Los mitos son creencias acerca de la naturaleza de algunas cosas, simplificaciones de algún aspecto de la realidad que son compartidas por una sociedad o una cultura. Estas creencias se caracterizan por que se expresan de forma rígida y absoluta, tienen la capacidad de influir en mayor o menor medida en el pensamiento y en el comportamiento de las personas y se dan por verdaderas, aunque no haya pruebas que las sustenten. En el caso de los mitos sobre la violencia de género, por ejemplo, están muy extendidas ciertas ideas, como que este fenómeno solo se da en familias de bajos recursos o que las víctimas no salen de ahí porque no quieren.
Mantener estos mitos contribuye a:
- Reducir el apoyo a las víctimas. Jay Peters, investigador y profesor de la Universidad estadounidense de Maine, explica: «Tomados en su conjunto, los mitos (sobre la violencia de género) están pensados para reducir el apoyo social a las víctimas transformándolas de víctimas inocentes de un crimen potencialmente letal en individuos que consciente o inconscientemente decidieron ser maltratados. De hecho, de acuerdo con estos mitos, la víctima no es realmente una víctima porque ella podría haber evitado el abuso, probablemente lo provocó, e inconscientemente lo deseaba».
- Minimizar la importancia del problema y presentarlo como algo excepcional e, incluso, marginal.
- Extender la idea de que solo les ocurre a «los demás».
- Responsabilizar a las mujeres de la violencia que sufren, lo que obstaculiza la detección precoz y tiene terribles consecuencias en su salud mental.
- Limitar la responsabilidad de los agresores, buscando atenuantes para su conducta. Por ejemplo, poniendo el acento en ciertos factores o circunstancias de la vida que han llevado a un maltratador en concreto a ejercer la violencia.
Los mitos sobre la violencia de género pueden llegar a veces, incluso a negar la existencia de este tipo de violencia. Por eso es tan importante desmontarlos. Estos son algunos de los más relevantes.
1. El maltrato se produce sobre todo en familias y con personas de pocos recursos
Si existe esta percepción es porque en esos casos la violencia es más visible y púbica. Pero ni los maltratadores ni las mujeres maltratadas corresponden a un perfil concreto. La violencia de género se produce en todos los niveles socioeconómicos y culturales.
«No me podía imaginar lo que pasó. Es guapa, tiene buena posición económica y es muy independiente. A mí esto me enseña que nos puede pasar a todas», señala la amiga de una mujer víctima de violencia de género en un reportaje publicado en el periódico El Mundo. Lo que ocurre es que, a menudo, cuando se trata de una mujer con una buena posición económica, social o profesional o bien tarde más en denunciar por vergüenza, o su entorno la presiona para esconder su situación o, incluso, no se la reconoce como víctima. Por otra parte, estas mujeres no suelen recurrir a entidades públicas, sino que tienen acceso a la atención privada de médicos, abogados y psicólogos. Esto permite ocultar el problema y, a la vez, alimenta la falsa creencia de que solo hay violencia de género en familias desestructuradas y con problemas económicos.
2. Los hombres que maltratan sufren algún trastorno mental
Lo que hace este mito es favorecer que se justifique la violencia, evitando con ello que la sociedad condene el maltrato. De hecho, la proporción de las agresiones cometidas por la pareja y vinculadas a trastornos mentales suele ser relativamente bajas.
Además, ser violento no implica que se sufra una psicopatología. Son numerosos los agresores que solo actúan con violencia dentro de casa, mientras que delante del resto de personas se muestran amables, encantadores y pacíficos. Es el caso, por ejemplo, de los psicópatas integrados. Harvey Milton Cleckey y Robert D. Hare, expertos en este tipo de perfil destacan la «ausencia de alucinaciones y otros signos de pensamiento irracional o manifestaciones psicopatológicas».
(En este mismo blog tienes un artículo sobre psicópatas integrados)
3. Los hombres que maltratan a su pareja (o expareja) fueron, a su vez, niños maltratados o presenciaron violencia entre sus padres
El niño que ha crecido en una familia en la que se han producido situaciones de violencia de género puede acabar aprendiendo e interiorizando que esa es la forma natural de relacionarse entre un hombre y una mujer. Y luego, en la edad adulta, reproducir ese patrón con su pareja. Sin embargo, no hay una relación causa y efecto. Es decir, no todos los niños que han presenciado malos tratos o los han recibido van a convertirse en adultos maltratadores.
4. El abuso de alcohol y/o drogas es responsable de la violencia de género
Esta es una creencia totalmente errónea. El consumo de alcohol u otras sustancias puede favorecer y aumentar las posibilidades de que se produzca una conducta violenta, pero ni mucho menos es la causa. Ni el alcohol ni otras sustancias por sí mismas determinan el comportamiento de quien las consume. Es más, muchas personas actúan violentamente contra los miembros de su familia sin haber tomado alcohol o drogas. Y, del mismo modo, hay muchas personas adictas que no son violentas. En realidad, el maltrato tiene su base en la propia estructura psicológica de quien recurre a él.
Según el Protocolo de Actuación Sanitaria ante la Violencia Contra las Mujeres, editado por la Consejería de Salud del Gobierno de La Rioja, lo más significativo del consumo de alcohol y otras drogas en el ámbito de la violencia de género es que «permiten al hombre autorizarse a llevar adelante una previa intencionalidad y a la vez, tranquilizar su conciencia y anular su autocrítica. Se bebe para pegar y no se pega por beber. Generalmente, los hombres que maltratan saben cuándo y con quién ser violentos».
5. Los hombres que maltratan a su pareja o expareja lo hacen porque son impulsivos y pierden el control
Ser impulsivo no es sinónimo de ser violento. La mayoría de las veces, las agresiones, tanto físicas como psicológicas o sexuales, no son producto de una explosión de ira incontrolable. Al contrario, se trata de acciones premeditadas que buscan hacer daño y someter a la víctima. Como he mencionado antes, a menudo los hombres que son violentos con su pareja luego se muestran amables y pacíficos en el trabajo o en la calle, incluso pueden ser personas reconocidas y respetadas en otros ámbitos.
Por otra parte, lo habitual es que las agresiones no supongan un hecho aislado, sino que suelen ser repetidas y recurrentes.
6. El origen de la violencia de género está en que los hombres son violentos por naturaleza
Los hombres no son violentos por el mero hecho de pertenecer al género masculino y tener más testosterona. Aunque a menudo se asocia esta hormona masculina al aumento de agresividad, no hay evidencias que lo demuestren. Si esto fuera así, muchos hombres con altos niveles de testosterona estarían implicados en continuos episodios de violencia y no es así. Se trata más de una cuestión cultural. Los comportamientos violentos son conductas aprendidas a partir de modelos familiares y sociales que consideran la violencia como un recurso válido para resolver conflictos. Un maltratador no nace, se hace.
Además, si esto fuera así, todos los hombres irían por la vida peleándose con cualquiera que les disgustase, no se sometiera a sus deseos o no cumpliese sus expectativas, independientemente del género.
Cada uno de nosotros podemos elegir si actuar de modo violento, o no. Afirmar que la violencia es cuestión de tener mal carácter o de la propia naturaleza masculina, hace que el agresor rechace su responsabilidad sobre su conducta.
7. Un hombre no maltrata porque sí, algo habrá hecho la mujer para provocarlo
Esta falsa creencia lleva a que la víctima se sienta culpable y piense que, si no hubiera adoptado una conducta determinada, habría podido evitar la violencia de su agresor. El maltrato no depende de lo que haga, o no, la mujer, sino del significado que el hombre atribuya a ese comportamiento. De hecho, este puede encontrar provocadora cualquier actitud que implique lo que él considera una ruptura del rol que debe adoptar la mujer (por ejemplo, el de atención y cuidado).
Es cierto que la conducta de una persona puede provocar enfado en otra, pero recurrir a la violencia es responsabilidad exclusiva de quien la ejerce. No hay ninguna ‘provocación’ que justifique una agresión.
Además, cuando se ha iniciado el ciclo de la violencia da igual lo que la mujer haga. Muchas víctimas intentan reducir las agresiones tratando de complacer a su pareja y, sin embargo, no sirve de nada, ya que el agresor siempre encontrará motivos para dejar clara su posición de poder a través del maltrato.
8. Los malos tratos son cosas de pareja y no tienen por qué ‘ventilarse’
No es raro que, ante una situación de maltrato, escuchemos frases como «Eso es cosa de dos», «Mejor no meterse en los asuntos de pareja», «Los trapos sucios mejor lavarlos en casa«… Pero no estamos ante un asunto privado, sino ante un tema que nos afecta a todos como sociedad porque este tipo de violencia se da también en otros contextos, como el de la educación o el laboral. La violencia de género es responsabilidad de todos y de todas y relegarla al ámbito familiar o de pareja lo único que hace es deslegitimar su alcance.
9. Si hay hijos, lo mejor es aguantar en la relación para que no sufran
Nunca será beneficioso para un niño o una niña permanecer en un entorno marcado por la violencia. Exponerlos de forma directa o indirecta al maltrato dejará en ellos importantes secuelas físicas, psicológicas y emocionales: inseguridad, problemas de conducta, baja autoestima, miedos, pesadillas, retraso en el desarrollo del lenguaje, problemas de aprendizaje e interacción social, ansiedad, sentimientos de culpa, trastorno por estrés postraumático, etc. Por ello, lo más responsable y beneficioso para ellos es protegerles, alejándolos de estas situaciones.
La Academia Americana de Pediatría (AAP) ha reconocido que «ser testigo de violencia doméstica puede ser tan traumático para el niño como ser víctima de abusos físicos o sexuales».
10. La mujer que ‘aguanta’ una situación de maltrato es porque quiere. Si no, se iría
Las mujeres que sufren malos tratos por parte de sus parejas lo pasan terriblemente mal. Sin embargo, son muchas y complejas las razones que explican por qué permanecen en esa situación: falta de medios suficientes para mantenerse a sí mismas y a sus hijos, la vergüenza, el qué dirán, el sentimiento de culpa, el miedo, la esperanza en que el agresor cambie, la propia anulación psicológica que supone el maltrato, la falta de apoyos…
Hay que tener en cuenta que el hecho de que esta situación se produzca dentro de una relación afectiva hace aún más difícil identificar el maltrato, sobre todo en el caso de mujeres que han crecido en una familia donde el uso de la violencia estaba normalizado. También influyen en ello ciertos mensajes como «Quien bien te quiere te hará llorar», «Si te pego es porque te quiero y me importas» o «A mí me duele más que a ti».
Otro componente que dificulta que la mujer se vaya es el temor a que no la crean, especialmente si se trata un agresor cuyo comportamiento es totalmente diferente fuera del hogar que de puertas para adentro.
(En este blog tienes un artículo sobre los motivos por los que la mujer maltratada no abandona a su agresor)
11. El maltrato psicológico no es tan grave como la violencia física
El abuso emocional continuado, aun cuando no exista violencia física, provoca en las víctimas consecuencias muy graves en la salud física (colon irritable, trastornos gastrointestinales, dolor crónico…) y mental (depresión, ansiedad, pérdida de autoestima, trastornos del sueño, abuso de sustancias, trastorno de estrés postraumático, etc.).
A menudo, los daños que no se ven son más severos y duraderos que los físicos. El maltrato psicológico arrasa y anula la autonomía, la autoestima y la voluntad de la mujer, lo que dificulta que ponga límites y pueda romper la relación. De cualquier forma, es muy raro que solo se dé un solo tipo de maltrato. Normalmente violencia física y psicológica suelen ir unidas y en muchas ocasiones no son los únicos tipos de maltrato. Además de estas dos formas de violencia de género, hay otras que a menudo se interrelacionan entre sí: violencia verbal, violencia económica, violencia sexual, violencia vicaria y violencia socieconómica.
12. Los casos de violencia de género son escasos, se trata de un fenómeno puntual y muy localizado
Basta con repasar las estadísticas para desmentir este mito.
- En 2021, hubo 30.141 víctimas por violencia de género en España (datos del Instituto Nacional de Estadística).
- Según datos de la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU), «la forma más común de violencia experimentada por las mujeres en todo el mundo es la violencia dentro de la pareja».
- Un estudio, liderado por la Organización Mundial de la Salud y publicado en la revista científica The Lancet, concluye que el 27 por ciento de la población femenina mundial ha sufrido alguna vez en su vida violencia física o sexual por parte de sus parejas hombres. Esto supone una de cada cuatro mujeres.
Teléfono gratuito de atención a víctimas de malos tratos por violencia de género: 016 (funciona 24 horas del día los 365 días del año)
Referencias
Bosch-Fiol, E., y A. Ferrer-Pérez, V. (2012). Nuevo mapa de los mitos sobre la violencia de género en el siglo XXI. Psicothema, 24(4), pp. 548-554.
Consejería de Salud Gobierno de La Rioja (2010). Protocolo de actuación sanitaria ante la violencia contra las mujeres. Logroño: Consejería de Salud. Gobierno de La Rioja
Peters, J. (2008). Measuring myths about domestic violence: Development and initial validation of the domestic violence myth acceptance scale. Journal of Aggression, Maltreatment & Trauma, 16(1), pp.1-21.
Sardinha, L., Maheu-Giroux, M., Stöckl, H., Meyer,S. R. y García-Moreno, C. (2022). Global, Regional, and National Prevalence Estimates of Physical or Sexual, or Both, Intimate Partner Violence Against Women in 2018. The Lancet, 399, pp. 803-813.