Malos tratos

Hombres maltratados: Una violencia invisible y silenciada, pero real

Hombres maltratados: Ellos también sufren violencia doméstica

Hombres maltratados: Ellos también sufren violencia doméstica 2000 1333 BELÉN PICADO

Cuando pensamos en violencia en la pareja, automáticamente nos viene a la cabeza la imagen de un hombre maltratando a una mujer. En parte, porque es lo más habitual. Sin embargo, el hecho de que los casos de hombres maltratados sean menos frecuentes no debería ser excusa para prestar menos atención a un problema injustamente silenciado, pero que también es real e igualmente causa mucho dolor en quien lo sufre.

Es un hecho irrefutable que hay muchas más mujeres víctimas de violencia en la pareja. Y es esta considerable diferencia en el número de casos, unida a otros factores como que se subestime la realidad de los hombres maltratados tanto a nivel social como institucional, lo que hace que haya una menor visibilidad. Todo esto, sumado a que socialmente los hombres son los fuertes, los que se imponen y los que tienen que «llevar los pantalones» en casa, hace que los que están sufriendo violencia doméstica no solo se muestren más reacios a admitirlo, sino también a denunciarlo o a pedir ayuda. De hecho, en la mayoría de las ocasiones, son las mujeres del entorno de la víctima (madres, hermanas, amigas…) quienes denuncian.

No es un tema para tomarlo a la ligera, ya que cuando la situación de maltrato hacia el hombre se prolonga en el tiempo, su salud mental y emocional puede verse seriamente afectada. Algunos de los problemas que pueden aparecer: sentimiento de culpa, baja autoestima, soledad, sentimientos de rabia e impotencia, alteraciones del sueño, deterioro de las relaciones interpersonales, depresión, ansiedad, etc. En los casos más graves, el hombre maltratado puede, incluso, llegar a recurrir al suicidio. 

Violencia doméstica y violencia de género

Antes de continuar, es necesario conocer la diferencia entre violencia de género y violencia doméstica:

Se entiende por violencia de género todo acto de violencia física o psicológica (incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad) que se ejerza contra las mujeres por el mero hecho de serlo y por parte de «quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad». (Ley contra la Violencia de Género).

El concepto de violencia doméstica, por su parte, se recoge en el artículo 173.2 del Código Penal y se refiere a todo acto de violencia física o psicológica ejercida por el hombre o por la mujer sobre miembros del núcleo familiar o con una relación de convivencia (descendientes, ascendientes, cónyuges, hermanos, etc.). En este caso y a diferencia de la violencia de género, no hay relación entre la violencia y el sexo de la víctima, que puede ser un varón o una mujer.

En España, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2022 se registraron 8.151 personas víctimas de violencia doméstica, de las cuales el 39, 3 % fueron hombres (hay que tener en cuenta que cuantificar los hombres maltratados es difícil, ya que muchos nunca llegan a poner una denuncia).

Los hombres maltratados sufren sobre todo violencia psicológica y emocional por parte de sus parejas.

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Por qué hay una menor visibilización de este problema

Hay varios factores que influyen en que el maltrato hacia los hombres permanezca en un segundo plano:

  • Falta de credibilidad. Cuando un hombre decide poner una denuncia es habitual que se tope con un muro de desconfianza, primero en el entorno policial y luego en el judicial.
  • No hay concienciación social. Pese a los avances alcanzados en materia de igualdad, vivimos en una sociedad que sigue considerando al varón una figura de poder y fortaleza (un «hombre de verdad» tiene que ser seguro de sí mismo, exitoso, competitivo, proveedor, valiente…). Estas atribuciones hacen que le cueste más exponerse como víctima de maltrato y, además, dificultan que la sociedad empatice con esta realidad sin considerarla un signo de debilidad o sin cuestionar la masculinidad o la virilidad del varón maltratado.
  • Miedo a las burlas. Si ya bastante complicado es admitir que su pareja lo está maltratando, imaginad cómo puede sentirse cuando, además de esta humillación, se convierte en blanco de los chistes de sus amigos o, incluso, de las burlas más o menos explícitas de las instituciones a las que recurre en busca de apoyo.
  • Escasos recursos institucionales. Las mujeres maltratadas tienen acceso a más recursos que los hombres, que apenas cuentan con organismos o asociaciones a los que acudir. Tampoco existe, por ejemplo, un teléfono de emergencia al que llamar (en el 016 no se atienden llamadas de varones víctimas de violencia doméstica).

Principales formas en las que la mujer ejerce violencia contra su pareja

Las dinámicas de violencia que se ejercen contra los hombres dentro de la pareja pueden darse por separado o estar interrelacionadas. Estas son los principales:

  • Maltrato físico. Es el más evidente y el que se detecta más rápidamente, pero no es el más habitual.
  • Maltrato psicológico. En este tipo de violencia se incluyen actitudes como humillar, avergonzar, ridiculizar, criticar, controlar, etc. Hay maltrato psicológico, por ejemplo, cuando tu novia se pasa el día recordándote todo lo que haces mal, cuando te insulta, te recuerda lo poco que vales o se mete con alguna característica de tu aspecto físico.
  • Humillación sexual. «Ni para esto sirves», «Mi ex novio era mucho mejor que tú en la cama», «Yo necesito a alguien más fogoso»… Los comentarios despectivos relacionados con las relaciones sexuales son otro modo de maltrato que puede socavar la autoestima del varón, dificultándole la posibilidad de entablar futuras relaciones.
  • Aislamiento. Es común que la mujer haga todo lo posible por alejar a su pareja de su círculo más cercano. A menudo lo hará de forma sutil, buscando todo tipo de excusas cada vez que él quiere visitar a su familia o quedar con sus amigos y consiguiendo que esos planes nunca se lleven a cabo. Pero también puede recurrir a insultos o críticas crueles cuando los seres queridos de él se den cuenta de que algo está sucediendo o le pregunten si todo va bien. Al final, por evitar dar explicaciones a su familia y tener conflictos y discusiones con su pareja, él acabará espaciando más esos encuentros y aislándose, que es justo lo que ella quiere.
  • Control de la economía. Se produce cuando la mujer aprovecha que su pareja no tiene ingresos económicos o que ella gana más, para controlar, limitar o negarle el acceso al dinero. Ahora bien, también puede darse en casos en los que ella no trabaja o tiene menos ingresos, pero decide encargarse de administrar la economía familiar. En cualquier caso, ella gasta lo que quiere y en lo que quiere, por caro o innecesario que sea, mientras que él debe rendir cuentas del más mínimo gasto. Como señala Silvia Congost en El hombre invisible. El maltrato psicológico a los hombres, «administrar el dinero de la pareja sin que esta pueda acceder a él cuando quiera, es uno de los indicios de maltrato más comunes».
  • Utilizar a los hijos. A través del chantaje emocional, la mujer hará sentir a su pareja que es un mal padre si este llega a plantear la posibilidad de una separación o lo amenazará con hacer todo lo posible para que no vuelva a verlos.

¿Por qué un hombre se queda en una relación de maltrato?

  • Negación y evitación. Es posible que niegue o minimice ciertas conductas tóxicas de su pareja femenina, especialmente si ese modo de relacionarse es el que aprendió en su infancia.
  • Idealización. Muchos hombres maltratados viven alimentándose de los buenos recuerdos, de evocar los momentos felices vividos al inicio de la relación. O bien sobrevaloran a sus parejas, atribuyéndoles una mayor fortaleza (física, psicológica, económica, etc.) en comparación con la que creen que les falta a ellos.
  • Temor a que se ponga en duda su masculinidad. A veces no solo no se plantean dejar la relación, sino que ni siquiera llegan a expresar cómo se sienten ni a comunicar a su pareja que cierto comportamiento les está haciendo sentir mal. Y todo por temor a ser vistos como débiles o menos hombres.
  • Miedo a perder a sus hijos. Al verse en desventaja en términos legales y ante el chantaje emocional de su pareja, muchos hombres optan por «aguantar» y permanecer en la relación para no perder a sus hijos.
  • Vergüenza. El miedo al que dirán también es un factor importante a la hora de no romper la relación. Al hecho de que reconocerse como víctimas les provoca una profunda vergüenza, se añade que muchos de estos hombres han aprendido que pedir ayuda es de débiles (más aún si esta petición está motivada porque están siendo maltratados por una mujer)

La vergüenza es uno de los factores que llevan al hombre maltratado a seguir en la relación.

  • Falta de referentes. Al tratarse de una realidad tan oculta, es muy complicado saber si alguien conocido o cercano ha pasado por lo mismo. Esto hace que muchos hombres se sientan perdidos y desorientados y no sepan qué hacer o dónde acudir.
  • Culpa. A menudo, el hombre maltratado se siente responsable y culpable de la violencia que está sufriendo. Cuando aparece este sentimiento de culpa y según explica el sociólogo Todd Migliaccio, la víctima intenta calmar a la mujer «y reducir cualquier conflicto potencial, intentando corregir y controlar todas aquellas situaciones que más incitan los arrebatos violentos de su pareja».
  • Justificación. Se asume que se ha hecho algo que haya provocado a la pareja («Me lo merezco, yo lo provoqué») o se justifica el maltrato en nombre de una desproporcionada responsabilidad sobre la situación familiar («Es normal que me desprecie, ni siquiera soy capaz de encontrar un empleo estable»).
  • Modelos de crianza. Otro factor que influye en que se normalice el maltrato es haber crecido en una familia donde la violencia era habitual. O donde la figura materna ejercía la autoridad de modo unilateral, tenía rasgos narcisistas o era demasiado sobreprotectora y controladora.
    (Si te interesa, puedes leer en este mismo blog el artículo Madres narcisistas, sobreprotectoras, ausentes… 25 pistas para identificarlas)
  • Ideales y creencias. Más allá de creencias religiosas,  para algunos hombres la lealtad y el compromiso con el matrimonio son valores inquebrantables y la esgrimen como razón fundamental para permanecer unidos a sus parejas maltratadoras.
  • Miedo a represalias. Algunas mujeres, ante la posibilidad de una ruptura, recurren a la intimidación. Y no solo amenazan a sus parejas con quitarles a sus hijos; también con hacerse daño ellas mismas y denunciarlos a ellos por malos tratos.
  • Dependencia emocional. Cuando el maltrato es continuado llega un momento en que el hombre depende cada vez más de su pareja hasta convencerse de que nunca podrá vivir sin ella («La necesito porque yo no sé hacer nada bien», «Tengo mucha suerte de tenerla a mi lado»).

Cómo sé si soy un hombre maltratado

Hay señales de alerta que no pueden pasarse por alto:

  • Responsabilidad desigual. Vivís juntos y los dos trabajáis, pero no existe un reparto de responsabilidades equitativo. Prácticamente has renunciado a tu tiempo de ocio y te ocupas de todo en casa. Aun así, ella siempre encuentra una excusa para recriminarte que no haces nada. O te reprocha el más mínimo error u olvido («Eres un inútil, ni siquiera eres capaz de acordarte de sacar la basura»).
  • Amenazas. Te manipula recurriendo a la intimidación, especialmente si tenéis hijos: «Si te atreves a dejarme, olvídate de tus hijos porque me ocuparé de que no vuelvas a verlos y de que no quieran saber nada de ti». Hay mujeres que, incluso, amenazan con hacerse daño a sí mismas: «Cualquier día cuando vuelvas me encontrarás muerta y eso te pesará el resto de tu vida».
  • Humillaciones. No solo no te valora, sino que aprovecha cualquier ocasión para humillarte: «Pero dónde vas a ir, si soy yo la única que te aguanta», «No sirves para nada», «Cualquiera de tus amigos es más hombre que tú».
  • Chantaje. Pone en duda tu amor y tu interés por ella recurriendo al chantaje: «Si me quisieras de verdad, me harías mejores regalos», «Si tu amor fuera sincero me pondrías por delante de tus amigos»
  • Luz de gas. Manipula la realidad, se burla si llegas a expresar tus emociones, te hace dudar de tu propia cordura. Muchas veces, acabas pidiéndole perdón, aunque no hayas hecho nada y sin saber bien cómo has terminado metiéndote en una discusión absurda. Además, utiliza en tu contra cualquier confesión que le hayas hecho antes («No me extraña que tu padre prefiera a tu hermano y se meta contigo por ser débil»).
    (Si te interesa, puedes leer en este mismo blog el artículo Luz de gas o gaslighting (I): Identifica si sufres este tipo de maltrato psicológico)
  • Agresiones físicas. En ocasiones ha ido más allá del maltrato verbal y te ha lanzado algún objeto o te ha agredido con arañazos, golpes, mordiscos, bofetadas, etc.
  • Conductas controladoras. Frases típicas de esta actitud: «¿Dónde has estado? ¿Había muchas mujeres?», «¿Por qué has sonreído a mi amiga? ¿Acaso te gusta más que yo?», «A tus amigos solo les interesa ligar, no quiero que vuelvas a salir con ellos». Al final, acabas renunciando a tus amigos y ya solo sales con ella para evitar sus interrogatorios. Incluso, intenta controlar cómo gastas el dinero, lo que comes o qué ropa llevas puesta.

La importancia de pedir ayuda

Aunque la solución pasa por poner fin a la relación cuanto antes, ya hemos visto que no siempre resulta fácil. Si crees que estás siendo víctima de maltrato o, incluso, si no lo tienes totalmente claro, es importante que te sinceres con alguna persona de confianza. Es normal que al principio te cueste hablar de ello, pero también es muy probable que te alivie.

En caso de que no tengas a nadie, no dudes en pedir ayuda profesional. En terapia podrás hablar con total libertad y obtener recursos para afrontar esta dolorosa situación, así como para evitar que se repita en un futuro.

Los hombres maltratados encuentran muchos obstáculos a la hora de pedir ayuda.

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Cómo ayudar a un hombre que está sufriendo maltrato por parte de su pareja

Lo primero: escuchemos sin juzgar. Evitemos juicios, reproches, sermones, frases del tipo «Ya te lo dije» y, sobre todo, burlas o bromas fuera de lugar. Tampoco deberíamos presionar para que deje la relación o enfadarnos con él si no lo hace.

En lugar de ello, le escucharemos, dejaremos que se exprese, le ayudaremos a buscar soluciones si así nos lo pide. Y, si es necesario, le apoyaremos a la hora de encontrar y acceder a recursos legales. Hagámosle saber que vamos a estar ahí para lo que necesite y cuándo lo necesite.

Referencias bibliográficas

Congost, S. (2018). El hombre invisible: El maltrato psicológico a los hombres

Folguera, L. (2014). Hombres maltratados: Masculinidad y control social. Barcelona: Edicions Bellaterra

INE. (2023). Estadística de Violencia Doméstica y Violencia de Género. Año 2022. Madrid: Instituto Nacional de Estadística

Migliaccio, T. A. (2002). Abused Husbands: A Narrative Analysis. Journal of Family Issues, 23(1), 26–52.

Mitos sobe la violencia de género que es necesario desmontar

12 mitos sobre la violencia de género que es necesario desmontar

12 mitos sobre la violencia de género que es necesario desmontar 1920 1280 BELÉN PICADO

Los mitos son creencias acerca de la naturaleza de algunas cosas, simplificaciones de algún aspecto de la realidad que son compartidas por una sociedad o una cultura. Estas creencias se caracterizan por que se expresan de forma rígida y absoluta, tienen la capacidad de influir en mayor o menor medida en el pensamiento y en el comportamiento de las personas y se dan por verdaderas, aunque no haya pruebas que las sustenten. En el caso de los mitos sobre la violencia de género, por ejemplo, están muy extendidas ciertas ideas, como que este fenómeno solo se da en familias de bajos recursos o que las víctimas no salen de ahí porque no quieren.

Mantener estos mitos contribuye a:

  • Reducir el apoyo a las víctimas. Jay Peters, investigador y profesor de la Universidad estadounidense de Maine, explica: «Tomados en su conjunto, los mitos (sobre la violencia de género) están pensados para reducir el apoyo social a las víctimas transformándolas de víctimas inocentes de un crimen potencialmente letal en individuos que consciente o inconscientemente decidieron ser maltratados. De hecho, de acuerdo con estos mitos, la víctima no es realmente una víctima porque ella podría haber evitado el abuso, probablemente lo provocó, e inconscientemente lo deseaba».
  • Minimizar la importancia del problema y presentarlo como algo excepcional e, incluso, marginal.
  • Extender la idea de que solo les ocurre a «los demás».
  • Responsabilizar a las mujeres de la violencia que sufren, lo que obstaculiza la detección precoz y tiene terribles consecuencias en su salud mental.
  • Limitar la responsabilidad de los agresores, buscando atenuantes para su conducta. Por ejemplo, poniendo el acento en ciertos factores o circunstancias de la vida que han llevado a un maltratador en concreto a ejercer la violencia.

Los mitos sobre la violencia de género pueden llegar a veces, incluso a negar la existencia de este tipo de violencia. Por eso es tan importante desmontarlos. Estos son algunos de los más relevantes.

1. El maltrato se produce sobre todo en familias y con personas de pocos recursos

Si existe esta percepción es porque en esos casos la violencia es más visible y púbica. Pero ni los maltratadores ni las mujeres maltratadas corresponden a un perfil concreto. La violencia de género se produce en todos los niveles socioeconómicos y culturales.

«No me podía imaginar lo que pasó. Es guapa, tiene buena posición económica y es muy independiente. A mí esto me enseña que nos puede pasar a todas», señala la amiga de una mujer víctima de violencia de género en un reportaje publicado en el periódico El Mundo. Lo que ocurre es que, a menudo, cuando se trata de una mujer con una buena posición económica, social o profesional o bien tarde más en denunciar por vergüenza, o su entorno la presiona para esconder su situación o, incluso, no se la reconoce como víctima. Por otra parte, estas mujeres no suelen recurrir a entidades públicas, sino que tienen acceso a la atención privada de médicos, abogados y psicólogos. Esto permite ocultar el problema y, a la vez, alimenta la falsa creencia de que solo hay violencia de género en familias desestructuradas y con problemas económicos.

2. Los hombres que maltratan sufren algún trastorno mental

Lo que hace este mito es favorecer que se justifique la violencia, evitando con ello que la sociedad condene el maltrato. De hecho, la proporción de las agresiones cometidas por la pareja y vinculadas a trastornos mentales suele ser relativamente bajas.

Además, ser violento no implica que se sufra una psicopatología. Son numerosos los agresores que solo actúan con violencia dentro de casa, mientras que delante del resto de personas se muestran amables, encantadores y pacíficos. Es el caso, por ejemplo, de los psicópatas integrados. Harvey Milton Cleckey y Robert D. Hare, expertos en este tipo de perfil destacan la «ausencia de alucinaciones y otros signos de pensamiento irracional o manifestaciones psicopatológicas».

(En este mismo blog tienes un artículo sobre psicópatas integrados)

Algunos mitos sobre la violencia de género favorecen que se justifique el maltrato.

3. Los hombres que maltratan a su pareja (o expareja) fueron, a su vez, niños maltratados o presenciaron violencia entre sus padres

El niño que ha crecido en una familia en la que se han producido situaciones de violencia de género puede acabar aprendiendo e interiorizando que esa es la forma natural de relacionarse entre un hombre y una mujer. Y luego, en la edad adulta, reproducir ese patrón con su pareja. Sin embargo, no hay una relación causa y efecto. Es decir, no todos los niños que han presenciado malos tratos o los han recibido van a convertirse en adultos maltratadores.

4. El abuso de alcohol y/o drogas es responsable de la violencia de género

Esta es una creencia totalmente errónea. El consumo de alcohol u otras sustancias puede favorecer y aumentar las posibilidades de que se produzca una conducta violenta, pero ni mucho menos es la causa. Ni el alcohol ni otras sustancias por sí mismas determinan el comportamiento de quien las consume. Es más, muchas personas actúan violentamente contra los miembros de su familia sin haber tomado alcohol o drogas. Y, del mismo modo, hay muchas personas adictas que no son violentas. En realidad, el maltrato tiene su base en la propia estructura psicológica de quien recurre a él.

Según el Protocolo de Actuación Sanitaria ante la Violencia Contra las Mujeres, editado por la Consejería de Salud del Gobierno de La Rioja, lo más significativo del consumo de alcohol y otras drogas en el ámbito de la violencia de género es que «permiten al hombre autorizarse a llevar adelante una previa intencionalidad y a la vez, tranquilizar su conciencia y anular su autocrítica. Se bebe para pegar y no se pega por beber. Generalmente, los hombres que maltratan saben cuándo y con quién ser violentos».

5. Los hombres que maltratan a su pareja o expareja lo hacen porque son impulsivos y pierden el control

Ser impulsivo no es sinónimo de ser violento. La mayoría de las veces, las agresiones, tanto físicas como psicológicas o sexuales, no son producto de una explosión de ira incontrolable. Al contrario, se trata de acciones premeditadas que buscan hacer daño y someter a la víctima. Como he mencionado antes, a menudo los hombres que son violentos con su pareja luego se muestran amables y pacíficos en el trabajo o en la calle, incluso pueden ser personas reconocidas y respetadas en otros ámbitos.

Por otra parte, lo habitual es que las agresiones no supongan un hecho aislado, sino que suelen ser repetidas y recurrentes.

6. El origen de la violencia de género está en que los hombres son violentos por naturaleza

Los hombres no son violentos por el mero hecho de pertenecer al género masculino y tener más testosterona. Aunque a menudo se asocia esta hormona masculina al aumento de agresividad, no hay evidencias que lo demuestren. Si esto fuera así, muchos hombres con altos niveles de testosterona estarían implicados en continuos episodios de violencia y no es así. Se trata más de una cuestión cultural. Los comportamientos violentos son conductas aprendidas a partir de modelos familiares y sociales que consideran la violencia como un recurso válido para resolver conflictos. Un maltratador no nace, se hace.

Además, si esto fuera así, todos los hombres irían por la vida peleándose con cualquiera que les disgustase, no se sometiera a sus deseos o no cumpliese sus expectativas, independientemente del género.

Cada uno de nosotros podemos elegir si actuar de modo violento, o no. Afirmar que la violencia es cuestión de tener mal carácter o de la propia naturaleza masculina, hace que el agresor rechace su responsabilidad sobre su conducta.

Mios sobre la violencia de género

7. Un hombre no maltrata porque sí, algo habrá hecho la mujer para provocarlo

Esta falsa creencia lleva a que la víctima se sienta culpable y piense que, si no hubiera adoptado una conducta determinada, habría podido evitar la violencia de su agresor. El maltrato no depende de lo que haga, o no, la mujer, sino del significado que el hombre atribuya a ese comportamiento. De hecho, este puede encontrar provocadora cualquier actitud que implique lo que él considera una ruptura del rol que debe adoptar la mujer (por ejemplo, el de atención y cuidado).

Es cierto que la conducta de una persona puede provocar enfado en otra, pero recurrir a la violencia es responsabilidad exclusiva de quien la ejerce. No hay ninguna ‘provocación’ que justifique una agresión.

Además, cuando se ha iniciado el ciclo de la violencia da igual lo que la mujer haga. Muchas víctimas intentan reducir las agresiones tratando de complacer a su pareja y, sin embargo, no sirve de nada, ya que el agresor siempre encontrará motivos para dejar clara su posición de poder a través del maltrato.

8. Los malos tratos son cosas de pareja y no tienen por qué ‘ventilarse’

No es raro que, ante una situación de maltrato, escuchemos frases como «Eso es cosa de dos», «Mejor no meterse en los asuntos de pareja», «Los trapos sucios mejor lavarlos en casa«… Pero no estamos ante un asunto privado, sino ante un tema que nos afecta a todos como sociedad porque este tipo de violencia se da también en otros contextos, como el de la educación o el laboral. La violencia de género es responsabilidad de todos y de todas y relegarla al ámbito familiar o de pareja lo único que hace es deslegitimar su alcance.

9. Si hay hijos, lo mejor es aguantar en la relación para que no sufran

Nunca será beneficioso para un niño o una niña permanecer en un entorno marcado por la violencia. Exponerlos de forma directa o indirecta al maltrato dejará en ellos importantes secuelas físicas, psicológicas y emocionales: inseguridad, problemas de conducta, baja autoestima, miedos, pesadillas, retraso en el desarrollo del lenguaje, problemas de aprendizaje e interacción social, ansiedad, sentimientos de culpa, trastorno por estrés postraumático, etc. Por ello, lo más responsable y beneficioso para ellos es protegerles, alejándolos de estas situaciones.

La Academia Americana de Pediatría (AAP) ha reconocido que «ser testigo de violencia doméstica puede ser tan traumático para el niño como ser víctima de abusos físicos o sexuales».

10. La mujer que ‘aguanta’ una situación de maltrato es porque quiere. Si no, se iría

Las mujeres que sufren malos tratos por parte de sus parejas lo pasan terriblemente mal. Sin embargo, son muchas y complejas las razones que explican por qué permanecen en esa situación: falta de medios suficientes para mantenerse a sí mismas y a sus hijos, la vergüenza, el qué dirán, el sentimiento de culpa, el miedo, la esperanza en que el agresor cambie, la propia anulación psicológica que supone el maltrato, la falta de apoyos…

Hay que tener en cuenta que el hecho de que esta situación se produzca dentro de una relación afectiva hace aún más difícil identificar el maltrato, sobre todo en el caso de mujeres que han crecido en una familia donde el uso de la violencia estaba normalizado. También influyen en ello ciertos mensajes como «Quien bien te quiere te hará llorar», «Si te pego es porque te quiero y me importas» o «A mí me duele más que a ti».

Otro componente que dificulta que la mujer se vaya es el temor a que no la crean, especialmente si se trata un agresor cuyo comportamiento es totalmente diferente fuera del hogar que de puertas para adentro.

(En este blog tienes un artículo sobre los motivos por los que la mujer maltratada no abandona a su agresor)

Los mitos sobre la violencia de género contribuyen a mantener la situación de maltrato.

11. El maltrato psicológico no es tan grave como la violencia física

El abuso emocional continuado, aun cuando no exista violencia física, provoca en las víctimas consecuencias muy graves en la salud física (colon irritable, trastornos gastrointestinales, dolor crónico…) y mental (depresión, ansiedad, pérdida de autoestima, trastornos del sueño, abuso de sustancias, trastorno de estrés postraumático, etc.).

A menudo, los daños que no se ven son más severos y duraderos que los físicos. El maltrato psicológico arrasa y anula la autonomía, la autoestima y la voluntad de la mujer, lo que dificulta que ponga límites y pueda romper la relación. De cualquier forma, es muy raro que solo se dé un solo tipo de maltrato. Normalmente violencia física y psicológica suelen ir unidas y en muchas ocasiones no son los únicos tipos de maltrato. Además de estas dos formas de violencia de género, hay otras que a menudo se interrelacionan entre sí: violencia verbal, violencia económica, violencia sexual, violencia vicaria y violencia socieconómica.

12. Los casos de violencia de género son escasos, se trata de un fenómeno puntual y muy localizado

Basta con repasar las estadísticas para desmentir este mito.

  • En 2021, hubo 30.141 víctimas por violencia de género en España (datos del Instituto Nacional de Estadística).
  • Según datos de la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU), «la forma más común de violencia experimentada por las mujeres en todo el mundo es la violencia dentro de la pareja».
  • Un estudio, liderado por la Organización Mundial de la Salud y publicado en la revista científica The Lancet, concluye que el 27 por ciento de la población femenina mundial ha sufrido alguna vez en su vida violencia física o sexual por parte de sus parejas hombres. Esto supone una de cada cuatro mujeres.

 

Teléfono gratuito de atención a víctimas de malos tratos por violencia de género: 016 (funciona 24 horas del día los 365 días del año)

 

Referencias

Bosch-Fiol, E., y A. Ferrer-Pérez, V. (2012). Nuevo mapa de los mitos sobre la violencia de género en el siglo XXI. Psicothema, 24(4), pp. 548-554.

Consejería de Salud Gobierno de La Rioja (2010). Protocolo de actuación sanitaria ante la violencia contra las mujeres. Logroño: Consejería de Salud. Gobierno de La Rioja

Peters, J. (2008). Measuring myths about domestic violence: Development and initial validation of the domestic violence myth acceptance scale. Journal of Aggression, Maltreatment & Trauma, 16(1), pp.1-21.

Sardinha, L., Maheu-Giroux, M., Stöckl, H., Meyer,S. R. y García-Moreno, C. (2022). Global, Regional, and National Prevalence Estimates of Physical or Sexual, or Both, Intimate Partner Violence Against Women in 2018. The Lancet, 399, pp. 803-813.

Es posible sobrevivir a la relación con un psicópata y salir reforzada.

Cómo sobrevivir a la relación con un psicópata integrado (y salir reforzada)

Cómo sobrevivir a la relación con un psicópata integrado (y salir reforzada) 1487 706 BELÉN PICADO

«Si tienes un psicópata en tu vida, no te detengas… ¡Corre!». No lo digo yo. Lo dice Robert Hare, psicólogo forense canadiense y uno de los mayores expertos en psicopatía. Así que, si es tu caso, ya sabes cuál es el primer paso para sobrevivir a la relación con un psicópata integrado: alejarte todo lo que puedas. No busques explicaciones, no te engañes pensando que va a cambiar… ¡Corre! Y si resulta que es él quien te ha dejado, aléjate igualmente. Aunque al principio te parezca imposible, con el tiempo mirarás hacia atrás y pensarás «¡De la que me he librado!».

No nos vamos a engañar. El proceso de recuperación tras la relación con un psicópata (o con un narcisista) no es rápido ni fácil. Pero puedes recuperar tu propia vida, mirarte en el espejo y volver a reconocerte.

Para empezar, olvídate de creencias como «Si yo cambio, quizás todo se arregle» o «Si soy más tolerante con él seguro que cambia su actitud conmigo». No. No va a cambiar. Ni por ti, ni por nadie. Los psicópatas no conocen la empatía, la culpa, los remordimientos ni la vergüenza. Quien puede cambiar y transformarse en una sombra de lo que fuiste eres tú si permaneces a su lado.

Para sobrevivir a un psicópata deberás aprender a rodearte de personas que te hagan sentir bien, recuperar tu identidad, mejorar tu autoestima y volver a hacer lo que te gustaba, entre otras cosas. Todo esto es posible. Habrá momentos en que flaquees y es normal. Pero no te rindas porque mereces volver a disfrutar de la vida y posees la capacidad para lograrlo. Tienes una vida por delante que saborear y no puedes permitir que nadie lo impida.

Finalizar la relación

Aunque lo mejor es cortar toda comunicación y alejarte, por lo general, el psicópata no va a tolerar que lo dejes tan fácilmente. Al principio, puede que trate de apelar a tu comprensión y a tu amor, asegurándote que no puede vivir sin ti y prometiéndote por enésima vez que va a cambiar. Incluso es posible que haga por ti cosas que nunca hizo antes. No te dejes engañar. No lo hace por ti, sino para demostrarse a sí mismo que puede tenerte comiendo de su mano cuando quiera. Si esto no le funciona, o bien recurrirá al chantaje emocional haciéndose la víctima y tratando de hacerte sentir culpable o pasará al ataque directo. Te insultará, te ninguneará, intentará humillarte, hablará mal de ti a terceros. Es necesario que contemples todos estos escenarios porque así podrás estar preparada para sus intentos de manipulación.

Todo lo anterior puede ocurrir si eres tú quien rompe la relación. Pero también puede pasar que sea él quien termine contigo porque ya no le seas útil o porque haya encontrado otra persona a quien manipular. En este caso es posible que te sientas terriblemente mal porque se habrá ocupado previamente de hacerte creer que sin él no eres nada. Pero, créeme, es lo mejor que te podría pasar.

En cualquier caso, no esperes encontrar una explicación a este comportamiento repasando mentalmente, una y otra vez, los últimos meses de la relación o sus palabras. Ni tampoco esperes que se disculpe contigo. Desde una mente sana es muy difícil comprender y asumir que un ser humano sea capaz de mostrar, deliberadamente, un comportamiento tan dañino, así que nuestro cerebro buscará una explicación coherente. Pero la realidad es que los psicópatas no tienen empatía y no les importa en absoluto cómo se siente el resto de la Humanidad, tú incluida. Y si alguna vez te ha parecido intuir algo de empatía en su actitud, solo estaba fingiendo para manipularte.

Si un psicópata ha pasado por tu vida cual vendaval, en lo que has de enfocarte es en fortalecerte y en reconectar contigo misma. No es fácil ni rápido, pero es posible sobrevivir e, incluso, salir reforzada.

Nada de contacto

En esto no hay flexibilidades ni negociaciones que valgan. Es necesario e indispensable romper todo contacto con esa persona. Cierra cualquier vía de comunicación. Bloquéalo en whatsapp y en tus redes sociales para no tener que seguir viendo información sobre él. Empapelar su muro con comentarios sobre lo feliz que es e, incluso, con imágenes con su ‘nuevo amor’ será una de sus estrategias para seguir ejerciendo su poder sobre ti. Olvídate también de crearte un perfil falso para espiarlo porque solo conseguirás desestabilizarte y obstaculizar tu proceso de recuperación.

Asimismo, evita encuentros con amistades o personas que tengáis en común y deshazte de lo que pueda recordarte a él (fotos, regalos, ropa, etc.). Y, por supuesto, no quedes para que te dé «una explicación» o para «acabar civilizadamente». Todo esto puede parecer muy extremo, pero una situación así requiere medidas radicales.

Si existe algún vínculo legal, posiblemente tratará de prolongar el proceso de separación. Al fin y al cabo, para él eres de su propiedad y le perteneces. Tanto en este caso como si tenéis hijos, limita el contacto al mínimo. Siempre que sea posible, intenta comunicarte a través de un abogado o dejar ciertos trámites en manos de una tercera persona.

Es normal que al principio te sientas mal, con mucha ansiedad y una enorme sensación de vacío. Te acostarás y levantarás pensando en él, pasarás las horas muertas mirando el móvil y esperarás que aparezca en cualquier momento. También experimentarás sentimientos contradictorios y pasarás de odiarlo a desear que se dé cuenta de lo que ha perdido y vuelva arrepentido y transformado en el hombre que tú querías ver en él. Pasar por todo esto es duro, pero piensa que es un precio muy pequeño a pagar por mantener tu cordura, tu salud emocional y tu bienestar.

¿Vengarte? Ni te lo plantees

Puede que sientas una intensa sed de venganza contra quien tanto daño te ha hecho. Pero, de verdad, es una pésima idea. El mejor desprecio es no hacer aprecio, decía mi abuela. Refrán, que en este ámbito viene a decir que la mejor venganza para un psicópata es la indiferencia total, ignorar por completo su existencia. Además, declarar la guerra a estos sujetos es una batalla perdida. Nunca podrás competir en falta de empatía o, en muchos casos, en crueldad. Mejor enfoca esa energía que te da el enfado en recuperarte y en aprender sobre ti para no repetir patrón a la hora de elegir tu próxima pareja. Eso sí que será una victoria.

En su libro El acoso moral, la psiquiatra Marie-France Hirigoyen advierte: «No se vence nunca a un perverso. A lo sumo, se puede aprender alguna cosa acerca de uno mismo. A la hora de defenderse, a la víctima le dan tentaciones de recurrir a los mismos procedimientos que utiliza su agresor. Sin embargo, debe saber que, si se encuentra en la posición de víctima, es la menos perversa de los dos. La situación no se puede invertir tan fácilmente. Utilizar las mismas armas que el agresor no es de ningún modo aconsejable».

No caigas en la trampa de la triangulación

La triangulación se produce cuando aparece una tercera persona en la vida del psicópata. Bueno, en realidad, más que aparecer es él quien la introduce en escena de forma deliberada. De repente, se muestra encantado con una nueva conquista, le presta mucha atención, anuncia a los cuatro vientos lo feliz que está… Y, por supuesto, se las ingeniará para que te enteres, además de hacerte saber, sutil o descaradamente, que ella tiene todo lo que a ti te falta.

Tú te preguntarás cómo es posible que te haya olvidado con tanta facilidad cuando a ti te está costando tanto sobreponerte a la ruptura. La respuesta está en que él no tiene que recuperarse de unos sentimientos que probablemente no eran sinceros o, al menos, eran muy superficiales. Y, por otra parte, seguramente toda esa dicha de la que presume sea falsa y con ella solo busque aumentar tu inseguridad, dañar tu autoestima y desestabilizarte aún más. Por eso es tan importante que no caigas en esta trampa.

No es oro todo lo que reluce, ni felicidad todo lo que se muestra en las redes sociales. Iñaki Piñuel lo explica en su libro Amor Zero: «Cuando un ex psicópata triangula y te pasa por la nariz su nueva relación no quiere decir que sea muy feliz en ella, sino que provocándote necesita desesperadamente convencerse de que tú no eres suficientemente válido para él o ella y de que ha hecho muy bien sustituyéndote. Eso es señal de que no lo tiene nada claro. Su triunfo es muy precario. Su aparente felicidad es simulada. Un mecanismo psicológico de compensación y proyección explica a la perfección que solamente quien no es feliz necesita decir, contar y probar a los cuatro vientos que es muy feliz».

Tras una relación con un psicópata, corta toda relación con él.

«¿Y si flaqueo?»

Ya dijimos antes que el proceso de recuperación no es fácil ni rápido. A menudo flaquearás y tendrás que hacer una pausa para recordar por qué acabaste (o por qué que te dejara fue lo mejor que te podía pasar). Esos recuerdos que a veces te asaltan y que en tu memoria aparecen como ‘momentos bonitos’ llevan incorporado un filtro de idealización y, de ningún modo, reflejan la realidad de la relación. Es fantástico que la persona a la que amamos tenga detalles o nos diga cosas bonitas… si son sinceras. Pero no cuando son un medio para obtener un beneficio.

Te propongo que hagas una lista con todas las razones por las que te separaste (o por las que estás mucho mejor sin alguien así a tu lado). ¿Te hacía luz de gas? ¿Se dedicaba a humillarte? ¿Hacía que te sintieses culpable? ¿Te aislaba de tus amigos o de tu familia? Una vez que tengas la lista, déjala donde puedas verla y revísala cada vez que tengas la más mínima pizca de nostalgia.

Es necesario que aceptes que todo proceso lleva su tiempo. Respeta tu propio ritmo, escúchate y ve con calma. Sin prisa, pero sin pausa.

Ahora tu prioridad eres tú

El tiempo de estar pendiente de las necesidades de otro se acabó. Ahora te toca priorizarte a ti misma. Trabaja en tu autoestima y practica el autocuidado. Recupera actividades que te gustaban y atrévete a encontrar otras nuevas. Al principio te parecerá imposible porque una de las características del psicópata es que te absorbe toda la energía hasta dejarte anulada y sin fuerzas. Pero poco a poco lo conseguirás. Ahora que has roto ese ‘círculo tóxico’ toca conectar con esas cosas que te hacen feliz, por pequeñas que sean.

Antes hablábamos de la indiferencia como forma de venganza. Pues recuperar todas esas actividades que te gustaban y dejaste de hacer por él es otra vía de demostrarte que no ha podido contigo.

Recupera tu vida social

Retomar la relación con familia y amigos forma parte de la recuperación. Salir y divertirte con gente que realmente te aprecia y te quiere te ayudará en este proceso de desintoxicación. Y si, en el peor de los casos, encuentras menos apoyo del que esperabas siempre puedes conocer a gente nueva. Lo importante es tener una red de apoyo compuesta por personas con quienes puedas contar de forma incondicional y que, si lo necesitas, te recuerden por qué empezaste este proceso de sanación.

Asimismo, puedes descubrir importantes redes de apoyo en otros ámbitos. Por ejemplo, entrando en contacto con grupos de ayuda mutua en los que haya personas en tus mismas circunstancias. Después de todo, quién te va a entender mejor que alguien que haya pasado por lo mismo…

Otro modo de relacionarte es posible

No es extraño que después de la montaña rusa en la que se ha vivido y debido a la intensidad emocional que hay en una relación tan tóxica, una relación normal resulte sosa y aburrida. Y tiene sentido porque te has acostumbrado a vivir en el caos emocional y ahora alguien que te ofrece tranquilidad y estabilidad te resulta extraño y poco familiar. También puede tratarse de un patrón que sigues a la hora de elegir pareja. Tomar conciencia de ello es necesario. Es el primer paso para aprender a relacionarnos de otro modo, evitando involucrarnos una y otra vez en relaciones tóxicas.

Ora posibilidad es que te vuelvas desconfiada y empieces a ver psicópatas y narcisistas por todas partes. O que empieces a salir con alguien y al más mínimo desacuerdo o la más mínima sospecha salgas corriendo. No te angusties. A medida que vayas conociéndote mejor, reconstruyendo tu autoestima, priorizando tus necesidades y aprendiendo a establecer límites sanos, verás cómo desarrollas un eficaz ‘detector’ de personas tóxicas. Y comprenderás que el amor no tiene nada que ver con la manipulación ni con juegos perversos como los que practicaba tu ex pareja.

Busca ayuda profesional

Al haber estado expuesta a un trauma continuado, lo más aconsejable es que acudas a un psicólogo que pueda ayudarte en tu recuperación. Te ayudará a mejorar tu autoestima, te facilitará herramientas de regulación emocional y te acompañará en tu proceso de duelo. Y también podrás recuperar esos recursos que tenías antes de la relación y que tu expareja se encargó de machacar.

En estos casos es especialmente eficaz la Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR), un abordaje terapéutico avalado científicamente en el tratamiento del trauma. Esta terapia no solo te ayudará a procesar y elaborar los peores momentos de esa relación tóxica, sino también los episodios del pasado con los que dichos momentos podrían estar conectados. Si necesitas ayuda puedes ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en el proceso.

Y, para terminar, os dejo con estas palabras de esperanza de Mari-France Hirigoyen, refiriéndose a las relaciones de abuso: «La vivencia de un trauma supone una reestructuración de la personalidad y una relación diferente con el mundo. Deja un rastro que no se borrará jamás, pero sobre el que se puede volver a construir. A menudo, esta experiencia dolorosa brinda una oportunidad de revisión personal. Uno sale reforzado, menos ingenuo. Uno puede decidir que, en lo sucesivo, se hará respetar. El ser humano que ha sido tratado cruelmente puede encontrar en la conciencia de su impotencia nuevas fuerzas para el porvenir».

Hay esperanza después de salir de una relación de maltrato psicológico.

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El efecto luz de gas o gaslighting es muy difícil de detectar.

Luz de gas o gaslighting (II): 6 claves sobre este abuso (y una curiosidad)

Luz de gas o gaslighting (II): 6 claves sobre este abuso (y una curiosidad) 1626 1080 BELÉN PICADO

En el anterior artículo sobre el efecto luz de gas me centraba en las señales para identificarlo y en cómo actuar ante él. Pero hay mucho que contar sobre esta forma de maltrato psicológico que busca hacer dudar a quien lo sufre de su propia realidad e, incluso, de su cordura. Por ello, he creído adecuado dedicarle otro post con algunos puntos que también conviene saber. Cuanto más sepamos acerca del gaslighting, más fácil será sortearlo. Por ejemplo, no está de más conocer qué características pueden hacer a una persona más vulnerable a sufrirlo, cómo identificar a un gaslighter antes de caer en sus redes o qué hace que esta forma de maltrato psicológico sea tan difícil de detectar.

Asimismo, es importante saber que no solo sufren luz de gas las mujeres ni únicamente aparece en la pareja. Incluso la política es un terreno muy propicio para el gaslighting y Donald Trump uno de sus principales ‘representantes’.

1. ¿Por qué es tan difícil de detectar?

Es importante dejar claro que una víctima en ningún caso es tonta o ingenua porque no identifique que está sufriendo luz de gas. En realidad, estamos ante una forma de maltrato psicológico que es muy difícil de detectar por varias razones:

  • Cuando se da en la pareja, la víctima atribuye el comportamiento del maltratador a que quizás esté pasando una mala racha y muy pronto todo volverá a la normalidad. Además, se convence de que alguien que la quiere tanto no puede estar maltratándola. Y así acaba justificando los reproches y autoconvenciéndose de que su pareja se porta así porque tiene miedo de perderla.
  • Al no haber huellas físicas visibles, es muy difícil apreciar los signos del abuso. Y es posible que los familiares y amigos tampoco se den cuenta de lo que ocurre y atribuyan la ansiedad de la víctima a altibajos en la relación.
  • Como la violencia física es perseguida y castigada y cada vez está peor vista por la sociedad, el maltratador recurre a la manipulación y al gaslighting como alternativa.
  • La propia naturaleza del vínculo que une a víctima y maltratador influye también en que la situación se mantenga. Quien sufre luz de gas a menudo pasa por alto las señales y justifica las conductas del otro confundiéndolas con muestras de afecto y protección.
  • Venimos de una cultura en la que a las mujeres se nos ha educado para complacer, cuidar y mantener la armonía dentro de las relaciones.
  • A menudo, el efecto luz de gas permanece enmascarado tras una aparente preocupación por parte del abusador: “Confía en mí. Yo solo quiero lo mejor para ti, todo lo hago por tu bien”.

Quien sufre luz de gas a menudo pasa por alto las señales del abuso del que está siendo víctima.

2. El gaslighting no siempre es consciente

Por lo general, es una forma de manipulación muy utilizada por personalidades narcisistas. A menudo se trata de personas encantadoras, exitosas, que saben bien cómo inspirar confianza y están acostumbradas a responder únicamente a sus propias necesidades y deseos, ignorando las de los demás.

Sin embargo, no siempre se hace luz de gas de forma consciente (aunque esto no lo justifica). Es posible que el gaslighter no tenga suficientes habilidades comunicativas o recursos para afrontar una discusión, por ejemplo, o para enfrentarse a una realidad que no controla. Así que cuando se sienta ‘amenazado’ recurrirá al único modo que conoce de conseguir lo que quiere: el gaslighting. Esto ocurre por ejemplo con personas que sufrieron este tipo de maltrato en su infancia por parte de sus figuras de apego.

En muchas ocasiones estos individuos ven normal, porque así lo aprendieron, establecer relaciones en términos de propiedad o de jerarquía entre las personas. Y también ven natural poder manipular las percepciones y juicios del otro adaptándolos a la propia visión de las cosas.

3. Diferencia entre manipulación y luz de gas

Se puede decir que la manipulación es una parte muy importante del gaslighting, pero no toda la manipulación recurre a este tipo de abuso emocional. La psicoterapeuta Stephanie Sarkis explica muy bien la diferencia: “La influencia o la manipulación se utiliza en diversos campos, particularmente el marketing y la publicidad, para que compremos cosas. Y se puede decir que los niños descubren la manipulación a una edad temprana y aprenden cómo obtener algo de uno de los padres si el otro dice «no». En este momento no es algo malo porque solo estamos aprendiendo cómo funcionan las cosas. Pero cuando la manipulación se convierte en una serie de comportamientos en los que la única intención es obtener el control sobre otra persona, entonces estás incurriendo en gaslighting. Es una forma de abuso”.

Visto así, un componente importante es la intención. Cuando una persona manipula está tratando de salirse con la suya, mientras que en el efecto luz de gas se trata, además, de controlar al otro. Por otra parte, no es algo que se haga una vez para conseguir un objetivo, sino que se trata de un patrón de comportamiento permanente, tanto dentro de una relación única como a través de múltiples relaciones.

Con el gaslighting se busca controlar y someter al otro.

4. ¿Existe un perfil de víctima?

Hay ciertos rasgos y circunstancias que pueden hacer a una persona más propensa a dar con un gaslighter, entre ellos: tener una acusada necesidad de agradar a los demás y de obtener su aprobación; poseer un alto grado de introversión; ser ‘demasiado’ empática; tener una baja autoestima; estar acostumbrada a ejercer el rol de cuidadora; ser demasiado complaciente; carecer de una adecuada capacidad asertiva; o no contar con una red de apoyo lo suficientemente fuerte.

También es común que exista un patrón de apego inseguro, es decir que durante su infancia haya sido víctimas de negligencia o de maltrato. Si en la niñez no hemos tenido un ambiente cálido, seguro y amoroso es muy posible que de adultos acabemos involucrándonos en diferentes tipos de relaciones tóxicas.

5. Algunas pistas para desenmascarar a un gaslighter antes de caer en sus redes

Hay ciertos comportamientos que este tipo de manipuladores suelen poner en marcha ya en las primeras citas y que pueden ponernos sobre aviso. Por ejemplo, no es extraño que hablen con mucho desprecio de sus exparejas o, incluso, de su familia. También es posible que a las pocas horas de haberte conocido ya estén diciéndote que eres maravillosa, que eres lo mejor que les ha pasado o ambas cosas. A todos nos gusta que nos digan cosas bonitas, pero si ves que te lanza todo un arsenal de cumplidos a cuál más exagerado, sospecha. «Te dirá todo lo que quieras oír, pero no reveles demasiada información ni respondas a preguntas intrusivas. Podría utilizarlo luego en tu contra. Si piensas que es demasiado bueno para ser verdad, seguramente es que no es verdad», advierte Stephanie Sarkis en su libro Gaslighting: Reconoce a las personas manipuladores y emocionalmente abusivas y libérate.

6. No solo en las parejas, ni solo a las mujeres

Aunque lo habitual es que las víctimas sean mujeres, los hombres también pueden sufrir luz de gas por parte de sus parejas. Y en estos casos es todavía más difícil que el afectado, y sobre todo el entorno, detecten que está produciéndose un maltrato.

Este patrón de abuso también se da en otros ámbitos y no solo en la relación de pareja. Por lo que respecta a la familia, la psicoanalista Robin Stern apunta: “Es posible que tu madre menosprecie la ropa que usas, tu trabajo y tu novio y tú, en vez de reaccionar, te preguntas si tendrá razón”. O, peor aún, quizás fuiste objeto de maltrato o abusos y a fuerza de repetirte que eran imaginaciones tuyas, acabaste por creértelo. Si te das cuenta de que fuiste víctima de este tipo de manipulación por parte de tu familia y que incluso de adulto sigues siéndolo, debes marcar unos límites claros. Y no seguir luchando por obtener su aprobación porque no la necesitas. La única aprobación que debes buscar es la tuya.

En el ámbito laboral, un superior puede dedicarte numerosos elogios en público mientras que te humilla en privado y tira tu trabajo por tierra. Es habitual, por ejemplo, en casos en que los empleados son más efectivos que sus superiores y estos recurren a esta técnica para salvaguardar su posición y evitar que nadie les haga sombra. Pero no solo los jefes pueden hacerte luz de gas. También los compañeros.

El gaslighting también se da en el ámbito laboral.

7. Donald Trump, un experto gaslighter

El campo de la política no se libra tampoco del gaslighting y Donald Trump parece ser un ‘experto’. De hecho, en los últimos años se han escrito numerosos artículos en los que se le pone como ejemplo por su tendencia a hacer una declaración para, en una fecha posterior, negar indignado que él haya dicho eso. En uno de estos artículos, Trump and Other Gaslighters/Narcissists Create Crises And Then Act Like The Solved Them (Cómo Trump y otros gaslighters/narcisistas crean crisis y luego actúan como si las resolvieran), Sarkis expone cómo ciertos políticos “crean un enemigo y una crisis, luego la ‘resuelven’ y a continuación reclaman los elogios cuando la crisis (que ellos crearon) ha terminado”. Y proporciona varios ejemplos que muestran a Trump como prototipo de gaslighter en política.

Robin Stern, también relata en su libro Efecto Luz de Gas: Detectar y sobrevivir a la manipulación invisible de quienes intentan controlar tu vida, otro caso protagonizado por el presidente En 2016, el comediante y presentador estadounidense John Oliver afirmó que Donald Trump le había hecho luz de gas. ¿Cómo? Anunciando en Twitter que había rechazado una invitación para aparecer en el programa del comediante. Cuando el presentador se dispuso a aclarar que él no le había invitado, Trump complicó más la situación insistiendo en una entrevista que se lo había pedido no una, sino cuatro o cinco veces. Fue tal la seguridad que mostró, que Oliver confesó más tarde que llegó a cuestionarse su propia realidad: “Haber sido víctima de una mentira que parecía tan convincente fue una situación muy desestabilizadora. Incluso me vi obligado a asegurarme de que nadie lo había invitado accidentalmente y, por supuesto, nadie lo había hecho”.

El efecto luz de gas o gaslighting es una forma de maltrato tan sutil como devastador.

Luz de gas o gaslighting (I): Identifica si sufres este tipo de maltrato psicológico

Luz de gas o gaslighting (I): Identifica si sufres este tipo de maltrato psicológico 1280 853 BELÉN PICADO

«¡Estás mal de la cabeza!», «¡No sabes captar una broma!», «¡Te lo tomas todo a la tremenda!»… Si escuchas estas frases de forma habitual y, además, te sientes impotente, agotada y con serias dudas sobre tu salud mental es posible que estés siendo víctima de una forma de maltrato psicológico tan sutil como perverso y devastador: el efecto luz de gas o gaslighting.

El término proviene de una obra teatro del 1938, Gas Light, que años después sería llevada al cine por George Cukor y que en España se estrenó con el título de Luz que agoniza. En ella, un individuo interpretado por Charles Boyer se dedica a alterar todo el entorno en que vive con su esposa (Ingrid Bergman) hasta conseguir que ella dude de su propia percepción de la realidad y de su cordura.

A lo largo de los años, este tipo de abuso emocional se ha visto en numerosas películas y series. En El practicante (Netflix), por ejemplo, hay un momento en que el personaje que interpreta Mario Casas esconde unas pastillas y hace creer a su novia que ha sido ella quien le ha dejado sin ellas. “No puedo más, me estoy volviendo loca. Estoy segura de que dejé las pastillas ahí”, confiesa más tarde la mujer a su amiga.

Controlar, someter y anular

El efecto luz de gas es una forma de violencia cuyo objetivo es controlar, someter y anular; no solo se busca modificar el comportamiento de la víctima, sino también su identidad. Con su actitud, el abusador o gaslighter está enviando dos mensajes fundamentales a su víctima: «Tu pensamiento está distorsionado» y «Mis ideas y mi forma de ver la realidad son las correctas y verdaderas».

La persona que lo sufre cree que realmente ve cosas donde no las hay y que está volviéndose loca, así que comienza a encerrarse en sí misma, a depender cada vez más de quien está ejerciendo esta manipulación sobre ella y, en definitiva, a aislarse. Es como esa lluvia fina y constante que al principio parece que no moja, pero acaba calándote hasta los huesos.

En ocasiones, este tipo de maltrato va acompañado por violencia física o es la antesala de la misma. No es extraño que cuando te están humillando durante mucho tiempo y llegan los primeros golpes ya estás tan anulada que no eres capaz de reaccionar y pedir ayuda.

La persona que sufre luz de gas puede llegar a dudar de su propia cordura.

¿Me están haciendo luz de gas?

Es importante aclarar que, si bien en este artículo me refiero a la relación de pareja, la mayoría de situaciones que enumero a continuación pueden extrapolarse a otros ámbitos. Igualmente, aunque lo habitual es que la víctima sea la mujer, también hay hombres que sufren gaslighting. En cualquier caso, se trata de un maltrato tan sutil que no resulta fácil identificarlo. Una señal importante para detectarlo es la continuidad en el tiempo. Si las situaciones siguientes se repiten una y otra vez, es muy posible que te estén haciendo luz de gas.

  • Miente en detalles tontos. Descubres que la otra persona miente en cosas pequeñas y hasta cierto punto absurdas, pero luego habla de ello con tanto convencimiento que te hace dudar. Y no solo eso, siempre te lleva la contraria en todo, incluso en los temas más banales. Él siempre tiene razón. Al final eres tú quien acaba mintiendo para adaptarte a su realidad y evitar conflictos.
  • No se responsabiliza de sus propias conductas. Siempre te dice que el problema es tuyo e insiste en que «necesitas ayuda» o «estás loca». Es más, cualquier tipo de duda que manifiestes acerca de estas afirmaciones las convertirá en pruebas de que realmente estás «perdiendo la cabeza». Por ejemplo, puede minar tu autoconfianza comentando de forma explícita lo atractiva que es una amiga tuya, comparándote con ella e, incluso, llegando a coquetear delante de ti (esta estrategia se denomina triangulación). Cuando tú te molestes o te quejes de su conducta te tachará de «insegura» y de tener «celos sin motivo». Y, al final, eres tú quien acaba pidiendo perdón.
  • Adopta el papel de víctima. Da la vuelta a las situaciones y se convierte en la víctima. Has quedado a cenar con tus amigas y justo antes de salir te dice que le encanta que lo pases bien, aunque seguro que se aburrirá mucho sin ti y te echará de menos. Pero te quiere tanto que no le importa. Tú dudas, él insiste en que salgas y luego pasa la noche enviándote mensajes, preguntándote qué haces, si vas a volver pronto, diciéndote que no podrá dormirse hasta que vayas a casa porque está preocupado… No solo no disfrutas de la velada, sino que te sientes culpable y, encima, cuando vuelves a verle dedicas las pocas energías que te quedan a consolarle. ¿Resultado? Vas espaciando tus salidas con los amigos («Para que no sufra o, al menos, hasta que se sienta más seguro de mí») hasta eliminarlas por completo.
  • Proyecta en ti sus carencias. El gaslighter te trasladará sus rasgos negativos o desplazará hacia ti la responsabilidad de sus comportamientos. De este modo, tú acabarás aceptando que eres egoísta, cruel o retorcida, justo las características que lo definen a él.
  • Niega haber dicho cosas que le has escuchado. Da igual que tengas pruebas o la total seguridad de que escuchaste perfectamente lo que dijo; él lo negará. Habéis hecho planes para salir el fin de semana y cuando llega el momento lo niega: «Yo nunca he dicho eso, no hemos quedado en nada ¿Por qué te inventas cosas? Cada día estás peor». Se reafirma en su postura repitiéndolo una y otra vez y tú, para no discutir, acabas claudicando. La primera vez te quedas descolocada. A partir de la tercera es posible que empieces a dudar de ti misma. Y así, cada vez le resultará más fácil que cedas. Llega un momento en que dudas no solo de tu memoria, sino de tu propia realidad.
  • Disfraza de humor lo que es una humillación. El abusador justifica sus salidas de tono o sus comentarios hirientes asegurando que «solo era una broma» y ridiculizándote por ser «una sosa» o «no tener sentido del humor». Esto ocurre en privado, pero también puede hacerlo en público. Recuerda: Si el chiste no te hace gracia, no es un chiste; si te sientes humillada, no es un chiste.
  • Te da una de cal y otra de arena. En un momento te pone por las nubes y te dice lo maravillosa que eres y lo feliz que es contigo y, en un abrir y cerrar de ojos, te culpa de todo; te tilda de exagerada y se burla de tu «exceso de sensibilidad». En psicología a esto se le llama refuerzo intermitente y es uno de los motivos por los que es tan difícil salir de una situación de maltrato. Si por regla general mi pareja me critica y, de vez en cuando y de forma totalmente aleatoria, me dice alguna cosa bonita, voy a quedarme ahí ‘enganchada’ haciendo todo lo posible para que me ‘toque premio’. Acabaré creyendo que si yo cambio la otra persona también lo hará.
  • Te dice una cosa, pero con el lenguaje no verbal expresa otra. Por ejemplo, tu pareja te pregunta por qué estás tan callada y cuando te animas a compartir tus sentimientos con la esperanza de que las cosas se arreglen entre vosotros, te pone cara de «Ya estás otra vez con lo mismo…». Esta interacción que consiste en transmitir al mismo tiempo dos mensajes contradictorios, uno a través de la comunicación verbal y otro con la no verbal, se le denomina doble vínculo. Genera mucha confusión e inseguridad porque no sabemos a qué atenernos.
    (En este blog puedes leer los artículos «Doble vínculo (I): La trampa emocional de los mensajes contradictorios» y «Doble vínculo (II): Cómo evitar sufrirlo y generarlo«)

El gaslighter puede decirte una cosa y con el lenguaje no verbal mostrar otra muy diferente.mostratt

  • Constantemente quita validez a lo que dices. Da igual de lo que hables y del grado de conocimiento que tengas sobre ello. Siempre te menosprecia, te lo discute todo y lo pone en tela de juicio: «Tú que sabrás», «Anda, cállate que solo dices tonterías».
  • Critica a la gente que quieres. A la más mínima sospecha de que tu familia o tus amigos puedan percatarse de que lo vuestro no va bien y vea que su influencia sobre ti peligra, tu pareja va a empezar a hablar mal de ellos, a decirte que te dejas influir demasiado por tus amistades, que tu familia le mira mal o que tus amigos te critican a tus espaldas. También puede pasar lo contrario: que ante tus seres queridos se muestre solícito, comprensivo y encantador. Así será mucho más difícil que las personas cercanas se percaten de que algo va mal.
  • Pone en duda tus propios sentimientos. Estás expresando cómo te sientes y de repente te ves justificando tus emociones, tus opiniones y tus propias experiencias. Sabes que es absurdo, pero sigues tratando de demostrar que realmente estás triste o molesta por algo e intentas desesperadamente argumentar tu punto de vista. Y, en vez de recibir comprensión, te topas con respuestas como: «Es imposible que sientas eso», «Eres demasiado sensible», «Eres una exagerada» o «Vaya películas te montas».
  • Si te atreves a dejarlo, orquestará una campaña de calumnias contra ti. Cuando descubras su hipocresía y pongas tierra de por medio, es más que probable que primero se muestre arrepentido para que vuelvas con él. Y si no lo consigue pasará al ataque: tratará de hacerse la víctima, poner a tu familia o a tus amigos en tu contra y sabotearte en cualquier ámbito. También puede pasar que ponga sus ojos en otra posible víctima y te deje sin la más mínima vacilación.

Así transcurre el proceso

Al principio, cuando alguien empieza a hacerte luz de gas, es posible que te rebeles, te enfades y discutas durante horas sin llegar a ninguna conclusión. Ese enfado dejará paso, casi sin darte cuenta, primero a la sorpresa, luego a la confusión y finalmente a la resignación. Estas señales y otras similares acaban siendo tan habituales que normalizas lo que te ocurre. Asumes que malinterpretas los hechos, que quizás no los recuerdas bien o no son tan graves, que todo son exageraciones tuyas, invenciones o paranoias.

Te convences de que no estás a la altura de la persona que tienes al lado. Incluso te sientes afortunada de que siga contigo pese a tus «múltiples fallos» y a que «no vales nada». Y como lo último que quieres es decepcionarle o enfadarle y que acabe hartándose y abandonándote, dejas de opinar, de defenderte, de intentar explicarle tu punto de vista… Y, poco a poco, dejas de ser tú misma. Paradójicamente, acabas creyendo que solo podrás encontrar la felicidad al lado de la persona que te humilla y te ignora y que solo lo tienes a él.

Escucha a tu intuición y confía en ella

Por muy camuflado que se presente, el gaslighting es maltrato. Pero no estás indefensa.

  • Haz explícitos los mensajes ambiguos que la otra persona intenta lanzarte. Por ejemplo, si te dice que no está enfadado pero sus gestos indican lo contrario, házselo ver. Puedes decirle algo así como: «Estás diciéndome que no estás enfadado, pero tus gestos y tu expresión indican lo contrario, ¿quieres hablar de algo?«.
  • No te calles. Valora tus opiniones y no dejes pasar la ocasión de exponerlas por no discutir. En cualquier tipo de relación es importante respetar el punto de vista del otro, así como sus sentimientos o sus experiencias y esto es un camino de doble dirección. Igualmente, todos tenemos derecho a manifestar dudas acerca de lo que dicen nuestros seres queridos o a estar en desacuerdo con ellos. Y eso no nos convierte en malas personas.
  • Aprende a identificar el objetivo de una conversación. Un diálogo en el que existe una reciprocidad no debería generar miedo, vergüenza o confusión. En el momento en que una conversación deja de buscar el entendimiento entre dos personas y se convierte en una lucha de poder lo mejor es dar la charla por terminada.
  • Deja de buscar su aprobación. No cedas a la tentación de intentar convencerle de tu punto de vista. Con una persona abusiva, narcisista y controladora tu opinión valdrá muy poco e intentar convencerle de que tienes razón será como predicar en el desierto. En lugar de decir «Tienes razón», prueba con: «Entiendo lo que me dices, pero no estoy de acuerdo» o «Esta es mi realidad aunque tú la veas de otro modo».
  • Valida tus sentimientos. Tus emociones no son un tema objeto de debate. Nadie tiene derecho a decirte o a poner en duda qué sientes, qué piensas o quién eres. No invalides tus sentimientos por quedar bien con la otra persona y mucho menos pidas disculpas por sentir.

Nadie tiene derecho a decirte o a poner en duda qué sientes, qué piensas o quién eres.

  • Confía en tu intuición. Si sientes que hay algo raro, que algo no te cuadra, escúchate porque tú eres la persona que mejor te conoce.
  • Trabaja en tu autoestima porque es el mejor antídoto contra este tipo de manipulación. Cuanto más confíes en ti misma más difícil será que caigas en las redes de un gaslighter. Aprende a poner límites y si te sientes herida o molesta no lo dejes pasar.
  • Rodéate de una red apoyo. No pierdas el contacto con tu familia y tus amigos, apóyate en ellos siempre que lo necesites y contrasta con ellos tus percepciones.
  • Pon distancia. Si es un hecho aislado y las situaciones se hacen habituales, aléjate de la persona que te está haciendo luz de gas. Tomar distancia te ayudará a tomar plena conciencia de lo que está ocurriendo.
  • Busca ayuda. Si ves que la situación te supera o que las personas que te rodean no terminan de ver el problema,  buscar ayuda profesional. Si lo deseas puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantada de ayudarte.
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Lectura. Efecto Luz de Gas: Detectar y sobrevivir a la manipulación invisible de quienes intentan controlar tu vida. Robin Stern es psicoanalista, investigadora y experta en inteligencia emocional. En este libro explica cómo funciona este tipo de manipulación y ayuda a detectar y a identificar si nos están haciendo  luz de gas.

(Si quieres saber más sobre el tema, te invito a leer Luz de gas o gaslighting (II): 6 claves sobre este abuso (y una curiosidad)

El dolor crónico y generalizado es el principal síntoma de la fibromialgia.

El dolor invisible e incomprendido de la fibromialgia

El dolor invisible e incomprendido de la fibromialgia 2560 1707 BELÉN PICADO

“¡Me duele todo el cuerpo!” es la frase más repetida por las personas con fibromialgia y también la que mejor define esta enfermedad crónica de causa desconocida. Se calcula que en nuestro país afecta a más de un millón de personas, la gran mayoría mujeres de entre 30 y 50 años. Afecta al funcionamiento del sistema nociceptivo, es decir, la parte del sistema nervioso que se encarga del procesamiento del dolor en nuestro cuerpo. Pero la fibromialgia es mucho más que dolor.

En 1992 la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció la fibromialgia como enfermedad, dentro de las patologías reumáticas no articulares. Pero, pese a ello, la sombra de la sospecha sigue recayendo sobre quienes la sufren. Además de enfrentarse al empeoramiento de calidad de vida que supone el diagnóstico, los enfermos se encuentran con que también tienen que defender su salud mental y convencer al resto del mundo de que su sufrimiento es real. Esta actitud de duda permanente puede aumentar el sentimiento de aislamiento, culpabilidad y preocupación.

A menudo, las personas con fibromialgia se sienten incomprendidas y aisladas.

Dolor generalizado, fatiga crónica y más

Junto al cansancio intenso, el dolor generalizado es el principal síntoma de la fibromialgia y afecta, sobre todo, a los músculos, tendones y ligamentos. Como es una patología difícil de diagnosticar porque tanto los rayos X, como las analíticas o las resonancias magnéticas dan resultados normales, en 1990 el American College of Rheumatology estableció un conjunto de 18 puntos, denominados puntos dolorosos a la presión, que se reparten por diversas áreas musculares del cuerpo. La persona podrá ser diagnosticada de fibromialgia si sufre dolor al menos en once de ellos.  Además del dolor y la fatiga puede haber otros síntomas:

  • Entumecimiento y rigidez en los músculos, sobre todo al despertar o cuando hay cambios de clima. Sensación de hormigueo y frío en las extremidades.
  • Dolores de cabeza o de cara, detrás de los ojos y en cuello, hombros y mandíbula.
  • Trastornos digestivos: Malestar estomacal, estreñimiento o diarrea.
  • Problemas de memoria, dificultad para concentrarse, confusión al hablar o escribir.
  • Desequilibrio o mareos.
  • Trastornos del sueño.
  • Mayor sensibilidad. Pueden aparecer alergias que antes no se padecían e hipersensibilidad a la luz, ruido y olores. Además, el dolor puede agudizarse con el frío y la humedad.
  • Depresión o ansiedad. La incomprensión de la gente que rodea al paciente y que puede llegar a tildarle de “quejica” provoca mucho daño a nivel emocional.

Asimismo, hay rasgos de la personalidad que pueden predisponer al desarrollo de esta enfermedad: autoexigencia elevada, perfeccionismo, acusado sentido del deber y de la responsabilidad, alta sensibilidad, dificultad para poner límites, rigidez o falta de flexibilidad, dificultades para delegar, baja autoestima, excesiva dependencia de la aprobación de los demás, etc.

Fibromialgia y trastorno por estrés postraumático

Aunque no se conoce su origen, en muchos pacientes la fibromialgia aparece de forma brusca después de accidentes de tráfico, infecciones, intervenciones quirúrgicas importantes y, en general, en situaciones de estrés postraumático. Los síntomas de la pintora mexicana Frida Kahlo y el actor estadounidense Morgan Freeman, por ejemplo, comenzaron tras aparatosos accidentes de tráfico. La cantante estadounidense Lady Gaga, por su parte, desarrolló la enfermedad después de ser víctima de violación en su adolescencia (así lo confesó en una entrevista con Oprah Winfrey).

Lady Gaga desarrolló fibromialgia tras sufrir una violación en su adolescencia.

Lady Gaga.

También la violencia de género y los malos tratos en la infancia (abuso físico, sexual o emocional y/o situaciones de negligencia parental) son factores determinantes en la aparición de la fibromialgia. Cuando nuestro cerebro no procesa las experiencias traumáticas de forma adecuada, a menudo las bloquea o las ‘entierra’ en algún lugar de la mente. Hasta que un día, ante un hecho que aparentemente no está relacionado con el episodio traumático, toda esa información puede salir a la superficie en forma de trastornos psicológicos y/o dolencias físicas, como la fibromialgia.

Qué puedes hacer

  • Dedica tiempo a conocer tu dolor. Realizar técnicas de relajación, ejercicios respiración o practicar autohipnosis te ayudará a controlar el dolor. Pero también puedes aprovechar cuando lo estés experimentando para saber un poco más sobre él. Incluso, puedes llevar un diario. Describe cómo es, por qué partes o zonas de tu cuerpo comienza y hacia dónde se irradia, qué cosas lo alivian, cuándo aparece (en qué momento del día o en qué situaciones). Cuanto mejor lo conozcas, mejor se lo podrás explicar a las personas allegadas o si tienes que dirigirte a algún profesional sanitario.
  • Ajusta la actividad a tus posibilidades. Rebaja tu autoexigencia, planea tus obligaciones y descarta las que no sean estrictamente necesarias. Intercala períodos de descanso entre los de actividad y realiza tus tareas a un ritmo que puedas sobrellevar. A veces, la persona con fibromialgia sabe perfectamente qué cambios necesita para encontrarse mejor, pero no los hace porque no está dispuesta a sentir que está renunciando a aspectos fundamentales de sí misma. Esta lucha a menudo lleva a la ansiedad y, en consecuencia, a un empeoramiento de los síntomas. En vez de verlo como una lucha entre la enfermedad y tú, piensa que es un baile en el que ambos miembros de la pareja han de llegar a un equilibrio. No se trata tanto de los cambios que debes introducir en tus actividades, como de encontrar el modo de sentirte fuerte o satisfecha pese dichos cambios.
  • Mantén a raya tus pensamientos. La actitud catastrofista dificulta la evolución positiva de los síntomas. Aprender a generar pensamientos positivos, ser tolerante con contigo misma y cuidar la autoestima contribuirá a que te sientas mejor. No olvides que, a pesar del dolor, puedes hacer muchas más cosas de las que crees.
  • Cuida tu cuerpo. Practicar ejercicio físico moderado te ayudará a mantener un buen tono muscular y a sentir menos sensación de cansancio a largo plazo. Caminar a paso ligero, andar en bicicleta sobre terreno llano o bailar son actividades que favorecen el control de la enfermedad. Puedes empezar con una intensidad suave e ir incrementándola hasta alcanzar un nivel moderado. No olvides tampoco vigilar tu postura en tus actividades del día a día.

Montar en bicicleta es beneficioso para las personas con fibromialgia.

  • Relaciónate. Dedicar todos tus esfuerzos a combatir la enfermedad también puede provocar que dejes de lado otros valores importantes como las relaciones conyugales, familiares o sociales. Cuenta a los demás qué te ocurre, pero evita que la comunicación se centre continuamente en tu dolor. También te vendrá bien contactar con alguna asociación de pacientes. Te sentirás acompañada y encontrarás el apoyo y la solidaridad de personas en una situación similar a la tuya.
  • Sé constante. Aunque hayas conseguido estabilizar la enfermedad, inevitablemente aparecerá días malos y debes estar preparada para afrontarlos. En esos casos, sal de casa y relaciónate con los demás, mantén tus compromisos habituales y procura dedicar más tiempo a relajarte.
  • No delegues exclusivamente en la medicación el poder de encontrarte mejor. Los fármacos ayudan a paliar ciertos síntomas, pero no son la solución a tus problemas ni abordan los desencadenantes reales de la enfermedad.
  • Busca ayuda profesional. En los casos en los que existe o ha existido algún trauma, tanto si es un evento aislado como si se trata de traumas repetidos, la terapia EMDR ha demostrado ser eficaz.

Y si eres familiar o amigo de una persona con fibromialgia, recuerda que tu comprensión y apoyo serán de gran ayuda. ¿Qué puedes hacer? Pregúntale cuál es la mejor forma de ayudar; apoya y alienta todos sus esfuerzos y anímala a seguir con el tratamiento cuando sus fuerzas decaigan; evita la sobreprotección y favorece su autonomía; dedica algún tiempo a buscar información útil y veraz sobre la dolencia.

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Lectura

Remonta tu vuelo. Más allá de la fibromialgia hacia una nueva vida. Lo que hace especial este libro es que su autora, Fátima Gallastegui, aborda la fibromialgia desde una doble perspectiva: como paciente y también como doctora en psicología clínica.

Documental

Gaga: Five Foot Two. En ese documental de Netflix, Lady Gaga explica sus problemas de salud y las dificultades que encuentra en su día a día debido a la fibromialgia. «He tenido que aprender a llevar la paranoia, el miedo, el dolor corporal y la ansiedad”, expresa la cantante en un momento de la cinta.

¿Por qué la mujer maltratado no deja a su maltratador?

Violencia de género. ¿Por qué la mujer maltratada no deja a su maltratador?

Violencia de género. ¿Por qué la mujer maltratada no deja a su maltratador? 1996 2102 BELÉN PICADO

Una de las preguntas que más escucho cuando sale el tema de la violencia de género es: ¿Cómo es posible que una mujer maltratada no abandone a su maltratador? ¿Por qué aguanta? Y la respuesta no es nada sencilla… Para entender a estas víctimas de la violencia de género antes hay que comprender el proceso en el que se ven inmersas. En primer lugar, es importante tener en cuenta que lo habitual es que una historia de malos tratos empiece como muchas historias de amor. Chico conoce chica y se muestra educado, atento y cariñoso. La llama, es detallista, la colma de atenciones, hace que se sienta especial. Un ‘príncipe azul’ en toda regla… que irá convirtiéndose en sapo sin prisa, pero sin pausa.

El mito del amor romántico

A lo largo de las épocas, el amor ha estado sujeto a aprendizajes culturales y a condicionamientos sociales. Este sentimiento ha sido exaltado por canciones, películas, novelas, etc. y la mujer lo ha entendido, tradicionalmente, como una entrega total. Y así ha convertido al hombre amado en el centro de su existencia, adaptándose a él, perdonándole y justificándole todo.

Según el ideal de amor romántico, las mujeres que han sido educadas para que su vida gire en torno al amor no solo buscarán un príncipe azul que las salve, las proteja y cubra sus necesidades. También se atribuirán ellas mismas la responsabilidad del cuidado y el mantenimiento de las relaciones. Y esto generará sentimientos de culpa cuando se produzcan conflictos o fracasos de la relación.

En muchos casos, estas creencias reforzarán el ciclo de la violencia. Cuando en una relación de maltrato hay una agresión y detrás viene el arrepentimiento la mujer perdona al maltratador en el convencimiento de que su amor “lo cambiará”. Y seguirá dando nuevas oportunidades y generándose falsas expectativas basadas en que “el amor todo lo puede”.

De este modo, cuando se plantea abandonar al hombre que tanto daño está haciéndola, para ella es mucho más que romper una relación. Es abandonar un proyecto vital. Renunciar al amor se vive como el fracaso absoluto de su vida.

El mito del amor romántico tiene una estrecha relación con la violencia de género

El síndrome de la rana hervida

Estaba una rana tranquilamente dentro de una cazuela llena de agua, ignorando que la cazuela estaba calentándose a fuego lento. Al cabo de un rato, el agua estaba tibia y el pequeño anfibio, como la sentía agradable, siguió nadando. Poco a poco, la temperatura fue subiendo, pero la rana no se inquietó; era un poco friolera, así que el calorcito le venía bien. Una mezcla de fatiga y somnolencia empezó a apoderarse de ella, apenas sin darse cuenta.

Llegó un momento en que el agua se puso caliente de verdad y a nuestra amiga ya empezó a parecerle desagradable. Sin embargo, ya no le quedaban fuerzas para saltar y escapar del recipiente, así que se limitó a aguantar. Tenía la esperanza de que en algún momento el agua se enfriara. Pero el líquido no solo no se enfrió, sino que subió aún más de temperatura hasta que la rana acabó hervida. Así que murió sin haber hecho el menor esfuerzo por salir de la cazuela.

Está claro que si la rana se hubiera metido con el agua a cincuenta grados habría salido inmediatamente de un salto. Lo que viene a decirnos este relato de Olivier Clerc es que “un deterioro, si es muy lento, pasa inadvertido y la mayoría de las veces no suscita reacción, ni oposición, ni rebeldía”. Lo mismo ocurre en el caso de la violencia de género. Cuando el inicio es brusco e intenso, es muy posible que la víctima busque ayuda externa o intente separarse. Sin embargo, si al principio el maltrato va produciéndose poco a poco y solo en ciertas ocasiones, la mujer restará importancia al primer insulto, humillación o empujón y elegirá luchar para que la relación salga adelante.

El síndrome de la rana hervida guarda una estrecha relación con la situación de la víctima de malos tratos

La indefensión aprendida

Las mujeres víctimas de violencia de género desarrollan lo que el psicólogo Martin Seligman denominó ‘indefensión aprendida’, que consiste en que la persona que está siendo víctima de maltrato ‘aprende’ que no puede defenderse haga lo que haga. Como los episodios de maltrato se dan independientemente de cómo actúe la mujer, esta siente que no controla la situación y que está a merced de su agresor. Estos sentimientos impiden creer que las cosas pueden cambiar y dificultan que la víctima se enfrente a sus temores y pida ayuda.

Además, en situaciones así la autoestima queda muy dañada. Hay tal alteración de la percepción de la realidad, que la mujer puede negarse a dejar al maltratador por temor a no encontrar a alguien mejor que él o, incluso, por creer que no merece a alguien mejor.

El ciclo de la violencia

Que el maltrato no sea continuo, sino que se alternen fases de agresión con las de cariño o calma dificulta que la víctima rompa con la situación. Esto fue lo que observó la psicóloga estadounidense Leonore Walker, llegando a identificar un ciclo que se repite en los casos de violencia de género y que consta de tres fases:

  • Acumulación de la tensión: La hostilidad del hombre va en aumento sin motivo aparente para la mujer. El agresor puede demostrar su violencia de forma verbal y, en algunas ocasiones, con agresiones físicas y/o con cambios repentinos de ánimo, que la mujer no acierta a comprender y que suele justificar, ya que no es consciente del proceso de violencia en el que se encuentra inmersa. De esta forma, la víctima siempre intenta calmar a su pareja, procura complacerle y evitar aquello que le moleste, creyendo que así eludirá los conflictos. Incluso llega a creer que algunos de esos conflictos los provoca ella.
  • Explosión: La tensión aumenta hasta estallar, lo que conlleva agresiones físicas, psicológicas y sexuales. Estas pueden ser graves, hasta el punto provocar fuertes secuelas físicas y psicológicas e, incluso, un alto riesgo para la vida. En este momento, la mujer siente que no tiene ningún tipo de control sobre la situación. Su capacidad de reacción se reduce mucho, centrándose básicamente en proteger su integridad física. Suele ser en esta fase cuando se plantea pedir ayuda.
  • Reconciliación o “luna de miel”. El agresor tiende a arrepentirse y a pedir perdón y, para evitar que la relación se rompa, puede recurrir a la manipulación afectiva (regalos, caricias, promesas…). Eso sí, también suele negar su responsabilidad en el conflicto y transferir la culpa a la mujer. Esta, por su parte, desea tanto que la relación funcione que confía en que todo cambiará y, con frecuencia, retira la denuncia y/o rechaza la ayuda ofrecida por familia, amigos o servicios sociales y sanitarios. Algunas de las justificaciones que da es que su pareja tiene problemas y debe ayudarle a resolverlos.

Con el paso del tiempo las dos primeras fases se mantendrán y agudizarán. Sin embargo, la fase de arrepentimiento, que es la que ha actuado como mantenedora de la relación, tenderá a desaparecer.

¿Quien bien te quiere te hará llorar?

Muchas víctimas de maltrato proceden de familias en las que el uso de la violencia estaba normalizado. La violencia se aprende, tanto a ejercerla como a sufrirla; así que la mujer que la sufrió en su infancia tenderá a repetir el patrón en su vida adulta. Además, como para ella una bofetada, un insulto o una humillación eran algo cotidiano, le resultará difícil distinguir la situación de maltrato. En esta situación también influyen mensajes familiares muy peligrosos como “Quien bien te quiere te hará llorar”, “Si te pego o te castigo es porque te quiero y me importas” o “Me duele a mí más que a ti”.

Si me quiere, no me hiere

Espero haber respondido, al menos en parte, a la pregunta que da por título a este artículo. Y si conoces o sabes de alguien que esté en esta situación quizás sería buena idea sustituir la expresión “Si sigue con él por algo será” por “Sé por qué sigues con él y no es tu culpa”. Aprovecho también para recordaros que existe un teléfono gratuito de atención a víctimas de malos tratos por violencia de género que funciona 24 horas del día los 365 días del año: 016.

Si te interesa

Una película

“Te doy mis ojos”. Se estrenó en el año 2000, pero por desgracia el tema que trata sigue vigente. La película refleja con rigor y sensibilidad la gran complejidad que puede haber en una historia de malos tratos. En ella se muestran algunos conceptos de los que hablo en este artículo, como el ciclo de la violencia y la indefensión aprendida. Está dirigida por Icíar Bollaín y protagonizada por Luis Tosar y Laia Marull.

 

El apego inseguro está estrechamente relacionado con el alcoholismo

Alcoholismo y apego inseguro: El niño herido

Alcoholismo y apego inseguro: El niño herido 1920 1280 BELÉN PICADO

El vínculo que el niño establece con sus figuras de referencia, en particular cuando hay un apego inseguro, está relacionado con el alcoholismo en la edad adulta. La supervivencia de un bebé depende totalmente de sus padres o, en su caso, de las personas que ejercen de cuidadoras. La misión de estas es enseñarle a gestionar sus emociones, ejercer de base segura desde la que el niño explore el mundo que le rodea y ser un refugio al que recurrir en caso de peligro.

Si el sistema funciona correctamente, se establecerá un apego seguro. Pero puede suceder que los cuidadores no sepan ayudar al bebé a regularse o, peor aún, que sean la fuente de amenaza. En este caso, el niño tendrá que buscar otras figuras de apego o desarrollar estrategias alternativas de regulación emocional. Lo hará a través de objetos o actividades que le aporten la sensación de calma que no ha podido encontrar en quienes deberían habérsela proporcionado. La búsqueda de algo externo que mitigue esa ansiedad y esa angustia puede desembocar, en la edad adulta, en adicciones como el alcoholismo.

Dependiendo de la calidad del vínculo entre el niño y sus cuidadores puede establecerse un estilo de apego seguro o un estilo de apego inseguro. Y este, a su vez, puede ser evitativo (o distanciante), ansioso (o preocupado o ambivalente) y desorganizado.

Apego seguro

Todas las necesidades del bebé han estado cubiertas. El niño ha interiorizado que es querido y valioso para sus figuras de apego, por lo que es capaz de alejarse sin temor a perderlas. Con el tiempo, se convertirá en un adulto capaz de gestionar sus emociones. Además, no temerá el contacto afectivo ni tampoco se angustiará en caso de no encontrarlo y le resultará fácil entablar relaciones significativas con otras personas.

Según un estudio realizado por los psiquiatras María Teresa de Lucas y Francisco Montañés, los individuos con un apego seguro pueden experimentar con sustancias durante la adolescencia como una conducta exploratoria. Sin embargo, quienes presentan un estilo de apego inseguro recurren a ellas como un modo de enfrentarse a la angustia emocional. Y, posiblemente, continuarán haciéndolo en la edad adulta.

El apego seguro puede ser un factor de protección contra la adicción al alcohol

Apego inseguro evitativo (o distanciante)

Los cuidadores no están disponibles para el niño. Este acaba aprendiendo que sus necesidades no importan y que no puede contar con los cuidadores porque no servirá de nada. En la edad adulta estas personas buscan tenerlo todo controlado. Pero cuando se agotan y pierden ese control, tratan de regularse con sustancias que les impidan sentir la ansiedad. El alcohol, por ejemplo.

La estrategia más básica para evitar la ansiedad que provoca la falta de control es la evitación. Beber se convierte en un medio para evitar sensaciones desagradables, partes de la personalidad que no gustan o la creencia de ser defectuoso… Según el psicólogo Manuel Hernández, «la evitación mediante sustancias, juego, compras o sexo compulsivo tienen en común que ayudan a evitar el malestar interno, no permiten que lo que nos hace daño se haga consciente y ayudan a evitar la conexión con un mundo interno que está muy degradado y vacío».

Apego inseguro ansioso/preocupado/ambivalente

Los cuidadores son incoherentes e imprevisibles en sus respuestas a las demandas del niño: unas veces, afectuosos y otras, distantes. El niño se muestra confuso, no sabe qué esperar y sus reacciones oscilan entre el rechazo y la irritabilidad y la búsqueda desesperada de contacto. Ya de adulto muestra una gran ansiedad y preocupación por ser amado y por sentirse valioso. Al contrario de lo que ocurre con el apego inseguro evitativo, no tratan de controlar porque nunca han sentido que tuvieran el control. En su caso, el objetivo es mantener un contacto emocional constante con alguien y para lograrlo hacen cualquier cosa. Por ejemplo, beber para no sentirse excluidos de las relaciones sociales.

Apego inseguro desorganizado

Las personas que tienen que proteger y cuidar son precisamente las que maltratan y esto genera un desequilibrio interno muy fuerte. Como el bebé no puede sobrevivir sin el cuidador y a la vez este le inspira miedo, su conducta oscilará entre la necesidad de acercarse y la de alejarse. Ya de adultos, se autorregularán a través de autolesiones, abuso de sustancias como el alcohol o relaciones muy conflictivas.

Si, además, se han producido abusos sexuales en la infancia, para el niño puede resultar mucho más doloroso el hecho de que sus padres no lo apoyen o no le crean que el propio abuso. Y si el agresor es una de las figuras de apego el trauma es mucho más grave. En estos casos, es habitual que surjan emociones de culpa y vergüenza y se mantengan en la edad adulta. Estos sentimientos de menosprecio hacia uno mismo unidos a la creencia irracional de merecerlo, puede llevar a la persona a abusar del alcohol como una forma de autocastigo.

Alcoholismo y apego inseguro

Beber para escapar del dolor, el vacío y la inseguridad

Cuando durante la infancia se ha vivido una situación de abandono, negligencia o malos tratos, muchas veces las secuelas perduran en la edad adulta. Es posible que la persona beba como un medio de huir del dolor, el vacío y la sensación de inseguridad.

  • Evitar el dolor. Si no se desarrollaron estrategias de afrontamiento en la niñez, la persona puede recurrir al alcohol como un calmante que apague el dolor y la angustia. Dice Eckhart Tolle que «mucha gente hace uso del alcohol, las drogas, el sexo, la comida (…) como anestésicos, en un intento inconsciente de apartar esa incomodidad básica». El alcoholismo se convierte así en una forma de automedicación, ya que el dolor, la ansiedad y el malestar se alivian, al menos temporalmente. Pero todo es una ilusión, ya que precisamente lo que se utiliza como intento de solucionar un problema, se convertirá en otro más a resolver.

  • Provocar un estado de euforia que ayude a escapar del vacío. Frente a un momento difícil, un acontecimiento complicado o un duelo, por ejemplo, es normal que experimentemos cierta sensación de vacío. Esta sensación será puntual si nuestras figuras de referencia nos ayudaron a calmarnos, a gestionar nuestras emociones, a entender que todo pasa por perturbador que sea. Pero cuando esas figuras no han atendido las necesidades del niño, este aprende que nadie calmará su angustia. Cuando sea adulto buscará sustitutos que llenen un vacío que no deja de crecer y que le recuerda la soledad y la angustia vividas. Por desgracia, la euforia y la falsa alegría que se encuentra en el alcohol es fugaz y no hace otra cosa que empeorar la situación.
  • Vencer la inseguridad. Cuando hay un apego seguro y existe una amenaza, el niño acude al cuidador y este le proporciona la protección que necesita. En estas condiciones, la experiencia de base segura se interioriza y el niño se convertirá en un adulto capaz de confiar en los demás y en sí mismo. Se sentirá seguro en el mundo y capaz de poder hacer frente a las dificultades. Jeremy Holmes explica en Teoría del apego y psicoterapia: En busca de la base segura que los adultos disponen de una zona interna que funciona como base segura y a la que se dirigen cuando lo necesitan, “especialmente como parte de su regulación de afecto”. Sin embargo, si esta base segura no ha existido en los primeros años se recurrirá a conductas patológicas “que incluyen los atracones de comida o la muerte por inanición, el abuso de sustancias, la masturbación compulsiva o las autolesiones voluntarias”. Según Holmes, estos comportamientos ponen en marcha la base segura interna y adquieren “una función tranquilizadora, aunque sea de forma autodestructiva”.
La película Joker y los efectos devastadores de los malos tratos en la infancia

«Joker», una película sobre los devastadores efectos de los malos tratos en la infancia

«Joker», una película sobre los devastadores efectos de los malos tratos en la infancia 3840 2400 BELÉN PICADO

La película Joker, dirigida por Todd Phillips y protagonizada por Joaquin Phoenix, está dando mucho que hablar y no solo a nivel interpretativo. La historia del eterno enemigo de Batman pone sobre la mesa temas importantes. Entre ellos, la necesidad de que los gobiernos destinen fondos a la salud mental y la discriminación que sufren las personas con enfermedades mentales.

También habría mucho que decir sobre el peligro que entraña relacionar trastorno mental y violencia… Sin embargo, en esta ocasión me centraré en lo perjudicial que puede ser crecer en un familia disfuncional. Si a ese modelo de crianza caótica le sumamos la marginación social que sufre Arthur Fleck el resultado es una bomba de relojería.

Es posible que Joker siempre haya formado parte de Arthur, pero para ‘salir al mundo’ hacía falta que se dieran varias circunstancias. Por un lado, la imposibilidad de seguir accediendo a los fármacos que necesita. Por otro, las sucesivas traiciones de personas en quienes confía, especialmente la traición que supone un descubrimiento relacionado con su madre. Y no olvidemos las continuas humillaciones de las que es víctima a causa de sus problemas mentales.

Sin embargo, para comprender como se va gestando ese alter ego que acabará por hacer ‘desaparecer’ a Arthur, vamos a retroceder a su infancia. Porque el modo en que nos enfrentamos al mundo de adultos depende en gran parte de la calidad de nuestras experiencias de niños. Básicamente, la película Joker habla de los malos tratos y sus devastadores efectos. Por cierto, importante para quien no la haya visto: a partir de aquí hay spoilers.

Joker es una película sobre el trauma complejo y los malos tratos

Malos tratos y negligencia: el apego desorganizado

Desde que nacemos, nuestras vivencias se acumulan en la memoria y se integran con nuestra forma de sentir y de pensar. Así, poco a poco, va conformándose nuestra personalidad. En esta capacidad de integrar lo que vivimos, pensamos y sentimos juega un papel importante la relación que establecemos con nuestras figuras de apego.

Si hemos tenido unos cuidadores disponibles y atentos a nuestras necesidades, desarrollaremos un apego seguro y una representación de nosotros mismos como personas válidas. Sin embargo, cuando esas figuras son imprevisibles, frías o abusadoras, el niño se verá como un ser defectuoso. En ese caso, puede desarrollar un apego ansioso, evitativo o desorganizado.

El tipo de comunicación entre una madre y su hijo durante los primeros años es tan importante que crecer en un entorno negligente, puede alterar el funcionamiento cerebral del niño. En la película Joker,  al abandono de los padres biológicos de Arthur Fleck se sumó la negligencia por parte de una madre adoptiva con varios trastornos mentales. Cuando Arthur era solo un niño, Penny permitió que su novio abusara física y sexualmente de él en repetidas ocasiones. Esa situación jugó un importante papel en los posteriores problemas mentales de Fleck, incluida la risa patológica que le caracteriza.

La tortura de sentirse invisible

Además de sentirse incomprendido toda su vida, Arthur nunca se ha sentido visto (el tema de la invisibilidad suele aparecer  cuando se trabaja con adultos que han sido víctimas de negligencia y/o malos tratos). La regulación emocional del niño comienza cuando es un bebé a través de la relación con el cuidador. En una relación de apego sana, los adultos sintonizan con el niño y lo ayudan a modular sus reacciones emocionales. Cuando estas experiencias de sintonía y regulación no existen y el niño no es visto, las consecuencias pueden ser muy dañinas en la edad adulta. William James, un importante psicólogo estadounidense, decía: “No hay peor tortura para un hombre que sentirse invisible”.

La propia enfermedad mental de Penny y los malos tratos de los que también era víctima, la llevaron a no ser capaz de ver las necesidades de su hijo. La prueba de que nunca fue consciente de su sufrimiento está en que, además de llamarle Happy, en una escena asegura no haber oído nunca llorar a su hijo; «es un niño feliz”, afirma.

A lo largo de la película, Arthur expresa en varias ocasiones esa necesidad de que le vean. En su diario, escribe: “No quiero morir y que la gente me pase por encima. Quiero que la gente me vea”. En un momento dado de la segunda sesión con la asistente social dice: “Hasta hace poco parecía que era invisible”. Más tarde, añade: “Me he pasado toda la vida sin saber si realmente existía, pero existo y la gente está empezando a darse cuenta”. Y es que, después de intentar en vano que lo vean como esa persona que “vino al mundo para traer alegrías y sonrisas”, es sacando su parte más violenta como empieza a conseguir que le presten atención.

Muchas víctimas de malos tratos sienten que no han sido vistos

La disociación como estrategia de supervivencia

En la vida a veces hay experiencias tan traumáticas o abrumadoras emocionalmente que se produce una desconexión entre la mente de la persona y la realidad que está viviendo. Este fenómeno psicológico se conoce como disociación y supone una verdadera estrategia de supervivencia si el trauma se produce en los primeros años.

Cuando la persona que debería cuidar y proteger al niño es la misma que le daña, entran en conflicto el instinto de supervivencia y la necesidad de vincularse (“Te tengo miedo y a la vez te necesito”). En ese momento, el cerebro aún no tiene la madurez necesaria y no puede procesar ciertas vivencias demasiado traumáticas. Entonces, las almacena de forma disfuncional en una red neuronal aislada, a diferencia de los recuerdos normales que se envían a redes interconectadas.

Manuel Hernández Pacheco apunta en su libro Apego y psicopatología: La ansiedad y su origen que “en situaciones donde haya una experiencia emocional muy fuerte nuestro cerebro puede crear compartimientos donde almacenar de forma aislada hechos o emociones que nos provoquen mucho dolor si las evocamos”.

Esto explica que haya casos muy graves (abusos sexuales), en los que la persona no puede recordar lo ocurrido. En la película Joker el protagonista no recuerda los abusos que sufrió en su infancia ni por qué estuvo en un psiquiátrico. En estas circunstancias, la disociación se convierte en una respuesta para sobrevivir a la negligencia y el abuso de los cuidadores.

La disociación es uno de los principales síntomas del trauma complejo

Además de la amnesia, la disociación incluye otros aspectos que explica Anabel González en su libro No soy yo. Entre ellos, síntomas corporales diversos; la desconexión del cuerpo, las emociones o el entorno; y, sobre todo, la fragmentación de la personalidad y la identidad.

Lejos de justificar ninguna conducta delictiva, saber cómo se originan estos comportamientos puede ayudar a prevenirlos. Asimismo, sería muy positivo aceptar a las personas con algún trastorno mental como son, sin esperar (como se queja Arthur) que se comporten como si no lo tuviesen. Aprovechemos historias como la película Joker para reflexionar sobre la necesidad de ver a las personas más allá de etiquetas y de diagnósticos.

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