Ante la muerte de un ser querido es normal que aparezcan sentimientos de tristeza, vacío, miedo, dolor, angustia, enfado, culpa… Elaborar estas emociones es una de las tareas necesarias para llegar a aceptar la pérdida y aprender a vivir sin la persona fallecida. Sin embargo, puede ocurrir que alguna de estas emociones se quede ‘enquistada’ en nuestro interior, bloqueando nuestra capacidad de pasar página y seguir adelante. En esta ocasión vamos a centrarnos sobre la culpa en el duelo, que suele aparecer una vez que el enfado empieza a difuminarse. Si bien es una de las reacciones más normales en el proceso, cuando es desproporcionada en relación al tiempo que se mantiene, la intensidad que presenta y la conducta respecto al difunto en vida de este, puede dar lugar a un duelo patológico.
Culpable por lo que hice, por lo que no hice, por seguir viviendo
Algunas veces podemos tener la sensación de que no hicimos todo lo que podíamos para evitar la muerte. Otras, sin embargo, nos sentimos culpables por algo que hicimos (discusiones, asuntos pendientes…). Suelen ser hechos habituales en el día a día, pero los magnificamos tras la pérdida al pensar que ya nunca podremos saldar esa deuda.
También es posible que sintamos que nuestras emociones tras el fallecimiento no son todo lo negativas que “deberían”. Esta «anestesia», que también puede provocar sentimientos de culpa en el duelo, es una respuesta normal. Nuestro organismo, ante un shock emocional muy intenso, puede llegar a bloquearse e inhibir cualquier respuesta. En pocas palabras, bloquea las emociones como defensa a un dolor desbordante.
Asimismo, puede ocurrir que cuando ya comenzamos a asimilar la realidad y va disipándose el fantasma de la culpa, esta vuelva en forma de autorreproche por volver a disfrutar, por retomar actividades que antes nos resultaban agradables, en definitiva, por seguir viviendo. No queremos romper el hilo que nos une con el fallecido…
La importancia de la educación recibida en la infancia
La culpa está directamente relacionada con la escala de valores de cada uno, que a la vez es producto de la educación recibida. Por ejemplo, el sentimiento puede ser especialmente desestabilizante cuando se ha crecido en un entorno hostil, con figuras de apego muy exigentes y estrictas. La persona tenderá a sentirse culpable por todo lo que ocurra a su alrededor y eso se extenderá también a las situaciones de duelo.
En el otro extremo, y no menos problemático, estarían quienes han crecido en familias que no les han enseñado a hacerse responsables de sus errores. Familias en las que ha primado el lema “La culpa la tienen los demás”. La culpa está ahí, aunque no se sea consciente de ello y puede adoptar la forma de comportamientos agresivos, consumo de sustancias con objeto de evadirse, etc.
¿Qué función tiene la culpa en el duelo?
Todas las emociones, por desagradables que nos parezcan, cumplen una función. La culpa surge cuando sentimos o creemos que hemos traspasado ciertas normas éticas, personales o sociales, y su principal función es hacernos conscientes de ello para llevar a cabo una posible reparación. En el caso concreto de la culpa en el duelo, su cometido es:
- Mantener el vínculo. En el caso de una pérdida, pensar en lo que ocurrió, en lo que se pudo hacer y no se hizo, etc. nos ayuda de algún modo a seguir unidos al fallecido y, de paso, a distraer la mente y el corazón para eludir la tristeza.
- Aportar una falsa sensación de control. Pensar que hay un culpable nos proporciona una falsa percepción de control sobre la muerte: si hubiéramos actuado de otro modo el desenlace habría sido distinto. Esto es muy común, por ejemplo, cuando se produce un suicidio en la familia. Sus miembros comienzan a evocar los hechos inmediatamente anteriores a la muerte en busca de algo que hubieran podido cambiar o de posibles señales que no percibieron.
- Reajuste adaptativo. El propio dolor que causa el sentimiento de culpabilidad y el castigo emocional que supone, contribuye a la expiación de la culpa y a reconectar con nuestra parte bondadosa. De este modo, recomponemos los valores que hemos ‘vulnerado’.
Cómo transitar el camino al perdón
- Asume que los seres humanos no podemos predecir el futuro ni tenemos poder sobre la vida y la muerte. Cuando perdemos a alguien que nos importa creamos el relato que justifica nuestra culpa con la información que poseemos en el presente, pero que no teníamos en el momento de su muerte. Recuerda que las decisiones que tomamos o las conversaciones que establecemos se van construyendo con la información que tenemos en cada instante.
- Admite tus límites. Es muy difícil ver sufrir a la persona que queremos, pero nuestro amor, por grande que sea, no tiene la capacidad de aliviar su dolor o de curarle.
- Si estabas cuidando de un familiar enfermo y muere justo cuando tú no estabas con él, recuerda que el final no es el instante en que la persona exhala su último suspiro, sino todo el proceso en el que le estás acompañando.
- En el anterior caso, también conviene establecer la diferencia entre culpa e impotencia, ya que a veces esta adopta el disfraz de la primera. Esto pasa, sobre todo, en enfermedades crónicas, como el alzhéimer. Pregúntate: ¿Estás experimentando culpa? ¿O es impotencia debido a que, pese a tus cuidados a lo largo del tiempo, esa entrega no dio los frutos esperados y la enfermedad siguió su curso?
- En el caso de que la culpa en el duelo sea real, de forma parcial o en su totalidad, transfórmala en responsabilidad. Emprende acciones concretas de reparación, reales o simbólicas, que ayuden a corregir, en lo posible, los errores cometidos. Si te responsabilizas en vez de sentirte culpable, podrás hacerte cargo de ellos sin llegar a desvalorizarte como persona. Y recuerda que lo más importante de todo es que te perdones a ti mismo.
- Escribe una carta a tu ser querido y cuéntale todo lo que no pudiste decirle antes de morir.
- Habla de cómo te sientes con alguien de confianza. Puede resultar liberador y, de paso, es posible que la otra persona te ayude a reconstruir los hechos y a hacerte ver cosas que olvidaste y que pueden ayudarte a diluir la culpa.
- Cuida tu autoestima. Cuanto menor autoestima se tiene, mayor sentimiento de culpa se alberga y viceversa.
- Haz un testamento vital para comunicar tu voluntad, por si algún día sufres un deterioro irreversible de tu salud. Así evitarás que tu familia deba tomar decisiones delicadas por ti.
- Haz saber a tus seres queridos que les quieres con hechos, pero también con palabras.
- Si conoces a alguien que esté en un proceso de duelo evita frases como «A él no le gustaría que sufrieras» o «Si no pasas página, no le dejarás descansar en paz». Estas afirmaciones solo contribuirán a que la persona se sienta culpable por estar triste o por no superar el dolor lo suficientemente rápido.
- Si, pese a todo, la culpa no disminuye, se mantiene en el tiempo y cada vez es más intensa, conviene buscar ayuda profesional. Podríamos estar ante un duelo complicado o un trastorno depresivo.
Yo perdí a mi padre, nunca nos dimos cuenta que tenía covid, padecía de otras enfermedades, en el hospital también salió negativa la prueba. Pero su salud deteriorada, lo cuide los últimos días, al final lo llevamos al hospital fue muy tarde y a los 2 días falleció de una paro cardíaco.
Lo extraño demasiado porque el pasaba la mayor parte del tiempo conmigo. Yo deje mi trabajo para aprovechar mi vida porque el trabajo me tomaba mucho tiempo, pero a pesar que lo lleve de viaje y todo lo demás siempre discutíamos por todo, nuestros caracteres similares, pero no me porte como una buena hija yo pienso eso. Eso me mata lentamente el saber que no esta conmigo y quisiera que este a mi lado aunque sea a regaños. Lo sueño mucho y últimamente me ha dado mucha tristeza.