El sentido del humor es una de las principales fortalezas con las que contamos los seres humanos. Contribuye a que podamos poner distancia de los problemas y relativizar aquello que nos preocupa, permite que conectemos entre nosotros, estimula la creatividad y la flexibilidad cognitiva y mucho más. En pocas palabras, tomarse las cosas con humor ayuda, y mucho, a tener una actitud positiva ante a la vida y frente a las adversidades que vamos encontrando en nuestro camino.
Y es que, más allá de contribuir a que pasemos un buen rato o a que nos riamos con una broma o un chiste, el humor constituye un recurso sanador y terapéutico. En El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl lo ve como mecanismo para hacer más llevaderos los peores momentos: «Los intentos por desarrollar el sentido del humor y ver las cosas con una luz humorística son una especie de truco que aprendimos mientras dominábamos el arte de vivir, porque incluso en un campo de concentración es posible practicar el arte de vivir, aunque el sufrimiento sea omnipresente».
En otra parte del libro, este psiquiatra austriaco, que pasó tres años en campos de concentración, se refiere al humor como una de las armas con las que «el alma lucha por su supervivencia». Y añade que «puede proporcionar el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque no sea más que por unos segundos».
Desde otra perspectiva, Martin Seligman considera el humor una de las 24 fortalezas con que contamos los seres humanos. Según el psicólogo, considerado el padre de la psicología positiva, estas fortalezas se reparten entre seis categorías, que a su vez se corresponden con seis virtudes universales. Y el humor, junto a la apreciación por la belleza, la gratitud, la esperanza y la espiritualidad, pertenece a la categoría de la trascendencia. Estas cinco fortalezas, que podemos entrenar, nos ayudan a conectar con lo que nos rodea y nos proporcionan un sentido más profundo del significado y el propósito en la vida.
Así procesa nuestro cerebro el sentido del humor
¿Qué ocurre desde que nuestro cerebro percibe algo gracioso hasta que nos reímos? El vídeo El cerebro feliz, que forma parte de un proyecto divulgativo de la Universidad de Navarra, explica muy bien el proceso. Cuando escuchamos o leemos un chiste, inmediatamente nuestros receptores de la vista o el oído envían los datos al cerebro. Una vez aquí, por una parte, el hemisferio izquierdo ordena los datos recibidos mientras tratamos de acertar el final lógico de la historia. Y, por otra, se activa una pequeña área en el hemisferio derecho que es la que nos permitirá poder imaginarnos la historia desde una perspectiva absurda.
En el proceso también interviene un área llamada «central de detección de errores», situada entre ambos hemisferios y que se activa cuando la historia toma ese ‘giro absurdo’. Cada vez que el cerebro detecta un ‘error’ (en este caso la incongruencia) obtiene una gratificación en forma de descarga de dopamina. Esta sustancia química, también conocida como hormona de la felicidad, activa entonces el sistema de recompensa del cerebro encargado de generar la reacción eufórica o la risa.
Pero, además del placer que implica la propia risa y este chute de dopamina, son muchos los beneficios de tomarse las cosas con sentido del humor. Vamos a ver algunos.
1. Contribuye a afrontar mejor el estrés
Numerosos investigadores llevan tiempo estudiando la relación entre humor y afrontamiento de situaciones estresantes, entre ellos Heidi L. Fritz. Los estudios realizados hasta ahora por esta profesora de la Universidad de Salisbury (Estados Unidos) apuntan al que el sentido del humor podría ser un eficaz escudo psicológico contra el estrés.
El psiquiatra Luis Rojas-Marcos también alude a su poder reparador en el libro Aprender a vivir: «Su función primordial es aliviarnos la tensión emocional, descargar la inseguridad, el miedo y la ansiedad que reprimimos en el inconsciente. El humor nos permite tratar con ingenio situaciones disparatadas y afrontar con ironía nuestros fracasos. (…) Una buena carcajada nos oxigena, nos mantiene en forma física y mental; alimenta en nosotros una perspectiva jovial, tolerante y despegada de los inevitables sinsentidos y frustraciones del día a día. La gran virtud del humor es que alegra la vida y, probablemente, también la prolonga».
2. Favorece las relaciones sociales y la comunicación
Casi siempre el humor tiene lugar en un contexto interpersonal, es decir que lo habitual es que nos riamos y bromeemos en compañía. Contribuye a tejer vínculos entre las personas, hace más fáciles las relaciones sociales y permite regular las tensiones y consolidar la cohesión del grupo. Asimismo, las personas con mayor sentido del humor son percibidas como más competentes e, incluso, más atractivas socialmente.
También es un recurso muy utilizado, cuando se habla en público, para captar la atención de los oyentes, conectar con ellos y crear una atmósfera más relajada.
Eso sí, antes de recurrir al humor, siempre hay que tener en cuenta el contexto y las personas que nos están escuchando. Los chistes o bromas que a mí me divierten, pueden no hacer gracia a mi interlocutor o, incluso, ofenderle.
3. Facilita la resolución de conflictos
El humor también es muy útil a la hora de gestionar conflictos o mostrar desacuerdos. En el prólogo que escribió para el libro Humor, entre la risa y las lágrimas, Traumas y resiliencia, de Marie Anaut, Boris Cyrulnik relata una anécdota de Groucho Marx, cuando este ya empezaba a ser célebre: “Llega a un hotel de lujo en la costa californiana y antes de bañarse en la piscina ve un letrero que dice: «Prohibido a los judíos». Pide entrevistarse con el director y le dice ceremoniosamente: «Tengo un problema, señor director». Este último le responde educadamente: «¿En qué puedo ayudarle?». «Mire usted: mi madre es cristiana y mi padre judío. ¿Puede indicarme qué mitad de mi cuerpo puedo remojar en su piscina?».
Groucho podía haberse indignado, dejar el hotel, callarse o incluso agredir al director. Sin embargo, dio la vuelta a la situación. «El humor le dio brío. Al dar la vuelta a la agresión antisemita, ridiculizando la prohibición, fue él quien ocupó el lugar del vencedor», concluye Cyrulnik.
4. Ayuda a relativizar y a tomar perspectiva
Cuando recurrimos al humor es más fácil desdramatizar y tomar distancia de problemas y preocupaciones. De este modo y al disminuir la angustia, es más fácil encontrar un mayor número de soluciones, incluso en situaciones para las que no veíamos salida.
Obviamente, esto no significa que no sea normal enfadarse o frustrarse ante situaciones desagradables. Sin embargo, aprender a distanciarse de los problemas encontrándoles una parte graciosa nos ayudará a sobrellevarlos mejor.
5. Ofrece refugio en tiempos de crisis
En épocas de mayor estrés, incertidumbre o miedo, como la que vivimos en la pandemia de coronavirus, por ejemplo, el humor supone una válvula de escape para liberar la tensión acumulada. Es una reacción natural y adaptativa que permite sobrellevar mejor una realidad a veces angustiosa. Chistes, memes, monólogos, vídeos… contribuyen a aligerar y a hacer más llevaderas este tipo de crisis colectivas.
Siguiendo con las citas, en el libro El chiste y su relación con el inconsciente, Freud dice que «el humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo». Una explicación muy acertada de por qué recurrimos a él como forma de evasión.
6. Sentido del humor e inteligencia
No todos aceptan de buen grado ni ven la gracia a ciertos chistes o bromas, englobados en lo que se conoce como humor negro y que para muchos puede llegar a resultar ofensivo. Sin embargo, según las conclusiones de un estudio realizado en la Universidad de Viena, el humor negro es un síntoma de inteligencia. Los responsables de la investigación observaron que las personas que apreciaban este tipo de humor obtenían puntuaciones elevadas tanto en inteligencia verbal como en inteligencia emocional.
Ya lo decía Nietzsche: «La potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar». De hecho, él mismo recurrió al humor negro más incisivo en algunas de sus obras.
Otras investigaciones han encontrado, además, una asociación directa entre sentido del humor, habilidades cognitivas, autoestima e inteligencia emocional.
Imagen de Freepik
7. Humor, trauma y resiliencia
Hay situaciones realmente extremas y contextos traumáticos en los que el humor no solo nos protege del sufrimiento, sino que también puede contribuir a que no nos desorganicemos psíquicamente. En ocasiones, reírnos de lo que nos angustia o nos hiere supone un distanciamiento que permite suavizar nuestros miedos, liberar tensiones internas y a la vez favorece la elaboración del trauma.
Desde esta perspectiva, el humor está relacionado con la resiliencia, esa extraordinaria capacidad para sobreponerse a hechos traumáticos e, incluso, salir reforzado. Supervivientes de catástrofes, prisioneros de guerra y víctimas de diversos traumas se han referido al humor como uno de sus principales mecanismos de afrontamiento. Un ejemplo lo tenemos en Viktor Frankl, de quien ya hablé al principio del artículo.
Ahora bien, puede ocurrir que el humor se convierta en un mecanismo de defensa. Una forma de buscar una regulación que no siempre se encuentra. Es el caso de algunas personas que constantemente están bromeando y burlándose de todo y de todos, incluidas ellas mismas. Se trata de una forma inconsciente de negar el propio sufrimiento y evitar enfrentarse con una realidad demasiado dolorosa.
Este comportamiento puede observarse después del diagnóstico de una enfermedad grave, la pérdida traumática de un ser querido u otro trauma psicológico. Es verdad que, al inicio del proceso, no tomarse las cosas en serio o burlarse de aquello que causa más miedo puede contribuir a protegerse del tsunami de emociones abrumadoras. Pero si uno se queda enganchado y no pasa a la etapa siguiente, ese mecanismo se volverá desadaptativo.
8. Reírse de uno mismo, sí, pero con cuidado
En cuanto al humor aplicado a uno mismo, Marie Anaut advierte en Humor, entre la risa y las lágrimas. Trauma y resiliencia que hay que tener cuidado para que la autoparodia funcione mecanismo adaptativo y no se convierta en «autodepreciación»: «Una mirada humorística sobre uno mismo no debe hacer que uno se rebaje o desvalorice. Más bien al contrario; a menudo la autoparodia es una forma de dar sentido a las dificultades de la vida, tomar el control de los acontecimientos traumáticos y reelaborar su representación. Permite desarrollar el sentimiento de control sobre las situaciones y restaurar la autoestima».
Y, a continuación, la autora pone al director de Annie Hall como ejemplo: «Cuando Woody Allen nos invita a reírnos de su personaje neurótico, controla los límites de la burla y evita la autodenigración. Por lo tanto, dibuja a un personaje positivo, inteligente y bromista, con el que muchos espectadores quieren o pueden identificarse».
«La vida es demasiado importante como para tomársela en serio» (Oscar Wilde)