El síndrome de la silla vacía nos afecta especialmente en Navidad.

Afrontar el duelo en Navidad o el síndrome de la silla vacía

Afrontar el duelo en Navidad o el síndrome de la silla vacía 1254 836 BELÉN PICADO

La Navidad es la época del año más deseada para unos… y también la más temida para otros. Y no es que, por sí misma, provoque tristeza o ansiedad. Es el significado que le demos cada uno y a qué situaciones la asociemos. Si estas fechas son el momento en que por fin puedo reunirme con mi familia después de muchos meses, posiblemente estaré deseando que lleguen. Pero la situación es muy diferente para otras muchas personas, entre ellas aquellas que han perdido a alguien y tendrán una silla vacía en su mesa. Y, precisamente en este artículo, vamos a hablar del síndrome de la silla vacía y de cómo afrontar el duelo en Navidad.

Pero, ¿qué es exactamente el síndrome de la silla vacía? Llamamos así al conjunto de sentimientos (tristeza, desasosiego, vacío, angustia, inquietud, etc.) que se experimentan ante la falta de un ser querido y que se sienten de una manera más intensa en fechas señaladas como estas. Este sentimiento es aún mayor si la pérdida ha sido reciente o si nos enfrentamos a las primeras navidades sin esa persona.

En particular, el dolor se agudizará en determinados momentos y con ciertos detalles, como el instante de sentarnos a la mesa, el de intercambiar los regalos, el de brindar, cuando escuchamos ese temido «Cómo lo llevas» o, simplemente, cuando alguien nombra a la persona fallecida. A medida que se acercan estos días, solo pensar en enfrentarse a esa temida silla vacía ya genera malestar. Y es que a la ausencia se unen el propio dolor y ver cómo el resto del mundo disfruta de unas fiestas que para nosotros ya nunca volverán a ser igual.

También es posible que sintamos que retrocedemos en nuestro proceso de duelo, cuando ya estábamos empezando a ‘levantar cabeza’. Sin embargo, son etapas que tenemos que pasar. Es normal estar tristes, sin fuerzas e, incluso, enfadados porque no entendemos cómo los demás pueden seguir con su vida mientras nosotros estamos rotos por dentro. Pero también es una oportunidad para ventilar estas emociones, al mismo tiempo que para honrar la memoria de nuestro ser querido e, incluso para unir más a la familia y a los amigos.

En Navidad es cuando más sentimos la ausencia de los seres queridos que ya no están.

Algunas creencias erróneas sobre el duelo y la Navidad

Recordar a mi ser querido y hablar de él aumentará mi sufrimiento

En realidad, evitar hablar de la persona fallecida solo aumentará la intensidad del dolor y sentiremos mucho más su ausencia que si nos permitimos nombrarla o recordarla. Igualmente dañino es que, para evitar desbordarnos nosotros, prohibamos a otros expresar su propia tristeza. Es importante comprender que es en estos días cuando más necesitamos acompañarnos y compartir nuestro dolor. Además, hablar de quien ya no está nos ayudará a liberar emociones, favorecerá la conexión emocional y hará que nos sintamos comprendido y apoyados.

Si empiezo a llorar, me desbordaré y amargaré a los demás

Permitirnos llorar tampoco aumentará el sufrimiento. Al fin y al cabo, esas lágrimas son una muestra natural y espontánea del amor que aún profesamos a nuestro ser querido, de cuánto nos importaba y de cómo le echamos de menos. En cuanto al miedo a desbordarnos, es más probable que nos ocurra si llevamos mucho tiempo conteniendo las lágrimas. Y si esto llega a ocurrir, no va a pasar nada. Tenemos todo el derecho del mundo y será totalmente normal y comprensible. Tampoco pasa nada porque nuestros hijos o los niños de la familia nos vean. Si nos permitimos llorar delante de ellos, aprenderán que mostrar emociones no es algo malo y que cuando uno está triste, lo normal es que llore.

Y si en tu caso lo que temes es amargar al resto, recuerda que todos están sintiendo, si no lo mismo, algo muy parecido a lo que estás experimentando tú. Y quizás tampoco se atrevan a expresarse para no molestarte a ti o a los demás. Lo habitual en estas ocasiones especiales, es que la familia se ponga la máscara social de «todo está bien» o «ya lo tenemos superado» cuando no es así. Es como tener un elefante en la habitación, de cuya presencia nadie parece percatarse (esta metáfora suele utilizarse para referirse a una verdad evidente que es ignorada o a un tema espinoso en el que todos prefieren mirar a otro lado).

No tengas miedo de ser el primero en hablar o en expresar tus emociones. No solo te liberarás tú, sino que ayudarás que los otros también lo hagan. Es probable que al principio cueste y duela, pero a todos os beneficiará emocionalmente.

Si me lo paso bien estaré traicionando su memoria

Muchas personas en duelo creen que si dejan de experimentar dolor por un rato o si disfrutan de la cena de Nochebuena, por ejemplo, están faltando al respeto a la persona que han perdido. O es posible que sientan que están mostrando de cara al exterior que el fallecido no era tan importante para ellas. Y esto no es así. No es necesario quedarse enganchado al dolor y a la culpa para recordar a quien ya no está. Si no sabes si celebrar o no, puede resultarte de ayuda pensar en lo que la persona que falta habría querido.

Lo mejor es celebrar la Navidad como siempre, como si nada hubiera pasado

Vivir la Navidad como si nada hubiera pasado es un modo de protegernos, de hacer como si nada hubiese ocurrido. Pero no es una estrategia adaptativa porque la realidad es que sí hay algo importante que ha ocurrido. Y es que esa persona ya no está. Ni estará. Y tragarte tu dolor para que nadie te vea sufrir no hará que te duela menos.

En algunas familias hay una especie de acuerdo tácito, no explícito, de celebrar las fechas señaladas como siempre, evitando hablar o expresar cualquier emoción que no sea una alegría y una felicidad «de cartón piedra». Esta estrategia de afrontamiento, totalmente desadaptativa, solo obstaculiza el proceso de duelo y empeora las cosas. Porque los sentimientos siguen ahí dentro y encontrarán el modo de salir y no precisamente de un modo adecuado. Al final la tensión, fruto de los esfuerzos por mantener el tipo se traducirá, como mínimo, en agotamiento, irritabilidad y mucha ansiedad.

Irme lejos o suprimir cualquier celebración me ayudará a superar antes la pérdida

También puede ocurrir lo contrario. Que la tristeza y el dolor (o la culpa) te dejen sin ganas de celebraciones. Que solo tengas ganas de meterte en la cama y no salir hasta después de Reyes. En estas circunstancias, puede resultar muy tentador cancelar cualquier celebración o reunión relacionada con las Navidades. O irse de viaje, cuanto más lejos mejor y donde nada ni nadie te recuerde lo sucedido. Y si así lo decides es una opción natural y humana. Pero recuerda que tu dolor y tus recuerdos no se van a quedar aquí, te acompañarán allá donde vayas. Y antes o después tendrás que enfrentarte a fechas señaladas que te recordarán la ausencia de tu ser querido. Puedes posponer esos momentos, pero no evitarlos eternamente. Y, al final, el dolor será mayor si no lo afrontas. Porque cada vez será más difícil romper ese hábito de evitación.

Permítete llorar si es lo que necesitas.

Construir una nueva Navidad es posible

Está claro que la vida no volverá a ser la misma. Pero está en nuestras manos construir una Navidad diferente, en la que podamos abrir un espacio a nuevas costumbres, a la vez que mantenemos otras que nos ayuden a recordar desde el amor y la gratitud y no desde el sufrimiento.

  • Convoca una reunión familiar previa. Haz una reunión, incluyendo a los niños, antes de que lleguen las fiestas para que todos podáis poner en común vuestras necesidades. Hablad sobre qué cosas van a resultaros más difíciles de sobrellevar a cada uno, que necesitáis, qué temores tenéis, qué costumbres deseáis mantener y cuáles queréis cambiar. Escuchaos mutuamente y estableced una estrategia común de colaboración para que todos os sintáis lo más cómodos posible. Veréis que este encuentro previo ya supondrá un importante cambio en vuestra manera de comunicaros y luego las celebraciones fluirán de un modo mucho más natural. Si eres tú quien está en duelo, es importante que tus allegados sepan con claridad qué esperas de ellos y cómo necesitas que te acompañen.
  • Incluye a tu ser querido en tus rituales. Los rituales ayudan a regular las emociones y a procesar el dolor. Busca algún modo de tener presente a la persona ausente en los momentos más señalados, tanto si los pasas en familia como si los vives en privado. Puedes poner alguna foto suya o algún objeto que le perteneciera en algún lugar destacado, hacer un brindis en su honor, dedicarle unas palabras de recuerdo y agradecimiento o, si todos los presentes lo preferís, guardar unos instantes de silencio. Otra idea es mantener una vela encendida durante las reuniones o, incluso, durante todas las fechas navideñas. Recordar lo que le gustaba, compartir anécdotas, ver fotografías… os ayudará a mantener presente el recuerdo, pese a la ausencia.
    Y si hay algo especial que hacíais con él o con ella en estas fechas, no dejéis de hacerlo. Aunque no pueda acompañaros, es otro modo de rendirle homenaje. Además de conservar ciertas costumbres, también pueden introducirse nuevos rituales.
  • No es momento de hacerse el/la fuerte, pide ayuda. Si este año no tienes fuerzas para organizar la cena de Nochebuena o para ocuparte de gestiones de las que te habías encargado hasta ahora, pide a alguien que te eche una mano o delega esos quehaceres. Apóyate en los tuyos y no te obligues a hacer aquello para lo que no te sientes capaz.
  • Permítete llorar, si es lo que necesitas. Escúchate y presta atención a tus necesidades. Permitirte expresar libremente tus emociones y compartirlas con otros miembros de la familia no solo te liberará y te aliviará, sino que facilitará la conexión entre vosotros. Y si en algún momento te sientes demasiado abrumado o abrumada por la tristeza, siempre tienes la opción de buscar un sitio para llorar con tranquilidad. Puedes avisar a alguien de tu confianza para que te dejen hasta que te puedas incorporarte de nuevo a la reunión, o, por el contrario, para que te acompañen y no te dejen solo.
  • No te automediques. No son pocas las personas que aumentan por su cuenta el consumo de antidepresivos y ansiolíticos en estas fechas en un intento de suprimir el sufrimiento. Recuerda que así solo anestesiarás el dolor, pero no desaparecerá. No hay pastilla mágica que elimine la tristeza por una pérdida.
  • Pide ayuda profesional. No tienes que pasar por esto en soledad. Si sientes que la tristeza y la angustia te desbordan, no dudes en contactar con un profesional. Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y te ayudaré en lo que necesites.
  • No te olvides de los niños. En cualquier decisión que toméis en la familia, es necesario contar con los niños, incorporarlos en reuniones y rituales y no apartarlos con la excusa de ‘protegerlos’. Al fin y al cabo, se trata de unas fechas muy pensadas para ellos y suprimir las celebraciones puede afectarles mucho. Ellos, a su manera, también están viviendo el duelo y necesitan expresar sus emociones y sentir el calor familiar. Si ven que los adultos comparten sus sentimientos sin temor, los normalizarán y reaccionarán de la misma manera.
  • Vive el aquí y ahora. Por muy duro que resulte pensarlo, es posible que el año que viene haya más sillas vacías en nuestra mesa o que, incluso, seamos nosotros los que faltemos. Así que aprovechemos el momento presente para disfrutar de lo que tenemos hoy y de la presencia de los que quedan.

Construir una nueva Navidad es posible.

Termino con un fragmento del libro Una cadira buida (Una silla vacía), en el que su autora, Emi Armengol, habla sobre las primeras Navidades que pasó sin su hijo:

«Me costó mucho pasar las primeras Navidades sin ti, hijo. Cuando llegaban estas fechas me sentía inmensamente triste. Pero con el tiempo y muchos esfuerzos este vacío y este dolor han dejado paso a una inmensa estimación, una añoranza intensa, una sensación de presencia dentro de mí. Hoy, día de Navidad, te pienso especialmente y en todos los días de Navidad que te sobreviva será así. Es la tercera Navidad sin ti. Hoy alzo los ojos y recuerdo el escenario en el que tú también estabas. Repaso momentos pasados y siento tu voz que pregunta: ¿Quién viene a comer hoy?. Escucho tu risa cuando abrías un regalo especial y yo abría vuestros regalos. Poco a poco, tomo conciencia de un sentimiento dentro de mí: nadie podrá quitarme el trozo de historia que hemos compartido. Ahora me siento preparada para afrontar la Navidad y el resto de días que me queden».

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