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10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano.

10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano

10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano 1122 935 BELÉN PICADO

Con sus 1300-1400 gramos, el cerebro de los seres humanos es más grande que el de cualquier especie en relación con las dimensiones del resto del cuerpo. Pero no solo es el órgano que nos permite pensar, razonar o recordar, sino que también tiene una relación directa y bidireccional con el modo en que experimentamos amor, odio, ira, compasión, angustia y todas las emociones propias de nuestra especie. En pocas palabras, el cerebro humano es una verdadera maravilla de la naturaleza, un órgano fascinante y complejo que desempeña un papel crucial en cómo sentimos, cómo pensamos y cómo vivimos nuestras experiencias del día a día. Y, precisamente por todo esto es tan importante cuidarlo y mantenerlo en las mejores condiciones posibles. ¿Cómo? Hay muchas formas mantener nuestro cerebro sano y estas son solo algunas de ellas:

1. Cuida tu alimentación

El aparato digestivo y el cerebro están directamente conectados a través de lo que se conoce como eje intestino-cerebro. Nuestro intestino alberga trillones de microorganismos (microbiota) que juegan un papel crucial en la salud en general y en la salud mental y emocional en particular. Algunos de ellos tienen la capacidad de producir neurotransmisores como la serotonina, involucrada en la regulación del estado de ánimo (se estima que alrededor del 90% de la serotonina de nuestro organismo se produce en el intestino). Además, una microbiota intestinal saludable está relacionada con una mejor función cognitiva y memoria, mientras que la disbiosis (desequilibrio microbiano) se ha asociado con trastornos como la depresión y la ansiedad.

Muchos estudios sugieren que una dieta rica en prebióticos, probióticos y ácidos omega-3 ayuda a mantener nuestra microbiota saludable, lo cual a su vez influye en la química cerebral y en el estado de ánimo.

  • Los prebióticos son tipos de fibra no digeribles que sirven de alimento a las bacterias beneficiosas del intestino. Los encontramos en el ajo, la cebolla, los espárragos, los plátanos, las lentejas y la avena, entre otros alimentos.
  • Los probióticos son microorganismos vivos que, cuando se consumen en cantidades adecuadas, resultan beneficiosos para la salud. Están en el yogur, kéfir, chucrut y otros alimentos fermentados.
  • En cuanto a los ácidos grasos omega-3, cruciales para la función cerebral y la estructura de las membranas celulares neuronales, se encuentran sobre todo en pescados grasos como el salmón, en las nueces y en las semillas de lino.

Como veis, el dicho popular «Somos lo que comemos» no va tan desencaminado…

Cuidar la alimentación es esencial para mantener un cerebro sano.

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2. Muévete

No es necesario machacarse en el gimnasio para tener un cerebro saludable. Según la Organización Mundial de la Salud bastan al menos 150 minutos a la semana de ejercicio de intensidad moderada (por ejemplo, caminar a paso ligero) para mantenerlo en forma. Y es que cuando nos animamos a realizar algún tipo de deporte o de actividad física en nuestro cerebro empiezan a pasar cosas buenas, entre ellas un aumento en la producción de:

  • Factor neurotrófico del cerebro (BDNF). Es una proteína que favorece la neuroplasticidad del cerebro, ayudándolo a adaptarse mejor a las situaciones y mejorando su capacidad cognitiva. Actividades como nadar, correr o bailar aumentan su producción.
  • Endorfinas. Entre otros beneficios, son un poderoso analgésico natural, mejoran el estado de ánimo, ayudan a reducir la ansiedad y los síntomas depresivos y también mejoran la calidad del sueño.
  • Serotonina. Además de regular el estado de ánimo, facilita la relajación y también ayuda a conciliar mejor el sueño.
  • Dopamina. A nivel cognitivo, regula funciones como el aprendizaje y la memoria y tiene un papel fundamental en la toma de decisiones.

Además de mejorar nuestra neuroplasticidad y ayudarnos a regularnos emocionalmente, hacer ejercicio alivia los síntomas de la depresión y la ansiedad, interviene en la prevención de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y favorece la consolidación de la memoria. En 2016 un grupo de neurocientíficos holandeses comprobaron que hacer ejercicio aeróbico cuatro horas después de aprender algo ayuda a consolidar los conocimientos adquiridos.

(Si te interesa, puedes leer en este blog el artículo «Deporte y salud mental: Beneficios psicológicos de hacer ejercicio«)

3. Duerme lo que necesites

Entre otras funciones, el cerebro utiliza el descanso nocturno para procesar y consolidar la información adquirida a lo largo del día, fortaleciendo las conexiones neuronales y mejorando la memoria. Y es que nuestro cerebro recoge durante la jornada información a una velocidad superior a la que puede procesarla, así que aprovecha las horas de sueño para archivar todos esos datos.

Investigadores de la Universidad alemana de Lübeck encontraron que este proceso de consolidación de la memoria se extiende también al aprendizaje de tipo académico. A través de pruebas realizadas a 106 voluntarios descubrieron que los que dormían ocho horas triplicaban las posibilidades de resolver ecuaciones matemáticas, frente a los que habían pasado la noche en vela. La investigación pudo determinar, además, que los cambios cerebrales que mejoran la creatividad y la capacidad de resolver problemas se producen durante las cuatro primeras horas del ciclo del sueño.

Algunas cosas que puedes hacer para mejorar la calidad del sueño:

  • Seguir una rutina de sueño regular. Ir a la cama y despertarse a la misma hora todos los días.
  • Mantener un ambiente adecuado. Un dormitorio oscuro, fresco y tranquilo favorece el sueño profundo.
  • Reducir la exposición a pantallas. Evitar dispositivos electrónicos al menos una hora antes de acostarse.
  • Evitar la cafeína y otras sustancias excitantes.
  • No le robes horas a tu descanso. Aunque las necesidades varían de una persona a otra, el tiempo óptimo de sueño en adultos está entre las siete y las nueve horas.

(Si te interesa, puedes leer en este blog el artículo «¿Qué ocurre en nuestro cerebro mientras dormimos?»)

4. Cuida tus relaciones

Necesitamos contacto físico, intimidad y pertenencia al grupo y no solo a nivel social. Al activar áreas cerebrales relacionadas con la emoción y la cognición, las relaciones sociales ayudan, por ejemplo, a prevenir el deterioro cognitivo y retrasar así la aparición de enfermedades como el alzhéimer.

Que las relaciones sociales contribuyen al incremento de la reserva cognitiva se ha comprobado ya en diversos estudios. Una de estas investigaciones, llevada a cabo por el neurólogo David A. Bennet y varios colaboradores, encontró que el tamaño de la red social con la que se cuenta influye en el rendimiento cognitivo en enfermedades como el alzhéimer. Es decir, los investigadores observaron que, aun sufriendo esta patología, las personas con más relaciones sociales mostraban un mejor funcionamiento cognitivo.

Igualmente, interactuar con otros mejora el bienestar emocional, al reducir los sentimientos de soledad y depresión, protege en tiempos de mucho estrés, estimula el cerebro y promueve el desarrollo de habilidades sociales, emocionales y cognitivas.

Algunas formas de fortalecer las conexiones sociales:

  • Participar en actividades comunitarias. Únete a actividades que se organicen en tu barrio, a grupos con tus mismas aficiones, a algún voluntariado….
  • Mantén el contacto con tus seres queridos (y no solo por Whatsapp). Llama o visita a amigos y familiares con regularidad.
  • Cultiva y trabaja en tus relaciones. Invierte tiempo y energía en construir y mantener vínculos profundos y significativos.

5. Fomenta tu curiosidad y no dejes de aprender

La curiosidad pone al cerebro en modo aprendizaje. Según un estudio publicado en la revista Neuron, la expectación que nos genera un tema que nos atrae coloca al cerebro en un estado que nos permite aprender y retener cualquier clase de información relacionada o no con aquella que nos interesa. Los autores de la investigación encontraron también que cuando se estimula la curiosidad, aumenta la actividad en el circuito cerebral relacionado con la recompensa y en el hipocampo (región del cerebro importante para la formación de nuevos recuerdos), además de un aumento de las interacciones entre ambas estructuras.

Cómo fomentar la curiosidad:

  • Crea entornos estimulantes y ricos en estímulos novedosos y variados. Esto puede incluir leer libros, visitar museos, o participar en actividades culturales y educativas.
  • Haz preguntas. Fomentar el hábito de hacer preguntas y buscar respuestas promueve un enfoque activo hacia el aprendizaje. Las preguntas abiertas que invitan a la reflexión y la exploración son especialmente efectivas.
  • Adopta una mentalidad de crecimiento. Creer que nuestras habilidades y conocimientos pueden mejorar con el esfuerzo y la práctica (mentalidad de crecimiento) fomenta la curiosidad y la disposición a enfrentar desafíos.
Si quieres tener un cerebro sano, fomenta la curiosidad y no dejes de aprender.

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6. Desafía a tu cerebro

Aprender cosas nuevas y atreverse con actividades cognitivamente estimulantes mantiene el cerebro en forma. Por un lado, se favorece que se establezcan nuevas conexiones neuronales y que las que ya hay se fortalezcan, algo que permitirá afrontar mejor los cambios que lleguen con el envejecimiento. Por otra parte, mejora la memoria, ya que el aprendizaje continuo mantiene la mente aguda e incrementa la capacidad de retención de información. Y, además, fomenta la creatividad.

Son muchos los modos en que puedes desafiar a tu cerebro:

  • Cambiar cosas en las rutinas de tu día a día, por ejemplo elige un camino distinto al habitual para ir a trabajar.
  • Aprender un nuevo idioma. Mejora la memoria, la atención y la capacidad multitarea.
  • Tocar un instrumento musical. Estimula múltiples áreas del cerebro relacionadas con la coordinación motora, la percepción sensorial y la memoria.
  • Practicar juegos de estrategia. Actividades como el ajedrez y los juegos de estrategia fomentan el pensamiento crítico y la planificación.

7. Aprende a respirar… conscientemente

La respiración no solo mantiene nuestras funciones fisiológicas básicas; también tiene un impacto significativo en el cerebro y la salud mental. En su libro Neurociencia del cuerpo: Cómo el organismo esculpe el cerebro, la neurocientífica Nazareth Castellanos incide en la necesidad de saber respirar, fundamentalmente por la nariz, porque «la respiración influye en la capacidad de memorizar, recordar y aprender porque impacta en el hipocampo e influye en la dinámica neuronal y la nariz prepara el aire para que pueda penetrar de forma saludable en el cuerpo».

La oxigenación adecuada del cerebro es fundamental para mantener una capacidad cognitiva y una función cerebral óptima. Al respirar de manera consciente y profunda, aumentamos la cantidad de oxígeno que llega al cerebro y mejoramos su rendimiento.

Algunos beneficios que aporta la respiración al cerebro:

  • Reduce el estrés y la ansiedad. Técnicas como la respiración diafragmática pueden reducir la activación del sistema nervioso simpático y promover la activación del sistema nervioso parasimpático. Esto resulta en una disminución de la liberación de hormonas del estrés como el cortisol y una reducción de los síntomas de ansiedad.
  • Aumenta la atención y la concentración. Al calmar la mente y reducir el ruido mental, las técnicas de respiración permiten enfocar los pensamientos y mejorar el rendimiento cognitivo.
  • Mejora el estado de ánimo. La respiración profunda puede aumentar los niveles de neurotransmisores como la serotonina y las endorfinas. Esto, a su vez, ayuda a combatir la depresión y mejorar la sensación general de bienestar.
  • Favorece la regulación emocional. Al reducir la activación del sistema nervioso simpático y promover un estado de calma, es más fácil manejar emociones intensas y mejorar nuestra estabilidad emocional.

8. Pon música en tu vida

Todo nuestro cerebro se moviliza cuando escuchamos una canción o tocamos un instrumento. El ritmo se procesa en la zona sensorial y motriz, que es la encargada de estimular el movimiento. En la amígdala, situada en el sistema límbico que es el responsable de la regulación emocional, se procesan las emociones que experimentamos ante una melodía. Y el hipocampo se activa para recordar una canción, evocar situaciones vividas o traer a la memoria a personas con quienes nos gustaría estar.

Asimismo, la música es una poderosa fuente de placer. Cuando escuchamos una canción que nos gusta se dispara la producción de dopamina y de otras sustancias que nos ayudan a sentirnos mejor: serotonina, epinefrina, oxitocina y prolactina.

Tras analizar 400 estudios científicos, los psicólogos Daniel Levitin y Mona Lisa Chanda asociaron los beneficios de la música con la salud mental y física. Concretamente, identificaron cuatro procesos en los que puede intervenir: en el estrés, disminuyendo la ansiedad; en la inmunidad, fortaleciendo las defensas; en la afiliación social, favoreciendo los lazos afectivos y la cooperación; y en el área de recompensa, reforzando la motivación, la gratificación y el placer. Y no solo eso. La música también mejora los síntomas depresivos y ayuda en situaciones traumáticas.

Si quieres un cerebro sano, pon música en tu vida.

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9. Da las gracias

La gratitud transforma nuestro cerebro e induce cambios positivos en su estructura y funciones. ¿Cómo? Por ejemplo, activando el sistema de recompensa. Cuando experimentamos gratitud, el cerebro libera dopamina lo que nos hace sentir bien y refuerza este comportamiento. A la vez, se producen un aumento de los niveles de serotonina y se activan el sistema límbico y la corteza prefrontal, áreas relacionadas con las emociones y la toma de decisiones.

Según apunta el doctor en Psicofisiología Manuel Vázquez-Marrufo en este artículo, muchas de las personas que experimentan altos grados de agradecimiento tienden a regular a la baja la actividad de la amígdala (parte del sistema límbico a cargo de la respuesta del miedo) y por tanto hay «una menor liberación de factores inflamatorios que están detrás de muchas enfermedades».

Si quieres practicar…

  • Escribe un diario de gratitud. Dedica unos minutos cada día a escribir tres cosas por las que estás agradecido/a. Esto te ayudará a enfocar tu mente en los aspectos positivos de tu vida.
  • Simplemente, di «gracias». Si sientes que tienes que dar las gracias a alguien, hazlo verbalmente y si lo haces mirándole a los ojos, mucho mejor. Verás cómo se fortalecen tus relaciones y aumenta tu propio sentido de bienestar.
  • Cartas de agradecimiento. Escribe cartas de gratitud a personas que han tenido un impacto positivo en tu vida. Incluso si no las envías, te ayudarán a sentirte más conectado/a y satisfecho/a.

10. No hagas nada

La inactividad es esencial para que nuestro cerebro se tome un descanso y recupere la energía perdida. Pero cuando nos dedicamos a no hacer nada no solo nos estamos dando tiempo para recargar pilas. También favorecemos la conexión con nosotros mismos, la creatividad y la memoria.

El científico y escritor Andrew J. Smart explica que durante los periodos de inactividad nuestro cerebro está activo, aunque de una forma diferente. Al igual que un avión tiene un piloto automático, nosotros entramos en un estado similar cuando descansamos y renunciamos al control manual: «El piloto automático tiene claro adónde quieres ir y qué quieres hacer y la única forma de averiguar lo que sabe es dejar de pilotar manualmente el avión y permitir que tu piloto automático te guíe».

Y si, además de no hacer nada, estamos en silencio, mucho mejor. Un estudio llevado a cabo por investigadores alemanes concluyó que dos horas de silencio al día bastan para estimular la creación de nuevas neuronas en el hipocampo (zona del cerebro implicada en la memoria, las emociones y el aprendizaje). Así que aprovecha tan valiosos momentos para darte un relajante baño de silencio.

Referencias bibliográficas

Bennett D.A., Schneider J.A., Tang Y., Arnold S.E. & Wilson R.S. (2006). The effect of social networks on the relation between Alzheimer’s disease pathology and level of cognitive function in old people: a longitudinal cohort study. Lancet Neurology, 5(5):406-12.

Castellanos, N. (2022). Neurociencia del cuerpo: cómo el organismo esculpe el cerebro. Barcelona: Kairós.

Chanda, M. L., & Levitin, D. J. (2013). The neurochemistry of music. Trends in cognitive sciences, 17(4), 179–193.

Gruber, M. J., Gelman, B. D. & Ranganath, C. (2014). States of curiosity modulate hippocampus-dependent learning via the dopaminergic circuit. Neuron, 84(2), pp. 486-496.

Kirste, I., Nicola, Z., Kronenberg, G., Walker, T. L., Liu, R. C., & Kempermann, G. (2015). Is silence golden? Effects of auditory stimuli and their absence on adult hippocampal neurogenesis. Brain structure & function, 220(2), 1221–1228.

Smart, A.J. (2015). El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto automático del cerebro. Madrid: Clave Intelectual.

Las neuronas espejo favorecen la empatía y la conexión emocional.

Cómo activar nuestras neuronas espejo para mejorar nuestra empatía

Cómo activar nuestras neuronas espejo para mejorar nuestra empatía 1254 836 BELÉN PICADO

En nuestro cerebro existe una red de neuronas que contribuyen a que aprendamos a hablar o a conducir. También son responsables de que repitamos las conductas de otras personas, como bostezar o rascarnos. Incluso, hacen que se nos ‘encoja’ el corazón cuando vemos sufrir a otros. Son las neuronas espejo, una red invisible que interviene en el aprendizaje y, sobre todo, favorece la empatía y la conexión emocional y social.

Se trata de unas células del cerebro que actúan realmente como espejos, ya que reflejan las sensaciones y las emociones de los demás. Y hacen, no solo que las comprendamos, sino que las sintamos casi como si las viviésemos en nuestra propia piel. Por ejemplo, si no fuera por ellas, no nos estremeceríamos ante el trabajo de los actores y actrices que se besan con pasión, lloran desconsoladamente o se enfrentan a toda suerte de proezas en las películas.

Son las responsables de que sintamos tristeza ante las catástrofes o las guerras que nos muestran los informativos. O experimentemos esa sensación de dolor cuando observamos que otra persona se cae o se da un golpe. Y todo esto ocurre de un modo automático del que no somos plenamente conscientes.

Las neuronas especulares se activan cuando realizamos una acción, pero también al observar a otro realizarla. O cuando tenemos una representación mental de dicha acción. Gracias a ellas podemos deducir lo que los demás piensan, sienten o hacen, ya que están programadas para ayudarnos a comprender, no solo la conducta de otros, sino también cómo se sienten.

Las neuronas especulares se activan cuando realizamos una acción, pero también al observar a otro realizarla.

Descubiertas por casualidad gracias a un mono

Las neuronas espejo fueron descubiertas por casualidad por el neurobiólogo Giacomo Rizzolatti y su equipo en 1996 mientras estudiaban el cerebro de unos monos macaco. Lo que buscaban inicialmente era registrar la actividad eléctrica neuronal del mono cuando agarraba un objeto o algún alimento. Pero lo que ocurrió fue que las mismas neuronas que se habían activado al realizar esas acciones, también respondieron cuando el animal simplemente vio a uno de los investigadores coger un plátano.

Incluso se comprobó que el mono era capaz de predecir, según ciertas señales contextuales, la próxima acción que llevaría a cabo el experimentador. Es decir, podía entender la intención que había detrás de la acción. Rizzolatti bautizó a estas neuronas como neuronas espejo y siguió adelante con sus investigaciones, encontrándolas también en el cerebro humano. Y no solo eso. Investigaciones posteriores han podido determinar su implicación en otras competencias como el lenguaje, el aprendizaje (imitación), la empatía o la mentalización (capacidad de adivinar, suponer o interpretar los pensamientos, actitudes, sentimientos, valores, motivaciones o intenciones que subyacen a la conducta de otras personas y a la nuestra propia).

Aprendizaje por imitación

Las neuronas espejo nos permiten aprender por imitación y están implicadas en habilidades como caminar, gesticular, sonreír, hablar, bailar o practicar deportes.

Funcionan ya desde los primeros meses de vida, cuando el bebé es capaz de interpretar o imitar nuestros gestos y emociones. Esto ocurre mucho antes de comprender nuestras palabras o aprender a hablar ellos mismos. De hecho, un experimento de Mel Sophie Moore demostró que los bebés de una hora de vida ya son capaces de imitar expresiones faciales.

De este modo, el niño va aprendiendo de los adultos por repetición e imitación. Es decir, aprenden más por lo que ven hacer a sus padres que por lo que estos les dicen que hagan. Gracias a sus neuronas espejo, los niños registran el comportamiento que observan para luego ponerlo en práctica en situaciones similares (y no necesariamente de inmediato). Así que, si no quieres que tu hijo grite a sus compañeros o a sus hermanos, procura no decírselo gritando. Tampoco te servirá de nada intentar que vea la parte más positiva de las cosas si tú te pasas el día quejándote por todo…

Las neuronas espejo nos permiten aprender por imitación.

Neuronas espejo, emociones y empatía

Además de estar relacionadas con el aprendizaje, estas neuronas también tienen mucho que ver con el contagio emocional. Esto es porque, a través de ellas, llegamos a experimentar la misma emoción que estamos percibiendo en otra persona. Esto explica, por ejemplo, por qué la risa es tan contagiosa. Seguro que os habéis dado cuenta de cómo muchos cómicos se ríen de sus propios chistes para provocar la hilaridad del público. La razón está en que, cuando vemos reír o sonreír a alguien, nuestras neuronas espejo crean una representación mental de esa sonrisa en nuestra mente. Luego, envían señales al sistema límbico (área cerebral implicada en las emociones). Y, finalmente, terminamos sintiendo lo mismo que la persona a la que observamos.

Asimismo, las neuronas espejo son la base biológica de la empatía, esa increíble capacidad que tenemos para comprender las emociones de los demás. Por ello, cuando vemos en alguien un gesto de dolor, en nuestro cerebro se activan las mismas zonas que si experimentáramos esas emociones nosotros mismos.

Y, a su vez, esta habilidad para ponernos en el lugar del otro repercute directamente en nuestras interacciones sociales, en la calidad de nuestras relaciones y en el tipo de conexión que establezcamos con los demás. Si hay conexión emocional con una persona, nuestra relación con ella será más fácil y menos conflictiva. Tener la capacidad de comprender al otro nos permite ser más respetuosos, tolerantes y colaborativos.

El neurocientífico Vilayanur Ramachandran las llama «neuronas Gandhi» por su capacidad para facilitar el entendimiento y la cooperación, establecer vínculos y ser solidarios.

Las consecuencias del trauma en las neuronas espejo

En una entrevista realizada para la web traumaterapiayresiliencia.com, el neuropsiquiatra chileno Jorge Barudy explica que, aunque las neuronas espejo pueden resultar muy dañadas cuando hay trauma o graves carencias, también pueden recuperarse. La violencia psicológica, el maltrato físico, los abusos sexuales o el abandono son experiencias que pueden provocar que se pierda parte de este tejido neuronal. Y que la empatía, por tanto, se vea también afectada.

Sin embargo, y por suerte, también contamos con una gran ventaja: la plasticidad cerebral. «El cerebro tiene una organización dinámica interna propia que hace que las redes neuronales sean muy cooperativas, muy solidarias y dispuestas a ayudarse si es necesario», dice Barudy. Pero para recuperar su función, estas neuronas necesitan estímulos externos: «Se recuperan en ambientes amorosos, en ambientes donde fluye la empatía, donde los niños y niñas son reconocidos como afectados y no como culpables del daño y de la forma en que expresan su dolor y su sufrimiento».

Estimular las neuronas espejo para mejorar nuestra empatía

Diferentes estudios han demostrado que las personas con mayor empatía presentan también una mayor activación del sistema de neuronas espejo. Así que, si conseguimos estimular esta red neuronal también mejoraremos nuestro estado de ánimo y nuestro grado de empatía. Os doy algunas pautas:

  • Conócete. Para comprender y resonar con el otro hay que comprenderse primero a uno mismo. Así que toca empezar por aprender a identificar e interpretar nuestras propias emociones.
  • Sonríe. Pocas cosas existen tan poderosas y contagiosas como una sonrisa. Gracias a las neuronas espejo, la sonrisa hace sentir bien a quien la lleva puesta y a quien la recibe.
  • Mira a los ojos. La conexión visual mientras hablamos, ya sea entre dos personas o en un grupo más amplio, facilitará que las neuronas espejo hagan su trabajo y favorecerá una comunicación empática y verdadera.
  • Practica la escucha activa. Escuchar va mucho más allá de ser un mero receptor pasivo de información. Cuando escuchamos a alguien de manera activa y consciente estamos prestando toda nuestra atención a lo que está diciendo. Además, estamos activando nuestras neuronas espejo para poder conectar con las emociones y los pensamientos de nuestro interlocutor. Y así conocer realmente cómo se siente. Tratemos de fijarnos también en su lenguaje no verbal, tono de voz, postura, silencios…

Cuando escuchamos de forma activa activamos nuestras neuronas espejo.

  • Actúa de espejo. Otro modo de activar estas células nerviosas durante una conversación es recurrir al reflejo automático o ‘mirroring’. Consiste en imitar los gestos de quien habla e indica que estamos en sintonía con sus sentimientos y atentos a lo que nos explica. Además, favorece la empatía y la conexión emocional. Eso sí, siempre y cuando se realice con discreción y de forma muy sutil. De hecho, si realmente estás escuchando lo más probable es que tus neuronas ya estén generando ese reflejo.
  • Engánchate a la música. Según el neurocientífico alemán Stefan Koelsch, al escuchar música «se activan las áreas del cerebro que se encargan de la imitación y la empatía y donde están las neuronas espejo. La música nos ayuda a crear lazos sociales porque nos permite transmitir sentimientos».
  • ¿Tienes perro? Interactúa con él. Los científicos han encontrado neuronas espejo no solo en los primates y en el ser humano, sino también en otros «animales sociales» como el perro, el elefante o el delfín. El perro, por ejemplo, es capaz de diferenciar el estado de ánimo de su humano y establecer con él un fuerte vínculo afectivo. Un estudio realizado en 2020 demuestra que estas mascotas también tienen empatía. Los investigadores que lo llevaron a cabo examinaron cómo reaccionaban los perros cuando sus dueños o un extraño simulaba reír o llorar. Y vieron que el animal prestaba más atención a la persona que parecía llorar, tanto a nivel visual como a nivel de contacto físico.
  • Inicia un proceso de terapia. Para Jorge Barudy la psicoterapia constituye ese estímulo externo necesario para poder reparar y recuperar nuestras neuronas espejo dañadas. El proceso terapéutico en un entorno seguro es una valiosa oportunidad para sanar nuestras heridas y aprender a conectar emocionalmente con otras personas. Y, de paso, mejorar nuestra empatía y vivir la experiencia de un vínculo incondicional y sin juicios.
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Mentes conectadas sin brujería. En este capítulo del programa Redes (TVE), Eduard Punset entrevista al neurocientífico Marco Iacoboni. Ambos repasan los fantásticos poderes de las neuronas espejo y su relación con la empatía y el aprendizaje.

 

Oxitocina, el mejor antídoto contra el coronavirus esta Navidad

Más oxitocina para que el coronavirus no te amargue (aún más) la Navidad

Más oxitocina para que el coronavirus no te amargue (aún más) la Navidad 1254 836 BELÉN PICADO

Hormona del amor, del apego, de la confianza o de la monogamia son solo algunos de los nombres que recibe la oxitocina, una sustancia secretada de forma natural por el propio organismo. Aunque su función más conocida es la de estimular las contracciones del final del parto y la producción de leche materna, también cumple con otros cometidos. Por ejemplo, entre muchas otras cosas, reduce el estrés, regula la presión sanguínea y nos ayuda a conectarnos con los demás. Justo lo que necesitamos en tiempos de coronavirus y muy especialmente en estas fechas navideñas.

Afortunadamente, podemos aumentar nuestros niveles de oxitocina de modo natural y sin efectos secundarios. Así que os propongo aprovechar esta circunstancia como ayuda extra para poder disfrutar de unas Navidades, cuando menos atípicas. Pero antes, vamos a saber un poco más acerca de esta hormona, implicada en comportamientos relacionados con la confianza, la generosidad, la formación de vínculos, los comportamientos de cuidado o la empatía.

Dónde se genera la oxitocina

La oxitocina puede actuar como hormona y como neurotransmisor y se genera en una estructura del encéfalo llamada hipotálamo. De aquí es conducida a la hipófisis, donde es almacenada para ser enviada luego donde se necesite. Cuando actúa como hormona, viaja a través del torrente sanguíneo a distintos órganos, por ejemplo, para producir las contracciones en el útero y la secreción de la leche materna. Y cuando funciona como neurotransmisor produce múltiples efectos en el sistema nervioso central. Entre ellos, interviene en la regulación del miedo, eliminando las respuestas de parálisis.

La oxitocina puede liberarse, tanto en el cerebro como en la sangre, con acciones tan simples como recibir un abrazo, ser escuchado, reír, comer chocolate, escuchar buena música, tener un orgasmo, etc.

Además, se produce un ‘efecto contagio’. Susan Kuchinskas, autora del libro La química de la conexión, explica que cuanta más oxitocina esté circulando por el organismo más células la liberarán también. Cuando captamos una señal positiva como que alguien nos sonría, el hipotálamo libera una pequeña cantidad de oxitocina en el cerebro y esta, a la vez, estimula a las demás células para que liberen todavía más.

En qué procesos interviene

La oxitocina interviene en numerosos procesos. De hecho, cada poco tiempo siguen descubriéndose nuevas funciones. Estas son algunas de ellas:

  • Es esencial en el momento del parto y en la lactancia. Además de provocar las contracciones que dilatan el cuello del útero y que permiten que el niño nazca, interviene en la creación del vínculo entre la madre y el bebé. También se libera en ambos durante la lactancia. Cuando el bebé succiona el pecho, la oxitocina se libera en el torrente sanguíneo de la madre, se transfiere a la leche materna y de esta pasa al niño. La mayor concentración de oxitocina endógena que una persona puede experimentar se produce durante el parto y después durante la lactancia.
  • Menos miedo. Investigadores del Centro de Psiquiatría y Neurociencias de la Universidad suiza de Lausanne realizaron un estudio y encontraron que la oxitocina inhibía las respuestas de miedo en la amígdala, en particular las que nos paralizan. Esto significa que lo que hace esta hormona es mantener la sensación de miedo sin que nos quedemos del todo bloqueados. Así, aunque la percepción del peligro permanezca podemos actuar de forma más juiciosa.
  • Genera el placer durante el orgasmo. Tanto en hombres como en mujeres, la oxitocina tiene un papel fundamental en la excitación sexual y en el orgasmo. Sus niveles aumentan durante el acto sexual y alcanzan el nivel máximo durante el orgasmo, provocando la contracción de las fibras musculares que permiten la eyaculación o las contracciones uterinas.
  • Nos conecta con los demás. La oxitocina está estrechamente relacionada con la creación y el mantenimiento de lazos afectivos y no solo entre madre e hijo, entre familiares o entre los miembros de una pareja. De hecho, aumenta de forma natural cuando hablamos con amigos, nos acarician o miramos a un bebé. Esta función tiene mucho que ver con la evolución de nuestra especie. De algún modo, la oxitocina funciona como un ‘pegamento’ que nos mantiene unidos a los demás, reforzando los lazos sociales y aumentando la generosidad y la empatía.

  • Propicia la monogamia y la fidelidad. Varias investigaciones han demostrado que la explicación de que los topillos de la pradera sean una de las pocas especies monógamas que hay en el mundo animal está en que tienen más receptores de oxitocina que otras especies parecidas no monógamas. Al contrario de lo que sucede con otros animales, que rehúyen a la hembra tras el apareamiento, estos roedores establecen un fuerte vinculo e, incluso, cuidan juntos a sus crías. En el caso de los seres humanos, cuando una persona tiene una relación sexual estable y satisfactoria con otra también se hace ‘adicta’ a su oxitocina. Precisamente, investigadores de las universidades escocesas de Edimburgo y Saint Andrews analizaron las razones por las que las personas mantienen o no una pareja y descubrieron que la producción de oxitocina está relacionada con la capacidad para conservar una pareja durante un largo período de tiempo.
  • Favorece la relajación y la calma. La oxitocina juega un papel fundamental en la regulación del estrés. ¿Cómo? Disminuyendo la actividad del sistema nervioso simpático, que es el que nos mantiene alerta, y aumentando los niveles de opiáceos endógenos. De este modo, se reduce la tensión arterial y el ritmo cardiaco y disminuyen las hormonas del estrés, dando paso a una sensación de bienestar y relajación.
  • Aumenta la confianza. La capacidad de poder confiar en otra persona, tanto en las relaciones amorosas, como en la amistad o incluso en los negocios, también está regulada por la oxitocina. Esto se debe en parte a que reduce la actividad en los circuitos cerebrales que procesan el miedo.

Aumentar la oxitocina de forma natural

Ya pases estas fechas con parte de tu familia o solo/a, seguro que puedes aumentar tus niveles de oxitocina con alguna de estas propuestas.

  • Acompaña tus días con música. La música nos ayuda a sobrellevar mejor situaciones difíciles, ya que estimula la producción de las llamadas sustancias de la felicidad: endorfinas, dopamina y, por supuesto, oxitocina. De hecho, cuando escuchamos una melodía que nos gusta se activan en el cerebro los mismos centros de placer que si estuviéramos comiendo chocolate o haciendo el amor. Además, a través de la música y sus letras evocamos situaciones que hemos vivido y sentimos más cerca a las personas con las que nos gustaría estar y compartir.
  • Haz ejercicio. Actividades como salir a correr, hacer senderismo o bailar también estimulan la liberación de oxitocina. Un estudio demostró que atletas que competían en carreras de larga distancia tenían mayores niveles de esta hormona después de completar una maratón que antes de hacerlo. Y si lo tuyo son los deportes más tranquilos, anímate a practicar yoga. La sensación de bienestar después de cada práctica tiene mucho que ver con la oxitocina. Es más, muchas posturas y técnicas de respiración van encaminadas a ‘descongestionar’ el hipotálamo y la hipófisis, que son justamente los órganos encargados de la liberación de esta hormona.
  • Iníciate en la meditación. Se trata de una potente y valiosa herramienta que nos ayuda a aumentar los niveles de oxitocina en sangre y, a la vez, contribuye a relajar cuerpo y mente. Esto nos permite alcanzar la calma y el equilibrio interior y, en consecuencia, reducir el estrés.
  • Practica la generosidad y el altruismo. No se trata de gastarnos todos nuestros ahorros en un gran presente. Basta con sorprender con un detalle o, incluso, regalando parte de nuestro tiempo para favorecer la conexión con los demás.  Lo que realmente desata la liberación de oxitocina es el hecho de pensar en la otra persona con cariño y con ganas de agradarle.
  • Llora cuanto necesites. Ya sea que las Navidades en general te ponen triste o que estas en particular te tengan llorando por los rincones, no te cortes a la hora de derramar las lágrimas que necesites. Cuando estamos tristes y lloramos aumentan los niveles de oxitocina a la vez que disminuyen los de adrenalina y cortisol, sustancias relacionadas con el estrés. Por eso, tras un episodio de llanto es habitual que encontremos alivio y calma.
  • Pero no te olvides de sonreír. Solo hacer la mueca de la sonrisa, independientemente de que haya un motivo o no, es suficiente para empezar a sentirse bien. Y es que, en el cerebro, se pone en marcha un proceso bioquímico en el que se ven implicadas al menos siete hormonas, entre ellas la oxitocina. En caso de que estés pensando que, total, con la mascarilla nadie va a darse cuenta, busca otra excusa. Porque cada vez que sonríes, si bien la mitad de esa sonrisa es para los demás, la otra mitad es para ti. Y como la primera persona que va a beneficiarse eres tú, puedes aprovechar para empezar a regalarte sonrisas más a menudo. Además, la sonrisa también puede verse en los ojos… lo que nos lleva al siguiente punto.

  • Mira a los ojos. Algo tan sencillo como mirar a los ojos, cuando se hace de forma no amenazadora, aumenta de forma natural la oxitocina y la fuerza del vínculo social. De hecho, es esta hormona la que hace que las personas se sientan inclinadas a sostener un contacto visual más prolongado con sus seres queridos. Y si la mirada va a acompañada de una sonrisa, mucho mejor.
  • Cuida tu vida social. Mantén el contacto con tus amigos y tu familia. Si puedes hacerlo en persona, fenomenal; y si no, comunícate con ellos a través de videollamadas. Conversar vía on line con alguien que te importa también te nutrirá y te hará sentir bien. Y no olvides practicar la escucha activa. En la comunicación tan importante como hablar es escuchar. Saberse comprendido, escuchado y validado fortalece el vínculo y, por tanto, favorece la activación de oxitocina.
  • Sé amable. Como en el caso de la sonrisa, la amabilidad aumenta la liberación de oxitocina en doble dirección. Cuando animamos a alguien, le consolamos y tenemos un gesto amable, no solo estamos facilitando el aumento de esta hormona en esa persona. A la vez, el hecho de ser nosotros quienes apoyemos a los demás revierte positivamente en nuestros propios niveles de oxitocina.

¿Y el contacto físico?

Sin duda, el contacto físico es una de las formas más importantes de aumentar los niveles de oxitocina, sobre todo con alguien significativo para nosotros. Cuando abrazamos, nos tocan o recibimos un masaje se activa la hormona del amor y se refuerza el sistema inmunológico. Por ello hay que recurrir a él siempre que sea posible, ya sea a través del sexo con nuestra pareja, abrazos a familiares o amigos o caricias a nuestros hijos.

En estas demostraciones físicas de cariño, tan gratificantes y nutritivas, están incluidas las que dedicamos a nuestras mascotas. Pese a que todos sabemos que un animal no es un ser humano, nuestro cerebro reacciona del mismo modo. También segregamos oxitocina cuando los tenemos cerca o los abrazamos.

Desafortunadamente, la irrupción de la COVID-19 lo ha trastocado todo. Se impone la prudencia y la necesidad de limitar este tipo de contacto cuando no estamos entre convivientes. Lo mejor para aliviar el “hambre de piel” que nos invade a muchos es reforzar el contacto físico con quienes convivimos o expresar nuestros sentimientos y demostrar nuestro cariño a través de los gestos o las palabras con quienes no convivimos. Si, de todos modos, necesitas un chute directo de oxitocina y piensas dar o recibir algún que otro achuchón, mejor limita al máximo el riesgo:

  • No abraces a nadie con síntomas de COVID.
  • Utiliza siempre mascarilla.
  • Durante el abrazo evitad juntar las mejillas. Mejor girar la cara en la dirección opuesta para evitar el contacto. En el caso de abrazos con niños, que el niño abrace al adulto a la altura de la cintura o de las rodillas. El adulto, por su parte, debe abrazar al niño por la espalda y/o besarle en la nuca.
  • Procura que el tiempo de contacto sea lo más corto posible y aléjate rápido para no respirar cerca de la cara de la otra persona. También es muy importante no hablar ni toser durante el abrazo.
  • No abraces a personas que pertenezcan a grupos especialmente vulnerables, como ancianos u otras personas de riesgo.
  • Contén la respiración en la medida de lo posible durante los segundos que dure el abrazo. Así evitarás transmitir o inhalar gotas respiratorias infecciosas.
  • Lávate o desinféctate las manos antes y después.

Estas Navidades toca mirarnos más que nunca a los ojos, confiar, ser amables, regalarnos sonrisas y, sobre todo, no dejar que la COVID-19 nos amargue las fiestas.

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Música contra el coronavirus: más empatía y menos ansiedad

Música contra el coronavirus: más empatía y menos ansiedad 1488 1392 BELÉN PICADO

Platón decía que la música es la medicina del alma y en estas semanas esta afirmación es más cierta que nunca. Durante este tiempo de cuarentena, la música se ha convertido en un recurso de ánimo, esperanza y cohesión social. Y también en un instrumento para exteriorizar y liberar nuestras emociones. Nos ayuda, además, a rebajar los niveles de estrés y ansiedad y a mantener una actitud positiva. Así que recurrir a la música contra el coronavirus se convierte en una opción nada desdeñable.

El sonido y la música generan emociones y también las modifican. Una canción alegre puede animarnos y proporcionarnos unos minutos de felicidad y un tema triste puede inducirnos a un estado melancólico. Del mismo modo, una melodía suave y armónica nos ayudará en nuestro tiempo de estudio, de reflexión o de meditación. Y otra con un ritmo potente nos estimulará mientras practicamos ejercicio físico.

Nos acompaña desde la infancia (a veces, desde el útero materno) hasta el final de nuestros días, convirtiendo en únicos los momentos más importantes de nuestras vidas. Sus beneficios son innumerables y dan para unos cuantos artículos. Sin embargo, esta vez voy a centrarme en su capacidad para hacer más llevadero este obligado confinamiento.

La música disminuye la ansiedad y los síntomas depresivos que puede generar todlo lo que rodea al COVID-19.

La clave está en el cerebro

Todo nuestro cerebro se moviliza cuando escuchamos una canción o tocamos un instrumento. El ritmo se procesa en la zona sensorial y motriz, que es la encargada de estimular el movimiento. En la amígdala, situada en el sistema límbico que es el responsable de la regulación emocional, se procesan las emociones que experimentamos ante una melodía. Y el hipocampo se activa para recordar una canción, evocar situaciones vividas o traer a la memoria a personas con quienes nos gustaría estar.

Asimismo, la música es una poderosa fuente de placer, como se demostró en un estudio llevado a cabo en la Universidad McGill de Canadá. Según concluyeron los investigadores, puede provocar un placer semejante a saborear nuestro plato favorito, hacer el amor o sentir la caricia de la persona amada. Cuando escuchamos una canción que nos gusta se dispara la producción de dopamina. A esta sustancia se la conoce también como la hormona de la felicidad y forma parte del sistema de recompensa. Esto significa que cuando la segregamos, el cerebro interpreta la fuente de placer (en este caso una composición) como algo gratificante. Este neurotransmisor se genera incluso en los momentos previos a escuchar una melodía que nos gusta, es decir, cuando anticipamos lo que vamos a sentir.

Además de dopamina, también aumentan los niveles de otras sustancias que ayudan a sentirse mejor: serotonina, la epinefrina, la oxitocina y la prolactina.

La música es un elemento de cohesión social

En muchos lugares de España, la hora de los aplausos se ha convertido en la hora de la música. Sin ensayos, solo dejándose llevar por la emoción, un vecino toca el piano y el de más allá le acompaña con el saxo. A la vez, en otra ciudad, una cantante de ópera deleita a toda la calle con el aria O mio Bambino caro, de Puccini. Eso, sin contar con los vecinos que se unen desde sus balcones y ventanas para entonar temas conocidos por todos que, de forma unánime y espontánea, se han convertido en verdaderos himnos colectivos. Incluso hay quienes no se conocían antes de la irrupción del COVID-19 y gracias a estos “minutos musicales” entablan amistad.

Y así, entre la angustia y la incertidumbre, se cuela cierta dosis de felicidad tan necesaria como escasa en estos días. Cuando escuchamos, tocamos o cantamos juntos, se refuerza el sentido de pertenencia. Se genera un clima de colaboración y cooperación que favorece la convivencia y la empatía. Hay culturas que, incluso, la utilizan como modo de rebajar tensiones y solucionar diferencias entre sus individuos. Según el neurocientífico alemán Stefan Koelsch, al escucharla “se activan las áreas del cerebro que se encargan de la imitación y la empatía y donde están las neuronas espejo. Estas actúan reflejando las acciones y las intenciones de los demás como si fueran propias. De esta forma, podemos sentir el dolor de los otros, su alegría y su tristeza. La música nos ayuda a crear lazos sociales porque nos permite transmitir sentimientos”.

Manuel Carrasco y David Bisbal son solo algunos de los artistas que intrpretan la nueva versión de 'Resistiré'.

50 artistas se han unido para crear una nueva versión de ‘Resistiré’, para muchos el himno de la cuarentena.

El poder sanador de la música

Todos (o la mayoría) hemos comprobado hasta qué punto la música influye en nuestro estado de ánimo. De hecho, numerosos médicos la recomiendan para inducir la relajación, disminuir el dolor o aumentar el bienestar, entre otras muchas aplicaciones.

Tras analizar 400 estudios científicos, los psicólogos Daniel Levitin y Mona Lisa Chanda asociaron los beneficios de la música con la salud mental y física. Concretamente, identificaron cuatro procesos en los que puede intervenir: en el estrés, disminuyendo la ansiedad; en la inmunidad, fortaleciendo las defensas; en la afiliación social, favoreciendo los lazos afectivos y la cooperación; y en el área de recompensa, reforzando la motivación, la gratificación y el placer. Esto significa que escuchar música, cantar o tocar algún instrumento no solo nos ayudará a sobrellevar mejor la ansiedad y el estrés que nos provoca el COVID-19, sino que también fortalecerá nuestro sistema inmunitario.

Y no solo eso. La música también mejora los síntomas depresivos y ayuda en situaciones traumáticas como la que estamos viviendo. Algunas personas ya están sufriendo síntomas del estrés postraumático, como reexperimentación, hiperactivación y evitación de estímulos asociados con el trauma.

Dentro de los primeros auxilios psicológicos que se prestan en situaciones de emergencia y catástrofes, hay técnicas para liberar la tensión acumulada entre cuyas pautas está escuchar algún tema del agrado de la persona. Además, desde hace tiempo viene utilizándose la musicoterapia para tratar el estrés postraumático en veteranos de guerra. Dos personas que han salido reforzadas de situaciones traumáticas gracias a la música son Ara Malikian y James Rhodes. El primero ha contado a menudo cómo afrontó la guerra del Líbano durante su adolescencia tocando el violín. El pianista británico, por su parte, encontró en la música clásica “un mundo mágico” al que escapar para sobrevivir a una infancia marcada por los abusos sexuales.

El poder sanador de la música no está en el estilo, sino en las emociones que genera.

El estilo es lo de menos, lo que importa es la emoción

Sin duda, luchar contra el coronavirus será más llevadero acompañados por los acordes de un tema que nos lleve de regreso a un momento bonito de nuestra vida. O recurriendo a la desbordante oferta musical que nos ofrece internet. En las redes sociales y gracias a la generosidad de muchos artistas, están surgiendo numerosas iniciativas. Estas engloban desde pop hasta ópera, pasando por ritmos latinos, el rock más duro o sesiones de DJs en streaming. Sea cual sea el estilo que cada uno prefiera, lo que convierte a la música en medicina universal son las emociones que genera, además de ser un vehículo de optimismo, esperanza y solidaridad.

“Es un hecho irrefutable que la música me ha salvado la vida de una forma literal y creo que también la de un montón de personas más. Ofrece compañía cuando no la hay, comprensión cuando reina el desconcierto, consuelo cuando se siente angustia. Y energía pura y sin contaminar cuando lo que queda es una cáscara vacía de destrucción y agotamiento.” (James Rhodes)

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“Música, emociones y neurociencia”. En este capítulo del programa Redes (TVE), Eduardo Punset entrevista a Stefan Koelsch (le menciono en este post). El neurocientífico habla sobre la capacidad de la música para cambiar nuestro estado de ánimo y también para influir en nuestras funciones cognitivas.

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