Desde el momento del diagnóstico, sobrevivir al cáncer se convierte en el principal propósito de quien lo padece. Por suerte, la ciencia en el campo oncológico ha avanzado mucho y la tasa de supervivencia es cada vez mayor. Sin embargo, cuando llega el ansiado momento, y por fin se supera la enfermedad, junto a la alegría y el alivio surgen otro cúmulo de emociones con las que no se contaban y que no siempre se saben manejar.
Según el Informe sobre las necesidades de los supervivientes de cáncer elaborado por el Grupo Español de Pacientes con Cáncer (GEPAC), para seis de cada diez personas que han pasado por un cáncer el miedo a la recaída es el mayor problema a nivel emocional y más de la mitad declaran sufrir angustia, ansiedad y preocupación. Y es que volver a la normalidad después de una experiencia traumática como un cáncer lleva su tiempo. No solo se trata de recuperarse físicamente, sino también mental y emocionalmente.
Miedo a que el cáncer vuelva
El temor a la recidiva es uno de los principales temores del superviviente. No hay que sentirse culpable por ello ni ignorar ese sentimiento con la esperanza de que desaparezca. Suele disminuir con el tiempo, aunque hay ciertos eventos que pueden revivirlo, como el aniversario del diagnóstico o el momento de acudir a una revisión. Asumir, aceptar e, incluso, expresar estos temores ayudará a mitigarlos. Además, adoptar hábitos saludables (llevar una alimentación sana, hacer deporte y dormir lo suficiente) contribuirá a aumentar la sensación de control sobre la propia vida.
Por otra parte, en muchas ocasiones el personal sanitario no informa al paciente, una vez ha finalizado su tratamiento, de las secuelas que puede tener y de cuánto pueden tardar en desaparecer, si es que desaparecen. Así, cuando el cansancio, por ejemplo, persiste, la persona se asusta, piensa que quizás no esté tan bien como había pensado y un sinfín de cosas más. Esta angustia, sin duda, se reduciría si se informara adecuadamente de qué pueden esperar los supervivientes.
La recaída no es el único temor tras sobrevivir al cáncer. Durante el tratamiento oncológico, el enfermo se ha sentido cuidado y protegido. Pero una vez que el oncólogo da por superada la enfermedad, esa sensación de protección deja paso a un profundo sentimiento de vulnerabilidad, desvalimiento y soledad que se une a los síntomas físicos que aún perduran.
El superviviente ha de enfrentarse ahora a una vida sin el tratamiento que le controlaba la enfermedad y con visitas mucho menos frecuentes al hospital, así como con una disminución del contacto con los profesionales sanitarios, lo que le genera una gran inseguridad.
Reincorporarse al ámbito laboral y social
La reincorporación laboral es muy positiva en el sentido de que ayuda a normalizar la vida del superviviente, contribuye a aumentar su autoestima y favorece su reinserción social. No obstante, a veces volver al trabajo no resulta fácil. Tanto en el entorno laboral como en el de las relaciones sociales, hay personas que desconocen las consecuencias de sufrir un cáncer y creen, equivocadamente, que uno ya puede reintegrarse totalmente a sus actividades diarias al poco de dejar el tratamiento.
Ante estas actitudes, el superviviente de cáncer siente que no se le permite compartir su posible malestar físico y emocional y experimenta profundos sentimientos de aislamiento, soledad, incomprensión e, incluso, culpa por no poder acelerar su total recuperación. Es cierto que muchas personas se reincorporan al mundo laboral y recuperan su vida social sin grandes problemas, pero otras han de adaptarse a secuelas físicas y psicológicas del tratamiento.
Respecto a las relaciones sociales, con el paso del tiempo algunos supervivientes perciben una reducción del apoyo social. El temor de muchas personas a ofender al afectado con preguntas o comentarios acerca de su estado o la simple sensación de “no sé qué decirle” pueden conducir a ausencias prolongadas que suelen interpretarse por el expaciente como falta de interés y apoyo.
Un duelo postergado
Son numerosos los expacientes que ven cómo sus niveles de ansiedad se incrementan y aparecen también síntomas depresivos cuando todo ha terminado. Muchos informan de que no han llorado durante toda la enfermedad y desde que han finalizado el tratamiento no dejan de hacerlo. En realidad, el proceso es como una carrera de fondo: mientras uno está corriendo no se puede parar a pensar en cómo se siente; solo lo puede hacer una vez ha llegado a la meta. En el caso de los enfermos de cáncer, cuando están recibiendo tratamiento, toda su energía y su atención están concentradas en los aspectos médicos de la enfermedad: en sobrevivir, en gestionar las toxicidades, en aprender los nombres de los tratamientos, etc.
Es cuando ya están en casa, tranquilos, cuando realmente son conscientes de lo que les ha ocurrido. Es entonces cuando hacen el duelo por la enfermedad, lo que también conlleva un desgaste físico y emocional. Y no solo por la enfermedad en sí, sino también por tareas vitales postergadas y que quizás nunca se puedan realizar (la maternidad, por ejemplo), por la salud que se perdió y que no volverá a ser como antes, por los amigos que a veces se pierden por el camino, por la pérdida de ciertos roles (el de cuidador, el laboral…). El cáncer implica muchos duelos, que conllevan sentimientos de rabia, impotencia y también culpa.
El papel de la familia
Para la familia también es un proceso complejo. Con frecuencia los familiares están tan deseosos de ver a la persona recuperada que a veces no ven las secuelas psicológicas y emocionales que ha podido dejar la enfermedad. Asumen que sobrevivir al cáncer supone volver a la normalidad nada más terminar con el tratamiento y presionan mucho para que así sea. Sin embargo, la realidad es que el superviviente no puede porque se cansa, tiene dolores, etc.
En estos casos, un psicólogo puede ayudar a la familia a tener expectativas realistas de lo que la persona puede y no puede hacer. El objetivo es no presionarle exigiendo de él una reinserción total nada más acabar los tratamientos y dándole el tiempo necesario para recuperarse.
En el ámbito de la pareja, cuando se han producido alteraciones en la imagen corporal, el temor al rechazo por parte del superviviente puede sumarse al temor de su pareja a hacerle daño físico o a no saber como comportarse y dar lugar a un distanciamiento y a acentuar la angustia. Ante esta situación, el terapeuta puede ayudar a crear espacios de confianza donde ambos miembros de la pareja puedan expresar sus miedos abiertamente. (Si estás en alguna de las situaciones que se exponen en este artículo no dudes en ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en el proceso)
Crecer con el cáncer
Afortunadamente, no todos son aspectos negativos. También hay pacientes que después de sobrevivir al cáncer han aprendido de la enfermedad. Han empezado a valorar más las cosas importantes de la vida y a disfrutarla más ahora que se han visto enfrentados a la posibilidad de morir. Aprenden a poner las cosas en perspectiva y dan más importancia a las relaciones personales y a otros valores que antes tenían olvidados. Aprenden a cuidarse como no lo habían hecho nunca y a priorizar lo que realmente merece la pena. Muchos, además, empiezan a realizar actividades que no se habían permitido. Este conjunto de cambios vitales positivos recibe el nombre de crecimiento postraumático. Es frecuente en mujeres con cáncer de mama, aunque también se ha observado en personas que han sufrido otras patologías médicas graves.
Muchas gracias. Como paciente con reciente tratamiento de un Linfoma de Hodgkin, me siento identificado con casi todo lo que has puesto.
Mañana en mi blog diario desde que empecé con la quimio lo enlazaré. Me parece muy bueno.
Gracias