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10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano.

10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano

10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano 1122 935 BELÉN PICADO

Con sus 1300-1400 gramos, el cerebro de los seres humanos es más grande que el de cualquier especie en relación con las dimensiones del resto del cuerpo. Pero no solo es el órgano que nos permite pensar, razonar o recordar, sino que también tiene una relación directa y bidireccional con el modo en que experimentamos amor, odio, ira, compasión, angustia y todas las emociones propias de nuestra especie. En pocas palabras, el cerebro humano es una verdadera maravilla de la naturaleza, un órgano fascinante y complejo que desempeña un papel crucial en cómo sentimos, cómo pensamos y cómo vivimos nuestras experiencias del día a día. Y, precisamente por todo esto es tan importante cuidarlo y mantenerlo en las mejores condiciones posibles. ¿Cómo? Hay muchas formas mantener nuestro cerebro sano y estas son solo algunas de ellas:

1. Cuida tu alimentación

El aparato digestivo y el cerebro están directamente conectados a través de lo que se conoce como eje intestino-cerebro. Nuestro intestino alberga trillones de microorganismos (microbiota) que juegan un papel crucial en la salud en general y en la salud mental y emocional en particular. Algunos de ellos tienen la capacidad de producir neurotransmisores como la serotonina, involucrada en la regulación del estado de ánimo (se estima que alrededor del 90% de la serotonina de nuestro organismo se produce en el intestino). Además, una microbiota intestinal saludable está relacionada con una mejor función cognitiva y memoria, mientras que la disbiosis (desequilibrio microbiano) se ha asociado con trastornos como la depresión y la ansiedad.

Muchos estudios sugieren que una dieta rica en prebióticos, probióticos y ácidos omega-3 ayuda a mantener nuestra microbiota saludable, lo cual a su vez influye en la química cerebral y en el estado de ánimo.

  • Los prebióticos son tipos de fibra no digeribles que sirven de alimento a las bacterias beneficiosas del intestino. Los encontramos en el ajo, la cebolla, los espárragos, los plátanos, las lentejas y la avena, entre otros alimentos.
  • Los probióticos son microorganismos vivos que, cuando se consumen en cantidades adecuadas, resultan beneficiosos para la salud. Están en el yogur, kéfir, chucrut y otros alimentos fermentados.
  • En cuanto a los ácidos grasos omega-3, cruciales para la función cerebral y la estructura de las membranas celulares neuronales, se encuentran sobre todo en pescados grasos como el salmón, en las nueces y en las semillas de lino.

Como veis, el dicho popular «Somos lo que comemos» no va tan desencaminado…

Cuidar la alimentación es esencial para mantener un cerebro sano.

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2. Muévete

No es necesario machacarse en el gimnasio para tener un cerebro saludable. Según la Organización Mundial de la Salud bastan al menos 150 minutos a la semana de ejercicio de intensidad moderada (por ejemplo, caminar a paso ligero) para mantenerlo en forma. Y es que cuando nos animamos a realizar algún tipo de deporte o de actividad física en nuestro cerebro empiezan a pasar cosas buenas, entre ellas un aumento en la producción de:

  • Factor neurotrófico del cerebro (BDNF). Es una proteína que favorece la neuroplasticidad del cerebro, ayudándolo a adaptarse mejor a las situaciones y mejorando su capacidad cognitiva. Actividades como nadar, correr o bailar aumentan su producción.
  • Endorfinas. Entre otros beneficios, son un poderoso analgésico natural, mejoran el estado de ánimo, ayudan a reducir la ansiedad y los síntomas depresivos y también mejoran la calidad del sueño.
  • Serotonina. Además de regular el estado de ánimo, facilita la relajación y también ayuda a conciliar mejor el sueño.
  • Dopamina. A nivel cognitivo, regula funciones como el aprendizaje y la memoria y tiene un papel fundamental en la toma de decisiones.

Además de mejorar nuestra neuroplasticidad y ayudarnos a regularnos emocionalmente, hacer ejercicio alivia los síntomas de la depresión y la ansiedad, interviene en la prevención de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y favorece la consolidación de la memoria. En 2016 un grupo de neurocientíficos holandeses comprobaron que hacer ejercicio aeróbico cuatro horas después de aprender algo ayuda a consolidar los conocimientos adquiridos.

(Si te interesa, puedes leer en este blog el artículo «Deporte y salud mental: Beneficios psicológicos de hacer ejercicio«)

3. Duerme lo que necesites

Entre otras funciones, el cerebro utiliza el descanso nocturno para procesar y consolidar la información adquirida a lo largo del día, fortaleciendo las conexiones neuronales y mejorando la memoria. Y es que nuestro cerebro recoge durante la jornada información a una velocidad superior a la que puede procesarla, así que aprovecha las horas de sueño para archivar todos esos datos.

Investigadores de la Universidad alemana de Lübeck encontraron que este proceso de consolidación de la memoria se extiende también al aprendizaje de tipo académico. A través de pruebas realizadas a 106 voluntarios descubrieron que los que dormían ocho horas triplicaban las posibilidades de resolver ecuaciones matemáticas, frente a los que habían pasado la noche en vela. La investigación pudo determinar, además, que los cambios cerebrales que mejoran la creatividad y la capacidad de resolver problemas se producen durante las cuatro primeras horas del ciclo del sueño.

Algunas cosas que puedes hacer para mejorar la calidad del sueño:

  • Seguir una rutina de sueño regular. Ir a la cama y despertarse a la misma hora todos los días.
  • Mantener un ambiente adecuado. Un dormitorio oscuro, fresco y tranquilo favorece el sueño profundo.
  • Reducir la exposición a pantallas. Evitar dispositivos electrónicos al menos una hora antes de acostarse.
  • Evitar la cafeína y otras sustancias excitantes.
  • No le robes horas a tu descanso. Aunque las necesidades varían de una persona a otra, el tiempo óptimo de sueño en adultos está entre las siete y las nueve horas.

(Si te interesa, puedes leer en este blog el artículo «¿Qué ocurre en nuestro cerebro mientras dormimos?»)

4. Cuida tus relaciones

Necesitamos contacto físico, intimidad y pertenencia al grupo y no solo a nivel social. Al activar áreas cerebrales relacionadas con la emoción y la cognición, las relaciones sociales ayudan, por ejemplo, a prevenir el deterioro cognitivo y retrasar así la aparición de enfermedades como el alzhéimer.

Que las relaciones sociales contribuyen al incremento de la reserva cognitiva se ha comprobado ya en diversos estudios. Una de estas investigaciones, llevada a cabo por el neurólogo David A. Bennet y varios colaboradores, encontró que el tamaño de la red social con la que se cuenta influye en el rendimiento cognitivo en enfermedades como el alzhéimer. Es decir, los investigadores observaron que, aun sufriendo esta patología, las personas con más relaciones sociales mostraban un mejor funcionamiento cognitivo.

Igualmente, interactuar con otros mejora el bienestar emocional, al reducir los sentimientos de soledad y depresión, protege en tiempos de mucho estrés, estimula el cerebro y promueve el desarrollo de habilidades sociales, emocionales y cognitivas.

Algunas formas de fortalecer las conexiones sociales:

  • Participar en actividades comunitarias. Únete a actividades que se organicen en tu barrio, a grupos con tus mismas aficiones, a algún voluntariado….
  • Mantén el contacto con tus seres queridos (y no solo por Whatsapp). Llama o visita a amigos y familiares con regularidad.
  • Cultiva y trabaja en tus relaciones. Invierte tiempo y energía en construir y mantener vínculos profundos y significativos.

5. Fomenta tu curiosidad y no dejes de aprender

La curiosidad pone al cerebro en modo aprendizaje. Según un estudio publicado en la revista Neuron, la expectación que nos genera un tema que nos atrae coloca al cerebro en un estado que nos permite aprender y retener cualquier clase de información relacionada o no con aquella que nos interesa. Los autores de la investigación encontraron también que cuando se estimula la curiosidad, aumenta la actividad en el circuito cerebral relacionado con la recompensa y en el hipocampo (región del cerebro importante para la formación de nuevos recuerdos), además de un aumento de las interacciones entre ambas estructuras.

Cómo fomentar la curiosidad:

  • Crea entornos estimulantes y ricos en estímulos novedosos y variados. Esto puede incluir leer libros, visitar museos, o participar en actividades culturales y educativas.
  • Haz preguntas. Fomentar el hábito de hacer preguntas y buscar respuestas promueve un enfoque activo hacia el aprendizaje. Las preguntas abiertas que invitan a la reflexión y la exploración son especialmente efectivas.
  • Adopta una mentalidad de crecimiento. Creer que nuestras habilidades y conocimientos pueden mejorar con el esfuerzo y la práctica (mentalidad de crecimiento) fomenta la curiosidad y la disposición a enfrentar desafíos.
Si quieres tener un cerebro sano, fomenta la curiosidad y no dejes de aprender.

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6. Desafía a tu cerebro

Aprender cosas nuevas y atreverse con actividades cognitivamente estimulantes mantiene el cerebro en forma. Por un lado, se favorece que se establezcan nuevas conexiones neuronales y que las que ya hay se fortalezcan, algo que permitirá afrontar mejor los cambios que lleguen con el envejecimiento. Por otra parte, mejora la memoria, ya que el aprendizaje continuo mantiene la mente aguda e incrementa la capacidad de retención de información. Y, además, fomenta la creatividad.

Son muchos los modos en que puedes desafiar a tu cerebro:

  • Cambiar cosas en las rutinas de tu día a día, por ejemplo elige un camino distinto al habitual para ir a trabajar.
  • Aprender un nuevo idioma. Mejora la memoria, la atención y la capacidad multitarea.
  • Tocar un instrumento musical. Estimula múltiples áreas del cerebro relacionadas con la coordinación motora, la percepción sensorial y la memoria.
  • Practicar juegos de estrategia. Actividades como el ajedrez y los juegos de estrategia fomentan el pensamiento crítico y la planificación.

7. Aprende a respirar… conscientemente

La respiración no solo mantiene nuestras funciones fisiológicas básicas; también tiene un impacto significativo en el cerebro y la salud mental. En su libro Neurociencia del cuerpo: Cómo el organismo esculpe el cerebro, la neurocientífica Nazareth Castellanos incide en la necesidad de saber respirar, fundamentalmente por la nariz, porque «la respiración influye en la capacidad de memorizar, recordar y aprender porque impacta en el hipocampo e influye en la dinámica neuronal y la nariz prepara el aire para que pueda penetrar de forma saludable en el cuerpo».

La oxigenación adecuada del cerebro es fundamental para mantener una capacidad cognitiva y una función cerebral óptima. Al respirar de manera consciente y profunda, aumentamos la cantidad de oxígeno que llega al cerebro y mejoramos su rendimiento.

Algunos beneficios que aporta la respiración al cerebro:

  • Reduce el estrés y la ansiedad. Técnicas como la respiración diafragmática pueden reducir la activación del sistema nervioso simpático y promover la activación del sistema nervioso parasimpático. Esto resulta en una disminución de la liberación de hormonas del estrés como el cortisol y una reducción de los síntomas de ansiedad.
  • Aumenta la atención y la concentración. Al calmar la mente y reducir el ruido mental, las técnicas de respiración permiten enfocar los pensamientos y mejorar el rendimiento cognitivo.
  • Mejora el estado de ánimo. La respiración profunda puede aumentar los niveles de neurotransmisores como la serotonina y las endorfinas. Esto, a su vez, ayuda a combatir la depresión y mejorar la sensación general de bienestar.
  • Favorece la regulación emocional. Al reducir la activación del sistema nervioso simpático y promover un estado de calma, es más fácil manejar emociones intensas y mejorar nuestra estabilidad emocional.

8. Pon música en tu vida

Todo nuestro cerebro se moviliza cuando escuchamos una canción o tocamos un instrumento. El ritmo se procesa en la zona sensorial y motriz, que es la encargada de estimular el movimiento. En la amígdala, situada en el sistema límbico que es el responsable de la regulación emocional, se procesan las emociones que experimentamos ante una melodía. Y el hipocampo se activa para recordar una canción, evocar situaciones vividas o traer a la memoria a personas con quienes nos gustaría estar.

Asimismo, la música es una poderosa fuente de placer. Cuando escuchamos una canción que nos gusta se dispara la producción de dopamina y de otras sustancias que nos ayudan a sentirnos mejor: serotonina, epinefrina, oxitocina y prolactina.

Tras analizar 400 estudios científicos, los psicólogos Daniel Levitin y Mona Lisa Chanda asociaron los beneficios de la música con la salud mental y física. Concretamente, identificaron cuatro procesos en los que puede intervenir: en el estrés, disminuyendo la ansiedad; en la inmunidad, fortaleciendo las defensas; en la afiliación social, favoreciendo los lazos afectivos y la cooperación; y en el área de recompensa, reforzando la motivación, la gratificación y el placer. Y no solo eso. La música también mejora los síntomas depresivos y ayuda en situaciones traumáticas.

Si quieres un cerebro sano, pon música en tu vida.

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9. Da las gracias

La gratitud transforma nuestro cerebro e induce cambios positivos en su estructura y funciones. ¿Cómo? Por ejemplo, activando el sistema de recompensa. Cuando experimentamos gratitud, el cerebro libera dopamina lo que nos hace sentir bien y refuerza este comportamiento. A la vez, se producen un aumento de los niveles de serotonina y se activan el sistema límbico y la corteza prefrontal, áreas relacionadas con las emociones y la toma de decisiones.

Según apunta el doctor en Psicofisiología Manuel Vázquez-Marrufo en este artículo, muchas de las personas que experimentan altos grados de agradecimiento tienden a regular a la baja la actividad de la amígdala (parte del sistema límbico a cargo de la respuesta del miedo) y por tanto hay «una menor liberación de factores inflamatorios que están detrás de muchas enfermedades».

Si quieres practicar…

  • Escribe un diario de gratitud. Dedica unos minutos cada día a escribir tres cosas por las que estás agradecido/a. Esto te ayudará a enfocar tu mente en los aspectos positivos de tu vida.
  • Simplemente, di «gracias». Si sientes que tienes que dar las gracias a alguien, hazlo verbalmente y si lo haces mirándole a los ojos, mucho mejor. Verás cómo se fortalecen tus relaciones y aumenta tu propio sentido de bienestar.
  • Cartas de agradecimiento. Escribe cartas de gratitud a personas que han tenido un impacto positivo en tu vida. Incluso si no las envías, te ayudarán a sentirte más conectado/a y satisfecho/a.

10. No hagas nada

La inactividad es esencial para que nuestro cerebro se tome un descanso y recupere la energía perdida. Pero cuando nos dedicamos a no hacer nada no solo nos estamos dando tiempo para recargar pilas. También favorecemos la conexión con nosotros mismos, la creatividad y la memoria.

El científico y escritor Andrew J. Smart explica que durante los periodos de inactividad nuestro cerebro está activo, aunque de una forma diferente. Al igual que un avión tiene un piloto automático, nosotros entramos en un estado similar cuando descansamos y renunciamos al control manual: «El piloto automático tiene claro adónde quieres ir y qué quieres hacer y la única forma de averiguar lo que sabe es dejar de pilotar manualmente el avión y permitir que tu piloto automático te guíe».

Y si, además de no hacer nada, estamos en silencio, mucho mejor. Un estudio llevado a cabo por investigadores alemanes concluyó que dos horas de silencio al día bastan para estimular la creación de nuevas neuronas en el hipocampo (zona del cerebro implicada en la memoria, las emociones y el aprendizaje). Así que aprovecha tan valiosos momentos para darte un relajante baño de silencio.

Referencias bibliográficas

Bennett D.A., Schneider J.A., Tang Y., Arnold S.E. & Wilson R.S. (2006). The effect of social networks on the relation between Alzheimer’s disease pathology and level of cognitive function in old people: a longitudinal cohort study. Lancet Neurology, 5(5):406-12.

Castellanos, N. (2022). Neurociencia del cuerpo: cómo el organismo esculpe el cerebro. Barcelona: Kairós.

Chanda, M. L., & Levitin, D. J. (2013). The neurochemistry of music. Trends in cognitive sciences, 17(4), 179–193.

Gruber, M. J., Gelman, B. D. & Ranganath, C. (2014). States of curiosity modulate hippocampus-dependent learning via the dopaminergic circuit. Neuron, 84(2), pp. 486-496.

Kirste, I., Nicola, Z., Kronenberg, G., Walker, T. L., Liu, R. C., & Kempermann, G. (2015). Is silence golden? Effects of auditory stimuli and their absence on adult hippocampal neurogenesis. Brain structure & function, 220(2), 1221–1228.

Smart, A.J. (2015). El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto automático del cerebro. Madrid: Clave Intelectual.

Las neuronas espejo favorecen la empatía y la conexión emocional.

Cómo activar nuestras neuronas espejo para mejorar nuestra empatía

Cómo activar nuestras neuronas espejo para mejorar nuestra empatía 1254 836 BELÉN PICADO

En nuestro cerebro existe una red de neuronas que contribuyen a que aprendamos a hablar o a conducir. También son responsables de que repitamos las conductas de otras personas, como bostezar o rascarnos. Incluso, hacen que se nos ‘encoja’ el corazón cuando vemos sufrir a otros. Son las neuronas espejo, una red invisible que interviene en el aprendizaje y, sobre todo, favorece la empatía y la conexión emocional y social.

Se trata de unas células del cerebro que actúan realmente como espejos, ya que reflejan las sensaciones y las emociones de los demás. Y hacen, no solo que las comprendamos, sino que las sintamos casi como si las viviésemos en nuestra propia piel. Por ejemplo, si no fuera por ellas, no nos estremeceríamos ante el trabajo de los actores y actrices que se besan con pasión, lloran desconsoladamente o se enfrentan a toda suerte de proezas en las películas.

Son las responsables de que sintamos tristeza ante las catástrofes o las guerras que nos muestran los informativos. O experimentemos esa sensación de dolor cuando observamos que otra persona se cae o se da un golpe. Y todo esto ocurre de un modo automático del que no somos plenamente conscientes.

Las neuronas especulares se activan cuando realizamos una acción, pero también al observar a otro realizarla. O cuando tenemos una representación mental de dicha acción. Gracias a ellas podemos deducir lo que los demás piensan, sienten o hacen, ya que están programadas para ayudarnos a comprender, no solo la conducta de otros, sino también cómo se sienten.

Las neuronas especulares se activan cuando realizamos una acción, pero también al observar a otro realizarla.

Descubiertas por casualidad gracias a un mono

Las neuronas espejo fueron descubiertas por casualidad por el neurobiólogo Giacomo Rizzolatti y su equipo en 1996 mientras estudiaban el cerebro de unos monos macaco. Lo que buscaban inicialmente era registrar la actividad eléctrica neuronal del mono cuando agarraba un objeto o algún alimento. Pero lo que ocurrió fue que las mismas neuronas que se habían activado al realizar esas acciones, también respondieron cuando el animal simplemente vio a uno de los investigadores coger un plátano.

Incluso se comprobó que el mono era capaz de predecir, según ciertas señales contextuales, la próxima acción que llevaría a cabo el experimentador. Es decir, podía entender la intención que había detrás de la acción. Rizzolatti bautizó a estas neuronas como neuronas espejo y siguió adelante con sus investigaciones, encontrándolas también en el cerebro humano. Y no solo eso. Investigaciones posteriores han podido determinar su implicación en otras competencias como el lenguaje, el aprendizaje (imitación), la empatía o la mentalización (capacidad de adivinar, suponer o interpretar los pensamientos, actitudes, sentimientos, valores, motivaciones o intenciones que subyacen a la conducta de otras personas y a la nuestra propia).

Aprendizaje por imitación

Las neuronas espejo nos permiten aprender por imitación y están implicadas en habilidades como caminar, gesticular, sonreír, hablar, bailar o practicar deportes.

Funcionan ya desde los primeros meses de vida, cuando el bebé es capaz de interpretar o imitar nuestros gestos y emociones. Esto ocurre mucho antes de comprender nuestras palabras o aprender a hablar ellos mismos. De hecho, un experimento de Mel Sophie Moore demostró que los bebés de una hora de vida ya son capaces de imitar expresiones faciales.

De este modo, el niño va aprendiendo de los adultos por repetición e imitación. Es decir, aprenden más por lo que ven hacer a sus padres que por lo que estos les dicen que hagan. Gracias a sus neuronas espejo, los niños registran el comportamiento que observan para luego ponerlo en práctica en situaciones similares (y no necesariamente de inmediato). Así que, si no quieres que tu hijo grite a sus compañeros o a sus hermanos, procura no decírselo gritando. Tampoco te servirá de nada intentar que vea la parte más positiva de las cosas si tú te pasas el día quejándote por todo…

Las neuronas espejo nos permiten aprender por imitación.

Neuronas espejo, emociones y empatía

Además de estar relacionadas con el aprendizaje, estas neuronas también tienen mucho que ver con el contagio emocional. Esto es porque, a través de ellas, llegamos a experimentar la misma emoción que estamos percibiendo en otra persona. Esto explica, por ejemplo, por qué la risa es tan contagiosa. Seguro que os habéis dado cuenta de cómo muchos cómicos se ríen de sus propios chistes para provocar la hilaridad del público. La razón está en que, cuando vemos reír o sonreír a alguien, nuestras neuronas espejo crean una representación mental de esa sonrisa en nuestra mente. Luego, envían señales al sistema límbico (área cerebral implicada en las emociones). Y, finalmente, terminamos sintiendo lo mismo que la persona a la que observamos.

Asimismo, las neuronas espejo son la base biológica de la empatía, esa increíble capacidad que tenemos para comprender las emociones de los demás. Por ello, cuando vemos en alguien un gesto de dolor, en nuestro cerebro se activan las mismas zonas que si experimentáramos esas emociones nosotros mismos.

Y, a su vez, esta habilidad para ponernos en el lugar del otro repercute directamente en nuestras interacciones sociales, en la calidad de nuestras relaciones y en el tipo de conexión que establezcamos con los demás. Si hay conexión emocional con una persona, nuestra relación con ella será más fácil y menos conflictiva. Tener la capacidad de comprender al otro nos permite ser más respetuosos, tolerantes y colaborativos.

El neurocientífico Vilayanur Ramachandran las llama «neuronas Gandhi» por su capacidad para facilitar el entendimiento y la cooperación, establecer vínculos y ser solidarios.

Las consecuencias del trauma en las neuronas espejo

En una entrevista realizada para la web traumaterapiayresiliencia.com, el neuropsiquiatra chileno Jorge Barudy explica que, aunque las neuronas espejo pueden resultar muy dañadas cuando hay trauma o graves carencias, también pueden recuperarse. La violencia psicológica, el maltrato físico, los abusos sexuales o el abandono son experiencias que pueden provocar que se pierda parte de este tejido neuronal. Y que la empatía, por tanto, se vea también afectada.

Sin embargo, y por suerte, también contamos con una gran ventaja: la plasticidad cerebral. «El cerebro tiene una organización dinámica interna propia que hace que las redes neuronales sean muy cooperativas, muy solidarias y dispuestas a ayudarse si es necesario», dice Barudy. Pero para recuperar su función, estas neuronas necesitan estímulos externos: «Se recuperan en ambientes amorosos, en ambientes donde fluye la empatía, donde los niños y niñas son reconocidos como afectados y no como culpables del daño y de la forma en que expresan su dolor y su sufrimiento».

Estimular las neuronas espejo para mejorar nuestra empatía

Diferentes estudios han demostrado que las personas con mayor empatía presentan también una mayor activación del sistema de neuronas espejo. Así que, si conseguimos estimular esta red neuronal también mejoraremos nuestro estado de ánimo y nuestro grado de empatía. Os doy algunas pautas:

  • Conócete. Para comprender y resonar con el otro hay que comprenderse primero a uno mismo. Así que toca empezar por aprender a identificar e interpretar nuestras propias emociones.
  • Sonríe. Pocas cosas existen tan poderosas y contagiosas como una sonrisa. Gracias a las neuronas espejo, la sonrisa hace sentir bien a quien la lleva puesta y a quien la recibe.
  • Mira a los ojos. La conexión visual mientras hablamos, ya sea entre dos personas o en un grupo más amplio, facilitará que las neuronas espejo hagan su trabajo y favorecerá una comunicación empática y verdadera.
  • Practica la escucha activa. Escuchar va mucho más allá de ser un mero receptor pasivo de información. Cuando escuchamos a alguien de manera activa y consciente estamos prestando toda nuestra atención a lo que está diciendo. Además, estamos activando nuestras neuronas espejo para poder conectar con las emociones y los pensamientos de nuestro interlocutor. Y así conocer realmente cómo se siente. Tratemos de fijarnos también en su lenguaje no verbal, tono de voz, postura, silencios…

Cuando escuchamos de forma activa activamos nuestras neuronas espejo.

  • Actúa de espejo. Otro modo de activar estas células nerviosas durante una conversación es recurrir al reflejo automático o ‘mirroring’. Consiste en imitar los gestos de quien habla e indica que estamos en sintonía con sus sentimientos y atentos a lo que nos explica. Además, favorece la empatía y la conexión emocional. Eso sí, siempre y cuando se realice con discreción y de forma muy sutil. De hecho, si realmente estás escuchando lo más probable es que tus neuronas ya estén generando ese reflejo.
  • Engánchate a la música. Según el neurocientífico alemán Stefan Koelsch, al escuchar música «se activan las áreas del cerebro que se encargan de la imitación y la empatía y donde están las neuronas espejo. La música nos ayuda a crear lazos sociales porque nos permite transmitir sentimientos».
  • ¿Tienes perro? Interactúa con él. Los científicos han encontrado neuronas espejo no solo en los primates y en el ser humano, sino también en otros «animales sociales» como el perro, el elefante o el delfín. El perro, por ejemplo, es capaz de diferenciar el estado de ánimo de su humano y establecer con él un fuerte vínculo afectivo. Un estudio realizado en 2020 demuestra que estas mascotas también tienen empatía. Los investigadores que lo llevaron a cabo examinaron cómo reaccionaban los perros cuando sus dueños o un extraño simulaba reír o llorar. Y vieron que el animal prestaba más atención a la persona que parecía llorar, tanto a nivel visual como a nivel de contacto físico.
  • Inicia un proceso de terapia. Para Jorge Barudy la psicoterapia constituye ese estímulo externo necesario para poder reparar y recuperar nuestras neuronas espejo dañadas. El proceso terapéutico en un entorno seguro es una valiosa oportunidad para sanar nuestras heridas y aprender a conectar emocionalmente con otras personas. Y, de paso, mejorar nuestra empatía y vivir la experiencia de un vínculo incondicional y sin juicios.
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Mentes conectadas sin brujería. En este capítulo del programa Redes (TVE), Eduard Punset entrevista al neurocientífico Marco Iacoboni. Ambos repasan los fantásticos poderes de las neuronas espejo y su relación con la empatía y el aprendizaje.

 

Los beneficios psicológicos de viajar son numerosos.

10 beneficios psicológicos de viajar

10 beneficios psicológicos de viajar 1024 768 BELÉN PICADO

Cuando la rutina empieza a anestesiar los sentidos no hay mejor manera de despertar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones que coger la maleta o la mochila y viajar. Y no es necesario irse al otro extremo del mundo o pasar un mes lejos de casa. Bastan un par de días para reconectar con nuestras sensaciones y nuestra esencia y recordarnos que estamos vivos. Porque los beneficios psicológicos de viajar no están tanto en los kilómetros recorridos o en el tiempo que estemos fuera como en las vivencias disfrutadas. Tomándome la libertad de cambiar ligeramente el título de un tema de Extremoduro, «viajar ensancha el alma».

Sea cual sea tu plan, si has elegido un destino lejano, disfrútalo. Y, si eres de los que han decidido quedarse a este lado de la frontera, disfrútalo igualmente. En cualquier lugar encontrarás opciones para oxigenar cuerpo y mente y recargar pilas. Seguro que más cerca de lo que crees hay multitud de rincones que explorar y de los que disfrutar.

Viajar tiene numerosos beneficios psicológicos

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Desconectar, practicar habilidades sociales, abrir la mente y desterrar prejuicios, decir adiós al estrés (aunque solo sea por unos días)… los beneficios psicológicos de viajar son muchos. A continuación, te dejo diez razones por las que merece la pena hacerlo.

1. Reduce el estrés y la ansiedad

Los viajes son paréntesis necesarios en nuestra vida que nos permiten oxigenarnos y recargar las pilas. Hasta la más corta de las escapadas puede ayudarnos a relajarnos y a lidiar con el estrés. Preocupaciones y tensiones se desvanecen. Desconectamos de la rutina, de los problemas diarios y nos enfocamos en vivir el presente, dejando a un lado la angustia por el pasado o las preocupaciones por el futuro.

Ya sea en plena naturaleza, disfrutando de la piscina o la playa e, incluso, en un resort con todo incluido si eso es lo que necesitas. Lo importante es que puedas centrarte en el ‘aquí y ahora’ y olvidarte, aunque solo sea por unos días, de rutinas y preocupaciones.

Cuando viajas, resulta más fácil disfrutar con conciencia de todos esos momentos que pasas por alto en el día a día, incluida la compañía de tus seres queridos, pasar un rato agradable con alguien a quien acabas de conocer o, simplemente, disfrutar de una puesta de sol. No hay más obligación que disfrutar.

2. Potencia la capacidad para resolver problemas

Cuando viajamos estamos saliendo de nuestra zona de confort. Vivimos experiencias que a menudo conllevan tomar decisiones y resolver contratiempos, nos exponemos a situaciones nuevas que ponen a prueba nuestra tolerancia a la incertidumbre…

Se trata de circunstancias y desafíos que, quizás, no estemos acostumbrados a encontrar en la vida diaria. Pero justo son esos retos los que nos llevan a abrir nuestra mente y a descubrir nuevos puntos de vista, nuevas estrategias y modos de solucionar problemas que quedarán en nuestro ‘caja de recursos’.

3. Mejora las habilidades sociales

Los viajes son estupendas oportunidades para conocer gente nueva y practicar nuestras habilidades sociales y de comunicación. Y esto es especialmente beneficioso si nos cuesta relacionarnos con otras personas. A menudo, se dan situaciones en las que, casi sin darnos cuenta, nos encontramos hablando con un perfecto desconocido e, incluso, sorprendiéndonos de nuestra capacidad de socializar. Al fin y al cabo, los lugares no están completos sin las personas que los habitan. Si realmente queremos conocer la cultura de un país, no basta con leer la guía correspondiente; el viaje será mucho más enriquecedor si nos paramos a hablar con sus habitantes y, sobre todo, s i nos paramos a escucharles.

En caso de que optes por un viaje organizado, no solo conocerás gente en tu destino; también podrás poner a prueba tus dotes comunicativas y socializadoras con tus compañeros de viaje. Es posible que en los primeros días te cueste un poco más, pero verás que te sueltas enseguida. Y, si te animas a viajar solo o sola, este beneficio será mucho mayor.

4. Abre la mente y derriba prejuicios

Viajar es la mejor solución para deshacerse de estereotipos y prejuicios. Nos enriquece emocional y mentalmente. Nos convierte en personas más tolerantes, empáticas, flexibles y respetuosas. Nos permite descubrir que hay otros puntos de vista diferentes a los nuestros, otras formas de pensar, otras visiones, otras formas de hacer las cosas. Ni mejores, ni peores que las que conocemos. Solo diferentes.

Conocer otros países ayuda a desmitificar creencias, a desechar ideas preconcebidas y a romper estereotipos que muchas veces no sabíamos ni que teníamos. Nada mejor que conocer otras realidades, culturas y costumbres para darnos cuenta de todo lo que podemos aprender si nos quitamos la venda de los prejuicios.

Pero también podemos decir adiós a muchos recelos quedándonos dentro de nuestras fronteras. Solo tenemos que escuchar, pero no únicamente con los oídos. También es necesario mantener abiertos mente y corazón.

Viajar ayuda a derribar prejuicios.

5. Favorece el autoconocimiento

Abandonar durante una temporada nuestro entorno nos ayuda a conectar con nosotros mismos y a tomar perspectiva sobre quiénes somos, qué queremos y qué es realmente importante en nuestra vida. Puede cambiar nuestra forma de ver las cosas y la vida en general. Puede que, incluso, se modifiquen nuestras prioridades y empecemos a dar menos importancia a las cosas materiales y a apreciar otras que antes no valorábamos.

Además, al tener que afrontar situaciones nuevas, nos hacemos conscientes de recursos que poseemos y en los que no habíamos reparado. Y, de paso, desarrollamos otros nuevos.

Este autoconocimiento es mucho más potente cuando nos atrevemos a dejar los miedos y las inseguridades a un lado y nos animamos a viajar solos. Así es más fácil percibir cómo nos sentimos ante diferentes situaciones y, algo muy importante, estamos cara a cara con esas emociones que normalmente evitamos. Si no habéis probado, os animo a hacerlo. Y en caso de que una semana o quince días os parezca demasiado tiempo para empezar, animaos a hacer una escapada de un par de días. Veréis como vuestra conciencia y todos vuestros sentidos se despiertan y se abren de par en par.

6. Constituye un antídoto contra el miedo y las inseguridades

La mejor forma de superar los miedos es exponernos a ellos. Además, en la mayoría de las ocasiones, una vez que estamos ante esas situaciones que tanto temor nos producían nos damos cuenta de que no eran para tanto. Un temor muy común es negarnos a ir a un país donde no hablan nuestro idioma por temor a tener algún contratiempo y no poder comunicarnos. Sin embargo, os sorprendería lo que hace el lenguaje gestual, un papel y un bolígrafo para dibujar o tener un simple mapa a mano.

Cuando viajas relativizas determinadas creencias y, casi sin percatarte de ello, esos temores se desvanecen. Y lo mismo ocurre con los miedos que puedas tener por lo que te han contado sobre un país y sus habitantes. Compruébalo por ti mismo y date la oportunidad de experimentar si es cierto. Obviamente, no se trata de que te vayas a un lugar objetivamente inseguro y peligroso. La prudencia es necesaria en cualquier situación, pero también lo es aprender a distinguir el miedo que sentimos frente a un peligro real del que aparece ante situaciones que no controlamos o que no nos resultan familiares.

7. Es un aprendizaje constante

Vivir experiencias únicas en entornos diferentes a los que estamos acostumbrados nos deja aprendizajes que no solo mejoran nuestra cultura y conocimiento, sino que también nos mejoran como personas. Viajar proporciona visiones diferentes, y mucho más auténticas, sobre la manera de vivir de otras gentes, su historia, su religión, cómo se relacionan o su forma de afrontar las dificultades.

Un viaje no solo supone una lección de historia, conocimiento del medio, geografía o idiomas. Si estamos abiertos a aprender y a sumergirnos en otras culturas, es muy posible que nos llevemos muchas lecciones aprendidas a casa, sobre todo lecciones de vida.

8. Estimula el cerebro y fortalece las redes neuronales

La rutina es nefasta para el cerebro. Por el contrario, exponernos a nuevos lugares, olores, sabores, sensaciones y sonidos es tremendamente beneficioso para nuestra masa gris. El neurólogo José Manuel Moltó lo explica muy bien en esta entrevista: «Nuestras neuronas pueden crear nuevas conexiones, incluso se pueden formar neuronas nuevas, pero para ello es fundamental entrenar y estimular el cerebro. Y hay tres elementos clave para hacerlo: enfrentar a nuestro cerebro a la novedad, la variedad y el desafío. Viajar cumple con los tres».

Situaciones tan simples como aprender nuevas calles, hacer un mapa mental del lugar donde uno está o tener que comunicarse en otro idioma estimulan el cerebro y lo vuelven más plástico y creativo. Viajar requiere aprender y memorizar todo lo que al principio nos resulta extraño y desconocido hasta hacerlo familiar. Esto es un desafío y un auténtico entrenamiento acelerado para el cerebro.

9. Estimula la creatividad

Otro de los beneficios psicológicos de viajar es que transforma nuestro modo de ver las cosas. Gracias a la neurociencia sabemos que entrar en contacto con nuevos lugares y experiencias favorece la flexibilidad cognitiva (capacidad de la mente para ir saltando entre distintas ideas) y la habilidad para conectar elementos que no tienen relación aparente o inmediata. Y ambos aspectos son claves en el pensamiento creativo.

Ahora bien, no basta con visitar un lugar para convertirnos en ‘estrellas’ de la creatividad. Para que el beneficio sea mayor, hay que sumergirse en la cultura y vivir experiencias multiculturales, es decir, establecer relaciones con el entorno y sus gentes.

10. Ayuda a ser un poco más feliz

Según una investigación dirigida por el profesor de Psicología Thomas Gilovich en la Universidad Estatal de San Francisco (Estados Unidos), viajar aporta más felicidad que comprar cosas materiales. «Nuestras mayores inversiones deberían dedicarse a crear recuerdos sobre la base de experiencias y vivencias personales, como las que se generan viajando», explica Gilovich en las conclusiones de esta investigación. La razón está en que la suma de las experiencias y los recuerdos almacenados de dichas vivencias aportan bienestar a largo plazo, frente a la satisfacción momentánea que se siente al comprar algo.

Además, un viaje proporciona placer por partida triple: cuando lo planificamos y visualizamos, durante el propio viaje; y después, cuando lo evocamos, ya que los recuerdos generan sensaciones placenteras similares a las que se perciben cuando estamos viviendo la experiencia.

Viajar nos enriquece como personas.

Viajar para huir o viajar para crecer

«Podrás recorrer el mundo, pero tendrás que regresar a ti», decía el filósofo Krishnamurti. Hay una gran diferencia entre viajar para escapar y viajar para crecer como persona. Los problemas no solo nos acompañan por muy lejos que vayamos, sino que cada vez nos pesarán más. A veces, creemos que basta con alejarnos de los conflictos para que desaparezcan por sí solos y no nos damos cuenta de que hasta que no los afrontemos seguirán con nosotros, vayamos donde vayamos.

Cuando viajamos para huir, las experiencias no nos nutren y se convierten en un peso más que cargamos en la mochila. Ni los paisajes más bellos ni los destinos más exóticos van a cambiar eso. Porque casi todo nos recordará el problema que no resolvimos o la conversación que dejamos pendiente. Y así no se puede disfrutar de un viaje.

Cuando viajamos para crecer, todos nuestros sentidos se enfocan en absorber experiencias que se convertirán en alimento para el alma. Aprenderemos, disfrutaremos, nuestra mente se abrirá y nuestra perspectiva de las cosas cambiará. Y a la vuelta, todo estará incluso mejor de lo que lo dejamos. Porque cuando nosotros cambiamos y evolucionamos, todo evoluciona con nosotros, como un engranaje perfecto.

Las respuestas siempre están dentro de nosotros, así que no nos servirá de nada buscarlas fuera, ya sea en otras personas o en un destino al otro lado del mundo.

La terapia EMDR es una terapia que recurre a la estimulación de los dos hemisferios laterales

EMDR (I): Bases de la Terapia de Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares

EMDR (I): Bases de la Terapia de Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares 1620 1080 BELÉN PICADO

(La terapia EMDR es un enfoque relativamente moderno y todavía desconocido para muchos. Por ello, voy a dedicarle dos posts para tratar de solventar algunas de las dudas que me consultáis).

EMDR es el acrónimo en inglés de Eye Movement Desensitization and Reprocessing (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares). Se trata de una terapia que recurre a la estimulación de los dos hemisferios cerebrales. Su objetivo: desensibilizar una situación traumática almacenada de modo disfuncional en la memoria e integrarla dentro de los recuerdos de una forma adaptativa.

Para llevar a cabo dicha estimulación se recurre generalmente a movimientos oculares (el paciente sigue con los ojos los movimientos de los dedos del terapeuta). No obstante, también puede hacerse con estímulos auditivos (sonidos alternos en un oído y otro) y tapping (golpecitos con los dedos en las rodillas del paciente o en las manos).

Enn EMDR el reprocesamiento se realiza habitualmente a través de movimientos oculares

El descubrimiento casual de Francine Shapiro

En 1987, la psicóloga estadounidense Francine Shapiro hizo un descubrimiento casual mientras paseaba por un parque. Cuando movía los ojos de un lado a otro y en dirección horizontal disminuían las emociones negativas asociadas a sus propios recuerdos dolorosos.

Entonces, empezó a estudiar el fenómeno. Primero con la colaboración de amigos y conocidos y luego aplicándolo en pacientes, concretamente en víctimas de abuso sexual y veteranos de la guerra del Vietnam. Enseguida confirmó que su método disminuía los síntomas de trastorno por estrés postraumático en estas personas. Dicho método consistía en pedir al paciente que pensara en una idea o recuerdo molesto mientras seguía con los ojos el movimiento de los dedos del terapeuta.

Redes de memoria

Todos hemos pasado por momentos complicados y no siempre es necesario acudir al psicólogo para volver a sentirnos bien. A menudo, basta con acordarnos de cómo superamos otras situaciones similares o hablar con alguien de confianza. Sin embargo, algunas experiencias dolorosas nos afectan mucho emocionalmente. Tanto, que no somos capaces de hablar de ellas sin angustiarnos. Incluso, revivimos el recuerdo una y otra vez como si estuviese sucediendo en este momento. Otras veces la experiencia fue tan traumática que quedó oculta en algún lugar de la mente. Hasta que un día, de repente, ante un hecho aparentemente insignificante se disparan aquellos recuerdos, emociones y sensaciones físicas y reaccionamos involuntariamente como si estuviéramos ante una amenaza vital.

Según la teoría del Procesamiento Adaptativo de la Información formulada por Shapiro, las personas contamos con un sistema de procesamiento innato. Este va asimilando las experiencias que vivimos y las deposita en redes de memoria interconectadas. Esa información se almacena en forma de sensaciones (imágenes, sonidos, olores, tacto, gusto), pensamientos (en el momento del suceso), emociones y creencias, que luego nos servirán como base para futuras percepciones, actitudes y conductas a lo largo de nuestra vida.

Los problemas aparecen cuando la nueva información se procesa inadecuadamente y queda almacenada de modo disfuncional en una red de memoria que no está conectada con el resto. Cuando ocurre esto, los recuerdos del suceso pueden activarse posteriormente de manera automática en forma de pensamientos desagradables, pesadillas recurrentes, miedo sin causa aparente… Incluso pueden llegar a condicionar nuestra conducta. Es como si el sistema de alarma de nuestra casa estuviese estropeado y saltase continuamente y sin motivo.

Los hechos vividos durante el día se van acoplando en redes de memoria interconectadas

La amígdala y las emociones

Además de saber cómo actúan las redes de memoria, para comprender cómo funciona la terapia EMDR debemos conocer tres zonas del cerebro: la amígdala, el hipocampo y el córtex prefrontal. Concretamente tres relacionadas con las emociones, la memoria y el aprendizaje y el procesamiento de la información. La amígdala es un sistema de alerta temprana que genera la emoción antes de que la corteza cerebral reciba el mensaje de que algo sucede. El hipocampo contextualiza la situación y ayuda a transferir la información inicial a la zona prefrontal de la corteza cerebral, donde se procesa. Normalmente, cuando vivimos un hecho con un componente emocional la información llega a la amígdala, de aquí al hipocampo y a continuación viaja al córtex prefrontal donde es procesado.

Si la experiencia es muy traumática se produce una excesiva estimulación de la amígdala y la información queda atrapada sin que pueda pasar a una red neuronal. En esta situación, el hipocampo no puede consolidar adecuadamente los recuerdos ni el contexto. Ni tampoco transferirlos a la corteza para que sean elaborados.

Vamos a verlo con un ejemplo: Imagina que estás sentado en el salón de tu casa viendo tu serie favorita y empieza a oler a humo. Tu amígdala es la primera en dar el aviso de “peligro” en el cerebro y, automáticamente, te activas, te alteras y tu primer impulso es huir. Pero esa información enseguida pasa por el hipocampo y llega hasta la corteza prefrontal. Entonces recuerdas que tus vecinos te comentaron que iban a hacer una barbacoa en su jardín. Te tranquilizas y sigues con tu serie. Esto es lo que ocurriría en circunstancias normales.

Ahora bien, ¿qué podría ocurrir si hubieses sido víctima de un incendio y ese recuerdo hubiera quedado atascado en la amígdala sin ser elaborado? Probablemente, ante el olor a humo habrían emergido las emociones del pasado. No como un recuerdo, sino como si estuvieses reviviendo el hecho, con el consiguiente sufrimiento que esta situación generaría.

La terapia EMDR ayuda a procesar recuerdos traumáticos

Cómo funciona la terapia EMDR

Este abordaje allana el camino para que el recuerdo traumático ‘atascado’ (en nuestro ejemplo, el incendio) y almacenado disfuncionalmente en la amígdala, se desplace a la corteza y pueda conectarse a una red neuronal. Una vez esa memoria se conecta a redes más grandes con información adaptativa, la información se reelabora y la experiencia traumática se integra. El recuerdo no desaparecerá, pero la persona podrá acceder a él sin que le perturbe ni le genere sensaciones negativas. Además, al facilitarse la modificación de emociones y creencias negativas, también cambiarán las actitudes y los comportamientos. La terapia EMDR activa el sistema innato de procesamiento de la información del cerebro, es decir, la capacidad de autocuración que tiene nuestra mente.

¿Y por qué la estimulación bilateral? Todo lo que la mente recoge en estado de vigilia, el cerebro lo procesa mientras dormimos. Durante la fase REM, que es cuando estamos soñando, se archiva en la memoria lo más relevante de la jornada. Entonces, se asimila aquello que no hemos podido elaborar del todo durante el día. Lo que hace la terapia EMDR es reproducir los movimientos oculares rápidos de la fase REM y provocar el reset que el cerebro hace de manera natural por la noche.

Si quieres saber más sobre la terapia EMDR, te invito a leer EMDR (II): Preguntas frecuentes sobre la Terapia de Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares.

La frustración nos enseña que unas veces se gana y otras se aprende

La frustración nos enseña que unas veces se gana… y otras se aprende

La frustración nos enseña que unas veces se gana… y otras se aprende 2560 1920 BELÉN PICADO

La vida es alegría y también tristeza; salud y también enfermedad; felicidad y también amargura; es ganar y también perder. La mayoría lo sabemos, al menos en la teoría. En la práctica, se nos olvida cuando no alcanzamos un objetivo por el que hemos luchado duro, cuando nuestras expectativas no se cumplen o si no conseguimos algo que creemos merecer. Esa mezcla de decepción, ira y angustia que experimentamos en situaciones así, se conoce como frustración. Es un estado desagradable, pero pasajero. Sin embargo, las personas con una baja tolerancia a la frustración lo viven como una emoción insoportable y permanente, lo que les genera un alto grado de ansiedad.

Desde que nacemos, nuestra vida es una sucesión de frustraciones

En la primera etapa de la vida, el bebé depende totalmente de los adultos para satisfacer necesidades básicas como la alimentación o el sueño. En ese momento es necesario satisfacerlas de forma inmediata porque esa será la base sobre la que construirán su seguridad y su estabilidad emocional.

Más tarde, a medida que el niño crece va comprobando que el mundo no es un camino de rosas. Por ejemplo, cuando mamá no acude a su lado tan pronto como él quiere o cuando no consigue el juguete que había pedido a los Reyes… Así va aprendiendo que no siempre puede lograr todo lo que desea con la inmediatez que exige.

Es en la infancia cuando a los padres les toca hacer ver a sus hijos que en ocasiones toca esperar o que, incluso esperando, puede que los deseos no se cumplan. Enseñarles a sobrellevar esos momentos forma parte de la educación emocional del niño y le ayuda a adquirir una mayor tolerancia ante la incertidumbre y la falta de control ¿Cómo? Enseñándoles a reconocer y a soportar la frustración y las emociones asociadas como la tristeza o la ira, animándolos a alcanzar objetivos realistas y acordes a su edad, estableciendo límites y normas claras, enseñándoles a responsabilizarse de sus actos… Como dice la psicóloga María Jesús Álava, “la frustración es la llave de la inteligencia” porque ayuda al niño a elaborar recursos que necesitarán cuando estén ante circunstancias difíciles.

Hay que entrenar la tolerancia a la frustración desde la infancia

La importancia de la paciencia

Vivimos en la sociedad de lo inmediato. Cada vez es menor el lapso de tiempo entre querer algo y conseguirlo. Con un simple click podemos hacer la compra, realizar gestiones bancarias, conocer a nuestra futura pareja… Y en estas condiciones se hace muy difícil cultivar la paciencia. En vez de esperar el momento adecuado, analizar la situación o ir paso a paso buscamos triunfar con un chasquido de dedos. Y si fracasamos nos desesperamos, nos enfadamos, nos deprimimos o echamos la culpa al resto del mundo. La frustración nos pone cara a cara con el hecho de que no podemos controlarlo todo en nuestra vida, ni el mundo gira en torno a nuestros deseos y, de paso, nos recuerda la importancia de la paciencia.

Porque aprender a tolerar la frustración pasa por entrenar la paciencia, pero no entendiéndola como resignación o como una espera pasiva sino como fortaleza para atravesar situaciones complicadas sin derrumbarnos. Lo primero es ver en qué situaciones somos impacientes para luego valorar qué factores alimentan nuestra inquietud y qué recursos tenemos para contrarrestarlos. Si, por ejemplo, tienes que ir al médico, sabes que suele ir con retraso y eso te altera, puedes aprovechar para leer o, simplemente, para escuchar música.

La paciencia nos ayuda a afrontar mejor la frustración

Hacer las paces con el fracaso

Éxito y fracaso son dos caras de la misma moneda y ninguna por sí misma nos define como personas. Fracasar o equivocarte no te convierte en un peor ser humano ni conseguir lo que te propones te hace ser mejor. Por otro lado, cuanto más te domine el miedo al error y el temor al rechazo o la burla, más estresado actuarás y más posibilidades tendrás de fallar.

Cuando conseguimos lo que queremos pocas veces nos paramos a reflexionar sobre cómo hemos llegado a ese éxito. Un fracaso, sin embargo, facilita esa reflexión, nos muestra cuáles son nuestros límites y nos recuerda que a veces hay circunstancias sobre las que no tenemos ningún poder.

Si logramos sostener la frustración que conlleva el fracaso comprenderemos que el hecho de no conseguir algo concreto no significa ser un fracasado. Si te quedas enganchado en ese fracaso puntual, la frustración te cegará y no te dejará ver otras posibilidades. Una vez le preguntaron a Thomas Alva Edison, el inventor de la bombilla, si no le frustraba haber fracasado en más de mil intentos. Él respondió: “¡No son mil fracasos! ¡He descubierto mil formas de cómo no debe hacerse una bombilla!”. Cada intento fracasado le enseñaba que esa no era la forma de resolver el problema y que debía buscar otras alternativas.

(En este mismo blog puedes leer el artículo «10 lecciones que puedes aprender de los fracasos«)

A veces las cosas no salen como esperamos. Y no es el fin del mundo

“Si deseas algo con muchas ganas y se lo pides al universo, lo conseguirás”. Lamentablemente, la vida no funciona así. O al menos, no siempre. Cuando creemos que pensando en positivo lograremos lo que nos propongamos, estamos negando una realidad básica. En la vida pasan cosas que no controlamos y no todo sucede según nuestros deseos. Empeñarnos en negar o cerrar los ojos ante las circunstancias negativas que se cruzan en nuestro camino solo puede provocarnos frustración.

Hacer una pausa mientras vivamos estas situaciones desfavorables nos permitirá analizar y reflexionar sobre lo que ha ocurrido. Si somos capaces de mantener la calma y existe una alternativa será más fácil encontrarla. Y, si no hay ninguna posibilidad de alcanzar nuestro objetivo, al menos sacaremos un aprendizaje de ello y reforzaremos nuestra capacidad de afrontamiento.

La frustración es una parte más de nuestra existencia y hay que aprender a convivir con ella. Cuando aceptemos que a veces las cosas no salen como esperamos, la decepción dejará paso a la esperanza y a la oportunidad de descubrir y experimentar cosas nuevas que seguirán enriqueciendo nuestro día a día.

A veces las cosas no salen como esperamos y el mundo no se acaba por ello

Como dice el cuento Así es la vida, a veces un molesto resfriado nos obliga a cambiar nuestros planes, otras nos hacen un regalo que no nos gusta nada, otras nos sentimos inútiles o impotentes. Hay días en que, cuando más necesitamos a alguien, no aparece y nos sentimos terriblemente solos… Pero, en realidad, todos esos momentos no son más que invitaciones a nuevos descubrimientos. Porque… «así es la vida y no nos la podemos perder».

Si te interesa

Una película

Pequeña Miss Sunshine. Esta deliciosa película de 2006 relata el viaje de una peculiar familia estadounidense, desde Nuevo México hasta California, para apoyar a la hija menor, que sueña con conseguir un título de belleza infantil. Las dificultades irán sucediéndose a lo largo del camino, pero ellos, asumiendo de modo natural cada obstáculo, las convertirán en aprendizajes. No solo saldrán reforzados como familia; también crecerán como individuos.

Un cuento

Así es la vida, de Ana-Luisa Ramírez y Carmen Ramírez. “En la vida, hay veces que deseamos cosas…/ … Y las conseguimos. / Pero también hay veces que, por más que persigamos algo con todas nuestras fuerzas / o incluso lo necesitemos muchísimo, / no hay forma de conseguirlo./ Así es la vida”. Así empieza un cuento precioso sobre la aceptación de la vida tal y como va llegando, unas veces con alegrías, otras veces con tristezas, pero siempre abriendo nuevos caminos para seguir creciendo.

El poder sanador de los cuentos

El poder sanador de los cuentos: Seis razones por las que no pueden faltar en nuestra vida

El poder sanador de los cuentos: Seis razones por las que no pueden faltar en nuestra vida 3000 1688 BELÉN PICADO

Los cuentos siempre han formado una parte muy importante de mi vida. De niña, me ayudaron a estrechar el vínculo con mi abuela, que era quien me los contaba, y gracias a ellos se despertó en mí el amor por la lectura. A medida que fui haciéndome adulta siguieron acompañándome y ahora, como psicóloga, son una herramienta terapéutica esencial en mi consulta. Porque su función va mucho allá de divertir y entretener.

Todas esas historias no solo dan alas a la imaginación y nos acarician el corazón. También entran a hurtadillas en nuestro subconsciente para ayudarnos a tomar decisiones y a enfrentarnos a los retos más complicados y para transmitirnos sabios mensajes destinados a mejorar nuestra vida. Dice el psiquiatra Bruno Bettelheim en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas: “Para que una historia mantenga de verdad la atención del niño ha de divertirle y excitar su curiosidad. Pero para enriquecer su vida ha de estimular su imaginación, ayudarle a desarrollar su intelecto y a clarificar sus emociones; ha de estar de acuerdo con sus ansiedades y aspiraciones; hacerle reconocer plenamente sus dificultades, al mismo tiempo que le sugiere soluciones a los problemas que le inquietan”.

1. Mejoran la comunicación entre padres e hijos

Aunque el momento más habitual para leer una historia a nuestros hijos es la hora de ir a dormir, cualquier instante del día es perfecto. Aprovecha la historia elegida para sacar algún tema e interesarte por sus cosas: qué les preocupa, qué les interesa… También puedes utilizar el cuento para jugar, cambiando alguna escena, animándoles a hablar sobre los dibujos o inventando finales alternativos. Incluso te vendrán bien para sacar temas ‘espinosos’ como el sexo. Existen libros destinados a diferentes edades que te ayudarán a responder a las preguntas más incómodas y, de paso, les proporcionarás una buena educación sexual.

Eso sí, para reforzar la confianza y estrechar el vínculo entre vosotros, es necesario que te sientes con ellos y te impliques en la lectura. No basta con comprarles libros y animarles a que los lean mientras tú estás mirando el móvil.

Los cuentos mejoran la comunicación entre padres e hijos

2. Aportan nuevos modos de resolver problemas

En su día a día, el niño va encontrándose con nuevos problemas y retos en diferentes ámbitos y los cuentos les muestran distintos caminos para vencer esas dificultades de una forma lúdica y creativa. Al ver cómo se enfrenta otro a la misma situación que le preocupa a él, al niño le será mucho más fácil encontrar su propia solución. Hay historias para dejar el pañal, para encarar los cambios sin miedos, para resolver posibles conflictos en el aula o para establecer pautas de sueños, entre muchas otras.

3. Estimulan el desarrollo cognitivo

El hecho de prestar atención mientras se lee, ayuda al niño a crear sus propias imágenes mentales, estimulando así no solo la escucha y la concentración sino también la creatividad e imaginación. Además, se desarrolla la memoria, aumenta el vocabulario y mejora la capacidad de expresarse. Estos beneficios pueden observarse nada menos que desde los seis meses, como se explica en este artículo de El País. Y, volviendo a la repetición de las historias, según un estudio de la Universidad británica de Sussex leer una y otra vez los mismos cuentos a los niños acelera su aprendizaje.

Los cuentos estimulan el desarrollo cognitivo del niño

4. Ayudan a gestionar las emociones

A veces el niño no es capaz de expresar verbalmente lo que siente (posiblemente ni siquiera puede identificarlo) y lo manifiesta a través de rabietas, pesadillas, dolores… En estos casos, a través del cuento adecuado puede comprender qué le está pasando y aprender a manejarlo. Por ejemplo, ¡Vaya rabieta!, de la autora Mireille D’Allancé, ayuda al niño a modular su enfado y le enseña a tranquilizarse antes de exteriorizar la ira de forma descontrolada.

Por otro lado, los cuentos permiten al niño entrar en contacto con emociones que él siente como “malas” y teme expresar por temor a ser rechazado o castigado. No está bien enfadarse con mamá o papá, pero sí puedo odiar a la bruja, el ogro o la madrastra malvada. Asimismo, son una herramienta muy útil a la hora de asimilar acontecimientos vitales complicados, como el nacimiento de un hermanito, la muerte de un ser querido o la separación de los padres.

5. Facilitan la resolución de conflictos internos

Cuando el niño se identifica con el protagonista de la historia, vive sus aventuras, sortea con él los obstáculos del camino y, sin darse cuenta, encuentra la salida a sus propios conflictos inconscientes. Por eso muchas veces los niños quieren escuchar una y otra vez el mismo cuento. La repetición les ayuda a dar sentido y a elaborar el mensaje que están recibiendo hasta extraer sus propias conclusiones. Además, cada vez que se elimina al personaje que ejerce de malvado en la historia, se restaura la confianza del niño en su propia habilidad para vencer sus dudas y superar sentimientos indeseados como la envidia, la vanidad, etc.

En el libro La bruja debe morir, Sheldon Cashdan pone el ejemplo de Blancanieves para explicar cómo el niño proyecta en los distintos personajes partes de sí mismo que están en conflicto: “La reina diabólica en Blancanieves encarna el narcisismo y la joven princesa, con quien se identifican los lectores, personifica aquellas partes del yo que luchan por superar la inclinación al narcisismo. Derrotar a la reina representa el triunfo de las fuerzas positivas internas sobre los impulsos hacia la vanidad. De este modo, los niños pueden resolver las tensiones que afectan al modo en que se perciben a sí mismos”. Precisamente, este es uno de los motivos por los que en esos cuentos siempre hay brujas y ogros acechando. “Una vez que la bruja ha sido eliminada y que las partes del yo que ella encarna han sido derrotadas, el niño deja de estar atormentado por autoinculpaciones y dudas”.

6. Hay cuentos para todas las edades y situaciones

Los cuentos son aptos para todas las edades

Todas las ventajas que he enumerado son extensibles también a los adultos. Independientemente de la edad, siempre hay una historia para cada persona y cada momento que ayuda a reinterpretar la realidad y encontrar una nueva perspectiva. El lenguaje metafórico de los cuentos va directo a nuestro niño interior y a nuestra intuición. Nos pone en contacto con emociones, sueños y temores que de otro modo mantendríamos ocultos e ignorados. Al fin y al cabo, ¿quién no espera un final de cuento de hadas, ya sea en el terreno sentimental, laboral o en cualquier otro ámbito?

Dormir la siesta es una necesidad biológica del organismo

Dormir la siesta, el yoga ibérico que favorece nuestra salud mental

Dormir la siesta, el yoga ibérico que favorece nuestra salud mental 2042 1513 BELÉN PICADO

Dormir la siesta es una costumbre muy antigua. El origen de la palabra “siesta” está en la “hora sexta” de los romanos que era la hora central de la jornada y comprendía más o menos entre las 12.00 y las 15.00 horas (el cómputo de horas era distinto al nuestro).

Cada día son más numerosos los estudios que demuestran que descansar un rato después de comer no es un vicio o un signo de pereza, sino una necesidad fisiológica del organismo para recuperarse de las tensiones y la fatiga. Es más, esta práctica, que Camilo José Cela definió como el “yoga ibérico”, se ha convertido en una verdadera revolución que ha traspasado nuestras fronteras.

En Francia, por ejemplo, el ejército no solo incluye la siesta entre las técnicas que enseñan a los soldados para completar y mejorar sus horas de sueño. Además, el pasado mes de marzo amplió la recomendación a toda la ciudadanía durante sus Jornadas del Sueño.

Por otro lado, en España, donde cada vez se sestea menos, los murcianos y los aragoneses son los más proclives a hacerlo, seguidos de baleares, extremeños, valencianos, catalanes y castellano-leoneses. Los vascos y los gallegos, en el extremo opuesto, son los más reacios.

La necesidad de echar una cabezadita tiene su explicación: entre la una y las cuatro de la tarde (unas ocho horas después de levantarnos) nuestro reloj biológico se ralentiza, se produce una disminución del riego cerebral y aparece la sensación de somnolencia. Si has hecho una comida copiosa, has consumido alcohol o estás expuesto a las altas temperaturas del verano, el sopor puede aumentar todavía más.

La siesta tiene muchos beneficios psicológicos

Beneficios psicológicos de echar una cabezada

Además de ayudar a recuperarnos del cansancio y mejorar nuestro rendimiento, dormir la siesta tiene otras ventajas desde el punto de vista psicológico.

  • Aumenta la capacidad de atención, concentración y memoria. Según un estudio realizado en la Universidad estadounidense de Pennsylvania y publicado en la revista científica “American Geriatrics Society”, dormir una siesta de una hora por la tarde mejora las funciones del pensamiento y la memoria e, incluso, ayuda a mantener el cerebro cinco años más joven. Por otra parte, el cerebro también utiliza el momento en que dormimos para procesar recuerdos.
  • Influye positivamente en la capacidad de aprendizaje. Al permitir que nuestra mente descanse, estamos facilitando que el cerebro se resetee y adquiera nuevos conocimientos.
  • En el ámbito laboral puede incrementarse hasta en un 40 por ciento el rendimiento del trabajador. En Estados Unidos lo saben y ya hay un gran número de empresas, entre ellas Google y la NASA, que facilitan a sus empleados la oportunidad de disfrutar del “power nap” en pequeñas salas en penumbra. Allí los trabajadores pueden dormir la siesta en cómodos sillones para recargar las baterías.
  • Combate el estrés, la ansiedad y la depresión. Durante la siesta se reducen los niveles de cortisol, hormona responsable del estrés. Además, si entramos en fase REM, aumenta el nivel de serotonina, mejorando nuestro ánimo.
  • Favorece el crecimiento. Aunque en la mayoría de las ocasiones se recomienda echar una cabezada cortita, en el caso de niños y adolescentes las siestas largas son muy beneficiosas. Y es que el momento en que se libera la mayor cantidad de hormona del crecimiento es 50 minutos después de iniciar el sueño.
  • Estimula la creatividad. Según una investigación de la psiquiatra estadounidense Sara Mednick, las personas que entran en fase de sueño profundo durante la siesta muestran mayor creatividad.
  • Mejora los reflejos. Cuando nos levantamos temprano y nos pasamos la mañana recibiendo todo tipo de estímulos, es normal que nuestra capacidad de reacción empiece a disminuir. Esto ocurre a la vez que aumenta la probabilidad de cometer errores en caso de realizar una actividad que exija estar alerta. Una siesta ayuda a recuperar la atención y permanecer más alerta.
  • Ayuda a los deportistas a recuperarse física y mentalmente cuando tienen varias sesiones de entrenamiento en un mismo día y a mejorar el rendimiento en resistencia.

Dormir la siesta estimula la creatividad

La siesta ideal

Si no quieres levantarte con sensación de amodorramiento, malhumor e, incluso, dolor de cabeza, recuerda estos consejos:

  • Duerme más de 15 minutos, pero menos de una hora. De este modo, la siesta aumenta las propiedades del sueño nocturno, al mismo tiempo que permite acortar su duración sin disminuir su eficacia. Ten en cuenta que la duración dependerá de la facilidad que tenga cada persona para conciliar el sueño por la noche. En el caso de las personas mayores hay que prestar especial atención al tiempo que dedican a dormir por el día. Acaba de publicarse en la revista científica “Alzheimer’s and Dementia” que las siestas diurnas demasiado largas podrían ser una señal de alzhéimer. Y es que lo primero que destruye la enfermedad son las regiones del cerebro que se ocupan de mantenernos despiertos durante el día.
  • Busca un lugar tranquilo y con una temperatura agradable. En cuanto a sofá o cama,  va en gustos y costumbres, pero será más fácil reincorporarte luego a tus quehaceres si eliges un sofá cómodo.
  • El mejor momento para echar un sueñecito es el comprendido entre la una y las cuatro de la tarde. De este modo no afectará al descanso nocturno.
Nuestro cerebro necesita descansar

¿Qué ocurre en nuestro cerebro mientras dormimos?

¿Qué ocurre en nuestro cerebro mientras dormimos? 1920 1233 BELÉN PICADO

Imagina que debes entregar un importante trabajo a primera hora de la mañana o que tienes que conducir toda la noche. Tratas de ahuyentar el sueño, intentas sofocar tu primer bostezo y te decides a pasar despierto el resto de la madrugada. Ese bostezo ha sido el primer signo de que no estás tan despierto como crees. Después de 18 horas sin dormir, el tiempo de reacción comienza a aumentar de un cuarto de segundo a medio segundo y así sucesivamente. Luego empezarás a notar accesos de microsueño. Estas pequeñas cabezadas, que duran de 2 a 20 segundos, pueden provocar que te salgas de tu carril si estás conduciendo o que tengas que releer el mismo párrafo varias veces, si tienes un libro en tus manos.

Nuestro cerebro necesita descansar

En el reino animal, el sueño juega un papel tan importante en la supervivencia como la comida, el agua o las relaciones sexuales. Necesitamos dormir y nos pasamos la tercera parte de nuestra vida haciéndolo, pero todavía no hay consenso en el porqué de esta necesidad.

Muchos investigadores no creen que el sueño sirva para restablecer la actividad del organismo. Los músculos no necesitan dormir, simplemente requieren períodos intermitentes de relajación, y el resto del cuerpo sigue funcionando más lentamente, aparentemente ignorando si el cerebro duerme o está despierto.

¿Sirve entonces para refrescar el cerebro? Esto es más probable, porque al cerebro sí le ayuda una noche de sueño. En lo que los científicos no se ponen de acuerdo es en el tipo de beneficios. Según unos, el descanso nocturno permite al cerebro procesar y asimilar la información recogida durante el día. Otros creen que dormimos para permitir a la materia gris “reabastecerse de combustible”, mientras que un tercer grupo sugiere que el sueño, de alguna misteriosa manera, ayuda a fijar habilidades como tocar el piano o montar en bicicleta.

Dormir ayuda a fijar aprendizajes

El sueño y la memoria

El cerebro utiliza el descanso nocturno para procesar recuerdos. Según Robert Stickgold, profesor de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de Harvard, “el cerebro recoge durante el día información a una velocidad superior a la que puede procesarla, así que aprovecha las horas de sueño para archivar todos esos datos”.

Stickgold afirma también que para aprendizajes simples o recuerdos habituales (números de teléfono, por ejemplo) no es necesario que el cerebro “trabaje de noche”. Los procesos que tiene lugar durante el descanso nocturno están destinados a fijar aprendizajes complejos y a tomar decisiones. Y cita dos ejemplos: el de un pianista que se atasca con una pieza durante la tarde, pero puede interpretarla a la mañana siguiente, y el de alguien que, ante una oferta de negocio, es más capaz de tomar una decisión tras haber dormido.

Investigadores de la Universidad alemana de Lübeck, dirigidos por Jan Born, extienden este proceso de fijación del aprendizaje a materias de tipo académico. A través de pruebas realizadas con 106 voluntarios, entre 18 y 32 años, los científicos descubrieron que los que dormían ocho horas triplicaban las posibilidades de resolver ecuaciones matemáticas, frente a los que habían pasado la noche en vela.

La investigación pudo determinar, además, que los cambios cerebrales que mejoran la creatividad y la capacidad de resolver problemas se producen durante las cuatro primeras horas del ciclo del sueño.

(En este blog puedes leer el artículo «10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano«)

El sueño es necesario para fijar recuerdos

Fases del sueño

La mayoría de los mamíferos tienen un ciclo de sueño con dos fases principales: REM (siglas en inglés de Rapid Eyes Movement o movimiento rápido de ojos) y NoREM.

  • Fase NoREM. Se divide en cuatro estadios:
    • Estadio 1 o fase de adormecimiento. Dura unos minutos y es la transición entra la vigilia y el sueño. En esta fase podemos despertarnos muy fácilmente. Los ojos se mueven despacio, la respiración se hace uniforme y los músculos se relajan.
    • Estadio 2 o fase de sueño ligero. En este momento, si alguien te dice algo no te despierta, pero tu reacción interna es dos veces mayor que si estuvieses despierto. Cualquier estímulo hace que tu corazón lata mucho más deprisa. Estás dormido, pero en guardia. ¿Alguna vez has soñado que te caías y te has despertado de repente? Esto ocurre en el estadio 2.
    • Estadio 3 o fase de transición. Es una etapa muy corta, de apenas unos minutos, que supone la entrada en el sueño profundo. El cerebro sigue reduciendo su actividad.
    • Estadio 4 o fase de sueño profundo. En esta fase tanto el ritmo respiratorio como la presión arterial bajan mucho y se necesitan estímulos muy fuertes para despertarnos. Los terrores nocturnos y el sonambulismo suelen producirse en este nivel y en el anterior.
  • Fase REM. Los ojos empiezan a moverse de un lado a otro, la respiración y la velocidad del corazón aumentan de forma irregular y la actividad cerebral es frenética. Es el momento en que se fijan los recuerdos de lo que hemos vivido durante al día y también en el que soñamos. Sin embargo, los músculos están tan relajados que es imposible movernos. En esta fase también se producen la mayoría de los orgasmos en sueños.

El conjunto de estas cinco fases forman un ciclo de sueño y suele repetirse cuatro o cinco veces a lo largo de la noche. Durante los primeros ciclos pasamos más tiempo en sueño profundo, mientras que en la segunda mitad de la noche predominan la Fases REM y el segundo nivel de la Fase No REM. Esto significa que a medida que avanzan las horas soñamos más porque la primera Fase REM sólo dura unos cinco minutos y la última puede durar de 30 a 60.

Los adultos duermen entre siete y nueve horas

¿Cuánto hay que dormir?

Un bebé duerme unas diecisiete horas diarias, cuando cumple el año el período de sueño es de once a catorce horas aproximadamente, con 3 años duerme de diez a trece horas y de los 6 a los 13, necesita entre 9 y once horas. En la adolescencia suelen necesitarse unas 10 horas de sueño y desde los 18 a los 65 años, el tiempo óptimo es de siete a nueve horas. A partir de los 65, es conveniente dormir siete u ocho horas, pero es habitual que la calidad del sueño se reduzca. Ahora bien, hay que tener en cuenta que las necesidades varían según cada persona: Albert Einstein, por ejemplo, necesitaba dormir diez horas mientras que a Víctor Hugo y a Thomas Edison les bastaba con menos de cinco.

También hay diferencias según las circunstancias de nuestra vida. Cuando estamos bien dormimos menos, mientras que en las etapas de crisis necesitamos más horas de sueño, al igual que durante el embarazo o una enfermedad.

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