La literatura siempre ha estado estrechamente ligada a la psicología. Y Almudena Grandes, además de escritora, fue una profunda conocedora del alma humana. Porque me gustaba cómo escribía y porque admiraba su destreza con la pluma y la palabra, lamenté profundamente su muerte, ocurrida el 27 de noviembre de 2021. Sin embargo, por encima de la tristeza y de la sensación de pérdida, prima el agradecimiento porque, por muchos años que pasen, ella seguirá viviendo a través de sus personajes y de sus historias.
Cuando el escritor cuenta una historia crea un vínculo con el lector y pone a su disposición todo un universo de emociones, pensamientos, relaciones humanas… Y por muy inverosímiles que, en ocasiones, puedan parecer esas historias, siempre habrá algo distintivo en algún personaje (una fortaleza, una debilidad, un rasgo de su temperamento…) que nos lleve inmediatamente a sentimos reflejados. Las buenas historias no solo nos cautivan, sino que hacen que nos identifiquemos con las emociones de sus personajes. «Todos los libros que nos gustan nos cuentan nuestra vida porque hablan de nosotros», expresó Almudena Grandes en cierta ocasión. Y ella a lo largo de su obra ha ido relatando nuestra vida y también la de quienes nos precedieron. Con tanta contundencia como delicadeza.
De la búsqueda de la identidad al trauma transgeneracional
Desde su primer libro, Las edades de Lulú, la escritora Almudena Grandes ha retratado como nadie la psicología humana y lo ha hecho desde múltiples perspectivas. La búsqueda de Lulú de su propia identidad, la dependencia de Malena hacia su hermana melliza en Malena es un nombre de tango o la importancia de los vínculos emocionales elegidos frente a los lazos de sangre, en Inés y la alegría. Incluso la locura y la inteligencia de Aurora Rodríguez Carballeira en La madre de Frankenstein.
En El lector de Julio Verne la escritora madrileña refleja cómo la amistad y la literatura pueden salvar una infancia marcada por la guerra. Ella misma contó en una entrevista para el portal hoyesarte.com cómo los libros le sirvieron de refugio en su propia niñez:
«Tuve una infancia pacífica y en lo material muy confortable, pero era una niña muy gorda y muy poco popular. Era la típica niña poco agraciada y peluda que no tenía amigas. Y leía porque era mucho más feliz leyendo que viviendo. Lo que encontraba en los libros eran vidas mucho mejores que la mía y la de quienes tenía alrededor. Leer me proporcionaba una felicidad desconocida si miraba hacia mí misma y mi realidad. (…) Hay una categoría, en la que yo misma me inscribo, de lectores insaciables que en su momento fueron niños que pudiéramos llamar raros o infelices, aunque ya digo que yo no fui infeliz. La literatura tiene un poder tan grande de mejorar la vida que en algunos momentos puede resultar hasta peligrosa, porque si te descuidas puede llegar a suplantar tu realidad hasta descolocarte».
Las pésimas consecuencias de mantener ocultos ciertos secretos familiares, así como los traumas transgeneracionales derivados de la guerra (El corazón helado) han sido también temas recurrentes en su obra. Igual que el peso de la soledad o los estereotipos en torno a la mujer. En Los aires difíciles y en Atlas de la geografía humana, por ejemplo, las protagonistas se ven empujadas a lidiar con la soledad en distintas formas y a vivir en un interminable conflicto entre lo que sus valores y creencias y el régimen social y educacional en el que han crecido.
Almudena Grandes a través de sus palabras…
Almudena Grandes nunca se irá del todo. Siempre nos quedarán sus historias, sus personajes y sus reflexiones tanto en su obra como fuera de ella.
Pedir ayuda
«Hay que ser muy valiente para pedir ayuda, ¿Sabes? Pero hay que ser todavía más valiente para aceptarla». (Los besos en el pan)
De relaciones y dependencia
«Había sido demasiado amor, tanto como el que yo podía dar, más del que me convenía. Fue demasiado amor. Y luego, nada». (Castillos de cartón)
«Era demasiado amor. Demasiado grande, demasiado complicado, demasiado confuso, y arriesgado, y fecundo, y doloroso. Tanto como yo podía dar, más del que me convenía. Por eso se rompió. No se agotó, no se acabó, no se murió, sólo se rompió, se vino abajo como una torre demasiado alta, como una apuesta demasiado alta, como una esperanza demasiado alta». (Castillos de cartón)
El peso de la soledad
«Y estaba sola, me sentía sola, incapaz de hablar, que es quizás la peor forma de la soledad».
Ser mujer
«Ser una mujer es tener piel de mujer, dos cromosomas X y la capacidad de concebir y alimentar a las crías que engendra el macho de la especie. Y nada más, porque todo lo demás es cultura». (Malena es un nombre de tango)
Maternidad
«Hace mucho tiempo descubrí que lo fundamental para una madre trabajadora es renunciar a la perfección. Eso es lo fundamental. Lo que hay que hacer es controlar mucho la culpa y si los niños una noche cenan pizza, pues no pasa absolutamente nada. (…) Lo que es importante con los hijos es tener hijos deseados y quererlos mucho. Cada una lo hace lo mejor que puede. No hay más».
Felicidad (e infelicidad)
«La expectativa de felicidad es más intensa que la propia felicidad, pero el dolor de una derrota consumada supera siempre la intensidad prevista en sus peores cálculos». (El corazón helado)
«Nuestra felicidad o infelicidad depende de nuestra disposición mental. Aspirar a la perfección lleva a la infelicidad».
Alegría
«Con el tiempo aprendí que la alegría era un arma superior al odio, las sonrisas más útiles, más feroces que los gestos de rabia y desaliento». (Las tres bodas de Manolita)
Vivir, disfrutar cada momento y atesorar buenos recuerdos
«Luego alcancé a comprender que el tiempo nunca se gana, y nunca se pierde, que la vida se gasta, simplemente». (Malena es un nombre de tango)
«En la vida hay que extraer el placer de todas las cosas, hasta de las más pequeñas».
«Por fortuna, tengo muchos buenos recuerdos. El 11 de enero de 1989, cuando recibí una carta que me informaba de que Las edades de Lulú era finalista de La Sonrisa Vertical; la noche del 20 de abril de 1994, la primera que compartí con Luis García Montero; la felicidad esencial, incomparable, que sentí al amamantar a mis hijos…”
Aprender del pasado
«Ha pasado mucho tiempo, me dirán, y tendrán razón, pero todos llevamos aún el polvo de la dictadura en los zapatos, ustedes también, aunque no lo sepan». (El corazón helado)
«Es un error pensar que la memoria tiene que ver solo con el pasado. Tiene que ver con el presente y con el futuro, porque si no sabemos de dónde venimos no podremos saber quiénes no queremos ser ni a quién nos queremos parecer».
«Después, alguien nos dijo que había que olvidar, que el futuro consistía en olvidar todo lo que había ocurrido. Que para construir la democracia era imprescindible mirar hacia delante, hacer como que aquí nunca había pasado nada. Y al olvidar lo malo, los españoles olvidamos también lo bueno. No parecía importante porque, de repente, éramos guapos, éramos modernos, estábamos de moda… ¿Para qué recordar la guerra, el hambre, centenares de miles de muertos, tanta miseria?». (Los besos en el pan)
«Como los recuerdos dolían, no recordaban; como las lágrimas herían, no lloraban; como los sentimientos debilitaban, no sentían». (Las tres bodas de Manolita)
Secretos familiares
«Cada familia tiene un armario cerrado lleno hasta arriba de pecados mortales». (El corazón helado)
«Entonces pensó que el silencio pesa tal vez en quien calla más que la incertidumbre en quien no sabe». (El corazón helado)
Almudena y el alma humana
«Todos nos dejamos engañar a la vez, y no porque seamos tontos, sino porque las buenas personas son fáciles de engañar». (El corazón helado).
«- ¿Entonces los nazis no eran malos? -Sí, claro que eran malos. Pero los otros también eran malos. Y sin embargo, había buenos en los dos bandos, buenas personas. Así que es muy complicado saber quiénes eran los malos malos de verdad y quiénes eran los malos menos malos, ¿Comprendes? -No.» (El corazón helado)
«La literatura teje y desteje desde hace siglos un inmenso tapiz fabricado con las historias que condensan los hilos de la existencia humana».
«La literatura no tiene que ver con las respuestas, sino con las preguntas. Las certezas son mucho menos valiosas que las dudas, y las contradicciones representan más un estímulo que una dificultad».
«El territorio de la cultura es la emoción. Las experiencias artísticas, los libros, las películas, las imágenes, la música, por supuesto, son emociones. Son vidas de más. Una persona que lee libros, que ve películas, que va a conciertos vive más. No más años, pero sí muchas más experiencias que una persona que, digamos, vegeta al margen de la cultura».
El cáncer
“El cáncer, una enfermedad como otra cualquiera, es, desde luego, un aprendizaje, pero nunca una maldición, ni una vergüenza, ni un castigo».
Sobre la muerte
Extracto de una entrevista publicada en La Vanguardia en 2019:
-Entrevistador: Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué aconsejaría a los que se quedan?
-Almudena Grandes: Que luchen por su felicidad, que aprendan a ser egoístas en el buen sentido de la palabra, que no dejen que nadie tome decisiones en su nombre y, sobre todo, que intenten hacer todo eso sin dejar de ser buenas personas.
-Entrevistador: ¿Cuál sería su epitafio?
-Almudena Grandes: Pues nunca se me ha ocurrido pensarlo, la verdad es que el pensamiento funeral no es mi fuerte… Pero me gustaría algo parecido al célebre verso de Machado: fue, en el buen sentido de la palabra, buena.