El lenguaje tiene el poder de transformar nuestra percepción del mundo. Lo que ocurre es que normalmente vamos con el piloto automático y no nos damos cuenta. Prestar más atención a las palabras que utilizamos a diario puede ayudarnos a comprender su auténtico significado y, de paso, a adquirir responsabilidad sobre lo que verdaderamente queremos decir.
Como el tema del lenguaje es tan apasionante como amplio, le dedicaré varios artículos. En esta ocasión os propongo un ejercicio sencillo que se hace en terapia Gestalt partiendo de algunas palabras que solemos utilizar casi de modo automático. Comprobaréis la diferencia entre tomar un papel pasivo ante nuestras propias palabras o tomar conciencia y elegir responsabilizarnos de ellas. La decisión siempre es nuestra. Probad a cambiar algunas de vuestras expresiones habituales y observad como os sentís.
“No puedo”/ “No quiero”
Cambia “No puedo decir lo que pienso” por “No quiero decir lo que pienso”. Mientras el “no puedo” te sitúa en un papel pasivo, con “no quiero” eres tú quien eliges negarte, bien porque no te apetece o bien porque el precio de hacerlo sería demasiado alto. Fritz Perls, el creador de la terapia Gestalt, decía: “No diga que no puede, diga que no lo hará”. En realidad, al decir “no lo haré” soy yo quien me sitúo en el origen de la decisión. También es una manera de enfrentarnos a nuestra responsabilidad.
“Necesito”/ “Quiero”
Cambiemos ahora “Necesito que vengas a verme” por “Quiero que vengas a verme”. Es cierto que muchas veces lo que creemos necesitar es muy tentador y agradable, pero lo cierto es que podríamos sobrevivir fácilmente sin ello. Cuando en vez de “necesito” digo “quiero” me sigo refiriendo a lo mismo, pero mostrando menos exigencia hacia la otra persona.
“Tengo que” / “Quiero” / “Elijo”
Si sustituyes “Tengo que apuntarme al gimnasio” por “Quiero apuntarme al gimnasio” o “Elijo apuntarme al gimnasio” estás adquiriendo una responsabilidad contigo mismo. Tanto “elijo” como “quiero” te dan la opción de hacer una elección, lo que por supuesto incluye la posibilidad de optar por seguir haciendo lo mismo que antes.
“Tengo miedo”/ “Me gustaría”
A veces las palabras “Tengo miedo de…” esconden deseos ocultos que nuestros miedos e inseguridades nos impiden cumplir (pero la mayoría de las veces no somos conscientes de ello). ¿Qué ocurre si cambiamos “Tengo miedo de decirle a mi jefe lo que pienso” por “Me gustaría decirle a mi jefe lo que pienso? Sentir a la vez miedo y atracción hacia algo es normal; reconocerlo nos ayuda a ver qué podríamos ganar y qué podríamos perder si lo intentamos.
“Pero”/ “Y”/ “Aunque”
Cuando decimos “Hoy hace sol, pero mañana lloverá” estamos fijando nuestra atención en la parte más negativa de la frase y quitando protagonismo a que hoy hace sol. Si lo cambiamos por “Hoy hace sol y mañana lloverá” la atención está equilibrada y sería mucho mejor si cambiamos el “pero” por “aunque”, porque pasaríamos a centrar nuestra atención en la primera parte “Hoy hace sol, aunque mañana lloverá”.
Para terminar, os dejo con una cita del libro “El darse cuenta”, de John O. Stevens:
«Siempre que digo “Tengo que”, “No puedo”, “Necesito” o “Tengo miedo”, me hipnotizo creyéndome menos capaz de lo que realmente soy. “Tengo que” me convierte en esclavo, “No puedo” y “Tengo miedo de” me debilitan y acobardan y “Necesito” me hace desvalido e incompleto. Siempre que digo “Elijo”, afirmo que tengo el poder de elegir, aun cuando continúo eligiendo de la misma manera que antes. Y cuando digo “No quiero” afirmo mi poder de negación a la vez que tomo conciencia de mi energía. Por otra parte, cuando digo “quiero” admito que, aunque muchas cosas que deseo podrían ser agradables y cómodas, son conveniencias y no necesidades. Cuando digo “Me gustaría” me doy cuenta de que experimento atracción tanto como miedo y por tanto puedo valorar las posibles ventajas e inconvenientes de aquello que temo intentar».
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