Motivación

10 lecciones que podemos aprender de los fracasos

10 lecciones que podemos aprender de los fracasos

10 lecciones que podemos aprender de los fracasos 1500 1001 BELÉN PICADO

¿Quién no ha sentido el sabor amargo del fracaso? ¿Quién no ha caído en el mismo error no una, sino varias veces? Todos hemos fallado o nos hemos sentido vencidos en algún momento de la vida, pero también hemos acertado y logrado éxitos que nos han hecho sentir orgullosos. En realidad, éxito y fracaso son dos caras de la misma moneda y ninguno por sí mismo nos define como personas. Fracasar o equivocarnos no nos convierte en peores seres humanos, de mismo modo que conseguir lo que nos proponemos no nos hace mejores. Sin embargo, aprender de los fracasos e interiorizar las lecciones que estos nos dejan, sí puede convertirnos en personas más resilientes, empáticas y con mayor tolerancia a la frustración.

Lo importante no es tropezarse, sino prestar atención a lo que puede enseñarnos ese tropiezo. Porque debajo del envoltorio del fracaso están algunas de las mayores lecciones que la vida puede traernos.

Aunque a menudo percibimos el fracaso como una debilidad, lo cierto es que el éxito rara vez llega sin ir precedido o acompañado de decepciones y frustraciones. Seguro que os suenan los nombres de J. K. Rowling, Thomas Edison, Walt Disney y un largo etcétera. Sin las adversidades a las que tuvieron que hacer frente y sin esos fracasos que les llevaron a reflexionar sobre sus fallos, posiblemente ninguno habría llegado hasta donde llegó.

Aprender, aprender y aprender

Una de las formas que tenemos de aprender es por ensayo y error. Cuando intentamos hacer algo, unas veces acertamos y otras no. Así de sencillo. Así que equivocarse o fallar es parte del proceso. Nunca habríamos conseguido andar si antes no nos hubiésemos caído unas cuantas veces y, después de algún que otro lloro, no nos hubiésemos levantado para volverlo a intentar hasta aprender no solo a caminar, sino también a correr.

Es más, cuanto antes fracasemos más aprenderemos. Según las conclusiones de un experimento realizado en la universidad estadounidense Johns Hopkins, cada vez que cometemos un error se crean conexiones neuronales en nuestro cerebro que nos ayudan a aprender más rápido. Según las conclusiones a las que llegaron los autores de esta investigación, cuando hacemos cosas nuevas se activan dos circuitos. Mientras uno incorpora las nuevas habilidades, el otro procesa las equivocaciones, detectando los fallos entre lo deseado y lo que realmente sucede y memorizándolos para utilizarlos en un futuro. Y es este último circuito el que, curiosamente, nos permite aprender más rápido.

Por poco que nos gusten, los fracasos son parte inseparable del aprendizaje y, si queremos avanzar, no debemos intentar escapar de ellos. Como dice la psiquiatra Anabel Gonzalez en su libro Lo bueno de tener un mal día, «solo podemos aspirar a cometer errores cada vez de mejor calidad». Y nos invita a preguntarnos: «¿Qué aprendimos de ese error? ¿Ha mejorado desde entonces nuestro modo de hacer las cosas? ¿Nos relacionamos mejor con los demás? ¿Estamos mejor con nosotros mismos?».

Anabel advierte, además, del riesgo que supone no mirar frente a frente a nuestros errores y fracasos: «Si no los tomamos como maestros, puede que no aprendamos nada, o que hayamos aprendido la lección al revés. Por ejemplo, si confiamos en una persona y esta acaba traicionando nuestra confianza, la lección es que es importante dar un tiempo a la gente para ver cómo responde antes de confiar plenamente y que debemos ajustar nuestras expectativas. Sin embargo, la misma situación puede llevarnos a no permitirnos nunca más confiar en nadie, a no compartir nuestra intimidad y, con ello, a perdernos una de las cosas que hacen que la vida valga la pena».

Todos podemos aprender de los fracasos.

Foto de Brett Jordan en Unsplash

Qué nos aportan los fracasos

Una vez asumido que no podemos luchar contra el fracaso porque es una parte inherente de la vida y antes o después llamará a nuestra puerta, veamos qué aprendizajes podemos extraer:

1. Resiliencia

Cometer fallos nos ayuda a crecer frente a la adversidad. Cuando no solo nos sobreponemos a los tropiezos que vamos teniendo en la vida, sino que somos capaces de utilizarlos como combustible para salir reforzados y seguir adelante, nuestra resiliencia se fortalece. El fracaso nos confronta con la realidad de que no siempre obtendremos lo que queremos. Nos desafía a encontrar la fuerza interior para recuperarnos, adaptarnos y continuar, incluso cuando las cosas no salen como esperábamos. Cuanto más fracasamos, más resilientes nos volvemos.

Antes de crear su imperio, Walt Disney fue despedido de un periódico por «falta de imaginación» y luego tuvo varios negocios que fracasaron. A pesar de esos múltiples rechazos y de otras dificultades financieras, perseveró y finalmente fundó The Walt Disney Company, que se convirtió en una de las mayores empresas de entretenimiento del mundo.

2. Autoconocimiento

Experimentar el fracaso nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos. Nos permite identificar nuestras fortalezas y debilidades, así como analizar nuestras decisiones y comportamientos. Y al comprender mejor quiénes somos y qué nos impulsa o qué es importante para nosotros, en el caso de que fallemos o nos equivoquemos será más fácil tomar decisiones conscientes en cuanto al camino a seguir.

Ante un fracaso amoroso puedo apresurarme a buscar otra pareja, decidir quedarme sola eternamente porque siempre me pasa lo mismo… O puedo aprovechar este revés sentimental para conocerme mejor, ver si hay un patrón que repito a la hora de vincularme y reflexionar sobre mis actitudes, comportamientos o estilos de comunicación… De este modo, estaré mucho más preparada para afrontar futuras relaciones.

3. Creatividad

El fracaso estimula la creatividad al obligarnos a buscar soluciones alternativas y pensar de maneras diferentes e innovadoras para superar los obstáculos. La necesidad de encontrar una salida o una solución para un problema nos impulsa a explorar nuevas ideas, enfoques y perspectivas que de otra manera ni siquiera habríamos considerado.

Por ejemplo, son muchos los artistas que, tras un descalabro amoroso o profesional, han canalizado su malestar a través del arte. En 2011, tras una relación amorosa fallida, Adele canalizó su dolor y sufrimiento en su álbum 21, donde se incluyen algunos de sus mayores éxitos, como Rolling in the Deep y Someone Like You.

4. Empatía

Cuando vivimos el fracaso en primera persona, desarrollamos una mayor empatía y podemos llegar a comprender las dificultades y desafíos que enfrentan los demás en sus propias vidas. Nos hacemos más receptivos a las necesidades y sentimientos de otros, lo que, a su vez, contribuye a fortalecer nuestras relaciones y nuestra capacidad para brindar apoyo emocional.

Alguien que ha experimentado uno o varios reveses en su carrera profesional llega a comprender mejor el impacto emocional que esta circunstancia puede tener en otras personas que afrontan circunstancias similares e, incluso, puede utilizar su propia experiencia para ofrecerles apoyo y orientación.

5. Constancia

Una de las mayores enseñanzas que nos dejan los fracasos es la importancia de ser constantes y de mantener la determinación a la hora de ir a por lo que queremos. A lo largo de la vida, vamos dándonos cuenta (o así debería ser) de que el camino hacia nuestros objetivos, lejos de ser lineal, está salpicado de obstáculos y contratiempos. Y es en los momentos en los que las cosas se ponen difíciles cuando la constancia se vuelve esencial para poder seguir adelante.

Un ejemplo de constancia es Thomas Alva Edison, inventor de la bombilla eléctrica. Pese a sus innumerables intentos fallidos, se negó a rendirse y siguió intentándolo una y otra vez hasta lograr su objetivo. Una vez le preguntaron cómo se sentía después de haber fracasado en más de mil intentos y él respondió: «¡No son mil fracasos! ¡He descubierto mil formas de cómo no debe hacerse una bombilla!».

Thomas Alva Edison

Thomas Alva Edison.

6. Humildad

El fracaso nos recuerda que nadie es intocable ni está por encima de los demás. «No os inquietéis por vuestros apuros en matemáticas, que los míos son mucho peores», decía Albert Einstein. Más allá de este toque de humor, el físico nos viene a recordar cómo la humildad es un motor para el saber.

En su libro Las virtudes del fracaso, Charles Pépin recurre al deporte del yudo para proponernos una metáfora preciosa sobre la relación entre fracaso y humildad:

«En el cuerpo a cuerpo, cada contrincante puede tirar al otro al suelo en todo momento. Por eso, los jóvenes yudocas primero aprenden a caer. Es decir, a caer bien: sin crisparse, rodando con flexibilidad y fluidez, acompañando la caída de una especie de asentimiento. Esta bonita manera de irse al suelo simboliza a la perfección la humildad: el adversario le ha puesto una zancadilla que funciona y que lo echa por tierra, a esa «tierra» que es el tatami. Y el judoca lo acepta. Mejor aún: lo utiliza. Porque cada vez que cae aprende un poco más sobre el adversario. Caer es descubrir la eficacia de una de sus llaves. Como ha funcionado esta vez, el yudoca sabe que tendrá ahora que pararla. Cuando el yudoca se levanta está provisto de un conocimiento nuevo. La humildad es inseparable de cualquier aprendizaje».

7. Cambio de perspectiva

«No obtener lo que uno quiere, a veces es un golpe de suerte maravilloso», decía el Dalai Lama. Y es que, a menudo, lo que queremos y lo que necesitamos son dos cosas totalmente distintas. Cuando fracasamos o algo no sale como queremos, nos peleamos con la realidad en vez de asumir que, por mucho que nos empeñemos en cambiarla, la realidad es la que es.

En vez de lamentarnos, podemos preguntarnos si eso que no hemos conseguido era tan importante. Detrás de cada fracaso hay todo un mundo de posibilidades. Solo hay que prestar atención y estar abiertos a lo que pueda venir.

8. Reinventarse

El fracaso puede ser también la ocasión perfecta para reinventarse, para tomar otros caminos que de otra forma no habríamos contemplado.

Antes de empezar a escribir sus libros sobre Harry Potter, J. K. Rowling pasó por un doble fracaso, sentimental y profesional. Abandonada por su marido y despedida de su trabajo, se encontró sin un sueldo y con una hija muy pequeña a su cargo. Hasta ese momento, el trabajo y la familia la habían llevado a silenciar su vocación de escritora. Sin embargo, fue al tocar fondo cuando pudo cambiar su idea sobre el fracaso y empezar a verlo como la oportunidad de dar un giro a su vida.

Y justo el fracaso fue el tema principal del discurso que la escritora dio en 2008 a los alumnos recién graduados de la Universidad de Harvard. Durante su intervención y después de relatar su propia experiencia, Rowling recordó a los estudiantes que los fracasos son tan inevitables como reveladores si somos capaces de mirarlos cara a cara: «Es imposible vivir sin fracasar en algo, a menos que seas tan prudente que no se pueda decir que hayas vivido, y en ese caso fracasas por omisión. Fallar me enseñó cosas sobre mí que no podría haber aprendido de otra manera. Descubrí que tenía una voluntad fuerte, y más disciplina de la que había sospechado. También descubrí que tenía amigos cuyo valor estaba muy por encima del precio de los rubíes».

9. Flexibilidad

A veces no hay nada mejor que algo no salga como queríamos para aprender la importancia de ser flexibles. Y es que tropezar con circunstancias imprevistas nos permite encontrar el modo de ajustamos y adaptarnos a nuevas situaciones.

Teniendo en cuenta que el hecho de que nuestras expectativas no se cumplan y nuestros planes no salgan como esperábamos es mucho más habitual de lo que nos gustaría, se hace más que necesario aprender flexibilidad. Porque es esa capacidad de adaptación la que nos va a permitir ‘surfear’ la incertidumbre, nos va a ayudar a aprovechar al máximo nuestras habilidades y recursos y nos va a descubrir oportunidades allí donde otros solo ven fracasos.

Imagen de Rochak Shukla en Freepik

10. Aprender a soltar

Muchas veces, por muy preparados que estemos, por muy expertos que seamos o por mucho empeño que pongamos, fracasaremos. Y quizás lo intentemos y volvamos a fallar. Y nos tocará comprender y aceptar que en la vida pasan cosas que no controlamos y que no todo sucede según nuestros deseos.

Aprender a soltar también es una de las grandes lecciones que nos deja el fracaso. Además, hacer una pausa mientras vivamos estas situaciones desfavorables nos permitirá analizar y reflexionar sobre lo que ha ocurrido. Si somos capaces de mantener la calma y existe una alternativa será más fácil encontrarla y, si no hay ninguna posibilidad de alcanzar nuestro objetivo, al menos sacaremos un aprendizaje de ello y reforzaremos nuestra capacidad de afrontamiento.

(En este blog puedes leer el artículo «La frustración nos enseña que unas veces se gana… y otras se aprende«)

«Muchos de los fracasos de la vida los experimentan personas que no se dieron cuenta de lo cerca que estaban del éxito cuando se rindieron». (Thomas Alva Edison)

Referencias

Gonzalez, A. (2020). Lo bueno de tener un mal día. Cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor. Barcelona: Planeta.

Herzfeld, D. J., Vaswani, P. A., Marko, M. K., & Shadmehr, R. (2014). A memory of errors in sensorimotor learning. Science, 345(6202), 1349–1353

Pépin, C. (2017). Las virtudes del fracaso. Barcelona: Ariel

10 reflexiones que nos deja la historia real de "La sociedad de la nieve"

10 reflexiones que nos deja la historia real de «La sociedad de la nieve»

10 reflexiones que nos deja la historia real de «La sociedad de la nieve» 1200 675 BELÉN PICADO

En una época marcada por el individualismo, la película La sociedad de la nieve (Netflix) nos coloca frente al poder de la solidaridad, el altruismo, la resiliencia o el esfuerzo colectivo, valores que a veces parecemos olvidar como sociedad. Aunque no es el primer filme sobre la tragedia de los Andes, Juan Antonio Bayona, el director, se centra en la parte más personal y emocional de sus protagonistas, tanto en lo que respecta a la experiencia interna de lo vivido como a los fuertes vínculos que establecieron entre ellos.

La historia comienza el 13 de octubre de 1972 cuando un avión que viajaba de Uruguay a Chile se estrelló en la cordillera de los Andes. En él viajaban cinco tripulantes y 45 pasajeros, en su mayoría integrantes de un equipo de rugby juvenil. De las 29 personas que sobrevivieron al impacto, solo 16 lograron salir con vida de allí y reunirse con sus familias 72 días después. En este tiempo aquellos jóvenes pusieron a prueba su fortaleza física, así como su capacidad mental y emocional para adaptarse a circunstancias tremendamente adversas.

Más allá de su valor cinematográfico, la película toca temas que nos afectan a todos, aunque no estemos en mitad de los Andes. Porque, como han dicho quienes lo vivieron en primera persona, “todos tenemos nuestra propia cordillera”. Todos convivimos con la incertidumbre, el miedo y, a veces, con la desesperación.

Pero, sobre todo, las personas que crearon aquella “sociedad de la nieve” demostraron que en situaciones límite también puede haber espacio para la generosidad, la cooperación o, incluso, para el humor. Además, nos dejaron valiosas lecciones de vida que invitan a reflexionar sobre la esencia misma de la condición humana. He aquí algunas de esas reflexiones. (Aviso para quienes no hayáis visto la película que a lo largo del texto hay spoilers)

1. El instinto de supervivencia se impone en las condiciones más adversas

Estamos programados, biológica y psicológicamente, para la supervivencia. En situaciones límite, el instinto de supervivencia se impone, incluso, a ciertos valores morales, éticos o religiosos. En la película, Marcelo, el líder del grupo, se niega a comer la carne de los fallecidos cuando algunos compañeros lo proponen como único modo de sobrevivir. Sin embargo, aceptará que no hay otra salida cuando todos escuchan que los equipos de búsqueda dejarán de buscarlos: «Me equivoqué. Les pedí que esperaran el rescate para nada. Si les puedo pedir algo más, les pido que coman. Acá lo único que nos queda es la vida y la tenemos que defender por encima de todo».

«En aquella cordillera nos convertimos en máquinas de sobrevivir», afirmó en una entrevista Ramón Sabella, uno de aquellos supervivientes.

Fernando Parrado, que fue quien encontró, junto a Roberto Canessa, ayuda para sus compañeros, recuerda: «Mi madre y mi hermana murieron en el accidente de avión, pero la mente de uno cambia. En tu cerebro se activa el modo supervivencia. Todo golpea tu cerebro y no puedes sentir pena. No puedes llorar. Las condiciones son tan extremas que solo puedes luchar por sobrevivir».

Fernando Parrado y Roberto Canessa consiguieron ayuda para sus compañeros.

Los auténticos Nando Parrado y Roberto Canessa junto a Sergio Catalán, el hombre que los encontró.

2. La capacidad de cooperación puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte

Somos seres sociales y necesitamos al otro para sobrevivir. Es en el grupo donde podemos sacar el máximo partido a nuestra capacidad de adaptación y a nuestro instinto de supervivencia. Y, con valores como el sentido de comunidad y el compañerismo como base, en aquel inhóspito e inaccesible lugar donde cayó el avión se creó una sociedad en la que cada miembro aportaba algo al grupo a la vez que se beneficiaba del mismo. Todos eran necesarios e imprescindibles.

En una entrevista, Juan Antonio Bayona hace referencia a una escena que refleja muy bien ese espíritu de cooperación: «A Nando [Parrado] se le despega la suela de su bota en la caminata final hacia la cumbre. En ese contexto, ese imprevisto podía ser mortal, pero Roberto [Canessa] se quita un pañuelo y lo envuelve. Así lo solucionan. Ese arreglo demuestra que para sobrevivir dependemos del otro. El grupo lo entendió y fue capaz de encontrar luz en la oscuridad».

Pablo Vierci, autor del libro en el que se basa la película, subrayaba en 2022: “La sociedad de la nieve son 45 personas. No solo los 16 sobrevivientes, sino también los 29 que quedaron en el camino, y muchos de ellos dieron todo para que 16 salieran. Es una carrera de postas, donde el más importante no es el que llega, que es a lo que estamos acostumbrados, sino que también lo son los que murieron en el camino, que dieron todo para que los otros pudieran llegar».

En el documental Eduardo Strauch: El viaje sin destino, este superviviente relata: «Nosotros veníamos de la civilización y de un día para otro nos encontramos en la nada. Empezamos a transformarnos en otra sociedad, con otros códigos y con la colaboración de todos en el puesto que le había tocado a cada uno». Y Gustavo Zerbino cuenta: «Las normas aparecían por sí solas. Estaba prohibido quejarse, los bienes pertenecían a la comunidad y el amor, el cariño, ayudar a alguien que estaba frente a ti, era permanente».

3. «Eso del éxito o el fracaso es muy relativo»

Los fracasos nos ayudan a entrenar nuestra tolerancia a la frustración, nos permiten estar más en contacto con la realidad, nos hacen más humanos y, si somos capaces de verlos como un aprendizaje, nos acercarán a aquello que queremos conseguir.

«La nuestra no es una historia de éxitos, sino de muchos fracasos y solo un éxito. Un éxito que conseguimos tomando conciencia de que o nos salvábamos todos o moríamos todos», recuerda Antonio Vizintín.

Roberto Canessa también aprendió que «eso del éxito o fracaso es muy relativo. El compromiso mío era morir caminando. Aprendí que tienes que hacer las cosas hasta donde puedes. A veces llegas a la meta, pero a veces no. No importa si estás perdido o vas en la dirección correcta. No importa estar perdido cuando haces las cosas bien. Hay que aprender a caminar y hacer las cosas bien, los resultados vendrán o no vendrán».

4. La fuerza de la vulnerabilidad

Cuando aceptamos nuestra vulnerabilidad nos atrevemos a quitarnos la máscara y a mostrarnos como somos, con nuestros miedos e inseguridades. Y La sociedad de la nieve nos recuerda que no debemos avergonzarnos de mostrarla porque justo ahí es donde reside nuestra fuerza.

«Durante aquellos largos días en la cordillera andina, lo que nos faltaba de abrigo lo suplíamos con el afecto de unos y otros», rememora Ramón Sabella. Por su parte, Daniel Fernández Strauch reconoce: «Nunca fuimos mejores personas que en la montaña por la forma en la que nos entregamos unos a otros».

(En este mismo blog puedes leer el artículo «Aceptar y abrazar nuestra vulnerabilidad nos hace más fuertes»)

5. «Si hay esperanza, hay vida»

La esperanza es el motor que nos impulsa a confiar en que el futuro será mejor que el presente. La fortaleza interna que nos lleva a seguir luchando por aquello que queremos, que nos mantiene ilusionados con la vida y nos aleja de la desesperación. Y los integrantes de la sociedad de la nieve no podían permitirse perderla.

Roberto Canessa: «Algunas personas dicen que si hay vida hay esperanza. Pero para nosotros era lo contrario: ‘Si hay esperanza, hay vida’ (…) Nunca perdimos el proyecto de escapar, siempre creímos con todas nuestras fuerzas que algo extraordinario era posible».

Javier Methol: «Tuvimos que convertirnos en alquimistas y transformar la tragedia en un milagro, la depresión en esperanza».

La sociedad de la nieve es una historia de supervivencia, de esperanza y de generosidad.

6. «Cada uno tiene su propio proceso de aprendizaje»

Para aquellos jóvenes el tiempo que pasaron en la cordillera andina fue un máster acelerado de crecimiento personal y madurez.

Gustavo Zerbino: «La montaña fue como una enzima catalizadora que aceleró el proceso de aprendizaje interior de cada uno. El que fue tomate, volvió tomate y el que fue banana, volvió banana. ¿A todos nos cambió la Cordillera? No. Cada uno hizo su proceso de aprendizaje».

Eduardo Strauch: «Creo que casi todo los jóvenes que viajamos en aquel avión estábamos dentro de una burbuja. Vivíamos sin mayores problemas. Hasta ese momento, yo y la mayoría de los pasajeros había tenido una vida muy plácida. Nunca pudimos imaginar que la burbuja iba a estallar de esa manera, con una onda expansiva que nunca más se detuvo».

Carlos Páez: “Yo era un chico de 18 años, hijo de un pintor famoso, que con tal de que no lo molestáramos nos daba todo. En ese entonces yo todavía tenía niñera, que fue quien me hizo la valija para el viaje. Nunca había tenido frío, nunca había tenido hambre, nunca había hecho nada útil. Y me tocó vivir la historia de supervivencia más increíble de todos los tiempos”.

7. «En los peores momentos el humor te salva de manera increíble»

El sentido del humor contribuye a que podamos poner distancia de los problemas, ayuda relativizar aquello que nos preocupa, permite que conectemos entre nosotros, estimula la creatividad y la flexibilidad cognitiva… Dice Viktor Frankl en su libro El hombre en busca del sentido que el humor es una «de las armas del alma en su lucha por la supervivencia». Y añade que «proporciona el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque sea un instante» (él pasó tres años en campos de concentración nazis).

En aquella sociedad de la nieve también hubo momentos para el humor. «Nunca, nunca, nunca perdimos el humor. Era una cosa que se mantenía y que aconsejo a todo el mundo. En los peores momentos el humor te salva de una manera increíble», asegura Roberto Canessa.

(En este mismo blog puedes leer el artículo «Tomarse las cosas con humor mejora nuestra salud mental y emocional»)

8. «La solidaridad, la amistad, sentir el calor humano verdadero… Eso es lo que mueve al ser humano»

Como decíamos al principio, somos seres humanos y necesitamos a los otros para sobrevivir. Por eso, el aislamiento tiene un papel tan importante en las enfermedades mentales. Necesitamos establecer vínculos, tejer redes que nos conecten. Y una de las ventajas con que contaban aquellos chavales era que ya existían esas conexiones entre la mayoría antes del accidente. Unos lazos que allá arriba acabaron fortaleciéndose más cada día.

Cuando un periodista pregunta en cierta ocasión a Canessa qué tiene más fresco en la memoria, él lo tiene claro: «La solidaridad, es decir, la amistad, el estar juntos, el llorar y volver adelante, apretar los dientes, el dormir de noche, uno contra otro y sentir el calor humano verdadero. Esas cosas todavía las siento y todavía me impactan y no me cabe la menor duda de que eso es lo que mueve al hombre, eso es lo que le da la seguridad, lo que le da la confianza, lo que le da ese no detenerse hasta que lo detengan».

9. «Lo que no se dice provoca dolor y hablar cura»

Cuando estamos listos, poner palabras a lo vivido puede ser sanador. Para exorcizar sus fantasmas, a su regreso a la civilización algunos de los supervivientes hablaron de lo ocurrido no solo en privado y a sus allegados; también en público. Han dado charlas por todo el mudo y han concedido innumerables entrevistas. Incluso han escrito libros. «Las charlas fueron terapéuticas para muchos», afirma Gustavo Zerbino.

En el caso de José Luis Inciarte, vivió en silencio con el dolor y los recuerdos y no habló sobre lo que pasó en los Andes hasta 2002, cuando se cumplieron 30 años del accidente. Cuando le preguntaron por qué había decidido romper aquel silencio, él respondió: «Me di cuenta de que lo que no se dice provoca dolor y que hablar cura. Creía que me haría bien relatar mi verdad, pero jamás sospeché que les haría bien a otros escucharlo. Es una forma de medir el tiempo: setenta y dos días es mucho para pasarla tan mal y treinta años es demasiado para mantener el sufrimiento escondido».

10. Hacer las paces con quienes no volvieron

Tanto en los libros que han escrito los supervivientes, como en sus conferencias y entrevistas, puede percibirse una conexión profunda y constante con los fallecidos. Y, a la vez, cierto sentimiento de culpa. «La pregunta que me venía a la mente era ¿Por qué me salvé yo? y ¿Por qué se murieron ellos?», confesaba Roy Harley en cierta ocasión. «¿Por qué sobreviví yo y no algunos de mis hermanos de la montaña que estaban mucho mejor preparados o que después en sus vidas podrían haber hecho aportes importantes?», se pregunta Pedro Algorta en el prólogo de su libro, Las montañas siguen allí.

En psicología denominamos ‘culpa del superviviente’ a este doloroso sentimiento que aparece en personas que han sufrido una experiencia traumática y han sobrevivido mientras otras no lo hicieron.

La sociedad de la nieve

Enzo Vogrincic da vida a Numa Turcatti en «La sociedad de la nieve».

En parte, la película ha ayudado a mitigar esa culpa al rendir tributo a los muertos que facilitaron que los otros vivieran. Después de leer La sociedad de la nieve de Vierci y compartir tiempo con los supervivientes y sus familias, Juan Antonio Bayona se dio cuenta de lo necesario que era «dar voz a los muertos». Entonces, eligió como narrador de la historia a Numa Turcatti, el último en fallecer antes de que el grupo fuese rescatado.

«El dolor puede hacer que nos reconozcamos en el otro y ahí nace un sentimiento de empatía en el que uno entiende inconscientemente que cualquier compañero es tan importante como tú. En esa unión, todos tuvieron un papel importante; sobre todo los muertos porque fueron los que permitieron que el resto siguiera en pie. Nosotros les hemos permitido devolverles la vida ahora con el protagonismo en el relato de esta película. De esa forma podrán calmar un poco de ese sufrimiento del superviviente», explica el director del filme.

Referencias

Algorta, P. (2015). Las montañas siguen allí. LID

Aygües, A. (12 de  enero de 2024). «La sociedad de la nieve» de Bayona. El poder de la generosidad y la resiliencia humana. Observatorio de Bioética Instituto Ciencias de la Vida.

Batagglia, M. (4 de diciembre de 2023). La Sociedad de la Nieve, una mirada humana e inspiradora sobre la tragedia de los Andes. Perfilhttps://www.perfil.com/noticias/cultura/entrevista-pablo-vierci.phtml

Bayona, J. A. (Director). (2023). La sociedad de la nieve. Misión de Audaces Films/ El Arriero Films/Netflix

Blardone, S. (30 de septiembre de 2017). La tragedia de Los Andes en primera persona: «Piensan que nos salvamos porque nos comimos a los muertos». Infobaehttps://www.infobae.com/tendencias/2017/09/30/la-tragedia-de-los-andes-en-primera-persona-piensan-que-nos-salvamos-porque-nos-comimos-a-los-muertos/

Bécares, R. (13 de octubre de 2022). La enseñanza de uno de los supervivientes de la tragedia de Los Andes: «La gente tiene montañas más altas que la nuestra». El Periódico de Españahttps://www.epe.es/es/deportes/20221013/supervivientes-tragedia-andes-50-anos-viven-ensenanza-77209318

Cabeza, M. (21 de septiembre de 2022). Tragedia de los Andes: Conmovedor relato de un sobreviviente que «murió dos veces» en la montaña. Clarínhttps://www.clarin.com/viva/tragedia-andes-conmovedor-relato-sobreviviente-murio-veces-montana_0_pu6A1AGzj9.html

Criales, J. P. (13 de octubre de 2022). El accidente de Los Andes: «Llevar un poco de nuestros amigos en el cuerpo y en el alma fue un honor». El Paíshttps://elpais.com/sociedad/2022-10-13/la-tragedia-de-los-andes-50-anos-despues-llevar-un-poco-de-nuestros-amigos-en-el-cuerpo-y-en-el-alma-fue-un-honor.html

Guzzo, G. y Klein, D. (productores). (2022). Eduardo Strauch: El viaje sin destino. [Documental] Cable News Network/Warner Bross. Discovery.

Klein, D. y Esquivel, K. (11 de enero de 2024). Así fue la verdadera sociedad de la nieve: Organización, tareas y alimentación tras la tragedia de los Andes. El Periódico de España.

Muñoz, A. (15 de diciembre de 2023). Juan Antonio Bayona: «La geografía de los Andes ha sido mi desierto en La sociedad de la nieve». Público.

Olivera, S. (13 de octubre de 2021). Tragedia de Los Andes: así es el presente de sus sobrevivientes a 49 años del accidente. Gentehttps://www.revistagente.com/actualidad/tragedia-de-los-andes-asi-es-el-presente-de-sus-sobrevivientes-a-49-anos-del-accidente/

Pascua Joven Morón. (4 de febrero de 2018). Escuchá a Roberto Canessa dando su increíble testimonio en Pascua Joven. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=ZRTtVc_3DuM&t=4213s

Sandberg, S. y Grant, A. (2017). Opción B: Afrontar la adversidad, desarrollar la resiliencia y alcanzar la felicidad. Barcelona: Penguin Random House

Vierci, P. (2008). La sociedad de la nieve. Barcelona: Alrevés

 

Precrastinar o la urgencia por tachar tareas de la lista.

Precrastinar: Qué hay detrás de esa urgencia por «tachar tareas de la lista»

Precrastinar: Qué hay detrás de esa urgencia por «tachar tareas de la lista» 1920 728 BELÉN PICADO

Hace unos meses publiqué un artículo sobre la procrastinación y alguien me preguntó qué era lo contrario de procrastinar. «Ser un ‘cagaprisas», pensé inmediatamente acordándome de una palabra que utilizaba mi abuela y que, de niña, me hacía mucha gracia. Pero recordé que soy psicóloga y que mi respuesta no podía limitarse a soltar lo primero que me viniese a la cabeza. Así que le prometí que escribiría sobre precrastinar o esa urgencia por hacer y tachar cosas de nuestra lista de asuntos pendientes, aunque ello implique más tiempo y esfuerzo.

Procrastinación y precrastinación son los dos extremos, las dos polaridades, de un continuo. Y, como suele ocurrir con los extremos en todos los ámbitos, ambas pueden ser igual de contraproducentes si no encontramos un término medio. Ni el procrastinador es más vago, ni el precrastinador es más eficaz. En este último caso, no solo se llega a confundir lo urgente con lo importante, sino que también se pueden acabar tomando decisiones apresuradas o realizando esfuerzos que quizás no son tan necesarios y que pueden obstaculizar otras cuestiones más importantes.

Precrastinar para tener el control

Anticipar, adelantarse, precipitarse para evitar la incomodidad de tener cosas pendientes…

En un artículo publicado en The New York Times, el psicólogo estadounidense Adam Grant explicaba: «Si eres un precrastinador serio, avanzar es como una bocanada de oxígeno y aplazar es una agonía. Cuando llega una avalancha de correos electrónicos a tu bandeja de entrada y no los respondes al instante, sientes que tu vida se descontrola. Cuando tienes que dar un discurso el mes que viene, cada día que no trabajas en él te produce una sensación de vacío, como si un dementor [criatura que aparece en la saga de Harry Potter] estuviera succionando la alegría del aire que te rodea”.

Muchas personas tienen la imperiosa necesidad de realizar todo tipo de tareas de manera inmediata y antes de lo que se precisa. Así se libran de la incomodidad que supone tener asuntos pendientes. Incluso si ello implica mayor inversión de esfuerzo físico y/o mental.

Pablo es un precrastinador de manual. Contesta correos en cuanto los recibe, sin pararse a pensar demasiado en qué debe responder. Si al salir de la oficina se acuerda de que necesita manzanas, compra dos kilos y va cargado hasta su domicilio, aunque al lado de su casa tenga una frutería. Alguna vez, además, se ha quedado en números rojos por pagar algún impuesto en el momento en que ha recibido el aviso, sin detenerse a comprobar que tenía dos meses para hacerlo o que podía pagar en dos plazos.

Los precrastinadores sienten que necesitan tener el control de la situación, así que se ponen manos a la obra lo antes posible.

El experimento de los cubos

David Rosenbaum, profesor de psicología de la Universidad de California, acuñó el término «precrastinación» en 1984 para referirse a esa necesidad de empezar una tarea inmediatamente y terminarla lo antes posible, aunque ello implique un esfuerzo adicional. Rosenbaum lideró nueve estudios similares con estudiantes universitarios. Se colocaron dos cubos en distintos puntos de un pasillo y se pidió a los estudiantes que eligieran uno de ellos y lo llevaran hasta el final de dicho pasillo. Los nueve experimentos variaron en el peso del contenido de los cubos y en el lugar donde se colocaron en relación con el punto de partida de los participantes (en la mayoría de los casos, uno de los dos recipientes estaba significativamente más cerca del punto de entrega que el otro.).

Teniendo en cuenta que se les especificó que debían hacerlo de la manera más eficiente y que les facilitase la tarea, los investigadores estaban seguros de que los estudiantes escogerían el cubo más cercano a la meta para cargarlo durante una distancia más corta. Sin embargo, para su sorpresa, sucedió todo lo contrario. Prefirieron el más cercano al punto de partida, lo que implicó realizar un mayor esfuerzo físico al tener que cargarlo durante más tiempo.

Cuando se preguntó a los participantes el porqué de su decisión, la respuesta más común fue que «querían terminar el trabajo cuanto antes».

Con posterioridad, otros investigadores han hecho experimentos similares y el resultado ha sido el mismo.

¿Por qué precrastinamos?

  • El papel de la evolución. Una de las explicaciones podría tener que ver con la evolución. Si nuestros antepasados no cogían la fruta de un árbol en el momento en que la veían, lo más probable es que si regresaban luego ya no estuviese.
  • Aligerar la memoria de trabajo. Completar las tareas de modo inmediato ayuda a liberar la memoria de trabajo, un tipo de memoria a corto plazo que se encarga del almacenamiento y la manipulación temporal de la información. Ejecutar una tarea en el momento implica no tener que recordar hacerla más tarde. Tras el experimento de los cubos, Rosenbaum explicó que, mentalmente, «es demasiado oneroso llevar una lista de pendientes en la mente, por lo que nos enfrascamos en conductas que nos permiten reducir esa carga cognitiva, incluso si ello significa hacer un esfuerzo mayor».
  • Una sensación placentera. Tachar cosas de nuestra lista de asuntos pendientes es satisfactorio en sí mismo. Cada vez que completamos una tarea, se activa nuestro sistema de recompensa y nuestro cerebro tiene un subidón de dopamina. El problema está en que en la mayoría de las ocasiones, si esa lista es muy larga o estamos ante una tarea compleja vamos a dedicarnos a completar las tareas que requieran menos esfuerzo, sin pararnos a pensar si nos va quitar tiempo para lo importante o lo que es realmente necesario.
  • Evitar la ansiedad. La prisa «por hacer» y el exigirnos realizar de forma urgente algo que en realidad no lo es puede llegar a generar mucha ansiedad. Y esta ansiedad anticipatoria que nos estamos provocando nosotros mismos hace que actuemos a destiempo, anticipando esfuerzos y recursos cuando aún no son necesarios. Pero este comportamiento no solo nos conecta con la necesidad de evitar la ansiedad. A menudo también resolvemos rápidamente para no sentirnos culpables.
  • Percepción de control. Los precrastinadores sienten que necesitan tener el control de la situación, así que se ponen manos a la obra lo antes posible.
  • La cultura de la inmediatez. El mundo y la sociedad en que vivimos ensalza la inmediatez. Queremos todo «para ayer” y eso contribuye a que la tendencia a actuar impulsivamente, y muchas veces de forma atropellada, sea cada vez más acusada. A menudo nos olvidamos de valorar aquello que requiere tiempo, cuidado y reflexión.

Tachar cosas de nuestra lista de asuntos pendientes es satisfactorio en sí mismo.

Rapidez y eficacia no siempre van unidos

Aunque precrastinar tiene mucha mejor fama que la procrastinación y tiende a verse como una característica de la gente eficaz, no siempre es así.

Uno de los motivos que llevan a las personas precrastinadoras a acabar cuanto antes, sobre todo en el ámbito laboral, es sentir que así son más productivas. Sin embargo, la realidad muestra que en su afán por terminar el trabajo en el mínimo tiempo posible también corren el riesgo de poner en peligro, precisamente, su eficacia.

En muchas ocasiones, al precrastrinar conseguimos justo lo contrario de lo que buscamos. Unas veces, acabamos enredándonos en actividades para las que podríamos encontrar un mejor hueco en otro momento. Otras, tenemos tanta prisa por completar una tarea cuanto antes, que terminamos teniendo que volver atrás para corregir errores que podríamos haber evitado. Eso sin contar con que el exceso de rapidez puede llevar a entregar trabajos incompletos o de baja calidad.

Así que, al final, terminamos confundiendo productividad y eficacia con mantenernos ocupados.

Por ejemplo, tengo que estudiar para un examen y justo antes de ponerme a ello me dedico a ordenar el escritorio, contesto un correo que me acaban de enviar, me acuerdo de que tengo la ropa tendida y me pongo a recogerla… Y así voy completando otras tareas que me parecen más urgentes y que «no me van a quitar mucho tiempo». De este modo, siento que soy productiva cuando lo que estoy haciendo en realidad es postergando lo realmente importante y alejándome de mi objetivo principal.

Es cierto que algunas veces tenemos que ser rápidos en la toma de decisiones y que hay imprevistos y urgencias que exigen una respuesta inmediata. Pero ser rápido no tiene por qué estar reñido con tener capacidad de análisis. Incluso en momentos de mucha presión, es imprescindible un mínimo de reflexión y concentración.

Rapidez y eficacia no siempre van unidos.

La importancia de tomarse un respiro y priorizar

A veces resulta beneficioso permitir que nuestra mente divague antes de ponernos con determinadas tareas, sobre todo si requieren creatividad. Por lo general, las primeras ideas que nos vienen a la cabeza son las más obvias, las que ya tuvieron otros antes. Si dejamos un espacio a nuestra mente para ‘volar’ es muy posible que nos venga alguna idea novedosa o, al menos, diferente.

Hacer pausas de vez en cuando ayuda a salir de esa visión de túnel que hace que solo veamos lo que tenemos delante, lo fácil. En vez de hacer y hacer sin parar, desconecta y tómate descansos breves para tener otras perspectivas.

Establece prioridades. Crea un calendario y planifica lo que tienes que hacer diferenciando lo urgente de lo importante. Si tienes una lista de tareas larga, trata de aligerarla. Elimina las que consideres innecesarias por agradables que sean, selecciona las que puedes delegar y observa también si hay alguna cuya carga puedas atenuar.

Divide las tareas importantes en otras más pequeñas. Así disfrutarás del placer de ir tachando de tu lista, te resultará más fácil corregir posibles errores y, poco a poco, irás acercándote a tu meta.

«Que la prisa por hacer no nos impida ser» (Nietzsche)

Puede interesarte

Vídeo

The surprising habits of original thinkers (Los sorprendentes hábitos de los pensadores originales). En esta charla TED, el psicólogo organizacional Adam Grant expone las características que comparten las personas más creativas. Según Grant. la clave está en encontrar el equilibrio entre procrastinar y precrastinar o, lo que es lo mismo, entre dejarlo todo para mañana y quererlo todo para ayer. Si queremos estimular nuestra creatividad tenemos que «saber ser rápidos para empezar y lentos para terminar».

Procrastinación o dejar para mañana lo que puedes hacer hoy.

Procrastinación o el hábito de dejar para mañana lo que puedes hacer hoy

Procrastinación o el hábito de dejar para mañana lo que puedes hacer hoy 1280 846 BELÉN PICADO

Hay algo en común que tienen septiembre y enero: las listas de buenos propósitos. Con el inicio de un nuevo curso y el regreso al trabajo tras las vacaciones, llegan también las buenas intenciones. Una de ellas suele ser llevar las cosas al día. O, lo que es lo mismo, intentar procrastinar menos que la temporada anterior. En psicología llamamos procrastinación al hecho de postergar actividades o situaciones que deben atenderse y que resultan fastidiosas, sustituyéndolas por otras más entretenidas y también menos relevantes. Como se ha dicho toda la vida, dejar para mañana lo que puedes hacer hoy.

Otra característica de la procrastinación es que es algo irracional. Soy consciente de que estoy actuando en contra de lo que me conviene. Y sé que muy posiblemente me perjudicará. Pero, aun así, no puedo evitar hacerlo. Priorizo el sentirme bien en el presente frente las consecuencias negativas que me tocará asumir en el futuro (y que conozco).

Procrastinar no es lo mismo que vaguear

Es importante aclarar que procrastinar no es sinónimo de pereza o vaguería. El que es vago tiene muy poca (o ninguna) disposición para hacer las cosas y si puede librarse de hacer algo que le aburre o le resulta desagradable, no moverá un dedo. Cuando una persona procrastina sí hay intencionalidad de realizar la tarea, lo que ocurre es que intervienen diversos factores que veremos a continuación y que contribuirán a que dicha tarea se deje para otro momento.

Y otra puntualización. Procrastinar ocasionalmente no es negativo. A veces, incluso puede ser una señal de que necesitamos parar o tomarnos las cosas con más calma. La cosa se complica cuando se posterga de forma continua y recurrente y en cualquier ámbito, ya sea trabajo, estudios, relaciones o en lo personal. Y aún se complica más si al propio comportamiento de la procrastinación se suman la frustración, el malestar y la visión negativa de uno mismo al sentirse incapaz de cumplir con los compromisos que hemos adquirido.

El autoengaño también está íntimamente relacionado con la procrastinación. Es habitual pensar que todavía tenemos tiempo suficiente, que haremos mejor la tarea al día siguiente cuando estemos descansados, que bajo presión funcionamos mejor o que, en realidad, esa tarea no es tan importante.

Una mala regulación de las emociones

Cada vez son más los estudios que demuestran que la procrastinación es el resultado de una deficiente regulación de las emociones. Hay personas que no han aprendido estrategias adecuadas de afrontamiento y ante ciertas tareas se sienten incapaces de manejar sus estados de ánimo negativos. Para ellas, la procrastinación se convierte en una manera de neutralizar esas emociones desagradables.

Fisiológicamente, este peor manejo de los estados anímicos negativos está relacionado con la amígdala (región del cerebro que controla las emociones). Una investigación realizada en la Universidad alemana Ruhr de Bochum encontró que las personas con una amígdala más grande son más propensas a postergar las tareas. Según los autores del estudio, además de desempeñar una función importante en la valoración emocional de las situaciones, esta estructura cerebral también nos advierte de los efectos negativos que pueden tener nuestras acciones. Esto se traduce en que las personas con una amígdala más voluminosa podrían mostrarse más temerosas ante las consecuencias de sus actos, por lo que retrasan el inicio de los mismos.

La procrastinación está relacionada con una deficiente regulación de las emociones.

¿Qué nos lleva a procrastinar?

¿Cómo se explica que una persona aplace ciertas tareas y no otras? ¿Y que demore una misma tarea en un momento dado, pero no en otro? Las razones que nos llevan a procrastinar son varias:

  • Baja autoeficacia percibida. En ciertas tareas una persona puede considerar que sus habilidades son insuficientes o inadecuadas. Por ejemplo, si tengo que preparar un informe y estoy convencida de que me expreso fatal, voy a angustiarme y probablemente deje la tarea para más tarde. Al final, escribiré el informe con prisas y sin tiempo para repasarlo. Y el resultado me hará pensar que, efectivamente, los informes no son lo mío cuando en realidad el problema ha sido dejarlo para el último momento.
  • Tener baja tolerancia a la frustración. Volvamos al ejemplo anterior. Si escribir ese informe me genera ansiedad y no soy buena manejándome con la frustración, voy a poner el foco en evitar el malestar en vez de concentrarme en la tarea. ¿Y cómo neutralizo la ansiedad? Postergando (mientras encuentro las fuerzas me ‘trago’ cinco capítulos seguidos de la última serie que ha estrenado Netflix o me doy una vuelta por Facebook por si me han dejado algún “Me gusta” en la última foto que subí). En esta baja capacidad para soportar el malestar influye, y mucho, el tipo de educación recibida en la infancia. La sobreprotección, una excesiva exigencia o tener unas figuras de apego evitativas aumentan las posibilidades de procrastinar.
  • Impulsividad. Las personas impulsivas tienden más a dejarse llevar por las distracciones que aquellas que tienen bien entrenado el autocontrol y, además, suelen contar con una baja capacidad de planificación. Frente a la impulsividad, el autocontrol nos ayuda a hacer algo desagradable, pero que será bueno en el futuro.
  • Rigidez. Una persona muy ‘cuadriculada’ puede condicionar la realización de una tarea a que se den una serie de circunstancias que considera adecuadas y necesarias. Por ejemplo, puedo decirme que me pondré a escribir el dichoso informe cuando tenga la habitación impoluta y totalmente ordenada o que no llamaré a mi madre hasta que encuentre un hueco en el que estemos tranquilas en casa, tengamos al menos media hora para hablar y ambas estemos completamente descansadas. Como es complicado que se den todas y cada una de esas condiciones, lo más seguro es que deje el informe o la llamada en el ‘cajón de las cosas pendientes’.
  • Perfeccionismo: Puede parecer una contradicción ser perfeccionista y procrastinador, pero no lo es. Cuando una persona necesita realizar la tarea de una manera que considere perfecta según sus criterios, puede acabar aplazándola porque piense que mañana tendrá más tiempo y la desempeñará mejor.

Consecuencias de la procrastinación

Aunque no es un trastorno, si dejamos que la procrastinación se convierta en algo habitual, nuestra salud mental y física acabará viéndose afectada. Estas son algunas de las consecuencias:

  • Disminución del rendimiento laboral y académico: Cuando lo dejamos todo para el último momento, lo único que conseguimos es que las tareas se amontonen. Al tener menos tiempo, las haremos más deprisa, sin prestarles la atención necesaria y, en muchos casos, estresados.
  • Disminución de la autoestima. A medida que pasan los días y seguimos sin enfrentarnos a una actividad u obligación, la visión que tenemos de nosotros mismos es cada vez más negativa. Incluso pueden aparecer sentimientos de culpa. Empezamos a pensar que no vamos a ser capaces, que somos un desastre… y nuestro cerebro asume esos mensajes como reales. Así es muy probable que nuestros temores se confirmen y no logremos nuestro objetivo, lo que a su vez irá en detrimento de nuestra autoestima.
  • Aumento de los niveles de ansiedad y estrés. La satisfacción que provoca postergar una tarea es fugaz y el malestar que tratábamos de evitar regresará con más fuerza cuando se aproxime el momento en que tengamos que entregar una tarea, por ejemplo. Si este proceso se repite en el tiempo, corremos el riesgo de desarrollar un trastorno de ansiedad. Además, la ansiedad y el estrés pueden a su vez provocar otros trastornos a nivel físico, como migrañas, problemas digestivos, hipertensión, alteraciones del sueño, etc.

La procrastinación disminuye nuestro rendimiento.

Qué puedo hacer

Seamos realistas. Nuestra ritmo de vida actual no pone fácil dar esquinazo a la procrastinación. En cualquier lugar y en cualquier momento tenemos un interminable menú de distracciones y tentaciones tan amplio como ‘peligroso’. Pero, por suerte, superarla es una habilidad que podemos aprender.

El primer paso es tomar conciencia del problema. Una vez que has admitido que la procrastinación se ha convertido en tu inseparable compañera, lo siguiente es descubrir qué te lleva a procrastinar a ti en particular y en qué ámbitos lo haces. ¿Encuentras cualquier distracción cada vez que te toca comer en casa de tu familia política? ¿O solo procrastinas en el ámbito laboral cuando estás ante una tarea para la que no te sientes capacitado? Si te resulta difícil llevar a cabo este ejercicio de introspección o sientes que el problema que hay detrás te supera, no dudes en recurrir a un psicólogo. (Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo, estaré encantada de ayudarte).

La solución también pasa por trabajar en tu autoestima, aprender a manejar mejor las emociones y en prestar mucha atención al autocuidado. No olvidemos que la salud mental está íntimamente unida a la salud física.

Puede interesarte

Vídeo

En la mente de un maestro procrastinador. En esta divertida charla TED, Tim Urban explica de una forma clara y entretenida cómo funciona la procrastinación y qué nos impide concentrarnos en una tarea. Según él, en nuestro cerebro conviven un tomador de decisiones racionales, un mono que solo se preocupa por la gratificación instantánea y un monstruo del pánico, que aparece cuando se acerca la fecha en que tenemos que entregar nuestra tarea.

¿Estás preparado para cumplir tus propósitos de Año Nuevo?

Motivación y voluntad, claves en tus propósitos de Año Nuevo (pero sin obsesionarte)

Motivación y voluntad, claves en tus propósitos de Año Nuevo (pero sin obsesionarte) 2040 1522 BELÉN PICADO

Llega un nuevo año y con él nuevos propósitos, objetivos e ilusiones. Muchos en esta época hacemos balance de lo vivido, nos cargamos de motivación y fuerza de voluntad y nos planteamos, o bien nuevos retos, o retomar los que no hemos completado en el año que termina. Y eso está bien porque marcarnos metas nos ayuda a evaluar en qué punto de nuestra vida nos encontramos y qué cosas son importantes para nosotros. Sin embargo, muchas veces nos obsesionamos o nos tomamos el proceso como un sprint en vez de como una carrera de fondo y nos ‘desinflamos’ en las primeras semanas. Para que esto no pase es importante elegir bien el reto, dosificar las fuerzas y tomárselo con calma. ¿Estáis preparados?

Maslow y su pirámide de necesidades

Los objetivos que vamos marcándonos a lo largo de la vida, y no solo cuando comienza el año, están muy relacionados con nuestras necesidades como personas. En 1943, el psicólogo estadounidense Abraham Maslow desarrolló su popular pirámide, que él bautizó como “jerarquía de necesidades”. Como puedes observar en el dibujo, en la base de la pirámide están las necesidades más básicas, que son las primeras que los seres humanos buscamos satisfacer. Una vez cubiertas estas, trataremos de hacer lo mismo con las necesidades de seguridad y protección, que están en el segundo nivel; con las de afiliación y afecto, situadas en el tercero; con las de reconocimiento, en el cuarto; y así hasta llegar a la cúspide de la pirámide, ocupada por las necesidades de autorrealización.

Maslow estableció una jerarquización de las necesidades del ser humano y las reflejó en una pirámide

Según la jerarquización que estableció Maslow, cuando nos proponemos un objetivo, nuestras acciones van dirigidas a cubrir alguna de esas necesidades, ordenadas en función de lo importantes que son para nuestro bienestar. Y dichos objetivos dependerán de las metas que ya hayamos alcanzado y de las que nos quedan por cumplir. Esto significa, por ejemplo, que para empezar a preocuparnos por sentirnos autorrealizados, antes tendremos que tener el alimento asegurado, un buen estado de salud y unas necesidades de afecto cubiertas.

Hacer deporte, uno de los objetivos más habituales que nos marcamos al empezar el año, podría situarse en diferentes niveles de la pirámide según el significado que tenga para cada uno. Para algunas personas estaría en el segundo nivel, si lo ven como una fuente de salud y un modo de estar en forma, mientras que otras pueden considerarlo una manera de socialización y por tanto situarlo en el tercer escalón, el de la afiliación. En el nivel de afiliación también se situaría otro propósito común a principios de año, como encontrar pareja, mientras que lograr un mejor empleo estaría en el nivel de seguridad.

Ante todo, motivación y fuerza de voluntad

Una vez elegido el objetivo, se requieren dos elementos indispensables si queremos alcanzarlo: motivación y fuerza de voluntad. Generalmente, si nos sentimos muy motivados a hacer algo, no solemos necesitar ni una pizca de voluntad, al menos al principio. Cuando alguien dice: “Quiero perder peso, pero no tengo fuerza de voluntad para lograrlo”, generalmente lo que no tiene es un motivo lo suficientemente fuerte para hacerlo.

Ahora bien, esa motivación no estará al mismo nivel todos los días, ni siquiera a todas horas del día. Si te has propuesto ir al gimnasio tres veces a la semana, habrá días en que no te costará hacerlo; otros, sin embargo, estarás muy cansado o, simplemente, preferirías quedarte tirado en el sofá. Y es justo ahí donde entra en escena la fuerza de voluntad, una capacidad que podemos aprender y desarrollar. Es como un músculo que se puede entrenar. Pero para ello necesitarás esfuerzo, constancia y asumir que en la mayoría de las ocasiones no obtendrás la recompensa esperada de inmediato. Esto último no resulta fácil en una época en la que prima la cultura de la inmediatez y donde los impulsos e instintos toman el control al mismo tiempo que la voluntad y la reflexión pierden protagonismo.

Motivación y voluntad son igualmente necesarios a la hora de plantearte un objetivo. Cuando la motivación decaiga, hay que tirar de la fuerza de voluntad. Y cuando esta empiece a agotarse, será el momento de recordar el motivo que nos llevó a elegir nuestro objetivo.

Asumiendo que cuanto más fuerte sea la motivación, más fuerte será la voluntad, busca tus propias razones para trazarte una meta. Muchas veces confundimos lo que deseamos con lo que otros nos sugieren o lo que está bien visto. Así que descubre qué es lo que realmente deseas y ve a por ello. Cuanto más especial sea ese propósito para ti, más presente lo tendrás durante todo el proceso y más fácil será recurrir a él en los momentos de bajón.

La motivación y la fuerza de voluntad son importantes para lograr cualquier reto

Algunas pautas

  • Si atraviesas un momento difícil emocionalmente, es mejor que esperes a que las aguas se calmen para poner en marcha tu plan.
  • El autocontrol y la fuerza de voluntad tienen un límite. Aunque ahora mismo estés eufórico y deseando ponerte en marcha, no abuses y prioriza objetivos. Elige el más importante para ti, asegúrate de que sea realista y alcanzable y ve a por él.
  • El cerebro necesita recompensas para cambiar de hábitos, así que prémiate según vayas superando etapas. Felicitarte y valorar tus propios esfuerzos es clave para seguir avanzando y que la motivación no decaiga.
  • Si asumes que las recaídas son parte del proceso, no te vendrás abajo cuando las fuerzas flaqueen. Cuando llevamos realizado un gran esfuerzo para alcanzar el objetivo es normal sentir la tentación de tirar la toalla. Es entonces cuando necesitamos para un momento, respirar y recordar por qué comenzamos.
  • Hay ocasiones en las que, pese a nuestros esfuerzos, el camino se hace muy cuesta arriba y no sabemos cómo continuar. Si necesitas ayuda, no dudes en pedírsela a un amigo, a alguien con experiencia en un objetivo similar al tuyo o a un profesional (si lo deseas, puedes contactar conmigo y veremos juntos el mejor modo de que cumplas tus metas).

Relájate y disfruta del camino

En el camino hacia nuestro propósito, es posible que encontremos un objetivo inesperado, uno que no figuraba en nuestro plan. Si bien es cierto que cuando elegimos una meta conviene que sea concreta, tener un objetivo marcado con excesiva claridad puede limitar nuestra capacidad de descubrimiento y la posibilidad de encontrar nuevos retos.

Como explica Antonio Blanco Prieto en su libro Las claves de la motivación, plantearse metas en la vida no solo es aconsejable sino necesario, “pero no deben ser tan inflexibles que nos impidan ver los árboles del bosque. No se trata de cambiar de finalidad ante cada dificultad, sino de enriquecernos y valorar si realmente lo que queremos es lo que nos hemos marcado como meta o más bien la incertidumbre nos arrastra hacia nuevos puertos en los que sentirnos más tranquilos y satisfechos”.

Podemos actuar como un turista que sigue al pie de la letra las rutas recomendadas en una guía. O, como nos invita Prieto, recorrer el camino como “un viajero que, aunque tiene un objetivo global, este no es tan rígido como para impedirle mirar a su alrededor y descubrir la vida que late tras los monumentos más emblemáticos de la ciudad”.

Pon en marcha tu motivación y tu fuerza de voluntad para alcanzar tus objetivos, pero sin obsesionarte.

Y si finalmente no alcanzamos nuestro propósito, siempre tendremos otras oportunidades para retomarlo o para comenzar de nuevo. Al fin y al cabo, la Tierra seguirá girando aunque nosotros necesitemos marcar un límite entre un año y el siguiente. La vida nos ofrece la oportunidad de empezar de cero cada año, cada mes, cada semana, cada día y cada momento.

“Este instante es una invitación para empezar de nuevo… Empieza desde donde estés” (Jeff Foster)

Rafa Nadal, un ejemplo de constancia

Rafa Nadal: Actitud, pasión, perseverancia y motivación en 8 frases

Rafa Nadal: Actitud, pasión, perseverancia y motivación en 8 frases 773 957 BELÉN PICADO

Actualmente hay pocos personajes públicos que despierten tanta admiración, y de forma tan unánime, como Rafa Nadal. Y no solo es debido a su humildad (que también). Uno de los motivos por los que este tenista, que acaba de ganar el Open de Australia, genera tanta simpatía es porque, de la forma más natural y sin proponérselo, consigue que nos sintamos identificados con él. Comprobar que los héroes también tienen momentos bajos nos acerca a ellos. Y ver cómo se sobreponen a las adversidades, más aún.

En definitiva, ganar trofeos es importante, pero no lo es todo en la vida. Lo que marca la diferencia es la actitud con la que cada uno afronta sus retos del día a día. Jugar un torneo internacional de tenis, gestionar la presión que implica protagonizar la serie del momento o tener que lidiar con el estrés diario de compaginar el cuidado de los hijos con ocho horas de jornada laboral no son circunstancias tan diferentes.

Asumiendo que para cada actividad se requieren unas habilidades determinadas, una vez que las hemos alcanzado no nos servirán de nada si no aprendemos a gestionar las situaciones adversas que surjan o las emociones que experimentemos ante esas adversidades. La actitud no es la lámpara de Aladino, pero sí es un elemento clave para conseguir lo que queremos.

A lo largo de los años, Rafa Nadal no solo ha mostrado una inquebrantable fortaleza y perseverancia a nivel deportivo, sino también una estabilidad a nivel emocional que ha quedado reflejada en muchas de las entrevistas que ha concedido. Con esto no estoy diciendo que todos tengamos que adoptar su forma de ver la vida para lograr nuestros objetivos. Pero sí creo que muchas de sus declaraciones pueden servirnos para reflexionar. A continuación, recojo algunas de las que ha dado en los medios de comunicación:

“Las pequeñas cosas y la pasión son las que te hacen seguir adelante”

Si Rafa Nadal, uno de los mejores deportistas del mundo, da tanta importancia a las pequeñas cosas y a la pasión, será por algo… Al fin y al cabo, un día cualquiera está compuesto de multitud de momentos que pueden ser deliciosos: el olor del café por la mañana, tomar una ducha con conciencia plena y disfrutando del agua cayendo por nuestro cuerpo, el agradecimiento de un compañero a quien has echado una mano en su tarea, la alegría de tu hijo cuando le ves después de una dura jornada de trabajo… Solo tenemos que detenernos a saborearlos.

Rafa Nadal también habla a menudo de la pasión que siente por lo que hace. Y es que hacer algo que nos entusiasma y nos emociona nos llena de energía para seguir adelante. Cuando nos apasiona lo que hacemos vemos retos donde otros ven sacrificios, motivación donde otros ven fuerza de voluntad.

“Puedes estar todo el día frustrado, pensando que tu vecino tiene una tele o un jardín más grande, pero yo soy muy afortunado por todo lo que me ha pasado”

Estamos siempre tan pendientes de lo que posee o consigue el otro, que ni siquiera somos capaces de darnos cuenta de todo lo que tenemos nosotros. Divagando sobre todo lo que podríamos conseguir en el futuro, se nos escapa lo que podemos disfrutar en el presente.

“Él (Roger Federer) me motiva, pero no me obsesiona. No es por lo que me levanto cada día. Mi método consiste en hacer mi camino y si eso me lleva a esta situación, perfecto. No creo que mi futuro vaya a cambiar un pelo por conseguir igualar a Federer”

No se trata tanto de ser superior a los demás como de superarnos a nosotros mismos, de convertirnos en nuestra mejor versión. En vez de ver al otro como rival para competir con él, vamos a verlo como inspiración para que nos sirva de empuje. Además, seamos realistas… Siempre va a haber alguien más bueno, más rico, más listo, más guapo…

Rafa Nadal, modelo de motivación

“Necesito la ayuda de la gente que me conoce bien y me quiere” 

En general, nos cuesta mucho aceptar la ayuda de otros, no sea que vayan a pensar que somos unos blandos… El orgullo, la vergüenza o el temor a que nos digan que no nos impide admitir nuestras limitaciones. Rafa Nadal también nos da una lección en ese sentido, aceptando el apoyo y el cariño de los que tiene a su alrededor.  Porque la verdadera fuerza emana de conocernos a nosotros mismos y saber cuándo es el momento de coger la mano que nos tienden.

“Yo nunca me he sentido solo en ningún lado. Tengo a mis amigos de toda la vida (…) También tengo contacto con mi familia a diario”

Aristóteles ya lo dijo en su momento: «El hombre es un animal social por naturaleza». Y la psicología positiva le da la razón, al aseverar que la calidad de las relaciones afectivas está directamente relacionada con la felicidad de las personas. Tener a nuestros seres queridos cerca en los malos momentos no nos solucionará nuestros problemas, pero los harán mucho más llevaderos.

“Ni cuando gano soy increíble, ni cuando pierdo soy nefasto”

Ni el éxito ni el fracaso definen qué tipo de personas somos. Cometer un error no me convierte en un peor ser humano ni lograr un éxito me hace estar por encima de los demás. Todos tenemos el mismo valor, independientemente de nuestras cualidades y nuestros defectos.

“Mi vida sin el tenis también es feliz, va mucho más allá. Es y ha sido importante en mi vida, pero no es lo único ni lo principal” 

Poner todo nuestro esfuerzo y nuestras ganas en una sola faceta de nuestra vida, ya sea una afición, el trabajo o la pareja, es muy arriesgado. Por ejemplo, si dedicamos todo nuestro tiempo a nuestra pareja, nos apartamos de nuestros amigos y la relación se rompe, será mucho más difícil reponernos que si hemos cuidado nuestra vida social.

“Intento no pensar en cuánto tiempo me queda porque eso es el principio del fin. Disfruto del día a día

Vivir con temor a qué ocurrirá nos impide disfrutar del «aquí y ahora» y, además, es un pasaporte seguro a la ansiedad. El futuro es imprevisible, pero sí podemos tomar decisiones respecto al presente.

POLÍTICA DE PRIVACIDAD

De conformidad con lo dispuesto en el Reglamento General (UE) Sobre Protección de Datos, mediante la aceptación de la presente Política de Privacidad prestas tu consentimiento informado, expreso, libre e inequívoco para que los datos personales que proporciones a través de la página web https://www.belenpicadopsicologia.com (en adelante SITIO WEB) sean incluidos en un fichero de “USUARIOS WEB Y SUSCRIPTORES” así como “CLIENTES Y/O PROVEEDORES”

Belén Picado García como titular y gestora del sitio web que visitas, expone en este apartado la Política de Privacidad en el uso, y sobre la información de carácter personal que el usuario puede facilitar cuando visite o navegue por esta página web.

En el tratamiento de datos de carácter personal, Belén Picado Psicología garantiza el cumplimiento del nuevo Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea (RGPD). Por lo que informa a todos los usuarios, que los datos remitidos o suministrados a través de la presente serán debidamente tratados, garantizando los términos del RGPD. La responsable del tratamiento de los datos es Belén Picado García.

Belén Picado García se reserva el derecho de modificar la presente Política de Protección de Datos en cualquier momento, con el fin de adaptarla a novedades legislativas o cambios en sus actividades, siendo vigente la que en cada momento se encuentre publicada en esta web.

¿QUÉ SON LOS DATOS PERSONALES?

Una pequeña aproximación es importante, por ello, debes saber que sería cualquier información relativa a una persona que facilita cuando visita este sitio web, en este caso nombre, teléfono y email, y si adquiere algún producto necesitando factura, solicitaremos domicilio completo, nombre, apellidos y DNI o CIF.

Adicionalmente, cuando visitas nuestro sitio web, determinada información se almacena automáticamente por motivos técnicos como la dirección IP asignada por tu proveedor de acceso a Internet.

CALIDAD Y FINALIDAD

Al hacer clic en el botón “Enviar” (o equivalente) incorporado en nuestros formularios, el usuario declara que la información y los datos que en ellos ha facilitado son exactos y veraces. Para que la información facilitada esté siempre actualizada y no contenga errores, el Usuario deberá comunicar, a la mayor brevedad posible, las modificaciones de sus datos de carácter personal que se vayan produciendo, así como las rectificaciones de datos erróneos en caso de que detecte alguno. El Usuario garantiza que los datos aportados son verdaderos, exactos, completos y actualizados, siendo responsable de cualquier daño o perjuicio, directo o indirecto, que pudiera ocasionarse como consecuencia del incumplimiento de tal obligación. En función del formulario y/o correo electrónico al que accedas, o remitas, la información que nos facilites se utilizará para las finalidades descritas a continuación, por lo que aceptas expresamente y de forma libre e inequívoca su tratamiento con acuerdo a las siguientes finalidades:

  1. Las que particularmente se indiquen en cada una de las páginas donde aparezca el formulario de registro electrónico.
  2. Con carácter general, para atender tus solicitudes, consultas, comentarios, encargos o cualquier tipo de petición que sea realizada por el usuario a través de cualquiera de las formas de contacto que ponemos a disposición de nuestros usuarios, seguidores o lectores.
  3. Para informarte sobre consultas, peticiones, actividades, productos, novedades y/o servicios; vía e-mail, fax, Whatsapp, Skype, teléfono proporcionado, comunidades sociales (Redes Sociales), y de igual forma para enviarle comunicaciones comerciales a través de cualesquier otro medio electrónico o físico. Estas comunicaciones, siempre serán relacionadas con nuestros tema, servicios, novedades o promociones, así como aquellas que considerar de su interés y que puedan ofrecer colaboradores, empresas o partners con los que mantengamos acuerdos de promoción comercial. De ser así, garantizamos que estos terceros nunca tendrán acceso a sus datos personales. Siendo en todo caso estas comunicaciones realizadas por parte de este sitio web, y siempre sobre productos y servicios relacionados con nuestro sector.
  4. Elaborar perfiles de mercado con fines publicitarios o estadísticos.
  5. Esa misma información podrá ofrecérsele o remitírsele al hacerse seguidor de los perfiles de este sitio web en las redes sociales que se enlazan, por lo que al hacerte seguidor de cualquiera de los dos consientes expresamente el tratamiento de tus datos personales dentro del entorno de estas redes sociales, en cumplimiento de las presentes, así como de las condiciones particulares y políticas de privacidad de las mismas. Si desean dejar de recibir dicha información o que esos datos sean cancelados, puedes darte de baja como seguidor de nuestros perfiles en estas redes. Además, los seguidores en redes sociales podrán ejercer los derechos que la Ley les confiere, si bien, puesto que dichas plataformas pertenecen a terceros, las respuestas a los ejercicios de derechos por parte de este sitio web quedarán limitadas por las funcionalidades que permita la red social de que se trate, por lo que recomendamos que antes de seguir nuestros perfiles en redes sociales revises las condiciones de uso y políticas de privacidad de las mismas.

BAJA EN SUSCRIPCIÓN A NEWSLETTER Y ENVÍO DE COMUNICACIONES COMERCIALES

En relación a la baja en la suscripción de los emails enviados, le informamos que podrá en cualquier momento revocar el consentimiento prestado para el envío de comunicaciones comerciales, o para causar baja en nuestros servicios de suscripción, tan solo enviando un correo electrónico indicando su solicitud a: belen@belenpicadopsicologia.com indicando: BAJA SUSCRIPCIÓN.

DATOS DE TERCEROS

En el supuesto de que nos facilites datos de carácter personal de terceras personas, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 5.4. LOPD, declaras haber informado a dichas personas con carácter previo, del contenido de los datos facilitados, de la procedencia de los mismos, de la existencia y finalidad del fichero donde se contienen sus datos, de los destinatarios de dicha información, de la posibilidad de ejercitar los derechos de acceso, rectificación, cancelación u oposición, así como de los datos identificativos de este sitio web. En este sentido, es de su exclusiva responsabilidad informar de tal circunstancia a los terceros cuyos datos nos va a ceder, no asumiendo a este sitio web ninguna responsabilidad por el incumplimiento de este precepto por parte del usuario.

EJERCICIO DE DERECHOS

El titular de los datos podrá ejercer sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición dirigiéndose a la dirección de email: belen@belenpicadopsicologia.com. Dicha solicitud deberá contener los siguientes datos: nombre y apellidos, domicilio a efecto de notificaciones, fotocopia del DNI I o Pasaporte.

MEDIDAS DE SEGURIDAD

Este sitio web ha adoptado todas las medidas técnicas y de organización necesaria para garantizar la seguridad e integridad de los datos de carácter personal que trate, así como para evitar su pérdida, alteración y/o acceso por parte de terceros no autorizados. No obstante lo anterior, el usuario reconoce y acepta que las medidas de seguridad en Internet no son inexpugnables.

CAMBIOS Y ACTUALIZACIONES DE ESTA POLÍTICA DE PRIVACIDAD

Ocasionalmente esta política de privacidad puede ser actualizada. Si lo hacemos, actualizaremos la “fecha efectiva” presente al principio de esta página de política de privacidad. Si realizamos una actualización de esta política de privacidad que sea menos restrictiva en nuestro uso o que implique un tratamiento diferente de los datos previamente recolectados, te notificaremos previamente a la modificación y te pediremos de nuevo tu consentimiento en la página https://www.belenpicadopsicologia.com o contactando contigo utilizando la dirección de email que nos proporcionaste. Te animamos a que revises periódicamente esta política de privacidad con el fin de estar informado acerca del uso que damos a los datos recopilados. Si continúas utilizando esta página web entendemos que das tu consentimiento a esta política de privacidad y a cualquier actualización de la misma.

 

 
Nuestro sitio web utiliza cookies, principalmente de servicios de terceros. Defina sus preferencias de privacidad y / o acepte nuestro uso de cookies.