El tacto es el primer sentido en desarrollarse en el ser humano y también el último en dejar de funcionar. Llevo ya un tiempo realizando diversas tareas de estimulación cognitiva con personas con alzhéimer y cada día soy más consciente de la relación entre alzhéimer y contacto físico. Cuando están agitados no hay nada como una caricia o cogerles con suavidad la mano para que «regresen» conmigo y continúen con la tarea. Son gestos que les transmiten seguridad y, en ocasiones, resultan incluso más efectivos que las palabras. Y es que, tan importante como la estimulación cognitiva es la estimulación afectiva.
La importancia del tacto en la comunicación emocional
Del mismo modo que durante los primeros meses de vida el lazo de unión entre el bebé y su madre son las caricias, los besos o la sonrisa, estos gestos vuelven a convertirse en la principal vía de comunicación entre la persona con deterioro cognitivo y sus cuidadores, sobre todo cuando el lenguaje verbal empieza a deteriorarse. Hay una relación muy estrecha entre alzhéimer y contacto físico: puede que el enfermo ya no recuerde su nombre, pero sí entiende el significado de una caricia, incluso en fases muy avanzadas. La entiende y la agradece.
Prueba de la importancia del tacto en la comunicación emocional es un estudio que el psicólogo Matthew Hertenstein dirigió hace unos años en la Universidad estadounidense de DePauw. La investigación consistía en pedir a un grupo de voluntarios que expresaran e identificaran, solo a través del tacto, ocho emociones distintas (ira, miedo, felicidad, tristeza, amor, gratitud, simpatía y desagrado). El 78 por ciento de los participantes, que no se conocían entre sí, adivinaron con exactitud la emoción que se les transmitió.
Beneficios del contacto físico
El contacto humano es una necesidad tan importante a lo largo de la vida como el agua o la comida. Sin embargo, en la vejez adquiere más importancia, especialmente si la persona ha empezado a perder su capacidad de comunicarse verbalmente. Sujetar la mano del enfermo, tocar su hombro o acariciarle la cara calmará su temor y le dará seguridad. Quizás una de las pocas excepciones sea cuando experimenta un acceso de agresividad, momento en el que es mejor no tocarle y menos de forma inesperada, o si vemos que el contacto físico les molesta. En el resto de los casos, alzhéimer y contacto físico deben ir de la mano. Y es que gestos como una caricia, un masaje suave o un abrazo tienen muchos beneficios, entre ellos:
- Contribuyen al equilibrio emocional, reduciendo la ansiedad y la agresividad. Un suave masaje en las manos (sobre todo en palmas y dedos) o en los pies ayuda a disminuir los episodios de agitación.
- Disminuyen la producción de cortisol, la hormona del estrés. Cada vez que tocamos de forma cordial y respetuosa a otra persona, multitud de receptores que hay en su piel envían una señal al cerebro, que inhibe la producción de cortisol. Este gesto, a su vez, ayuda a reforzar el sistema inmunológico.
- Mejoran el insomnio. El efecto tranquilizante del contacto ayuda a conciliar mejor el sueño.
- Aumentan los niveles de serotonina y dopamina, hormonas que juegan un papel importante en la sensación del bienestar. Igualmente, un abrazo o una caricia también hacen que se libere una mayor cantidad de oxitocina, relacionada con el afecto, la empatía y la confianza. El aumento de estas hormonas se produce porque el contacto estimula el sistema nervioso parasimpático, responsable de poner en marcha los mecanismos de relajación.
- Reducen la percepción del dolor. Un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores estadounidenses e israelíes demostró que basta dar la mano a una persona que está sufriendo para que su percepción del dolor disminuya. Y no solo eso. También se sincronizan la respiración, la frecuencia cardiaca y las ondas cerebrales de las personas que están en contacto.
- Favorecen tanto a quien lo recibe como a quien lo da. Por un lado, se refuerza la conexión y el vínculo entre enfermo y cuidador. Por otro, la reducción en los niveles de estrés y ansiedad se produce también en ambos.
En un interesante reportaje publicado en El País, José Manuel Martínez-Lage, profesor honorario de neurología de la Universidad de Navarra, nos recuerda: “los enfermos de alzhéimer conservan una vida afectiva mucho más rica de lo que aparentan porque mantienen estructuras cerebrales implicadas en la vida emocional, que tardan más en dañarse”.
Por todo ello, no escatiméis en abrazos, besos y caricias. El cariño y la ternura SIEMPRE es la mejor terapia.
Si te interesa
Una sonrisa, una caricia, un beso es el título de un cortometraje lleno de sensibilidad. En él, su director, Jordi Albert, relata la evolución del alzhéimer a través de la experiencia con su madre.