La vida es alegría y también tristeza; salud y también enfermedad; felicidad y también amargura; es ganar y también perder. La mayoría lo sabemos, al menos en la teoría. En la práctica, se nos olvida cuando no alcanzamos un objetivo por el que hemos luchado duro, cuando nuestras expectativas no se cumplen o si no conseguimos algo que creemos merecer. Esa mezcla de decepción, ira y angustia que experimentamos en situaciones así, se conoce como frustración. Es un estado desagradable, pero pasajero. Sin embargo, las personas con una baja tolerancia a la frustración lo viven como una emoción insoportable y permanente, lo que les genera un alto grado de ansiedad.
Desde que nacemos, nuestra vida es una sucesión de frustraciones
En la primera etapa de la vida, el bebé depende totalmente de los adultos para satisfacer necesidades básicas como la alimentación o el sueño. En ese momento es necesario satisfacerlas de forma inmediata porque esa será la base sobre la que construirán su seguridad y su estabilidad emocional.
Más tarde, a medida que el niño crece va comprobando que el mundo no es un camino de rosas. Por ejemplo, cuando mamá no acude a su lado tan pronto como él quiere o cuando no consigue el juguete que había pedido a los Reyes… Así va aprendiendo que no siempre puede lograr todo lo que desea con la inmediatez que exige.
Es en la infancia cuando a los padres les toca hacer ver a sus hijos que en ocasiones toca esperar o que, incluso esperando, puede que los deseos no se cumplan. Enseñarles a sobrellevar esos momentos forma parte de la educación emocional del niño y le ayuda a adquirir una mayor tolerancia ante la incertidumbre y la falta de control ¿Cómo? Enseñándoles a reconocer y a soportar la frustración y las emociones asociadas como la tristeza o la ira, animándolos a alcanzar objetivos realistas y acordes a su edad, estableciendo límites y normas claras, enseñándoles a responsabilizarse de sus actos… Como dice la psicóloga María Jesús Álava, “la frustración es la llave de la inteligencia” porque ayuda al niño a elaborar recursos que necesitarán cuando estén ante circunstancias difíciles.
La importancia de la paciencia
Vivimos en la sociedad de lo inmediato. Cada vez es menor el lapso de tiempo entre querer algo y conseguirlo. Con un simple click podemos hacer la compra, realizar gestiones bancarias, conocer a nuestra futura pareja… Y en estas condiciones se hace muy difícil cultivar la paciencia. En vez de esperar el momento adecuado, analizar la situación o ir paso a paso buscamos triunfar con un chasquido de dedos. Y si fracasamos nos desesperamos, nos enfadamos, nos deprimimos o echamos la culpa al resto del mundo. La frustración nos pone cara a cara con el hecho de que no podemos controlarlo todo en nuestra vida, ni el mundo gira en torno a nuestros deseos y, de paso, nos recuerda la importancia de la paciencia.
Porque aprender a tolerar la frustración pasa por entrenar la paciencia, pero no entendiéndola como resignación o como una espera pasiva sino como fortaleza para atravesar situaciones complicadas sin derrumbarnos. Lo primero es ver en qué situaciones somos impacientes para luego valorar qué factores alimentan nuestra inquietud y qué recursos tenemos para contrarrestarlos. Si, por ejemplo, tienes que ir al médico, sabes que suele ir con retraso y eso te altera, puedes aprovechar para leer o, simplemente, para escuchar música.
Hacer las paces con el fracaso
Éxito y fracaso son dos caras de la misma moneda y ninguna por sí misma nos define como personas. Fracasar o equivocarte no te convierte en un peor ser humano ni conseguir lo que te propones te hace ser mejor. Por otro lado, cuanto más te domine el miedo al error y el temor al rechazo o la burla, más estresado actuarás y más posibilidades tendrás de fallar.
Cuando conseguimos lo que queremos pocas veces nos paramos a reflexionar sobre cómo hemos llegado a ese éxito. Un fracaso, sin embargo, facilita esa reflexión, nos muestra cuáles son nuestros límites y nos recuerda que a veces hay circunstancias sobre las que no tenemos ningún poder.
Si logramos sostener la frustración que conlleva el fracaso comprenderemos que el hecho de no conseguir algo concreto no significa ser un fracasado. Si te quedas enganchado en ese fracaso puntual, la frustración te cegará y no te dejará ver otras posibilidades. Una vez le preguntaron a Thomas Alva Edison, el inventor de la bombilla, si no le frustraba haber fracasado en más de mil intentos. Él respondió: “¡No son mil fracasos! ¡He descubierto mil formas de cómo no debe hacerse una bombilla!”. Cada intento fracasado le enseñaba que esa no era la forma de resolver el problema y que debía buscar otras alternativas.
(En este mismo blog puedes leer el artículo «10 lecciones que puedes aprender de los fracasos«)
A veces las cosas no salen como esperamos. Y no es el fin del mundo
“Si deseas algo con muchas ganas y se lo pides al universo, lo conseguirás”. Lamentablemente, la vida no funciona así. O al menos, no siempre. Cuando creemos que pensando en positivo lograremos lo que nos propongamos, estamos negando una realidad básica. En la vida pasan cosas que no controlamos y no todo sucede según nuestros deseos. Empeñarnos en negar o cerrar los ojos ante las circunstancias negativas que se cruzan en nuestro camino solo puede provocarnos frustración.
Hacer una pausa mientras vivamos estas situaciones desfavorables nos permitirá analizar y reflexionar sobre lo que ha ocurrido. Si somos capaces de mantener la calma y existe una alternativa será más fácil encontrarla. Y, si no hay ninguna posibilidad de alcanzar nuestro objetivo, al menos sacaremos un aprendizaje de ello y reforzaremos nuestra capacidad de afrontamiento.
La frustración es una parte más de nuestra existencia y hay que aprender a convivir con ella. Cuando aceptemos que a veces las cosas no salen como esperamos, la decepción dejará paso a la esperanza y a la oportunidad de descubrir y experimentar cosas nuevas que seguirán enriqueciendo nuestro día a día.
Como dice el cuento Así es la vida, a veces un molesto resfriado nos obliga a cambiar nuestros planes, otras nos hacen un regalo que no nos gusta nada, otras nos sentimos inútiles o impotentes. Hay días en que, cuando más necesitamos a alguien, no aparece y nos sentimos terriblemente solos… Pero, en realidad, todos esos momentos no son más que invitaciones a nuevos descubrimientos. Porque… «así es la vida y no nos la podemos perder».
Si te interesa
Una película
Pequeña Miss Sunshine. Esta deliciosa película de 2006 relata el viaje de una peculiar familia estadounidense, desde Nuevo México hasta California, para apoyar a la hija menor, que sueña con conseguir un título de belleza infantil. Las dificultades irán sucediéndose a lo largo del camino, pero ellos, asumiendo de modo natural cada obstáculo, las convertirán en aprendizajes. No solo saldrán reforzados como familia; también crecerán como individuos.
Un cuento
Así es la vida, de Ana-Luisa Ramírez y Carmen Ramírez. “En la vida, hay veces que deseamos cosas…/ … Y las conseguimos. / Pero también hay veces que, por más que persigamos algo con todas nuestras fuerzas / o incluso lo necesitemos muchísimo, / no hay forma de conseguirlo./ Así es la vida”. Así empieza un cuento precioso sobre la aceptación de la vida tal y como va llegando, unas veces con alegrías, otras veces con tristezas, pero siempre abriendo nuevos caminos para seguir creciendo.