Existe un dolor para el que nadie está preparado: la muerte de un ser querido. Y, aunque se trata de una experiencia universal, cada uno lo afrontamos de forma diferente. En cualquier caso, transitar este camino es necesario para poder seguir adelante sin esa persona que ya no está. En la mayoría de los casos el proceso avanza de forma natural hasta llegar a la aceptación de la pérdida. Sin embargo, hay circunstancias que lo obstaculizan y lo bloquean hasta desembocar en un duelo patológico (también llamado duelo complicado, duelo inconcluso o duelo no resuelto). Como el tema es muy amplio, en este artículo me centro en las características y en los tipos que hay. Y, para terminar, os hablo de Katla, serie de Netflix que, precisamente, tiene en los duelos inconclusos su tema principal.
El psiquiatra Mardi Horowitz define el duelo complicado como «la intensificación del duelo a un nivel en que la persona está desbordada, recurre a conductas desadaptativas o permanece inacabablemente en este estado sin avanzar en el proceso del duelo hacia su resolución».
En su libro Aprender de la pérdida: Una guía para afrontar el duelo, Robert A. Niemeyer explica que podemos quedar atascados de muchas maneras: «El duelo puede estar aparentemente ausente, cronificarse o representar una amenaza para nuestra vida». Esto es más probable «en pérdidas traumáticas o cuando se trata de una muerte ‘fuera de tiempo’ o que no está ‘sincronizada’ con el ciclo vital familiar. Es el caso de la muerte de un niño, que priva a sus padres y hermanos no solo de su presencia, sino también del futuro que esperaban que tuviera».
Características del duelo complicado
- Duración. Cada persona lleva un ritmo diferente a la hora de procesar una pérdida significativa, pero se estima que, por término medio, ese tiempo suele oscilar desde varios meses hasta dos años, aproximadamente.
- Negación y anestesia emocional. La persona no acepta ni comprende esa pérdida y eso la lleva a una especie de anestesia emocional que le impide llorar o expresar sentimientos de dolor, tristeza y rabia. Además, no puede abrirse a quienes le rodean, le es imposible hablar del fallecido… Casi todo parece resultarle indiferente. Y es muy posible que si le preguntamos cómo está, nos responda con un escueto “bien” y cambie de tema. Lo que está ocurriendo, en realidad, es que su mente ha puesto en marcha ciertos mecanismos de defensa para protegerse de un dolor demasiado intenso que no puede afrontar.
- Somatización. La negación de lo ocurrido o la anestesia emocional no impide que el cuerpo refleje las emociones y el estrés que conllevan un proceso de duelo. El cuerpo grita lo que la boca y la mente callan. El duelo no resuelto se manifiesta casi siempre en forma de somatizaciones: insomnio, alteraciones digestivas, dolor muscular, problemas de piel, cefaleas… No es extraño que la persona acuda constantemente al médico, sin ser consciente de que el origen de su malestar físico está en el malestar emocional que no está afrontando.
- Hipersensibilidad. Es normal que cuando perdemos a alguien importante, su recuerdo nos provoque emociones intensas y difíciles de gestionar, pero poco a poco esa sensibilidad va disminuyendo y vamos acostumbrándonos a una nueva realidad en la que el dolor deja paso a la nostalgia. En el caso del duelo complicado, esa hipersensibilidad se mantiene en el tiempo. Cualquier imprevisto o pequeño problema se vive de manera desproporcionada. El doliente siente que no pueden tomar decisiones ni reflexionar con calma y que todo se le hace ‘un mundo’. Esa sensibilidad extrema no se manifiesta solo cuando se habla de la pérdida, sino en diferentes ámbitos de la vida. Cualquier pequeño contratiempo puede suponer un desafío insuperable.
- Culpabilización. La culpa es una reacción habitual, pero cuando es desproporcionada en relación al tiempo que se mantiene y a la intensidad, puede dar lugar a un duelo patológico. En realidad, las circunstancias por las que la persona se culpa suelen ser hechos habituales en el día a día. Lo que ocurre es que los magnifica tras la pérdida al pensar que ya nunca podrá saldar esa ‘deuda’. Incluso es posible que sienta que sus emociones tras el fallecimiento no son todo lo negativas que ‘deberían’. Asimismoo puede ocurrir que cuando ya comienza a asimilar la realidad, la culpa vuelva en forma de autorreproche por retomar actividades agradables, en definitiva, por seguir viviendo.
- Desesperanza. La falta de ilusión por el futuro y la desesperanza pueden adueñarse del doliente, sobre todo si su existencia giraba en torno a la persona fallecida. O si esta era su principal fuente de sostén emocional, social y/o económico. Ante la falta del ser querido, la vida deja de tener sentido y la persona se limita a sobrevivir con el ‘piloto automático’, a dejarse llevar y a sumergirse en una cotidianeidad que para ella ya no tiene sentido.
- Problemas relacionales. Quien se queda atascado en la rabia y en la negación de la pérdida tiene serias dificultades para mantener una buena relación con el entorno. Además de no encontrar motivación para cuidar sus relaciones, a menudo le falta la paciencia y no es capaz de disfrutar de la familia, la pareja, los amigos e incluso de los hijos.
- Trastornos mentales. El duelo no resuelto puede favorecer que empeoren trastornos mentales previos o el desarrollo de nuevas psicopatologías, como el trastorno depresivo, ideación suicida, diversas adicciones o trastornos de la conducta alimentaria.
- Disociación. Mecanismos de defensa como la evitación o la disociación permiten al doliente minimizar su sufrimiento, pero a costa de alterar la capacidad de contactar consigo mismo y con los demás. Alba Payás lo explica en su libro Las tareas del duelo: «La persona se disocia de ese mundo interno y externo que la conecta con recuerdos relacionados con la muerte del ser querido. Pero a la vez se separa también de otras posibles experiencias placenteras relacionadas con la vida y con los que quedan. Esto explica por qué la mayoría de las personas que desarrollan un duelo complicado acaban experimentando la sensación de aislamiento: el sistema defensivo se retroalimenta, fijándose y distorsionando la realidad cada vez más, inhibiendo la espontaneidad, limitando la flexibilidad y alterando la capacidad de relacionarse de una manera sana con uno mismo y con el mundo. El precio de no sentir el dolor del duelo es también cerrarse a la posibilidad de experimentar los cambios necesarios para poder volver a vivir la vida con plenitud».
(Si después de leer este apartado, te sientes identificado o identificada con varias de estas características puedes ponerte en contacto conmigo y te ayudaré a transitar tu duelo)
Tipos de duelo complicado
- Duelo crónico. Síntomas que al principio son normales, e incluso adaptativos, se prolongan en el tiempo sin que la persona acepte la pérdida. Es habitual en personas con un estilo de apego inseguro ansioso o ambivalente y en situaciones en que existía una acusada relación de dependencia (económica o afectiva). Para evitar el desamparo, el doliente permanece aferrado al vínculo con el fallecido. Le resulta muy difícil realizar tareas cotidianas por sí solo y revive de manera reiterada y acentuada pensamientos o sentimientos dolorosos asociados a la pérdida. También se produce cuando la relación en vida ha sido difícil y ambigua, alternando periodos de enfado con otros de tranquilidad. En este caso, es posible que la persona se vea inmersa en un duelo crónico en el que pasará continuamente del alivio al autorreproche, al resentimiento o a la culpa.
- Duelo retrasado (inhibido, suprimido o pospuesto). La persona se focaliza en recuperarse y en retomar su vida normal lo antes posible, sin darse el tiempo suficiente para asumir la pérdida. Pasa el tiempo, cree que lo tiene totalmente superado y, de repente, un día sufre otra pérdida o, incluso, vive una experiencia que le conecta con aquel dolor que disoció y ‘enterró’. Entonces, sin poder explicarse por qué, aparecen síntomas totalmente desproporcionados con respecto a lo que le está ocurriendo en el presente. El duelo pospuesto se asocia a personalidades con estilos de apego inseguro evitativo.
- Duelo intensificado o exagerado. El doliente se siente desbordado por el dolor. Experimenta los síntomas del duelo con una intensidad tan alta que, para evadirse, recurre a conductas desadaptativas. Abusa del alcohol o las drogas, se centra obsesivamente en el trabajo, en salir o en cualquier conducta que le permita sobrellevar la angustia, etc. Todo esto puede llevar a desarrollar trastornos como ansiedad, depresión, adicciones, fobias…
- Duelo enmascarado. La persona experimenta síntomas o lleva a cabo conductas que le causan dificultades, pero sin darse cuenta de que están relacionadas con la pérdida. Por ejemplo, puede experimentar síntomas físicos similares a los del fallecido antes de morir, somatizaciones (dolores de cabeza, problemas digestivos, molestias musculares); desarrollar problemas psicopatológicos (ansiedad, trastornos alimentarios); o tener conductas desadaptativas, (depresión inexplicable, abandono de obligaciones, hiperactividad).
- Duelo desautorizado, silente o prohibido. Son duelos que, pese a conllevar un gran dolor, no están socialmente aceptados y no reciben comprensión por parte del entorno. Es el caso de una pareja homosexual no reconocida públicamente en la que muere uno de sus miembros. O cuando se trata de una relación de amantes. Asimismo, el duelo silente puede darse en la muerte por suicidio, por enfermedades como el sida o por una sobredosis, por ejemplo. En estos casos, familia y amigos pueden experimentar cierta vergüenza y/o culpa y evitar hablar de su pérdida. El aborto, a veces, también se trata con silencio y secretismo. Si no se ha llegado a comunicar el embarazo, es posible que se oculte todo el proceso para evitar dar explicaciones. Sin embargo, esto hace que no se pueda elaborar el duelo por el hijo perdido.
- Duelo traumático. Si la muerte es inesperada o traumática (suicidios, homicidios, pérdidas múltiples), el duelo puede verse obstaculizado por un sufrimiento anormalmente intenso. Y también por síntomas propios del trastorno de estrés postraumático: pesadillas, flashbacks o recuerdos intrusivos recurrentes. Todo esto dificulta el proceso, agravando o prolongando la sensación de incredulidad, rabia y enfado e impidiendo la aceptación de la muerte. A esto se añade, a menudo, la presencia de otros trastornos, como ansiedad, trastornos del sueño, depresión, etc.
- Duelo suspendido o congelado. Cuando no hay un cuerpo que acompañe la certeza de la muerte, como ocurre con los desaparecidos, transitar el camino del duelo es especialmente complicado. En ocasiones, incluso, el proceso puede llegar a prolongarse indefinidamente. Por un lado, el doliente se aferra a cualquier señal que pueda interpretar como una posibilidad de que su ser querido no haya muerto. Por otro, asumir su pérdida definitiva le genera un intenso sentimiento de culpa.
«Katla», una serie sobre duelos no resueltos
La muerte y el duelo siempre han sido temas muy recurrentes en el cine y la televisión. Y este es el caso de la serie islandesa Katla, historia dirigida por Baltasar Kormákur que gira en torno al duelo complicado y la culpa. De hecho, si la habéis visto, seguro que podéis identificar en los personajes algunas de las características y los tipos de duelo patológico que he enumerado más arriba.
En Katla, la mayoría de los protagonistas permanecen encadenados al pasado y a personas que ya no están. Bien porque han muerto o bien porque han experimentado un drástico cambio en su propia identidad. En cualquier caso, dichos personajes no son capaces de completar el duelo correspondiente. (A partir de aquí encontraréis algún spoiler)
Van a ser unos seres a los que llaman «suplantadores» (versiones de familiares fallecidos e, incluso, dobles de personas que siguen vivas) los que irán apareciendo para ayudar a los humanos a afrontar sus duelos inconclusos. Y, de paso, deshacer el nudo que aprisiona su vida y les impide seguir adelante. Es el caso, por ejemplo, de Grima. Siendo niña presenció, junto a su hermana Asa, el suicidio de su madre. Ya adultas, Asa desaparece y, desde ese momento, su hermana se sume en una profunda depresión incapaz de asumir su pérdida. Muy posiblemente el duelo por su hermana está sacando a la luz otro duelo no resuelto, el del suicidio de su madre.
Grima primero recibirá la visita de la suplantadora de Asa, que le ayudará a aceptar la muerte de su hermana. Y luego será su propio doble quien le mostrará que es posible seguir adelante y vivir en paz con sus muertos.
La serie también muestra otras historias. Como la de un matrimonio destrozado y al borde del divorcio que no es capaz de superar la muerte de su hijo.
El proceso para desbloquear un duelo inconcluso pasa por contactar, comprender y aceptar el dolor que se ha quedado atascado dentro de nosotros. Haciendo un paralelismo con los «suplantadores» de Katla, es como si una parte de nosotros tuviese que surgir de lo más profundo de nuestro mundo interno y hacerse notar para que tomemos conciencia de que tenemos un asunto pendiente que resolver, un trauma que sanar. Y solo contactando con esa parte y escuchando lo que nos quiere decir podremos finalizar el proceso y seguir adelante con nuestra vida.
(Si queréis profundizar en la relación entre la serie Katla y los duelos inconclusos, os recomiendo leer este post de Jaume Cardona en el blog Cine y psicología)
Muchas gracias por tu trabajo