Conflicto de lealtad

Doble vínculo. Cómo evitar sufrirlo y generarlo

Doble vínculo (II): Cómo evitar sufrirlo y generarlo

Doble vínculo (II): Cómo evitar sufrirlo y generarlo 1409 1500 BELÉN PICADO

La comunicación es una de las herramientas más poderosas en las relaciones humanas, pero también puede convertirse en una fuente de conflictos, confusión y malentendidos. Entre los patrones comunicativos más complejos y dañinos se encuentra el doble vínculo, una dinámica que atrapa a las personas en una maraña de mensajes contradictorios, dificultando la toma de decisiones y generando un profundo impacto emocional.

Si en la primera parte de este artículo (Doble vínculo (I): La trampa emocional de los mensajes contradictorios) exploramos qué es el doble vínculo, cómo surge y cuáles son sus características principales, en esta segunda parte nos centraremos en aspectos igualmente importantes. Veremos cómo este patrón comunicativo puede ser utilizado de manera deliberada como herramienta de manipulación y control, las consecuencias que genera a nivel emocional y psicológico, y las estrategias que podemos poner en práctica tanto para enfrentar esta dinámica como para evitar reproducirla.

El doble vínculo como herramienta de manipulación y abuso de poder

Si bien el doble vínculo puede originarse de manera inconsciente, también puede ser utilizado de manera deliberada para ejercer control sobre otra persona. Esto es especialmente frecuente en dinámicas de abuso de poder, en las que una persona busca dominar emocional o psicológicamente a otra. Un ejemplo claro de este tipo de manipulación es el efecto luz de gas o gaslighting, mediante el cual el abusador distorsiona la percepción de la realidad de la víctima para hacer que dude de sí misma.

En contextos abusivos, el doble vínculo se emplea de diversas maneras:

  • Generando confusión permanente. El abusador alterna entre comportamientos positivos y negativos, manteniendo a la víctima en un estado constante de inseguridad. Por ejemplo, un jefe podría elogiar el trabajo de un empleado para luego criticarlo duramente por detalles insignificantes. Esta estrategia crea una atmósfera de confusión que refuerza la dependencia emocional, ya que la víctima busca continuamente la aprobación del agresor.
  • Erosionando la percepción de la realidad. A través de mensajes contradictorios, el abusador mina la confianza de la víctima en su propia interpretación de los hechos. En una relación de pareja, quien utiliza este patrón comunicativo podría decir: «Te quiero, pero todo lo malo que me pasa es por tu culpa». Este tipo de afirmaciones mezclan afecto con reproches, generando culpa y debilitando la autoestima de la víctima, que comienza a cuestionar su valía.
  • Controlando las decisiones de la víctima. El doble vínculo permite al manipulador ejercer control psicológico sobre la víctima, llevándola a un estado de constante duda sobre sus decisiones. Haga lo que haga, esta siente que siempre está equivocada, lo que refuerza su sumisión y dependencia hacia el agresor.

Al final, quien recibe todos estos mensajes contradictorios acaba dudando de su propia capacidad para ver la realidad y preguntándose: «¿Estoy exagerando lo que siento o realmente está pasando?», «¿Por qué siempre tengo la sensación de estar diciendo o haciendo algo mal con esta persona?», «No entiendo qué quiere decirme, ¿debería acercarme o mantenerme al margen?»

(En este blog puedes leer el artículo «Luz de gas o gaslighting (I): Identifica si sufres este tipo de maltrato psicológico» y «Luz de gas o gaslighting (II): 6 claves sobre este abuso (y una curiosidad)«)

El doble vínculo puede utilizarse como una herramienta de manipulación.

El impacto del doble vínculo: inseguridad, ansiedad y más

La exposición continua al doble vínculo tiene consecuencias, tanto a corto como a largo plazo:

  • Inseguridad y baja autoestima. Recibir mensajes contradictorios de forma constante genera la sensación de que cualquier decisión que se tome será incorrecta. Esta incertidumbre lleva a la persona a dudar de su capacidad para interpretar palabras, gestos o cualquier otra señal, erosionando gradualmente su confianza en sí misma. Además, con el tiempo, esta inseguridad hará que acabe evitando exponerse a situaciones nuevas por miedo al fracaso o a cualquier contexto en el que sienta que puede fallar.
  • Ansiedad. La sensación de estar inmerso en un conflicto sin solución y la incertidumbre sobre las expectativas de la otra persona generan elevados niveles de ansiedad. Esta presión emocional constante a menudo se traduce en síntomas físicos, como migrañas o problemas digestivos, y, si se mantiene en el tiempo, incluso llegar a desembocar en una depresión.
  • Culpa y autocrítica. Ante la imposibilidad de encontrar una respuesta correcta, el receptor de un doble vínculo suele experimentar un profundo sentimiento de culpa y una autocrítica constante, alimentada por la idea de que debería haber actuado de manera diferente para evitar el conflicto o satisfacer las expectativas del otro. Este ciclo refuerza la sensación de no ser suficiente.
  • Confusión e indefensión aprendida. La exposición continua a contradicciones provoca confusión sobre cómo actuar o responder en determinadas situaciones. Si esto se mantiene en el tiempo, puede derivar en indefensión aprendida, un estado en el que la persona se siente incapaz de cambiar la dinámica y adopta una actitud pasiva, resignándose a su situación sin intentar resolverla.
  • Dificultades en la comunicación. Quienes han crecido o vivido en entornos donde el doble vínculo es la forma habitual de manejarse, suelen desarrollar patrones comunicativos disfuncionales. Por ejemplo, dificultad para expresar emociones de manera clara, tendencia a evitar conflictos para no generar tensión, uso de una comunicación indirecta que perpetúa la confusión en sus relaciones, etc.
  • Problemas en la construcción de vínculos sanos. El doble vínculo dificulta que una persona pueda establecer relaciones basadas en la confianza y la seguridad. La incertidumbre constante sobre cómo actuar para ser aceptada genera un profundo miedo al rechazo, fomenta la dependencia emocional y complica la creación de vínculos equilibrados y saludables.

Qué hacer

Enfrentar situaciones de doble vínculo puede ser emocionalmente agotador, pero hay estrategias que pueden ayudarte, no solo a reconocerlas, sino también a manejarlas y a minimizar su impacto en tu salud mental.

  • Identifica lo antes posible. El primer paso para salir de un doble vínculo es reconocerlo. Analiza esas situaciones en las que te sientes confundido/a o atrapado/a sin saber muy bien por qué y reflexiona: ¿Hay incoherencias o contradicciones entre palabras y acciones? ¿Te sientes culpable o ansioso/a hagas lo que hagas? ¿Qué emociones surgen en tus interacciones con determinadas personas? Una vez que te entrenes en identificar estos patrones será más fácil anticiparte y actuar. Por ejemplo, si notas que un amigo te dice que quiere verte, pero cancela constantemente, puedes anticiparte y decir: «Si estás ocupado, podemos organizarlo para otro momento».
  • Valida tus emociones. Es normal sentir frustración, tristeza o enfado ante un doble vínculo. Reconocer y aceptar estas emociones te ayudará a manejarlas mejor, sin juzgarte por sentirlas. Son una respuesta natural a situaciones confusas.
  • Habla con alguien de confianza. Compartir lo que estás experimentando con una persona de confianza te ayudará a ordenar tus pensamientos y te permitirá obtener una perspectiva más clara. Una visión externa facilitará que identifiques contradicciones que quizá no habías notado y contribuirá a que entiendas mejor lo que está ocurriendo.
  • Clarifica las contradicciones. Cuando sea posible, aborda la situación de forma respetuosa y abierta. Expresa cómo te afecta la falta de claridad y señala lo que no comprendes. Por ejemplo: «Me confunde cuando dices que quieres verme, pero luego cancelas nuestras citas. ¿Podemos hablar de esto?». O «Noto que tu actitud parece transmitir algo distinto de lo que dices. ¿Qué está pasando realmente?».
  • Establece límites. Si los dobles vínculos persisten y empiezan a afectarte, es importante poner límites claros y firmes. Define qué comportamientos estás dispuesto/a a aceptar y cuáles no. Por ejemplo: «Entiendo que no siempre estemos de acuerdo, pero necesito que nuestros mensajes sean más claros para no sentirme tan confundido».
Poner límites ante el doble vínculo

Imagen de Kamran Aydinov en Freepik

  • Renuncia a la solución perfecta. Aceptar que no siempre hay una respuesta correcta puede ser liberador. En un doble vínculo, cualquier acción parece equivocada. Así que, en lugar de buscar agradar a todos, elige la opción que menos comprometa tu bienestar emocional.
  • Cuida tus relaciones y a ti mismo/a. La comunicación es el puente que conecta a las personas, y cuidarla es esencial para construir relaciones sanas. Asegúrate de priorizar tu autocuidado emocional, creando espacios donde te sientas validado/a y comprendido/a. También, fomenta entornos donde la claridad y la empatía sean fundamentales.
  • Aprende a despersonalizar. Recuerda que, en muchos casos, los dobles vínculos no son intencionados ni algo personal. Quien los genera a menudo no sabe cómo expresar sus necesidades de manera clara. Reconocer esto puede ayudarte a reducir la culpa y a enfocarte en soluciones.
  • Desarrolla tu resiliencia emocional. Aceptar que algunas personas o dinámicas no cambiarán te permitirá enfocarte en lo que sí puedes controlar: tu reacción. Fortalecer tu resiliencia emocional te ayudará a manejar mejor la frustración y la incertidumbre que generan los dobles vínculos.
  • Busca apoyo profesional. En terapia, aprenderás a identificar y afrontar los dobles vínculos, a mejorar tu comunicación y a construir patrones más saludables.

¿Y si soy yo quien envía mensajes contradictorios?

Aunque todos hemos experimentado situaciones de doble vínculo, quizás nos resulte más difícil reconocer ocasiones en las que hemos sido nosotros quienes hemos promovido estas dinámicas, desde enviar mensajes contradictorios en momentos de estrés a esperar de los demás algo que es difícil o imposible de cumplir. Podemos recurrir a este tipo de comportamientos por diferentes razones. Estas son algunas:

  • Patrones aprendidos en la infancia. Nuestra manera de comunicarnos está profundamente influida por los entornos en los que crecimos. Si durante la infancia recibimos mensajes contradictorios de nuestros cuidadores, es probable que hayamos interiorizado este estilo como «normal». Sin darnos cuenta, podemos replicar esas dinámicas en nuestras propias relaciones, perpetuando ciclos de confusión.
  • Inseguridades y miedo al rechazo. El temor a perder una relación importante puede hacernos actuar de forma incoherente y llevarnos a ser poco claros a la hora de comunicarnos y expresar lo que realmente queremos o esperamos de la otra persona. Evitar expresar nuestras verdaderas necesidades o sentimientos por miedo a ser rechazados a veces lleva a enviar señales ambiguas o contradictorias. Al final, esta falta de claridad acabará generando frustración tanto en nosotros como en quienes nos rodean.
  • Falta de consciencia emocional. Cuando no somos plenamente conscientes de nuestras emociones, es fácil que actuemos de manera contradictoria sin siquiera darnos cuenta. Por ejemplo, puede que ni yo misma sea consciente de que estoy enfadada con alguien y decir que todo está bien mientras mi tono, mis gestos o mi actitud están reflejando ese enfado. Esta desconexión entre lo que sentimos y lo que comunicamos puede confundir a los demás y perpetuar el doble vínculo.
  • Evitación del conflicto. El deseo de evitar confrontaciones directas puede llevarnos a enviar mensajes ambiguos o contradictorios. En lugar de abordar los problemas de manera clara, optamos por el silencio, el sarcasmo o las indirectas. Aunque inicialmente puede parecer una solución para evitar tensiones, este enfoque genera malentendidos y emociones negativas en la otra persona.
  • Dificultades en la regulación emocional. La incapacidad para gestionar emociones intensas como la frustración, el miedo o el enfado puede llevarnos a comunicarnos de forma impulsiva o incoherente. Esto incluye enviar mensajes que mezclan afecto con críticas o apoyo con desaprobación.
Doble vínculo

Imagen de 8photo en Freepik

Estrategias que puedes utilizar si eres tú quien está generando el doble vínculo

Reconocer que podrías estar promoviendo este tipo de dinámicas es un verdadero acto de responsabilidad y de crecimiento personal. Aquí tienes algunas pautas para reflexionar y mejorar:

  • Identifica tus propios patrones. Reflexiona sobre tus intenciones y sobre cómo comunicas: ¿Tus palabras coinciden con tus gestos o tu actitud? ¿Tus mensajes son claros o crees que podrían generar confusiones? ¿Estás evitando algún conflicto o tema incómodo? Ponte en el lugar de la otra persona: ¿Serías capaz de interpretar tu mensaje sin sentirte confundido/a?
  • Cuida la coherencia entre palabras y actos. Asegúrate de que tus palabras, lenguaje corporal y acciones estén alineados. Pregúntate: ¿Mi lenguaje corporal apoya y refuerza lo que digo? ¿Mis actos respaldan lo que pido o espero de otra persona? Por ejemplo, en lugar de decir «Haz lo que quieras» con un tono de disgusto, podrías expresar: «Prefiero esto, pero estoy abierto a discutir otras opciones».
  • Practica la escucha activa. A veces generamos dobles vínculos porque no prestamos suficiente atención al impacto de nuestras palabras. Escucha las respuestas de los demás y presta atención a sus reacciones para ajustar tu mensaje si notas confusión o incomodidad.
  • Fomenta la comunicación asertiva. Trabaja en expresar tus pensamientos y sentimientos de manera clara y respetuosa. De este modo, la comunicación asertiva te permitirá ser directo/a sin agredir ni caer en la pasividad o en comportamientos pasivo-agresivos.
  • Reconoce patrones en tus relaciones. Analiza si tiendes a generar mensajes contradictorios en ciertos contextos, como con tus hijos, tu pareja o con compañeros de trabajo. Identificar estos patrones te permitirá actuar con mayor claridad en el futuro.
  • Trabaja en tus inseguridades. El miedo al rechazo o la necesidad de control pueden llevarte a emitir mensajes confusos. Así que reflexiona sobre tus miedos y trabaja en fortalecer tu seguridad emocional para comunicarte de manera más auténtica.
  • Solicita feedback. Pide a personas cercanas que te ayuden a identificar si estás generando confusión porque escuchar cómo perciben tu comunicación puede ser clave para ajustar tu comportamiento.
  • Busca ayuda. Si te resulte difícil cambiar estos patrones, considera la posibilidad de iniciar un proceso terapéutico. Un profesional puede ayudarte a comprender las raíces de tus dinámicas comunicativas y a desarrollar estrategias para mejorar tu expresión emocional.

(Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantada de acompañarte en tu proceso)

Referencias bibliográficas

Bateson, G., Jackson, D. D., Haley, J., & Weakland, J. (1956). Toward a theory of schizophrenia. Behavioral Science, 1(4), 251–264

Boszormenyi-Nagy, I. & Spark, G. (1973). Lealtades invisibles: Reciprocidad en terapia familiar intergeneracional. Buenos Aires: Amorrortu

Moreno, A. (Ed.). (2014). Manual de Terapia Sistémica: Principios y herramientas de intervención. Bilbao: Desclée de Brouwer

Doble vínculo o Cuando los mensajes contradictorios son una trampa emocional

Doble vínculo (I): La trampa emocional de los mensajes contradictorios

Doble vínculo (I): La trampa emocional de los mensajes contradictorios 1254 836 BELÉN PICADO

Imagina que tu pareja te dice: «Confío en ti plenamente», pero al mismo tiempo revisa cada uno de tus movimientos, cuestionando tus decisiones y dejándote con la sensación de que nada de lo que haces es suficiente. O piensa en aquella vez en la que un familiar cercano te aseguró que podías contar con él en cualquier momento y, cuando realmente lo necesitaste, encontraste críticas o indiferencia en lugar de apoyo. Este patrón comunicativo en el que se emiten dos mensajes contradictorios a la vez se conoce como doble vínculo o doble vinculación.

Desde que nacemos, los seres humanos intercambiamos información no solo a través de palabras, sino también mediante gestos, miradas, el tono de voz… Cuando los mensajes que recibimos son opuestos, nos quedamos enredados en un estado de frustración e incertidumbre, sin saber qué interpretar o cómo actuar. Como si de una tela de araña se tratara, quedamos atrapados entre promesas de confianza y acciones que sugieren desconfianza o entre palabras que ofrecen cariño y gestos que transmiten rechazo.

La teoría del doble vínculo

El concepto de doble vínculo fue introducido en los años 50 por el antropólogo Gregory Bateson y su equipo de investigación en Palo Alto, California. Según Bateson, el doble vínculo describe una situación en la que una persona recibe mensajes opuestos de forma simultánea y generalmente en niveles diferentes de comunicación (explícita o implícitamente), lo que le deja sin posibilidad de actuar sin contradecir uno de los mensajes.

En sus inicios, la teoría del doble vínculo se planteó para explicar cómo se desarrollaba la esquizofrenia, sugiriendo que los patrones de comunicación incongruentes en el entorno familiar podrían contribuir a las alteraciones del pensamiento y del lenguaje asociadas a este trastorno. Aunque con el tiempo esta hipótesis fue descartada, la teoría ha resultado muy útil para comprender hasta qué punto el modo en que nos comunicamos influye en nuestra salud mental y cómo los mensajes contradictorios pueden impactar negativamente en nuestras emociones y comportamientos.

Doble vínculo y mensajes contradictorios

Se origina en la infancia

El doble vínculo suele originarse de manera inconsciente y está profundamente arraigado en patrones de comunicación que se desarrollan durante la infancia. Algunos de los más comunes son:

  • Comunicación Incoherente. Cuando somos niños dependemos de los adultos para interpretar el mundo y construir vínculos emocionales seguros. Sin embargo, si nuestros cuidadores nos transmiten mensajes contradictorios, como consolarnos verbalmente mientras muestran actitudes de rechazo, internalizaremos esta ambigüedad como parte de nuestra experiencia emocional. Una madre que dice a su hijo «Siempre estaré aquí para ti», pero sistemáticamente ignora o minimiza sus emociones, enseña al niño un modelo de comunicación ambigua que él normalizará con el tiempo.
  • Expectativas irreales o contradictorias. Algunas familias imponen demandas imposibles de cumplir, dejando a la persona que las recibe en una posición indefensa en la que, haga lo que haga, se equivocará. Por ejemplo, si en mi casa siempre se ha promovido la independencia como un valor esencial, pero al mismo tiempo se me exige consultar todas las decisiones importantes, me están generando un dilema irresoluble. Si consulto, me sentiré mal porque estoy quebrantando ese principio de independencia y si no consulto, también me sentiré mal porque no estoy cumpliendo con la norma familiar. Este tipo de situaciones favorecen que se generen tensiones en la familia y conflictos de lealtades que pueden dañar profundamente las relaciones.
  • Evitación del conflicto directo. En entornos donde se evita el conflicto a toda costa, el miedo a enfrentar problemas de manera abierta conduce a formas de comunicación evasivas o poco claras. Sería el caso de alguien que no se atreve a expresar que algo le molesta por temor a generar tensiones y, cuando le preguntan qué le ocurre, responde con un «Nada, todo está bien». O muestra su descontento a través del sarcasmo o el silencio. Estas actitudes, lejos de solucionar el problema, lo único que hacen es alimentar la confusión de la otra persona, que no entiende qué está ocurriendo, y deteriorar la relación.
  • Parentalización y abandono encubierto. La parentalización ocurre cuando, en la familia, el niño asume roles y responsabilidades propios de un adulto. Por ejemplo, cuidar de los padres, tomar decisiones familiares o actuar como mediador emocional. En este contexto, el doble vínculo puede manifestarse de diversas formas:
    • Expectativas opuestas. Se espera que el niño sea obediente y sumiso, pero también que demuestre iniciativa y asuma responsabilidades propias del cuidador. Es decir, se le exige obediencia como hijo, pero también que actúe con la autonomía y madurez de un adulto. Esto crea un dilema imposible de resolver, ya que cumplir con una expectativa implica fallar en la otra.
    • Falsa libertad. Algunos padres se muestran especialmente permisivos y aparentan dar mucha libertad al niño evitando ponerle límites. Sin embargo, lo que están haciendo realmente es delegar en él la responsabilidad de manejar situaciones que no le corresponden. Esta aparente independencia oculta un abandono emocional que el niño no puede gestionar.
    • Confusión de roles. Al ocupar un rol parental, el niño internaliza un modelo de relación en el que no hay claridad sobre responsabilidades ni sobre expectativas, perpetuando patrones de comunicación contradictorios que pueden repetirse en sus relaciones futuras.

(En este blog puedes leer el artículo “Parentalización: Niños que ejercen de padres (y sus consecuencias)”)

Doble vínculo y mensajes contradictorios

Imagen de peoplecreations en Freepik

Características del doble vínculo

Hay varias condiciones que deben cumplirse para que tenga lugar una situación de doble vínculo:

  • Se produce entre dos o más personas y, generalmente, una de ellas se encuentra en una posición de autoridad o tiene algún tipo de influencia sobre la otra. Esta diferencia de ‘estatus’ hace que la otra se sienta cohibida e incapaz de responder o hacer algo para evitar el malestar que supone un mensaje contradictorio o una situación ambigua.
  • Es recurrente. No se trata de algo puntual, sino de situaciones que se repiten de forma reiterada hasta establecer un patrón y convertirse en el estilo comunicativo predominante en la relación. Todos somos contradictorios de vez en cuando, el problema surge cuando este tipo de comunicación se hace habitual y la sensación de no saber qué esperar del otro o cómo responder pasa a ser una constante.
  • Se da en relaciones significativas. La doble vinculación suele producirse en relaciones en las que existe un fuerte vínculo emocional: padres e hijos, parejas, amigos cercanos… Estas relaciones están cargadas de expectativas, lo que hace que los mensajes opuestos tengan un impacto más profundo.
  • Es habitual que se den dos mensajes contradictorios, aunque puede ser más. Se transmite simultáneamente un mensaje positivo de manera explícita y otro negativo de forma implícita, creando una contradicción entre lo que se dice y lo que se expresa con el lenguaje no verbal. Esta incoherencia hace que el receptor no sepa cuál de los mensajes priorizar.
  • Hay una expectativa de ser recompensado. En la mayoría de los casos está presente la esperanza de una recompensa emocional, como el amor, la aceptación o la validación. Es este deseo lo que impulsa a intentar cumplir con las demandas contradictorias y también lo que mantiene a la persona atrapada en la relación pese al daño emocional que le genera.
  • No hay salida. Cuando alguien recibe un mensaje ambiguo, se encuentra en una posición en la que cualquier respuesta que dé será incorrecta o insuficiente. La situación se complica aún más cuando la persona intenta buscar claridad o señalar la contradicción, ya que el emisor puede interpretarlo como una falta de respeto o un cuestionamiento a la relación. Así que, al final, es este último quien controla completamente la interpretación del mensaje. Y el receptor, por su parte, queda sin recursos para responder de manera adecuada. Esto genera una profunda sensación de impotencia, porque siente que, haga lo que haga, siempre estará equivocado.
Doble vínculo y mensajes contradictorios

Imagen de shurkin_son en Freepik

Algunos ejemplos de doble vinculación

Para que sea más fácil identificar si somos víctimas de un doble vínculo o, si de forma inconsciente, somos nosotros quienes lo estamos favoreciendo, os doy algunos ejemplos:

– Antonio le dice a su hija adolescente: «Quiero que confíes en mí y me cuentes todo lo que te pasa». Sin embargo, cada vez que la joven intenta compartir sus problemas, él reacciona con críticas o restando importancia a lo que le ocurre. Su hija, que acaba sintiendo que no importa lo que diga porque la van a juzgar igual, acaba optando por cerrarse y no compartir cómo se siente.

– La madre de Ricardo siempre está diciéndole cuánto le quiere. Pero cada vez que él intenta acercarse o buscar su cariño, ella le aparta o le tilda de «pesado». Ricardo se encuentra atrapado en un doble vínculo, ya que el mensaje verbal de su madre no coincide con el rechazo y el desinterés que muestran sus acciones.

– Hace tiempo que los padres de Ana no se llevan bien y que en casa se respira mucha tensión y hostilidad. Sin embargo, a nivel verbal, Ana siempre recibe el mensaje de que todo está bien y que nadie está enfadado. Esto hace que dude de sus propias percepciones.

– Tu novia te dice: «Necesito más espacio, no me gusta sentirme controlada». Pero cuando empiezas a espaciar tus mensajes y tus llamadas, te reprocha que no te preocupes por ella.

– Raquel se queja de que su marido Carlos nunca toma la iniciativa y le pide que sea más espontáneo y le proponga más planes. Sin embargo, cuando él organiza una salida sorpresa, ella lo critica por no haberle consultado. Ante esta actitud, Carlos se siente frustrado y confundido porque no entiende nada.

– Tu pareja te pregunta por qué estás tan callada y cuando te animas a compartir cómo te sientes, resopla y te replica: «Ya estás otra vez con lo mismo…». Esto te genera mucha confusión e inseguridad porque no sabes a qué atenerte.

– Manuel ha conocido a una chica en una aplicación de citas y está muy ilusionado. Ella continuamente le dice que tiene muchas ganas de conocerle en persona, pero pasan los días y las semanas y nunca tiene tiempo de quedar. O cancela en el último minuto.

– Un jefe le dice a su equipo: «Me gustaría que aportarais vuestras ideas». Sin embargo, siempre que alguien propone algo diferente, responde: «Eso no funcionará aquí». Los empleados sienten que no vale la pena exponer sus ideas.

– Tu compañero de trabajo se ofrece a ayudarte «en lo que necesites», pero cada vez que le pides su colaboración, pone excusas o muestra falta de interés.

– Esther recibe un mensaje de su amiga Rocío. Le dice que la echa mucho de menos y que le encantaría que fuese a su cumpleaños. Pero cuando llega el día y Esther se presenta en la celebración, Rocío  la ignora completamente.

Como habéis visto, en este artículo he explorado qué es el doble vínculo, cómo se origina y cómo identificarlo en nuestras relaciones. Sin embargo, comprenderlo es solo el primer paso. En la segunda parte (Doble vínculo (II): Cómo evitar sufrirlo y generarlo), analizo las consecuencias de estas dinámicas. Además, ofrezco estrategias para afrontarlas, tanto si las sufrimos como si, sin darnos cuenta, estamos contribuyendo a generarlas.

Referencias bibliográficas

Bateson, G., Jackson, D. D., Haley, J., & Weakland, J. (1956). Toward a theory of schizophrenia. Behavioral Science, 1(4), 251–264.

Boszormenyi-Nagy, I. & Spark, G. (1973). Lealtades invisibles: Reciprocidad en terapia familiar intergeneracional. Buenos Aires: Amorrortu.

Moreno, A. (Ed.). (2014). Manual de Terapia Sistémica: Principios y herramientas de intervención. Bilbao: Desclée de Brouwer

Qué es y cómo nos afecta el conflicto de lealtades en la familia

Qué es y cómo nos afecta el conflicto de lealtades en la familia

Qué es y cómo nos afecta el conflicto de lealtades en la familia 2000 1641 BELÉN PICADO

El conflicto de lealtades es bastante habitual en contextos donde las relaciones interpersonales son especialmente complejas, como en familias con vínculos tóxicos, entornos laborales con dinámicas de poder complicadas o situaciones de amistad conflictivas. Si nos centramos en las relaciones familiares, donde este fenómeno es más frecuente, podríamos definirlo como el estado de tensión o estrés que una persona experimenta cuando se siente atrapada entre sus necesidades individuales y las expectativas de su sistema familiar, cuando debe elegir entre diferentes miembros de dicho sistema, etc. Este tipo de conflicto, además, puede resultar especialmente doloroso cuando esa lealtad está profundamente enraizada en una historia familiar que ha ido tejiéndose de generación en generación.

En cuanto a las formas en que suele adoptar, no siempre son fáciles de identificar. Puede aparecer de una forma clara, como cuando nos vemos obligados a elegir bando durante una crisis familiar o cuando nos presionan para que ejerzamos de mediadores. Pero también hay modos mucho más sutiles. Si mis padres nunca fueron felices o recuerdo a mi madre siempre deprimida, es posible que viva como una deslealtad o como una traición buscar mi propia felicidad. Por eso, muchas personas se sienten culpables por estar bien sin saber explicarse por qué les ocurre.

Lealtad familiar mal entendida

La lealtad en el marco de la familia ayuda a que el sistema se mantenga en el tiempo. De hecho, cierto grado de adaptación a las leyes familiares contribuye a nuestro bienestar psicológico. Ahora bien, cuando se exige la adhesión ‘incondicional’ de la persona al sistema, se está obstaculizando su proceso de diferenciación, con los consiguientes problemas que esto tiene para su salud mental y emocional.

(En este blog puedes leer el artículo «Qué es la diferenciación y cómo influye para establecer relaciones sanas»)

Como explican Susan Forward y Craig Buck en su libro Padres que odian, obedecemos ciegamente las reglas familiares porque desobedecerlas equivaldría a una traición: «Todos tenemos estas lealtades que nos atan al sistema familiar, a nuestros padres y a sus creencias. Nos mueven a obedecer las reglas de la familia. Y si estas reglas son razonables, pueden proporcionar una estructura ética y moral a la evolución de un niño. Pero también hay familias donde las reglas se basan en deformaciones del rol de la familia y en percepciones grotescas o delirantes de la realidad. Obedecer ciegamente estas reglas conduce a comportamientos destructivos y contraproducentes».

Conflicto de lealtades en la familia

Cómo nos afecta psicológicamente el conflicto de lealtad

La presión emocional y la tensión que se sufre cuando uno se encuentra atrapado en un conflicto de lealtades puede tener un enorme impacto en nuestro bienestar:

  • Ansiedad al sentirnos divididos y constantemente preocupados por decepcionar a unos o a otros, por tomar la decisión ‘correcta’ o por temer las posibles consecuencias de nuestra elección.
  • Depresión. La angustia al encontrarse en una tesitura a la que no se encuentra salida ni solución puede desembocar en una depresión si dicha situación se prolonga mucho en el tiempo.
  • Culpa por no poder cumplir plenamente con las expectativas de todas las partes involucradas. Este sentimiento suele ir acompañado de vergüenza, especialmente si sentimos que estamos defraudando, lastimando o traicionando a alguien cercano.
  • Dificultades en la toma de decisiones al sentir que cualquier opción que elijamos supone sacrificar una lealtad para favorecer otra.
  • Baja autoestima. Esforzarnos continuamente por satisfacer demandas que suelen proceder de partes opuestas y vernos en el dilema de elegir entre personas que nos importan irá erosionando la confianza en nosotros mismos y nuestra autoestima. Independientemente de la opción que acabemos eligiendo.
  • Aislamiento social. Quienes se encuentran en medio de un conflicto de lealtades pueden llegar a sentirse muy solos. Además del miedo a que les juzguen o no les comprendan, sienten que no tienen a nadie con quien hablar sobre sus sentimientos y preocupaciones sin ‘traicionar’ a los suyos.
  • Patrones disfuncionales de comportamiento. A veces, para poder manejar este conflicto interno, se acaban desarrollando modos de conducta sumamente desadaptativos, como la evitación, el resentimiento o la sumisión.
  • Somatizaciones. El estrés emocional asociado con el conflicto de lealtades puede manifestarse en síntomas físicos, como dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, tensión muscular o trastornos del sueño, entre otros.
  • Confusión identitaria. A veces, la situación llega a ser tan dolorosa que acaba afectando a nuestro sentido de la identidad y a nuestro sentimiento de pertenencia dentro del sistema.
  • Dudas respecto a los propios valores. Es fácil que empecemos preguntándonos si estamos tomando la decisión correcta y, al final, acabemos cuestionando no solo nuestra conducta sino también nuestra propia ética e integridad.
  • Dificultades en las relaciones: El conflicto de lealtades puede generar muchos malentendidos, distanciamiento entre los diferentes miembros del sistema y, además, obstaculizar la creación y mantenimiento de otros vínculos (crear una familia propia, por ejemplo).

Por qué se produce

Algunas de los factores que intervienen en el origen de esta dolorosa situación:

1. Roles y expectativas familiares

Muchos sistemas familiares tienen roles muy definidos, de modo que cada miembro tiene un papel específico que le ha sido asignado consciente o inconscientemente. Lo que ocurre es que, a menudo, estos roles van acompañados de expectativas y responsabilidades muy difíciles de sostener. En este entorno, el conflicto de lealtades surge cuando la persona siente que debe cumplir con el papel que le han adjudicado, pero a la vez también quiere satisfacer sus propios deseos y necesidades.

Imaginad una familia en la que al hijo mayor le han adjudicado el rol de protector o cuidador, lo que implica que se espera que cuide de sus hermanos menores y medie en los conflictos familiares. Es posible que este joven quiera seguir sus propios intereses, como mudarse a otra ciudad para estudiar o trabajar. Pero, por un lado, siente una presión muy intensa para cumplir con las expectativas familiares y, por otro, experimenta un fuerte sentimiento de culpa por no poder equilibrar sus deseos personales con el papel que le han dado y que se siente obligado a cumplir.

2. Lealtades invisibles

Este concepto lo introdujo Ivan Boszormenyi-Nagy, uno de los pioneros de la terapia familiar sistémica. Las lealtades invisibles son vínculos afectivos y obligaciones hacia nuestra familia de origen que suelen surgir de mensajes y normas que se han ido internalizando a lo largo del tiempo y transmitiendo a través de generaciones. Son «invisibles» porque, al ser implícitas y no habladas, no siempre son evidentes o conscientes para la persona. Sin embargo, tienen un impacto significativo en cómo nos comportamos, tomamos decisiones y nos relacionamos.

Un adulto que ha crecido en una familia donde se valora el trabajo por encima de todo puede sentirse empujado a seguir el mismo camino, incluso si esto repercute negativamente en su salud o en sus relaciones. En este caso experimentará un conflicto de lealtades entre su deseo de ser un padre presente y su compromiso no consciente de repetir el patrón familiar de trabajo excesivo.

3. Triangulación

La triangulación se produce cuando una persona que está en conflicto con otra involucra a un tercero para conseguir mayor respaldo o disminuir su propio malestar. Ocurre, por ejemplo, cuando, durante un proceso de divorcio, cada uno de los miembros de la pareja trata de poner a sus hijos de su lado. Estos se ven entonces en medio de un conflicto de lealtades. Se sienten forzados a tomar partido o a equilibrar sus lealtades entre ambos progenitores, lo que puede generarles desde ansiedad y sentimientos de culpa a una gran confusión acerca del rol que deben cumplir en el sistema familiar.

(En este blog puedes leer el artículo “Triangulación narcisista, una técnica de manipulación tan sutil como cruel”)

El conflicto de lealtades es habitual en los procesos de divorcio.

Imagen de Freepik

4. Doble vinculación

La doble vinculación o doble vínculo ocurre cuando un individuo recibe mensajes contradictorios de diferentes miembros del sistema familiar, provocando una situación en la que cualquier decisión que se tome parece ser incorrecta. Se crea así una paradoja insostenible y sin una opción clara de resolución. El resultado: confusión, bloqueo en la toma de decisiones, tensiones en la familia y conflictos profundos, especialmente en términos de lealtades.

Además, en la medida en que mi relación con quien está emitiendo este mensaje contradictorio sea importante para mí, complicará aún más mi capacidad para manejar el conflicto de lealtad que se me está presentando.

Este podría ser el caso de Pablo, un adolescente a quien su padre le recuerda cada día que debe ser independiente y aprender a seguir su propio camino, mientras que su madre insiste en controlar todas sus actividades y cada una de sus decisiones. En estas circunstancias, el muchacho siente que cualquier cosa que haga será percibida como incorrecta por uno de los padres. Esto le provoca una gran confusión y mucha ansiedad, al no puede cumplir con las expectativas de ambos padres simultáneamente.

(En este blog puedes leer los artículos «Doble vínculo (I): La trampa emocional de los mensajes contradictorios» y «Doble vínculo (II): Cómo evitar sufrirlo y generarlo«)

5. Secretos familiares

Muchas lealtades patológicas se acogen a la ley del silencio para encubrir secretos familiares y traumas transgeneracionales (un hijo ilegítimo, una infidelidad de la bisabuela, un aborto clandestino, una tía que estaba «loca», etc.). Y bajo esta norma no escrita, los secretos y traumas van pasando a los descendientes. A menudo sin que estos sepan lo que pasó, pero sintiendo el peso y la presión de lo no dicho. El problema es que también van transmitiéndose el dolor y las secuelas emocionales de aquello de lo que no se habla y que llegado un momento ni siquiera se conoce.

Forward y Buck, explican cómo ciertos secretos pueden generar en sus miembros conflictos de lealtades difíciles de gestionar, sobre todo en los más pequeños. Y ponen el ejemplo de una familia que trata de mantener oculto el alcoholismo del padre:

«El niño debe estar siempre en guardia. Vive en el temor constante de que, por accidente, traicione a su familia y la ponga en evidencia. A fin de evitarlo, es frecuente que estos niños eviten hacer amigos y se conviertan en seres aislados y solitarios. Esta soledad los va hundiendo cada vez más en el pantano familiar. Y los lleva a cultivar un enorme y deformado sentido de la lealtad hacia las únicas personas que comparten su secreto: sus compañeros en la conspiración familiar. Una intensa y totalmente acrítica lealtad hacia sus padres llega a convertirse en su segunda naturaleza. Cuando llegan a la edad adulta, esa lealtad ciega sigue siendo en su vida un elemento destructivo, que los controla».

(En este blog puedes leer el artículo «¿Cómo afectan los secretos familiares a la salud mental y emocional?«)

6. Necesidad de pertenencia y de vinculación

Tanto biológica como psicológicamente, desde que nacemos necesitamos estar dentro de un grupo. No estarlo supone desprotección,  aislamiento o, incluso, la muerte. En este aspecto, la necesidad de pertenencia está indisolublemente ligada al concepto de lealtad familiar. Para mantenernos dentro del grupo tenemos que asegurar nuestra lealtad al sistema y esto es sano en la medida en la que nos ayuda a fortalecer nuestro sentido de pertenencia y nuestra seguridad. Sin embargo, puede convertirse en una dinámica muy tóxica cuando estas lealtades o mandatos son tan intransigentes y rígidos que entran en conflicto con nuestras necesidades individuales.

Esta necesidad de vinculación es lo que hace, por ejemplo, que muchas víctimas de un abuso sexual infantil opten por guarden silencio. En este caso, el conflicto de lealtades se produce cuando el agresor es un adulto del que el niño depende para su seguridad y protección. Si revela el abuso, traiciona y hace daño al adulto, pero ocultándolo aumentará su propia culpabilidad y vulnerabilidad.

7. Idealización del sistema familiar

A menudo el conflicto de lealtades va asociado a una idealización del sistema familiar. De manera consciente, la persona puede pensar que su familia «es perfecta». Sin embargo, a nivel inconsciente, es posible que sienta una gran confusión emocional y marcados conflictos internos relacionados con su lealtad al sistema. No son pocas las ocasiones en las que un hijo experimenta tal ansiedad y angustia a la hora de buscar su propio camino que opta por postergar o renunciar a sus sueños por temor a decepcionar a sus padres y a poner en peligro la «unión» familiar. O que los padres vean a las parejas de sus hijos como el enemigo y, de forma directa o indirecta, les presionen para que elijan. Es lo que ocurre en las familias aglutinadas.

(En este blog puedes leer el artículo «Familias aglutinadas: Cuando la lealtad familiar se vuelve tóxica«)

8. Patrones transgeneracionales

Las lealtades y los modelos de comportamiento van instalándose en la historia familiar  generación tras generación. A lo largo del tiempo va creándose una ‘herencia’ emocional y psicológica que influirá en las decisiones y comportamientos de los individuos dentro de la familia, aun cuando estos no se den cuenta de ello. Por ejemplo, conductas que se aprendieron en la familia de origen tienden a replicarse en generaciones posteriores, en las nuevas familias que van creándose. Esto puede incluir patrones de comunicación, formas de resolver conflictos, estilos de crianza, etc.

Igualmente se transmiten las creencias y valores familiares que, a menudo de manera implícita, dictan lo que se considera aceptable o inaceptable.

"Mis abuelos, mis padres y yo", Frida Kahlo

«Mis abuelos, mis padres y yo», Frida Kahlo

9. Necesidades parentales no satisfechas

La lealtad hacia la familia a menudo está vinculada a carencias, heridas y necesidades no satisfechas de los padres. Una baja autoestima o el miedo a quedarse solas lleva a algunas madres, por ejemplo, a aferrarse a sus hijos como a una tabla de salvación. O a hacer todo lo posible por mantenerlos cerca, aunque esto suponga recurrir a toda suerte de manipulaciones y enredos. Y esos hijos se sentirán obligados a cubrir las necesidades no satisfechas de sus progenitoras, incluso si va en contra de sus necesidades personales.

Porque si ‘traiciono’ a mamá o a papá lo que posiblemente se despertaría sería, por un lado, el sentimiento de culpa y, por otro, el miedo a perderlos o a que ocurra algo malo por no haber cedido a sus demandas.

Comunicación abierta, límites y ayuda profesional

Si te encuentras en un conflicto de lealtades, en primer lugar es importante que des a tus emociones la importancia que tienen. Ser leal a tu familia y a tus orígenes no implica que tengas que perder tu libertad o abandonar tus sueños.  Y mucho menos que no prestes atención a tus necesidades. En un conflicto de lealtades nunca hay una única solución correcta. Lo importante es tratar de ser fieles a nosotros mismos, así que pregúntate: «¿Qué necesito yo?».

Fomentar una comunicación abierta y honesta también te ayudará a aliviar la tensión. Si aprendemos a expresar nuestros sentimientos y preocupaciones contribuiremos a aclarar posibles malentendidos y también será más fácil encontrar soluciones que sean aceptables para todos.

Igualmente esencial es aprender a poner límites claros. Esto no significa que estemos rechazando al otro, sino que nos estamos cuidando. Debemos saber cuándo decir «no» y ser capaces de priorizar nuestras propias necesidades y bienestar.

Y si se te hace demasiado difícil sobrellevar la situación, no dudes en pedir ayuda profesional. A veces es necesario iniciar un proceso terapéutico donde aprender a navegar por esos sentimientos contradictorios que tanto malestar provocan y donde alcanzar una adecuada diferenciación que nos ayude a tomar nuestras propias decisiones sin sentir que estamos comprometiendo el amor que sentimos por nuestra familia. En terapia, además, desarrollarás nuevas estrategias para afrontar conflictos y situaciones problemáticas.

(Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en tu proceso)

Referencias bibliográficas

Boszormenyi-Nagy, I. & Spark, G. (1973). Las lealtades invisibles. Buenos Aires: Amorrortu.

Forward, S., & Buck, C. (1990). Padres que odian. Barcelona: Paidós.

Moreno, A. (Ed.). (2014). Manual de Terapia Sistémica: Principios y herramientas de intervención. Bilbao: Desclée de Brouwer

Una buena diferenciación pasa por mantener la propia individualidad y ser uno mismo sin perder la conexión emocional con los demás.

Qué es la diferenciación y cómo influye para establecer relaciones sanas

Qué es la diferenciación y cómo influye para establecer relaciones sanas 1196 876 BELÉN PICADO

Los seres humanos nos debatimos permanentemente entre la necesidad de pertenencia y la necesidad de ser autónomos. Si conseguimos mantener nuestra individualidad sin perder la conexión emocional con los demás, el resultado serán relaciones sanas y enriquecedoras. Para alcanzar este equilibrio necesitamos haber desarrollado un adecuado nivel de diferenciación, algo que depende, en gran medida, del ambiente familiar en el que hayamos crecido.

El concepto de diferenciación se lo debemos al psiquiatra estadounidense Murray Bowen. Hace referencia al nivel de independencia emocional que desarrollamos ya desde el seno familiar y a nuestra capacidad de ser autónomos sin sentirnos excluidos del grupo. También tiene que ver con la habilidad para diferenciar la propia experiencia interna (sensaciones, emociones, pensamientos) de la de los demás.

Según Bowen, el proceso de diferenciación del self (o diferenciación de sí mismo) se va desarrollando a dos niveles: el nivel intrapsíquico, que refleja cómo nos relacionamos con nosotros mismos, y el nivel interpersonal, que tiene que ver con el modo en que establecemos vínculos con los demás.

Nivel intrapsíquico: diferenciando emociones de pensamientos

Está relacionado con la habilidad para distinguir entre pensamientos y emociones, de modo que la persona puede escoger cómo actuar y también elegir si recurrir a su parte cognitiva o emocional en función de lo que sea más conveniente, tanto para ella como para la situación en la que se encuentra.

Este nivel cuenta con dos componentes: reactividad emocional y posición del yo.

  • La reactividad emocional es la tendencia a reaccionar a situaciones de estrés con un alto nivel de activación y de manera irracional.
  • La posición del yo se refiere a la habilidad para poder experimentar y comunicar los propios pensamientos y sentimientos sin necesidad de modificarlos para cumplir las expectativas de los demás y sin responsabilizar al otro de lo que yo pienso o siento.

Por ejemplo, alguien con un bajo nivel de diferenciación intrapsíquica encontrará dificultades para pensar con claridad y tenderá a actuar de forma hipersensible o impulsiva, empujado por la ansiedad o la intensidad emocional. O bien, se irá al otro extremo: adoptará una actitud excesivamente racionalizadora y evitará el contacto, lo que le dificultará comprender tanto sus propias emociones como las ajenas.

Por el contrario, una persona con un adecuado nivel de diferenciación tiene una visión realista de sí misma, así como de sus propios valores, prioridades, necesidades… Es capaz de alcanzar sus metas sin tener que renunciar a relacionarse con otros, pero también sin necesidad de depender de ellos. Como sabe distinguir pensamientos y emociones, podrá vivir estas con intensidad y, a la vez, pensar con claridad antes de actuar. Y algo también muy importante: no se abrumará ante los sentimientos de otros.

Una persona con un adecuado nivel de diferenciación tiene una visión realista de sí misma.

Nivel interpersonal: Buscando el equilibrio entre autonomía y conexión emocional

Este nivel hace alusión a la capacidad para mantener el equilibrio entre la propia autonomía y la intimidad con los otros. La persona diferenciada sabe estar emocionalmente próxima a los demás sin llegar a fusionarse y sin perder su propia identidad. Asimismo, comprende que el afecto, el amor y la aprobación de otros es algo muy deseable, pero no indispensable, lo que le ayuda a establecer compromisos sanos.

En cambio, quien tiene un bajo nivel de diferenciación será muy reactivo emocionalmente a los dictados de los miembros de la familia de origen o a las expectativas de personas significativas. Y reaccionará ante ello adaptándose o rebelándose.

Bowen distingue varios estilos relacionales en el nivel interpersonal:

  • Fusión con los otros. Se produce cuando hay una implicación emocional excesiva en las relaciones íntimas. Un ejemplo sería renunciar a mantener el propio criterio asumiendo el del otro para evitar conflictos y desencuentros. Además, hay mucho miedo al abandono y ansiedad ante la distancia o la separación, lo que favorece la dependencia emocional. Este estilo estaría relacionado con el apego inseguro ambivalente o ansioso.
  • Corte emocional. Tendencia a manejar la ansiedad en las relaciones poniendo distancia emocional y/o física. Se trata de personas que, al tener poca capacidad para establecer lazos emocionales de intimidad, tienden a la evitación del contacto físico y emocional. Este estilo se correspondería con el apego inseguro evitativo o distanciante.
  • Dominio de los otros. Ocurre cuando a alguien le cuesta tolerar opiniones distintas a la suya o es propenso a presionar a los demás para que se amolden a sus propios intereses. Son personas tajantes y dogmáticas que suelen enzarzarse en continuas luchas de poder.

Cuando la diferenciación es baja, tanto la proximidad como la distancia son una amenaza: «Si me acerco demasiado, me atrapas», «Si me distancio demasiado, te pierdo» o «Necesito el contacto, pero temo que me invadas».

Diferenciación y apego

Al nacer, el bebé depende totalmente de la madre para, poco a poco, ir separándose de ella y encontrando su propia individualidad. Precisamente para que se genere un estilo de apego seguro es necesario que los cuidadores encuentren un delicado equilibrio entre favorecer la autonomía del niño permitiéndole explorar y, a la vez, sean base segura y refugio cuando el pequeño lo necesite.

A medida que el niño crece como una persona separada de su madre (primero física y luego emocionalmente), va adquiriendo habilidades para sentir, pensar y actuar por sí mismo al tiempo que aprende a establecer relaciones con los demás. Este proceso de diferenciación adquiere una especial importancia en la adolescencia, etapa en la que se experimenta una mayor necesidad de tomar distancia de la familia de origen. Se empieza también a cuestionar el modelo parental y se da más prioridad a los iguales. En este periodo, tan importante en la formación de la identidad, cuanta mayor diferenciación de las figuras de apego, mejor capacidad para tomar decisiones propias. Y también mayor probabilidad de que el adolescente se convierta en un adulto flexible, autónomo e independiente emocionalmente.

Una buena diferenciación está relacionada con un estilo de apego seguro.

De generación en generación

Nuestro grado de diferenciación está estrechamente relacionado con el de nuestras figuras de apego. Es de esperar que unos cuidadores bien diferenciados favorezcan a su vez una diferenciación adecuada en sus hijos. En estos sistemas, cuando se produzcan cambios propios del ciclo vital de la familia (nacimientos, adolescencia, enfermedades, emancipación de un hijo ya adulto, etc.) se podrán transitar de forma natural, respetando la autonomía de sus miembros, pero sin perder la conexión emocional y la capacidad de apoyo.

Sin embargo, una familia poco diferenciada tenderá a ser exigente y demandante e impedirá la diferenciación de sus integrantes. Es el caso de las familias aglutinadas, donde no solo hay una confusión de roles, sino también un exagerado sentido de pertenencia y un concepto de la lealtad familiar mal entendido, priorizando el sentido de grupo en detrimento de la autonomía personal. ¿El resultado? Hijos indiferenciados, bien con tendencia a la fusión o bien con tendencia a la desconexión emocional.

Los primeros actuarán de manera dependiente, dando excesiva importancia a sus relaciones por encima de su propia identidad. En cuanto a los ‘desconectados’, es posible que pongan distancia o, incluso, que corten todo vínculo con el sistema. Sin embargo, muy probablemente buscarán crear una «familia sustituta» en otras relaciones (amigos, parejas), donde seguirán adoptando la misma dinámica que con la familia de origen. Es decir, cuando en uno de esos grupos o dentro de la pareja se genere alguna tensión o conflicto, la persona huirá de nuevo de la situación. Y así una y otra vez. También puede ocurrir que una persona que corte totalmente el contacto con un padre crítico o negligente, por ejemplo, acabe depositando en su pareja o en sus hijos esa necesidad de aprobación o cuidados que no recibió en su día.

Generalmente, cuando una familia bloquea u obstaculiza el proceso de diferenciación de sus miembros hay varias generaciones previas que hicieron lo mismo. Y es que el grado de diferenciación va transmitiéndose de una generación a la siguiente. José de Jesús Vargas Flores y colaboradores lo explican en el artículo La dinámica de la familia y la diferenciación: «De manera implícita, el individuo lleva internalizados los conflictos, problemas, formas de ver la vida y soluciones que han pertenecido a sus padres y a generaciones pasadas. Tanto, que es difícil que sea detectado por la persona».

La diferenciación según el género: «Shame»

La falta de diferenciación suele manifestarse de forma distinta en hombres y mujeres. En su Manual de Terapia Sistémica, Alicia Moreno utiliza la película Shame (Steve McQueen, 2011) como ejemplo para explicar estas diferencias:

«El protagonista es adicto al sexo, está enganchado a pornografía en Internet, se masturba y tiene encuentros sexuales con desconocidas de forma compulsiva. Evita cualquier contacto emocional y no tiene ninguna relación significativa, de pareja o amistad. Cuando su única hermana, con la que habitualmente evita tener contacto, aparece en su casa a pedirle ayuda, su nivel de ansiedad (y su compulsión) se disparan; no puede tolerar su exceso de emocionalidad y actitud tan dependiente hacia él y los hombres de los que permanentemente se ‘engancha’. En la película queda implícito que ambos fueron víctimas de unos padres muy dañinos, y que no han tenido ningún otro vínculo familiar protector.

Desde el punto de vista de la diferenciación, ambos tienen un nivel similar. El ‘enganche’ emocional de ella y el ‘enganche’ sexual de él y su ‘alergia’ a los vínculos afectivos serían las dos caras de la misma moneda. Los extremos de fusión o hiper-individualidad que representan de forma exagerada y estereotipada los roles característicos de hombres y mujeres con una baja diferenciación. Él desconecta de sus emociones y de todo contacto personal significativo (cut-off), dando una imagen de triunfador seguro de sí mismo centrado en sus logros profesionales. Ella, por el contrario, parece una persona desbordada por sus necesidades de dependencia, sin capacidad para pensar con claridad ni hacerse cargo de su vida, cuya responsabilidad deposita en otros (en este caso, en su hermano igualmente frágil e incapaz de tolerar la intensidad de un vínculo afectivo)».

Michael Fassbender y Carey Mulligan en "Shame"

Michael Fassbender y Carey Mulligan en «Shame».

Cómo obtener una buena diferenciación

Mejorar nuestro grado de diferenciación respecto a la familia de origen conlleva esfuerzo y constancia. Y también supondrá un impacto en nuestro entorno para el que debemos prepararnos. Cuando el cambio comience a producirse, lo más probable es que haya reacciones en ese entorno en un intento por restablecer el antiguo equilibrio.

Algunas pautas para mejorar nuestro grado de diferenciación:

  • Tomar conciencia sobre nuestro modo de relacionarnos y también conocer en profundidad cómo funcionan nuestros diferentes sistemas relacionales (amigos, familia, pareja, etc.). Esto nos ayudará a generar vínculos más sanos y auténticos.
  • Distinguir patrones emocionales disfuncionales y transformar el papel que jugamos en ellos. Es necesario que nos atrevamos a expresar, de forma calmada y reflexiva, nuestra perspectiva sobre temas emocionalmente relevantes para nosotros. Independientemente de quién esté a favor o en contra.
  • Identificar nuestras necesidades, establecer nuestros valores o trazar nuestros proyectos vitales.
  • Salir de esa posición de dependencia que lleva a buscar la aprobación de los demás, a depositar la responsabilidad en otros (por ejemplo, en unos padres que vemos como inadecuados) o a seguir aferrados a determinadas expectativas familiares que no son las nuestras.
  • Abordar asuntos pendientes, duelos no resueltos o conflictos de lealtades con la familia de origen, en vez de poner distancia.
  • Ir paso a paso. Como indica Moreno, «los movimientos hacia la diferenciación deben ser cuidadosos y modestos. En lugar de intentar dar un gran paso en una relación muy fusionada (p. ej., confrontar a mi madre con el hecho de que voy a dejar de una vez de ‘hacer de madre’ con ella, y que necesito que ella me cuide), es preferible elegir pequeñas acciones que vayan en dirección al cambio (compartir con ella algunas de las dificultades que tengo en mi vida; pedirle que me cocine algo rico; decirle que esta vez no le puedo prestar dinero».
  • Pedir ayuda profesional. Abandonar un patrón que lleva acompañándonos toda la vida no es tarea fácil. Si el proceso te resulta demasiado complicado, no dudes en pedir ayuda profesional. (Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en tu proceso)
Referencias bibliográficas

Kerr, M. E. y Bowen, M. (1988). Family evaluation: An approach based on Bowen theory. W W Norton & Co.

Moreno, A. (2014). Manual de Terapia Sistémica. Bilbao: Desclée de Brouwer.

Vargas, J. J., Ibáñez, E.J y Mares, K. (2016). La dinámica de la familia y la diferenciación. Alternativas en psicología, 33, 133-159.

En las familias aglutinadas hay un concepto de lealtad mal entendida.

Familias aglutinadas: Cuando la lealtad familiar se vuelve tóxica

Familias aglutinadas: Cuando la lealtad familiar se vuelve tóxica 1280 1054 BELÉN PICADO

Teresa tiene 20 años y está en la universidad. Hace unas semanas llegó a mi consulta porque su ansiedad había llegado a tal extremo que temía no poder presentarse a los exámenes. Estudia Derecho, como antes hicieron su padre y su hermano, e incluso colabora en el bufete familiar. En realidad, a ella lo que siempre le gustó fue Historia del Arte; de hecho, se ha planteado cambiar de carrera. Pero sabe que sus padres lo vivirían como una traición y ella, en sus propias palabras, «no podría vivir con esa carga». Por si fuera poco, el chico con el que ha empezado a salir tampoco es del agrado de su familia y está planteándose romper con él para evitar tensiones. Teresa pertenece a una de  esas familias aglutinadas caracterizadas por una tendencia a favorecer el bien del grupo por encima de cualquier necesidad individual.

La familia constituye un sistema dinámico y abierto en continua transformación y la interacción entre sus miembros es tan importante como el respeto a la individualidad de cada uno. Pero para que esta interacción funcione son necesarios límites que regulen las relaciones, tanto entre la familia y el exterior como entre los propios integrantes del sistema.

Límites claros, rígidos y difusos

Según Salvador Minuchin, creador de la terapia familiar estructural, las familias deben funcionar con unos límites adecuados que ayuden a mantener relaciones saludables. Estos límites pueden ser de tres tipos: claros, rígidos y difusos.

Unos límites claros facilitarán la interacción afectiva entre los diferentes miembros a la vez que se respetan los espacios y las funciones de cada uno en el día a día familiar. En este entorno saludable las personas se sienten cómodas compartiendo sus pensamientos y sentimientos sin temor a verse invadidas, juzgadas o rechazadas. El tiempo que se comparte con la familia es importante, pero se respeta también el tiempo en solitario.

Los límites rígidos son propios de las familias desligadas. Los miembros suelen estar aislados entre sí e interactúan con mucha distancia, tendiendo a priorizar la individualidad sobre el grupo. Por este mismo motivo, en estas familias la comunicación y la expresión emocional son bastante difíciles.

Si los límites son difusos, que es lo que ocurre en las familias aglutinadas, habrá una confusión de roles, un exagerado sentido de pertenencia y un concepto de la lealtad familiar mal entendido. Se priorizará el sentido de grupo en detrimento de la autonomía personal. Y en este tipo de familias es en el que vamos a profundizar un poco más.

Cuando los límites son difusos, como ocurre en las familias aglutinadas, hay una confusión de roles.

Exagerado sentido de pertenencia: «Todos para uno y uno para todos»

En la familia aglutinada se pone siempre por delante el sentido de pertenencia, aunque ello suponga que sus miembros pierdan gran parte su autonomía en beneficio del bien grupal. Por una parte, esto aumenta la distancia entre lo que es la familia y lo que está fuera de ella, que muchas veces se ve como peligroso o negativo. De hecho, es habitual que se establezcan unas fronteras rígidas y se rechace o critique todo lo que venga de fuera.

Sin embargo, por otro lado, esa frontera desaparece dentro del propio sistema. Esto significa que todos saben de todos y todos pueden inmiscuirse en la vida de todos, sin importar roles ni jerarquía dentro de la familia y esto incluye a hermanos, primos, tíos, abuelos…

Cuando el aislamiento respecto al exterior se hace muy acusado, puede llegar a haber dificultades de cara a relacionarse con personas ajenas al sistema. Por ejemplo, a la hora de incorporar a la nueva pareja de uno de los miembros. La familia es lo primero y quien venga de fuera tendrá que adaptarse o será criticado o rechazado.

Jerarquía poco definida y confusión de roles

Una de las características de las familias en las que existen unos límites claros es que las jerarquías entre sus diferentes miembros también están bien definidas. Según afirma Minuchin en su libro Familias y terapia familiar: «Debe existir una jerarquía de poder en la que los padres y los hijos posean niveles de autoridad diferentes».

En las familias aglutinadas, por el contrario, los límites difusos van de la mano de jerarquías de autoridad poco claras. Un ejemplo lo tendríamos en la madre que habla con sus hijos abiertamente sobre temas que pertenecen a la intimidad conyugal. O en los hijos que, desde la misma posición de autoridad que los padres, toman decisiones que no se corresponden con su rol o intervienen de forma directa en los problemas de los padres como pareja (parentalización).

(En este blog puedes leer el artículo Madres narcisistas, sobreprotectoras, ausentes… 25 pistas para identificarlas)

Este tipo de jerarquía poco definida también favorece que dentro de la familia haya vínculos emocionales de tipo simbiótico («Soy la mejor amiga de mi hija; no tenemos secretos entre nosotras»).

Pérdida de la autonomía individual

Los hijos de familias aglutinadas suelen encontrar grandes dificultades para independizarse y tener una vida propia. De hecho, aun de adultos es muy probable que sigan a la sombra de sus progenitores y sientan que su propia identidad consiste en ser un buen hijo o una buena hija. Incluso casados, pueden llegar a necesitar la aprobación paterna para tomar cualquier decisión acerca de cómo resolver algún problema en su matrimonio o con sus propios hijos.

Dentro de casa tampoco se favorece la intimidad, ni se respeta el espacio privado de cada miembro. Tanto la autonomía como la intimidad y el espacio propio se ven como señal de egoísmo.

En las familias aglutinadas se da prioridad al bien del grupo sobre las necesidades individuales.

Sin espacio para la diferenciación

El concepto de diferenciación se lo debemos al psiquiatra estadounidense Murray Bowen. Hace referencia al nivel de independencia emocional que desarrollamos los seres humanos ya desde el seno familiar y también está relacionado con nuestra capacidad de ser autónomos sin sentirnos excluidos del grupo. Esta autonomía, además, nos permite ver con mayor objetividad lo que ocurre dentro de dicho grupo, en este caso la familia.

Lo que ocurre en las familias aglutinadas es que las relaciones entre sus miembros son tan excesivamente cercanas que no permiten la diferenciación. Esta circunstancia es perjudicial, sobre todo, en la adolescencia ya que se obstaculiza el desarrollo de la formación de la identidad.

En estos sistemas, en los que no está bien visto ser distinto, se entorpece cualquier intento por diferenciarse. Y en casos extremos, cualquier conato de un miembro por encontrar su propio camino será vivido por la familia como una traición y el ‘rebelde’ pasará a convertirse en la ‘oveja negra’.

Lealtad mal entendida

Seguir un camino académico o laboral diferente al de la familia (como le ocurre a la joven de la que os hablaba al principio del artículo), proseguir con una relación que no ha sido aprobada por los padres, romper con la tradición de comer todos los domingos en la casa familiar o, simplemente, faltar a un cumpleaños de un pariente se percibe como una traición en las familias aglutinadas.

A menudo este concepto de lealtad mal entendida va unido a una idealización del sistema familiar. De manera consciente, la persona puede pensar que su familia «es perfecta». Sin embargo, a nivel inconsciente, puede haber una gran confusión emocional. Un sentimiento de tristeza, de estar perdido, que puede expresarse en forma de anestesia emocional (no sentir nada, normalizar todo) o de llanto incontrolable. No son pocas las ocasiones en las que un hijo experimenta tal ansiedad y angustia a la hora de buscar su propio camino que opta por postergar o renunciar a sus sueños por temor a decepcionar a sus padres.

También se verá como una deslealtad, por ejemplo, que uno de los hijos rechace el rol que se había elegido para él. Es el caso de familias en las que, implícitamente, se espera que la hija menor renuncie a su propio proyecto personal para quedarse al cuidado de los padres mayores. Se trata de una costumbre que muchas veces se transmite de generación en generación, lo que conlleva que no cumplirla se tome como una traición.

(En este blog puedes leer el artículo «Qué es y como nos afecta el conflicto de lealtades en la familia«)

Dificultades para afrontar los conflictos

En algunas ocasiones y si el problema excede la capacidad de afrontamiento de la familia, el conflicto se ignorará o se ocultará. Esto último ocurre, sobre todo, de cara al exterior (“Los trapos sucios se lavan en casa”).

Dentro del núcleo de las familias aglutinadas es habitual que sea complicado mantenerse al margen de enfrentamientos o discusiones entre sus integrantes. Si están todos presentes, todos opinarán y participarán en la discusión.

Por otra parte, el hecho de que todos los miembros se muestren excesivamente implicados en cualquier conflicto aumentará las probabilidades de que el estrés repercuta en la familia al completo. Y esto, a su vez, reducirá las posibilidades de poder ofrecerse una ayuda efectiva entre ellos.

Aprender a poner límites

Atreverte a decir «no» y a defender tu derecho a tener tu propia identidad y tu propio espacio no es fácil cuando perteneces a una familia aglutinada. Es normal que experimentes culpa, que te sientas como el malo de la película y que te toque enfrentarte a algún que otro conflicto. Pero marcar límites no es sinónimo de ser desleal, sino todo lo contrario. Te ayudará a oxigenar tus relaciones familiares y a posicionarte de una manera más sana, objetiva y respetuosa, no solo contigo mismo sino también con los demás.

Las familias pasan por diferentes etapas en su ciclo vital y es necesario aprender a adaptarse a ellas. Que un hijo quiera independizarse y crear su propia familia o que tenga un criterio diferente al de sus padres, por ejemplo, no significa que esté traicionando al clan.

Es cierto que la cohesión familiar es necesaria para superar las dificultades, pero no de una forma rígida, sino con la suficiente flexibilidad para actuar de manera adecuada ante las situaciones que vayan apareciendo. Por ejemplo, contando con una red de apoyo externa a la que acudir en caso de necesidad. Todos necesitamos de todos y la familia no es una excepción.

Si perteneces a una familia aglutinada, rescata sus fortalezas, como el apoyo o la capacidad de cuidar ‘a la manada’. Pero si hay algo que no te hace bien o te produce malestar, no tienes por qué quedarte con ello.

En resumen, mantener la unión familiar no significa que tengamos que estar unos pegados a otros defendiendo un pensamiento único. Cohesión y unión familiar es conservar una distancia adecuada permitiendo al otro desarrollarse. Es funcionar cada uno desde su espacio y estar en disposición de ayudar a quien lo necesita, pero permitiendo que antes lo intente con sus propios recursos y sin responsabilizarnos de sus problemas. Y también es permitir a cada miembro desarrollar su propio criterio, por muy diferente que sea al del núcleo familiar.

Los secretos familiares pueden ser fuente de traumas y heridas emocionales

¿Cómo afectan los secretos familiares a la salud mental y emocional?

¿Cómo afectan los secretos familiares a la salud mental y emocional? 1053 900 BELÉN PICADO

En casi todas las familias hay temas que está prohibido tocar y no son pocos los casos en los que algunos miembros ni siquiera saben por qué. Generalmente mantenemos oculto todo aquello que nos produce vergüenza, dolor o culpa y que no ha sido posible procesar psicológicamente. A menudo, trauma y secretos familiares van unidos.

Los grandes asuntos tabú que suelen ocultarse en las familias tienen que ver con el origen o el nacimiento de alguno de sus miembros (adopciones, hijos fuera del matrimonio); enfermedades mentales; muertes en determinadas circunstancias (suicidios, asesinatos, abortos, muertes a una edad temprana); secretos sexuales (incestos, abusos, infidelidades), asuntos de dinero (ruinas, escasez, pérdidas de juego, herencias); o temas relacionados con guerras o emigraciones.

Lo privado y lo secreto

Es importante aclarar la diferencia entre lo privado y lo secreto. Todos tenemos derecho a proteger nuestra intimidad y a guardar determinadas situaciones o vivencias personales solo para nosotros o compartirlo con quienes deseemos. Tampoco hacen daño ciertos secretos. Por ejemplo, el lenguaje propio que pueden inventar dos niños para que nadie más pueda entenderlos. De hecho, estas conductas ayudan al niño a crear un mundo interno propio y diferente del de los adultos.

En este artículo os hablo sobre esos secretos que conllevan un importante desgaste emocional para quien los posee e influyen negativamente en la comunicación interpersonal. Se trata de secretos que pueden repercutir en la toma de decisiones e, incluso, en la salud mental y emocional tanto de los que conocen la verdad como de los que la ignoran. El grado de participación de varias generaciones (hijos, padres, abuelos…) también determina la gravedad y trascendencia de lo que se oculta.

Hay secretos familiares que conllevan un importante malestar emocional.

¿Por qué aparecen los secretos en las familias?

Generalmente los secretos parten de una situación que, quien los guarda, considera vergonzosa y dolorosa para su entorno. Así que la información se reprime y se esconde hasta llegar a ser parte del inconsciente familiar. Es habitual que se oculten ciertos hechos o informaciones esgrimiendo motivaciones como las de proteger a otros miembros de la familia (generalmente a los hijos), no hacerles daño o no crearles un ‘trauma’. Sin embargo, de forma implícita, también se busca evitar el miedo, la culpa y/o la vergüenza que supondría desvelar una verdad que resulta inaceptable. Se pretende seguir viviendo como si no pasara nada. Como si por ocultar la basura debajo de la alfombra y no hablar de ella fuera a desaparecer. Pero la realidad es que lo evitado siempre encuentra un canal para volver.

Los secretos también pueden crearse a partir de un hecho traumático, debido a la incapacidad de quien lo sufre de hacerle frente. Esta persona reprime y niega dicho episodio. A través del silencio, busca defenderse de su propio sufrimiento y evitar daño al resto de sus seres queridos. Sin embargo, este dolor puede transmitirse a sus descendientes. Es posible que un miembro de la siguiente generación empiece a manifestar síntomas que no comprende, ni sabe de dónde vienen. En algunos casos son un efecto de ese acontecimiento significativo vivido en la familia y ocultado.

Deterioro en la comunicación y las relaciones interpersonales

Algunos efectos que tienen los secretos sobre el sistema familiar:

  • Contribuyen a arrebatar a los integrantes de la unidad familiar la posibilidad de aprender a hacerse cargo, elaborar y superar sus propias dificultades. Esto puede ocurrir, por ejemplo, cuando la madre no cuenta a su hijo que su padre se ha suicidado, para ‘protegerle’.
  • Dificultan el establecimiento de relaciones saludables y honestas. Evitar hablar de un hecho doloroso para eludir el sufrimiento tiene efectos nocivos en la comunicación. Primero se intentará no hablar de ese evento en particular y poco a poco la evitación se irá generalizando a otros temas. De este modo, el silencio y la desconfianza se instalarán en la unidad familiar deteriorando cada vez más la comunicación y las relaciones.
  • Favorecen el aislamiento, la tristeza y, en ocasiones, la depresión al no poder procesar algo que la persona percibe, pero que no coincide con lo que su familia le está mostrando.
  • Generan jerarquías de poder y coaliciones que obstaculizan la comunicación y que a veces se convierten en herramientas de control de unos sobre los otros.
  • Originan altos niveles de ansiedad. Mantener un secreto hace que la persona esté permanentemente alerta para que no se le descubra.
  • Mantienen encadenados a los miembros de la familia, estableciendo una lealtad disfuncional (conflicto de lealtades) y dificultando la separación necesaria para crear relaciones sanas fuera del sistema.
  • El secreto opera como una cortina de humo que, aunque no se ve, entorpece la vida familiar. Es como tener un elefante en la habitación, de cuya presencia nadie parece percatarse. Esta metáfora suele utilizarse para referirse a una verdad evidente que es ignorada o a un tema espinoso en el que todos prefieren mirar a otro lado. Sería el caso de un hijo homosexual que vive con su pareja y los padres se refieren a este como “un amigo”, sin llegar nunca a reconocer la orientación sexual de su hijo.

Los secretos de familia • Dificultan el establecimiento de relaciones saludables y honestas.

El alto precio del silencio

Cuando se niegan hechos traumáticos y se convierten en secretos, el precio que paga la familia por guardar silencio puede ser muy alto. Al no poder exteriorizarse, esas verdades ocultas intentarán reprimirse, pero acabarán manifestándose a través de miedos, obsesiones, somatizaciones, conductas disfuncionales…

Estos síntomas se repetirán generación tras generación hasta que esas verdades sean habladas, procesadas, recolocadas y comprendidas. Por ejemplo, es posible que aparezcan problemas de conducta o aprendizaje en los primeros años del colegio de niños que conviven en este tipo de familias. Y es que los niños, aunque creamos que no se enteran de nada, perciben la angustia que están experimentando los adultos cercanos a ellos. Y no solo eso. Cuando lleguen a la edad adulta, es muy probable que fracasen a la hora de crear y mantener vínculos afectivos. Porque la sensación de que se les está ocultando algo se mantendrá en algún lugar del inconsciente y contribuirá a generar desconfianza.

Además, en muchas ocasiones la verdad acaba saliendo a flote y no siempre lo hace de la mejor forma o en el momento más adecuado. Para un hijo descubrir por casualidad o por terceras personas que le han mentido sobre quién es su padre o cuál es su origen puede ser mucho más doloroso y difícil de asumir que si se lo hubieran dicho desde un principio.

Antes de divulgar un secreto…

Compartir verdades de la historia familiar, por dolorosas que sean, ayuda a fortalecer los vínculos y sentar una base de confianza, honestidad, resiliencia y aprendizaje. Pero es esencial cuidar el cómo y el cuándo. Si estás decidido a divulgar un secreto familiar, antes de lanzarte:

  • Analiza la situación. ¿Cómo afectará a la persona o personas a quienes se lo revelarás? ¿Eso que vas a decir es algo que cambiará tu relación con los demás miembros de tu familia o las relaciones entre ellos? ¿Cómo crees que responderías tú?
  • Elige bien el momento. No es buena idea hacerlo durante una celebración familiar, por ejemplo. Aunque todos estén presentes y parezca que así será más rápido y fácil, el hecho de que en estas ocasiones suela haber mucha emoción en el ambiente no te va a ayudar.
  • Actúa con responsabilidad. Piensa si estás preparado para afrontar a corto y largo plazo las consecuencias de tu revelación, ya que no son pocas las ocasiones en las que al revelar un secreto se destapan muchos otros.

Antes de divulgar un secreto familiar, analiza bien la situación.

Ejerciendo de detectives

Investigar en la cronología familiar nos va a ayudar a comprender por qué las cosas fueron cómo fueron, por qué mi madre es tan miedosa o se preocupa tanto por todo, por qué en casa no se habla del suicidio del tío o de las infidelidades del abuelo, etc. Conocer la propia historia y la historia familiar contribuye también a ampliar nuestra consciencia y ver de dónde pueden venir algunas cosas. Por ejemplo, podemos descubrir por qué somos tan vergonzosos o por qué nunca terminamos las cosas que empezamos.

Ahora bien, en caso de sospechar que en tu familia se oculta algo, antes de convertirte en detective, pregúntate si realmente quieres saber la verdad. ¿Estás preparado o preparada para manejar una información que podría cambiar tu vida y la de otros? Ten presente que, según sea el secreto, necesitarás un proceso de readaptación y reacomodación interna que puede ser difícil y doloroso.

En este proceso puede ayudarte mucho contar con la ayuda de un profesional. A veces no es posible descubrir y sacar a la luz ciertos secretos. Pero igualmente se puede trabajar en terapia con lo “no dicho”, con esos lemas familiares que nos “hemos tragado sin masticar” y también con esas emociones que llevamos dentro y no son nuestras (vergüenza, culpa, ira…). Los traumas y las heridas emocionales tienden a transmitirse, de generación en generación y a través de los lazos familiares, hasta que alguien consciente detiene el proceso. (En caso de que necesites ayuda, puedes ponerte en contacto conmigo y te atenderé lo antes posible)

“Lo que es callado en la primera generación, la segunda lo lleva en el cuerpo” (Françoise Dolto, psicoanalista francesa)

Puede interesarte

Película

Frozen. En esta producción de la factoría Disney se muestran claramente cómo influyen ciertos secretos en generaciones posteriores. Documentándome sobre el tema, he encontrado un artículo muy interesante que os recomiendo: Frozen: Los secretos familiares y sus consecuencias.

POLÍTICA DE PRIVACIDAD

De conformidad con lo dispuesto en el Reglamento General (UE) Sobre Protección de Datos, mediante la aceptación de la presente Política de Privacidad prestas tu consentimiento informado, expreso, libre e inequívoco para que los datos personales que proporciones a través de la página web https://www.belenpicadopsicologia.com (en adelante SITIO WEB) sean incluidos en un fichero de “USUARIOS WEB Y SUSCRIPTORES” así como “CLIENTES Y/O PROVEEDORES”

Belén Picado García como titular y gestora del sitio web que visitas, expone en este apartado la Política de Privacidad en el uso, y sobre la información de carácter personal que el usuario puede facilitar cuando visite o navegue por esta página web.

En el tratamiento de datos de carácter personal, Belén Picado Psicología garantiza el cumplimiento del nuevo Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea (RGPD). Por lo que informa a todos los usuarios, que los datos remitidos o suministrados a través de la presente serán debidamente tratados, garantizando los términos del RGPD. La responsable del tratamiento de los datos es Belén Picado García.

Belén Picado García se reserva el derecho de modificar la presente Política de Protección de Datos en cualquier momento, con el fin de adaptarla a novedades legislativas o cambios en sus actividades, siendo vigente la que en cada momento se encuentre publicada en esta web.

¿QUÉ SON LOS DATOS PERSONALES?

Una pequeña aproximación es importante, por ello, debes saber que sería cualquier información relativa a una persona que facilita cuando visita este sitio web, en este caso nombre, teléfono y email, y si adquiere algún producto necesitando factura, solicitaremos domicilio completo, nombre, apellidos y DNI o CIF.

Adicionalmente, cuando visitas nuestro sitio web, determinada información se almacena automáticamente por motivos técnicos como la dirección IP asignada por tu proveedor de acceso a Internet.

CALIDAD Y FINALIDAD

Al hacer clic en el botón “Enviar” (o equivalente) incorporado en nuestros formularios, el usuario declara que la información y los datos que en ellos ha facilitado son exactos y veraces. Para que la información facilitada esté siempre actualizada y no contenga errores, el Usuario deberá comunicar, a la mayor brevedad posible, las modificaciones de sus datos de carácter personal que se vayan produciendo, así como las rectificaciones de datos erróneos en caso de que detecte alguno. El Usuario garantiza que los datos aportados son verdaderos, exactos, completos y actualizados, siendo responsable de cualquier daño o perjuicio, directo o indirecto, que pudiera ocasionarse como consecuencia del incumplimiento de tal obligación. En función del formulario y/o correo electrónico al que accedas, o remitas, la información que nos facilites se utilizará para las finalidades descritas a continuación, por lo que aceptas expresamente y de forma libre e inequívoca su tratamiento con acuerdo a las siguientes finalidades:

  1. Las que particularmente se indiquen en cada una de las páginas donde aparezca el formulario de registro electrónico.
  2. Con carácter general, para atender tus solicitudes, consultas, comentarios, encargos o cualquier tipo de petición que sea realizada por el usuario a través de cualquiera de las formas de contacto que ponemos a disposición de nuestros usuarios, seguidores o lectores.
  3. Para informarte sobre consultas, peticiones, actividades, productos, novedades y/o servicios; vía e-mail, fax, Whatsapp, Skype, teléfono proporcionado, comunidades sociales (Redes Sociales), y de igual forma para enviarle comunicaciones comerciales a través de cualesquier otro medio electrónico o físico. Estas comunicaciones, siempre serán relacionadas con nuestros tema, servicios, novedades o promociones, así como aquellas que considerar de su interés y que puedan ofrecer colaboradores, empresas o partners con los que mantengamos acuerdos de promoción comercial. De ser así, garantizamos que estos terceros nunca tendrán acceso a sus datos personales. Siendo en todo caso estas comunicaciones realizadas por parte de este sitio web, y siempre sobre productos y servicios relacionados con nuestro sector.
  4. Elaborar perfiles de mercado con fines publicitarios o estadísticos.
  5. Esa misma información podrá ofrecérsele o remitírsele al hacerse seguidor de los perfiles de este sitio web en las redes sociales que se enlazan, por lo que al hacerte seguidor de cualquiera de los dos consientes expresamente el tratamiento de tus datos personales dentro del entorno de estas redes sociales, en cumplimiento de las presentes, así como de las condiciones particulares y políticas de privacidad de las mismas. Si desean dejar de recibir dicha información o que esos datos sean cancelados, puedes darte de baja como seguidor de nuestros perfiles en estas redes. Además, los seguidores en redes sociales podrán ejercer los derechos que la Ley les confiere, si bien, puesto que dichas plataformas pertenecen a terceros, las respuestas a los ejercicios de derechos por parte de este sitio web quedarán limitadas por las funcionalidades que permita la red social de que se trate, por lo que recomendamos que antes de seguir nuestros perfiles en redes sociales revises las condiciones de uso y políticas de privacidad de las mismas.

BAJA EN SUSCRIPCIÓN A NEWSLETTER Y ENVÍO DE COMUNICACIONES COMERCIALES

En relación a la baja en la suscripción de los emails enviados, le informamos que podrá en cualquier momento revocar el consentimiento prestado para el envío de comunicaciones comerciales, o para causar baja en nuestros servicios de suscripción, tan solo enviando un correo electrónico indicando su solicitud a: belen@belenpicadopsicologia.com indicando: BAJA SUSCRIPCIÓN.

DATOS DE TERCEROS

En el supuesto de que nos facilites datos de carácter personal de terceras personas, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 5.4. LOPD, declaras haber informado a dichas personas con carácter previo, del contenido de los datos facilitados, de la procedencia de los mismos, de la existencia y finalidad del fichero donde se contienen sus datos, de los destinatarios de dicha información, de la posibilidad de ejercitar los derechos de acceso, rectificación, cancelación u oposición, así como de los datos identificativos de este sitio web. En este sentido, es de su exclusiva responsabilidad informar de tal circunstancia a los terceros cuyos datos nos va a ceder, no asumiendo a este sitio web ninguna responsabilidad por el incumplimiento de este precepto por parte del usuario.

EJERCICIO DE DERECHOS

El titular de los datos podrá ejercer sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición dirigiéndose a la dirección de email: belen@belenpicadopsicologia.com. Dicha solicitud deberá contener los siguientes datos: nombre y apellidos, domicilio a efecto de notificaciones, fotocopia del DNI I o Pasaporte.

MEDIDAS DE SEGURIDAD

Este sitio web ha adoptado todas las medidas técnicas y de organización necesaria para garantizar la seguridad e integridad de los datos de carácter personal que trate, así como para evitar su pérdida, alteración y/o acceso por parte de terceros no autorizados. No obstante lo anterior, el usuario reconoce y acepta que las medidas de seguridad en Internet no son inexpugnables.

CAMBIOS Y ACTUALIZACIONES DE ESTA POLÍTICA DE PRIVACIDAD

Ocasionalmente esta política de privacidad puede ser actualizada. Si lo hacemos, actualizaremos la “fecha efectiva” presente al principio de esta página de política de privacidad. Si realizamos una actualización de esta política de privacidad que sea menos restrictiva en nuestro uso o que implique un tratamiento diferente de los datos previamente recolectados, te notificaremos previamente a la modificación y te pediremos de nuevo tu consentimiento en la página https://www.belenpicadopsicologia.com o contactando contigo utilizando la dirección de email que nos proporcionaste. Te animamos a que revises periódicamente esta política de privacidad con el fin de estar informado acerca del uso que damos a los datos recopilados. Si continúas utilizando esta página web entendemos que das tu consentimiento a esta política de privacidad y a cualquier actualización de la misma.

 

 
Nuestro sitio web utiliza cookies, principalmente de servicios de terceros. Defina sus preferencias de privacidad y / o acepte nuestro uso de cookies.