La Navidad ideal es aquella que vivimos como deseamos y con las personas que elegimos. Si optamos por pasarla en familia porque ansiamos el reencuentro con nuestros seres queridos, seguro que será fantástico. Sin embargo, también hay personas que, por diferentes razones, prefieren pasar la Navidad sin la familia, con amigos o, incluso, solos. Y estas opciones también son perfectas. Pero… ¿es posible disfrutar de esta época fuera del círculo familiar y las costumbres que se han seguido durante años?
Mucha gente tiene la creencia irracional de que no queda más remedio que reunirse con la familia y no hay otra opción posible. De este modo la Navidad pasa de ser una época de disfrute a convertirse en una sucesión de obligaciones. Las compras, la presión para que todo salga perfecto en Nochebuena o Nochevieja, el peregrinaje por las casas de parientes o la añoranza de los que no están pueden suponer una carga de estrés difícil de gestionar.
Algunas personas se plantean en estos casos romper la tradición y pasar la Navidad sin la familia. Pero los ‘debería’ son un obstáculo complicado de sortear y acaban renunciando a su deseo por no ‘traicionar’ al clan. Esta obligación que nosotros mismos nos imponemos provoca ansiedad y sentimientos de culpa, que impiden adoptar pensamientos más flexibles y visualizar otras opciones.
¿Navidad, dulce Navidad?
Aunque, teóricamente, se trata de una época de euforia, felicidad y buenos deseos, hay quien no considera estos días una ocasión especial para sentirse exultante; al contrario, le invade cierto malestar, que en ocasiones se transforma en ansiedad y angustia. Y entre los factores que pueden influir en este estado está el reencuentro con la familia de origen.
Es posible que nos reunamos con parientes a los que apenas conocemos y solo vemos en estas fechas (tíos o primos segundos a quienes únicamente estamos conectados a través del árbol genealógico) o con familiares más cercanos, pero con los que puede haber algún asunto pendiente. En casos más extremos, incluso, existe algún acontecimiento traumático del pasado en el seno familiar (abusos, maltrato…) que hace que acudir a estas reuniones sea especialmente estresante y doloroso. En estas situaciones pasar la Navidad sin la familia es una opción nada desdeñable.
No es extraño que coincidan en espacio y tiempo individuos con personalidades de lo más dispares, que no se reunirían en otras circunstancias. Y si a esto se suma el consumo de alcohol, la mesa puede convertirse en un auténtico campo de minas. Lo que tienes reprimido se escapa y si surge de forma reactiva y brusca, puede desatarse una bronca que solo enconará más los posibles conflictos.
Familia de sangre versus familia elegida
Lionel, un periodista argentino asentado en España desde hace varios años relata en este artículo cómo ha vivido la Navidad durante este tiempo. Primero, como la persona que se ve obligada a dejar su hogar y se encuentra en un país desconocido. Luego, como el joven que también quiere disfrutar de estas fechas fuera de la familia: «Hasta hace unos años, me sentía mal saliendo de fiesta en Nochebuena o saliendo demasiado pronto en Nochevieja. Lo primero era la familia y a ellos debía la lealtad. Romper esa idea no sólo nos permitió salir de la casa-búnker para encontrarnos en grupo. Romper con el puritanismo familiar también me llevó a empezar a darle importancia a esa familia escogida, a esa red que mi madre se empeñó en descalificar cuando decía que ‘los amigos van y vienen pero la familia está siempre».
Fuera de los lazos de sangre, a lo largo de la vida vamos creando otros vínculos que elegimos nosotros y que no nos vienen dados por azar. Son personas que nos ayudan a evolucionar, nos apoyan en momentos difíciles, nos escuchan sin juzgar o nos confrontan cuando es necesario… Es la familia elegida. Unas veces es un complemento a la familia de origen y otras cubre las necesidades afectivas que esta no ha podido satisfacer. Lo importante es buscar vínculos seguros y redes afectivas que fomenten el apoyo, la seguridad y el crecimiento y desde donde afrontar los momentos difíciles.
Tomar conciencia de nuestras necesidades y poder escoger con quién estar, así como tener la posibilidad de encontrar otros espacios fuera del seno familiar no solo nos permite valorar más a la gente que nos rodea. También nos ayuda a adquirir recursos para manejarnos en situaciones incómodas que pueden aparecer en la convivencia familiar, como poner distancia cuando algo nos hace daño o aprender a establecer límites.
Pese a que nos han educado para poner a la familia por delante de todo, a veces se generan dinámicas tóxicas que producen malestar y sufrimiento. Es el caso de las familias donde la comunicación no fluye y los problemas van tapándose hasta que explotan en el momento menos adecuado. O aquellas en las que se tiende a culpabilizar a cualquier miembro que trata de seguir su propio criterio. En la mayoría de los casos, no se trata de dinámicas conscientes. Lo que ocurre es que no se ha aprendido a establecer un vínculo seguro: hay buenas intenciones, pero malos métodos.
Elige lo que te haga feliz
Sumarte a todas y cada una de las reuniones familiares, escaparte a la playa con tu pareja, pasar unos días en la montaña con tus amigos, prepararte una cena rica en casa y ver la tele hasta las tantas… Cualquier opción es perfecta si te hace feliz y, sobre todo, si la eliges tú. Y si este año, por primera vez, decides saltarte la tradición, pasar la Navidad sin la familia y hacer planes sola o solo, con tus amigos o con tu pareja, adelante. Verás que no se acaba el mundo por ello. ¡Felices fiestas!
En general, muy bien escrito todo eso de la familia-de origen-la sobrevenida-etc. etc.—, y no hay porque tener q seguir pautas, costumbres y otras, de tiempos antiguos. En la Navidad, en la Semana Santa, en las vacaciones , en el sábado a lunes, en los moscosos, debe imperar siempre la buena armonía para poder estar a gusto y si la situación no lo favorece, pues al “trasto” con las costumbres, con las reuniones en familia o sin familia,………pero después no me vengáis con lloros o quejas, tu lo elegiste. Enrique Serrano