Las abuelas son muy sabias y cada uno de los refranes que hemos heredado de ellas encierran grandes verdades. “Dime de qué presumes y te diré de qué careces” es un dicho popular que refleja con mucho acierto el concepto de complejo de superioridad. En realidad, y por mucho que estas personas traten de exteriorizar una confianza en sí mismas a toda prueba y el convencimiento de estar por encima del bien y del mal, esta falsa seguridad solo es un mecanismo de defensa al que recurren, a menudo inconscientemente, para ocultar una baja autoestima y un gran sufrimiento.
Complejo de inferioridad camuflado
Actitud arrogante y prepotente. Opinión excesivamente positiva sobre el valor y las habilidades de uno mismo. Preocupación por “el qué dirán”. Terror a perder el control. Tendencia a imponer sus propias reglas y a juzgar a los demás, pero con muy poca capacidad de autocrítica y de asumir los propios errores. Necesidad de sentirse admirados y convencimiento de que son objeto de envidia. Estas son algunas de las características que presentan las personas con complejo de superioridad.
A primera vista, podría parecer que se tienen en muy alta estima y son muy seguras de sí mismas. Sin embargo, esa seguridad se sostiene sobre una estructura tan frágil que bastaría un pequeño golpe de aire para venirse abajo. Y justo eso es lo que tratan de evitar.
Alfred Adler, psicólogo austríaco que acuñó el término “complejo de superioridad” a principios del siglo XX, lo explicaba como un mecanismo de defensa inconsciente al que se recurre en un intento de protegerse de un sentimiento de inferioridad sin superar. Estos sujetos sienten que son ellos contra el mundo y, si en algún momento se sienten acorralados, un instinto irracional de protección los llevará a atacar antes de que alguien pueda hacerles daño.
El niño necesita aceptación incondicional
Durante la infancia, a la vez que vamos forjando nuestra forma de ver el mundo, también asentamos el modo en que nos vemos a nosotros mismos y cómo nos relacionamos con los demás. En este proceso es crucial el tipo de relación con nuestras figuras de apego, generalmente los padres. Un apego seguro, que conlleva un amor incondicional y un apoyo sin cortapisas, ayudará a que el niño interiorice que merece ser amado y aceptado, independientemente de sus fortalezas, limitaciones o logros.
Especialmente importante es la etapa entre los 5 y los 12 años, periodo en el que se busca una mayor validación en los adultos y en los iguales. Si el niño no recibe la aceptación que necesita y, en su lugar, obtiene la respuesta de no ser lo suficientemente válido es probable que desarrolle un sentimiento de inferioridad e inadecuación. En muchos casos, esta sensación puede convertirse en motivación para superarse. Sin embargo, cuando es muy intensa y se mantiene en el tiempo, es posible que el niño la oculte tras un acusado sentimiento de superioridad. Así compensará sus supuestas debilidades.
¿Qué lleva a una persona a adoptar esta postura ante su entorno?
En algunas familias, uno de los padres presenta complejo de superioridad y el hijo adopta el mismo modelo de mecanismo de defensa, al no aprender otra manera de solucionar los conflictos. En otras, el niño crece en un ambiente en el que los adultos continuamente le estén comparando con otros críos dejándole siempre en una posición de inferioridad. Como respuesta, es posible que adopte una posición opuesta en un intento de neutralizar el dolor que le provoca la situación.
Asimismo, un niño que ha sido rechazado, humillado e insultado, sin que sus figuras de apoyo le hayan enseñado a defenderse de modo asertivo, puede desarrollar dos posturas extremas. Se somete y se sitúa en una situación de inferioridad… O crea su propia realidad en la que está por encima del resto y aprende a adoptar una posición de superioridad con la esperanza de que le dejen en paz y como un modo de hacer más llevadero un sufrimiento que le desborda.
Esta actitud arrogante también es propia de algunas personas que durante toda su vida han sido sometidas a una gran exigencia. Bien porque han tenido unas figuras de referencia inflexibles y autoritarias que han basado su educación en resaltar los errores más que en reforzar las virtudes; o bien porque han crecido en un ambiente en el que se les ha exigido estar siempre a “una altura” imposible de mantener. En estos casos, el temor a ser rechazado por no ser “suficiente” puede acabar transformando un profundo sentimiento de inferioridad en complejo de superioridad. Esta actitud generará rechazo en el entorno cercano y este rechazo, a su vez, aumentará el resentimiento, creándose un círculo difícil de romper.
Sanar al niño herido que se oculta tras ese complejo de superioridad
Generalmente, las personas con complejo de superioridad han creado un muro de tal magnitud para proteger su frágil autoestima que no son conscientes de que tengan ningún problema. Y mucho menos se plantean aceptar la ayuda de nadie. Cuando por fin la buscan es porque, o bien, su conducta les ha acarreado muchos problemas, especialmente en el terreno de las relaciones, o bien porque han acabado agotados de fingir y ya son incapaces de ocultarse a sí mismos el sufrimiento que están experimentando.
Una vez en terapia, el objetivo es sanar a ese niño herido que se oculta tras el complejo de superioridad. Reconocer ese dolor que subyace al enfado y al resentimiento, acogerlo y empatizar con él. Se trata de que la persona comprenda cómo ha llegado a este punto, asuma que es valiosa por sí misma, más allá de otros factores externos, y aprenda a relacionarse desde su propia esencia.
También se trabajará autoestima y asertividad como alternativas a una seguridad mal entendida. Todos tenemos fortalezas y puntos débiles. Ni las primeras nos hacen mejores que los demás, ni las limitaciones nos hacen peores. Mientras pongamos el foco en lo que otros tienen y nosotros no, nos distraeremos de lo verdaderamente importante: la búsqueda de nuestra propia autorrealización.
Iniciar un proceso de crecimiento personal contribuirá, además, a ajustar la autoexigencia con nosotros y con los demás y a adquirir las herramientas que en su momento no se obtuvieron.
Empatía y aceptación
Conocer el sufrimiento y las carencias que hay bajo esa capa de falsa arrogancia puede ayudar al entorno de una persona con complejo de superioridad a empatizar y comprenderla. De esta forma, podrá romperse el círculo que perpetúa el rechazo.
Asimismo, también les ayudará que nos olvidemos de la competitividad. Enzarzarnos en una carrera para ver quién es mejor en algo, solo activarán su necesidad de defenderse. Si nos olvidamos de tener la razón y adoptamos una actitud más conciliadora es posible que consigamos que nos muestre su lado más cercano y honesto.
Incluso podemos aprovechar nuestra relación con una persona con complejo de superioridad para conocernos mejor. Si, pese a nuestra mejor disposición, nos sorprende con una nueva altanería pongamos el foco sobre nosotros mismos. ¿Qué es exactamente lo que nos molesta tanto? ¿Tiene algo que ver con nosotros? Al fin y al cabo, si tenemos claro que no tenemos nada que demostrar, esa ilusoria superioridad no debería afectarnos.
(Si te sientes identificado con lo que expongo en este artículo, no dudes en ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en tu camino de aceptación)