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agosto 2020

En tiempos de coronavirus, podemos preparar a nuestros hijo para que la vuelta al cole sea más fácil.

Vuelta al cole y COVID-19: 10 pautas para preparar emocionalmente a tus hijos

Vuelta al cole y COVID-19: 10 pautas para preparar emocionalmente a tus hijos 1918 1920 BELÉN PICADO

Miedo e incertidumbre son, quizás, las palabras que más se están escuchando en relación a la vuelta al cole de este año. Si normalmente a muchos niños ya les cuesta volver a la rutina escolar, este curso se presenta especialmente complejo debido a la pandemia de coronavirus. Sin embargo, los adultos podemos contribuir, y mucho, a que este regreso no sea traumático. Tanto el miedo como la incertidumbre son emociones que están ahí y que seguirán estándolo, así que lo mejor es preparar emocionalmente a nuestros hijos para que no solo superen la prueba, sino que la conviertan en un aprendizaje que les ayude a desarrollar su resiliencia.

Hay circunstancias, como la crisis sanitaria que estamos viviendo o cualquier tipo de catástrofe natural, que conllevan un alto grado de incertidumbre y un considerable impacto emocional. Pero tanto los adultos como los niños debemos aprender a tolerar un determinado nivel de estrés. Está claro que el virus va a seguir entre nosotros, así que no nos queda más remedio que aprender a convivir con él, con prudencia pero sin miedo. Además, volver al cole es muy importante para el desarrollo de nuestros hijos. El niño necesita estar con sus iguales para poder poner en práctica las habilidades emocionales y relacionales que va aprendiendo en la familia. Teniendo en cuenta y asumiendo que tenemos por delante un curso complejo, os doy algunas pautas para que la vuelta al cole sea más llevadera.

1. Comunicación, ante todo

Hay muchas dudas sobre cómo será este curso. Pero sí sabemos algunas cosas, como que existe la posibilidad de que los alumnos tengan que abandonar las aulas y volver a estudiar desde casa. Ante esta posibilidad, es necesario darles una explicación de lo que puede suceder para reducir en lo posible su incertidumbre. ¿Y cómo? Ante todo, sin preocuparles de más. Les facilitaremos información honesta, sencilla y apropiada a su edad, evitando la sobreinformación (no necesitan saberlo todo).

No es necesario exagerar para que comprendan la situación, ni tampoco pecar de exceso de optimismo o fingir que no ha pasado nada. Responde a sus preguntas, pero no estés hablando continuamente de ello. Si la situación está bien aclarada no tendrán que recurrir a su imaginación para cubrir la falta de información. Para predisponerle positivamente a ir al cole también puedes hablarle del reencuentro con sus amigos, de lo que va a aprender…

2.  Deja que expresen sus sentimientos libremente

Ante una situación que no acaban de comprender, como no poder abrazar a sus amiguitos o tener que separarse de los padres después de muchos meses con ellos, es normal que haya más rabietas y enfados. Los más pequeños no saben nombrar ni gestionar sus emociones, pero tú sí. Valida su emoción y quédate con tu hijo hasta que se le pase. Cuando esté más tranquilo, probablemente sea él mismo quien siga a lo suyo.

En el caso de los adolescentes, algunos se saltan las normas porque no creen que puedan contagiarse. La rebeldía forma parte de esta etapa vital y eso hay que comprenderlo, pero no disculparlo. Convierte tu hogar en un lugar acogedor en el que tu hijo se sienta libre de expresarse, busca un momento en el que estéis todos tranquilos y habla con él desde la calma. Y, sobre todo, no olvides que no va a servirte de nada insistirle y ‘calentarle la cabeza’ si tú no das ejemplo. Y esto nos lleva al tercer consejo.

Ayuda a tus hijos a expresar sus sentimientos.

3. Convierte la imaginación en tu aliada: Juegos y cuentos

Echa mano de tu creatividad para preparar emocionalmente a tus hijos de cara al inicio de las clases. A los más pequeños les va a resultar especialmente difícil no poder abrazar a sus amiguitos y mantener la distancia, así que empieza por enseñarles a expresar su cariño de otra manera: tirando besos, abriendo mucho los brazos como si enviasen un abrazo enorme a la otra persona, saludándose con los codos, etc. (y siempre desde el juego). Los cuentos también son excelentes herramientas. Puedes inventar tus propias historias o recurrir a cuentos ya escritos. Te recomiendo dos:

  • “Hasta que podamos abrazarnos”, de Eoin McLaughlin, ayuda a preparar emocionalmente a los más peques para esta forma diferente de relacionarse a la que tendrán que adaptarse este curso.
  • “La ventana mágica”, de Anabel García Capapey, es una historia tierna y entrañable para enseñar al niño a transitar el miedo y la inseguridad que puede provocarle la vuelta al cole y adaptarse a los cambios que supone una situación como la que estamos viviendo.

4. Presta atención a posibles síntomas de ansiedad

Inquietud, irritabilidad, trastornos del sueño, síntomas físicos (dolor de cabeza, pérdida de apetito o ataques de hambre, fatiga…), dificultades de atención y concentración o problemas de memoria, son alguno síntomas que pueden indicarnos que nuestro hijo sufre ansiedad. Por lo general, a los niños les resulta difícil hablar de sus temores o aflicciones, por lo que los padres debemos fijarnos si están más retraídos de lo habitual, han comenzado a sentirse demasiado preocupados por algo en particular o no duermen las horas suficientes. Ahora bien, aunque es importante observar detenidamente al niño, tampoco deben magnificarse los problemas; si tratamos todas sus preocupaciones como algo muy grave, puede comenzar a pensar que el mundo es un lugar peligroso. No todas las preocupaciones necesitan ayuda profesional; algunas son normales para la edad del niño, e incluso pueden demostrar que está madurando.

5. Enséñale a relajarse

No solo los adultos necesitamos aprender a relajarnos para gestionar mejor el día a día y dar esquinazo al estrés y la ansiedad. Los niños también pueden beneficiarse mucho de juegos y técnicas destinados a calmarlos, a reducir el malestar que pueda producirles enfrentarse a situaciones a las que no están habituados y también a entrenar el autocontrol y la concentración. Hay muchas actividades que pueden aportar calma al niño. Algunas de ellas: hacer yoga, pintar mandalas, escuchar música relajante, practicar ejercicios para aprender a regular la respiración, preparar un frasco de la calma, practicar la técnica de relajación de Koeppen, etc.

Enseñar a tu hijo técnicas de relajación le ayudará a gestionar mejor emociones como la ira o la frustración.

6. Predica con el ejemplo

Los padres son el espejo en el que se miran sus hijos. No olvides que ellos se fijarán siempre antes en tus acciones que en tus palabras porque eres su modelo a seguir. Si tú no utilizas mascarilla o no das excesiva importancia a establecer el adecuado distanciamiento social y luego insistes a tus hijos para que lo hagan solo los confundirás y, probablemente, acaben imitando tu comportamiento. Lo mejor es asentar las medidas desde casa para que luego sea más fácil replicarlas en el colegio. Cuanto más lo hayan interiorizado, más normal será para todos Y no solo eres modelo de conducta, sino también emocional. Los niños continuamente observan los comportamientos y emociones de los adultos en busca de señales sobre cómo manejar sus propios sentimientos.

7. Practica la empatía

A veces olvidamos que nosotros también fuimos niños y adolescentes en algún momento y quitamos importancia a los disgustos de nuestros hijos. Pero para ellos, son problemas importantes. Especialmente en una situación de crisis como la que estamos atravesando a causa del COVID-19, los padres deben estar muy atentos a las señales y sentimientos de sus hijos y empatizar con ellos para generar diálogo y confianza. Tu hijo necesita que le comprendas, que le des seguridad, que le digas que todo está bien. Tenemos que hacerles ver y sentir que juntos encontraremos soluciones a todos los obstáculos que puedan ir surgiendo en el camino.

8. Evita la sobreprotección

Hay dos factores que juegan a favor de los más pequeños de la casa en lo relacionado con la pandemia del coronavirus: su capacidad de adaptación y su habilidad para vivir el ‘aquí y ahora’. La mayoría no está pensando en los posibles rebrotes o en una vuelta al confinamiento. Son los padres los que se plantean este tipo de cuestiones, los que se encuentran más angustiados o temerosos ante la situación. Sobreproteger a los niños y quitarles las piedras del camino afecta a su desarrollo emocional y los hace dependientes e inseguros. No subestimemos la capacidad de superación de nuestros hijos y tratemos de que vivan la situación como una aventura por descubrir. Además, ya se han interrumpido las clases antes, así que si vuelve a ocurrir los niños ya tendrán ese aprendizaje interiorizado.

Evita la sobreprotección y confía en la capacidad de adaptación de tus hijos.

9. Mantén contacto con el colegio

Si en condiciones normales, mantener una comunicación fluida con los profesores es beneficioso para nuestros hijos, en una situación excepcional como esta esa comunicación es aún más esencial. Es necesario unirse y dejar las diferencias a un lado. Si un padre se pone nervioso, no debería pagarlo con el profesor, ni este descargar su frustración con los padres de sus alumnos. Es fácil entender que esto solo perjudicará al alumno. Al fin y al cabo, todos queremos lo mejor para los niños. Nuestros hijos necesitan a sus profesores y compañeros para mejorar su equilibrio emocional.

10. Pide ayuda si la necesitas

Si observas que tu hijo muestra síntomas de ansiedad de forma continuada o le ves más irascible o apagado de lo normal, acude a un psicólogo. En cuanto a ti, padre, madre, cuidador principal, recuerda que para el niño es beneficioso que muestres tus emociones y no las ocultes, pero no lo es ver que las personas que lo cuidan se bloquean. Si la situación te abruma, sientes que no tienes suficientes recursos de afrontamiento y no puedes gestionar tus propias emociones, no tengas reparos en pedir ayuda profesional. Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantada de ayudarte.

Y recordad algo muy importante. De nuestra capacidad como adultos para convertir los momentos difíciles en aprendizajes dependerá que nuestros hijos desarrollen una adecuada tolerancia al cambio y nuevas formas de gestionar la dificultad.

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El trastorno dismórfico corporal causa un gran sufrimiento a quien lo padece.

Trastorno dismórfico corporal: La angustiosa búsqueda de la perfección

Trastorno dismórfico corporal: La angustiosa búsqueda de la perfección 1920 1279 BELÉN PICADO

¿Os habéis sentido en alguna ocasión insatisfechos con alguna parte de vuestro aspecto físico? ¿Habéis fantaseado con la idea de cambiar algo de vuestro cuerpo? En realidad, casi siempre va a haber algo en nuestro físico con lo que no estemos del todo conformes. Pero la mayoría lo aceptamos y seguimos adelante. Sin embargo,  hay personas que viven obsesionadas con buscar la perfección. Sufren trastorno dismórfico corporal, también conocido como dismorfia corporal o dismorfofobia.

Los afectados sienten una preocupación extrema por algún aspecto de su físico que ven como un defecto o una deformidad, aunque no sea evidente para los demás o solo levemente visible. Tienen una percepción distorsionada de su cuerpo y viven inmersos en un sufrimiento continuo, con un permanente miedo al ridículo y a que los rechacen por su apariencia.

El caso más conocido es el de Michael Jackson, que se sometió a múltiples cirugías para cambiar su apariencia. Pero hay otros tan impactantes como el de Rodrigo Alves, más conocido como el Ken Humano. Incluso famosos considerados modelos de belleza han hablado abiertamente sobre la mala relación que tienen con su cuerpo. Es el caso de los actores Uma Thurman y Robert Pattinson y la cantante Natalie Imbruglia, entre otros.

«Pasé los primeros 14 años de mi vida convencida de que mi aspecto era horroroso. Era alta, con pies grandes y rodillas huesudas. Me sentía muy fea. Tenía una nariz grande, una boca grande y unos ojos separados, como si tuvieras dos peces nadando entre las orejas. Incluso hoy, cuando la gente me dice que soy bella, no creo una palabra», confesó la protagonista de Pulp Fiction, según cita el libro Overcoming body image problems including body dysmorphic disorder (La superación de los problemas con la imagen corporal, incluyendo el trastorno dismórfico).

Resulta irónico que, mientras muchos sueñan con parecerse a algún personaje conocido, los propios famosos estén descontentos con su físico, ¿verdad?

Michael Jackson es el caso más conocido de trastorno dismórfico corporal.

Michael Jackson.

Pero, ¿qué es eso del trastorno dismórfico corporal?

El Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-5) incluye el trastorno dismórfico corporal dentro del espectro del trastorno obsesivo-compulsivo. Los criterios necesarios para diagnosticarlo son:

  • Preocupación por uno o más defectos o imperfecciones percibidas en el aspecto físico que no son observables o parecen sin importancia a otras personas.
  • Llevar a cabo comportamientos (mirarse en el espejo continuamente, asearse en exceso, etc.) o actos mentales (comparar el propio aspecto con el de otros) repetitivos como respuesta a la preocupación por el aspecto.
  • Malestar y/o deterioro significativo, causado por la preocupación, en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.

Otras características que pueden presentarse son: aislamiento social; sentimientos de vergüenza, culpa y/o soledad; abuso de sustancias; autolesiones y pensamientos suicidas cuando el grado de sufrimiento y de desesperanza es muy alto. Asimismo,  es habitual que los afectados recurran a comparaciones constantes con amigos, familiares o famosos (comparaciones en las que, por supuesto, salen perdiendo). También piden continuamente la opinión de personas cercanas ante la necesidad de que les tranquilicen. Pero esto solo les alivia al principio… hasta que terminan pensando que no les dicen la verdad o que no se preocupan verdaderamente por ellos.

Si bien la preocupación excesiva puede afectar, en general, a cualquier parte del cuerpo, suele estar focalizada en la piel, pelo, nariz, estómago, pechos, genitales, ojos y dientes. Las mujeres se preocupan más por la cara, el cabello y el pecho, mientras que los hombres se angustian en mayor medida por el aspecto y tamaño de los genitales. También es muy probable que se vean involucradas varias zonas corporales a la vez.

Del espejo a la cirugía

Normalmente, quien sufre dismorfofobia opta por tres alternativas:

  • Fuera espejos. La persona no soporta verse en el espejo. Evita mirarse y también que la miren, así que se obsesiona con ocultar el ‘defecto’ para que nadie lo vea (con maquillaje, ropa, gafas de sol, etc.). Hay quien, incluso, retira todos los espejos de casa.
  • Control excesivo. En este caso, se ejerce un control excesivo sobre el ‘defecto’ y la persona necesita mirarlo una y otra vez para comprobar que sigue ahí. Puede llegar a pasarse de 3 a 8 horas al día pensando en la supuesta imperfección. Y lo mismo que con los espejos les pasa con las fotos. O se niegan a que les tomen fotos o se sacan compulsivamente cientos de selfies para encontrar alguno en el que se vean favorecidos.
  • Intervenciones estéticas. Otra opción que se toma para acabar con el problema es recurrir a tratamientos e intervenciones estéticas, incluida la cirugía. Y lo que suele ocurrir es que, o bien no quedan conformes y repiten, o encuentran una nueva parte del cuerpo con la que obsesionarse entrando, de cualquier modo, en un círculo vicioso continuo y muy peligroso.

Las personas con dismorfofobia tienen una percepción distorsionada de su cuerpo.

Factores que aumentan el riesgo de sufrir dismorfofobia

  • Modelo familiar. Los padres que viven condicionados por el qué dirán o dan una gran importancia al aspecto físico y a la perfección pueden generar, sin proponérselo, muchas inseguridades en sus hijos. Estas inseguridades, a su vez, acabarán desembocando en complejos y en una baja autoestima.
  • Haber sufrido acoso o maltrato. Alrededor del 60 por ciento de las personas con trastorno dismórfico corporal admiten haber padecido repetidos episodios de humillación y burlas por su aspecto físico en su infancia y juventud.
  • Cultura de la imagen. La importancia que se da a la imagen es cada vez mayor, especialmente desde los medios de comunicación y las redes sociales. De este modo, se defiende y aplaude un canon de belleza engañoso que está muy alejado de la realidad y de la amplia diversidad de cuerpos y formas que vemos a diario.
  • Ciertos rasgos de personalidad. Hay características relacionadas con el inicio y el curso de la dismorfia corporal, como la timidez, la baja autoestima, un temperamento ansioso, la tendencia al perfeccionismo y la autoexigencia, o la excesiva necesidad de aprobación social.
  • Ser adolescente. Aunque el trastorno puede aparecer en la infancia o en la edad adulta, lo más habitual es que se inicie en la adolescencia. Y es que es en esta etapa cuando la persona se encuentra más sensible a las críticas respecto a la apariencia física.

El yo rechazado

Muy relacionado con la vergüenza por un físico que se considera imperfecto, existe un concepto importante: el yo rechazado. La psicóloga Natalia Seijo lo explica muy bien en este artículo: “Se trata de aquello que la persona no quiere volver a ser nunca más; alguien que de hecho existió en el pasado, que ahora rechaza y que representa la imagen de lo que la avergüenza y la preocupa».

Según Seijo, el yo rechazado y la distorsión de la imagen corporal aparecen cuando la imagen que tiene el paciente de su «yo del pasado» (y que rechaza) se interpone entre la imagen que la persona ve reflejada en el espejo y su imagen real en la actualidad: «No querer volver a ser esa persona provoca una preocupación extrema. La representación mental del ‘yo rechazado’ puede ser, por ejemplo, el ‘yo de los 15 años’, con los mismos defectos que tenía entonces. Hacia esta parte de sí misma, la persona siente rechazo, vergüenza y preocupación. Dado que se ve a sí misma a través de este yo rechazado del pasado, es incapaz de ver su imagen corporal con objetividad cuando se mira al espejo. No ve la imagen que el espejo refleja; en su lugar ve el cuerpo del pasado, el de los 15 años, que ya no es real ni lo será nunca más».

La persona con dismorfia corporal teme continuamente ser rechazada por su apariencia física.

Vigorexia, una variante del trastorno dismórfico corporal

La vigorexia o dismorfia muscular es una variante del trastorno dismórfico corporal. Afecta sobre todo a los hombres y hace referencia a la obsesión por conseguir un cuerpo hipermusculado. Para conseguirlo, la persona puede pasar horas y horas en el gimnasio, pesarse continuamente, llevar una dieta muy estricta y restrictiva o consumir hormonas y anabolizantes para aumentar la masa muscular.

Quienes la sufren tienen la percepción de que son menos musculosos de lo que deberían ser. Se ven excesivamente delgados, aunque en realidad tengan un cuerpo muy musculoso. Además, experimentan un considerable malestar cuando no pueden realizar su entrenamiento y tienden a evitar situaciones en las que su cuerpo pueda ser observado. Incluso, llegan a eludir toda actividad social.

Tomar conciencia, el primer paso para un tratamiento efectivo

Uno de los problemas a la hora de diagnosticar y tratar la dismorfia corporal es que quienes la padecen no suelen buscar ayuda. Por un lado, temen sentirse juzgados o que les vean superficiales y vanidosos. Por otro, como la persona está convencida de que su percepción es real, en vez de buscar ayuda psicológica, recurre a tratamientos estéticos que no solo solucionan su problema, sino que acaban agravándolo. El problema no es esa parte del cuerpo que quiere modificar. El problema está en la percepción que tiene de ella (y eso no se soluciona a golpe de bisturí).

A la hora de iniciar una terapia, lo primero es tomar conciencia del problema. El tratamiento pasará por desmontar la creencia de que un cambio físico va solucionar el malestar y ayudar al paciente o a la paciente a que sea capaz de ver que es justo al contrario: que esa fijación es la que provoca todo su sufrimiento.

Para ello se trabajarán diferentes aspectos. Entre ellos, facilitar psicoeducación sobre el problema, reforzar la autoestima, trabajar en recursos de afrontamiento y técnicas de relajación, aprender a identificar y desmontar los pensamientos distorsionados y mejorar la conciencia de uno mismo y del momento presente. Además, a través de EMDR se identificará el momento en que empezó el trastorno y se elaborarán los posibles traumas que lo generaron.

En caso de que necesites ayuda, no dudes en ponerte en contacto conmigo y te atenderé lo antes posible.

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