Motivación

La película "Soul" nos recuerda dónde encontrar la chispa de la vida.

«Soul», la película que nos recuerda dónde encontrar la chispa de la vida

«Soul», la película que nos recuerda dónde encontrar la chispa de la vida 1522 1076 BELÉN PICADO

Después de ver la última producción de Pixar, dirigida por Pete Docter, no he podido resistirme a incluirla en este blog. Y no solo porque se ha llevado numerosos premios, entre ellos el Oscar a la mejor Película de Animación y dos Globos de Oro. Si la película Soul me ha gustado tanto es, sobre todo, porque habla de las segundas oportunidades, de la búsqueda de la felicidad en las pequeñas cosas, del peligro de obsesionarse con lo que nos apasiona y de lo importante que es disfrutar de cada minuto. Por cierto, aprovecho que aún estáis al principio del artículo para avisaros de que a lo largo del texto hay spoilers.

Nada más empezar la película conocemos a Joe Gardner, profesor de música en un instituto de secundaria de Nueva York, pero cuyo verdadero sueño es convertirse en un gran pianista de jazz. Su gran oportunidad llegará de la mano de un antiguo alumno que le ofrece la posibilidad de tocar con la gran saxofonista Dorothea Williams. Sin embargo, pocas horas antes del concierto nuestro protagonista cae por una alcantarilla…

Mientras su cuerpo permanece en coma en un hospital, su alma aterriza en otra dimensión, concretamente en un puente que conduce al Mas Allá. Pero Joe no está dispuesto a renunciar a su sueño y, mientras se resiste a la muerte total, acaba en el Gran Antes, una especie de limbo donde se entrena a las almas antes de adjudicarles un cuerpo en la Tierra. Es aquí donde Joe se convierte en improvisado mentor de 22, una joven y rebelde alma que aún no ha encontrado su «chispa» o, lo que es lo mismo, la motivación para vivir que necesita para poder ser enviada a la Tierra. A partir de ese momento, tanto Gardner como 22 iniciarán una aventura que les ayudará a comprender dónde está la verdadera chispa de la vida.

La chispa no es una meta a alcanzar, es el amor por la vida

Al principio de la película, Gardner da por sentado que la chispa es el propósito que cada uno tiene en la vida. Y en su caso es dedicarse al jazz y tocar el piano, que es lo que se le da bien y lo que le apasiona. Así que intenta que su ‘alumna’ encuentre esa motivación que le falta en tocar un instrumento, en pintar, etc. Sin embargo, nada de esto funciona, igual que no funcionó con los anteriores mentores de 22, entre los que estaban el mismísimo Copérnico, Abraham Lincoln o la madre Teresa de Calcuta.

Y no funciona porque la ‘chispa’ no es una actividad, ni una meta específica, ni un objetivo vital, ni una expresión artística. La ‘chispa’, como le dice Jerry a Joe, no es una meta que alcanzar en la vida, sino el amor por la propia vida en todas sus facetas. Es sentir el viento en la cara, es disfrutar del intenso sabor de un trozo de pizza o sentir el tacto de una hoja que cae de un árbol.

Esto es algo que los protagonistas tienen que aprender a lo largo de la historia y que nosotros deberíamos recordar. Porque, demasiado a menudo, nos dejamos absorber tanto con alcanzar metas y objetivos que olvidamos el verdadero sentido de la vida. Nos dejamos arrastrar por la permanente búsqueda de la felicidad sin darnos cuenta de que la felicidad no está en la meta sino en el propio camino. Y, como también escuchamos en esta historia, «cuando el placer se convierte en obsesión uno se desconecta de la vida».

La chispa no es una meta a alcanzar, sino el amor por la vida.

Lo que importa no es el destino sino el camino

A veces nos marcamos objetivos tan rígidos que acaban limitándonos. Por supuesto que tener metas y esforzarse en alcanzarlas es saludable. Pero cuando nos obsesionamos y nos olvidamos de disfrutar de todo lo bonito que nos ofrece la vida, nuestro bienestar y nuestra salud mental se resienten. Sobre todo, si no llegamos a alcanzar esas metas. Porque, seamos realistas, no siempre podemos cumplir nuestros deseos. Así que, además de trabajar en nuestra tolerancia a la frustración nos vendrá muy bien psicológicamente no limitarnos a una única fuente de motivación. Al fin y al cabo, por muchos esfuerzos que hagamos no todo depende de nosotros.

Y si en un momento de ese camino que es la vida descubrimos que aquello que nos llenaba, ha dejado de motivarnos busquemos en otro lugar. En una escena de la película Soul el protagonista se sorprende al descubrir que su barbero en realidad quería ser veterinario, pero en el camino descubrió que le hacía mucho más feliz ser barbero. «Conozco personas interesantes, los hago felices y guapos. Puede que no haya inventado las transfusiones de sangre, pero, definitivamente, estoy salvando vidas», comenta Dez mientras atiende a Joe.

El camino que nos lleva a sentirnos realizados no siempre es el que habíamos elegido en un inicio y tenemos que ser lo suficientemente flexibles y abiertos como para entender que podemos encontrar la felicidad en muchos lugares, a veces incluso en los más inesperados.

Disfrutar del camino también pasa por aprender a hacer oídos sordos a todos esos mensajes que nos llegan a diario recordándonos que si no alcanzamos nuestros objetivos somos unos fracasados o no somos válidos. Como el poeta Konstantin Kavafis nos recuerda en su maravilloso poema Ítaca, disfrutar del camino y de lo que aprendemos mientras lo recorremos es más importante que el propio destino.

Agua y océano

¿Y qué pasa si hemos estado tan obsesionados con la meta que nos olvidamos de todo lo demás? Pues que, aun logrando nuestro objetivo, es posible que luego no sea para tanto como habíamos imaginado. Y esto es justo lo que le ocurre a Joe. Ante el inesperado sentimiento de vacío y soledad que experimenta después de cumplir su sueño de tocar junto a Dorothea Williams, esta le contará una sencilla fábula que le abrirá los ojos: «Un pez pequeño le pregunta a otro más viejo dónde puede encontrar el océano. El pez viejo le responde: ‘Estás en él ahora mismo’. A lo que el joven replica: »Pero si esto es agua. Lo que yo busco es el océano».

Esta fábula, basada en un microrrelato de Anthony de Mello, tiene un mensaje muy claro: la felicidad no está en los grandes objetivos. De hecho, no nos hace ningún bien vincular nuestra identidad únicamente a lo que somos capaces de lograr.

Dorothea ayuda a Joe a tomar conciencia de que ese pez pequeño es él. Hasta ese momento ha estado tan enfocado en encontrar la felicidad convirtiéndose en un gran músico de jazz, que no ha reparado en que esa felicidad le ha estado rodeando siempre. Será tras esa conversación, al regresar a casa y tocar el piano para él mismo, cuando la música le devuelva momentos tan especiales como cuando su madre lo bañaba siendo un niño, cuando él y su padre escuchaban jazz en el tocadiscos o cuando enseñaba música a sus alumnos…

Soul

La felicidad en un trozo de pizza

Si buscamos felicidad en el diccionario encontraremos la siguiente definición: «Estado de grata satisfacción espiritual y física». No parece algo muy difícil de conseguir, ¿no?. Sin embargo, nos complicamos la vida buscando momentos de felicidad suprema y creándonos expectativas tan altas como absurdas.

No hace falta aspirar a ser el director de la empresa, a tener el casoplón de tus sueños o a triunfar como músico, como le ocurre a Joe… ¿Acaso una sonrisa de la persona que quieres no te genera ese estado de «grata satisfacción»? ¿Y recibir la llamada de un amigo de quien hace tiempo no tenías noticias? O, simplemente, que te feliciten en tu trabajo…

Quizás, si no tuviésemos unas expectativas tan altas sería mucho más fácil disfrutar de las pequeñas cosas. En un momento de la película Soul, 22 saborea y disfruta como nadie de un trozo de pizza y se emociona al sentir el tacto de una hoja que acaba de caer de un árbol. 22 es como los niños que empiezan a descubrir el mundo y disfrutan lo que van captando sus sentidos en el presente, sin expectativas. Y esta capacidad es la que tenemos que recuperar: vivir el aquí y el ahora, apreciando los pequeños detalles cotidianos.

Os propongo que hoy, antes de iros a dormir, hagáis una lista de detalles y momentos que han hecho vuestra jornada un poquito más agradable. Las pequeñas cosas son las que realmente alimentan el espíritu; si las disfrutamos y les damos la importancia que merecen en el momento en que suceden, volverán a nosotros cada vez que necesitemos un motivo para sonreír.

Las palabras también hieren

A veces nos dejamos llevar por el enfado y lanzamos nuestra frustración sobre los demás como un dardo envenenado. Eso es lo que le ocurre a Joe cuando, de vuelta al Más Antes, 22 consigue su pase a la Tierra. El profesor, furioso, no solo echa en cara a su compañera no haber encontrado la motivación que necesitaba para completar su entrenamiento. También la acusa de haberse apropiado de la suyas. Estos reproches destrozan a 22, que le entrega su billete a la Tierra para luego acabar en el oscuro lugar donde van a parar las almas perdidas.

En ese momento, Joe solo es el último de los mentores que han hecho sentir a 22 como una inútil, como un alma defectuosa que no merece siquiera existir. Hay palabras que duelen más que cualquier golpe, además de dañar seriamente la autoestima. Esto es especialmente delicado cuando se trata de niños. Si continuamente decimos a nuestros hijos que son unos torpes o unos inútiles, acabarán asumiéndolo como algo real y su desarrollo se verá seriamente perjudicado.

La necesidad de tener buenos maestros

Decía Aristóteles que «educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto». Y Joe Gardner es un maestro que enseña desde el corazón. Curly, el exalumno que le llama para que se presente a la audición con Dorothea, reconoce que si siguió en el instituto fue únicamente por Joe. Y Connie, una de las estudiantes que tiene en clase y que tiene un don para la música, encuentra en él el apoyo que necesita para reforzar su confianza y recuperar su motivación. De hecho, a lo largo de la historia Gardner se dará cuenta de que enseñar le llena mucho más de lo que pensaba en un principio.

También vemos la figura del educador, por ejemplo, desde la perspectiva paciente de los Jerrys en esa especie de jardín de infancia que es el Gran Antes. O desde el papel motivador que adoptan los diferentes mentores asignados a las jóvenes almas.

En una entrevista, el propio director de la película insiste en lo necesaria que es la figura del maestro «para el mundo»: «Creo que los maestros son muy generosos en lo que hacen. Mis padres son profesores y los padres de Dana (Murray, coproductora) también. Los maestros nos guían y nos orientan para afrontar la vida. Es una profesión asombrosa, a la que le tengo mucho respeto».

Conectar con los demás

Alcanzar un objetivo o cumplir un sueño es mucho más satisfactorio si lo compartimos con las personas que nos importan. Uno de los mensajes que nos deja la película Soul es animarnos a aprovechar nuestras pasiones para conectar con los demás, en vez de utilizarlas como excusa para encerrarnos en nuestro mundo y aislarnos.

Esto le ocurre a Gardner al principio de la historia. Está tan obsesionado con triunfar como músico que vive encerrado en sí mismo y aislado del resto del mundo. Por ejemplo, no sabe que su peluquero soñaba con ser veterinario porque nunca se detuvo a escucharle. Además, siente que su madre no le comprende, cuando él tampoco es capaz de expresar sus propias emociones.

A lo largo de la película, Joe (y nosotros con él) va comprendiendo que obsesionarse con conseguir una meta y olvidarse de los demás solo le producirá un inmenso vacío. Compartir nuestra pasión, nuestros conocimientos y nuestras experiencias con quienes nos rodean es tan satisfactorio como necesario y nos ayuda a establecer relaciones sanas y genuinas.

Vivir cada minuto

«No sé cómo voy a vivir mi vida; lo que sí sé es que voy a vivir cada minuto». Con esta frase, dicha por Joe, termina Soul. El tiempo pasa para todos. Por eso, es tan importante vivir el presente, disfrutar cada minuto y valorar cada instante. Solo viviendo el «aquí y ahora» y tomando conciencia del tiempo limitado que nos queda valoraremos realmente cada día de nuestra existencia.

No podemos elegir las circunstancias que nos toca vivir, pero sí la actitud con que las afrontamos. La vida sigue su curso. Y no va a detenerse mientras nosotros nos quedamos en un rincón lamentando nuestra mala suerte o quejándonos de todas las trabas que encontramos en nuestro camino. Solo tenemos una vida, así que… ¡Vamos a vivirla!

¿Por qué no adelgazo? Así influyen las emociones en el sobrepeso

¿Por qué no adelgazo? Así influyen las emociones en el sobrepeso

¿Por qué no adelgazo? Así influyen las emociones en el sobrepeso 1254 836 BELÉN PICADO

Perder peso es uno de los objetivos clásicos que aparecen en las listas de propósitos de cada año que comienza. Diariamente recibimos trucos y dietas milagrosas que prometen un cuerpo fantástico en poco tiempo y sin esfuerzo. Y nos aferramos a esa ilusión con la esperanza de que esos métodos ‘mágicos’ se lleven nuestros kilos y con ellos todo lo que nos hace infelices. Al fantasear con la idea de estar delgados tendemos a dar por hecho que, si lo conseguimos, de paso mejoraremos nuestra autoestima y se solucionarán la mayoría de nuestros problemas. Pero, lamentablemente, la cosa no es tan sencilla. Es más, a menudo, ponemos todo nuestro empeño y nos frustramos cuando vemos que los resultados no se corresponden con el esfuerzo. «¿Por qué no adelgazo?», nos preguntamos.

Todos sabemos que llevar una dieta sana y practicar algún tipo de actividad física es esencial para mantenernos saludables, pero la mayoría olvidamos que existe un factor tan importante como la alimentación o el ejercicio: las emociones. Es necesario conocer de dónde proviene esa ansiedad que a veces nos lleva a asaltar la nevera y también aprender a gestionar las emociones que interfieren en nuestros buenos propósitos.

El estado de ánimo es uno de los principales motivos que nos llevan a ingerir más alimentos de los que necesitamos. Así que, si queremos combatir el sobrepeso, es necesario que descubramos cuál es origen de esa necesidad de comer de más.

Problemas con los límites

A menudo, el sobrepeso y obesidad están relacionados con la dificultad de aceptar límites. Con una actitud de no saciarse nunca y siempre querer más y más. Detrás suele haber una gran sensación de vacío que nunca acaba de llenarse.

En otros casos, lo que ocurre es que la persona experimenta grandes dificultades a la hora de poner límites a los demás. Se siente invadida o no tenida en cuenta, pero en lugar de expresarlo, se traga su enfado. En este caso, sortear la frustración y el malestar comiendo no solo es una manera de calmarse, sino también de autocastigarse. Al no poder sacar su rabia fuera, la lleva hacia adentro.

Por otra parte, el sobrepeso puede convertirse en una manera inconsciente de poner límites al otro cuando hay un miedo al contacto íntimo.

Es necesario tomar conciencia de qué mensaje está tratando de enviarnos esa obesidad o ese sobrepeso, qué está diciendo de nosotros, de nuestros miedos, de cómo nos relacionamos o de cómo ponemos límites a los demás.

«Una familia», de Fernando Botero.

Alimentación y regulación emocional

Desde que nacemos, existe una relación emocional con la comida. Primero es el reconfortante pecho de mamá y, a partir de ahí, establecemos una determinada relación con los alimentos: celebramos, nos premiamos, nos consolamos, nos calmamos o sorteamos el aburrimiento a través de la comida. Y hasta cierto punto esto es normal. El problema aparece cuando no aprendemos a regular nuestras emociones de una manera adecuada en la infancia y al llegar a la edad adulta recurrimos exclusivamente a los alimentos ante cualquier emoción, agradable o desagradable.

Por ejemplo, ciertos hechos importantes de la vida o incluso problemas cotidianos pueden generar emociones desagradables y conducirnos a una ingesta emocional como forma de procesarlas. Comer funcionaría como un mecanismo de regulación aprendido para afrontar estados de aburrimiento, frustración, tristeza o ansiedad.

De este modo, cuando se recurre continuamente a la comida como ‘muleta emocional’, al final se acaba por no saber identificar las emociones. Me activo, como y me calmo. No distingo la sensación de hambre de la emoción de tristeza, enfado o miedo…

Muchas personas que enlazan una dieta con otra atribuyen sus recaídas a su falta de voluntad, pero lo que les ocurre está más relacionado con la regulación emocional.

Comida, dopamina y placer

La desregulación emocional también está relacionada con el cerebro. Al comer (especialmente alimentos ricos en grasas, azúcar y sal) se produce dopamina, un neurotransmisor que pone en marcha el circuito de recompensa del cerebro y que también es responsable de que experimentemos placer. Sin embargo, como ocurre con otras sustancias que generan adicción, el placer es cada vez menor y esto lleva a tener que comer cada vez más para volver a obtener esa sensación.

Por otra parte, como ocurre en el trastorno por atracón, las comidas altamente calóricas también activan ciertos circuitos de la amígdala (región del cerebro que controla las emociones), jugando un papel importante en el procesamiento emocional de la alimentación.

El «cómo» es tan importante como el «qué»

La velocidad con la que comemos, el modo en que saboreamos los alimentos (si lo hacemos o no), las emociones que experimentamos al comer… son puntos básicos a la hora de romper ese círculo vicioso que suele ser la obesidad y el sobrepeso. El «cómo» es muy importante porque influye poderosamente en la sensación de saciedad, en la cantidad y en la calidad de la comida que ingerimos e incluso en la digestión y absorción de nutrientes.

Comer dulces aumenta la dopamina en el cerebro.

Stop a las autoexigencias y al perfeccionismo

Sobrealimentar nuestras propias exigencias internas a la hora de bajar de peso obstaculizará, y mucho, nuestro objetivo. Las personas que quieren hacerlo todo perfecto, que no se permiten salirse de la línea que se han trazado, suelen vivir el proceso con mucha presión y si un día caen en la tentación se descontrolan y devoran lo primero que se les pone por delante. Y este no es el camino. Lo único que conseguiremos es que nuestro objetivo se convierta en obsesión. Si te apetece un poco de dulce, te lo comes y sigues con tu plan. Hay que perder el miedo a la comida, somos nosotros los que llevamos el timón.

Qué gano manteniendo el sobrepeso

Existen ganancias secundarias inconscientes que pueden obstaculizar la pérdida de peso:

  • Me protejo emocionalmente. La obesidad puede servir como una muralla, física y emocional, que me protege frente al exterior. Por ejemplo, cuando uno da un abrazo, si tiene mucha grasa abdominal, esta hace de separación entre uno y el otro.
  • Refuerzo los vínculos familiares. Si hay una persona importante en mi familia a quien admiro o con quien me identifico inconscientemente, tenderé también a reproducir sus comportamientos e, incluso, su imagen física. Si ese pariente tiene sobrepeso es posible que, interna e inconscientemente, sienta que estar delgado sería como cambiar de bando, como traicionarle.
  • Confirmo mis creencias (irracionales). El sobrepeso y la obesidad confirman pensamientos como «No soy capaz», «Me rechazan por mi peso» o «Nunca conoceré el amor». Se trata de ideas tan arraigadas que la persona las percibe como reales y, sin ser consciente de ello, actúa de forma que dichas ideas se harán realidad (profecía autocumplida).
  • Me rebelo. También puede ocurrir lo contrario, que la obesidad sea una forma de rebelarme contra una familia y una sociedad que me han inculcado el estereotipo de la delgadez. De este modo, me salto las normas y me aparto de lo que sería deseable. En muchos casos, la persona obesa ha tenido progenitores, sobre todo la madre, obsesionados con el culto al cuerpo y que la han presionado constantemente para que perdiese peso. Esto puede provocar una especie de lucha interna entre el propio deseo de adelgazar y el resentimiento con la madre que lleva a querer fastidiarla. Esto le ocurre, por ejemplo, al personaje de Kate en la serie This is us.

Qué puedo hacer para perder peso

  • Elabora un autorregistro. El primer paso si quieres perder peso es tomar conciencia de tus hábitos alimentarios. Para ello puedes elaborar un autorregistro. Apunta qué comes, a qué hora, en qué cantidad y registra también los sentimientos y pensamientos que has experimentado antes y después de comer. Así te harás consciente de los estímulos que te hacen comer y de los factores que dificultan tu autocontrol. Por lo general, las personas con obesidad tienden a infravalorar su ingesta calórica en comparación con las personas sin problemas de peso.
  • Plantéate metas realistas. Si tienes el hábito de comer cierta cantidad y de repente te planteas hacer un cambio brutal, que es lo que se hace con las dietas, el esfuerzo será demasiado grande. Al principio experimentarás un chute de motivación y seguirás esa dieta a rajatabla. Pero en cuanto la euforia se vaya (la motivación siempre oscila), lo más seguro es que vuelvas  a comer como antes. Puedes ponerte un objetivo por semana y, poco a poco, ir introduciendo cambios.
  • Come con conciencia. Céntrate en lo que estás comiendo y disfruta de los sabores, las texturas y los colores de los alimentos. Además de aprender a escuchar a tu cuerpo, comer de forma consciente te permitirá saborear y disfrutar más de la comida y te ayudará a establecer una relación más sana con los alimentos.
  • Acepta que vas a tener días malos. No te obsesiones ni te culpabilices por perder un día el control y caer en la tentación. En lugar de ello, presta atención a los pensamientos y sentimientos que has experimentado durante ese día y que han podido causar esa ingesta excesiva y pregúntate cómo podrías gestionarlos la próxima vez de otra forma y sin que impliquen el descontrol alimentario.

  • Cambia los pensamientos irracionales. En vez de autoimponerte que «debes»  o «tienes que» perder esos kilos de más, prueba a decirte: «Me gustaría (o quiero) perder esos kilos de más». También te ayudará sustituir frases como «Ya soy mayor y me va a resultar muy complicado adelgazar» o «Engordo porque mi genética es así» por otras más positivas como «Puedo estar más delgado/delgada». Es un mito pensar que a mayor edad es más difícil adelgazar. En realidad, perder peso tiene más que ver con el tiempo que llevo ‘maltratando’ mi cuerpo con dietas que con los años que tengo.
  • Identifica qué tipo de hambre sientes. El hambre física: aparece poco a poco (notar el estómago vacío, ruiditos…); comemos lo primero que tengamos a mano; somos capaces de posponer el comer y realizar otra actividad mientras esperamos; cuando hemos comido suficiente y estamos saciados podemos dejar de comer y nos sentimos bien. El hambre emocional: irrumpe de repente; somos selectivos a la hora de elegir qué vamos a comer (generalmente alimentos muy calóricos); tenemos que comer ese mismo instante y es difícil concentrarse en otra cosa; seguimos comiendo aun después de estar saciados y cuando acabamos nos sentimos fatal. Si es hambre emocional observa qué emoción hay detrás. Quizás haya enfado por una discusión con tu pareja y una conversación pueda cambiar el foco de tu atención.
  • Trabaja el autocontrol. Si te apetece mucho picar algo, para un momento y cuestiónate: ¿Es hambre física o hambre emocional? Esta pregunta puedes hacértela antes de entrar en la cocina, de abrir la nevera y justo antes de coger la comida. No se trata de no comer eso que tanto deseas; date el permiso, pero espera media hora para hacerlo. En este tiempo no te concentres solo en el reloj para ver cuándo te toca comer, mejor dedícate a examinar qué te ha pasado últimamente.
  • Establece hábitos saludables. Trata de no comer delante de la televisión, del ordenador o leyendo. Mientras estás comiendo hazlo despacio, dejando el cubierto en el plato entre bocado y bocado (el cerebro tarda unos 20 minutos en enviar la señal de saciedad al estómago). Mantener horarios regulares de comida te ayudará, además, a regular las ingestas. Incorpora en tu vida ejercicio moderado, pero constante. Y no olvides hacer una lista cuando vayas a comprar, tratándote de ajustar a ella y evitando ir al supermercado con hambre; de este modo evitarás que sobre comida (y que luego te la comas ‘por pena’) y comprar productos menos saludables.
  • Mantén una adecuada higiene del sueño. Si no duermes lo suficiente, tu cuerpo intentará compensar con comida la falta de descanso y el hambre de sueño.
  • Cuida tu autoestima. Es posible que pienses que la delgadez va a ser la solución a todos tus problemas, pero no es así. Los kilos que pesas no definen quién eres. Si no aprendes a aceptarte, valorarte y quererte con o sin kilos seguirás siendo esclavo o esclava de la báscula. Un paso importante para mejorar nuestra autoestima es practicar el autocuidado. El sobrepeso y la obesidad son señales clarísimas de que hemos descuidado nuestro cuerpo y, por consiguiente, nosotros mismos no nos estamos tratando bien. Abordar el problema con crítica, exigencia o prohibiciones solo contribuye a agravarlo y no lo soluciona. Es fundamental aceptarnos tal y como somos, cuidarnos y proporcionarnos momentos agradables.
  • Haz un seguimiento de tus objetivos. Apunta los kilos que vas perdiendo o las veces que has hecho ejercicio en la semana y coloca el papel en un sitio visible. Incluso puedes hacerte una gráfica, que es más visual.
  • Motívate. Si conoces a alguien que también quiere perder peso podéis animaros y ayudaros mutuamente. Eso sí, sin caer en competiciones para ver quién adelgaza más. Comentar tu decisión a tu pareja, la familia o los amigos también te motivará a cumplir tu objetivo.
  • Reserva tiempo para actividades agradables. Busca un rato para hacer cosas que te gusten: dar un paseo, leer un libro, regalarte un baño largo y relajante, bailar, pasar tiempo con los amigos… Cuando ‘alimentamos’ nuestra vida con cosas bonitas, pensamos menos en llenarla con comida.
  • Ocúpate de la ansiedad y la depresión. Si estás sometido o sometida a altos niveles de estrés o sufres síntomas depresivos te costará mucho más centrarte en perder peso. Es necesario trabajar en esos aspectos para que cualquier programa de reducción de peso funcione.
  • Pide ayuda. El apoyo psicológico es tan importante como el de un nutricionista a la hora de perder peso. Como os comentaba al principio del artículo, no se trata solo de comer menos y hacer más ejercicio. También es necesaria una comprensión más profunda de los pensamientos, las emociones y las conductas que nos acaban llevando a la ganancia de peso. Por ello, si necesitas ayuda, no dudes en ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en el proceso.

 

La envidia también tiene un lado positivo

Emociones incomprendidas: El lado positivo de la envidia

Emociones incomprendidas: El lado positivo de la envidia 1536 2048 BELÉN PICADO

Todas las emociones, incluso las más desagradables, tienen un valor adaptativo y son necesarias para nuestro crecimiento como personas. Y lo peor que podemos hacer es rechazarlas, amordazarlas y no permitirnos expresarlas. Muy al contrario, es mucho más útil y beneficioso aprender a interpretar los mensajes que nos dan. Precisamente, de las emociones que menos nos gustan, la envidia es una de las que peor fama tienen. Pero, ¿puede haber un lado positivo de la envidia?

La envidia es una de las emociones más denostadas socialmente. De hecho, cuando la experimentamos no solo se la ocultamos a los demás, sino también a nosotros mismos. Pero, por mucho que nos empeñemos en asegurar que nosotros no somos envidiosos, lo cierto es que nadie se libra. La envidia es una emoción universal que nos afecta a todos en algún momento de nuestra vida. Solo se diferencia de unos a otros en su intensidad y frecuencia.

La envidia nos habla de deseos insatisfechos

Norberto Levy, en su libro La sabiduría de las emociones la compara con un “rayo que irrumpe y deja al descubierto una necesidad o un deseo profundo insatisfecho, que ha sido anestesiado, en la mayoría de los casos, por la cantidad de frustración que produce”.

Para que la envidia asome suelen darse tres circunstancias:

  • Alguien ha conseguido algo que yo no tengo, pero que anhelo.
  • Creo que no tengo ni tendré los recursos necesarios para obtener aquello que deseo.
  • Además, no cuento con un número suficiente de deseos satisfechos y disfrutados, como para equilibrar el malestar que me producen los no realizados.

La envidia nos habla de deseos insatisfechos

Ahora imaginad esta conversación entre dos amigas:

-Elena: ¡Qué alegría verte! Llevas un mes desaparecida…

-Sonia: ¡Pues la verdad es que estoy contentísima! Conocí a un chico justo hace un mes en una fiesta y estoy encantada. Fíjate, que la semana que viene nos vamos de viaje juntos… 

-Elena: ¿Hace dos meses que te separaste y has iniciado una relación nueva? ¿No vas demasiado deprisa? Mira que estas relaciones que empiezan de forma tan intensa acaban muy fácilmente…

Cuando anhelo algo y no lo tengo, no estoy todo el tiempo pensando en ello… hasta que aparece alguien que sí lo ha conseguido. En el momento en que Elena se entera de la nueva relación de Sonia, se conecta con su carencia: ella también querría tener una pareja. Y junto a este deseo no satisfecho es posible que asomen otros que tampoco han sido realizados. Si son muchos y significativos, la percepción de carencia será más intensa y dolorosa.

Si, además, Elena no tiene conciencia de sus propios deseos no satisfechos, el dolor se convertirá en enfado hacia Sonia. Por ejemplo, puede creer que su amiga le ha hecho partícipe de su felicidad para fastidiarla y defenderse con comentarios hirientes o descalificaciones.

Por tanto, un modo de no quedarnos enganchados al impulso de dañar al otro por tener lo que nosotros ansiamos, es tomar conciencia de eso que nos falta.

Carencia e inferioridad

Al principio del artículo os decía que todas las emociones, por desagradables e incómodas que nos parezcan, cumplen una función adaptativa. En el caso de la envidia, sirve como señal para identificar un deseo insatisfecho. En lugar de rechazar esa punzada de malestar, será mucho más útil tomar conciencia de ello, permitirnos sentirlo y preguntarnos: ¿Qué deseo insatisfecho puedo descubrir a partir de ese malestar que siento? Y será así como empecemos a vislumbrar el lado positivo de la envidia.

En el ejemplo que os he puesto de las dos amigas, si Elena toma conciencia de su carencia conseguirá experimentar con mayor claridad la doble reacción que el logro de Sonia genera en ella. Por un lado, podrá alegrarse sinceramente por su amiga y, a la vez, permitirse sentir tristeza al recordar su anhelo no realizado de tener una pareja.

Uno de los impedimentos para que se dé esta toma de conciencia es la confusión entre los conceptos de carencia e inferioridad. Hay personas que viven el hecho de no tener lo que el otro ha logrado como una prueba de su inferioridad (con el consiguiente sentimiento de humillación), en vez de verlo como el reconocimiento doloroso de un estado transitorio de carencia. Solo cuando consigamos deshacer esta confusión podremos atrevernos a dar salida a ese malestar que, de mantenerlo aprisionado, nos generará más sufrimiento.

Cuando no soy capaz de integrar la alegría por lo que tiene el otro y el pesar por no haberlo conseguido yo es posible que me empeñe en amordazar esa parte que me recuerda lo que me falta, a la vez que me sentiré culpable por pensar y sentir algo “que no debería”. Sin embargo, el dolor seguirá ahí y, como el río que busca su cauce llevándose por delante cualquier obstáculo que haya en su camino, acabará manifestándose. Unas veces lo hará en forma de emociones dolorosas (tristeza por no tener lo que tiene el otro, ira hacia quien tiene más suerte o culpa por sentir envidia); otras, a través de quejas continuas y adoptando el rol de víctima; y otras, obsesionándonos con la persona objeto de nuestra envidia.

Para aprender de la envidia es necesario ser capaces de reconocer la alegría por el logro del otro a la vez que el dolor por nuestra carencia.

Encontrar el lado positivo de la envidia para crecer como personas

Es inevitable que en la vida pasemos por situaciones en las que experimentemos envidia y, con ella, cierto grado de malestar. ¿Cómo podemos aprovechar estos momentos para crecer como personas?

  • Cuando sientas ese malestar identifica el deseo no satisfecho con el que has contactado. Una vez que lo hayas descubierto, estarás en mejores condiciones de comprender y legitimar tu dolor. Habrás contactado con el lado positivo de la envidia.
  • Pregúntate por qué no has logrado realizar ese deseo en particular. La respuesta que te des te hará ver lo importante que es tu propia autovaloración. Volviendo al ejemplo de Elena, ella puede pensar: “No estoy enamorada, tal vez porque aún no ha llegado mi momento, pero estoy preparada”. O, por lo contrario, puede decirse: “No estoy enamorada porque ningún hombre que merezca la pena se va a interesar en mí. Mejor me olvido de estos absurdos deseos…”. En ambos casos, la carencia es la misma. La diferencia está en la actitud. Creer que se tienen los recursos necesarios para alcanzar un logro, ayudará a la persona a disminuir y hacer más soportable el dolor. En cambio, cuando la autoevaluación es descalificadora, esa actitud multiplica hasta el infinito la aflicción ante el desequilibrio.

A más envidia, menos autoestima.

  • Si concluyes que no has conseguido lo que deseas porque “no sirves”, el problema ya no está en la envidia sino en esa creencia. Así que agradece a la envidia que te haya conducido hasta aquí y deja que pase a un segundo plano. Ahora te toca explorar esos deseos insatisfechos y revisar los recursos psicológicos con que cuentas para alcanzarlos.
  • Trabaja en tu propia autoestima, ya que es inversamente proporcional a la envidia. A más envidia menos autoestima y peor capacidad de gestión emocional. Cuando no nos sentimos bien con nosotros mismos, tendemos a compararnos con los demás y en esa comparación siempre salimos perdiendo.
  • Transforma la envidia en admiración. Si bien en ambos casos reconozco que la otra persona posee algo que yo valoro y quisiera tener, la diferencia estriba en que en la envidia me obsesiono con lo que me falta (y no veo más allá), mientras que en la admiración el desequilibrio no me genera dolor porque la persona admirada funciona como un elemento de motivación para que yo también pueda conseguir lo que deseo.

Si te interesa

Un libro

La sabiduría de las emociones. Este post se basa en la visión que Norberto Levy plasma en este libro sobre el valor adaptativo de las emociones consideradas conflictivas. Según explica el psiquiatra argentino en la introducción, “del mismo modo que las luces del tablero de mandos del automóvil se encienden e indican que ha subido la temperatura o queda poco combustible, cada emoción es una luz de tonalidad específica que se enciende e indica que existe un problema a resolver”.

(Este texto forma parte de la serie Emociones Incomprendidas, que también incluye artículos sobre la vergüenza, la ira y la tristeza)

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Motivación y voluntad, claves en tus propósitos de Año Nuevo (pero sin obsesionarte)

Motivación y voluntad, claves en tus propósitos de Año Nuevo (pero sin obsesionarte) 2040 1522 BELÉN PICADO

Llega un nuevo año y con él nuevos propósitos, objetivos e ilusiones. Muchos en esta época hacemos balance de lo vivido, nos cargamos de motivación y fuerza de voluntad y nos planteamos, o bien nuevos retos, o retomar los que no hemos completado en el año que termina. Y eso está bien porque marcarnos metas nos ayuda a evaluar en qué punto de nuestra vida nos encontramos y qué cosas son importantes para nosotros. Sin embargo, muchas veces nos obsesionamos o nos tomamos el proceso como un sprint en vez de como una carrera de fondo y nos ‘desinflamos’ en las primeras semanas. Para que esto no pase es importante elegir bien el reto, dosificar las fuerzas y tomárselo con calma. ¿Estáis preparados?

Maslow y su pirámide de necesidades

Los objetivos que vamos marcándonos a lo largo de la vida, y no solo cuando comienza el año, están muy relacionados con nuestras necesidades como personas. En 1943, el psicólogo estadounidense Abraham Maslow desarrolló su popular pirámide, que él bautizó como “jerarquía de necesidades”. Como puedes observar en el dibujo, en la base de la pirámide están las necesidades más básicas, que son las primeras que los seres humanos buscamos satisfacer. Una vez cubiertas estas, trataremos de hacer lo mismo con las necesidades de seguridad y protección, que están en el segundo nivel; con las de afiliación y afecto, situadas en el tercero; con las de reconocimiento, en el cuarto; y así hasta llegar a la cúspide de la pirámide, ocupada por las necesidades de autorrealización.

Maslow estableció una jerarquización de las necesidades del ser humano y las reflejó en una pirámide

Según la jerarquización que estableció Maslow, cuando nos proponemos un objetivo, nuestras acciones van dirigidas a cubrir alguna de esas necesidades, ordenadas en función de lo importantes que son para nuestro bienestar. Y dichos objetivos dependerán de las metas que ya hayamos alcanzado y de las que nos quedan por cumplir. Esto significa, por ejemplo, que para empezar a preocuparnos por sentirnos autorrealizados, antes tendremos que tener el alimento asegurado, un buen estado de salud y unas necesidades de afecto cubiertas.

Hacer deporte, uno de los objetivos más habituales que nos marcamos al empezar el año, podría situarse en diferentes niveles de la pirámide según el significado que tenga para cada uno. Para algunas personas estaría en el segundo nivel, si lo ven como una fuente de salud y un modo de estar en forma, mientras que otras pueden considerarlo una manera de socialización y por tanto situarlo en el tercer escalón, el de la afiliación. En el nivel de afiliación también se situaría otro propósito común a principios de año, como encontrar pareja, mientras que lograr un mejor empleo estaría en el nivel de seguridad.

Ante todo, motivación y fuerza de voluntad

Una vez elegido el objetivo, se requieren dos elementos indispensables si queremos alcanzarlo: motivación y fuerza de voluntad. Generalmente, si nos sentimos muy motivados a hacer algo, no solemos necesitar ni una pizca de voluntad, al menos al principio. Cuando alguien dice: “Quiero perder peso, pero no tengo fuerza de voluntad para lograrlo”, generalmente lo que no tiene es un motivo lo suficientemente fuerte para hacerlo.

Ahora bien, esa motivación no estará al mismo nivel todos los días, ni siquiera a todas horas del día. Si te has propuesto ir al gimnasio tres veces a la semana, habrá días en que no te costará hacerlo; otros, sin embargo, estarás muy cansado o, simplemente, preferirías quedarte tirado en el sofá. Y es justo ahí donde entra en escena la fuerza de voluntad, una capacidad que podemos aprender y desarrollar. Es como un músculo que se puede entrenar. Pero para ello necesitarás esfuerzo, constancia y asumir que en la mayoría de las ocasiones no obtendrás la recompensa esperada de inmediato. Esto último no resulta fácil en una época en la que prima la cultura de la inmediatez y donde los impulsos e instintos toman el control al mismo tiempo que la voluntad y la reflexión pierden protagonismo.

Motivación y voluntad son igualmente necesarios a la hora de plantearte un objetivo. Cuando la motivación decaiga, hay que tirar de la fuerza de voluntad. Y cuando esta empiece a agotarse, será el momento de recordar el motivo que nos llevó a elegir nuestro objetivo.

Asumiendo que cuanto más fuerte sea la motivación, más fuerte será la voluntad, busca tus propias razones para trazarte una meta. Muchas veces confundimos lo que deseamos con lo que otros nos sugieren o lo que está bien visto. Así que descubre qué es lo que realmente deseas y ve a por ello. Cuanto más especial sea ese propósito para ti, más presente lo tendrás durante todo el proceso y más fácil será recurrir a él en los momentos de bajón.

La motivación y la fuerza de voluntad son importantes para lograr cualquier reto

Algunas pautas

  • Si atraviesas un momento difícil emocionalmente, es mejor que esperes a que las aguas se calmen para poner en marcha tu plan.
  • El autocontrol y la fuerza de voluntad tienen un límite. Aunque ahora mismo estés eufórico y deseando ponerte en marcha, no abuses y prioriza objetivos. Elige el más importante para ti, asegúrate de que sea realista y alcanzable y ve a por él.
  • El cerebro necesita recompensas para cambiar de hábitos, así que prémiate según vayas superando etapas. Felicitarte y valorar tus propios esfuerzos es clave para seguir avanzando y que la motivación no decaiga.
  • Si asumes que las recaídas son parte del proceso, no te vendrás abajo cuando las fuerzas flaqueen. Cuando llevamos realizado un gran esfuerzo para alcanzar el objetivo es normal sentir la tentación de tirar la toalla. Es entonces cuando necesitamos para un momento, respirar y recordar por qué comenzamos.
  • Hay ocasiones en las que, pese a nuestros esfuerzos, el camino se hace muy cuesta arriba y no sabemos cómo continuar. Si necesitas ayuda, no dudes en pedírsela a un amigo, a alguien con experiencia en un objetivo similar al tuyo o a un profesional (si lo deseas, puedes contactar conmigo y veremos juntos el mejor modo de que cumplas tus metas).

Relájate y disfruta del camino

En el camino hacia nuestro propósito, es posible que encontremos un objetivo inesperado, uno que no figuraba en nuestro plan. Si bien es cierto que cuando elegimos una meta conviene que sea concreta, tener un objetivo marcado con excesiva claridad puede limitar nuestra capacidad de descubrimiento y la posibilidad de encontrar nuevos retos.

Como explica Antonio Blanco Prieto en su libro Las claves de la motivación, plantearse metas en la vida no solo es aconsejable sino necesario, “pero no deben ser tan inflexibles que nos impidan ver los árboles del bosque. No se trata de cambiar de finalidad ante cada dificultad, sino de enriquecernos y valorar si realmente lo que queremos es lo que nos hemos marcado como meta o más bien la incertidumbre nos arrastra hacia nuevos puertos en los que sentirnos más tranquilos y satisfechos”.

Podemos actuar como un turista que sigue al pie de la letra las rutas recomendadas en una guía. O, como nos invita Prieto, recorrer el camino como “un viajero que, aunque tiene un objetivo global, este no es tan rígido como para impedirle mirar a su alrededor y descubrir la vida que late tras los monumentos más emblemáticos de la ciudad”.

Pon en marcha tu motivación y tu fuerza de voluntad para alcanzar tus objetivos, pero sin obsesionarte.

Y si finalmente no alcanzamos nuestro propósito, siempre tendremos otras oportunidades para retomarlo o para comenzar de nuevo. Al fin y al cabo, la Tierra seguirá girando aunque nosotros necesitemos marcar un límite entre un año y el siguiente. La vida nos ofrece la oportunidad de empezar de cero cada año, cada mes, cada semana, cada día y cada momento.

“Este instante es una invitación para empezar de nuevo… Empieza desde donde estés” (Jeff Foster)

El deporte es beneficioso a cualquier edad

Deporte y salud mental: Beneficios psicológicos de hacer ejercicio

Deporte y salud mental: Beneficios psicológicos de hacer ejercicio 1920 1279 BELÉN PICADO

Me considero una persona constante… en casi todo. Pese a ser consciente de la  importante relación entre deporte y salud mental, hacer ejercicio siempre ha sido mi asignatura pendiente…. hasta hace unos meses. Como me había apuntado varias veces a un gimnasio y no había superado las ocho semanas, probé con una academia de baile que hay cerca de casa y ¡Bingo!. Nueve meses después puedo decir que el ejercicio forma parte de mi rutina diaria, me gusta y me ayuda a sentirme bien. Es más, si no puedo ir algún día lo echo de menos. Por fin he encontrado una actividad que me motiva y, a la vez, me beneficia física y mentalmente.

Qué le pasa al cerebro cuando hacemos ejercicio

Hasta llegar a convertir el deporte en parte de mi vida, mi cerebro ha realizado un interesante proceso que arranca al inicio del ejercicio, en el momento en que mis músculos empiezan a contraerse y a relajarse. En ese momento, empiezan a generarse varias sustancias:

  • Factor neurotrófico del cerebro (BDNF). Es una proteína que mejora la capacidad plástica del cerebro, ayudándolo a adaptarse mejor a las situaciones en función del ambiente y mejorando su capacidad cognitiva. De hecho, según un artículo publicado en la revista científica Neurology, cuanto mayor es la reserva de esta sustancia más protegido está nuestro cerebro frente a enfermedades como el alzhéimer.
  • Endorfinas. Son un poderoso anestésico natural, cuya finalidad es disminuir la incomodidad que puede producir el ejercicio, así como bloquear la sensación de dolor. Asimismo, la acción de estos neurotransmisores es responsable de la sensación de euforia y bienestar que nos invade después de hacer deporte. Este efecto hace de la actividad física una de las recomendaciones que los psicólogos hacemos en casos de ansiedad, estrés o depresión.
  • Serotonina. Se la conoce como la hormona de la felicidad y, además, de regular el estado de ánimo y disminuir la impulsividad, facilita la relajación, incrementa la tolerancia al estrés y ayuda a conciliar mejor el sueño. Otro ejemplo más de la relación entre deporte y salud mental.
  • Dopamina. Se considera la mediadora del placer y se dispara cuando iniciamos el camino hacia un objetivo y también cuando lo cumplimos. Por eso, una buena forma de elevarla es proponernos pequeñas metas y celebrar la consecución de cada una de ellas. En cuanto al nivel cognitivo, la dopamina regula funciones como el aprendizaje y a memoria, y tiene un papel fundamental en la toma de decisiones.

(En este blog puedes leer el artículo «10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano«)

El deporte eleva los niveles de serotonina

El deporte favorece nuestra autoestima y ayuda a consolidar la memoria

Teniendo en cuenta tanto la teoría como mi propia experiencia, he aprendido cinco cosas sobre deporte y salud mental:

  1. No es necesario machacarse ni ponerse metas difíciles y lejanas. Si nunca has hecho deporte, practicar crossfit seis días a la semana no es buena idea… No solo es posible que te lesiones, sino que te desmotivarás y no querrás seguir. Empieza trazándote objetivos asumibles y, según vayas alcanzándolos, te planteas otros más ambiciosos. Puedes comenzar, por ejemplo, entrenando tres días a la semana con ejercicios de intensidad moderada.
  2. Influye positivamente en la autoestima. Independientemente del peso, la edad o el sexo, con el deporte mejoramos nuestra agilidad, flexibilidad y resistencia. Y esto, además de ayudarnos a estar mejor físicamente, repercute en nuestro autoconcepto generando autoconfianza y una percepción más positiva de nosotros mismos. La satisfacción de lograr vencer la pereza, ser disciplinados e ir superando retos también hace que nos valoremos más.
  3. Contribuye a mejorar las relaciones sociales. Las emociones se contagian, así que si desprendes alegría y buen humor gracias a las endorfinas y a la serotonina que se generan con el deporte seguro que los demás querrán estar contigo. Por otro lado, en caso de que elijas un deporte de grupo o participes en clases dirigidas tendrás oportunidad de conocer gente nueva.
  4. Más necesaria que la fuerza de voluntad, es la motivación. Por ello, es muy importante encontrar una actividad con la que realmente disfrutes y un lugar en el que te sientas a gusto y al que tengas ganas de volver, ya sea por la actividad, por los monitores o por los compañeros. En cuanto a la distancia, si has encontrado un gimnasio estupendo y con muchísimas actividades, pero eres de los “perezosos” y te queda muy lejos, quizás tengas que buscar uno más cercano, aunque sea más básico en cuanto a instalaciones. Y si no te gustan los espacios cerrados siempre puedes optar por un deporte al aire libre.
  5. El deporte ayuda a consolidar la memoria. En 2016 un grupo de neurocientíficos holandeses comprobaron que hacer ejercicio aeróbico cuatro horas después de aprender algo ayuda a consolidar los conocimientos adquiridos. Además, el aumento de la proteína BDNF influye positivamente en la toma de decisiones, en el pensamiento y el aprendizaje.

El deporte ayuda a mejorar la salud mental

Otros beneficios de la actividad física

  • Es eficaz en el tratamiento de adicciones. Tener valores elevados de BDNF ayuda a reducir la necesidad de consumir droga en adictos y contrarresta la eficacia reforzante de sustancias como la cocaína.
  • Previene el alzhéimer. Recientemente, investigadores de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) y de la Universidad Federal de Río de Janeiro (Brasil) descubrieron que una hormona que se libera en la sangre durante el ejercicio, la irisina, es capaz de mejorar la capacidad cognitiva y favorecer el crecimiento neuronal en el hipocampo, una región cerebral muy importante en el aprendizaje y la memoria.

El deporte previene el alzhéimer

  • En el caso de los niños, ayuda a mejorar la concentración y, por tanto, el rendimiento escolar; favorece la socialización y la autonomía; mejora la confianza en sí mismo y la autoestima; y favorece la adquisición de valores como la constancia, la perseverancia, el esfuerzo, la disciplina, la cooperación, el compañerismo, el trabajo en equipo, etc.

Si quieres saber más sobre la relación entre deporte y salud mental, te aconsejo ver el episodio que el programa «Redes», dirigido por Eduard Punset, dedicó a este tema.

https://www.youtube.com/watch?v=v6k3CHZibLU

Rafa Nadal, un ejemplo de constancia

Rafa Nadal: Actitud, pasión, perseverancia y motivación en 8 frases

Rafa Nadal: Actitud, pasión, perseverancia y motivación en 8 frases 773 957 BELÉN PICADO

Actualmente hay pocos personajes públicos que despierten tanta admiración, y de forma tan unánime, como Rafa Nadal. Y no solo es debido a su humildad (que también). Uno de los motivos por los que este tenista, que acaba de ganar el Open de Australia, genera tanta simpatía es porque, de la forma más natural y sin proponérselo, consigue que nos sintamos identificados con él. Comprobar que los héroes también tienen momentos bajos nos acerca a ellos. Y ver cómo se sobreponen a las adversidades, más aún.

En definitiva, ganar trofeos es importante, pero no lo es todo en la vida. Lo que marca la diferencia es la actitud con la que cada uno afronta sus retos del día a día. Jugar un torneo internacional de tenis, gestionar la presión que implica protagonizar la serie del momento o tener que lidiar con el estrés diario de compaginar el cuidado de los hijos con ocho horas de jornada laboral no son circunstancias tan diferentes.

Asumiendo que para cada actividad se requieren unas habilidades determinadas, una vez que las hemos alcanzado no nos servirán de nada si no aprendemos a gestionar las situaciones adversas que surjan o las emociones que experimentemos ante esas adversidades. La actitud no es la lámpara de Aladino, pero sí es un elemento clave para conseguir lo que queremos.

A lo largo de los años, Rafa Nadal no solo ha mostrado una inquebrantable fortaleza y perseverancia a nivel deportivo, sino también una estabilidad a nivel emocional que ha quedado reflejada en muchas de las entrevistas que ha concedido. Con esto no estoy diciendo que todos tengamos que adoptar su forma de ver la vida para lograr nuestros objetivos. Pero sí creo que muchas de sus declaraciones pueden servirnos para reflexionar. A continuación, recojo algunas de las que ha dado en los medios de comunicación:

“Las pequeñas cosas y la pasión son las que te hacen seguir adelante”

Si Rafa Nadal, uno de los mejores deportistas del mundo, da tanta importancia a las pequeñas cosas y a la pasión, será por algo… Al fin y al cabo, un día cualquiera está compuesto de multitud de momentos que pueden ser deliciosos: el olor del café por la mañana, tomar una ducha con conciencia plena y disfrutando del agua cayendo por nuestro cuerpo, el agradecimiento de un compañero a quien has echado una mano en su tarea, la alegría de tu hijo cuando le ves después de una dura jornada de trabajo… Solo tenemos que detenernos a saborearlos.

Rafa Nadal también habla a menudo de la pasión que siente por lo que hace. Y es que hacer algo que nos entusiasma y nos emociona nos llena de energía para seguir adelante. Cuando nos apasiona lo que hacemos vemos retos donde otros ven sacrificios, motivación donde otros ven fuerza de voluntad.

“Puedes estar todo el día frustrado, pensando que tu vecino tiene una tele o un jardín más grande, pero yo soy muy afortunado por todo lo que me ha pasado”

Estamos siempre tan pendientes de lo que posee o consigue el otro, que ni siquiera somos capaces de darnos cuenta de todo lo que tenemos nosotros. Divagando sobre todo lo que podríamos conseguir en el futuro, se nos escapa lo que podemos disfrutar en el presente.

“Él (Roger Federer) me motiva, pero no me obsesiona. No es por lo que me levanto cada día. Mi método consiste en hacer mi camino y si eso me lleva a esta situación, perfecto. No creo que mi futuro vaya a cambiar un pelo por conseguir igualar a Federer”

No se trata tanto de ser superior a los demás como de superarnos a nosotros mismos, de convertirnos en nuestra mejor versión. En vez de ver al otro como rival para competir con él, vamos a verlo como inspiración para que nos sirva de empuje. Además, seamos realistas… Siempre va a haber alguien más bueno, más rico, más listo, más guapo…

Rafa Nadal, modelo de motivación

“Necesito la ayuda de la gente que me conoce bien y me quiere” 

En general, nos cuesta mucho aceptar la ayuda de otros, no sea que vayan a pensar que somos unos blandos… El orgullo, la vergüenza o el temor a que nos digan que no nos impide admitir nuestras limitaciones. Rafa Nadal también nos da una lección en ese sentido, aceptando el apoyo y el cariño de los que tiene a su alrededor.  Porque la verdadera fuerza emana de conocernos a nosotros mismos y saber cuándo es el momento de coger la mano que nos tienden.

“Yo nunca me he sentido solo en ningún lado. Tengo a mis amigos de toda la vida (…) También tengo contacto con mi familia a diario”

Aristóteles ya lo dijo en su momento: «El hombre es un animal social por naturaleza». Y la psicología positiva le da la razón, al aseverar que la calidad de las relaciones afectivas está directamente relacionada con la felicidad de las personas. Tener a nuestros seres queridos cerca en los malos momentos no nos solucionará nuestros problemas, pero los harán mucho más llevaderos.

“Ni cuando gano soy increíble, ni cuando pierdo soy nefasto”

Ni el éxito ni el fracaso definen qué tipo de personas somos. Cometer un error no me convierte en un peor ser humano ni lograr un éxito me hace estar por encima de los demás. Todos tenemos el mismo valor, independientemente de nuestras cualidades y nuestros defectos.

“Mi vida sin el tenis también es feliz, va mucho más allá. Es y ha sido importante en mi vida, pero no es lo único ni lo principal” 

Poner todo nuestro esfuerzo y nuestras ganas en una sola faceta de nuestra vida, ya sea una afición, el trabajo o la pareja, es muy arriesgado. Por ejemplo, si dedicamos todo nuestro tiempo a nuestra pareja, nos apartamos de nuestros amigos y la relación se rompe, será mucho más difícil reponernos que si hemos cuidado nuestra vida social.

“Intento no pensar en cuánto tiempo me queda porque eso es el principio del fin. Disfruto del día a día

Vivir con temor a qué ocurrirá nos impide disfrutar del «aquí y ahora» y, además, es un pasaporte seguro a la ansiedad. El futuro es imprevisible, pero sí podemos tomar decisiones respecto al presente.

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