COVID-19

La pandemia de coronavirus supone un gran desafío para las personas con tendencia a la hipocondría.

Hipocondría y coronavirus: Pautas para sobrevivir a la cuarentena

Hipocondría y coronavirus: Pautas para sobrevivir a la cuarentena 2560 1707 BELÉN PICADO

Corren malos tiempos para los hipocondríacos. Una de las patologías que se ha agravado con la llegada a nuestras vidas del coronavirus es la hipocondría o ansiedad por la salud. Cuando sufres este trastorno vives inmerso en un peregrinaje sin fin que te lleva a visitar a médicos y más médicos en busca de la confirmación de una dolencia grave que estás convencido de sufrir. Ya en la consulta, el facultativo te examina y te asegura que no tienes absolutamente nada. Sientes cierto alivio. Pero esa tranquilidad te dura poco. Muy pronto una nueva interpretación de ciertas sensaciones o señales físicas que aparecen en tu cuerpo disparará tu ansiedad y vuelta a empezar.

El hipocondríaco vive permanentemente angustiado ante la posibilidad de sufrir una enfermedad grave. Pero ese miedo solo es la punta del iceberg y actúa como tapadera de otras emociones que la persona no se permite exteriorizar y de las que ni siquiera es consciente. Debajo de esa ansiedad puede haber tristeza, enfado, vergüenza, culpa, autoexigencia, miedo al rechazo y también un alto grado de intolerancia a la incertidumbre.

La hipocondría se caracteriza por el miedo persistente a sufrir una enfermedad grave.

La hipocondría no es ningún cuento

Muchas veces la preocupación excesiva por la salud (o la falta de ella) se toma a risa. Pero este trastorno no es ningún cuento, ni quien lo padece se lo inventa. La hipocondría no solo causa un considerable sufrimiento, sino que obstaculiza el funcionamiento de la persona en todas las áreas (personal, laboral, social…). Además, debido a la pandemia de coronavirus, este malestar se está incrementando hasta convertirse en una auténtica pesadilla para el hipocondríaco. En ello influye, entre otros motivos, el estado de incertidumbre general que estamos viviendo, la reducción de recursos sociales y comunitarios, la sobreexposición a la información (muchas veces alarmista) y también el propio confinamiento.

Es posible que algunos penséis que, al permanecer en casa debido a la cuarentena, la persona con este problema se sentirá más segura. Y no es así. Si bien evitará exponerse a situaciones que aumenten su temor a enfermar (contacto físico con otras personas o acudir a lugares públicos como supermercados), no le angustian solo los estímulos externos. Las señales somáticas de su propio cuerpo también disparan la angustia del hipocondriaco. De hecho, señales como una ligera sensación de picor, una casi inapreciable elevación de la temperatura corporal o un mínimo carraspeo bastan para que se las interprete como prueba segura de haber contraído el COVID-19. Ni siquiera el propio cuerpo es un lugar seguro. Es como estar en un callejón sin salida.

La importancia del modelo de apego en la infancia

El detonante de la hipocondría puede ser la vivencia de una muerte o de una enfermedad grave en alguien del entorno o, sin ir más lejos, una situación excepcional como la que estamos viviendo. También se ha demostrado la relación entre este trastorno y la depresión o el estrés. Sin embargo, el origen hay que buscarlo mucho más atrás, en el tipo de apego que se tuvo en la infancia.

Vamos a verlo con un ejemplo. María, de 60 años, llegó un día a mi consulta totalmente fuera de sí y derivada por su doctor. Le habían salido unas manchas y estaba convencida de que era cáncer de piel, pese a que el médico le había asegurado que eran manchas propias de la edad y que no revestían ninguna gravedad. El pánico a enfermar, tanto ella como sus seres queridos, había acompañado  a esta paciente “desde siempre”.

Repasando su biografía, me contó que, aunque ella no se acordaba, cuando tenía 2 años murió su hermanito mayor, de 5, víctima de una leucemia. A partir de aquel momento, los padres se obsesionaron con la salud de la pequeña María, llevándola al pediatra al menor síntoma y limitando mucho el contacto con otros niños por temor a que la contagiaran “algo malo”. De este modo, María interiorizó la obsesión de sus padres por la salud y creció con la idea de que el mundo es un lugar peligroso y lleno de amenazas. Y también con la sensación de que había algo defectuoso en su cuerpo y que, en cualquier momento, podría enfermar e incluso morir.

Igual que queremos a los demás como nos quisieron a nosotros, también nos tratamos como nos trataron. Si las figuras de apego no constituyeron un ancla de seguridad y no proporcionaron un apego seguro, difícilmente la persona, cuando llegue a la edad adulta, podrá sentirse segura, entre otras cosas porque no lo aprendió.

El niño necesita que sus padres le ofrezcan una base segura desde donde explorar el mundo.

 

Qué puedes hacer si eres hipocondríaco

  • Asume que la posibilidad de contraer el coronavirus existe. Pero es eso: una posibilidad. El hecho de que en el prospecto de un medicamento se enumeren veinte efectos secundarios que pueden aparecer, con distinto nivel de probabilidad, no significa que te vayan a tocar a ti todos. Nadie está a salvo de enfermar. Pero esto no puede ser una excusa para no disfrutar de todo lo bonito que la vida nos ofrece cada día (sí, incluso durante el confinamiento). No se trata de despreocuparse ni de exponerse a peligros de forma gratuita. Basta con buscar el equilibrio entre el cuidado personal y el disfrute de la vida.
  • Alerta, sí; alarma, no. Sé prudente y presta atención a ciertos síntomas si has estado en contacto con alguien enfermo o en situación de riesgo, pero siempre aplicando el sentido común y huyendo de pensamientos negativos innecesarios. Si este tipo de pensamientos y preocupaciones te asaltan a menudo, te invito a leer otro artículo de este blog: Comerse la cabeza: cuando la preocupación se vuelve patológica.
  • Deja de prepararte con la esperanza de sufrir menos en el hipotético caso de que enfermes. Siento decirte que eso es imposible. Nadie tiene la capacidad de adivinar el futuro y tu cerebro (ni el de nadie) no va a entender si la información que introduces en él es real o no. Imaginándote que tienes los síntomas de cualquier enfermedad, lo único que vas a conseguir es angustiarte y tener una crisis de ansiedad.
  • Evita el exceso de información relacionada con el coronavirus. Puedes delegar en alguien en quien confíes para que acceda antes a las noticias y seleccione las que menos malestar puedan generarte.
  • La distracción es el mejor modo de cambiar tu foco de atención. Realiza actividades que te mantengan entretenido, estimulen tu creatividad y, mucho mejor, si no conllevan el uso de dispositivos electrónicos. Puedes cocinar, pintar, escuchar música, incluso sacar esos juegos de mesa que tenías guardados en el armario desde hace años.
  • Trabaja en tu asertividad. Descubrirás que puedes manifestar tus deseos, expresar tus desacuerdos y conseguir cariño sin tener que ‘ponerte enfermo’.
  • Practica alguna técnica de relajación. Experimentarás sensaciones gratificantes  y placenteras que sustituirán ese desasosiego interno.
  • Echa mano del sentido del humor. Para superar hay que desdramatizar y tienes un ejemplo en Woody Allen, quizás el hipocondríaco más conocido de la historia. El director de cine estadounidense recurrió al humor para plasmar su propio trastorno en algunas de sus películas: Annie Hall, Hannah y sus hermanas o La última noche de Boris Gruchenko.
  • La próxima vez que te visite la ansiedad, ve más allá del síntoma. Intenta determinar cuál es el problema y pregúntate si estás enfadado con alguien o si te ha pasado recientemente algo que te ha perturbado o te ha generado malestar emocional. Cuando expreses tus sentimientos y resuelvas el conflicto, es muy posible que tu ansiedad disminuya o, incluso, desaparezca. Muchas veces el verdadero miedo que está detrás de la ansiedad es el miedo a nuestras propias emociones y sentimientos. De forma inconsciente, la persona aprovecha esa ansiedad para desviar su propia atención de lo que ocurre en su interior. El pánico al COVID-19, por ejemplo, puede estar encubriendo otros miedos y complejos personales.
  • Si convives o estás pasando la cuarentena con una persona con hipocondría, las claves para facilitar la convivencia están en la paciencia, la empatía y la comprensión. Contar con un entorno que le apoye es esencial para que se sienta seguro.

Recurrir a alguna técnica de relajación ayudará a reducir el desasosiego interno del hipocondríaco.

Cómo puede ayudarte la terapia EMDR

Si pese a todo lo anterior, la ansiedad no desaparece y tus temores te impiden llevar una vida normal, no dudes en buscar ayuda profesional. La Desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares permite acceder a recuerdos almacenados de manera disfuncional en la memoria, y relacionados con hechos asociados a la hipocondría, e integrarlos en las redes neuronales.

La terapia EMDR, además, es de gran ayuda en la reparación del apego cuando ha habido un apego inseguro en la infancia. Con la ayuda del psicólogo aprenderás a hacerte cargo por ti mismo de los cuidados que no obtuviste. Y lo harás con conciencia y compasión. Aprenderás a tratarte bien, no solo a nivel somático, sino también psicológico y emocional. Y dejarás de mirar tu cuerpo con miedo y rechazo para empezar a verlo como un lugar seguro en el que sentirte a salvo. En caso de que necesites ayuda puedes ponerte en contacto conmigo y te atenderé lo antes posible.

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La música puede ayudarnos a sobrellevar mejor el confinamiento por coronavirus.

Música contra el coronavirus: más empatía y menos ansiedad

Música contra el coronavirus: más empatía y menos ansiedad 1488 1392 BELÉN PICADO

Platón decía que la música es la medicina del alma y en estas semanas esta afirmación es más cierta que nunca. Durante este tiempo de cuarentena, la música se ha convertido en un recurso de ánimo, esperanza y cohesión social. Y también en un instrumento para exteriorizar y liberar nuestras emociones. Nos ayuda, además, a rebajar los niveles de estrés y ansiedad y a mantener una actitud positiva. Así que recurrir a la música contra el coronavirus se convierte en una opción nada desdeñable.

El sonido y la música generan emociones y también las modifican. Una canción alegre puede animarnos y proporcionarnos unos minutos de felicidad y un tema triste puede inducirnos a un estado melancólico. Del mismo modo, una melodía suave y armónica nos ayudará en nuestro tiempo de estudio, de reflexión o de meditación. Y otra con un ritmo potente nos estimulará mientras practicamos ejercicio físico.

Nos acompaña desde la infancia (a veces, desde el útero materno) hasta el final de nuestros días, convirtiendo en únicos los momentos más importantes de nuestras vidas. Sus beneficios son innumerables y dan para unos cuantos artículos. Sin embargo, esta vez voy a centrarme en su capacidad para hacer más llevadero este obligado confinamiento.

La música disminuye la ansiedad y los síntomas depresivos que puede generar todlo lo que rodea al COVID-19.

La clave está en el cerebro

Todo nuestro cerebro se moviliza cuando escuchamos una canción o tocamos un instrumento. El ritmo se procesa en la zona sensorial y motriz, que es la encargada de estimular el movimiento. En la amígdala, situada en el sistema límbico que es el responsable de la regulación emocional, se procesan las emociones que experimentamos ante una melodía. Y el hipocampo se activa para recordar una canción, evocar situaciones vividas o traer a la memoria a personas con quienes nos gustaría estar.

Asimismo, la música es una poderosa fuente de placer, como se demostró en un estudio llevado a cabo en la Universidad McGill de Canadá. Según concluyeron los investigadores, puede provocar un placer semejante a saborear nuestro plato favorito, hacer el amor o sentir la caricia de la persona amada. Cuando escuchamos una canción que nos gusta se dispara la producción de dopamina. A esta sustancia se la conoce también como la hormona de la felicidad y forma parte del sistema de recompensa. Esto significa que cuando la segregamos, el cerebro interpreta la fuente de placer (en este caso una composición) como algo gratificante. Este neurotransmisor se genera incluso en los momentos previos a escuchar una melodía que nos gusta, es decir, cuando anticipamos lo que vamos a sentir.

Además de dopamina, también aumentan los niveles de otras sustancias que ayudan a sentirse mejor: serotonina, la epinefrina, la oxitocina y la prolactina.

La música es un elemento de cohesión social

En muchos lugares de España, la hora de los aplausos se ha convertido en la hora de la música. Sin ensayos, solo dejándose llevar por la emoción, un vecino toca el piano y el de más allá le acompaña con el saxo. A la vez, en otra ciudad, una cantante de ópera deleita a toda la calle con el aria O mio Bambino caro, de Puccini. Eso, sin contar con los vecinos que se unen desde sus balcones y ventanas para entonar temas conocidos por todos que, de forma unánime y espontánea, se han convertido en verdaderos himnos colectivos. Incluso hay quienes no se conocían antes de la irrupción del COVID-19 y gracias a estos “minutos musicales” entablan amistad.

Y así, entre la angustia y la incertidumbre, se cuela cierta dosis de felicidad tan necesaria como escasa en estos días. Cuando escuchamos, tocamos o cantamos juntos, se refuerza el sentido de pertenencia. Se genera un clima de colaboración y cooperación que favorece la convivencia y la empatía. Hay culturas que, incluso, la utilizan como modo de rebajar tensiones y solucionar diferencias entre sus individuos. Según el neurocientífico alemán Stefan Koelsch, al escucharla “se activan las áreas del cerebro que se encargan de la imitación y la empatía y donde están las neuronas espejo. Estas actúan reflejando las acciones y las intenciones de los demás como si fueran propias. De esta forma, podemos sentir el dolor de los otros, su alegría y su tristeza. La música nos ayuda a crear lazos sociales porque nos permite transmitir sentimientos”.

Manuel Carrasco y David Bisbal son solo algunos de los artistas que intrpretan la nueva versión de 'Resistiré'.

50 artistas se han unido para crear una nueva versión de ‘Resistiré’, para muchos el himno de la cuarentena.

El poder sanador de la música

Todos (o la mayoría) hemos comprobado hasta qué punto la música influye en nuestro estado de ánimo. De hecho, numerosos médicos la recomiendan para inducir la relajación, disminuir el dolor o aumentar el bienestar, entre otras muchas aplicaciones.

Tras analizar 400 estudios científicos, los psicólogos Daniel Levitin y Mona Lisa Chanda asociaron los beneficios de la música con la salud mental y física. Concretamente, identificaron cuatro procesos en los que puede intervenir: en el estrés, disminuyendo la ansiedad; en la inmunidad, fortaleciendo las defensas; en la afiliación social, favoreciendo los lazos afectivos y la cooperación; y en el área de recompensa, reforzando la motivación, la gratificación y el placer. Esto significa que escuchar música, cantar o tocar algún instrumento no solo nos ayudará a sobrellevar mejor la ansiedad y el estrés que nos provoca el COVID-19, sino que también fortalecerá nuestro sistema inmunitario.

Y no solo eso. La música también mejora los síntomas depresivos y ayuda en situaciones traumáticas como la que estamos viviendo. Algunas personas ya están sufriendo síntomas del estrés postraumático, como reexperimentación, hiperactivación y evitación de estímulos asociados con el trauma.

Dentro de los primeros auxilios psicológicos que se prestan en situaciones de emergencia y catástrofes, hay técnicas para liberar la tensión acumulada entre cuyas pautas está escuchar algún tema del agrado de la persona. Además, desde hace tiempo viene utilizándose la musicoterapia para tratar el estrés postraumático en veteranos de guerra. Dos personas que han salido reforzadas de situaciones traumáticas gracias a la música son Ara Malikian y James Rhodes. El primero ha contado a menudo cómo afrontó la guerra del Líbano durante su adolescencia tocando el violín. El pianista británico, por su parte, encontró en la música clásica “un mundo mágico” al que escapar para sobrevivir a una infancia marcada por los abusos sexuales.

El poder sanador de la música no está en el estilo, sino en las emociones que genera.

El estilo es lo de menos, lo que importa es la emoción

Sin duda, luchar contra el coronavirus será más llevadero acompañados por los acordes de un tema que nos lleve de regreso a un momento bonito de nuestra vida. O recurriendo a la desbordante oferta musical que nos ofrece internet. En las redes sociales y gracias a la generosidad de muchos artistas, están surgiendo numerosas iniciativas. Estas engloban desde pop hasta ópera, pasando por ritmos latinos, el rock más duro o sesiones de DJs en streaming. Sea cual sea el estilo que cada uno prefiera, lo que convierte a la música en medicina universal son las emociones que genera, además de ser un vehículo de optimismo, esperanza y solidaridad.

“Es un hecho irrefutable que la música me ha salvado la vida de una forma literal y creo que también la de un montón de personas más. Ofrece compañía cuando no la hay, comprensión cuando reina el desconcierto, consuelo cuando se siente angustia. Y energía pura y sin contaminar cuando lo que queda es una cáscara vacía de destrucción y agotamiento.” (James Rhodes)

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“Música, emociones y neurociencia”. En este capítulo del programa Redes (TVE), Eduardo Punset entrevista a Stefan Koelsch (le menciono en este post). El neurocientífico habla sobre la capacidad de la música para cambiar nuestro estado de ánimo y también para influir en nuestras funciones cognitivas.

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Los rituales de despedida facilitan el duelo cuando hay una muerte por coronavirus.

Muerte por coronavirus: Rituales simbólicos de despedida para facilitar el duelo

Muerte por coronavirus: Rituales simbólicos de despedida para facilitar el duelo 1620 1080 BELÉN PICADO

Una de las experiencias más duras por las que todos pasamos antes o después es la pérdida de un ser querido. Y ese dolor se hace incluso más difícil de sostener si se trata de una muerte por coronavirus. En estos casos, a la pérdida se une, además, el drama que supone no poder llevar a cabo un adecuado proceso de despedida. La obligación de mantener una determinada distancia física y la situación de aislamiento en la que nos encontramos, entre otros factores, aumentan considerablemente el riesgo de que un proceso natural y sanador domo el duelo se complique.

Un duelo sin abrazos y sin poder llorar juntos

En la situación que vivimos debido al COVID-19 son varias las circunstancias que dificultan el duelo:

  • No poder acompañar al familiar, ni durante su estancia en el hospital ni en el periodo que transcurre desde su fallecimiento hasta su entierro o cremación. Esto hace que la despedida y el acompañamiento, que tanto facilitan el proceso de duelo, no se vean realizados adecuadamente.
  • El sentimiento de culpabilidad, que se refleja en frases como «No hice lo suficiente», «Tendría que haber llamado antes al médico», «No estuve a su lado en sus últimos momentos», «Yo se lo contagié»… (En el articulo Cómo el sentimiento de culpa puede dificultar el proceso de duelo te cuento más sobre este sentimiento)
  • La ausencia durante todo el proceso de familiares y amigos, que no pueden desplazarse ni acercarse a quienes han sufrido la pérdida para sostenerles. En momentos así es muy duro no poder recibir un abrazo, un beso o cualquier gesto físico de consuelo.
  • La sensación de irrealidad e incredulidad que puede acompañar a la noticia de la muerte cuando hace solo dos semanas, antes de comenzar el aislamiento, gozaba de buena salud. Esta sensación, además, puede verse reforzada al no haber visto a la persona una vez fallecida.

Así, cuando se produce una muerte por coronavirus los familiares se ven privados de la contención emocional que supone el contacto directo, la presencia cercana y los cálidos abrazos que, en este periodo de obligada distancia social, tanto hemos aprendido a valorar.

No poder recibir un abrazo durante el funeral por un ser querido es especialmente doloroso.

El duelo, de Julio Romero de Torres.

La importancia de despedirse

Los rituales de despedida, como los funerales, dan la oportunidad al doliente de hacer más real la pérdida y también cumplen una función social al permitir compartir el dolor. Es como si la mente necesitara ver y participar de esta experiencia para marcar el inicio del duelo y no aferrarse a una fantasía de continuidad, a la sensación de que esa persona pueda volver en cualquier momento.

Para Alan Wolfelt, terapeuta especialista en duelo, “las ceremonias funerarias nos ayudan a aceptar la realidad de la muerte y a testimoniar la vida del difunto, fomentan la expresión del dolor de manera coherente con los valores culturales, dan apoyo moral a los afectados, permiten afirmar las propias creencias sobre la vida y la muerte y aportan continuidad y esperanza a la vida”.

Realizar algún ritual de despedida, aunque sea de forma simbólica, te ayudará a procesar mejor la pérdida de tu ser querido y a estar en paz contigo mismo. Y recuerda que esa despedida no implica olvidar; es un acto de profunda aceptación de lo que ha ocurrido.

Rituales de despedida desde casa

A continuación, te ofrezco varias ideas que pueden ayudarte a honrar a tu ser querido y a despedirte de él. Sin embargo, lo realmente importante es que, hagas lo que hagas, tenga un verdadero y profundo significado para ti y los tuyos.

  • Si te han comunicado la posibilidad de un desenlace fatal inminente, escribe una carta o algún mensaje que alguien pueda leer al paciente, graba un audio o pide que le pongan su canción favorita, aun cuando esté sedado. También puedes despedirte en silencio, conectándote con él en la distancia y diciéndole aquello que le habrías dicho si estuvieras junto a él físicamente.
  • Reúnete por videoconferencia con las personas más allegadas al difunto y, si sentís la necesidad, hablad de las circunstancias de la muerte (quizás alguno de vosotros haya llegado a hablar con los profesionales que estuvieron junto a él en sus últimos instantes). El relato te ayudará no solo a descargar emociones, sino también a ordenar y estructurar tus pensamientos y, en consecuencia, a normalizar la situación.
  • Celebra y honra la vida de tu ser querido. Con el círculo más íntimo, reuniros online y expresad lo que significó para cada uno de vosotros. Recordad alguna anécdota que compartisteis, mostrar vuestra gratitud por aquel favor que os hizo… O, simplemente, encended una vela y compartid unos momentos de silencio. Cualquier cosa que se os ocurra estará bien y, aunque no haya contacto físico, siempre podréis abrazaros con la mirada y las palabras.
  • Exprésate a través de la escritura. Te aliviará y te ayudará a poner en orden tus ideas y emociones. Escribe una carta de despedida a la persona que has perdido y dile aquello que te habría gustado compartir con él y no pudiste. Si te encuentras bloqueado y no sabes qué poner, puedes referirte a “Lo que echo de menos de ti…”, “Mi primer recuerdo contigo…”, “Los mejores momentos que pasé contigo…”, “Lo que más me gustaba de ti…”“Me acuerdo de ti con (libro, película, canción)…”“Lo que más me gustaba hacer contigo…”, “Cuando pienso en ti…”, “Para mantener vivo tu recuerdo voy a…”.
  • Caja de tesoros. Prepara una caja y busca objetos que te recuerden a la persona fallecida. Puedes reunir una foto en la que aparecéis juntos, un libro que te regaló y te hizo especial ilusión, un poema o una canción, la carta que le has escrito o el dibujo que le has hecho.
  • Una alternativa a la caja puede ser la creación de un álbum de fotos, un mural o un collage.  O un libro de memorias en el que todos colaboréis, incluidos los niños, para recordar vuestra relación con el fallecido con fotos, escritos o lo que se os ocurra.

Realizar algún ritual de despedida ayuda a aceptar mejor la pérdida de un ser querido.

  • Aprovecha las redes sociales. Compartir el dolor también es importante a la hora de elaborar el duelo. Recurre a Facebook, Instagram o Twitter para recordar a ese ser querido y despedirte virtualmente de él con una frase, una imagen, una canción, etc.
  • Invita a los más pequeños de la casa a participar. Se les puede proponer que hagan un dibujo o que escriban una carta al familiar fallecido (en otro artículo del blog os cuento más detalladamente cómo ayudar a los niños a elaborar el duelo ante la muerte de un ser querido).
  • La bolsa del recuerdo. Otra opción es guardar en una bolsa esa carta que has escrito junto a un objeto personal que tuviera un significado especial para tu familiar (una foto, su reloj…). Si hay niños en casa pueden elegir un juguete que les recuerde a él y hacer un dibujo que también añadirán a la bolsa. Cuando la funeraria se ponga en contacto con vosotros pedidles que lo depositen sobre el féretro, ya que así no tendrán que manipular nada.
  • Cuando esta situación pase, organiza una ceremonia especial de despedida con aquellas personas que necesitas tener a tu lado.

Aunque estas pautas te ayudarán a transitar mejor el proceso de duelo, a veces es necesaria la ayuda profesional. Sobre todo, en situaciones tan excepcionales como la que estamos viviendo. En caso de que necesites ese tipo de apoyo, no dudes en ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en el proceso.

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Pasar solo el aislamiento por coronavirus también tiene ventajas.

Aprendiendo de la soledad en tiempos de coronavirus

Aprendiendo de la soledad en tiempos de coronavirus 1920 1276 BELÉN PICADO

(Esta vez os traigo la historia de Soledad, una historia que podría ser la mía, la vuestra o la de cualquiera de los miles de personas que están pasando estos difíciles momentos solos en sus casas)

Hoy ha empezado la primavera. Hace una semana me vi obligada, como muchísimas personas, a iniciar un periodo de aislamiento que no tengo claro cuándo terminará. Hace dos, en mi empresa decidieron que era prescindible y me despidieron. Hace un mes, mi pareja me confesó que se había enamorado de otra persona, recogió sus pertenencias en un tiempo récord y se fue de casa. Dicen que al perro flaco, todo se le vuelven pulgas… o coronavirus, vete tú a saber.

Así que aquí estoy, mirando por la ventana de mi patio interior, más sola que la una y oliendo la comida de la vecina en vez de aspirar el aroma del campo. No veo flores, ni escucho pájaros dando la bienvenida a la primavera. En su lugar, saboreo el gusto, algo amargo, de la soledad. Una soledad que, potenciada por el aislamiento para frenar la expansión del COVID-19, a veces se hace especialmente pesada. Y, sin embargo, es justo esta combinación la que me está regalando un gran aprendizaje.

La soledad puede regalarnos un enriquecedor aprendizaje.

Aceptar y gestionar las emociones menos agradables

Tristeza, desesperación, ira, miedo… Mi tendencia siempre ha sido ignorar o reprimir cualquier emoción que me resulte desagradable saliendo de compras, apuntándome a cualquier plan por poco que me apeteciera. Durante este tiempo, sin embargo, me he permitido llorar, estar triste, enfadada e incluso asustada. He dado a mis emociones el espacio que merecían, las he escuchado, las he acogido y de todas ellas he recibido un regalo. La tristeza me ha facilitado la introspección y me ha ayudado a conectar conmigo misma. El enfado me ha dado fuerza para poner límites y decir “no” a quien intenta traspasarlos. El miedo me ha recordado la necesidad de tomar medidas para cuidarme y ser prudente.

Descubrir que el aburrimiento es la semilla de la creatividad

He comprobado en mis propias carnes lo acertadas que era las conclusiones de un estudio de la Universidad del Estado de Pensilvania, en Estados Unidos. En esa investigación, los psicólogos Karen Gasper y Brianna Middlewood mostraron un vídeo a los participantes y comprobaron que aquellos que estaban más aburridos obtuvieron mejores resultados en un test de creatividad que quienes se encontraban relajados o se sentían eufóricos. En mi caso, unos monigotes en una tarde de aburrimiento van camino de convertirse en un cómic con un pequeño y regordete virus como protagonista.

El sielencio tiene numerosos beneficios.

Disfrutar del silencio

Consciente de que entre los beneficios del silencio está el fortalecimiento del sistema inmune, tan necesario en la situación que vivimos, lo he practicado con premeditación y alevosía. Pero esa no es su única ventaja. El silencio, además, reduce el estrés, mejora la calidad del sueño y la memoria, permite una mayor introspección, fomenta la creatividad y ayuda a la concentración.

Un estudio llevado a cabo por investigadores alemanes concluyó que dos horas de silencio al día bastan para estimular la creación de nuevas neuronas en el hipocampo (zona del cerebro implicada en la memoria, las emociones y el aprendizaje). Así que todos los días, durante un par de horas, pongo en silencio el móvil, desconecto cualquier aparato electrónico, me olvido de estadísticas, noticias y memes… y me doy un relajante baño de silencio.

Descubrir que estar solo no es lo mismo que sentirse solo  

Pasar tanto tiempo en casa y salir cada día a las 20.00 a aplaudir al personal sanitario me está permitiendo conocer a mis vecinos. Y como estoy sola y tengo mucho tiempo libre, me entretengo charlando con algunos. La vecina del cuarto ya me ha invitado a cenar el primer día que finalice el aislamiento. “Para celebrarlo”, me ha dicho.

Además, he desempolvado mi lista de contactos y casi todos los días hablo con algún amigo que se quedó en algún punto del camino que en cierto momento compartimos. Incluso hoy he quedado con unas amigas para cenar y brindar por la primavera. Virtualmente, eso sí, que todas somos muy responsables. Ya que no podemos recurrir al contacto físico, que sería lo ideal, vamos a utilizar los medios de que disponemos para mejorar nuestro bienestar y mantenernos conectados a las personas que nos importan. La tecnología no es buena ni mala, todo depende del uso que hagamos de ella.

Se puede estar físicamente aislado sin sentirse solo, del mismo modo que podemos sentirnos solos sin estar necesariamente aislados. 

Es importante mantenernos conectado con las personas que nos importan.

De cualquier modo, pasemos el periodo de aislamiento solos o acompañados, ninguno volveremos a ser los mismos cuando esto termine. Como decía el escritor Haruki Murakami: «…Y una vez que la tormenta termine, no recordarás como lo lograste, como sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro que la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa sí es segura. Cuando salgas de esa tormenta no serás la misma persona que entró en ella. De eso trata esta tormenta».

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Prepararse psicológicamente es clave para afrontar el aislamiento por coronavirus

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8 claves para afrontar el aislamiento por coronavirus en casa 1920 1280 BELÉN PICADO

Muchos  ya habréis hecho acopio de provisiones para afrontar desde casa el aislamiento por coronavirus, pero prepararse psicológicamente no es tan sencillo. Es lógico que un cambio de rutina tan drástico como un encierro no elegido provoque un impacto psicológico negativo en quien lo sufre. De hecho, un equipo de psicólogos del King’s College de Londres acaba de publicar un estudio en el que se concluye que esos efectos a veces se mantienen meses, e incluso años, después de haber finalizado el periodo de cuarentena. Entre los efectos que se enumeran la investigación, se encuentran “trastornos emocionales, depresión, estrés, bajo estado de ánimo, irritabilidad, insomnio, síntomas de estrés postraumático, ira y agotamiento emocional”.

La buena noticia es que, si sabemos con antelación qué nos puede ocurrir durante el tiempo que permanezcamos dentro de casa, será más fácil prepararnos y tomar las medidas adecuadas para reducir su impacto en nuestra salud mental. La actitud y nuestra capacidad de aceptación y adaptación es lo que va a marcar la diferencia entre desesperarnos o salir reforzados de la experiencia. La realidad es la que es y no podemos elegir lo que nos pasa, pero sí la actitud con que lo enfrentamos.

1. El miedo puede ser tu aliado

En general, todas las personas tienen miedo a enfermar, pero la intensidad de dicho temor va a depender mucho de los rasgos de personalidad de cada uno y de cómo afronte este tipo de situaciones. En cualquier caso, no hay que olvidar que el miedo nos ayuda a garantizar nuestra supervivencia. Por ello, vamos a escucharlo, comprenderlo y actuar en consecuencia… desde la lógica. La mejor forma de superar el miedo a enfermar es aceptarlo.

En vez de empeñarnos en negar el riesgo o, en el otro extremo, dejarnos llevar por la histeria colectiva, aprovechemos su función adaptativa. Vamos a utilizarlo como un recurso que nos motive a llevar a cabo rutinas de autocuidado y a ser prudentes, sin caer en el alarmismo. Alerta, sí; alarma, no.

Centrarnos en lo que sí depende de nosotros y asumir que hay muchas cosas en la vida que no podemos controlar, nos ayudará a entrenar la tolerancia a la incertidumbre.

2. Empatía y altruismo

La ocasión que se nos presenta es única para dejar de mirarnos el ombligo y centrar la atención en quienes nos rodean. Si en vez de pensar que estamos obligados a permanecer en casa, vemos el aislamiento por coronavirus como un acto solidario para proteger a los demás, la experiencia será mucho más llevadera y daremos un significado positivo a algo que en principio es negativo e indeseado. Al fin y al cabo, todos conocemos a alguien que está dentro de los grupos más vulnerables al virus y, de este modo, estamos colaborando para evitar que enfermen.

Un ejemplo de lo que os comento es la iniciativa global y responsable #YoMeQuedoEnCasa, que ha tomado fuerza en los últimos días y que busca concienciar a la población contra la expansión del coronavirus.

La campaña #YoMeQuedoEnCasa busca concienciar a la población contra la expansión del coronavirus.

3. Establece una rutina y planifica el tiempo

La pérdida de la rutina habitual es uno de los factores más estresantes para las personas en cuarentena. Recientemente, Juan Manuel Parra, el médico de Urgencias que en 2014 atendió a Teresa Romero (la única paciente con ébola en España), explicó en una entrevista qué hizo para que las dos semanas que pasó aislado fuesen más llevaderas: “Me llevé unos libros, un ordenador, un disco duro con películas y me puse un horario para establecer una rutina: levantarme a tal hora, desayuno, actividad deportiva, un ratito de televisión, otro de lectura, un momento de estudio, de dibujo, algo de videojuegos… Los médicos me preguntaron si necesitaba algo, y les pedí una colchoneta para hacer deporte y moverme”.

Aprovecha el aislamiento por coronavirus para leer ese libro o ver esas películas que tienes pendientes, realizar algunos arreglos en casa o hacer cualquier cosa que te ayude a estar ocupado y a distraer la mente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) nos recuerda también la importancia de mantener unas rutinas regulares de sueño, seguir una alimentación adecuada y hacer ejercicio con regularidad.

Ahora bien, del mismo modo que es necesario tener la mente ocupada, también lo es encontrar momentos para desconectar. Dentro de tu rutina diaria, incluye espacios para practicar alguna técnica de relajación o de respiración. Si te acostumbras a practicarlas una o dos veces al día, te será mucho más fácil recurrir a ellas en caso de una crisis de ansiedad. El Mindfulness, el yoga y la meditación también pueden ser grandes aliados.

4. Que no falta el buen humor y el espíritu positivo

Entre las recomendaciones del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid para salvaguardar la salud mental, se incluye mantener una actitud optimista. En vez de ponerte en lo peor, piensa que el mayor número de personas que enferma se recupera y muchas ya han compartido su experiencia a través de diferentes medios.

Y también es importante que no pierdas el sentido del humor porque es el mejor antídoto contra el miedo: cuanto más nos atemoriza algo, mayor es la necesidad de reírnos de ello. Sin duda, la gran cantidad de memes que corren como la pólvora a través de las redes sociales te ayudarán a sobrellevar mejor el encierro.

El buen humor es el mejor antídoto contra el miedo al coronavirus.

5. Información, sí; sobreinformación, no

El flujo constante de noticias sobre el COVID-19 puede agobiarte más que tranquilizarte, así que infórmate de forma regular y en momentos concretos del día, pero no estés constantemente pendiente. Y siempre desde las plataformas de las autoridades sanitarias, para evitar las fake news. En cuanto a las informaciones que se transmiten a través de redes sociales y whatsapp, sé prudente y trata de no contribuir a la confusión compartiendo noticias, vídeos o audios que pueda ser bulos.

En caso de que durante el aislamiento por coronavirus sospeches que podrías haberte contagiado, recuerda que hay un teléfono en cada Comunidad Autónoma para informarte. Puedes encontrarlos en la web del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.

6. El contacto con el exterior es esencial

Esto es especialmente importante si vives solo, ya que habrá momentos en que la soledad pese más. Mantener tu vida social, aunque sea a través del móvil o de Skype, contribuirá a que te sientas acompañado. Según la Asociación Americana de Psicología (APA), «conectarse en redes sociales puede fomentar una sensación de normalidad y ofrecer un importante medio para compartir sentimientos y aliviar el estrés». Igualmente, si el aislamiento por coronavirus lo pasas con tu familia, no dejes de mantener el contacto con amigos y parientes.

Es necesario mantener el contacto con familiares y amigos.

7. Disfruta del tiempo en familia

Muchas personas lamentan no pasar suficiente tiempo de calidad junto a sus seres queridos debido a sus múltiples obligaciones, así que estos días pueden ser una oportunidad de oro para resarcirte. Podéis ordenar fotos juntos, ver una serie, disfrutar de un juego de mesa o, simplemente, charlar.

Si tienes hijos, habla con ellos y facilítales información honesta y apropiada a su edad. Si experimentan emociones perturbadoras como miedo o tristeza, anímales a expresarlas (por ejemplo, a través del juego o el dibujo). Y recuerda que los menores continuamente observan los comportamientos y emociones de los adultos en busca de señales sobre cómo manejar sus propios sentimientos.

Mantener una rutina es también muy importante para los más pequeños. Trata de que su horario cambie lo menos posible e intercala los momentos de estudio con los de ocio.

8. Pide ayuda cuando la necesites

Los momentos de angustia son normales en situaciones excepcionales como la que estamos viviendo, pero no todos los vivimos con la misma intensidad. Si durante el aislamiento por coronavirus te sientes mal anímicamente o experimentas síntomas de ansiedad de forma reiterada, no te lo guardes para ti. A veces compartir nuestro malestar con familiares o amigos puede ayudarnos a relativizar y a recuperar la normalidad.

Y si, pese a intentarlo, ves que la situación te está superando y la ansiedad es tan elevada que se hace muy difícil controlarla, no dudes en recurrir a un profesional. Recuerda que muchos psicólogos también trabajan online. En caso de que necesites ayuda, puedes ponerte en contacto conmigo y te atenderé lo antes posible.

“A un hombre pueden robarle todo, menos una cosa: la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias” (Viktor Frankl)

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