Narcisista

Parece amor, pero no lo es. 15 señales para detectar una relación tóxica

Parece amor, pero no lo es: 15 señales para detectar una relación tóxica

Parece amor, pero no lo es: 15 señales para detectar una relación tóxica 1500 1000 BELÉN PICADO

«Sin ti no soy nada», «Te quiero más que a mi vida», «Tú eres la única persona que me entiende»… Frases como estas, que hemos escuchado una y otra vez, tienen poco de amor y mucho de dependencia emocional, pérdida de identidad y, en definitiva, de relación tóxica. Amar es una experiencia maravillosa cuando se construye sobre una base sólida de respeto mutuo, equilibrio y bienestar compartido. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro, ni todo lo que parece amor, lo es.

Detrás de emociones intensas, gestos románticos deslumbrantes o promesas que parecen demasiado buenas para ser verdad, suelen esconderse actitudes y comportamientos que, lejos de aportar felicidad, pueden hacer mucho daño. Saber reconocer estas situaciones a tiempo nos ayuda no solo a evitar relaciones dañinas, sino también a proteger nuestro bienestar emocional.

En este artículo, te doy 15 claves para identificarlas:

1. Demasiado, demasiado pronto

Cuando al inicio de una relación (o incluso sin que exista realmente una) alguien te ‘bombardea’ con declaraciones de amor, halagos desmedidos o regalos exagerados, es importante detenerse y evaluar la situación. Este comportamiento, conocido como love bombing (bombardeo de amor), busca generar una conexión emocional rápida y artificial, creando la ilusión de un vínculo profundo en muy poco tiempo. Aunque puede parecer romántico, suele estar motivado por una necesidad de control, ya que la persona intenta que te sientas en deuda o atrapado/a emocionalmente.

El amor genuino necesita tiempo para desarrollarse; cuando todo avanza demasiado rápido, es una señal de alerta.

2. «Solo tú puedes hacerme feliz»

Si tu pareja te hace sentir responsable de su felicidad o de su estado de ánimo, cargándote con un peso emocional que no te corresponde, es señal de una relación tóxica basada en la dependencia. «Sin ti no soy nada», «Si me dejas, no sé qué voy a hacer con mi vida», «Solo tú puedes hacerme feliz»… Aunque al principio expresiones como estas puedan parecerte una prueba de amor, en realidad reflejan una dependencia emocional tan insostenible como agotadora.

Imagina que estás teniendo un día difícil y necesitas tu propio espacio, pero tu pareja insiste en que atiendas sus emociones porque, de lo contrario, siente que la estás abandonando. Este tipo de comportamiento genera una dinámica en la que tus necesidades quedan relegadas a un segundo plano y terminas priorizando el bienestar de la otra persona constantemente. En una relación sana, cada uno es responsable de su propia felicidad y no necesita recurrir al chantaje emocional.

Relación tóxica

3. Celos disfrazados de amor

En una relación tóxica, los celos suelen interpretarse erróneamente como una demostración de interés o cariño, pero en realidad reflejan inseguridad y necesidad de control. Cuando alguien justifica su comportamiento posesivo con frases como «Me preocupo porque te quiero»  o «Si no me importaras, no estaría celoso», lo que está haciendo es disfrazar el control de afecto.

Este tipo de actitudes se manifiesta en una necesidad constante de saber dónde estás, con quién hablas o qué haces, llegando incluso a revisar tu teléfono o tus redes sociales sin tu consentimiento.

4. Comparaciones constantes

«Mi ex nunca me daba estos problemas», «Ojalá fueras más como tu amiga»… Cuando alguien te compara con otras personas de forma negativa, lo que realmente busca es minar tu autoestima y hacerte sentir insuficiente. Da igual que luego trate de suavizarlo con frases como «Te lo digo por tu bien, porque quiero que saques lo mejor de ti», intentando que creas que lo hace por amor. El daño ya está hecho.

En una relación sana, no deberías sentir que tienes que competir con el pasado o con otros para ser suficiente.

5. Detalles que no son tan generosos como parecen

El amor no se mide en favores ni debería basarse en un intercambio constante de pruebas de afecto. En una relación tóxica, estos gestos suelen ser una herramienta de manipulación. Si alguien espera que devuelvas cada muestra de cariño de manera desproporcionada o utiliza su «esfuerzo» como excusa para exigirte algo a cambio, no está actuando por generosidad, sino intentando condicionarte y ejercer dominio sobre ti.

6. Aislamiento disfrazado de exclusividad romántica

Una estrategia común en las dinámicas de control es alejarte de tu círculo social o familiar, no de forma directa, sino disfrazándolo de romanticismo o de protección. Frases como «No entiendo por qué necesitas salir tanto con ellos si me tienes a mí» o «Tu familia no te entiende como yo» pueden parecer inofensivas, pero en realidad buscan crear una dependencia emocional y aislarte poco a poco de tus redes de apoyo.

En una relación sana, tu pareja fomentará tu autonomía y te animará a mantener vínculos saludables con tus seres queridos, en lugar de restringirlos. En una relación tóxica, sin embargo, el aislamiento no es casual, sino una estrategia para ejercer control.

7. «Quiero pasar contigo todo el tiempo posible»

La idea de pasar mucho tiempo con la persona que amamos suele asociarse con una relación fuerte y comprometida. Sin embargo, cuando este deseo se convierte en una necesidad o exigencia constante y se interpreta como una prueba irrefutable de amor, es probable que termine derivando en una relación en la que se ignoran las necesidades individuales de cada miembro de la pareja.

Esto ocurre, por ejemplo, cuando cada vez que quieres hacer algo sin tu pareja notas que se entristece, se molesta o insiste en acompañarte. Poco a poco, puedes empezar a sentirte culpable por querer tu propio espacio y, con el tiempo, acabar renunciando a él.

8. Promesas vacías

Cuando las palabras de alguien no coinciden con sus acciones, es una señal clara de manipulación y una dinámica frecuente en una relación tóxica. Esto incluye prometer cambios o compromisos futuros que nunca se materializan, como alguien que dice «Por ti voy a cambiar, te lo prometo», pero sigue repitiendo los mismos comportamientos dañinos.

Estas personas pueden hablar de construir un futuro juntos para mantenerte enganchado/a, pero sin dar pasos concretos en esa dirección. Este tipo de inconsistencia genera frustración y te deja en un estado de incertidumbre constante. Las relaciones saludables no se basan en palabras vacías, sino en acciones que respalden los compromisos.

9. «No soporto verte triste»

A primera vista, que tu pareja diga que no soporta verte triste puede parecer una muestra de empatía y amor. Sin embargo, si cada vez que expresas emociones como tristeza, enfado o miedo, su reacción es de incomodidad, impaciencia o incluso enfado, es probable es que termines reprimiendo lo que sientes para evitar conflictos y ahorrarte discusiones.

Si al intentar hablar de algo que te preocupa tu pareja cambia de tema, te dice que no quiere verte triste o te pide que «te animes» por él/ella, no está demostrando amor, sino evitando enfrentarse a tus emociones.

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10. La delgada línea entre la idealización y la devaluación

Al inicio de la relación o incluso antes, como parte de la conquista, esa persona que tanto nos gusta puede colocarnos en un pedestal, elogiándonos constantemente y haciéndonos sentir como si fuéramos lo mejor del mundo. Es normal que nos sintamos halagados e, incluso, que lleguemos a pensar que esta vez sí hemos encontrado el amor verdadero…

Sin embargo, antes de mandar las invitaciones de boda, respiremos y reduzcamos la velocidad. Sobre todo, prestemos atención a cómo evoluciona su actitud, porque, en algunos casos, esa fase de fuegos artificiales no tarda en ser reemplazada por una etapa de devaluación en la que comienzan a señalar nuestros defectos, a criticarnos o a compararnos negativamente con otras personas.

Por ejemplo, un día te dice que eres la persona más maravillosa que ha conocido, pero al día siguiente te reprocha que no eres «lo suficientemente atento/a». Este cambio abrupto generará confusión y te hará cuestionarte constantemente si estás haciendo algo mal. En una relación saludable no hay idealizaciones extremas ni cambios drásticos en el trato de un día para otro.

11. Una de cal y otra de arena

Esta estrategia es una versión de la anterior cuando la relación ya lleva un tiempo. Tu pareja te da una de cal y otra de arena: en un momento te pone por las nubes, te dice lo maravilloso/a que eres y lo feliz que es contigo y, en un abrir y cerrar de ojos, te culpa de todo, te tilda de exagerado/a y se burla de tu «exceso de sensibilidad».

Este patrón, conocido en psicología como refuerzo intermitente, es una de las razones por las que resulta tan difícil salir de situaciones de maltrato. Si, por lo general, tu pareja te critica, pero de vez en cuando, y de forma totalmente aleatoria, te dice algo bonito, es probable que te quedes enganchado/a, intentándolo todo para conseguir ese ‘premio’.  Al final, acabarás creyendo que, si cambias, la otra persona también lo hará.

(En este blog puedes leer el artículo “Luz de gas o gaslighting (I): Identifica si sufres este tipo de maltrato psicológico”)

12. Falta de coherencia entre palabras y hechos

Cuando alguien nos importa de verdad, siempre buscamos la coherencia entre lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos. Si una persona te dice que te ama pero actúa con desdén o indiferencia, está enviando mensajes contradictorios que no solo dañan la relación, sino también tu autoestima.

Imagina que tu pareja te pregunta por qué estás tan callado/a y, cuando te animas a compartir tus sentimientos con la esperanza de mejorar las cosas, te pone cara de «Ya estás otra vez con lo mismo…». Este tipo de interacción, en la que se transmiten al mismo tiempo dos mensajes opuestos —uno verbal y otro no verbal—, se conoce como doble vínculo y, cuando se hace de forma consciente, es una forma de manipulación muy dañina.

(En este blog puedes leer los artículos «Doble vínculo (I): La trampa emocional de los mensajes contradictorios» y «Doble vínculo (II): Cómo evitar sufrirlo y generarlo«)

13. «Solo yo puedo ayudarte»

En una relación tóxica es común que una persona quiera convertirse en tu única fuente de apoyo emocional, ignorando que necesitas tu propio espacio y que tienes otras relaciones significativas. Esto puede manifestarse con expresiones como: «Solo yo puedo ayudarte». Aunque al principio pueda parecer un gesto de interés, en realidad es una forma de aislamiento emocional que busca generar dependencia.

El amor sano te permite contar con múltiples fuentes de apoyo y no te hace sentir culpable por buscar consejo o compañía en otras personas. Si alguien insiste en que toda tu carga emocional debe recaer sobre él o ella, está ignorando la importancia de tu autonomía y bienestar.

Relaciones tóxicas

14. «Eres todo lo que necesito en la vida»

Si la persona con quien tienes una relación insiste en que le basta estar a tu lado para sentirse plena y en que no necesita disfrutar de otras áreas de su vida (amistades, aficiones), en realidad está colocando sobre ti una carga que no te corresponde.

Al principio, frases como «Eres todo lo que necesito en la vida» o «Si te tengo a ti, ya no necesito más» pueden parecer una hermosa declaración de amor y una forma de resaltar lo importante que eres para la otra persona. Sin embargo, cuando el amor se convierte en la única fuente de felicidad y de plenitud, la relación deja de ser un espacio de crecimiento mutuo para transformarse en dependencia emocional. Nadie debería llevar sobre sus hombros la responsabilidad absoluta de la felicidad de otra persona.

15. «Si me altero tanto contigo es porque me importas»

Los desacuerdos son normales y pueden ser una oportunidad para crecer juntos, siempre que se manejen con respeto y comunicación. Sin embargo, hay quienes defienden las discusiones constantes, las actitudes agresivas o incluso las faltas de respeto con frases como «Si me altero tanto contigo es porque me importas» o «Me enfado contigo porque quiero lo mejor para ti».

Este tipo de razonamientos, más propio de una relación tóxica, pueden hacerte creer que los conflictos frecuentes, los gritos y los reproches son una prueba de amor y pasión. Pero la realidad es que el amor no debería ser como una guerra continua ni como una montaña rusa emocional donde en un momento te sientes querido/a y al siguiente culpable o atacado/a.

Si alguien justifica las discusiones acaloradas o los arrebatos como una prueba de cuánto le importas, en lugar de esforzarse por mantener una comunicación respetuosa, no le creas. En el amor verdadero, el respeto nunca se negocia, por mucha pasión que haya en la relación.

En conclusión, el amor sano no duele, no se impone ni genera miedo. Si te has identificado con alguna de estas señales, recuerda que reconocer una relación tóxica es el primer paso para aprender a construir vínculos más saludables. basados en el respeto, la libertad y el bienestar mutuo.

Ecoísmo o la cara opuesta del narcisismo: Existir sin que se note

Ecoísmo o la cara opuesta del narcisismo: Existir sin que se note

Ecoísmo o la cara opuesta del narcisismo: Existir sin que se note 1920 1272 BELÉN PICADO

¿Tienes tanto miedo a convertirte en alguien arrogante que te machacas si se te escapa una sonrisa de orgullo por algún logro conseguido? ¿Sientes que si pides ayuda te convertirás en una carga para el otro? ¿Eres incapaz de anteponer tus necesidades a los deseos de los demás, sean cuales sean las circunstancias, porque te sentirías la peor persona del mundo? A veces, el miedo vernos o a ser vistos como narcisistas acaba llevándonos al extremo opuesto. Y desde ahí nos esforzaremos en hacer todo lo posible por no sobresalir y por mantenernos siempre en un perfil cuanto más bajo mejor.  A esta forma de pensar y funcionar se le denomina ecoísmo.

Conviene aclarar que el ecoísmo no es un trastorno, sino un rasgo de personalidad, como puede serlo la introversión o la extraversión. A veces también funciona como una estrategia de supervivencia a la que se ha aprendido a recurrir, hasta interiorizarla y convertirla en automática. Si quiero estar a salvo y sentirme querida y aceptada, tengo que asegurarme de pedir lo menos posible, dar todo lo que pueda y no destacar demasiado.

Ecoísmo y narcisismo

Ambos términos vienen del mismo mito griego. En la historia que cuenta cómo Narciso se enamoró de su propio reflejo aparece también otro personaje llamado Eco, una ninfa del bosque a quien la diosa Hera privó de su voz, condenándola a poder repetir únicamente las últimas palabras que escuchara de otros. Esta limitación fue especialmente dolorosa cuando la joven se enamoró de Narciso y se vio incapaz de expresar su amor con palabras propias. Después de que él la rechazase sin piedad (como suele ocurrir en las relaciones con un narcisista), una destrozada Eco se ocultó en una cueva donde su cuerpo físico acabó desvaneciéndose, quedando solo su voz.

A partir de este relato, el psicólogo estadounidense Craig Malkin desarrolló el concepto de ecoísmo, relacionándolo con esas personas que han perdido su propia voz y solo existen para hacerse eco de la de los demás.

En realidad, ecoísmo y narcisismo son los dos extremos de un continuo en el que la sana autoestima se situaría en la zona media, el Narciso grandioso y carente de empatía se encontraría en un polo, y la Eco desvalida y sin voz, en el otro. Y si bien nadie quiere convertirse en un narcisista arrogante y egocéntrico, tampoco es buena idea irse al lado contrario, donde seremos incapaces de ver nuestras propias necesidades, y mucho menos de atenderlas.

(En este blog puedes leer el artículo «El narcisismo sano también existe (y es esencial para tu autoestima)»)

Eco y Narciso, John William Waterhouse

Eco y Narciso, de John William Waterhouse

Cómo he llegado hasta aquí (la respuesta está en la infancia)

Las personas con tendencia al ecoísmo han crecido, por lo general, en entornos donde sus propias necesidades emocionales eran minimizadas e ignoradas. Os pongo varios ejemplos:

  • Cuando era niña, Sara creía que su madre lo sabía todo y era perfecta. A medida que fue creciendo, aprendió que, para obtener la atención y la aprobación de su madre, tenía que reforzar la creencia de esta en su propia perfección. Porque si Sara intentaba hacer valer sus propias necesidades, solo recibía frialdad y desprecio. Y es que un progenitor extremadamente narcisista puede exigir toda la atención de su hijo, sin dejarle espacio para ‘recrearse’ en sí mismo.
  • Francisco tenía un padre que disfrutaba insultando y criticando a los demás y tratándole a él de flojo y torpe. Deseoso de ver feliz y complacer a su progenitor, Francisco se desvivía por satisfacer cada una de sus peticiones. De adulto, repitió este patrón con amigos y parejas. Tener unos padres acostumbrados a imponer su voluntad dificultan que el niño se permita escuchar sus propios pensamientos y deseos.
  • El padre de Lucía siempre estaba de mal humor y montaba en cólera cada vez que no se hacía exactamente lo que él quería (un plato mal colocado bastaba para estallar). Así que ella aprendió que no debía molestar si no quería tener problemas. Llegó un momento en que ya no solo tenía miedo de decir lo que quería o pensaba, sino que ni siquiera era capaz de verlo.
  • En casa de Rafaela estaba muy mal visto tener aspiraciones. Consideraban que «Soñar a lo grande» era propio de personas «arrogantes» y tener el atrevimiento de requerir algún tipo de atención especial lo veían como el colmo del egoísmo. Rafaela aprendió a conformarse, a ponerse siempre en último lugar y a dar por hecho que tener amor propio y un saludable orgullo era algo vergonzoso.

Algunos progenitores muy controladoras y con un estilo autoritario de crianza, suelen creer, erróneamente, que criticar a un hijo o minimizar sus logros evita que «se le suba a la cabeza» o que se vuelva egocéntrico y orgulloso. El resultado es que ese niño, al aprender que será castigado o tratado de forma hostil si sobresale, se esforzará por pasar desapercibido escondiendo cualquier habilidad que tenga, tal vez incluso a sí mismo.

Igualmente ocurre con frecuencia que estos niños, ansiosos por obtener la atención y el amor de sus figuras de apego, acabarán haciendo todo lo posible por llenar el vacío de estas y sucumbiendo a la parentalización o inversión de roles.

Las personas con un alto grado de ecoísmo han crecido a menudo en entornos donde no se han cubierto sus necesidades emocionales.

¿Tienes una personalidad ecoísta?

Las personas con un alto grado de ecoísmo suelen presentar una serie de características, entre ellas:

1. Mayor sensibilidad emocional, de cara a los demás y a sí mismos

Por una parte, son especialistas en percibir los estados emocionales de los demás y lo hacen de forma especialmente intensa. Tal vez por haber tenido que esforzarse mucho para sintonizar con las necesidades de sus padres en la infancia. Por otro lado, esta sensibilidad se extrapola a su actitud ante cualquier crítica o humillación que reciban. Una mirada de reproche o una mala palabra pueden bastar para que se sientan avergonzados e inadecuados y sufran profundamente. Culpa, vergüenza, rabia, tristeza… son solo algunas de las emociones que pueden experimentar en estos casos. Así que, para no atravesar por todo eso, lo que hacen es pasar inadvertidos («Si paso desapercibido será más difícil que me humilles, me avergüences o me hagas daño»).

Esta sensibilidad, además, está directamente relacionada con un alto grado de empatía. Obviamente, ser empático está muy bien, pero serlo en extremo, que es lo que suele ocurrirles a estas personas, puede convertirse en una carga demasiado pesada. Especialmente, si se priorizan las emociones y necesidades de los demás, ignorando o minimizando las propias.  Y todo para evitar conflictos o desagradar a otros.

2. Dificultad para reconocer y expresar las propias necesidades y deseos

El resultado de haberse pasado la vida enfocándose en lo que desean o necesitan los demás, hará que la persona con un alto grado de ecoísmo ni siquiera sea capaz de reconocer lo que necesita o desea ella misma. Y si llega a identificarlo, le resultará muy difícil expresarlo por miedo a ser una carga o causar molestias. Al final, el precio a pagar por ese silencio será mucha frustración, resentimiento o vacío emocional, ya que esas necesidades emocionales seguirán existiendo aunque sin ser satisfechas.

A su vez, esa incapacidad para expresar las propias necesidades lleva también a no pedir ayuda ante el temor de que hacerlo sea visto como un signo de debilidad o pueda desatar conflictos o críticas. Como resultado, uno prefiere enfrentar sus problemas en silencio, lo que muy probablemente le conducirá al aislamiento y la soledad.

3. Hipervigilancia sobre el impacto que puede tenerse sobre los demás

Hay un estado de alerta constante y un exceso de preocupación por cómo las propias palabras, acciones, o incluso su presencia, podrían afectar a los demás. Se anticipa y analiza en exceso las posibles reacciones de los otros, con el fin de evitar causar incomodidad, conflicto, o cualquier forma de descontento. La mera idea de haber «cargado» a alguien con sus problemas puede sumirles en una espiral de vergüenza y automachaque.

Esta hipervigilancia es, en parte, una estrategia de protección desarrollada a partir de experiencias pasadas en las que las reacciones negativas de otras personas resultaron dolorosas o amenazantes. Como resultado, los ecoístas adaptarán su comportamiento constantemente para minimizar cualquier impacto negativo percibido en los demás. El resultado: la autoanulación y el agotamiento emocional.

4. Baja autoestima

El hecho de no sentirse especiales, minimizar los propios logros o ignorar las propias necesidades o deseos creyendo no merecer el mismo nivel de consideración que quienes están a su alrededor conduce a una autopercepción negativa y esta a su vez, refuerza la conducta de mantenerse en un segundo plano en las relaciones interpersonales.

Además, este sentimiento de insuficiencia, de no sentirse válido ni digno, dificulta mucho que puedan reconocer su propio valor, poner límites, confiar en sus propias capacidades o, simplemente, dar su opinión sobre cualquier tema.

5. Miedo a ser especial y a destacar

Existe una profunda aversión a sobresalir, incluso cuando se tiene la capacidad o los méritos para hacerlo. Se trata de un miedo arraigado en la creencia de que destacar podría atraer críticas, envidias, o generar expectativas imposibles de cumplir. Para evitar estos riesgos, el ecoísta tiende a restar importancia a sus talentos, habilidades y logros, prefiriendo mantenerse en un segundo plano. Un mecanismo de evitación que no solo impide que reciba el reconocimiento que merece, sino que también le lleva a limitar su crecimiento personal y profesional y a dejar escapar oportunidades que podrían ser muy importantes para él.

(En este blog puedes leer el artículo «Síndrome de Solomon: Callar para encajar (o por qué tenemos miedo a destacar«)

Otro motivo por el que huyen de llamar la atención o sentirse especiales, es el miedo a ser vistos como vanidosos, arrogantes o narcisistas. Hasta el punto de llegar a adoptar una actitud de extrema modestia. Este rasgo, aunque suela verse como una virtud, en realidad refleja un profundo temor a ser vistos como diferentes o a ser juzgados negativamente por sobresalir. De hecho, es posible que se sientan tan incómodos ante un elogio o una muestra de admiración que acaben rechazándola de forma vehemente. Y es que tampoco saben qué hacer con ello. Como si dijeran: «¡No te atrevas a tratarme como si fuera especial!».

Ecoísmo o la cara opuesta del narcisismo: Existir sin que se note

6. Tendencia a acercarse y relacionarse con narcisistas

Es muy habitual y tiene todo el sentido que ecoístas y narcisistas se sientan atraídos entre sí y conecten tan bien entre ellos. Y es que ambos favorecen que se cree una relación en la que las necesidades de ambas partes parecen verse satisfechas (al menos en apariencia).

¿Cómo? El narcisista tiene la oportunidad de monopolizar toda la atención sin que haya ningún desafío o amenaza a su ego mientras que el ecoísta puede ocultarse a la sombra del narcisista para satisfacer su tendencia a rechazar la atención y poner los deseos del otro en primer lugar. Para alguien con un alto grado de ecoísmo supone un alivio desviar la atención de sí mismo y sus necesidades. De este modo, pone todo su empeño en cumplir con su rol de cuidador. Justo lo que busca el narcisista, que disfruta de sentirse admirado, ser el centro de atención y tener sus necesidades cubiertas constantemente.

El resultado es que el ecoísta acaba viéndose atrapado en relaciones tóxicas, donde sus propias necesidades y deseos son ignorados o subordinados a los del narcisista. Y perpetuando así un ciclo de autoanulación y dependencia emocional. Y, para empeorar las cosas, cuando el narcisista comience a mostrar comportamientos abusivos, su pareja, su amigo o su familiar ecoísta se culpará creyendo erróneamente que su sensibilidad o sus ‘altas’ expectativas son la causa del maltrato («Esperaba demasiado», «Estoy siendo demasiado intensa», «No debería haberle molestado con mis cosas», etc.).

7. Priorizan sus relaciones sobre sí mismos

Estas personas tienden a poner las necesidades y deseos de los demás por encima de los suyos propios. Este comportamiento surge de un profundo temor a causar conflicto, a no ser amados o a ser percibidos como egoístas. Como resultado, a menudo sacrifican sus propios intereses y bienestar para mantener la armonía en sus relaciones y asegurar que todos a su alrededor estén contentos.

Este patrón de conducta acaba llevando a la autoanulación. En relaciones desequilibradas, especialmente con personas narcisistas, los ecoístas se vuelven extremadamente complacientes. No dudarán en adaptar su comportamiento para satisfacer a la otra persona, incluso a costa de su propia salud emocional y mental. A largo plazo, esta tendencia a priorizar a los demás puede generar resentimiento, agotamiento emocional y una profunda insatisfacción personal. Se sacrifica tanto por mantener sus relaciones que es fácil que se acabe perdiendo a sí mismo.

8. Dificultad para regular ciertas emociones

En su temor a entrar en conflicto o a herir a los demás, tienden a interiorizar emociones como la ira y la frustración. Sin embargo, el hecho de no exteriorizar el enfado no significa que no esté. Al final, la incapacidad de expresarlo de manera adecuada lleva a una acumulación de emociones rechazadas que antes o después se manifestarán. Y lo harán en forma de ansiedad, depresión, problemas digestivos, trastornos del sueño, etc.

Además, mientras no seamos capaces de poner límites, seguiremos quedándonos en relaciones que no nos hacen ningún bien.

Recuperar la voz perdida

Por mucho que nos hayan hecho creer lo contrario, expresar nuestras emociones (incluso las más difíciles), deseos y necesidades, así como reconocer nuestra valía y nuestros logros o establecer límites en nuestras relaciones no es negativo ni egoísta, sino algo natural y necesario para una adecuada salud mental y emocional.

Si te identificas con lo expuesto en este artículo, quizás sea la oportunidad dar el primer paso y pedir ayuda. Iniciar un proceso de terapia te dará la oportunidad de aprender que, para sentirte aceptado, no necesitas renunciar a lo que deseas y necesitas.  Y también tendrás la posibilidad de explorar y expresar los sentimientos que hasta ahora no te atrevías a compartir. En definitiva, dispondrás de un espacio seguro, donde sanar y recuperar esa voz que durante tanto tiempo ha permanecido silenciada.

(Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en tu proceso)

Referencia

Malkin, C. (2021). Replantear el narcisismo: Claves para reconocer y tratar con narcisistas. Barcelona: Eleftheria.

El narcisismo sano también existe y es necesario para una adecuada autoestima

El narcisismo sano también existe (y es esencial para tu autoestima)

El narcisismo sano también existe (y es esencial para tu autoestima) 1500 1000 BELÉN PICADO

Seguro que cuando escuchas hablar de narcisismo o de narcisistas automáticamente te viene a la mente la imagen de alguien sin empatía, con aires de grandeza, un deseo permanente de admiración y sin ningún escrúpulo a la hora de manipular a los demás. Sin embargo, también hay un narcisismo sano y adaptativo que es necesario conocer, valorar y cultivar. Es más, todas y todos necesitamos pasar por un proceso de narcisización en nuestra niñez para poder desarrollar una adecuada autoestima.

En realidad, el narcisismo es una característica inherente a la naturaleza humana y estrechamente vinculada a nuestra identidad. Como otras dimensiones de la personalidad, el narcisismo se extiende a lo largo de un continuo. La diferencia entre contar con una buena autoestima y creerse el amo del mundo dependerá básicamente del lugar de ese continuo donde nos coloquemos. En el caso de una persona con un narcisismo sano se situará en la zona media de ese amplio espectro. Es decir, mostrará un autoconcepto positivo y sabrá cómo satisfacer sus propias necesidades, sin perder la capacidad de ser empática con los demás. Así que, ya veis, todo depende de la dosis.

Narcisismo sano y narcisismo patológico

Existen numerosas definiciones de narcisismo, muchas de ellas asociadas a su parte más negativa y patológica. Como mi intención con este artículo es mostrar su lado más saludable, comparto lo que escribe la psicóloga Cristina Rodríguez Cahill en su libro Los desafíos de los trastornos de la personalidad:

«Se concibe el narcisismo como la integración de la experiencia de uno mismo, unido a una autovaloración sana que conlleva el placer de la autoafirmación, una adecuada satisfacción de necesidades, la capacidad para la dependencia madura y el seguimiento de unos valores éticos. Concebimos el narcisismo como el elemento que permite dar solidez a la identidad y sobre el cual se asienta una autoconsideración positiva y realista, experiencia que puede sufrir fluctuaciones a lo largo de la vida en función de los acontecimientos vividos. El narcisismo, por tanto, como fuente organizadora del psiquismo es una fuerza que adquiere un papel relevante en la cohesión y sensación de estabilidad de la identidad, siendo difícil mantener una imagen ajustada de uno mismo sin esta sensación de consistencia interna».

El narcisismo patológico, sin embargo, se caracteriza por una eterna insatisfacción, la necesidad de ser admirado y adulado a todas horas, tener una imagen inflada de uno mismo, manipular para salirse con la suya, etc. Este tipo de personas pueden ser tan encantadoras en público como hostiles en privado con amigos, pareja o familiares.

(En este mismo blog puedes leer el artículo «20 pistas para identificar a un narcisista (y evitar que te manipule)»)

Una dosis adecuada de narcisismo sano ayuda a desarrollar una autoimagen positiva.

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El miedo a sobresalir

A veces, el miedo a convertirse en alguien arrogante y egoísta puede llevar a hacer todo lo posible por no sobresalir, por no llamar la atención. Incluso hay quien tiene tanto miedo a verse y ser visto como narcisista, que se machaca si se le escapa una sonrisa de orgullo o satisfacción por algún logro conseguido o quien cree ser lo peor si se atreve a reconocer que algo se le da muy bien o si en un momento determinado llega a anteponer sus necesidades a los deseos de los demás.

Esta actitud, conocida también como comportamiento ecoísta, puede deberse a varias razones. Un progenitor extremadamente narcisista, por ejemplo, puede exigir toda la atención de su hijo, sin dejarle espacio para ‘recrearse’ en sí mismo. Es el caso de Sara. Cuando era niña creía que su madre lo sabía todo y era perfecta. A medida que fue creciendo, aprendió que, para obtener la atención y la aprobación materna, tenía que reforzar la creencia de su madre en su propia perfección. Porque si Sara intentaba hacer valer sus propias necesidades, solo recibía frialdad y desprecio.

Otro motivo por el que hay quienes nunca desarrollan un narcisismo sano es el temor a que los demás los envidien. Cuando un niño aprende que será castigado o tratado de forma hostil si sobresale, esconderá o disminuirá su excelencia, tal vez incluso ocultándosela a sí mismo.

Muchos de estos temores en realidad son ‘mandatos’ tácitos que se van transmitiendo en una misma familia de generación en generación.

En cualquiera de estos casos y aunque nos hayan hecho creer lo contrario, es importante recordar siempre que reconocer nuestra valía y nuestros logros no es negativo ni egoísta, sino algo natural y necesario.

(En este blog puedes leer el artículo «Ecoísmo o la cara opuesta del narcisismo: Existir sin que se note»)

El proceso de narcisización en el niño

El proceso de narcisización, o narcisización primaria, es una parte fundamental del desarrollo psicológico en la infancia. A medida que el niño crece, va aprendiendo a distinguir su propio yo del mundo exterior, a formarse una imagen de sí mismo y, en consecuencia, a desarrollar su identidad. Un camino en el que, si todo va bien, se alcanzará un equilibrio entre el amor hacia uno mismo y la empatía hacia los demás.

Al principio y durante los primeros meses de vida, el mundo del bebé gira en torno a sí mismo, no hay una percepción clara de los demás como entidades separadas. Pero, poco a poco, y a través de la interacción con sus figuras de apego, comenzará a percibir su propia imagen como alguien separado de los otros.

En esa interacción con los cuidadores cobra una especial importancia la respuesta de estos y, especialmente, la de la figura de apego principal, que, no solo a través de la voz sino también con el tacto y el contacto físico, transmitirá al niño que está bien como es y que se le quiere incondicionalmente. Por ejemplo, cuando un bebé empieza a dar sus primeros pasos y sus padres lo aplauden o lo elogian, están narcisizando ese acto, están dando valor a lo que hace su hijo. De este modo, si el pequeñín recibe amor, atención y una base segura podrá desarrollar una autoimagen saludable, una autoestima positiva y, por tanto, mostrará un narcisismo sano y adaptativo.

Pero, a veces, este proceso de narcisización fracasa. Puede ser porque el niño no recibe una retroalimentación suficientemente positiva o crece en un entorno negligente y abusivo. Si recibo críticas constantes, si cuando hablo papá y mamá me ridiculizan, me hacen sentir que estoy haciendo algo mal o, directamente, me ignoran, sentiré que hay algo malo en mí.

O bien, el fracaso puede ser por todo lo contrario. Porque ha habido demasiada sobreprotección y se ha caído en una excesiva e irreal valoración del niño.

¿Qué pasa cuando el proceso de narcisización fracasa?

A menudo, cuando no ha habido una adecuada narcisización, se tratará de rellenar el vacío que queda buscando en otros la mirada y el reconocimiento que no se obtuvieron de los cuidadores. Esto es lo que vemos, por ejemplo, en numerosos realities o en todas esas personas que buscan a través de las redes sociales la mirada y el aplauso como un modo de compensar ese déficit.

Según el psicoanalista Hugo Bleichmar, dependiendo del tipo de fallo que se haya dado en el proceso de narcisización van a desarrollarse diferentes mecanismos que obstaculizarán el desarrollo de un narcisismo sano.

1. Personas con hipernarcisización primaria

Estas personas realmente se sienten grandiosas y mejores que los demás porque en su infancia su necesidad de afirmación se alimentó en exceso. Se llega a este punto cuando el niño recibe constantes elogios de sus figuras de apego que le hacen creer que es mejor que el resto y que, por lo tanto, también merece más. El resultado es el desarrollo de una imagen excesivamente grandiosa de sí mismo.

Por lo general, el ambiente familiar en la infancia de estas personas fue extremadamente indulgente y permisivo. O también pudo ser altamente competitivo, de modo que el niño era valorado más por sus logros que por él mismo, como si fuera un trofeo para sus padres. Igualmente, la falta de límites y de regulación emocional favorecerá que un niño desarrolle una autoimagen exagerada y un excesivo sentido de superioridad.

2. Personas con déficit primario de narcisización no compensado

Hay casos en los que se ha crecido en un entorno familiar donde hubo mucha desvalorización, críticas excesivas, inseguridad, humillaciones, negligencia o, incluso, abuso. También es posible que las figuras de apego no mostrasen una imagen suficientemente positiva en la que la persona pudiera verse reflejada (los niños necesitan idealizar a sus figuras de apego, tener una imagen con la que identificarse). También puede ocurrir que se hayan vivido ciertas circunstancias desfavorables (físicas, psicológicas, sociales) que generaron un fuerte sentimiento de inferioridad.

Debido a alguno de estos factores, o a la combinación de varios, estas personas no solo no han podido construir un narcisismo sano, sino que tampoco han sido capaces de compensar su carencia.

3. Personas con hipernarcisización secundaria compensatoria

Como en el anterior caso, es muy probable que aquí el ambiente familiar también fuese desvalorizador, negligente y abusivo. Sin embargo, estas personas sí van a compensar su déficit de narcisización primaria. Intentarán camuflar su inseguridad inflando su autoestima y construyéndose un yo grandioso y defensivo. Tratarán de ocultar por todos los medios, a veces incluso a si mismos, que tras la máscara de superioridad que exhiben se esconde un enorme complejo de inferioridad.

¿Cómo sé que lo mío es narcisismo sano?

Por último, veamos algunas pistas que nos indican si estamos colocados en un buen lugar dentro del continuo del narcisismo:

  • Tengo una autoimagen positiva, sin necesidad de devaluar la de los demás.
  • Puedo establecer límites saludables y claros.
  • Considero que tengo una buena autoestima y también tengo confianza en mí mismo, en mí misma, sin que eso me lleve a creer que estoy por encima del resto de los mortales.
Un narcisismo sano es necesario para una adecuada autoestima

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  • Conozco mis talentos y cualidades positivas y los valoro. Sé que hay cosas que las hago mejor que otras personas, pero también soy capaz de reconocer y valorar cuándo alguien es mejor que yo en otras. O cuando algo no me sale tan bien como esperaba.
  • Defiendo mis ideas y mis valores expresándome de una manera asertiva y escuchando y respetando lo que el otro tiene que decir, incluidas opiniones que no comparto o que son totalmente opuestas a las mías. Además, no tengo problema en reconocer mis errores cuando me equivoco.
  • Me siento satisfecha y orgullosa de mis logros. Sin embargo, no los utilizo para ponerme por encima de los demás ni tampoco menosprecio lo que consiguen otros.
  • Agradezco sinceramente que alguien me felicite o me haga un cumplido, sin tener que buscar esa validación de forma obsesiva y constante.
  • Soy capaz de expresar y satisfacer mis necesidades en una relación. Pero también tengo en cuenta los sentimientos o las necesidades de la otra persona y no recurro a la manipulación para salirme con la mía.
Referencias

Bleichmar, H. (1997). Avances en psicoterapia psicoanalítica: hacia una técnica de intervenciones específicas. Barcelona: Paidós.

Freud, S. (2006). Introducción al narcisismo. En S. Freud, Obras completas, III. pp.: 2017-2033. Barcelona: RBA. Biblioteca de Psicoanálisis (original de 1914).

Rodríquez, C. (2016). Los desafíos de los trastornos de la personalidad: la salud mental al límite. Madrid: Editorial Grupo 5

Tener al otro en un pedestal: Cuando la idealización me impide ver la realidad

Poner al otro en un pedestal: Cuando la idealización me impide ver la realidad

Poner al otro en un pedestal: Cuando la idealización me impide ver la realidad 2121 1414 BELÉN PICADO

Todos somos, en general, bastante aficionados a idealizar. Y no solo a otras personas, sino también situaciones, creencias… En realidad, la idealización no es positiva ni negativa. Todo depende de la intensidad y de la frecuencia con que recurramos a ella. Es normal, por ejemplo, que un niño idealice a sus padres o a sus maestros. O que idealicemos a la persona con quien estamos empezando a salir (la idealización forma parte del proceso de enamorarse). El problema aparece cuando esa perfección que creemos ver en el otro nos deslumbra y no nos permite ver su cara B.

Cuando nos ponemos las gafas con cristales de color de rosa todo parece maravilloso. Pero lo cierto es que solo estamos viendo una imagen distorsionada e incompleta de la realidad. Necesitamos unas gafas sin filtros que nos permitan ver la paleta completa de colores, incluidos los grises y, a veces, también los negros.

Podríamos definir la idealización como un proceso por el que atribuimos a una persona, situación, etc. valores o cualidades que nosotros creemos no poseer o, al menos, no en la medida en que los proyectamos fuera. Nos enfocamos solo en lo positivo y si acaso llegamos a ver alguna sombra inmediatamente la apartamos de nuestra consciencia y la pasamos por alto o la justificamos. ¿Significa esto que el objeto idealizado no posee las características que vemos en él? No necesariamente. Claro que puede tenerlas, pero son solo una parte de un conjunto mucho más amplio. Además, en muchas ocasiones, esta visión irreal puede acabar convirtiéndose en una pesada carga para aquel a quien idealizamos y, en consecuencia, en un obstáculo para cualquier relación honesta y real.

La idealización como parte de nuestro proceso de desarrollo

Durante la infancia, es normal que el niño idealice a sus figuras de apego e incluso que les dote de poderes mágicos y los convierta en superhéroes. De hecho, uno de los aspectos centrales para un correcto desarrollo de la identidad adulta es el tener la posibilidad de poder elaborar e internalizar esas representaciones positivas tanto de lo materno como de lo paterno.

Lo adecuado sería aprender de nuestras primeras relaciones, generalmente con los padres, el significado de sentirnos queridos, cuidados, seguros y validados incondicionalmente. Pero, lamentablemente, no siempre es así. Cuando ese amor, esa seguridad o esa aprobación no existen o se ofrecen de manera condicional el niño necesita desarrollar mecanismos de protección que le ayuden a seguir adelante.

En el caso de la idealización, puede aparecer, por ejemplo, cuando el niño maltratado o abusado aprende a eludir los aspectos más negativos de la figura maltratadora o abusadora como un modo de mantener un vínculo que necesita para sobrevivir.

Muy posiblemente, en la edad adulta la persona recurrirá a este mecanismo de defensa para seguir buscando la seguridad, el reconocimiento y el amor que no tuvo. Por ejemplo, fantaseando cada vez que conoce a alguien con establecer una relación diferente a las que ha tenido en el pasado. Una relación en la que no le lastimen, ni le traicionen. Este podría ser el caso de Manuel, un chico con dificultades en el terreno de las relaciones personales. Cuando conoce a alguien que parece encajar con su ideal de amigo, automáticamente lo sube a un pedestal altísimo, ensalzando sus cualidades positivas e ignorando las que se alejan de ese ideal. Sin embargo, basta que su nuevo amigo cometa un solo fallo, por mínimo que sea, para que Manuel se sienta traicionado e, incapaz de lidiar con esta realidad, lo traslade directamente a su lista de enemigos.

Idealizar a las figuras de apego es parte del desarrollo del niño.

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Un mecanismo de defensa que nos aleja de la realidad

Como hemos dicho al principio, todos idealizamos en algún momento, entre otras razones porque es un modo de mantener la esperanza en que las cosas irán bien. Y esto es positivo y adaptativo porque, si solo pensáramos en las dificultades que vamos a encontrar al iniciar una relación o al afrontar un nuevo proyecto, posiblemente ni lo intentaríamos.

Ahora bien, este proceso interno, en principio adaptativo, puede convertirse en un mecanismo de defensa rígido y automático.

Los mecanismos de defensa son estrategias psicológicas inconscientes cuyo objetivo es ayudarnos a mantener nuestro equilibrio interior. Nos ayudan a defendernos de pensamientos y sentimientos negativos que pueden generarnos dolor y angustia y amenazar nuestra autoimagen. Serían algo así como esas aplicaciones que siguen ejecutándose en segundo plano en nuestro móvil y que van a agotando la batería sin que nos demos cuenta.

En el caso de la idealización, nuestro sistema busca ese equilibrio interno a costa de negar la realidad. Resaltamos lo bueno del objeto idealizado y lo rodeamos de un halo de perfección, a la vez que eliminamos cualquier defecto, fallo o cualidad negativa que nos estorbe en esta creación de nuestra idea perfecta.

Inconscientemente, nos alejamos de la angustia y del conflicto interno que supondría enfrentarnos con la imagen real y sin filtros. Siguiendo con el ejemplo de las aplicaciones del móvil, Imagina que tienes una de esas que ofrecen filtros super favorecedores. Una cosa es que te entretengas con ella de vez en cuando y otra, muy diferente, es que siga ejecutándose sin que tú seas consciente y modifique cualquier foto que recibas o quieras ver. Las imágenes serán fantásticas y preciosas, pero no estarás viendo la realidad sino un falso reflejo.

En su libro No soy yo, Anabel Gonzalez habla de la idealización como uno de nuestros sistemas de protección: «Idealizo. Me formo una imagen muy positiva de los demás, de mis capacidades para solucionar problemas o de cómo soy yo. Veo las cosas o la gente, o a mí mismo como me gustaría que fueran. Con determinadas figuras de mi vida se me hace difícil reconocer que puedan tener fallos o defectos. Soluciono la realidad cambiándola por mi propia versión. A veces vivo en mi propio planeta donde todo es como debe ser. En ese lugar habitan versiones de las personas, pero tal como querría que se comportaran conmigo. En ese planeta vive la familia que hubiera deseado tener, el trabajo de mis sueños, mi media naranja y los amigos de verdad. Me paso el día comparando la realidad con esta referencia».

¿Por qué colocamos a los otros en un pedestal?

Hay varias razones por las que idealizamos a otras personas, entre ellas:

  • Evitar la frustración y neutralizar nuestra angustia. Necesitamos pensar que aquel en quien depositamos nuestra confianza y a quien mostramos nuestra vulnerabilidad no nos va a decepcionar nunca, especialmente si no nos sentimos capacitados para afrontar determinadas situaciones. Si doy por hecho que alguien es tan maravilloso que nunca podría hacerme daño, me estoy protegiendo de un hipotético sufrimiento. A través de la idealización, estoy convirtiéndole en una figura protectora y atribuyéndole unas cualidades, a veces irreales, en las que apoyar mi esperanza de que todo irá bien.
  • Necesidad de protección. Hay personas que necesitan tener cerca figuras que consideran fuertes y poderosas, a quienes admirar y valorar. La atribución de esos poderes hace que se sientan protegidas. En este caso el objetivo de la idealización es asegurarnos de que hay alguien que va a poder ayudarnos cuando lo necesitemos. Esto nos permitirá sentirnos acompañados y seguros ya que, aunque nosotros no seamos fuertes, el otro sí lo es.
  • Mejorar nuestra autoestima. Si tengo baja autoestima, sobredimensionaré en los demás aquellas cualidades que siento que a mí me faltan. El peligro es que el hecho de considerar al otro perfecto e inalcanzable, mientras yo me siento inferior, puede acabar derivando en relaciones de dependencia y en comportamientos sumisos y complacientes.
  • Búsqueda de la perfección. Para quienes son muy perfeccionistas no hay escala de grises, todo es blanco o negro. Y las personas, igualmente, se dividen entre fantásticas u horribles. Así que, para poder relacionarse, necesitan recurrir a la idealización, ensalzando virtudes y negando cualidades que no cuadren con su sistema de valores.
  • Proyectar en el otro esa imagen idealizada que nos gustaría ver en nosotros mismos y que sentimos que no podemos alcanzar. Esta visión tiene que ver con todo lo que queremos ser y con cómo queremos que nos vean. Ocurre, por ejemplo, cuando convertimos en poco menos que dioses a personas de carne y hueso que han destacado por algún motivo, ya sean cantantes, políticos, futbolistas, influencers y personajes famosos en general.
  • Intentar que otros cubran nuestras propias carencias. Imaginaos a una madre que lleva a su hijo a terapia y aprovecha cualquier ocasión para resaltar la profesionalidad y alabar los conocimientos del psicólogo, pidiéndole consejo continuamente en cada paso que da respecto a la crianza de su hijo. Al idealizar al terapeuta, lo que esta mujer está haciendo inconscientemente es buscar una solución a través del trabajo casi exclusivo del profesional, depositando en él cualquier responsabilidad y eludiendo la que ella tiene como madre.

Cuando idealizamos al otro proyectamos en él la imagen idealizada que nos gustaría ver en nosotros mismos.

Idealización y narcisismo

La idealización está estrechamente ligada al narcisismo, tanto al propio como al de los demás.

El narcisista se identifica con una visión idealizada de sí mismo porque la imagen que tiene de su yo real le resulta inaceptable. Sin embargo, para mantener esta aparente perfección necesita un público que lo admire y alimente su ilusión de grandeza. El modo de conseguir esto es, unas veces, subirse al trono de la superioridad, haciendo sentir al otro afortunado por haberse fijado en él. Y otras, disfrazar ese narcisismo de vulnerabilidad despertando en la persona elegida la necesidad de cuidarle y rescatarle.

A su vez, lo que buscan a menudo quienes idealizan a este tipo de personas es identificarse con lo que esta figura supone para ellos. Si tú, que eres especial y único, te fijas en mí, de algún modo yo también seré especial y único.

Ahora bien, el peligro de adorar a un narcisista es que en cualquier momento podemos pasar de ser los elegidos a ser unos ‘apestados’. Entre frases como «Eres perfecto» o «Eres la mujer de mi vida» y «Eres despreciable» hay una línea finísima. Un narcisista seductor capaz de convertirte en la persona más especial del mundo, también te hará sentir la más insignificante cuando se canse de ti.

Algo parecido ocurre en familias con progenitores narcisistas en las que se otorga a uno de los hijos el papel de favorito o ‘niño dorado’. Este hijo, idealizado por el padre o la madre narcisista, cumple todo lo que se le pide, mostrando obediencia ciega y a la vez aislándose de los demás miembros de la familia, que lo ven como el niñito mimado. Sin embargo, también lleva una pesada carga sobre sus espaldas, ya que el más mínimo fracaso, decepción o cualquier ápice de pensamiento crítico harán que pase de ser el preferido a convertirse en chivo expiatorio.

El alto precio de idealizar a los demás

Convertir a los demás en modelos de perfección puede traernos algunas consecuencias no deseadas. Vamos a ver algunas:

  • De la idealización a la devaluación. Como nadie es perfecto y antes o después todos cometemos errores, cuando la venda se nos caiga de los ojos hay bastantes probabilidades de que pasemos de la idealización a la decepción, la frustración e, incluso, a la sensación de sentirnos traicionados. María puso a Beatriz la etiqueta de «la más amable y generosa» desde que le echó una mano con una tarea en el trabajo. Pero todo cambió cuando volvió a pedirle ayuda y Beatriz le explicó que esta vez no podía sentarse con ella porque tenía algunos encargos que terminar. Automáticamente, María pasó de adorarla a odiarla y a considerarla la peor compañera del mundo.
  • Vivir en una falsa realidad. Siguiendo con el ejemplo anterior, también puede ocurrir lo contrario. Para poder salvaguardar su equilibrio psicológico, María necesita mantener a toda costa las creencias que ha desarrollado sobre Beatriz. Así que, da igual que esta le hable mal, la ningunee o se las ingenie para endosarle siempre los encargos más complicados. María lo justificará todo, ignorará las pruebas y la información que contradigan «su» realidad y buscará activamente aquello que apoye su creencia distorsionada.
  • Desplazar hacia otras personas emociones desagradables que no nos permitimos sentir por la figura idealizada. El padre de Rosa la abandonó cuando era muy pequeña. Ella, incapaz de admitir el dolor que ese comportamiento le había causado, idealizó la figura paterna hasta el punto de crear en su mente todo tipo de justificaciones a aquella conducta. Sin embargo, lo que había detrás era mucha rabia y desconfianza, algo de lo que no era consciente. Esta hostilidad que en realidad sentía hacia su padre la descargaba sobre los hombres que conocía. En respuesta a ello, sus parejas siempre acababan dejándola y ella, incapaz de ver la realidad, insistía en que su ira estaba más que justificada por el hecho de que ellos siempre la dejaban.
  • Evitar emociones como la culpa y la vergüenza. Algo similar a lo anterior ocurre con la culpa y la vergüenza, que también se ocultan detrás de la idealización. Mi madre no me protegió del maltrato de mi padre ni estuvo disponible emocionalmente para mí cuando la necesité. Pero odiarla o sentir rabia hacia ella me produce mucha culpa y vergüenza. Así que encuentro en la idealización el modo de neutralizar, o al menos suavizar, esas emociones tan desestabilizadoras. A fuerza de enfocarme en las cualidades positivas de mi madre y ensalzarlas, transformaré su figura en objeto de idealización en vez de en blanco de desprecio y de reproches. En pocas palabras, ocultaré sus defectos y carencias para poder quererla. Pero lo cierto es que esos sentimientos siguen ahí y por mucho que se oculten acabarán pasando factura. ¿Cómo? Generando malestar, somatizaciones o psicopatologías, como depresión, ansiedad, etc.

No solo convertimos a las personas en modelos de perfección

La idealización puede tener lugar en el ámbito de la pareja, de la amistad, la familia, las relaciones laborales o en otros entornos donde haya implicado algún tipo de vínculo. Sin embargo, también se produce más allá de las relaciones personales. Idealizamos animales, objetos, lugares, ideologías o momentos en los que depositamos o hemos depositado nuestras vinculaciones afectivas.

En la costumbre de idealizar el pasado, por ejemplo, hay cierto sesgo cognitivo. Como cuenta Francisco J. Rubia en su libro El cerebro nos engaña, «cuando una persona intenta recordar un hecho del pasado, muy a menudo el recuerdo está formado e influenciado por la «actitud» hacia lo ocurrido. Es decir, que las expectativas y deseos de esa persona de lo que debería haber ocurrido tienen mucha más importancia que lo que ocurrió en realidad. (…) En este proceso de reconstrucción, llenamos huecos, redondeamos aristas y hacemos lógico lo que no lo es».

En cuanto a la idealización de sistemas de creencias e ideologías, el filósofo colombiano Estanislao Zuleta habla de «demanda y oferta de idealización» en su ensayo Sobre la idealización en la vida personal y colectiva. Detrás de la demanda o, lo que es lo mismo, de la búsqueda de ser idealizado, puede ocultarse la necesidad de exteriorizar una convicción y que los demás la compartan con el mismo entusiasmo. En el caso de la «oferta de idealización», proyectamos en un grupo, una persona o una ideología un «yo ideal del cual se espera una protección absoluta, una identidad garantizada, y una respuesta a todos los interrogantes» para los que nosotros no hemos encontrado respuesta.

Idealizamos el pasado cuando solo somos capaces de ver lo positivo y olvidamos lo negativo.

Cómo puede ayudar la terapia

En caso de que tu tendencia a la idealización esté causándote demasiados problemas, no dudes en buscar apoyo profesional. La terapia te ayudará a:

  • Identificar esos mecanismos que están conduciéndote a relaciones idealizadas e irreales.
  • Localizar creencias irracionales que te llevan a buscar la perfección en ti y en los demás.
  • Comprender que es posible experimentar un sentimiento hacia otra persona y también el contrario.
  • Acoger y validar cada una de tus emociones (por ‘feas’ o desagradables que te parezcan), en vez de reprimirlas y acabar haciéndote daño o haciéndoselo a los demás.
  • Trabajar en tu autoestima. Así no dependerás de la aceptación de los otros o de que te cuiden o cubran tus carencias.
  • Repasar tu historia de vida y entender dónde y cómo aprendiste a recurrir al mecanismo de la idealización.

(Si necesitas ayuda puedes ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en tu proceso)

La triangulación narcisista es una técnica de manipulación tan sutil como cruel.

Triangulación narcisista, una técnica de manipulación tan sutil como cruel

Triangulación narcisista, una técnica de manipulación tan sutil como cruel 1920 1280 BELÉN PICADO

Es obvio que a nadie le gusta que le manipulen. Sin embargo, hay tácticas tan sutiles que resulta muy difícil darse cuenta. Una de ellas es la triangulación narcisista y se da en todo tipo de entornos: pareja, familia, ámbito laboral, círculo de amistades… Si tu pareja te compara a todas horas con su ex, si un amigo está hablando mal de ti a tus espaldas con el objetivo de excluirte del grupo, si tu madre te llama cada día para criticar a tu padre o te recuerda siempre que el hijo de la vecina es mucho más inteligente que tú… estás siendo participante involuntario de un ‘juego’ muy tóxico. Deshacer este triángulo y, lo que es más importante, no llegar a ser uno de sus vértices, pasa por conocer cómo funciona.

(En este blog puedes leer el artículo Madres narcisistas, sobreprotectoras, ausentes… 25 pistas para identificarlas)

La triangulación es un proceso relacional que se produce cuando una persona que está en conflicto con otra involucra a un tercero para conseguir mayor respaldo o disminuir su propio malestar. Se trata de una forma, indirecta y muy sutil, de maltrato y abuso psicológico cuyo objetivo es generar confusión y desestabilizar a alguien recurriendo a terceras personas. Un ejemplo lo tenemos en familias cuyos progenitores están enfrentados y buscan el respaldo de sus hijos tratando de ponerlos en contra del otro. O utilizándolos para transmitirse mensajes sin tener que hablar entre ellos directamente. En estos casos en los que se involucra a menores el efecto puede ser devastador.

También existe triangulación cuando dos o más amigos discuten y buscan a un tercero que ejerza de árbitro. Incluso puede que ni siquiera sea necesaria la presencia de un colaborador. Este es el caso de la madre que, en vez de expresar directamente su enfado con un hijo, le amenaza utilizando al otro progenitor («¡Ya verás cuando se lo diga a tu padre!«).

¿Triangulación o desahogo?

No siempre que recurrimos a un tercero, para desahogarnos o para que nos dé otra perspectiva respecto a una disputa que tengamos con alguien, estamos manipulándolo. La clave está en si somos o no capaces de resolver ese problema con quien lo tenemos de forma abierta y asertiva y también en si lo que estamos buscando es controlar la situación y a la persona con quien estamos en conflicto. Si alguien utiliza la comunicación como una forma de controlar, engañar y manipular, no hay duda. Hay triangulación.

Por ejemplo, imagina que tienes problemas con tu pareja. Estás recurriendo a la triangulación cuando, en lugar de hablar directamente con ella y contribuir a reparar cualquier desconexión emocional entre vosotros, utilizas a alguien más para tu propio beneficio personal. Al hacer intervenir a un tercero, no solo estás eludiendo tu responsabilidad en ese desencuentro. También estás pasando por alto las consecuencias de tus acciones y olvidándote de cómo tu comportamiento va a afectar a tu pareja.

En la triangulación narcisista, el manipulador utiliza la comunicación como una forma de controlar, engañar y manipular.

Los vértices del triángulo

En la triangulación siempre hay tres componentes.

El manipulador o triangulador

Es la persona que despliega el comportamiento tóxico y que, percibiéndose ella misma parte perjudicada de la situación, se atribuye el derecho de acudir a un tercero para malmeter contra la auténtica víctima. Podríamos establecer dos tipos de manipuladores: los que utilizan la triangulación de forma inconsciente, siguiendo un impulso y sin tener un plan previamente trazado, y los que tienen clarísimos los pasos que está dando para aislar, desvalorizar y controlar a su víctima. En cuanto al estilo de comunicación que utilizan en ambos casos, puede ser agresivo o pasivo-agresivo.

Aunque cualquiera puede caer en la tentación de recurrir a un tercero para malmeter contra alguien, es mucho más común en personas con rasgos psicópatas y/o narcisistas y con un bajo nivel de tolerancia a la frustración. Además, quien utiliza la triangulación no lo hace de forma puntual. Tiende a recurrir a ella frecuentemente, con más de una persona y en diferentes contextos (familiar, laboral, pareja, amistades…). Asimismo, son más propensas a valerse de ese tipo de manipulación las personas con un bajo grado de diferenciación. En cuanto a su gestión emocional, como no es capaz de responsabilizarse de sus propias acciones y emociones las proyecta en la víctima, argumentando ante el tercero que él solo está defendiéndose.

Quien pone en marcha esta estrategia busca, básicamente:

  • Que alguien refuerce y apoye su punto de vista (en muchas ocasiones debido a la falta de confianza sí mismo).
  • Eludir y desviar un conflicto, que no sabe cómo manejar, utilizando a otra persona.
  • Obtener apoyo y aprovecharlo para demostrar que tiene la razón y que su propio punto de vista es el único válido.
  • Asegurarse el control de la situación intentando ‘dirigir’ la emoción de alguien contra la persona con quien tiene el conflicto.
  • Desvalorizar a la víctima, debilitarla, descalificarla y minar su capacidad de respuesta. Y así asegurarse de que no tenga fortaleza suficiente como para enfrentarse a él.

Aunque en algún momento pueda llegar a parecer que el objetivo de quien malmete es solucionar un conflicto, nada más lejos de la realidad. Los desacuerdos que no se exponen y se discuten abiertamente entre las partes implicadas no se pueden resolver, así que lo que busca de verdad el manipulador es asegurarse el control de la situación y de los otros dos vértices del triángulo.

El tercero o colaborador

Es la figura que introduce el manipulador en el triángulo para ponerla de su lado y en contra de la víctima. Por lo general, no se percata de que la están utilizando y a menudo acaba convirtiéndose en aliada involuntaria. En función de lo creíble y vehemente que resulte el triangulador, es fácil que esta tercera persona acabe viéndolo como el perjudicado, implicándose en un problema que no va con ella y contribuyendo, directa o indirectamente, a aumentar la vulnerabilidad de la auténtica víctima.

A veces, quien adopta este rol es alguien cercano al manipulador y que quiere ganarse su aprobación y su atención. Esto facilita que caiga en el juego sin oponer mucha resistencia y sin llegar a detectar posibles incongruencias o actitudes tóxicas. En otras ocasiones, el tercero ni siquiera es real. Alguien con rasgos narcisistas, por ejemplo, puede inventarse una tercera persona y utilizarla para desvalorizar a su pareja y erosionar su autoestima.

La víctima

Estoy siendo víctima de triangulación narcisista cuando mi pareja me compara con su ex. Pero también puedo serlo después de romper la relación cuando, de repente, se muestra encantado o encantada con una nueva conquista, anuncia a los cuatro vientos lo feliz que está y se las ingenia para hacerme saber, sutil o descaradamente, que esta nueva persona tiene todo lo que a mí me falta. Igualmente es víctima de triangulación el niño o adolescente que es utilizado como ‘arma arrojadiza’ por unos progenitores que no son capaces de hablar entre ellos y solucionar sus conflictos.

Cuando hay un vínculo emocional con el manipulador es habitual que la víctima no se percate de lo que está ocurriendo y acabe experimentando un profundo sentimiento de culpa. Si la situación se prolonga en el tiempo, las consecuencias, además, pueden llegar a ser muy dañinas: aislamiento, inseguridad, deterioro de la autoestima, depresión, ansiedad, dependencia emocional, etc.

Ahora bien, es importante comprender que en cualquier dinámica relacional cada integrante tiene parte de responsabilidad. En la triangulación, la víctima se convierte de algún modo en ‘cómplice’ de la manipulación cuando asume un rol pasivo y sumiso, creyendo que así evitará problemas mayores. Por supuesto, esto no significa que tenga la culpa de lo que está ocurriendo, ni mucho menos. Lo que ocurre es que algunos mecanismos psicológicos que ponemos en marcha de forma automática e inconsciente facilitan que nos situemos en este vértice del triángulo. Por eso es tan importante aprender a detectar cualquier tipo de manipulación como llegar conocernos bien a nosotros mismos.

Triangulación narcisista en el trabao.

De manipulador a víctima y de tercero a manipulador

Una de las características de la triangulación es que, en ocasiones, los roles se diluyen e intercambian. Si me doy cuenta de que alguien está malmetiendo contra mí, puedo buscar a otra u otras personas que se pongan de mi lado. Así podré hacer equipo contra el manipulador. En este caso, este pasaría a convertirse en víctima y viceversa.

Puede suceder que la tercera persona no solo tome partido por el  triangulador, sino que se tome tan en serio su papel que termine convirtiéndose en manipuladora. Por otra parte, el tercero también puede considerarse víctima en el sentido de que igualmente está siendo utilizado. Es más, posiblemente, una vez que cumpla su función el manipulador no querrá saber más de él.

Comparar, reclutar, difamar y generar desconfianza

Conocer las tácticas que utilizan los trianguladores nos ayudará a no caer en su trampa:

  • Generar celos en la víctima. Esta estrategia es una de las preferidas de los narcisistas en sus relaciones sentimentales y a menudo se suma a otras utilizadas dentro del abuso psicológico conocido como luz de gas. Puede empezar con comentarios esporádicos y aparentemente casuales que poco a poco irán siendo más frecuentes, alabando a su ex o a otra mujer. Por ejemplo, Antonio empieza a flirtear con alguien y cuando Teresa, su pareja, se lo reprocha, él lo niega o le hace ver que son imaginaciones suyas y está exagerando. De este modo, Teresa se obsesionará más y Antonio tendrá la excusa perfecta para adoptar él mismo el papel de víctima. Incluso puede recurrir a una segunda triangulación si luego, además, busca a otra persona para quejarse de lo mal que se lo está haciendo pasar Teresa y de cómo lo está agobiando.
  • Comparación. Comparar a la víctima, de forma implícita o explícita, con otra persona o personas. Esto puede llevarse a cabo, bien dirigiéndose directamente a quien se quiere controlar, o bien indirectamente, hablando de ella a un tercero. En cualquier caso, la que sale peor parada en esta comparación es la víctima, que siempre resultará ser menos atractiva, interesante, inteligente…
  • Reclutamiento. Atraer aliados que se pongan de parte del manipulador, defiendan su versión de los hechos y lo ayuden a aislar a la víctima. Es el caso de padres y madres en conflicto que buscan atraer hacia su ‘bando’ a los hijos contando solo su versión de los hechos. ¿El objetivo? Recabar apoyos y aumentar las posibilidades de que el otro progenitor quede aislado o sea visto como el ‘malo de la película’.
  • Difamación. Haciendo uso de un engaño, más o menos elaborado, el triangulador busca perjudicar a la víctima exagerando la realidad o inventando mentiras sobre los hechos en los que basa su ‘ataque’. De este modo, la persona contra la que está malmetiendo aparece como alguien despreciable y así resulta más fácil que se la rechace. Puede ocurrir que la víctima logre romper con su pareja narcisista y esta recurra a la difamación en un intento de vengarse y aislarla.

La triangulación es una estrategia de manipulación muy utilizada por personas con rasgos narcisistas.

Cómo salir del triángulo o, mejor, cómo no entrar en él

A continuación, os doy algunas pautas para no caer en esta dinámica tan tóxica.

  • Practica la asertividad. A veces, evidenciar y denunciar una estrategia manipuladora como la triangulación no es fácil. Sobre todo, cuando parece que eres tú el único o la única que lo ve o no te sientes cómodo/a manteniendo determinadas conversaciones. En cualquiera de estos casos, la asertividad te ayudará a exponer lo que deseas. Piensa bien lo que quieres decir y exprésate en un tono respetuoso en todo momento.
  • Aprende a poner límites. Establecer límites saludables en las relaciones y asegurarse de que se respetan también es útil para prevenir y, si llega el caso, abordar una triangulación. Es más, basta con que una de las partes establezca dichos límites para poner fin al juego (o para que este ni siquiera empiece).
  • Recuerda que no necesitas competir por el amor de nadie. Si tu pareja, un amigo o un familiar recurre a la triangulación para compararte con una tercera persona o para hacerte ver que eres prescindible recuerda que nadie que te respete y te quiera de forma sana va a desear que compitas por su amor o su atención. El valor de cada uno de nosotros es independiente de lo que otros quieran hacernos ver. Hasta que no tomes conciencia de esto, seguirás comparándote con los demás y antes o después volverás a caer en las redes de otros manipuladores.
  • Aléjate. Si ves que no funciona poner límites o adoptar un estilo de comunicación asertivo, es posible que te toque poner distancia. Hay veces en que las relaciones se vuelven demasiado tóxicas y el único modo de salvaguardar nuestra salud mental y emocional es alejarnos y cortar la relación que nos está dañando.
  • Pide ayuda. En ocasiones, poner distancia no es suficiente y necesitamos emprender un profundo trabajo psicológico para tomar plena conciencia del abuso en el que nos hemos visto inmersos, eliminar las creencias desadaptativas que hayan podido quedarse ancladas dentro de nosotros y recuperar nuestra autoestima. Un proceso terapéutico te ayudará a conocerte mejor. Si detectas patrones psicológicos internos que pueden haber facilitado la triangulación, podrás cambiarlos e impedir que vuelvan a tomar el control de tu vida o tus emociones. (Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantada de ayudarte)
  • Reflexiona sobre tu forma de comunicarte. En el caso de que observes que eres tú quien suele iniciar este comportamiento, reflexiona dónde has aprendido a recurrir a este estilo de comunicación. ¿Hasta qué punto te es útil? ¿Qué precio estás dispuesto a pagar por salirte con la tuya? Si realmente crees que tienes razón y que la otra persona no ha actuado correctamente, házselo saber. Pero hazlo de forma directa y no te escudes en terceras personas. Verás que los beneficios son mucho mayores cuando te responsabilizas de tus pensamientos y emociones y los expresas abiertamente sin ayuda de terceros, de forma asertiva y empática.
Claves para identificar a un narcisista

20 pistas para identificar a un narcisista (y evitar que te manipule)

20 pistas para identificar a un narcisista (y evitar que te manipule) 1254 836 BELÉN PICADO

Cuando pensamos en el concepto de narcisismo, lo asociamos a alguien sin empatía, con aires de grandeza y un deseo permanente de admiración. Incluso, es posible que deduzcamos que una persona con estas características probablemente tenga un trastorno. Sin embargo, no es así en todos los casos. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) incluye los anteriores síntomas dentro de los criterios para diagnosticar un trastorno de la personalidad narcisista, pero no siempre tener alguno de estos rasgos indica que hay una psicopatología. En cualquier caso, no está de más aprender a identificar a un narcisista, entre otras cosas, porque así será más difícil caer en sus manipulaciones.

En realidad, el narcisismo no es algo que se tiene o no se tiene, sino que se trata de un rasgo de la personalidad que forma parte de una dimensión continua. El trastorno narcisista estaría en un extremo, pero la mayoría de los individuos con rasgos narcisistas se encuentran en la zona media de ese continuo. Algunos no tienen conciencia de ello. Otros se dan cuenta perfectamente, pero no lo ven como algo negativo porque simplemente están convencidos de que están por encima de los demás.

El problema es que en esa zona media hay muchas personas que, sin ser narcisistas en un grado patológico, sí pueden llegar a hacernos la vida bastante complicada. Entre ellas, puede haber gente muy cercana: tu jefe, tu mejor amiga, tu pareja, tu compañero de trabajo… o tú mismo/a.

Las personas con rasgos narcisistas tienen una visión distorsionada de sí mismas.

A continuación, te dejo 20 pistas que te ayudarán a detectar si hay alguna persona con rasgos narcisistas en tu entorno. El grado de narcisismo dependerá de la cantidad de rasgos que presente y de la mayor o menor intensidad de los mismos.

1. Al principio, es un encanto; luego, no tanto

Cuando conocemos a alguien con rasgos narcisistas es fácil que nos conquiste con su simpatía y su personalidad. Desde el principio se dirigirá a nosotros como si nos conociese de toda la vida e, incluso, es posible que ponga en marcha todo su arsenal de armas de seducción. Sin embargo, no hay que dejarse engañar. En realidad, no le interesa lo que alguien pueda contarle, más allá de que luego le resulte más sencillo manipularle y seducirle para que haga lo que él quiera o se convierta en un integrante más de su club de fans.

2. Siempre es la víctima

Este victimismo se muestra de diferentes maneras. Hay quienes han elaborado un discurso centrado en las cosas malas que les han ocurrido en el pasado y en culpar a los demás de su sufrimiento. Por ejemplo, pueden atrincherarse detrás de ideas como: «Mi vida es un desastre porque mis padres no me dieron el apoyo que necesitaba de niño, así que ahora tienen la obligación de compensarme dándome todo lo que deseo». En otros casos, cualquier comentario que se le haga a un narcisista, por neutro que sea, él lo puede transformar en un ataque o una humillación hacia su persona.

La psicóloga Dolores Mosquera establece dos variantes de este patrón: «Los que han experimentado situaciones difíciles a lo largo de su vida (que en cierto modo pueden explicar su postura y reforzarla) y los que presentan un componente masoquista (aquellos que adoptan esta postura porque así son los ‘que MÁS sufren’ y hay un ‘regusto’ de triunfo en ellos que consiguen mediante esa actitud victimista)».

3. No hay nadie más listo que él

El exceso de confianza en sí mismas y la sobrestimación de sus propias capacidades son habituales en este tipo de personas. No son pocas las ocasiones en que el hecho de creer que están por encima del resto dificulta sus relaciones sociales, aunque esto no impide que sigan en su ‘trono’ porque realmente creen saber más que nadie. Disfrutan, y mucho, de cualquier posición de liderazgo que les permita imponer su criterio y decir a la gente lo que tiene que hacer. Y, a la vez que sobrevaloran sus aptitudes, subestiman las de los demás: todos son tontos menos él.

4. Necesita que le admiren y le adulen

No solo se creen superiores al resto de los mortales, sino que necesitan que los halaguen de forma constante, haciéndose así totalmente dependientes de la validación externa. Y lo que tengan que hacer para ello es lo de menos: mentir, manipular… De hecho, lo que suele moverles es el ansia por obtener la atención y la admiración de los demás. La contrapartida de esta actitud es que, además del desgaste de energía, acaban cayendo en la dependencia emocional algo muy lejano a la imagen omnipotente que intentan mostrar.

5. La culpa siempre es de otro

Da igual lo que pase o si tiene parte de responsabilidad en algo que haya ocurrido. Una persona con rasgos narcisistas nunca se equivoca, ni comete errores, ni tiene la culpa de nada. Echará balones fuera e, incluso, se indignará si te atreves siquiera a insinuar lo contrario y te acusará de tratarle «injustamente». El problema con esto es que así no se puede evolucionar. Asumir la responsabilidad de nuestros errores es necesario para aprender y crecer como personas.

6. El mejor, el más atractivo, el único e inimitable

La grandiosidad es una de las principales características del narcisismo. Estas personas van a sentirse superiores al resto del mundo, aunque no haya una sola razón objetiva para ello. Prepotentes y arrogantes, tienen una visión distorsionada de sí mismas y están convencidas de que son únicas y especiales solo por existir. Por tanto, tienen más derechos que la ‘gente corriente’ y merecen un trato privilegiado.

Este sentimiento de superioridad les lleva a pensar que todo en su vida es perfecto, pero la sensación es fugaz. Como es imposible alcanzar la absoluta perfección y obtener la admiración de todo el mundo, es fácil que la arrogancia acabe dejando paso a todo lo contrario: frustración y, a menudo, ansiedad y depresión.

Las personas narcisistas se creen superiores al resto.

7. Excesivamente competitivo y con muy poco espíritu deportivo

Muy relacionado con la grandiosidad, el afán de sobresalir lleva a este tipo de sujetos a ser altamente competitivos. Buscarán algo en lo que sean mejores y, si ganan, se regodearán en su victoria y harán hincapié en los errores de sus competidores para destacar aún más en la comparación. Pero, si no son buenos como ganadores, aún son peores perdedores. En este caso, es muy probable que resten importancia al éxito ajeno o que recurran a la humillación.

8. Muestra una preocupación por los demás tan excesiva que resulta artificial

Según Mosquera hay un estilo de personalidad narcisista en el que predomina una preocupación por los demás que es percibida desde fuera como excesiva y artificial. Se trata de personas que parecen vivir por y para otros y que, aunque parecen disfrutar complaciendo a los demás, lo que buscan es satisfacer su ego mediante la aprobación y el reconocimiento de lo que hacen. «Es un subtipo que puede ‘explotar’ y ser verbalmente abusivo cuando ‘ya no puede más’ (por la tendencia a acumular resentimiento y rencor cuando los elegidos no responden como él espera)». La psicóloga también habla del «narcisista salvador», que vive para solucionar la vida de los demás. Quienes están dentro de este perfil sobrevaloran sus capacidades y se sienten responsables de lo que les ocurre a otros, atribuyéndose el poder de ser los únicos capaces de solventar los problemas ajenos.

9. Carece de empatía

Otra pista fundamental para identificar a una persona narcisista. El valor del resto de los seres humanos está en función de lo útiles que puedan ser para ella. No los ve como personas sino como instrumentos a su servicio y así es prácticamente imposible que se ponga en el lugar de los otros o que trate de comprender cómo se sienten. Y si ve a alguien angustiado no reaccionará porque, entre otras cosas, no acaban de creerse que esa persona esté realmente tan mal. Lo que sí es posible que haga es fingir una falsa empatía, especialmente si eso le puede ayudar más tarde a obtener algo.

10. Su capacidad de escucha es más bien justita

Las conversaciones con alguien así acaban convirtiéndose en monólogos, lo que dificulta mucho la comunicación. Da igual si tú quieres introducir un tema o aportar un punto de vista diferente, él retomará su discurso. Más que escucharte, aprovechará cualquier pausa que hagas, por breve que sea, para intervenir y volver a lo que le interesa a él. Y si esa pausa no llega, no dudará en interrumpir, convencido de que lo que tiene que decir es mucho más importante. Sin embargo, si siente que le interrumpes tú a él, se molestará y te lo hará saber.

11. Se relaciona de forma superficial

Con lo que has leído hasta aquí, ya te habrás hecho una idea de cómo son las relaciones personales de alguien con tendencias narcisistas. No suele tener amigos íntimos. Primero, porque nunca llega a mostrarse como realmente es. Y segundo, porque el encanto y el interés que muestra al principio no tarda en evaporarse y la gente acaba distanciándose. En el caso de los vínculos amorosos tampoco se involucran realmente en la relación, excepto para tratar de alejar a su pareja de su círculo cercano de forma que solo vivan pendientes de ellos.

12. Se enamora y desenamora en un abrir y cerrar de ojos

En su libro The Narcissist You Know (El narcisista que conoces), Joseph Burgo habla de los narcisistas seductores. Se enamoran con gran facilidad, a menudo de personas que apenas conocen, y con la misma facilidad se desenamoran. Idealizan al otro hasta el punto de verlo como alguien perfecto (en realidad lo que ven es un reflejo de su propia falsa imagen de perfección) y, por tanto, merecedor de su atención. Pero ese espejismo no tarda en esfumarse. Cuando se dan cuenta de que tienen a su lado un ser humano que también tiene defectos, no dudan en acabar con la relación sin contemplaciones.

13. Elige a las personas en función del servicio que puedan prestarle

Alguien con rasgos narcisistas no se relaciona con cualquiera. Lo más seguro es que intente acercarse a personas que considera perfectas como él y que estén ‘a su nivel’, aunque luego con el tiempo se decepcione. Otro criterio a la hora de buscar pareja o amigos es elegir a quienes tienen un alto estatus social o económico. Se esmerará en ganarse la amistad o el amor de alguien atractivo, con poder económico o de una posición social o profesional elevada, no solo porque así refuerza su sensación de valía. También porque en cualquier momento el elegido o la elegida puede resultarle útil. Por ejemplo, para pedirle favores personales o sociales o para presumir de él o de ella.

14. Proyecta en el otro lo que no acepta de sí mismo

Al identificarse con una imagen distorsionada de sí mismo, el narcisista no es capaz de ver cómo es realmente. Y esto mismo le ocurre con los otros. Lo que ve de ellos es una proyección, una imagen que, la mayoría de las veces, le devuelve reflejados los aspectos que niega de sí mismo. Por ejemplo, puede estar convencido de que todo el mundo le tiene envidia porque para él es inaceptable asumir la suya propia. O es probable que desconfíe de alguien que se comporta de forma amable y piense que lo único que quiere es aprovecharse de él.

15. Se esfuerza por ocultar sus emociones, sobre todo su vulnerabilidad

El psicólogo Craig Malkin explica en su libro Replantear el narcisismo que el narcisismo poco saludable se caracteriza por un «intento de ocultar la vulnerabilidad humana normal, especialmente los sentimientos dolorosos de inseguridad, tristeza, miedo, soledad y vergüenza». Esto no significa que evitar ciertas emociones te convierta en narcisista. Pero sí puede ser una señal si las eludes para sentirte especial. «Por ejemplo – especifica Malkin –, pensar que el hecho de que no sientas tristeza (o te convenzas de que no la sientes) te hace diferente al resto de la gente. Que si no te sientes inseguro, eres superior. O que si no amas… tal vez eres único, autosuficiente y libre de la vulnerabilidad que supone depender de otra persona».

Por otra parte, el médico y psicoterapeuta Alexander Lowen afirma que «el grado en que una persona se identifica con sus sentimientos es inversamente proporcional a su grado de narcisismo: cuanto más narcisista es, menos se identifica con sus sentimientos».

16. Siempre necesita tener el control

Una de las razones por las que una persona narcisista intenta no dejarse llevar por sus sentimientos es por el terror que le produce perder el control. «No pueden soportar estar a merced de las preferencias de otros. Les recuerda que no son invulnerables ni completamente independientes, que, de hecho, es posible que tengan que pedir lo que quieren y, lo que es peor, puede que el resto se niegue a dárselo», dice Malkin.

Todo esto hace que el narcisista suela ser obsesivo y perfeccionista: las cosas tienen que hacerse a su manera y, si no, no se hacen. Esta necesidad de controlar se extiende, por supuesto, a las relaciones. Cambiar de planes sin previo aviso, mirar con desaprobación sin llegar a decir nada, ser siempre impuntual… son solo algunos de los métodos de control que llega a utilizar.

17. Es un maestro de la manipulación

El convencimiento de que sus necesidades son lo más importante y, al mismo tiempo, la incapacidad de reconocer las de los demás llevan al narcisista a hacer lo que sea para salirse con la suya. Esto incluye aprovecharse de los demás para lograr sus fines. Una de sus armas favoritas es el efecto luz de gas o gaslighting, un tipo de manipulación tan sutil como perversa que consiste en hacer que alguien llegue a dudar de su realidad y de sus percepciones. Otras formas de conseguir que se haga lo que él quiere son humillar, intimidar, mentir, recurrir al victimismo o involucrar a terceras personas en sus tóxicos juegos (triangulación).

El narcisista es un maestro de la manipulación.

18. Casi nunca pide perdón, al menos de forma sincera

Palabras como «perdón» o «disculpas» no están en su diccionario, excepto cuando es él quien se siente agraviado. Una persona con rasgos narcisistas jamás pide perdón, sobre todo si es evidente que no tiene razón o se ha equivocado. Disculparse y asumir su error le llevaría a entrar en conflicto con esa imagen de perfección que tanto se esfuerza en mantener y no puede permitírselo. En un caso así, es mucho más probable que dé la vuelta a la situación y se convierta él en el ofendido. O, si llega a pedir disculpas, sean totalmente fingidas (y, si puede, no perderá ocasión de acompañarlas de algún reproche).

19. Tiene una autoestima muy frágil

En la mayoría de las ocasiones, detrás de la fachada de arrogancia y superioridad que muestra un narcisista se oculta una autoestima sumamente frágil que depende de los halagos ajenos y de la admiración que pueda despertar en otros. De hecho, cuando no obtiene el reconocimiento deseado y ve cómo se desmorona su fantasía de grandiosidad no es extraño que le invada una insoportable sensación de vacío e, incluso, llegue a caer en una depresión o en alguna adicción.

20. Le cuesta mucho encajar las críticas

Da igual si se trata de una crítica constructiva y hecha desde el mayor respeto. Un narcisista va a ofenderse y probablemente reaccionará con desdén, desprecio y, en algunos casos, con violencia. Justo debido a la necesidad de mantenerse por encima del resto de los mortales, cuando sienta que una opinión está amenazando su posición es fácil que su hostilidad asome de diferentes formas (odio, rencor, ira…). De este modo, descargará su frustración contra aquellas personas que no lo valoran como él cree merecer o contra el mundo en general. Hasta el punto de llegar en ocasiones a recurrir a la violencia física, verbal o psicológica.

(En este blog puedes leer el artículo Madres narcisistas, sobreprotectoras, ausentes… 25 pistas para identificarlas)

Bibliografía

Burgo, Joseph. (2016). The Narcissist You Know: Defending Yourself Against Extreme Narcissists in an All-About-Me Age. New York: Touchstone.

Lowen, Alexander (2000). El narcisismo. La enfermedad de nuestro tiempo. Barcelona: Paidós.

Malkin, Craig (2021). Replantear el narcisismo: Claves para reconocer y tratar con narcisistas. Eleftheria.

Mosquera, Dolores (2008). Personalidades narcisistas y personalidades con rasgos narcisistas. Revista Persona, 8(2). Buenos Aires, Argentina: Instituto Argentino para el Estudio de la Personalidad.

Es posible sobrevivir a la relación con un psicópata y salir reforzada.

Cómo sobrevivir a la relación con un psicópata integrado (y salir reforzada)

Cómo sobrevivir a la relación con un psicópata integrado (y salir reforzada) 1487 706 BELÉN PICADO

«Si tienes un psicópata en tu vida, no te detengas… ¡Corre!». No lo digo yo. Lo dice Robert Hare, psicólogo forense canadiense y uno de los mayores expertos en psicopatía. Así que, si es tu caso, ya sabes cuál es el primer paso para sobrevivir a la relación con un psicópata integrado: alejarte todo lo que puedas. No busques explicaciones, no te engañes pensando que va a cambiar… ¡Corre! Y si resulta que es él quien te ha dejado, aléjate igualmente. Aunque al principio te parezca imposible, con el tiempo mirarás hacia atrás y pensarás «¡De la que me he librado!».

No nos vamos a engañar. El proceso de recuperación tras la relación con un psicópata (o con un narcisista) no es rápido ni fácil. Pero puedes recuperar tu propia vida, mirarte en el espejo y volver a reconocerte.

Para empezar, olvídate de creencias como «Si yo cambio, quizás todo se arregle» o «Si soy más tolerante con él seguro que cambia su actitud conmigo». No. No va a cambiar. Ni por ti, ni por nadie. Los psicópatas no conocen la empatía, la culpa, los remordimientos ni la vergüenza. Quien puede cambiar y transformarse en una sombra de lo que fuiste eres tú si permaneces a su lado.

Para sobrevivir a un psicópata deberás aprender a rodearte de personas que te hagan sentir bien, recuperar tu identidad, mejorar tu autoestima y volver a hacer lo que te gustaba, entre otras cosas. Todo esto es posible. Habrá momentos en que flaquees y es normal. Pero no te rindas porque mereces volver a disfrutar de la vida y posees la capacidad para lograrlo. Tienes una vida por delante que saborear y no puedes permitir que nadie lo impida.

Finalizar la relación

Aunque lo mejor es cortar toda comunicación y alejarte, por lo general, el psicópata no va a tolerar que lo dejes tan fácilmente. Al principio, puede que trate de apelar a tu comprensión y a tu amor, asegurándote que no puede vivir sin ti y prometiéndote por enésima vez que va a cambiar. Incluso es posible que haga por ti cosas que nunca hizo antes. No te dejes engañar. No lo hace por ti, sino para demostrarse a sí mismo que puede tenerte comiendo de su mano cuando quiera. Si esto no le funciona, o bien recurrirá al chantaje emocional haciéndose la víctima y tratando de hacerte sentir culpable o pasará al ataque directo. Te insultará, te ninguneará, intentará humillarte, hablará mal de ti a terceros. Es necesario que contemples todos estos escenarios porque así podrás estar preparada para sus intentos de manipulación.

Todo lo anterior puede ocurrir si eres tú quien rompe la relación. Pero también puede pasar que sea él quien termine contigo porque ya no le seas útil o porque haya encontrado otra persona a quien manipular. En este caso es posible que te sientas terriblemente mal porque se habrá ocupado previamente de hacerte creer que sin él no eres nada. Pero, créeme, es lo mejor que te podría pasar.

En cualquier caso, no esperes encontrar una explicación a este comportamiento repasando mentalmente, una y otra vez, los últimos meses de la relación o sus palabras. Ni tampoco esperes que se disculpe contigo. Desde una mente sana es muy difícil comprender y asumir que un ser humano sea capaz de mostrar, deliberadamente, un comportamiento tan dañino, así que nuestro cerebro buscará una explicación coherente. Pero la realidad es que los psicópatas no tienen empatía y no les importa en absoluto cómo se siente el resto de la Humanidad, tú incluida. Y si alguna vez te ha parecido intuir algo de empatía en su actitud, solo estaba fingiendo para manipularte.

Si un psicópata ha pasado por tu vida cual vendaval, en lo que has de enfocarte es en fortalecerte y en reconectar contigo misma. No es fácil ni rápido, pero es posible sobrevivir e, incluso, salir reforzada.

Nada de contacto

En esto no hay flexibilidades ni negociaciones que valgan. Es necesario e indispensable romper todo contacto con esa persona. Cierra cualquier vía de comunicación. Bloquéalo en whatsapp y en tus redes sociales para no tener que seguir viendo información sobre él. Empapelar su muro con comentarios sobre lo feliz que es e, incluso, con imágenes con su ‘nuevo amor’ será una de sus estrategias para seguir ejerciendo su poder sobre ti. Olvídate también de crearte un perfil falso para espiarlo porque solo conseguirás desestabilizarte y obstaculizar tu proceso de recuperación.

Asimismo, evita encuentros con amistades o personas que tengáis en común y deshazte de lo que pueda recordarte a él (fotos, regalos, ropa, etc.). Y, por supuesto, no quedes para que te dé «una explicación» o para «acabar civilizadamente». Todo esto puede parecer muy extremo, pero una situación así requiere medidas radicales.

Si existe algún vínculo legal, posiblemente tratará de prolongar el proceso de separación. Al fin y al cabo, para él eres de su propiedad y le perteneces. Tanto en este caso como si tenéis hijos, limita el contacto al mínimo. Siempre que sea posible, intenta comunicarte a través de un abogado o dejar ciertos trámites en manos de una tercera persona.

Es normal que al principio te sientas mal, con mucha ansiedad y una enorme sensación de vacío. Te acostarás y levantarás pensando en él, pasarás las horas muertas mirando el móvil y esperarás que aparezca en cualquier momento. También experimentarás sentimientos contradictorios y pasarás de odiarlo a desear que se dé cuenta de lo que ha perdido y vuelva arrepentido y transformado en el hombre que tú querías ver en él. Pasar por todo esto es duro, pero piensa que es un precio muy pequeño a pagar por mantener tu cordura, tu salud emocional y tu bienestar.

¿Vengarte? Ni te lo plantees

Puede que sientas una intensa sed de venganza contra quien tanto daño te ha hecho. Pero, de verdad, es una pésima idea. El mejor desprecio es no hacer aprecio, decía mi abuela. Refrán, que en este ámbito viene a decir que la mejor venganza para un psicópata es la indiferencia total, ignorar por completo su existencia. Además, declarar la guerra a estos sujetos es una batalla perdida. Nunca podrás competir en falta de empatía o, en muchos casos, en crueldad. Mejor enfoca esa energía que te da el enfado en recuperarte y en aprender sobre ti para no repetir patrón a la hora de elegir tu próxima pareja. Eso sí que será una victoria.

En su libro El acoso moral, la psiquiatra Marie-France Hirigoyen advierte: «No se vence nunca a un perverso. A lo sumo, se puede aprender alguna cosa acerca de uno mismo. A la hora de defenderse, a la víctima le dan tentaciones de recurrir a los mismos procedimientos que utiliza su agresor. Sin embargo, debe saber que, si se encuentra en la posición de víctima, es la menos perversa de los dos. La situación no se puede invertir tan fácilmente. Utilizar las mismas armas que el agresor no es de ningún modo aconsejable».

No caigas en la trampa de la triangulación

La triangulación se produce cuando aparece una tercera persona en la vida del psicópata. Bueno, en realidad, más que aparecer es él quien la introduce en escena de forma deliberada. De repente, se muestra encantado con una nueva conquista, le presta mucha atención, anuncia a los cuatro vientos lo feliz que está… Y, por supuesto, se las ingeniará para que te enteres, además de hacerte saber, sutil o descaradamente, que ella tiene todo lo que a ti te falta.

Tú te preguntarás cómo es posible que te haya olvidado con tanta facilidad cuando a ti te está costando tanto sobreponerte a la ruptura. La respuesta está en que él no tiene que recuperarse de unos sentimientos que probablemente no eran sinceros o, al menos, eran muy superficiales. Y, por otra parte, seguramente toda esa dicha de la que presume sea falsa y con ella solo busque aumentar tu inseguridad, dañar tu autoestima y desestabilizarte aún más. Por eso es tan importante que no caigas en esta trampa.

No es oro todo lo que reluce, ni felicidad todo lo que se muestra en las redes sociales. Iñaki Piñuel lo explica en su libro Amor Zero: «Cuando un ex psicópata triangula y te pasa por la nariz su nueva relación no quiere decir que sea muy feliz en ella, sino que provocándote necesita desesperadamente convencerse de que tú no eres suficientemente válido para él o ella y de que ha hecho muy bien sustituyéndote. Eso es señal de que no lo tiene nada claro. Su triunfo es muy precario. Su aparente felicidad es simulada. Un mecanismo psicológico de compensación y proyección explica a la perfección que solamente quien no es feliz necesita decir, contar y probar a los cuatro vientos que es muy feliz».

Tras una relación con un psicópata, corta toda relación con él.

«¿Y si flaqueo?»

Ya dijimos antes que el proceso de recuperación no es fácil ni rápido. A menudo flaquearás y tendrás que hacer una pausa para recordar por qué acabaste (o por qué que te dejara fue lo mejor que te podía pasar). Esos recuerdos que a veces te asaltan y que en tu memoria aparecen como ‘momentos bonitos’ llevan incorporado un filtro de idealización y, de ningún modo, reflejan la realidad de la relación. Es fantástico que la persona a la que amamos tenga detalles o nos diga cosas bonitas… si son sinceras. Pero no cuando son un medio para obtener un beneficio.

Te propongo que hagas una lista con todas las razones por las que te separaste (o por las que estás mucho mejor sin alguien así a tu lado). ¿Te hacía luz de gas? ¿Se dedicaba a humillarte? ¿Hacía que te sintieses culpable? ¿Te aislaba de tus amigos o de tu familia? Una vez que tengas la lista, déjala donde puedas verla y revísala cada vez que tengas la más mínima pizca de nostalgia.

Es necesario que aceptes que todo proceso lleva su tiempo. Respeta tu propio ritmo, escúchate y ve con calma. Sin prisa, pero sin pausa.

Ahora tu prioridad eres tú

El tiempo de estar pendiente de las necesidades de otro se acabó. Ahora te toca priorizarte a ti misma. Trabaja en tu autoestima y practica el autocuidado. Recupera actividades que te gustaban y atrévete a encontrar otras nuevas. Al principio te parecerá imposible porque una de las características del psicópata es que te absorbe toda la energía hasta dejarte anulada y sin fuerzas. Pero poco a poco lo conseguirás. Ahora que has roto ese ‘círculo tóxico’ toca conectar con esas cosas que te hacen feliz, por pequeñas que sean.

Antes hablábamos de la indiferencia como forma de venganza. Pues recuperar todas esas actividades que te gustaban y dejaste de hacer por él es otra vía de demostrarte que no ha podido contigo.

Recupera tu vida social

Retomar la relación con familia y amigos forma parte de la recuperación. Salir y divertirte con gente que realmente te aprecia y te quiere te ayudará en este proceso de desintoxicación. Y si, en el peor de los casos, encuentras menos apoyo del que esperabas siempre puedes conocer a gente nueva. Lo importante es tener una red de apoyo compuesta por personas con quienes puedas contar de forma incondicional y que, si lo necesitas, te recuerden por qué empezaste este proceso de sanación.

Asimismo, puedes descubrir importantes redes de apoyo en otros ámbitos. Por ejemplo, entrando en contacto con grupos de ayuda mutua en los que haya personas en tus mismas circunstancias. Después de todo, quién te va a entender mejor que alguien que haya pasado por lo mismo…

Otro modo de relacionarte es posible

No es extraño que después de la montaña rusa en la que se ha vivido y debido a la intensidad emocional que hay en una relación tan tóxica, una relación normal resulte sosa y aburrida. Y tiene sentido porque te has acostumbrado a vivir en el caos emocional y ahora alguien que te ofrece tranquilidad y estabilidad te resulta extraño y poco familiar. También puede tratarse de un patrón que sigues a la hora de elegir pareja. Tomar conciencia de ello es necesario. Es el primer paso para aprender a relacionarnos de otro modo, evitando involucrarnos una y otra vez en relaciones tóxicas.

Ora posibilidad es que te vuelvas desconfiada y empieces a ver psicópatas y narcisistas por todas partes. O que empieces a salir con alguien y al más mínimo desacuerdo o la más mínima sospecha salgas corriendo. No te angusties. A medida que vayas conociéndote mejor, reconstruyendo tu autoestima, priorizando tus necesidades y aprendiendo a establecer límites sanos, verás cómo desarrollas un eficaz ‘detector’ de personas tóxicas. Y comprenderás que el amor no tiene nada que ver con la manipulación ni con juegos perversos como los que practicaba tu ex pareja.

Busca ayuda profesional

Al haber estado expuesta a un trauma continuado, lo más aconsejable es que acudas a un psicólogo que pueda ayudarte en tu recuperación. Te ayudará a mejorar tu autoestima, te facilitará herramientas de regulación emocional y te acompañará en tu proceso de duelo. Y también podrás recuperar esos recursos que tenías antes de la relación y que tu expareja se encargó de machacar.

En estos casos es especialmente eficaz la Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR), un abordaje terapéutico avalado científicamente en el tratamiento del trauma. Esta terapia no solo te ayudará a procesar y elaborar los peores momentos de esa relación tóxica, sino también los episodios del pasado con los que dichos momentos podrían estar conectados. Si necesitas ayuda puedes ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en el proceso.

Y, para terminar, os dejo con estas palabras de esperanza de Mari-France Hirigoyen, refiriéndose a las relaciones de abuso: «La vivencia de un trauma supone una reestructuración de la personalidad y una relación diferente con el mundo. Deja un rastro que no se borrará jamás, pero sobre el que se puede volver a construir. A menudo, esta experiencia dolorosa brinda una oportunidad de revisión personal. Uno sale reforzado, menos ingenuo. Uno puede decidir que, en lo sucesivo, se hará respetar. El ser humano que ha sido tratado cruelmente puede encontrar en la conciencia de su impotencia nuevas fuerzas para el porvenir».

Hay esperanza después de salir de una relación de maltrato psicológico.

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Psicópatas integrados: Cómo detectarlos para no caer en sus redes. Manipuladores, fríos, sin empatía ni remordimientos, aparentemente encantadores y complacientes… En este mismo blog os invito a leer este artículo en el que trazo el retrato robot de un psicópata integrado con la intención de poder identificarlo antes de que sea demasiado tarde.

Los psicópatas integrados son fríos, manipuladores y carentes de empatía.

Psicópatas integrados: Cómo detectarlos para no caer en sus redes

Psicópatas integrados: Cómo detectarlos para no caer en sus redes 1920 1280 BELÉN PICADO

Hace unos días terminé de ver La Serpiente, miniserie basada en la vida de Charles Sobrahj. Este sujeto, que asesinó en los 70 al menos a doce personas sin que le temblase el pulso, posee los rasgos de un psicópata de manual. Es manipulador, frío, narcisista, sin una pizca de empatía ni de remordimientos y capaz de fingir emociones, que en realidad no experimenta. Pero, ni todos los delincuentes son psicópatas, ni todos los psicópatas han elegido el camino de la delincuencia. Estamos rodeados de psicópatas integrados que no van asesinando por ahí, pero sí pueden hacernos la vida imposible… y de estos últimos vamos a hablar en este artículo.

Tanto los psicópatas criminales como los integrados o subclínicos tienen la misma estructura de personalidad y emociones. La diferencia principal está en si se han involucrado en actividades delictivas, o no. También es importante aclarar que no todas las personas impulsivas, frías o antisociales son psicópatas.

Pero, ¿qué es un psicópata?

A día de hoy no existe un acuerdo unánime respecto a la definición de psicopatía. Pero sí hay características en las que coinciden la mayoría de expertos. Para el psiquiatra estadounidense Harvey Milton Cleckley el síntoma básico sería la deficiente respuesta afectiva hacia los demás, lo que explicaría su comportamiento antisocial. Robert D. Hare, psicólogo forense canadiense, coincide en esa incapacidad para establecer relaciones afectivas y añade elevado egocentrismo y falta de empatía.

En su libro Sin conciencia: El inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean, Hare explica: «Los psicópatas son, muchas veces, ingeniosos y se expresan muy bien. Pueden ser conversadores amenos y divertidos, con respuestas rápidas e inteligentes. Frecuentemente, cuentan historias poco probables, pero de alguna manera nos convencen de su veracidad. Ellos siempre quedan bajo la mejor luz. Pueden ser muy efectivos a la hora de presentarse a los demás, encantadores y amables. Para algunos, sin embargo, son demasiado pulidos, se les nota poca sinceridad. Los observadores más astutos suelen tener la impresión de que los psicópatas actúan, que mecánicamente ‘leen un guion».

Aprender a detectar a un narcisista integrado nos ayudará a no caer en sus redes.

Diferencias entre psicopatía, narcisismo y trastorno de la personalidad antisocial

Es habitual que se utilicen los términos psicópata, narcisista o sociópata de forma indistinta. Sin embargo, aunque a menudo van asociados, no se refieren exactamente a lo mismo.

Según algunos expertos, la psicopatía sería una variante agresiva del trastorno de personalidad narcisista. Al igual que el narcisista, el psicópata tiene mecanismos de defensa primitivos, sentimientos excesivos de superioridad y el convencimiento de que tiene derecho a más privilegios que nadie. Sin embargo, a diferencia de este, el psicópata muestra menos ansiedad, peor desarrollo moral y su control de impulsos es más deficiente; de ahí que tenga más problemas en controlar la agresividad.

En lo que se refiere a psicopatía y trastorno antisocial de la personalidad, ambas alteraciones se caracterizan por la inadaptación social y la agresividad. En el caso del sociópata esta agresividad se desencadena como reacción a algo o a alguien.  La agresión y violencia sin motivo aparente, dirigida a conseguir un objetivo concreto, es más propia del psicópata. Además, la falta de remordimiento o de sentimientos de culpa es inherente al temperamento del psicópata y en los sociópatas sí puede haber una mayor capacidad para albergar estos sentimientos.

Respecto a la empatía, el psicópata carece de ella desde su nacimiento. Sin embargo, la persona con trastorno de la personalidad antisocial puede llegar a mostrar cierto grado de empatía y afecto hacia algunas personas de su entorno. También son diferentes en que el primero busca camuflarse socialmente y mantenerse en segundo plano, al contrario que los sociópatas, cuya conducta llama mucho la atención.

¿En qué ámbitos hay más psicópatas integrados?

Un estudio realizado en la Universidad Complutense de Madrid y publicado el pasado mes de agosto en la revista científica Frontiers in inmunology concluyó que el 4,5 por ciento de la población mundial presenta algún grado de psicopatía.

Según la investigación, esta tasa varía en función de diversos factores. Por ejemplo, es más común en hombres (7,9 por ciento frente a 2,9 por ciento en mujeres) y también más habitual en determinados ámbitos laborales. Entre las profesiones con trabajadores más propensos a la psicopatía está la cirugía. Pero también prevalece en abogados, vendedores de telemarketing, políticos, sacerdotes, chefs, empresarios y periodistas. La razón de esto puede deberse, según los autores del estudio, a que son precisamente algunos rasgos propios de la psicopatía los que «facilitan el éxito en estas profesiones». De hecho, los niveles de esta alteración de la personalidad eran más altos en puestos directivos.

Por ejemplo, personas con este perfil pueden tomar decisiones difíciles y asumir más riesgos sin verse afectadas emocionalmente, además de ser mejores manipulando y convenciendo. Por otro parte, muestran una mayor resistencia al caos. Es decir, son capaces de mantener la cabeza fría en las situaciones más estresantes y caóticas, porque en realidad las consecuencias les dan igual.

Según los estudios, hay más psicópatas integrados entre los altos directivos.

Retrato robot de un psicópata integrado

Estamos acostumbrados a asociar el concepto de psicópata con personajes como Charles Sobhraj, Hannibal Lecter o sujetos mucho más cercanos a nosotros, como José Bretón. Pero pensar así es simplificar demasiado. De hecho, la mayoría no son violentos y, mucho menos, homicidas. Están totalmente integrados en la sociedad, al menos a primera vista. «Los psicópatas no son solo los fríos asesinos de las películas. Están en todas partes, viven entre nosotros y tienen formas mucho más sutiles de hacer daño que las meramente físicas. Los peores llevan ropa de marca y ocupan suntuosos despachos, en política. finanzas. La sociedad no los ve, o no quiere verlos, y consiente», expone Robert Hare.

Gracias a los estudios de expertos como Hare y Cleckley, entre muchos otros, podemos trazar un retrato robot bastante acertado de esos psicópatas integrados que se mueven entre nosotros.

  • Es encantador. Pero se trata de un encanto superficial y destinado, sobre todo, a captar el interés de posibles ‘víctimas’. En el caso de Charles Sobhraj, por ejemplo, Andrew Anthony, un periodista que lo entrevistó hace unos años, lo definió como «guapo, encantador y absolutamente sin escrúpulos».
    Ese poder de seducción facilita al psicópata, no solo captar lo que el otro desea, busca o necesita y ganarse su confianza. También le permite encontrar los puntos débiles de su ‘presa’. Y los utilizará en su beneficio. Desde convencerla de iniciar un ‘negocio que le proporcionará suculentos ingresos hasta iniciar una relación sentimental, que con toda probabilidad se convertirá en pesadilla.
    Son expertos en hacer que su víctima se sienta única y especial. Y, como auténticos camaleones, tienen una sorprendente habilidad para cambiar constantemente su forma de actuar, según las necesidades del momento.
  • Tiene una gran facilidad de palabra. La manipulación del lenguaje es una de sus principales armas. Cleckley lo describe muy bien: «Un psicópata puede estar diciéndote Te quiero y, al mismo tiempo, sentirse como si estuviera bebiendo un vaso de agua». Estas personas saben perfectamente lo que queremos y deseamos oír. Y no van a dudar en regalarnos los oídos con un sinfín de halagos y buenas palabras que, por supuesto, no sienten. Usan el lenguaje para confundir, distraer la atención y colocarse ellos mismos en un pedestal. Y lo hacen de manera muy sutil y efectiva.
  • Miente constantemente. Es poco fiable y un mentiroso compulsivo. Los psicópatas integrados se caracterizan por mentir de forma brillante. En ocasiones, sin motivo aparente y sin que haya nada obvio que ganar. Otras, para obtener lo que quieren o perjudicar a alguien. Y si le pillas y se te ocurre enfrentarte, dará la vuelta a la tortilla. Te convertirá a ti en un paranoico y, probablemente, inventará un nuevo embuste para tapar el primero.
    Iñaki Piñuel describe esta asombrosa capacidad para mentir en su libro Amor Zero: «Suelen negarlo todo, respondiendo con evasivas o inventando sobre la marcha nuevas y fabulosas versiones de la realidad. Poseen enorme habilidad para improvisar instantáneamente cualquier mentira que les posibilite un escape inmediato, con intención de desviar la atención de su comportamiento hacia otro tema. Esta perversa habilidad para la mentira resulta enormemente chocante y suele dejar a sus víctimas perplejas y psicológicamente desarboladas».
    Ni son confiables, ni ellos se permiten confiar en nadie. A menudo perciben que los demás tienen malas intenciones. Pero en realidad lo que están haciendo es proyectar en el otro su propia desconfianza.
  • Se cree superior al resto de los mortales. Narcisismo, egocentrismo patológico y desmesurado y sentido de autovaloración grandilocuente son otras características de estos individuos. Este narcisismo, además, hace que sean incapaces de amar. En una relación auténtica y honesta, se establece un vínculo entre iguales y nos permitimos mostrarnos vulnerables ante la otra persona. Pero esto es algo que un psicópata nunca hará.
  • No conoce la empatía. Uno de los rasgos principales que definen al psicópata es su falta de empatía, lo que puede llevarle a ser insensible y muy cruel. Si a una persona no le importan tus sentimientos ni cómo te afecte su conducta, es evidente que no tendrá escrúpulos en hacer lo necesario para lograr sus fines. No importa si estos fines son económicos, sexuales, si busca escalar socialmente o si pretende lograr un ascenso profesional.
    Aquí tenemos que diferenciar la empatía afectiva o emocional de la empatía cognitiva. La primera nos ayuda a identificarnos con los sentimientos de la otra persona; con la segunda podemos entender y reconocer qué está sintiendo, pero desde una perspectiva mental y no desde la emoción propia. El psicópata solo tiene capacidad para experimentar la segunda, pero sí puede llegar a fingir empatía emocional con una finalidad meramente manipuladora.
  • Tiene mucha facilidad para manipular y engañar. Utilizará sus dotes de persuasión, su capacidad observadora y su facilidad para la seducción como herramientas para manipular y lograr sus objetivos. Por ejemplo, vivir a costa del esfuerzo, el trabajo o el dinero de los demás (estilo de vida parasitario).
    El psicópata es muy hábil a la hora de manejar a las personas de su entorno. Aprovechan sus debilidades para controlarles, dominarles o ejercer maltrato psicológico sobre ellas. Para él, el fin justifica los medios.

Los psicópatas integrados tienen una mayor capacidad para manipular y engañar.

  • No conoce los remordimientos, la culpa ni la vergüenza. Lo normal es sentir remordimientos cuando mentimos, manipulamos u obramos en contra de nuestros principios y valores. Pero esto no ocurre con el psicópata, que no va a sentirse culpable, haga lo que haga. Esto no significa que no se dé cuenta de que su conducta está perjudicando a alguien. Es plenamente consciente. Pero no le importa en absoluto.
    Como carece de los escrúpulos morales que a los demás nos hacen recapacitar, disculparnos o arrepentirnos, seguirá actuando igual siempre que la situación lo requiera.  Y si alguna vez se disculpa o muestra arrepentimiento, será mejor que no te fíes porque nunca será verdadero. Solo lo hará si considera que puede sacar algún beneficio.
  • Se mantiene impasible en cualquier circunstancia. Muestra una ausencia de nerviosismo, miedo o ansiedad en situaciones en las que sería normal reaccionar con estas emociones. No se inmuta en momentos de tensión y esto puede dar lugar a una falsa sensación de seguridad a quien está con él.
  • No está loco. Tanto Hare como Cleckley destacan la «ausencia de alucinaciones y otros signos de pensamiento irracional o manifestaciones psicopatológicas». Tanto el psicópata delincuente como el integrado saben perfectamente lo que hacen, son  conscientes de sus actos y distinguen el bien del mal.
  • Tiene dificultades para trazar un plan de vida y seguirlo. Uno de los rasgos que apuntan los expertos es la incapacidad para establecer metas realistas a largo plazo e ir a por ellas. Puede trazar grandes y fantasiosos planes, pero no se parará a pensar en los medios que necesita para lograrlos.
  • No se hace responsable de sus acciones. Como considera que ‘nunca se equivoca’ tampoco aceptará la responsabilidad de sus actos. Ni será capaz de aprender de sus errores o extraer lecciones de las experiencias vividas. Además, si ha cometido alguna ‘fechoría’, y aun anticipando las posibles consecuencias si le pillan, no va a sentir ansiedad ni miedo. Precisamente esta ausencia de nerviosismo o de temor hace que sea tan difícil pillarle. Esta irresponsabilidad también le convierte en un experto en esquivar obligaciones y en culpar a a otros de sus propios errores.
  • Se aburre enseguida. Su impulsividad y la tendencia a aburrirse de cualquier cosa (trabajos, tareas, parejas…) suelen llevarle a una búsqueda continua de nuevos estímulos, experiencias y sensaciones fuertes.
  • Es impulsivo y con dificultades para el autocontrol. La obsesión por conseguir lo que quiere a toda costa le hace casi inmune al castigo y a las posibles consecuencias. Estas circunstancias y el hecho de no sopesar los riesgos de sus acciones aumentan, además, las probabilidades de que pueda recurrir a la violencia. Cuando quiere algo, lo quiere ya y le da igual el coste que pueda tener para él mismo y, sobre todo, para los demás.
  • Es incapaz de establecer vínculos afectivos profundos y a largo plazo. Es habitual que el psicópata sea infiel, tenga una conducta sexual promiscua y encadene (o solape) múltiples parejas. Muchas de las características expuestas anteriormente influyen en esta inestabilidad en sus relaciones. Como no pueden conectar afectivamente y se aburren con facilidad, es probable que abandonen a su pareja cuando hayan conseguido lo que querían. O hayan encontrado sustituto/a. Solo si el psicópata considera que la relación le ‘sale rentable’ (por prestigio, comodidad, causas económicas…) tratará de mantenerla en el tiempo. Eso sí, con infidelidades, humillaciones y/o desvalorizaciones incluidas. En cuanto al sexo, suelen utilizarlo como un modo más de manipulación.
  • Las normas no van con él. Aunque se trate de un psicópata integrado, es habitual que no acepte las normas y se comporte fuera de los patrones de conducta aceptados. Considera que tiene unas normas propias que son mejores y, desde luego, mucho más importantes que las del resto de los mortales. Esto puede llevarle a adoptar alguna que otra conducta antisocial, sin motivos aparentes que la justifiquen.
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El efecto luz de gas o gaslighting es muy difícil de detectar.

Luz de gas o gaslighting (II): 6 claves sobre este abuso (y una curiosidad)

Luz de gas o gaslighting (II): 6 claves sobre este abuso (y una curiosidad) 1626 1080 BELÉN PICADO

En el anterior artículo sobre el efecto luz de gas me centraba en las señales para identificarlo y en cómo actuar ante él. Pero hay mucho que contar sobre esta forma de maltrato psicológico que busca hacer dudar a quien lo sufre de su propia realidad e, incluso, de su cordura. Por ello, he creído adecuado dedicarle otro post con algunos puntos que también conviene saber. Cuanto más sepamos acerca del gaslighting, más fácil será sortearlo. Por ejemplo, no está de más conocer qué características pueden hacer a una persona más vulnerable a sufrirlo, cómo identificar a un gaslighter antes de caer en sus redes o qué hace que esta forma de maltrato psicológico sea tan difícil de detectar.

Asimismo, es importante saber que no solo sufren luz de gas las mujeres ni únicamente aparece en la pareja. Incluso la política es un terreno muy propicio para el gaslighting y Donald Trump uno de sus principales ‘representantes’.

1. ¿Por qué es tan difícil de detectar?

Es importante dejar claro que una víctima en ningún caso es tonta o ingenua porque no identifique que está sufriendo luz de gas. En realidad, estamos ante una forma de maltrato psicológico que es muy difícil de detectar por varias razones:

  • Cuando se da en la pareja, la víctima atribuye el comportamiento del maltratador a que quizás esté pasando una mala racha y muy pronto todo volverá a la normalidad. Además, se convence de que alguien que la quiere tanto no puede estar maltratándola. Y así acaba justificando los reproches y autoconvenciéndose de que su pareja se porta así porque tiene miedo de perderla.
  • Al no haber huellas físicas visibles, es muy difícil apreciar los signos del abuso. Y es posible que los familiares y amigos tampoco se den cuenta de lo que ocurre y atribuyan la ansiedad de la víctima a altibajos en la relación.
  • Como la violencia física es perseguida y castigada y cada vez está peor vista por la sociedad, el maltratador recurre a la manipulación y al gaslighting como alternativa.
  • La propia naturaleza del vínculo que une a víctima y maltratador influye también en que la situación se mantenga. Quien sufre luz de gas a menudo pasa por alto las señales y justifica las conductas del otro confundiéndolas con muestras de afecto y protección.
  • Venimos de una cultura en la que a las mujeres se nos ha educado para complacer, cuidar y mantener la armonía dentro de las relaciones.
  • A menudo, el efecto luz de gas permanece enmascarado tras una aparente preocupación por parte del abusador: “Confía en mí. Yo solo quiero lo mejor para ti, todo lo hago por tu bien”.

Quien sufre luz de gas a menudo pasa por alto las señales del abuso del que está siendo víctima.

2. El gaslighting no siempre es consciente

Por lo general, es una forma de manipulación muy utilizada por personalidades narcisistas. A menudo se trata de personas encantadoras, exitosas, que saben bien cómo inspirar confianza y están acostumbradas a responder únicamente a sus propias necesidades y deseos, ignorando las de los demás.

Sin embargo, no siempre se hace luz de gas de forma consciente (aunque esto no lo justifica). Es posible que el gaslighter no tenga suficientes habilidades comunicativas o recursos para afrontar una discusión, por ejemplo, o para enfrentarse a una realidad que no controla. Así que cuando se sienta ‘amenazado’ recurrirá al único modo que conoce de conseguir lo que quiere: el gaslighting. Esto ocurre por ejemplo con personas que sufrieron este tipo de maltrato en su infancia por parte de sus figuras de apego.

En muchas ocasiones estos individuos ven normal, porque así lo aprendieron, establecer relaciones en términos de propiedad o de jerarquía entre las personas. Y también ven natural poder manipular las percepciones y juicios del otro adaptándolos a la propia visión de las cosas.

3. Diferencia entre manipulación y luz de gas

Se puede decir que la manipulación es una parte muy importante del gaslighting, pero no toda la manipulación recurre a este tipo de abuso emocional. La psicoterapeuta Stephanie Sarkis explica muy bien la diferencia: “La influencia o la manipulación se utiliza en diversos campos, particularmente el marketing y la publicidad, para que compremos cosas. Y se puede decir que los niños descubren la manipulación a una edad temprana y aprenden cómo obtener algo de uno de los padres si el otro dice «no». En este momento no es algo malo porque solo estamos aprendiendo cómo funcionan las cosas. Pero cuando la manipulación se convierte en una serie de comportamientos en los que la única intención es obtener el control sobre otra persona, entonces estás incurriendo en gaslighting. Es una forma de abuso”.

Visto así, un componente importante es la intención. Cuando una persona manipula está tratando de salirse con la suya, mientras que en el efecto luz de gas se trata, además, de controlar al otro. Por otra parte, no es algo que se haga una vez para conseguir un objetivo, sino que se trata de un patrón de comportamiento permanente, tanto dentro de una relación única como a través de múltiples relaciones.

Con el gaslighting se busca controlar y someter al otro.

4. ¿Existe un perfil de víctima?

Hay ciertos rasgos y circunstancias que pueden hacer a una persona más propensa a dar con un gaslighter, entre ellos: tener una acusada necesidad de agradar a los demás y de obtener su aprobación; poseer un alto grado de introversión; ser ‘demasiado’ empática; tener una baja autoestima; estar acostumbrada a ejercer el rol de cuidadora; ser demasiado complaciente; carecer de una adecuada capacidad asertiva; o no contar con una red de apoyo lo suficientemente fuerte.

También es común que exista un patrón de apego inseguro, es decir que durante su infancia haya sido víctimas de negligencia o de maltrato. Si en la niñez no hemos tenido un ambiente cálido, seguro y amoroso es muy posible que de adultos acabemos involucrándonos en diferentes tipos de relaciones tóxicas.

5. Algunas pistas para desenmascarar a un gaslighter antes de caer en sus redes

Hay ciertos comportamientos que este tipo de manipuladores suelen poner en marcha ya en las primeras citas y que pueden ponernos sobre aviso. Por ejemplo, no es extraño que hablen con mucho desprecio de sus exparejas o, incluso, de su familia. También es posible que a las pocas horas de haberte conocido ya estén diciéndote que eres maravillosa, que eres lo mejor que les ha pasado o ambas cosas. A todos nos gusta que nos digan cosas bonitas, pero si ves que te lanza todo un arsenal de cumplidos a cuál más exagerado, sospecha. «Te dirá todo lo que quieras oír, pero no reveles demasiada información ni respondas a preguntas intrusivas. Podría utilizarlo luego en tu contra. Si piensas que es demasiado bueno para ser verdad, seguramente es que no es verdad», advierte Stephanie Sarkis en su libro Gaslighting: Reconoce a las personas manipuladores y emocionalmente abusivas y libérate.

6. No solo en las parejas, ni solo a las mujeres

Aunque lo habitual es que las víctimas sean mujeres, los hombres también pueden sufrir luz de gas por parte de sus parejas. Y en estos casos es todavía más difícil que el afectado, y sobre todo el entorno, detecten que está produciéndose un maltrato.

Este patrón de abuso también se da en otros ámbitos y no solo en la relación de pareja. Por lo que respecta a la familia, la psicoanalista Robin Stern apunta: “Es posible que tu madre menosprecie la ropa que usas, tu trabajo y tu novio y tú, en vez de reaccionar, te preguntas si tendrá razón”. O, peor aún, quizás fuiste objeto de maltrato o abusos y a fuerza de repetirte que eran imaginaciones tuyas, acabaste por creértelo. Si te das cuenta de que fuiste víctima de este tipo de manipulación por parte de tu familia y que incluso de adulto sigues siéndolo, debes marcar unos límites claros. Y no seguir luchando por obtener su aprobación porque no la necesitas. La única aprobación que debes buscar es la tuya.

En el ámbito laboral, un superior puede dedicarte numerosos elogios en público mientras que te humilla en privado y tira tu trabajo por tierra. Es habitual, por ejemplo, en casos en que los empleados son más efectivos que sus superiores y estos recurren a esta técnica para salvaguardar su posición y evitar que nadie les haga sombra. Pero no solo los jefes pueden hacerte luz de gas. También los compañeros.

El gaslighting también se da en el ámbito laboral.

7. Donald Trump, un experto gaslighter

El campo de la política no se libra tampoco del gaslighting y Donald Trump parece ser un ‘experto’. De hecho, en los últimos años se han escrito numerosos artículos en los que se le pone como ejemplo por su tendencia a hacer una declaración para, en una fecha posterior, negar indignado que él haya dicho eso. En uno de estos artículos, Trump and Other Gaslighters/Narcissists Create Crises And Then Act Like The Solved Them (Cómo Trump y otros gaslighters/narcisistas crean crisis y luego actúan como si las resolvieran), Sarkis expone cómo ciertos políticos “crean un enemigo y una crisis, luego la ‘resuelven’ y a continuación reclaman los elogios cuando la crisis (que ellos crearon) ha terminado”. Y proporciona varios ejemplos que muestran a Trump como prototipo de gaslighter en política.

Robin Stern, también relata en su libro Efecto Luz de Gas: Detectar y sobrevivir a la manipulación invisible de quienes intentan controlar tu vida, otro caso protagonizado por el presidente En 2016, el comediante y presentador estadounidense John Oliver afirmó que Donald Trump le había hecho luz de gas. ¿Cómo? Anunciando en Twitter que había rechazado una invitación para aparecer en el programa del comediante. Cuando el presentador se dispuso a aclarar que él no le había invitado, Trump complicó más la situación insistiendo en una entrevista que se lo había pedido no una, sino cuatro o cinco veces. Fue tal la seguridad que mostró, que Oliver confesó más tarde que llegó a cuestionarse su propia realidad: “Haber sido víctima de una mentira que parecía tan convincente fue una situación muy desestabilizadora. Incluso me vi obligado a asegurarme de que nadie lo había invitado accidentalmente y, por supuesto, nadie lo había hecho”.

El efecto luz de gas o gaslighting es una forma de maltrato tan sutil como devastador.

Luz de gas o gaslighting (I): Identifica si sufres este tipo de maltrato psicológico

Luz de gas o gaslighting (I): Identifica si sufres este tipo de maltrato psicológico 1280 853 BELÉN PICADO

«¡Estás mal de la cabeza!», «¡No sabes captar una broma!», «¡Te lo tomas todo a la tremenda!»… Si escuchas estas frases de forma habitual y, además, te sientes impotente, agotada y con serias dudas sobre tu salud mental es posible que estés siendo víctima de una forma de maltrato psicológico tan sutil como perverso y devastador: el efecto luz de gas o gaslighting.

El término proviene de una obra teatro del 1938, Gas Light, que años después sería llevada al cine por George Cukor y que en España se estrenó con el título de Luz que agoniza. En ella, un individuo interpretado por Charles Boyer se dedica a alterar todo el entorno en que vive con su esposa (Ingrid Bergman) hasta conseguir que ella dude de su propia percepción de la realidad y de su cordura.

A lo largo de los años, este tipo de abuso emocional se ha visto en numerosas películas y series. En El practicante (Netflix), por ejemplo, hay un momento en que el personaje que interpreta Mario Casas esconde unas pastillas y hace creer a su novia que ha sido ella quien le ha dejado sin ellas. “No puedo más, me estoy volviendo loca. Estoy segura de que dejé las pastillas ahí”, confiesa más tarde la mujer a su amiga.

Controlar, someter y anular

El efecto luz de gas es una forma de violencia cuyo objetivo es controlar, someter y anular; no solo se busca modificar el comportamiento de la víctima, sino también su identidad. Con su actitud, el abusador o gaslighter está enviando dos mensajes fundamentales a su víctima: «Tu pensamiento está distorsionado» y «Mis ideas y mi forma de ver la realidad son las correctas y verdaderas».

La persona que lo sufre cree que realmente ve cosas donde no las hay y que está volviéndose loca, así que comienza a encerrarse en sí misma, a depender cada vez más de quien está ejerciendo esta manipulación sobre ella y, en definitiva, a aislarse. Es como esa lluvia fina y constante que al principio parece que no moja, pero acaba calándote hasta los huesos.

En ocasiones, este tipo de maltrato va acompañado por violencia física o es la antesala de la misma. No es extraño que cuando te están humillando durante mucho tiempo y llegan los primeros golpes ya estás tan anulada que no eres capaz de reaccionar y pedir ayuda.

La persona que sufre luz de gas puede llegar a dudar de su propia cordura.

¿Me están haciendo luz de gas?

Es importante aclarar que, si bien en este artículo me refiero a la relación de pareja, la mayoría de situaciones que enumero a continuación pueden extrapolarse a otros ámbitos. Igualmente, aunque lo habitual es que la víctima sea la mujer, también hay hombres que sufren gaslighting. En cualquier caso, se trata de un maltrato tan sutil que no resulta fácil identificarlo. Una señal importante para detectarlo es la continuidad en el tiempo. Si las situaciones siguientes se repiten una y otra vez, es muy posible que te estén haciendo luz de gas.

  • Miente en detalles tontos. Descubres que la otra persona miente en cosas pequeñas y hasta cierto punto absurdas, pero luego habla de ello con tanto convencimiento que te hace dudar. Y no solo eso, siempre te lleva la contraria en todo, incluso en los temas más banales. Él siempre tiene razón. Al final eres tú quien acaba mintiendo para adaptarte a su realidad y evitar conflictos.
  • No se responsabiliza de sus propias conductas. Siempre te dice que el problema es tuyo e insiste en que «necesitas ayuda» o «estás loca». Es más, cualquier tipo de duda que manifiestes acerca de estas afirmaciones las convertirá en pruebas de que realmente estás «perdiendo la cabeza». Por ejemplo, puede minar tu autoconfianza comentando de forma explícita lo atractiva que es una amiga tuya, comparándote con ella e, incluso, llegando a coquetear delante de ti (esta estrategia se denomina triangulación). Cuando tú te molestes o te quejes de su conducta te tachará de «insegura» y de tener «celos sin motivo». Y, al final, eres tú quien acaba pidiendo perdón.
  • Adopta el papel de víctima. Da la vuelta a las situaciones y se convierte en la víctima. Has quedado a cenar con tus amigas y justo antes de salir te dice que le encanta que lo pases bien, aunque seguro que se aburrirá mucho sin ti y te echará de menos. Pero te quiere tanto que no le importa. Tú dudas, él insiste en que salgas y luego pasa la noche enviándote mensajes, preguntándote qué haces, si vas a volver pronto, diciéndote que no podrá dormirse hasta que vayas a casa porque está preocupado… No solo no disfrutas de la velada, sino que te sientes culpable y, encima, cuando vuelves a verle dedicas las pocas energías que te quedan a consolarle. ¿Resultado? Vas espaciando tus salidas con los amigos («Para que no sufra o, al menos, hasta que se sienta más seguro de mí») hasta eliminarlas por completo.
  • Proyecta en ti sus carencias. El gaslighter te trasladará sus rasgos negativos o desplazará hacia ti la responsabilidad de sus comportamientos. De este modo, tú acabarás aceptando que eres egoísta, cruel o retorcida, justo las características que lo definen a él.
  • Niega haber dicho cosas que le has escuchado. Da igual que tengas pruebas o la total seguridad de que escuchaste perfectamente lo que dijo; él lo negará. Habéis hecho planes para salir el fin de semana y cuando llega el momento lo niega: «Yo nunca he dicho eso, no hemos quedado en nada ¿Por qué te inventas cosas? Cada día estás peor». Se reafirma en su postura repitiéndolo una y otra vez y tú, para no discutir, acabas claudicando. La primera vez te quedas descolocada. A partir de la tercera es posible que empieces a dudar de ti misma. Y así, cada vez le resultará más fácil que cedas. Llega un momento en que dudas no solo de tu memoria, sino de tu propia realidad.
  • Disfraza de humor lo que es una humillación. El abusador justifica sus salidas de tono o sus comentarios hirientes asegurando que «solo era una broma» y ridiculizándote por ser «una sosa» o «no tener sentido del humor». Esto ocurre en privado, pero también puede hacerlo en público. Recuerda: Si el chiste no te hace gracia, no es un chiste; si te sientes humillada, no es un chiste.
  • Te da una de cal y otra de arena. En un momento te pone por las nubes y te dice lo maravillosa que eres y lo feliz que es contigo y, en un abrir y cerrar de ojos, te culpa de todo; te tilda de exagerada y se burla de tu «exceso de sensibilidad». En psicología a esto se le llama refuerzo intermitente y es uno de los motivos por los que es tan difícil salir de una situación de maltrato. Si por regla general mi pareja me critica y, de vez en cuando y de forma totalmente aleatoria, me dice alguna cosa bonita, voy a quedarme ahí ‘enganchada’ haciendo todo lo posible para que me ‘toque premio’. Acabaré creyendo que si yo cambio la otra persona también lo hará.
  • Te dice una cosa, pero con el lenguaje no verbal expresa otra. Por ejemplo, tu pareja te pregunta por qué estás tan callada y cuando te animas a compartir tus sentimientos con la esperanza de que las cosas se arreglen entre vosotros, te pone cara de «Ya estás otra vez con lo mismo…». Esta interacción que consiste en transmitir al mismo tiempo dos mensajes contradictorios, uno a través de la comunicación verbal y otro con la no verbal, se le denomina doble vínculo. Genera mucha confusión e inseguridad porque no sabemos a qué atenernos.
    (En este blog puedes leer los artículos «Doble vínculo (I): La trampa emocional de los mensajes contradictorios» y «Doble vínculo (II): Cómo evitar sufrirlo y generarlo«)

El gaslighter puede decirte una cosa y con el lenguaje no verbal mostrar otra muy diferente.mostratt

  • Constantemente quita validez a lo que dices. Da igual de lo que hables y del grado de conocimiento que tengas sobre ello. Siempre te menosprecia, te lo discute todo y lo pone en tela de juicio: «Tú que sabrás», «Anda, cállate que solo dices tonterías».
  • Critica a la gente que quieres. A la más mínima sospecha de que tu familia o tus amigos puedan percatarse de que lo vuestro no va bien y vea que su influencia sobre ti peligra, tu pareja va a empezar a hablar mal de ellos, a decirte que te dejas influir demasiado por tus amistades, que tu familia le mira mal o que tus amigos te critican a tus espaldas. También puede pasar lo contrario: que ante tus seres queridos se muestre solícito, comprensivo y encantador. Así será mucho más difícil que las personas cercanas se percaten de que algo va mal.
  • Pone en duda tus propios sentimientos. Estás expresando cómo te sientes y de repente te ves justificando tus emociones, tus opiniones y tus propias experiencias. Sabes que es absurdo, pero sigues tratando de demostrar que realmente estás triste o molesta por algo e intentas desesperadamente argumentar tu punto de vista. Y, en vez de recibir comprensión, te topas con respuestas como: «Es imposible que sientas eso», «Eres demasiado sensible», «Eres una exagerada» o «Vaya películas te montas».
  • Si te atreves a dejarlo, orquestará una campaña de calumnias contra ti. Cuando descubras su hipocresía y pongas tierra de por medio, es más que probable que primero se muestre arrepentido para que vuelvas con él. Y si no lo consigue pasará al ataque: tratará de hacerse la víctima, poner a tu familia o a tus amigos en tu contra y sabotearte en cualquier ámbito. También puede pasar que ponga sus ojos en otra posible víctima y te deje sin la más mínima vacilación.

Así transcurre el proceso

Al principio, cuando alguien empieza a hacerte luz de gas, es posible que te rebeles, te enfades y discutas durante horas sin llegar a ninguna conclusión. Ese enfado dejará paso, casi sin darte cuenta, primero a la sorpresa, luego a la confusión y finalmente a la resignación. Estas señales y otras similares acaban siendo tan habituales que normalizas lo que te ocurre. Asumes que malinterpretas los hechos, que quizás no los recuerdas bien o no son tan graves, que todo son exageraciones tuyas, invenciones o paranoias.

Te convences de que no estás a la altura de la persona que tienes al lado. Incluso te sientes afortunada de que siga contigo pese a tus «múltiples fallos» y a que «no vales nada». Y como lo último que quieres es decepcionarle o enfadarle y que acabe hartándose y abandonándote, dejas de opinar, de defenderte, de intentar explicarle tu punto de vista… Y, poco a poco, dejas de ser tú misma. Paradójicamente, acabas creyendo que solo podrás encontrar la felicidad al lado de la persona que te humilla y te ignora y que solo lo tienes a él.

Escucha a tu intuición y confía en ella

Por muy camuflado que se presente, el gaslighting es maltrato. Pero no estás indefensa.

  • Haz explícitos los mensajes ambiguos que la otra persona intenta lanzarte. Por ejemplo, si te dice que no está enfadado pero sus gestos indican lo contrario, házselo ver. Puedes decirle algo así como: «Estás diciéndome que no estás enfadado, pero tus gestos y tu expresión indican lo contrario, ¿quieres hablar de algo?«.
  • No te calles. Valora tus opiniones y no dejes pasar la ocasión de exponerlas por no discutir. En cualquier tipo de relación es importante respetar el punto de vista del otro, así como sus sentimientos o sus experiencias y esto es un camino de doble dirección. Igualmente, todos tenemos derecho a manifestar dudas acerca de lo que dicen nuestros seres queridos o a estar en desacuerdo con ellos. Y eso no nos convierte en malas personas.
  • Aprende a identificar el objetivo de una conversación. Un diálogo en el que existe una reciprocidad no debería generar miedo, vergüenza o confusión. En el momento en que una conversación deja de buscar el entendimiento entre dos personas y se convierte en una lucha de poder lo mejor es dar la charla por terminada.
  • Deja de buscar su aprobación. No cedas a la tentación de intentar convencerle de tu punto de vista. Con una persona abusiva, narcisista y controladora tu opinión valdrá muy poco e intentar convencerle de que tienes razón será como predicar en el desierto. En lugar de decir «Tienes razón», prueba con: «Entiendo lo que me dices, pero no estoy de acuerdo» o «Esta es mi realidad aunque tú la veas de otro modo».
  • Valida tus sentimientos. Tus emociones no son un tema objeto de debate. Nadie tiene derecho a decirte o a poner en duda qué sientes, qué piensas o quién eres. No invalides tus sentimientos por quedar bien con la otra persona y mucho menos pidas disculpas por sentir.

Nadie tiene derecho a decirte o a poner en duda qué sientes, qué piensas o quién eres.

  • Confía en tu intuición. Si sientes que hay algo raro, que algo no te cuadra, escúchate porque tú eres la persona que mejor te conoce.
  • Trabaja en tu autoestima porque es el mejor antídoto contra este tipo de manipulación. Cuanto más confíes en ti misma más difícil será que caigas en las redes de un gaslighter. Aprende a poner límites y si te sientes herida o molesta no lo dejes pasar.
  • Rodéate de una red apoyo. No pierdas el contacto con tu familia y tus amigos, apóyate en ellos siempre que lo necesites y contrasta con ellos tus percepciones.
  • Pon distancia. Si es un hecho aislado y las situaciones se hacen habituales, aléjate de la persona que te está haciendo luz de gas. Tomar distancia te ayudará a tomar plena conciencia de lo que está ocurriendo.
  • Busca ayuda. Si ves que la situación te supera o que las personas que te rodean no terminan de ver el problema,  buscar ayuda profesional. Si lo deseas puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantada de ayudarte.
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Lectura. Efecto Luz de Gas: Detectar y sobrevivir a la manipulación invisible de quienes intentan controlar tu vida. Robin Stern es psicoanalista, investigadora y experta en inteligencia emocional. En este libro explica cómo funciona este tipo de manipulación y ayuda a detectar y a identificar si nos están haciendo  luz de gas.

(Si quieres saber más sobre el tema, te invito a leer Luz de gas o gaslighting (II): 6 claves sobre este abuso (y una curiosidad)

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