El descanso vacacional no siempre es sinónimo de diversión y placer. Sufrir ansiedad en vacaciones es más normal de lo que creemos. Para algunos, la perspectiva de pasar más tiempo con la familia, lejos de obligaciones y rutinas, con todo el tiempo libre del mundo por delante y disfrutando del “dolce far niente”, es motivo de sufrimiento y, a veces, un auténtico tormento.
Durante el resto del año la rutina nos sirve de red de apoyo. Volcarnos en el trabajo o en nuestras obligaciones diarias nos ayuda a quitar el foco de otros problemas, como una situación familiar caótica, dificultades de pareja, etc. Con las vacaciones, la rutina y esa red se rompen y ciertas personas más vulnerables pueden desestabilizarse emocionalmente y experimentar ansiedad.
“¿Cómo es posible que justo ahora que acabo de empezar las vacaciones me asalte la ansiedad?”
Nuestro cerebro cuenta con un sistema innato que nos avisa cuando hay un peligro, pero a veces esa “alarma” se estropea y salta aunque no haya una amenaza real. Es entonces cuando aparece la ansiedad. Veamos, por ejemplo, el caso de Socorro, una mujer perfeccionista y volcada en su trabajo, que necesita tenerlo todo controlado y ocupa cada minuto de su tiempo durante el año. Es muy posible que cuando lleguen las vacaciones y pase de una actividad frenética a la total inactividad, su cuerpo y su mente se resientan. Si esto ya le ha pasado en anteriores ocasiones, su memoria lo habrá archivado y bastará con que se acerque el momento del descanso o simplemente será suficiente con pensar en las vacaciones para que la ansiedad se adueñe de ella.
Reducir la actividad poco a poco
Nos pasamos tres cuartas partes del año corriendo y con prisas y, de repente, de un día para otro paramos en seco. Cuando vivimos en estado de aceleración permanente tendemos a hacerlo todo deprisa, andar deprisa, conducir deprisa, apurar los semáforos en ámbar… Pero todo cambio necesita un periodo de reajuste. Es mejor reducir la velocidad gradualmente que pisar el freno de repente. Siguiendo con la metáfora del coche, vamos a imaginar que nos vamos de vacaciones al pueblo y durante 400 kilómetros de autovía hemos ido a 120 km/h pero en el pueblo hay que ir a 50 km/h. Si antes de llegar bajamos a 110 durante parte del trayecto, a 90 según nos acercamos, luego a 70 y ya entrado en el pueblo reducimos a 50 tanto el coche como nosotros lo notaremos mucho menos que si pasamos de 110 km/h a 50 km/h en un minuto…
No a las expectativas
La idealización del periodo vacacional solo puede llevarnos a la frustración. Si ya teníamos preocupaciones, esperar que desaparezcan por arte de magia en una semana de crucero es muy poco realista. Probablemente unos días no sean suficientes para solucionar nuestros problemas de pareja o para cambiar nuestra relación con los hijos; lo que sí podemos hacer es aprovecharlos para relajarnos y ver las cosas desde otra perspectiva. Quizás encontremos una salida que se nos había pasado por alto en medio de tantas obligaciones.
Si eres de los que necesita planificar y organizar hasta el último minuto de tu tiempo, añade unas dosis de flexibilidad. Es muy posible que los planes que tanto nos hemos esmerado en trazar no salgan exactamente como esperábamos, pero no debemos dejar que la frustración nos amargue esos días y nos asalte la ansiedad en vacaciones. Incluyamos en nuestra planificación posibles imprevistos, cancelaciones, colas…
Las expectativas también influyen en el destino a elegir. Si nos encanta tomar el sol en la playa y estar cerca del chiringuito, quizás no sea buena idea contratar un trekking de quince días en Nepal, por muy chulas que sean las fotos que nos enseñó nuestro amigo de su viaje del año pasado. Nuestra experiencia se ajustará más a las expectativas que teníamos si elegimos el tipo de vacaciones según nuestro carácter y nuestros gustos.
No olvidemos que las vacaciones son una oportunidad estupenda de cuidarse, disfrutar haciendo lo que a uno le gusta y romper con la monotonía de resto del año.
Una cosa cada vez
Los días previos a salir de vacaciones muchas veces son un motivo más de estrés. Para no terminar desquiciados, lo mejor es empezar los preparativos con tiempo y poner nuestra atención en una cosa cada vez. Y si tenemos hijos es un buen momento para darles algunas responsabilidades acordes a su edad, como preparar los juguetes que van a llevarse o colaborar en hacer su maleta. En estos momentos de caos, las listas también son de gran ayuda. Si salimos tranquilos desde casa es más difícil que nuestro estado de ánimo cambie al llegar a nuestro destino.
Tómate un respiro
Pese a lo difícil que resulta tomarse un descanso cuando quieres tenerlo todo listo para irte lo antes posible, es necesario hacer un receso de vez en cuando. Si sientes que tus pulsaciones se aceleran y que empiezas a agobiarte, deja lo que estés haciendo. Siéntate, quédate quieto y deja que tu mente vaya donde quiera sin dejar que se detenga en ningún pensamiento que te agite; permite que esa idea pase de largo, como si estuvieras sentado en un tren y tus pensamientos fuesen los paisajes que pasan ante tus ojos. Permanece así cuatro o cinco minutos y continúa con tu tarea.
Si los preparativos te estresan mucho y siempre has sido de los que se marchan al día siguiente de haber cogido las vacaciones, puedes cambiar de estrategia y quedarte en casa los primeros días para acostumbrarte a la nueva situación antes de salir de viaje.
Desconecta
Si se te acelera el pulso solo de pensar en apagar el móvil y olvidarlo en un cajón durante todas las vacaciones, puedes empezar desconectándolo unas horas al día e ir incrementado el periodo de “apagón” hasta ser capaz de dejarlo en casa, el hotel o el apartamento. El mundo seguirá girando aunque tú no estés pendiente del mail o del whatssapp… y, de paso, evitarás uno de los motivos por los que aparece la ansiedad en vacaciones. Otra opción es elegir como destino un lugar sin cobertura, aunque desgraciadamente es algo cada vez más difícil.
Día de “asuntos propios”
Dedicarnos tiempo no solo nos desestresará, sino que también nos ayudará a conocernos mejor y a descubrir qué nos hace felices. Aunque viajes en familia o con otros amigos, prueba a pasar un día, o unas horas, por tu cuenta visitando algún lugar que al resto de tus compañeros de viaje no les apetezca conocer o realizando alguna actividad que te guste. Aprender a disfrutar de instantes para nosotros mismos nos ayudará a vivir con mayor intensidad los momentos compartidos con otros.
(Si te interesa, puedes leer en este mismo blog el artículo Ociofobia: Cuando las vacaciones se convierten en un castigo)