Imagina que debes entregar un importante trabajo a primera hora de la mañana o que tienes que conducir toda la noche. Tratas de ahuyentar el sueño, intentas sofocar tu primer bostezo y te decides a pasar despierto el resto de la madrugada. Ese bostezo ha sido el primer signo de que no estás tan despierto como crees. Después de 18 horas sin dormir, el tiempo de reacción comienza a aumentar de un cuarto de segundo a medio segundo y así sucesivamente. Luego empezarás a notar accesos de microsueño. Estas pequeñas cabezadas, que duran de 2 a 20 segundos, pueden provocar que te salgas de tu carril si estás conduciendo o que tengas que releer el mismo párrafo varias veces, si tienes un libro en tus manos.
Nuestro cerebro necesita descansar
En el reino animal, el sueño juega un papel tan importante en la supervivencia como la comida, el agua o las relaciones sexuales. Necesitamos dormir y nos pasamos la tercera parte de nuestra vida haciéndolo, pero todavía no hay consenso en el porqué de esta necesidad.
Muchos investigadores no creen que el sueño sirva para restablecer la actividad del organismo. Los músculos no necesitan dormir, simplemente requieren períodos intermitentes de relajación, y el resto del cuerpo sigue funcionando más lentamente, aparentemente ignorando si el cerebro duerme o está despierto.
¿Sirve entonces para refrescar el cerebro? Esto es más probable, porque al cerebro sí le ayuda una noche de sueño. En lo que los científicos no se ponen de acuerdo es en el tipo de beneficios. Según unos, el descanso nocturno permite al cerebro procesar y asimilar la información recogida durante el día. Otros creen que dormimos para permitir a la materia gris “reabastecerse de combustible”, mientras que un tercer grupo sugiere que el sueño, de alguna misteriosa manera, ayuda a fijar habilidades como tocar el piano o montar en bicicleta.
El sueño y la memoria
El cerebro utiliza el descanso nocturno para procesar recuerdos. Según Robert Stickgold, profesor de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de Harvard, “el cerebro recoge durante el día información a una velocidad superior a la que puede procesarla, así que aprovecha las horas de sueño para archivar todos esos datos”.
Stickgold afirma también que para aprendizajes simples o recuerdos habituales (números de teléfono, por ejemplo) no es necesario que el cerebro “trabaje de noche”. Los procesos que tiene lugar durante el descanso nocturno están destinados a fijar aprendizajes complejos y a tomar decisiones. Y cita dos ejemplos: el de un pianista que se atasca con una pieza durante la tarde, pero puede interpretarla a la mañana siguiente, y el de alguien que, ante una oferta de negocio, es más capaz de tomar una decisión tras haber dormido.
Investigadores de la Universidad alemana de Lübeck, dirigidos por Jan Born, extienden este proceso de fijación del aprendizaje a materias de tipo académico. A través de pruebas realizadas con 106 voluntarios, entre 18 y 32 años, los científicos descubrieron que los que dormían ocho horas triplicaban las posibilidades de resolver ecuaciones matemáticas, frente a los que habían pasado la noche en vela.
La investigación pudo determinar, además, que los cambios cerebrales que mejoran la creatividad y la capacidad de resolver problemas se producen durante las cuatro primeras horas del ciclo del sueño.
(En este blog puedes leer el artículo «10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano«)
Fases del sueño
La mayoría de los mamíferos tienen un ciclo de sueño con dos fases principales: REM (siglas en inglés de Rapid Eyes Movement o movimiento rápido de ojos) y NoREM.
- Fase NoREM. Se divide en cuatro estadios:
-
- Estadio 1 o fase de adormecimiento. Dura unos minutos y es la transición entra la vigilia y el sueño. En esta fase podemos despertarnos muy fácilmente. Los ojos se mueven despacio, la respiración se hace uniforme y los músculos se relajan.
-
- Estadio 2 o fase de sueño ligero. En este momento, si alguien te dice algo no te despierta, pero tu reacción interna es dos veces mayor que si estuvieses despierto. Cualquier estímulo hace que tu corazón lata mucho más deprisa. Estás dormido, pero en guardia. ¿Alguna vez has soñado que te caías y te has despertado de repente? Esto ocurre en el estadio 2.
-
- Estadio 3 o fase de transición. Es una etapa muy corta, de apenas unos minutos, que supone la entrada en el sueño profundo. El cerebro sigue reduciendo su actividad.
-
- Estadio 4 o fase de sueño profundo. En esta fase tanto el ritmo respiratorio como la presión arterial bajan mucho y se necesitan estímulos muy fuertes para despertarnos. Los terrores nocturnos y el sonambulismo suelen producirse en este nivel y en el anterior.
- Fase REM. Los ojos empiezan a moverse de un lado a otro, la respiración y la velocidad del corazón aumentan de forma irregular y la actividad cerebral es frenética. Es el momento en que se fijan los recuerdos de lo que hemos vivido durante al día y también en el que soñamos. Sin embargo, los músculos están tan relajados que es imposible movernos. En esta fase también se producen la mayoría de los orgasmos en sueños.
El conjunto de estas cinco fases forman un ciclo de sueño y suele repetirse cuatro o cinco veces a lo largo de la noche. Durante los primeros ciclos pasamos más tiempo en sueño profundo, mientras que en la segunda mitad de la noche predominan la Fases REM y el segundo nivel de la Fase No REM. Esto significa que a medida que avanzan las horas soñamos más porque la primera Fase REM sólo dura unos cinco minutos y la última puede durar de 30 a 60.
¿Cuánto hay que dormir?
Un bebé duerme unas diecisiete horas diarias, cuando cumple el año el período de sueño es de once a catorce horas aproximadamente, con 3 años duerme de diez a trece horas y de los 6 a los 13, necesita entre 9 y once horas. En la adolescencia suelen necesitarse unas 10 horas de sueño y desde los 18 a los 65 años, el tiempo óptimo es de siete a nueve horas. A partir de los 65, es conveniente dormir siete u ocho horas, pero es habitual que la calidad del sueño se reduzca. Ahora bien, hay que tener en cuenta que las necesidades varían según cada persona: Albert Einstein, por ejemplo, necesitaba dormir diez horas mientras que a Víctor Hugo y a Thomas Edison les bastaba con menos de cinco.
También hay diferencias según las circunstancias de nuestra vida. Cuando estamos bien dormimos menos, mientras que en las etapas de crisis necesitamos más horas de sueño, al igual que durante el embarazo o una enfermedad.