sociales. Iñaki Piñuel lo explica en su libro Amor Zero: «Cuando un ex psicópata triangula y te pasa por la nariz su nueva relación no quiere decir que sea muy feliz en ella, sino que provocándote necesita desesperadamente convencerse de que tú no eres suficientemente válido para él o ella y de que ha hecho muy bien sustituyéndote. Eso es señal de que no lo tiene nada claro. Su triunfo es muy precario. Su aparente felicidad es simulada. Un mecanismo psicológico de compensación y proyección explica a la perfección que solamente quien no es feliz necesita decir, contar y probar a los cuatro vientos que es muy feliz».

Tras una relación con un psicópata, corta toda relación con él.

«¿Y si flaqueo?»

Ya dijimos antes que el proceso de recuperación no es fácil ni rápido. A menudo flaquearás y tendrás que hacer una pausa para recordar por qué acabaste (o por qué que te dejara fue lo mejor que te podía pasar). Esos recuerdos que a veces te asaltan y que en tu memoria aparecen como ‘momentos bonitos’ llevan incorporado un filtro de idealización y, de ningún modo, reflejan la realidad de la relación. Es fantástico que la persona a la que amamos tenga detalles o nos diga cosas bonitas… si son sinceras. Pero no cuando son un medio para obtener un beneficio.

Te propongo que hagas una lista con todas las razones por las que te separaste (o por las que estás mucho mejor sin alguien así a tu lado). ¿Te hacía luz de gas? ¿Se dedicaba a humillarte? ¿Hacía que te sintieses culpable? ¿Te aislaba de tus amigos o de tu familia? Una vez que tengas la lista, déjala donde puedas verla y revísala cada vez que tengas la más mínima pizca de nostalgia.

Es necesario que aceptes que todo proceso lleva su tiempo. Respeta tu propio ritmo, escúchate y ve con calma. Sin prisa, pero sin pausa.

Ahora tu prioridad eres tú

El tiempo de estar pendiente de las necesidades de otro se acabó. Ahora te toca priorizarte a ti misma. Trabaja en tu autoestima y practica el autocuidado. Recupera actividades que te gustaban y atrévete a encontrar otras nuevas. Al principio te parecerá imposible porque una de las características del psicópata es que te absorbe toda la energía hasta dejarte anulada y sin fuerzas. Pero poco a poco lo conseguirás. Ahora que has roto ese ‘círculo tóxico’ toca conectar con esas cosas que te hacen feliz, por pequeñas que sean.

Antes hablábamos de la indiferencia como forma de venganza. Pues recuperar todas esas actividades que te gustaban y dejaste de hacer por él es otra vía de demostrarte que no ha podido contigo.

Recupera tu vida social

Retomar la relación con familia y amigos forma parte de la recuperación. Salir y divertirte con gente que realmente te aprecia y te quiere te ayudará en este proceso de desintoxicación. Y si, en el peor de los casos, encuentras menos apoyo del que esperabas siempre puedes conocer a gente nueva. Lo importante es tener una red de apoyo compuesta por personas con quienes puedas contar de forma incondicional y que, si lo necesitas, te recuerden por qué empezaste este proceso de sanación.

Asimismo, puedes descubrir importantes redes de apoyo en otros ámbitos. Por ejemplo, entrando en contacto con grupos de ayuda mutua en los que haya personas en tus mismas circunstancias. Después de todo, quién te va a entender mejor que alguien que haya pasado por lo mismo…

Otro modo de relacionarte es posible

No es extraño que después de la montaña rusa en la que se ha vivido y debido a la intensidad emocional que hay en una relación tan tóxica, una relación normal resulte sosa y aburrida. Y tiene sentido porque te has acostumbrado a vivir en el caos emocional y ahora alguien que te ofrece tranquilidad y estabilidad te resulta extraño y poco familiar. También puede tratarse de un patrón que sigues a la hora de elegir pareja. Tomar conciencia de ello es necesario. Es el primer paso para aprender a relacionarnos de otro modo, evitando involucrarnos una y otra vez en relaciones tóxicas.

Ora posibilidad es que te vuelvas desconfiada y empieces a ver psicópatas y narcisistas por todas partes. O que empieces a salir con alguien y al más mínimo desacuerdo o la más mínima sospecha salgas corriendo. No te angusties. A medida que vayas conociéndote mejor, reconstruyendo tu autoestima, priorizando tus necesidades y aprendiendo a establecer límites sanos, verás cómo desarrollas un eficaz ‘detector’ de personas tóxicas. Y comprenderás que el amor no tiene nada que ver con la manipulación ni con juegos perversos como los que practicaba tu ex pareja.

Busca ayuda profesional

Al haber estado expuesta a un trauma continuado, lo más aconsejable es que acudas a un psicólogo que pueda ayudarte en tu recuperación. Te ayudará a mejorar tu autoestima, te facilitará herramientas de regulación emocional y te acompañará en tu proceso de duelo. Y también podrás recuperar esos recursos que tenías antes de la relación y que tu expareja se encargó de machacar.

En estos casos es especialmente eficaz la Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR), un abordaje terapéutico avalado científicamente en el tratamiento del trauma. Esta terapia no solo te ayudará a procesar y elaborar los peores momentos de esa relación tóxica, sino también los episodios del pasado con los que dichos momentos podrían estar conectados. Si necesitas ayuda puedes ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en el proceso.

Y, para terminar, os dejo con estas palabras de esperanza de Mari-France Hirigoyen, refiriéndose a las relaciones de abuso: «La vivencia de un trauma supone una reestructuración de la personalidad y una relación diferente con el mundo. Deja un rastro que no se borrará jamás, pero sobre el que se puede volver a construir. A menudo, esta experiencia dolorosa brinda una oportunidad de revisión personal. Uno sale reforzado, menos ingenuo. Uno puede decidir que, en lo sucesivo, se hará respetar. El ser humano que ha sido tratado cruelmente puede encontrar en la conciencia de su impotencia nuevas fuerzas para el porvenir».

Hay esperanza después de salir de una relación de maltrato psicológico.

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Solo abrazando la tristeza y dejándola fluir esta irá diluyéndose hasta desaparecer.

Emociones incomprendidas: Por qué necesitamos abrazar la tristeza (y no huir de ella)

Emociones incomprendidas: Por qué necesitamos abrazar la tristeza (y no huir de ella) 1920 1280 BELÉN PICADO

«Venga, no pasa nada», «Tú eres fuerte y puedes con todo», «Al mal tiempo, buena cara»… Estar triste no está de moda. Muere un ser querido y nos ‘hipermedicamos’. Nos deja nuestra pareja y nos refugiamos en el alcohol. Tenemos un bajón y asaltamos el frigorífico o nos da por comprar una taza o un cuaderno de Mr. Wonderful para motivarnos… Todo sirve cuando se trata de anestesiarnos y cerrar la puerta a una emoción tan beneficiosa como necesaria. Todo menos abrazar la tristeza o llorar, no vaya a ser que si empezamos nos desbordemos y no podamos parar.

La tristeza es una de las emociones básicas que, junto al enfado, el miedo, el asco y la alegría, compartimos con el resto de seres humanos desde que nacemos. Y, como las demás, también es necesaria para un sano desarrollo emocional. Es normal y apropiado estar apenado ante una pérdida significativa  o cuando fracasamos en algo importante para nosotros. No tenemos que sentirnos culpables por estar afligidos ni obligados a sonreír siempre. No pasa nada si no podemos con todo. Aprender a regular nuestras emociones pasa por reivindicar y defender el derecho a estar triste, por aceptar la tristeza como algo inherente a la propia vida.

Es  verdad que la actitud ante la vida y ante la realidad que nos va tocando vivir influye en cómo nos sentimos. Pero igualmente importante es entender que no todo depende de uno mismo, que no siempre conseguiremos aquello que nos proponemos y que vamos a sufrir pérdidas a lo largo de nuestra vida que nos dolerán.

Sin embargo, en vez de detenernos a sentir, lo que hacemos habitualmente es rechazar esa sensación de pesadumbre y desasosiego, hasta el punto de bloquearla, unas veces negándola, otras anestesiándola, algunas cambiando el foco del malestar… No nos damos cuenta de que, por mucho que intentemos negarla, la tristeza seguirá ahí y cuanto más nos resistamos a aceptarla más probabilidades habrá de que se intensifique.

La tristeza es necesaria para un sano desarrollo emocional.

¿Por qué nos ponemos tristes?

Cuando se enciende una lucecita en el cuadro de instrumentos del coche lo normal es que prestemos atención porque sabemos que nos está avisando de que algo no marcha bien. Pues lo mismo ocurre con las emociones: son señales de que hay algo a lo que debemos atender. En el caso de la tristeza, nos prepara para iniciar un proceso que nos ayudará a superar pérdidas, desilusiones o fracasos.

Nos entristecemos cuando las personas, los lugares o incluso los objetos que nos importan están en peligro, sufren algún percance o los perdemos. También cuando no cumplimos nuestras propias expectativas y fracasamos en algo que nos importaba conseguir o  al sentirnos decepcionados con alguien. Cuando percibimos que estamos indefensos ante un hecho inesperado o creemos no tener recursos de afrontamiento suficientes. Ante el sentimiento de soledad. Ante el dolor crónico o  el diagnóstico de una enfermedad…

Otra circunstancia que puede generarnos pesar es compararnos con los demás y deducir que cualquiera es más feliz que nosotros. Esto ocurre especialmente con las redes sociales, que distorsionan de forma considerable nuestra visión de la realidad.

No es lo mismo tristeza que depresión

Estar triste no es estar deprimido. Ni enfermo. Una diferencia importante entre ambos conceptos es que la tristeza es una emoción y la depresión, una alteración del estado de ánimo. La tristeza que aparece en la depresión es intensa, más duradera y está asociada a otros síntomas como anhedonia (incapacidad de sentir placer), abulia (falta excesiva de energía y motivación), falta de concentración, desesperanza y problemas de sueño y/o de apetito, entre otros.

Precisamente uno de los motivos que llevan a intentar escapar de la tristeza es el temor a deprimirnos. Sin embargo, sentirse triste no significa, ni mucho menos, estar inevitablemente abocado a este trastorno mental. De hecho, una persona deprimida no siempre se muestra triste. Además, cuanto más la negamos  mayor es el riesgo de que se cronifique y sea más difícil gestionarla.

Por otra parte, mientras la tristeza aparece ante determinadas experiencias negativas, en la depresión no siempre hay un desencadenante claro, sino que puede ser el resultado de la interacción de varios factores (genéticos, neurobiológicos, ambientales…).

La importancia de validar la tristeza en los más pequeños

Cuántos padres se dejan la piel para que sus hijos no conozcan la frustración y sean constantemente felices, sin darse cuenta de que, de este modo, están consiguiendo justo lo contrario de lo que pretenden. Cuando un niño o una niña está triste hemos de acoger y validar su emoción. Si inmediatamente le compramos algo para que se alegre o le decimos frases como «No llores que te pones muy fea», «No es para tanto», o «Venga, que los chicos fuertes no lloran», aprenderá que estar triste no está bien. Y se acostumbrará a enterrar cualquier atisbo de este sentimiento por temor a que no le acepten.

En la película Del revés (Inside Out) se ve muy claramente el papel tan importante que juega la tristeza en las emociones de la pequeña protagonista: aunque la primera parte de la infancia de Riley ha estado ‘dirigida’ por Alegría, será Tristeza quien la ayude a recuperar el equilibrio emocional. Y también se muestra lo necesario y sanador que es el hecho de que los padres de Riley validen y acojan la tristeza de su hija.

Del revés (Inside Out)

Una emoción necesaria para conectar con los demás

Son muchos los beneficios que nos aporta la tristeza, entre ellos:

  • Ayuda a superar y asimilar las pérdidas. Cuando la tristeza aparece a consecuencia de una pérdida (la muerte de un ser querido, un despido laboral, una ruptura de pareja…) nos ayuda a reconstruirnos mental y emocionalmente y a adaptarnos a una nueva realidad sin aquello que ya no está. Pero para que cumpla su función adaptativa es necesario que la dejemos fluir y no bloqueemos el proceso recurriendo a fármacos, alcohol, etc.
  • Permite ahorrar energía. El sentimiento de aflicción, en general, ralentiza el funcionamiento de la persona sobre todo en lo referente a los procesos cognitivos y conductuales. De este modo se evita un derroche innecesario de energía. Al fin y al cabo, no tiene mucho sentido insistir en luchar contra una situación para la que no se dispone de recursos suficientes o que, sencillamente, no tiene solución.
  • Favorece la capacidad de reflexión, introspección y reparación. Entre sus funciones también está la de mantenernos a salvo y protegidos mientras recuperamos fuerzas. Según expresa Tim Lomas en su libro El poder positivo de las emociones negativas, «la tristeza es como la voz dulce y tranquilizadora de la enfermera, que nos calma para que podamos dormir y nos ordena que nos acostemos sanos y salvos hasta la llegada de los rayos de sol». Se trata de una emoción que permite conectar con las propias necesidades, centrar la atención en uno mismo y tomar así cierta distancia de situaciones que resultan dolorosas. Al practicar la introspección y replegamos sobre nosotros mismos es más fácil analizar qué está sucediendo, encajarlo en nuestra historia de vida y comprender por qué nos sentimos así. De este modo, podremos encontrar pensamientos alternativos, reorganizar nuestra conducta y adaptarla a la nueva situación.
  • Facilita las relaciones y conectar con los demás. Una de las formas en que la tristeza nos protege y ampara cuando somos más vulnerables es invitando a quienes nos rodean a cuidarnos. Necesitamos que nos acompañen en los momentos difíciles. Como seres sociales que somos, precisamos de la presencia, el apoyo y la ayuda de otros. La pena compartida genera una sensación de unión, comprensión y cariño. Por ejemplo, buscar apoyo y consuelo en nuestro entorno cuando hemos sufrido una pérdida refuerza el sentimiento de conexión y pertenencia, ayudando a mitigar el dolor y la sensación de soledad.
  • Permite ver con mayor claridad. Lomas dice que «las lágrimas de la tristeza son como la lluvia que limpia la tierra y ayuda a ver con más claridad el camino que queremos tomar». Un camino que quizás no habíamos visto antes de la pérdida o del desencadenante que dio lugar al sentimiento de aflicción. No es extraño que sea en los momentos más bajos cuando hayamos tenido algún tipo de ‘revelación’, como tomar conciencia de que nuestro jefe no es especialmente leal y justo con nosotros. O descubrir que alguien a quien considerábamos nuestro amigo es solo buen compañero cuando se trata de salir de fiesta.
  • Contribuye a revisar nuestra jerarquía de prioridades. La tristeza nos recuerda, desde una perspectiva más sensible y delicada, lo que realmente importa. Nos ayuda a valorar las cosas que tenemos en la vida y, a menudo, a cambiar nuestro orden de prioridades. Durante el confinamiento, por ejemplo, muchos nos dimos cuenta del valor que tenían detalles en los que antes de la pandemia no habíamos reparado, como un simple paseo o salir a tomar un café con un amigo.

La tristeza nos ayuda a conectar con los demás.

Reconciliarnos con nuestra tristeza

Aunque suene paradójico, solo permitiéndonos sentirla, la tristeza irá diluyéndose hasta desaparecer. Aprender a identificarla, hacerla consciente, aceptarla y expresarla es el mejor modo de convertirla en nuestra amiga y aliada.

  • Aprende a identificarla. A veces, para no conectar con el dolor de la tristeza tendemos a disfrazarla de enfado y no solo nos olvidamos de que sigue ahí, sino que obtenemos lo contrario de lo que necesitamos. Por ejemplo, si necesito consuelo, pero me muestro agresivo con quien puede proporcionármelo lo más probable es que esa persona, en vez de acercarse, se aleje. Así que el primer paso es determinar qué emoción estoy sintiendo. Generalmente, cuando estamos tristes experimentamos sensaciones físicas como un nudo en el estómago o en la garganta, opresión en el pecho, etc.
  • Permítete sentir la pena. Es necesario encontrar momentos para replegarse sobre uno mismo, aceptar y sostener esa aflicción y prestar atención al mensaje que nos está dando. Si escuchas lo que tiene que decirte tu tristeza y la dejas fluir acabará por diluirse y recuperarás el equilibrio.  Esforzarte por evitarla a toda costa y verla como un problema acabará conduciéndote a un eterno bucle de insatisfacción.
  • Deja espacio al llanto. Las lágrimas cumplen una función liberadora y también de comunicación con los demás. El llanto facilita que obtengamos la atención, el consuelo y el apoyo que necesitamos cuando la pena nos invade. Llorar calma, reduce los niveles de ansiedad, ayuda a respirar mejor y facilita la conexión con los demás.
  • Déjate abrazar. Como bien expresa Anabel González en su libro Lo bueno de tener un mal día, «nada diluye mejor la tristeza que el abrazo de alguien que está entendiendo cómo nos sentimos y nos transmite ‘estoy aquí’. En el fondo de la tristeza siempre hay una pérdida, y el encuentro profundo con otro ser humano es lo que realmente necesitamos para atenuar esa sensación». Michael Murphy, investigador en la Universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh (Estados Unidos) estudió qué pasaba cuando las personas con algún conflicto interpersonal recibían un abrazo ese mismo día. Curiosamente, al principio notaban menos las emociones positivas (y más las negativas) que quienes que no habían sido abrazados. Sin embargo, al día siguiente, los que habían recibido el abrazo iban sintiéndose cada vez mejor; cosa que no ocurría con los que no habían sido abrazados. Esto podría deberse a que cuando percibimos el apoyo de alguien cercano nos permitimos dar rienda suelta a nuestras emociones. De este modo, el malestar va desapareciendo y dejando paso a emociones positivas. Ocurre, por ejemplo,  cuando ante una pérdida importante tratamos de mantener el tipo y hacemos todo lo posible por contener las lágrimas; de pronto, alguien se acerca, nos abraza con cariño y no podemos hacer nada para contener el llanto. Al principio parece que notamos más la tristeza, pero luego sentimos cómo el malestar se ha suavizado (atenuado).

(Este texto forma parte de la serie Emociones Incomprendidas, que también incluye artículos sobre la envidia, la vergüenza y la ira)

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