El sonambulismo en adultos puede estar causado por numerosos factores.

Todo lo que tienes que saber sobre el sonambulismo en adultos

Todo lo que tienes que saber sobre el sonambulismo en adultos 1920 1280 BELÉN PICADO

¿Te ha ocurrido alguna vez haber escuchado ruidos por la noche y al levantaros encontrar a tu pareja, tu hijo o a una compañera de piso haciendo cosas extrañas en modo ‘zombie’? O quizás tú mismo o tú misma hayas sido protagonista de estas involuntarias incursiones nocturnas… En cualquiera de los dos casos, es muy posible que se trate de un episodio de sonambulismo o noctambulismo. Aunque este trastorno del sueño es más común en niños y tiende a desaparecer en la adolescencia, en algunos casos se mantiene hasta la adultez. Incluso puede ocurrir que los episodios aparezcan por primera vez en la edad adulta (se estima que el sonambulismo en adultos tiene una prevalencia del 3 por ciento).

Como ocurre con la parálisis del sueño, de la que ya he hablado en otro artículo de este blog, el sonambulismo también ha sido un tema muy socorrido en todas las vertientes del arte, desde el cine a la música, la pintura y la literatura. Sufren este trastorno, por ejemplo, la protagonista de la ópera La sonámbula, de Vincenzo Bellini, y el personaje principal de Macbeth, una de las obras más conocidas de William Shakespeare. También son numerosas las películas en las que el sonambulismo tiene un papel protagonista, entre ellas un clásico del cine mudo: El Gabinete del Doctor Caligari (1920).

Lady Macbeth, el personaje de Shakespeare, sufría sonambulismo.

«Lady Macbeth», de Henry Fuseli.

Cómo se produce el sonambulismo

Los seres humanos tenemos un ciclo de sueño con dos fases principales: la fase NoREM y la fase REM (te cuento más en el artículo ¿Qué ocurre en nuestro cerebro mientras dormimos?). La fase noREM, a su vez, se divide en cuatro estadios que abarcan desde que empezamos a adormecernos hasta que entramos en el sueño profundo.

Generalmente, los episodios de sonambulismo aparecen en los dos últimos estadios, justo cuando entramos en el sueño profundo. Más o menos, durante las tres primeras horas tras quedarnos dormidos. En este periodo, la persona puede recibir algún tipo de estímulo (escuchar algún ruido, sentir ganas de ir al baño…) que la lleva iniciar una serie de comportamientos de distinta complejidad, entre los que se encuentran levantarse de la cama y deambular por la casa.

Los episodios siempre suelen producirse por la noche y casi nunca durante una siesta. Esto se debe a que, por lo general, las siestas son cortas y no se llegan a alcanzar los estadios de sueño profundo en los que se produce el sonambulismo.

Tanto la Clasificación Internacional de los Trastornos del Sueño (ICSD) como el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) incluyen el sonambulismo en el grupo de las parasomnias (conductas anormales y percepciones alteradas que tiene lugar durante el sueño o en las transiciones entre el sueño y la vigilia). Y, más concretamente, dentro de los trastornos del despertar del sueño no REM.

Factores que facilitan su aparición

Las causas por las que se produce esta parasomnia aún no están claras, pero sí se sabe que hay factores que influyen en su aparición:

  • Historia familiar. Esta parasomnia tiene un alto componente hereditario: el 80 por ciento de los pacientes con sonambulismo tiene algún pariente que lo sufre. No obstante, no siempre es suficiente con tener antecedentes familiares. A menudo, tiene que darse una serie de factores precipitantes o disparadores (periodos de mucho estrés, privación continuada de sueño, determinados trastornos psiquiátricos o alteraciones neurológicas, etc.)
  • Consumo de determinados fármacos. El sonambulismo puede aparecer como efecto secundario de ciertos medicamentos. Entre ellos, algunos hipnóticos (zolpidem), antipsicóticos (haloperidol, olanzapina y risperidona) o antidepresivos (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina).
  • Alcohol y cafeína. Ambas sustancias interfieren en la calidad del sueño y facilitan los episodios.
  • Fatiga, estrés, ansiedad. Un cambio de entorno, haber sufrido una pérdida importante o estar atravesando un periodo de mucho estrés en el trabajo son solo algunas de las circunstancias que pueden facilitar su aparición.
  • Mala higiene del sueño. Privación del sueño, continuos cambios e interrupciones en el horario de dormir.
  • Sufrir otros trastornos del sueño. El sonambulismo también puede ser provocado por ciertas patologías que interfieren en el sueño y lo interrumpen. Es el caso de la apnea obstructiva del sueño o el síndrome de piernas inquieta.
  • Psicopatologías previas. Investigadores de la Universidad de Stanford (EE. UU.) recogieron información acerca de la salud mental de más de 19.000 personas y encontraron que aquellas con depresión tenían 3,5 veces más probabilidades de tener sonambulismo. También presentaban «significativamente más probabilidades» de sufrirlo, quienes mostraban dependencia o abuso de alcohol y aquellos que sufrían trastorno obsesivo compulsivo (TOC).

Las personas con depresión tienen más probabilidades de sufrir episodios de sonambulismo.

Características del sonambulismo

Hay una serie de características propias de este trastorno del sueño:

  •  Las conductas durante el episodio pueden ser muy variadas. Desde acciones automáticas y estereotipadas, como gesticular, señalar algo, sentarse en la cama o caminar por la habitación, hasta otras mucho más complejas y que requieren un mayor control motor. Por ejemplo, la persona puede ser capaz de vestirse, tocar un instrumento musical, ponerse a mover muebles… Hay casos en los que el sonámbulo puede llegar a conducir un vehículo. También pueden darse otros comportamientos tan extraños como orinar en un armario o en un rincón de la habitación pensando que se está en el baño.
  • Ojos abiertos y mirada perdida. Como el sonámbulo permanece con los ojos abiertos durante el episodio, puede parecer despierto, pero si nos fijamos veremos que tiene la mirada fija y perdida. En realidad, ni está totalmente despierto ni totalmente dormido, sino que permanece atrapado en un estado intermedio entre la vigilia y el sueño, denominado despertar parcial o incompleto.
  • Aunque el sistema motor está activo, la conciencia solo lo está en parte. Por ejemplo, pese a mantener los ojos abiertos y caminar, no llega a ser consciente de lo que ve ni de adónde va. Cree que se encuentra en un sitio distinto al que está en realidad o puede tropezar con objetos fuera de su sitio. Además, es receptivo a los sonidos y puede asustarse ante un ruido fuerte e intenso.
  • Los episodios suelen durar desde algunos minutos hasta media hora o algo más. Lo normal es que, después, el sonámbulo regrese a su cama por iniciativa propia o continúe durmiendo en cualquier otro sitio (en un sofá, en el suelo).
  • Por la mañana no se acuerda de nada. Es habitual que al día siguiente la persona no recuerde haberse levantado por la noche. A diferencia de los niños, en los que la amnesia suele ser completa, en el caso de los adultos es posible que haya un recuerdo mínimo o vago de lo sucedido (una escena o imagen).
  • Resulta muy difícil despertarlo y si llega a hacerlo lo más seguro es que se produzca un breve periodo de confusión o desorientación. En ocasiones, si insistimos mucho en despertarlo y lo hacemos de forma brusca podemos causar una mayor agitación y provocar conductas de huida o, incluso, agresivas.
  • La persona sonámbula puede hablar o decir cosas incomprensibles e inconexas, pero va a ser insensible a nuestros esfuerzos por comunicarnos con ella. Y en el caso de que responda alguna pregunta su respuesta carecerá de sentido.
  • Somnolencia diurna. A menudo, el precio de tanto movimiento por la noche es que durante el día la persona se encuentre cansada y le cueste cumplir con sus tareas.
  • Percepción alterada del dolor. Es bastante probable que si eres de los que te levantas dormido y te haces daño durante una de tus excursiones nocturnas ni siquiera te despiertes. Investigadores de la Universidad francesa de Montpellier realizaron un estudio con personas sonámbulas que habían tenido lesiones de diferente consideración durante la noche (incluidas fracturas de huesos). Según los resultados obtenidos, casi el 80 por ciento de quienes sufren este trastorno pueden lesionarse al levantarse dormidas y no sentir dolor hasta después de despertarse por la mañana. El mismo estudio concluyó que la mayoría de los sonámbulos sufre con frecuencia dolores de cabeza y migrañas durante el día.
  • Conductas violentas. Ocasionalmente, esta parasomnia puede incluir un comportamiento violento hacia los demás. Según los investigadores Helen M. Stallman y Andrea Bari, la violencia durante el sonambulismo es «de tipo impulsivo y reactivo, en lugar de premeditado y proactivo» y explican que es más común que se produzca «durante un encuentro fortuito o cuando el sonámbulo es abordado por otra persona, en vez de que sea aquel quien vaya en busca de una persona específica». En la mayoría de los casos se trata de reacciones de lucha y/o huida, a menudo provocadas por la emoción del miedo.
  • A veces, la persona sonámbula también puede tener terrores nocturnos. Quien sufre esta parasomnia siente un terror repentino que se refleja en una agitación intensa, frecuencia cardiaca y respiración aceleradas.  Y todo ello acompañado por gritos o llanto (las personas sonámbulas suelen ser silenciosas).

Los terrores nocturnos pueden aparecer junto a los episodios de sonambulismo.

¿Es peligroso?

En general, los episodios puntuales de sonambulismo no suelen ser un problema grave ni necesitan tratamiento, salvo que se repitan con mucha frecuencia (varios a la semana) o supongan algún peligro para quien los sufre o para quienes estén cerca. Por ejemplo, lesionarse al tropezar con algo mientras se camina dormido, realizar alguna acción potencialmente peligrosa (salir por una ventana, cocinar o intentar conducir) o tener un comportamiento violento. Tanto en estos casos, como si hay dificultades para realizar las tareas cotidianas o se altera de forma significativa el sueño del sonámbulo o de otras personas, lo mejor es solicitar ayuda profesional.

Hay dos formas especiales en las que puede presentarse esta parasomnia y que pueden generar problemas: cuando el sonambulismo aparece junto a una conducta alimentaria relacionada con el sueño y cuando va acompañado de comportamiento sexual relacionado con el sueño.

En el primer caso, se producen episodios nocturnos en los que la persona come o bebe de forma compulsiva e involuntaria. A veces, incluso llega a cocinar. El problema está en que como no tiene conciencia de lo que está haciendo, es posible que lo que prepare no sea lo más adecuado. O que cometa un error que le salga caro. Por ejemplo, beberse un vaso de leche hirviendo, tomar algo que no sea comestible o provocar un accidente en la cocina (dejarse el gas encendido o enchufar el horno y provocar un incendio).

En el comportamiento sexual relacionado con el sueño, también denominado sexsomnia o sexo del sueño, la persona lleva a cabo conductas de tipo sexual (masturbación, caricias, tocamientos, relaciones sexuales…) de las que no es consciente ni recuerda al despertar. Como podéis imaginar, además de resultar sumamente incómodo al día siguiente, este comportamiento puede generar muchos problemas en las relaciones interpersonales e, incluso, tener consecuencias legales.

Qué podemos hacer

Tanto si eres tú el sonámbulo o la sonámbula, como si vives con alguien que se levanta dormido por las noches, es conveniente tomar ciertas precauciones para evitar sustos y tratar de prevenir los episodios:

  • Crear un entorno seguro. En primer lugar y para evitar accidentes, debemos adaptar el espacio. Cuando los objetos siempre están en el mismo sitio, puede que la persona sonámbula los esquive. Pero también es posible que se tropiece o pierda el equilibrio. Lo mejor es retirar objetos o muebles que supongan un obstáculo, así como mantener fuera de su alcance elementos con los que pueda hacerse daño (cuchillos, cables, tijeras…). Cuidado también con escaleras, puertas o ventanas: hay que asegurarse de que están cerradas o bloqueadas.
  • Despertarle no es la mejor idea (y no porque vayas a matarlo o pueda volverse loco, como asegura alguna leyenda urbana que circula por ahí). Intentar despertar a la persona durante un episodio, sobre todo de forma brusca, es algo que debemos evitar. Además de que será muy difícil, si forzamos la situación lo único que conseguiremos es confundirlo más y que huya o nos agreda. Si se da el caso, lo mejor es hablarle en tono relajado y guiarle de vuelta a la cama con delicadeza. Pese a no ser conscientes de lo que está ocurriendo, sí perciben ciertos estímulos, como una voz conocida y tranquilizadora.
  • Mantener una adecuada higiene de sueño. Seguir una rutina y un horario regular de sueño, dormir las horas suficientes. Y, en la medida de lo posible, evitar la privación de sueño y las situaciones que generen estrés. A veces, incluir pequeñas siestas diurnas contribuye a prevenir los episodios. Realizar alguna actividad relajante antes de ir a la cama también puede ayudar.
  • Nada de alcohol. Si tienes tendencia a sufrir episodios de sonambulismo o cualquier otro trastorno del sueño, olvídate del alcohol, especialmente antes de irte a dormir.
  • Descartar la existencia de otros trastornos que provoquen o empeoren el sonambulismo y revisar si se está tomando algún fármaco que esté favoreciendo su aparición.
  • Estrés y ansiedad bajo control. En caso de que haya alguna circunstancia o situación que esté causando un elevado nivel de estrés, puede resultar útil poner en práctica prácticas de relajación, ejercicios de respiración o, cuando sea necesario, iniciar un proceso de terapia (si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantada de ayudarte).
Referencias

American Psychiatric Association. (2013). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. (5ª ed.). Madrid: Editorial Médica Panamericana.

Gómez Siurana, E., Díaz Román, M. e Iznaola Muñoz, C. (2019). Grupo de Trastornos de la Conducta y del Movimiento durante el Sueño, Sociedad Española de Sueño, capítulo 1. Parasomnias NREM en el adulto.

Lopez, R., Jaussent, I., & Dauvilliers, Y. (2015). Pain in Sleepwalking: A Clinical Enigma. Sleep, 38(11), pp. 1693–1698.

Ohayon, M. M., Mahowald, M. W., Dauvilliers, Y., Krystal, A. D., & Léger, D. (2012). Prevalence and comorbidity of nocturnal wandering in the U.S. adult general population. Neurology, 78(20), pp. 1583–1589.

Stallman, H. M., & Bari, A. (2017). A biopsychosocial model of violence when sleepwalking: Review and reconceptualisation. BJPsych Open, 3(2), pp. 96–101.

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