Oveja negra

En las familias aglutinadas hay un concepto de lealtad mal entendida.

Familias aglutinadas: Cuando la lealtad familiar se vuelve tóxica

Familias aglutinadas: Cuando la lealtad familiar se vuelve tóxica 1280 1054 BELÉN PICADO

Teresa tiene 20 años y está en la universidad. Hace unas semanas llegó a mi consulta porque su ansiedad había llegado a tal extremo que temía no poder presentarse a los exámenes. Estudia Derecho, como antes hicieron su padre y su hermano, e incluso colabora en el bufete familiar. En realidad, a ella lo que siempre le gustó fue Historia del Arte; de hecho, se ha planteado cambiar de carrera. Pero sabe que sus padres lo vivirían como una traición y ella, en sus propias palabras, «no podría vivir con esa carga». Por si fuera poco, el chico con el que ha empezado a salir tampoco es del agrado de su familia y está planteándose romper con él para evitar tensiones. Teresa pertenece a una de  esas familias aglutinadas caracterizadas por una tendencia a favorecer el bien del grupo por encima de cualquier necesidad individual.

La familia constituye un sistema dinámico y abierto en continua transformación y la interacción entre sus miembros es tan importante como el respeto a la individualidad de cada uno. Pero para que esta interacción funcione son necesarios límites que regulen las relaciones, tanto entre la familia y el exterior como entre los propios integrantes del sistema.

Límites claros, rígidos y difusos

Según Salvador Minuchin, creador de la terapia familiar estructural, las familias deben funcionar con unos límites adecuados que ayuden a mantener relaciones saludables. Estos límites pueden ser de tres tipos: claros, rígidos y difusos.

Unos límites claros facilitarán la interacción afectiva entre los diferentes miembros a la vez que se respetan los espacios y las funciones de cada uno en el día a día familiar. En este entorno saludable las personas se sienten cómodas compartiendo sus pensamientos y sentimientos sin temor a verse invadidas, juzgadas o rechazadas. El tiempo que se comparte con la familia es importante, pero se respeta también el tiempo en solitario.

Los límites rígidos son propios de las familias desligadas. Los miembros suelen estar aislados entre sí e interactúan con mucha distancia, tendiendo a priorizar la individualidad sobre el grupo. Por este mismo motivo, en estas familias la comunicación y la expresión emocional son bastante difíciles.

Si los límites son difusos, que es lo que ocurre en las familias aglutinadas, habrá una confusión de roles, un exagerado sentido de pertenencia y un concepto de la lealtad familiar mal entendido. Se priorizará el sentido de grupo en detrimento de la autonomía personal. Y en este tipo de familias es en el que vamos a profundizar un poco más.

Cuando los límites son difusos, como ocurre en las familias aglutinadas, hay una confusión de roles.

Exagerado sentido de pertenencia: «Todos para uno y uno para todos»

En la familia aglutinada se pone siempre por delante el sentido de pertenencia, aunque ello suponga que sus miembros pierdan gran parte su autonomía en beneficio del bien grupal. Por una parte, esto aumenta la distancia entre lo que es la familia y lo que está fuera de ella, que muchas veces se ve como peligroso o negativo. De hecho, es habitual que se establezcan unas fronteras rígidas y se rechace o critique todo lo que venga de fuera.

Sin embargo, por otro lado, esa frontera desaparece dentro del propio sistema. Esto significa que todos saben de todos y todos pueden inmiscuirse en la vida de todos, sin importar roles ni jerarquía dentro de la familia y esto incluye a hermanos, primos, tíos, abuelos…

Cuando el aislamiento respecto al exterior se hace muy acusado, puede llegar a haber dificultades de cara a relacionarse con personas ajenas al sistema. Por ejemplo, a la hora de incorporar a la nueva pareja de uno de los miembros. La familia es lo primero y quien venga de fuera tendrá que adaptarse o será criticado o rechazado.

Jerarquía poco definida y confusión de roles

Una de las características de las familias en las que existen unos límites claros es que las jerarquías entre sus diferentes miembros también están bien definidas. Según afirma Minuchin en su libro Familias y terapia familiar: «Debe existir una jerarquía de poder en la que los padres y los hijos posean niveles de autoridad diferentes».

En las familias aglutinadas, por el contrario, los límites difusos van de la mano de jerarquías de autoridad poco claras. Un ejemplo lo tendríamos en la madre que habla con sus hijos abiertamente sobre temas que pertenecen a la intimidad conyugal. O en los hijos que, desde la misma posición de autoridad que los padres, toman decisiones que no se corresponden con su rol o intervienen de forma directa en los problemas de los padres como pareja (parentalización).

(En este blog puedes leer el artículo Madres narcisistas, sobreprotectoras, ausentes… 25 pistas para identificarlas)

Este tipo de jerarquía poco definida también favorece que dentro de la familia haya vínculos emocionales de tipo simbiótico («Soy la mejor amiga de mi hija; no tenemos secretos entre nosotras»).

Pérdida de la autonomía individual

Los hijos de familias aglutinadas suelen encontrar grandes dificultades para independizarse y tener una vida propia. De hecho, aun de adultos es muy probable que sigan a la sombra de sus progenitores y sientan que su propia identidad consiste en ser un buen hijo o una buena hija. Incluso casados, pueden llegar a necesitar la aprobación paterna para tomar cualquier decisión acerca de cómo resolver algún problema en su matrimonio o con sus propios hijos.

Dentro de casa tampoco se favorece la intimidad, ni se respeta el espacio privado de cada miembro. Tanto la autonomía como la intimidad y el espacio propio se ven como señal de egoísmo.

En las familias aglutinadas se da prioridad al bien del grupo sobre las necesidades individuales.

Sin espacio para la diferenciación

El concepto de diferenciación se lo debemos al psiquiatra estadounidense Murray Bowen. Hace referencia al nivel de independencia emocional que desarrollamos los seres humanos ya desde el seno familiar y también está relacionado con nuestra capacidad de ser autónomos sin sentirnos excluidos del grupo. Esta autonomía, además, nos permite ver con mayor objetividad lo que ocurre dentro de dicho grupo, en este caso la familia.

Lo que ocurre en las familias aglutinadas es que las relaciones entre sus miembros son tan excesivamente cercanas que no permiten la diferenciación. Esta circunstancia es perjudicial, sobre todo, en la adolescencia ya que se obstaculiza el desarrollo de la formación de la identidad.

En estos sistemas, en los que no está bien visto ser distinto, se entorpece cualquier intento por diferenciarse. Y en casos extremos, cualquier conato de un miembro por encontrar su propio camino será vivido por la familia como una traición y el ‘rebelde’ pasará a convertirse en la ‘oveja negra’.

Lealtad mal entendida

Seguir un camino académico o laboral diferente al de la familia (como le ocurre a la joven de la que os hablaba al principio del artículo), proseguir con una relación que no ha sido aprobada por los padres, romper con la tradición de comer todos los domingos en la casa familiar o, simplemente, faltar a un cumpleaños de un pariente se percibe como una traición en las familias aglutinadas.

A menudo este concepto de lealtad mal entendida va unido a una idealización del sistema familiar. De manera consciente, la persona puede pensar que su familia «es perfecta». Sin embargo, a nivel inconsciente, puede haber una gran confusión emocional. Un sentimiento de tristeza, de estar perdido, que puede expresarse en forma de anestesia emocional (no sentir nada, normalizar todo) o de llanto incontrolable. No son pocas las ocasiones en las que un hijo experimenta tal ansiedad y angustia a la hora de buscar su propio camino que opta por postergar o renunciar a sus sueños por temor a decepcionar a sus padres.

También se verá como una deslealtad, por ejemplo, que uno de los hijos rechace el rol que se había elegido para él. Es el caso de familias en las que, implícitamente, se espera que la hija menor renuncie a su propio proyecto personal para quedarse al cuidado de los padres mayores. Se trata de una costumbre que muchas veces se transmite de generación en generación, lo que conlleva que no cumplirla se tome como una traición.

(En este blog puedes leer el artículo «Qué es y como nos afecta el conflicto de lealtades en la familia«)

Dificultades para afrontar los conflictos

En algunas ocasiones y si el problema excede la capacidad de afrontamiento de la familia, el conflicto se ignorará o se ocultará. Esto último ocurre, sobre todo, de cara al exterior (“Los trapos sucios se lavan en casa”).

Dentro del núcleo de las familias aglutinadas es habitual que sea complicado mantenerse al margen de enfrentamientos o discusiones entre sus integrantes. Si están todos presentes, todos opinarán y participarán en la discusión.

Por otra parte, el hecho de que todos los miembros se muestren excesivamente implicados en cualquier conflicto aumentará las probabilidades de que el estrés repercuta en la familia al completo. Y esto, a su vez, reducirá las posibilidades de poder ofrecerse una ayuda efectiva entre ellos.

Aprender a poner límites

Atreverte a decir «no» y a defender tu derecho a tener tu propia identidad y tu propio espacio no es fácil cuando perteneces a una familia aglutinada. Es normal que experimentes culpa, que te sientas como el malo de la película y que te toque enfrentarte a algún que otro conflicto. Pero marcar límites no es sinónimo de ser desleal, sino todo lo contrario. Te ayudará a oxigenar tus relaciones familiares y a posicionarte de una manera más sana, objetiva y respetuosa, no solo contigo mismo sino también con los demás.

Las familias pasan por diferentes etapas en su ciclo vital y es necesario aprender a adaptarse a ellas. Que un hijo quiera independizarse y crear su propia familia o que tenga un criterio diferente al de sus padres, por ejemplo, no significa que esté traicionando al clan.

Es cierto que la cohesión familiar es necesaria para superar las dificultades, pero no de una forma rígida, sino con la suficiente flexibilidad para actuar de manera adecuada ante las situaciones que vayan apareciendo. Por ejemplo, contando con una red de apoyo externa a la que acudir en caso de necesidad. Todos necesitamos de todos y la familia no es una excepción.

Si perteneces a una familia aglutinada, rescata sus fortalezas, como el apoyo o la capacidad de cuidar ‘a la manada’. Pero si hay algo que no te hace bien o te produce malestar, no tienes por qué quedarte con ello.

En resumen, mantener la unión familiar no significa que tengamos que estar unos pegados a otros defendiendo un pensamiento único. Cohesión y unión familiar es conservar una distancia adecuada permitiendo al otro desarrollarse. Es funcionar cada uno desde su espacio y estar en disposición de ayudar a quien lo necesita, pero permitiendo que antes lo intente con sus propios recursos y sin responsabilizarnos de sus problemas. Y también es permitir a cada miembro desarrollar su propio criterio, por muy diferente que sea al del núcleo familiar.

Defiende tu derecho a ser diferente.

Oveja negra o chivo expiatorio (II): El derecho a ser diferente

Oveja negra o chivo expiatorio (II): El derecho a ser diferente 1280 984 BELÉN PICADO

En el anterior artículo sobre la figura de la oveja negra dentro de la familia me centraba en cómo una persona llegaba a convertirse en chivo expiatorio y también en la función que cumplía este rol en dicho sistema. En esta ocasión veremos que, aunque no es fácil ser el espejo en el que se reflejan las carencias de nuestro grupo familiar, tenemos que defender nuestro derecho a ser diferentes. Sentir que no encajamos no significa que estemos equivocados o que haya algo malo dentro de nosotros. Simplemente, significa que somos distintos y únicos. Nada más.

Lo primero es confirmar si somos el chivo expiatorio de nuestro sistema familiar. Porque el grado de daño depende en gran parte de lo conscientes que seamos de este rol. Os pongo el ejemplo de Elena, una adolescente de 15 años, cuya madre siempre había favorecido a su hija mayor. La madre no solo comparaba a Elena constantemente con su hermana, sino que la culpaba de cualquier conflicto que tuvieran o de cualquier cosa que pasara en casa. Además, la humillaba a la mínima ocasión. Al principio, Elena ‘aceptó’ esa culpa y creyó cada palabra que le dedicaba su madre. Interiorizó tanto que no era lo suficientemente buena en nada que acabó asumiendo que había algo mal en ella y actuando como se esperaba que lo hiciese. Solo cuando tomó conciencia de lo que ocurría pudo desprenderse de una mochila que no le pertenecía.

Es muy importante tomar conciencia porque, al tratarse de un comportamiento aprendido, con el tiempo podríamos llegar a perpetuar este rol en la familia que formemos, más allá de nuestra familia de origen.

Sentir que no encajamos no significa que haya algo malo dentro de nosotros.

Cómo saber si hay un chivo expiatorio en la familia

Responder a estas preguntas pueden ayudarte a saber si existe una oveja negra en tu familia. O quizás lo seas tú.

  • ¿Alguno de los integrantes de la familia se muestra de forma habitual enfadado, resentido o herido sin un motivo aparente?
  • ¿Las conversaciones familiares se centran casi siempre en las conductas o actitudes de esa persona, sobre todo cuando no está presente?
  • ¿Es habitual que no se la invite a celebraciones y reuniones o que se la mantenga al margen de todo lo relacionado con el grupo familiar (a veces, incluso, de manera no intencionada)?
  • ¿A menudo esa persona se ha visto en medio de situaciones conflictivas, ha pasado por repetidos periodos de ansiedad o depresión o ha tenido relaciones ‘problemáticas’ dentro y fuera de la familia?

Así puede afectar ser la oveja negra

Sufrir el rechazo de los demás puede acabar pasando factura a nuestra salud mental y emocional, especialmente si proviene de la propia familia:

  • Baja autoestima. Si durante años te han repetido hasta la saciedad que todo lo haces mal, que eres «torpe», «un antisocial»«una marimandona», hay muchas probabilidades de que termines asumiendo que eres inferior. Sobre todo, cuando quienes te lo han dicho son tus figuras de apego. Te sentirás inseguro, inútil e incompetente.
  • Culpa. Cuando la mayor parte de tu vida te han responsabilizado de los problemas de las personas de tu alrededor, es lógico que te lo acabes creyendo. El niño que crece como chivo expiatorio de la familia, al final se culpa por cómo lo han tratado. Incluso buscará razones que justifiquen ese maltrato y se percibirá a sí mismo como merecedor de todos los reproches y castigos. Como si fuese realmente malo, inútil e incapaz de hacer nada que pueda ser aceptado.
  • Agresividad. En el otro extremo están las ovejas negras que desarrollan la capacidad de contrarrestar los ataques de sus padres. Exteriorizan su agresividad, como una respuesta natural a las descargas paternas. Cuando un niño siente que toda la ‘basura emocional’ de la familia cae sobre él necesita aprender a defenderse.
  • Problemas a la hora de establecer relaciones. El hecho de tener una mala percepción de ti mismo te llevará a sentir que no mereces recibir amor. Y acabarás saboteando tus relaciones, como un modo inconsciente de confirmar a través del otro la visión que tienes de ti mismo.
  • Desregulación emocional. Al no aprender a gestionar las emociones de un modo sano, es probable que llegues a la edad adulta sin saber regular emociones como el enfado. Esto se puede traducirse en autoagresiones o en explosiones de ira descontrolada.
  • Dependencia. Otro modo de actuar muy habitual es ‘desvivirte’ por demostrar tu valía y ganarte el amor y la aceptación de quienes tanto daño te hicieron, aun siendo consciente de esto último. Y todo esto, a menudo, en detrimento de tus propias aspiraciones e intereses.
  • ‘Hambre de amor’. También es posible que busques fuera del hogar esa validación que nunca tuviste  con el peligro que conlleva. Porque esa ansia de aceptación y de pertenencia puede convertirte en el blanco perfecto de personas y grupos que solo buscan aprovecharse y abusar de tu ‘hambre de amor’. Esto ocurre en ciertas relaciones sentimentales tóxicas en las que un miembro narcisista seduce al chivo expiatorio con toda la falsa validación que este tanto ha anhelado. De este modo, aunque el maltrato llegue poco después, al chivo expiatorio le resultará muy difícil abandonar la relación.
  • Falta de arraigo. Todos necesitamos pertenecer a un grupo que nos sirva de refugio, una red de apoyo que nos cobije cuando lo necesitemos. Esta función la cumple la familia, que nos brinda un hogar al que recurrir. Así que, cuando nos sentimos rechazados por ellos, la sensación de vacío es inevitable, debido la falta de cimientos que nos sostengan o apoyen. Esa falta de pertenencia, ese desarraigo, hará muy difícil que la oveja negra establezca relaciones duraderas.

Ser el chivo expiatorio en la familia puede pasar factura a nuestra salud mental y emocional.

Actuar y pensar de forma distinta a lo que se espera de uno requiere mucho valor

Si te identificas como oveja negra has de saber que no tienes por qué aceptar una situación en la que todos parecen sentirse cómodos, excepto tú. No se trata de iniciar una guerra, sino de defender tu derecho a ser como quieres y a vivir la vida que desees para ti. Y, a veces, defender este derecho pasa por poner distancia, unas veces física, otras psicológica y otras ambas.

  • Tienes derecho a ser tú mismo. Recuerda que la realidad puede interpretarse desde muchos puntos de vista y que en el mundo hay múltiples valores, juicios y opiniones. Y tu forma de ver la vida es tan válida como la de quien la ve de otro modo. No tienes la obligación de ser como tus padres o hermanos, ni siquiera de compartir sus opiniones. Tomar conciencia de que no tenemos que cumplir las expectativas de nadie, ni pensar como quienes nos rodean, es una importante señal de madurez.
  • Sincérate. Antes de tomar una medida más drástica, expresa en el círculo en el que te sientes la oveja negra cuáles son tus sentimientos acerca de esta situación, cómo te afectan sus comentarios y su forma de juzgarte. En algunos casos, la familia o el sistema reaccionará y podrá retomarse la relación desde otro punto mucho más maduro. En otros, será necesario alejarse.
  • Exponer, sí; imponer, no. Aceptar que puedes tener tus propias opiniones y valores, aunque no coincidan con los de tu familia no justifica que trates de imponer tu forma de ver las cosas. Aunque es posible que el diálogo sea complicado, si quieres respeto y ser escuchado es necesario que tú mismo muestres una actitud conciliadora. Ser uno mismo no está reñido con tolerar otras opiniones u otras formas de ser. Practica la escucha activa. Empatiza e intenta entender sus puntos de vista. Quién sabe, quizás te lleves una sorpresa. Recuerda que, al final, el aprendizaje tanto para ti como oveja negra como para tu familia es el mismo: aceptar la diversidad. Y si todo esto no es posible, entonces sí, quizás te toque pasar página.
  • Pasar página. Cuando hemos pasado muchos años soportando los juicios negativos de otros y nos damos cuenta, por fin, de que no hay nada defectuoso en nosotros puede pasar que crezca el resentimiento hacia quienes nos hicieron sentir tan mal durante tanto tiempo. Sobre todo, si nuestros intentos por dialogar no son bien recibidos. El enfado ante esto es una reacción normal, pero si realmente queremos liberarnos de esa influencia es necesario pasar página y no quedarnos enganchados en el rencor. Entrar en una lucha sin cuartel para ver quién es el más fuerte o quién tiene la razón solo contribuirá a aumentar tu malestar. No tienes que demostrar nada. Aléjate de un comportamiento que es tóxico y dañino para ti
  • Aléjate de quienes te desprecian o no te valoran. A la mayoría nos han enseñado a conformarnos con la familia que nos ha tocado y nos han insistido en la obligación de quererlos como son. Y esto ha generado mucho malestar e, incluso, ha sido el origen de traumas en la edad adulta. Es importante romper esa creencia y comprender que tenemos que alejar de nosotros a las personas que nos hacen mal, aunque sean nuestra familia.
  • Trabaja en tu autoestima. Todos los seres humanos somo únicos e irremplazables y, como tales, debemos buscar nuestra propia esencia y nuestro propio camino. Pensar de otro modo o actuar de manera distinta a los demás puede hacernos diferentes, pero nunca malos o torpes. Si, pese a tus intentos, te resulta difícil manejar esta situación y sientes que necesitas ayuda no dudes en consultar con un profesional. Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantada de acompañarte en tu proceso.

Actuar y pensar de forma distinta a lo que se espera de uno requiere mucho valor.

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Amama. Esta evocadora y poética película de 2015, ambientada en un caserío del País Vasco y dirigida por Asier Altuna, refleja muy bien la figura de la oveja negra en el sistema familiar. Aunque la tradición de la región donde transcurre la historia manda que el caserío familiar no se divida y lo herede el primogénito, será este el primero que se marche de casa, seguido por el segundo hermano. Amaia (Iraia Elias), la más pequeña y la predestinada por la abuela a ser la oveja negra de la familia, es precisamente quien se queda en el hogar. Respondona y con carácter, pero también la más sensible, se rebelará contra el mutismo de su padre, la sumisión de su madre y el silencio de su abuela.

Oveja negra o chivo expiatorio, su función dentro del sistema familiar

Oveja negra o chivo expiatorio (I): Su función dentro del sistema familiar

Oveja negra o chivo expiatorio (I): Su función dentro del sistema familiar 2000 2000 BELÉN PICADO

Ser el rarito, el distinto, el bicho raro, la voz discordante, el bala perdida, el descarriado… Hay muchos adjetivos para denominar a quien cumple el rol de oveja negra o chivo expiatorio. Y en la mayoría de los casos estas personas se ven obligadas a convivir, sin elegirlo, con la permanente sensación de no encajar, de que hay algo defectuoso en ellos. Pero nada más lejos de la realidad. Además de dejar al descubierto los puntos más débiles del grupo que lo ha elegido como tal, con su forma diferente de ver y entender la vida, las ovejas negras incluso pueden aportar nuevos valores y nuevas perspectivas.

Considero el tema lo suficientemente importante como para dedicarle dos artículos. En este veremos en qué condiciones y situaciones (dentro del ámbito familiar) aparece la oveja negra o chivo expiatorio. En el segundo, os contaré cómo puede afectar este rol a quien le es asignado y cómo gestionarlo.

Paciente identificado o designado

En psicología también se conoce a la figura de la oveja negra como paciente identificado o designado. Este a menudo carga con todos los problemas de un grupo, familiar o social. Paciente identificado es el adolescente a quien sus padres llevan a consulta porque sus problemas de conducta afectan seriamente a la convivencia familiar. Sin embargo, cuando se les propone a ellos asistir a algunas sesiones se niegan argumentando que el problema lo tiene el chico y no ellos. Es muy probable que, sin saberlo, ese chaval en realidad esté manteniendo unida a su familia, al distraer la atención de otros problemas más profundos.

Otro ejemplo más que lamentable de chivo expiatorio es el de la persona que ha sufrido un abuso sexual por parte de alguien de la familia y, bien inmediatamente o años después, desvela su secreto. Entonces, el clan no solo desconfía de la veracidad de la historia, sino que, además, trata a la víctima de loca, paranoica, mentirosa… Y todo para mantener un falso equilibrio en el sistema. Otros perfiles muy socorridos para ponerles esta etiqueta son los de quienes sufren algún tipo de trastorno mental o tienen comportamientos alejados de lo socialmente aceptado.

A menudo, se elige para este rol a personas que, sencillamente, son diferentes y cuya manera de pensar difiere del resto de su círculo social o familiar en lo que se refiere a ideas políticas, orientación sexual, carácter, aspecto físico, etc.

A menudo se elige como chivo expiatorio a personas que, simplemente, son diferentes.

La familia como sistema

Las familias son sistemas en los que cada miembro tiene su rol. En este entorno, influidos tanto por la educación como por la herencia familiar, vamos aprendiendo normas de conducta, hábitos, valores y formas de comunicación que sentarán la base de nuestro modo de relacionarnos en el mundo adulto. Así, lo saludable es que la familia evolucione al ritmo en que se desarrollan sus integrantes.

Aunque a veces pueda parecerlo, las interacciones que se dan dentro de la familia no son aleatorias ni casuales. Para Salvador Minuchin, creador de la terapia familiar estructural, cada familia sigue dos tipos de leyes. Por un lado, estarían las leyes más generales, que rigen las interrelaciones en la pareja y definen las jerarquías entre padres e hijos. Y por otro, existen leyes específicas de cada familia, que pueden remontarse incluso a generaciones anteriores. Todas estas leyes se construyen a partir de tres conceptos: roles, reglas y mitos:

  • Los roles son las expectativas y normas que la familia tiene respecto a la posición y conducta de sus miembros. En las familias funcionales son flexibles y van adaptándose e intercambiándose en función de las necesidades. Por ejemplo, aunque el rol cuidador lo tenga la madre, en determinadas circunstancias ese papel lo puede adoptar otro miembro.
    En las familias disfuncionales, sin embargo, los roles no evolucionan, lo que impide a sus integrantes adaptarse a nuevas circunstancias que vayan surgiendo. Es más, hay veces en que la asignación de un rol es tan rígida que la persona termina por integrarla en su personalidad. Justo esto es lo que ocurre cuando se ponen ciertas etiquetas como «el torpe» o «la oveja negra».
  • Las reglas tienen la finalidad de establecer y limitar la conducta de los miembros de la familia para mantener la estabilidad del sistema. Algunas reglas se establecen explícitamente, por ejemplo, dictar las normas de convivencia o el reparto de tareas cuando empieza a constituirse una familia nueva. Sin embargo, la mayoría son implícitas y se sobreentienden sin necesidad de hablar de ellas («Los trapos sucios se lavan en casa»).
    Si bien es cierto que para que un sistema familiar funcione y sobreviva necesita reglas que permitan organizarse y proporcionar una guía de conducta, también es esencial que se garantice cierta flexibilidad, que permita adaptarse a los cambios.
  • Los mitos son creencias compartidas por todos los miembros respecto a los roles y las reglas. Representan la imagen que la familia quiere dar de sí misma y a la vez cumplen la función de encubrir realidades y mantener a salvo secretos (a veces de generación en generación) que producen vergüenza o culpa y resultan difíciles de aceptar. Se convierten en un problema cuando están tan arraigados que acaban convirtiéndose en dogmas que ni siquiera está permitido cuestionarse.
    Entre estos mitos se encuentran los mitos de disculpa y reparación, que incluyen las alianzas entre los miembros de una familia. Por ejemplo, a la hora de depositar sobre una o más personas la responsabilidad de las desgracias o los problemas familiares. De este modo, a quien ejerce el rol del chivo expiatorio se le culpa de todo lo que no funciona bien en el sistema y así los demás integrantes del clan se liberan de toda culpa.

Hijo chivo expiatorio y padres narcisistas

Cuando se asigna a un niño el papel de chivo expiatorio en una familia, automáticamente los demás miembros se quitan de encima toda responsabilidad por sus propios comportamientos. Y también por cualquier problema que aparezca en el núcleo familiar. Para un padre o una madre narcisista es un modo de desviar la atención y de dar sentido a las desgracias que ocurran sin renunciar al papel de progenitor perfecto. Y esto, no solo de cara a los demás, sino también de cara a sí mismo. El adulto no es capaz de aceptar ciertos rasgos propios y los proyecta en uno de sus hijos.

(En este blog puedes leer el artículo Madres narcisistas, sobreprotectoras, ausentes… 25 pistas para identificarlas)

¿Y qué niño tiene más posibilidades de recibir este rol? Puede ser el que menos cosas en común tenga con sus padres en cuanto a personalidad, temperamento o intereses; el más brillante o con más posibilidades de ‘eclipsar’ a uno o ambos progenitores; el que tiene más tendencia a la depresión o la ansiedad (si los padres no saben cómo enfrentar esta situación pueden asustarse y ‘darle de lado’); o el más invisible (el niño recibe el mensaje de que sus sentimientos no importan e interioriza que no es válido, así que acaba autosaboteándose a sí mismo).

El psicólogo Iñaki Piñuel explica en esta entrevista que la unidad de ciertas familias tóxicas, a las que él denomina «familias zero», suele construirse «sobre la destrucción, marginación o estigmatización de uno de los hijos, que cumple un papel de ‘integrador negativo’ o ‘chivo expiatorio». Según Piñuel, «la víctima atrae como un pararrayos la animadversión del grupo familiar, quedando huérfana psicológicamente y proyectando esa herida emocional de por vida en problemas repetitivos. Estas familias no reconocen a sus chivos expiatorios como víctimas inocentes y justifican sus procesos de victimización encubiertos, acusándolos falsamente de merecer lo que les hicieron. Esas racionalizaciones aseguran la unidad de las ‘familias zero’, a costa de la destrucción de la autoestima y la resiliencia de estos ‘niños perdidos’, que quedan inermes frente a depredadores en la vida adulta».

Un rol tan necesario como incómodo

Como otros grupos sociales, las familias están evolucionando continuamente, bien porque llegan nuevos miembros, por la influencia de las relaciones con otras personas o grupos externos, etc. Pero a veces el sistema se vuelve rígido, se resiste a seguir evolucionando o se cierra a cualquier contacto con el exterior. Es entonces cuando el papel de la oveja negra o chivo expiatorio se hace necesario. Al cuestionar las normas o actuar de forma diferente, crea cierta perturbación que obliga al sistema a movilizarse para restaurar el equilibrio y seguir evolucionando. Por un lado, pone en evidencia los puntos débiles del grupo y por otro lo enriquece al aportar nuevos valores y perspectivas.

Sin embargo, que sea un rol necesario no impide que sea incómodo y desagradable. Sobre todo, cuando la familia se resiste a tomar conciencia de su propia rigidez y proyecta sus carencias en el miembro elegido como chivo expiatorio.

La oveja negra cumple un rol necesario en el sistema familiar.

Las ovejas negras según Bert Hellinger

Bert Hellinger, creador de las constelaciones familiares, escribió un texto muy inspirador dirigido a todas esas personas que se sienten diferentes dentro de sus sistemas familiares:

«Las llamadas Ovejas Negras de la familia son en realidad buscadores natos de caminos de liberación para el árbol genealógico. Aquellos miembros del árbol que no se adaptan a las normas o tradiciones del sistema familiar. Aquellos que desde pequeños buscaban constantemente revolucionar las creencias, yendo en contravía de los caminos marcados por las tradiciones familiares. Aquellos criticados, juzgados e incluso rechazados. Esos, por lo general, son los llamados a liberar el árbol de historias repetitivas que frustran a generaciones enteras.

Las Ovejas Negras, las que no se adaptan, las que gritan rebeldía, cumplen un papel básico dentro de cada sistema familiar. Ellas reparan, desintoxican y crean una nueva y florecida rama en el árbol genealógico. Gracias a estos miembros, nuestros árboles renuevan sus raíces. Su rebeldía es tierra fértil, su locura es agua que nutre, su terquedad es nuevo aire, su apasionamiento es fuego que vuelve a encender el corazón de los ancestros.

Incontables deseos reprimidos, sueños no realizados, talentos frustrados de nuestros ancestros se manifiestan en la rebeldía de dichas ovejas negras buscando realizarse. El árbol genealógico, por inercia, querrá seguir manteniendo el curso castrador y tóxico de su tronco, lo cual hace de la tarea de nuestras ovejas una labor difícil y conflictiva.

Sin embargo, ¿quién traería nuevas flores a nuestro árbol sino fuera por ellas? ¿Quién crearía nuevas ramas? Sin ellas, los sueños no realizados de quienes sostienen el árbol generaciones atrás morirían enterrados bajo sus propias raíces.

Que nadie te haga dudar, cuida tu ‘rareza’ como la flor más preciada de tu árbol. Eres el sueño realizado de todos tus ancestros».

(Si quieres saber más te invito a leer en este mismo blog Oveja negra o chivo expiatorio (II): El derecho a ser diferente)

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