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Por qué a nuestro cerebro le gustan las películas de terror

Por qué a nuestro cerebro le gustan las películas de terror

Por qué a nuestro cerebro le gustan las películas de terror 1500 1000 BELÉN PICADO

Desde que en 1896 se estrenó la primera película considerada de terror (La mansión del diablo), este género no ha dejado de sumar seguidores, pese a lo contradictorio que pueda parecer el hecho de que alguien busque pasar miedo por gusto. Y es que, pese a los sobresaltos que provoca, este tipo de cine continúa fascinando a muchos. Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Por qué nos empeñamos en pasarlo mal? ¿Qué nos lleva a buscar voluntariamente el escalofrío y el susto delante de una pantalla? En realidad, existen múltiples razones por las que nos gustan las películas de terror y nos mantienen pegados al asiento. En este artículo veremos algunas de ellas.

A los seres humanos nos fascina lo que nos asusta. Y es justo esa sensación la que buscamos no solo cuando vemos una película de miedo. También cuando nos subimos a una montaña rusa, hacemos puenting o nos adentramos en el Pasaje del Terror de un parque de atracciones. El miedo nos activa, nos despierta. En una palabra, nos da ‘subidón’.

Los creadores de las historias de terror saben todo esto y también cómo influir en nuestras mentes para provocar esa poderosa combinación entre miedo y emoción.

Qué pasa en el cerebro cuando vemos una película de miedo

Cuando nos sumergimos en una película de terror, nuestro cerebro y todo nuestro cuerpo experimentan las mismas respuestas fisiológicas y neurológicas que cuando percibimos un peligro real, pero sabiendo que no lo es. Veamos el proceso paso a paso, desde el mismo momento en que comenzamos a ver la película:

  • Percepción Visual: Nuestros ojos captan las imágenes en la pantalla y la información se procesa en la corteza visual del cerebro, donde se identifica lo que estamos viendo.
  • Atención agudizada: A medida que la trama avanza y la tensión aumenta, las áreas relacionadas con la atención se activan. Esto incluye la corteza parietal, que nos permite enfocarnos en la película y bloquear las distracciones.
  • Percepción del peligro: Según van apareciendo en la pantalla elementos de ‘peligro’, como monstruos, asesinos o situaciones aterradoras, la información visual se envía a la amígdala, una estructura cerebral crucial para el procesamiento de las emociones en general y del miedo en particular.
  • Respuesta de lucha-huida: La amígdala activa el sistema nervioso simpático, responsable de desencadenar la respuesta de lucha o huida. El corazón comienza a latir más rápido, la presión arterial aumenta, los músculos se tensan (a veces haciéndonos temblar) y la respiración se acelera para proporcionar energía adicional.
  • Liberación de neurotransmisores: Se inicia la liberación de adrenalina y cortisol. Estos neurotransmisores aumentan el estado de alerta y la energía, preparando al cuerpo para reaccionar ante el peligro percibido. La adrenalina, en concreto, juega un papel esencial en esa euforia que experimentamos en las escenas más terroríficas
  • Activación del sistema de recompensa: Al verificar que la situación es segura y superados esos momentos de tensión o de susto, el cerebro comienza a liberar dopamina, neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa.
  • Endorfinas. Superado este momento de activación, nuestro organismo volverá a su estado inicial gracias a la secreción de endorfinas, una hormona que tiene un efecto calmante y que contribuye a experimentar una agradable sensación de bienestar. De este modo, de sentir un alto grado de tensión placentera, pasamos a la calma y el alivio, es decir, a la relajación.
  • Interconexiones cerebrales: Mientras la trama sigue avanzando, diversas áreas del cerebro trabajan en conjunto. El hipotálamo, por ejemplo, regula las respuestas físicas, el córtex prefrontal controla la toma de decisiones y la corteza cingulada anterior procesa la anticipación y la resolución de problemas.
  • Identificación con personajes: La empatía con los personajes de la historia puede llevar a una mayor implicación emocional. Si nos identificamos fuertemente con un personaje en peligro, las neuronas espejo y las áreas cerebrales relacionadas con la empatía se activarán y nos sentiremos aún más conectados con la trama.
  • Recuperación y procesamiento: Después de ver la película, el cerebro pasa por un proceso de recuperación. Las áreas relacionadas con el control emocional y la memoria, como el hipocampo, nos ayudan a procesar y almacenar la experiencia.
Por qué nos gustan las películas de terror

«Hereditary» (2018).

Qué hay detrás de esta atracción por el cine de terror

A continuación, vamos a desgranar algunas de las razones que están detrás de esa fascinación que muchos sentimos por el cine de terror (pese a los sustos):

Sabemos que lo que estamos viendo no es real

El hecho de saber que estamos entrando en un mundo ficticio se convierte, en cierto modo, en una especie de escudo emocional que nos permite explorar el miedo de una manera segura. Pese a que la parte más primitiva e instintiva de nuestro cerebro reacciona ante los estímulos que van apareciendo en la pantalla, gracias a nuestra parte más racional también sabemos que los monstruos, fantasmas y asesinos que aparecen en la película no pueden hacernos daño en la vida real, lo que nos brinda cierta tranquilidad en medio de la tensión.

Y es justo esta capacidad para saber que lo que vemos no es real lo que nos ayuda a distanciarnos emocionalmente. Una habilidad psicológica fundamental que nos permite experimentar emociones sin quedar atrapados en ellas. En el contexto de las películas de terror, gracias a esta distancia podemos explorar nuestras propias reacciones emocionales y liberar tensiones sin consecuencias reales. Disfrutamos del miedo sin efectos secundarios.

Miedo controlado

Justo la propia naturaleza ficticia de lo que estamos viendo y la capacidad para crear una distancia psicológica entre nosotros y lo que ocurre al otro lado de la pantalla nos lleva a otro factor que facilita el que disfrutemos de las películas de terror: la percepción de control. A diferencia de los miedos en la vida real, ante los que a menudo nos sentimos impotentes, en este caso sabemos que en cualquier momento podemos salir de la sala de cine o apagar la televisión si así lo deseamos.

Esta percepción de control sobre la situación nos permite enfrentar nuestros temores de manera segura. Por ejemplo, podemos graduar activamente el nivel de atención que prestamos a la película y así controlar el efecto que emocionalmente tiene sobre nosotros.

Ya lo decía Alfred Hitchcock: «A la gente le gusta tener miedo cuando se sienten seguros».

Sentimos miedo y placer a la vez

Los investigadores Eduardo Andrade y Joel Cohen realizaron un estudio con estudiantes universitarios a los que dividieron en dos grupos, según fuesen o no aficionados al género. Tras mostrarles algunos fragmentos de películas de terror comprobaron que ambos grupos manifestaron niveles similares de sentimientos negativos. Sin embargo, también observaron que, mientras que los alumnos que no solían ver este tipo de cine mostraban niveles bajos o nulos de placer durante el visionado, el nivel de disfrute de los fans del género era mayor cuanto más aterradoras eran las imágenes.

En esta capacidad para encontrar placer en los sustos y escalofríos también influyen sustancias como la adrenalina y la dopamina, de las que hemos hablado.

Liberamos nuestros deseos reprimidos

La atracción por el cine de terror también está relacionada con nuestros deseos ocultos y con nuestra «Sombra», como denominó Jung a esa parte oscura que todos tenemos. Y es que este tipo de historias nos permiten liberar y procesar emociones reprimidas y canalizar nuestros instintos mas agresivos o violentos de una forma socialmente aceptada y sin sentirnos juzgados.

Un artículo del diario La Vanguardia remite a las palabras Stephen King para explicar el porqué de las risas nerviosas y los aplausos que escuchamos en una sala de cine ante una escena sangrienta, por ejemplo. Según el autor de innumerables obras de terror, esta reacción es «una válvula de seguridad para dejar salir, sin herir a nadie, nuestros impulsos más agresivos y violentos».

El resplandor

«El Resplandor» (1980), con Jack Nicholson.

Búsqueda de sensaciones

Hay determinados rasgos de personalidad que influyen en que nos guste, o no, el cine de terror. Por lo general, los aficionados a este género muestran una mayor puntuación en la variable extroversión y también en la dimensión «búsqueda de sensaciones». Este último rasgo fue definido por Marvin Zuckerman como el deseo de tener «sensaciones y experiencias nuevas, variadas, complejas e intensas». Según este psicólogo estadounidense ver este tipo de cine supone una experiencia estimulante, como hacer puenting o subirse a una montaña rusa.

Aprendemos a enfrentarnos a nuestros propios miedos

Aunque parezca mentira, este género nos ofrece valiosas lecciones sobre la resiliencia y puede ayudarnos a gestionar nuestros propios temores. Al fin y al cabo, se nos presentan simulaciones de situaciones extremas que nos permiten explorar eventos aterradores desde un entorno de seguridad. Por ejemplo, observamos cómo los personajes enfrentan situaciones de vida o muerte y recurren a diferentes estrategias de afrontamiento para sobrevivir. Y también aprendemos a través de ellos sobre la toma de decisiones, la colaboración y la adaptabilidad en momentos críticos.

Los autores de un estudio publicado en 2021 encontraron que los aficionados al cine de terror mostraron una menor angustia y una mayor resiliencia durante los peores momentos de la pandemia de COVID-19, especialmente los fans de un subgénero denominado «prepper» que incluye tramas apocalípticas o invasiones alienígenas y de zombis. Para el director del estudio, Coltan Scrivner, estas conclusiones apoyan la hipótesis de que «la exposición a ficciones aterradoras -tanto películas como novelas- permite al público ‘practicar’ estrategias de afrontamiento eficaces que pueden ser beneficiosas en situaciones del mundo real».

Por otra parte, a través de la conexión empática con los personajes y la identificación con sus luchas, podemos aprender a afrontar nuestros propios demonios internos. Como escribe Stephen King en su ensayo Danza Macabra, «una buena historia de terror es aquella que funciona a un nivel simbólico, utilizando sucesos ficticios (y a veces sobrenaturales) para ayudarnos a comprender nuestros propios miedos reales más profundos».

Comprendemos un poco mejor el mundo que nos rodea

Los seres humanos tenemos la necesidad innata de comprender el mundo que nos rodea. La atracción por lo desconocido, lo misterioso y lo prohibido es uno de los motivos por los que disfrutamos de este género.

También la curiosidad es una característica fundamental de nuestra especie (la misma que nos lleva a detenernos para observar un accidente). Y estas películas nos permiten satisfacerla. Podemos explorar en un entorno seguro temas considerados tabú o que desafían normas morales o sociales, como la violencia, la muerte, la posesión demoníaca o el canibalismo. Esta exploración de lo prohibido nos permite enfrentar nuestros propios límites y comprender mejor la naturaleza humana, pero también reflexionar sobre las consecuencias de transgredir reglas o límites establecidos y desafiar ciertas normas y valores.

Mejor en compañía

Las películas de miedo también son una excusa perfecta para socializar. Vicente Pérez y Andrés García, profesores en la Facultad de Psicología de la UNED apuntan que ver este tipo de filmes «fomenta la cohesión del grupo», sobre todo entre los adolescentes. Por su parte, Paco Plaza, director de películas como REC o Hermana Muerte, que acaba de estrenarse en Netflix, también lo ve así: «El terror es un género que se disfruta mucho en compañía, es muy divertido de ver con amigos, con gente que se asuste contigo a la vez. Tiene algo de tren de la bruja, de algo experiencial que lo hace especialmente divertido para vivir en una sala de cine».

No hay que olvidar que somos seres gregarios. Nos gusta compartir en grupo experiencias emocionales, sobre todo si son intensas. Da igual si se trata de una peli de miedo, un acontecimiento deportivo, un concierto de rock o, incluso, una celebración religiosa.

Las películas de terror se disfrutan más en compañía

Imagen de Freepik

El ‘subidón’ se mantiene más allá del final de la película (la transferencia de excitación)

La teoría de la transferencia de la excitación, propuesta por Dolf Zillmann, explica por qué las películas de terror generan respuestas emocionales tan intensas. Sugiere que las emociones y la excitación generadas por una experiencia previa pueden transferirse o amplificarse en una experiencia posterior.

Puede ocurrir, por ejemplo, que cuando nos sentemos a ver una película de terror, ya haya una cierta excitación previa. Esta excitación puede ser resultado de eventos recientes o incluso por la anticipación del miedo que vamos a pasar. En este caso, cuando esa excitación previa se combine con la generada por la propia trama se intensificará nuestra respuesta emocional.

Fisiológicamente, esta transferencia de la excitación se traduce en un aumento del ritmo cardiaco, la presión arterial y la respiración que persiste aun cuando la película ya ha finalizado. Esto significa que, si luego realizas cualquier actividad que te agrade antes de que esa excitación se desactive tus emociones positivas se intensificarán porque ya no partirás de cero.

«Me gusta el terror porque es de mentira. Nos hace olvidar el horror real, del que no hay escapatoria», Álex de la Iglesia (director de cine)

Referencias bibliográficas

Andersen, M. M., Schjoedt, U., Price, H., Rosas, F. E., Scrivner, C., &  Clasen, M. (2020). Playing with fear: A field study in recreational horror. Psychological Science, 31(12), 1497-1510

Andrade, E. B., & Cohen, J. B. (2007). On the consumption of negative feelings. Journal of Consumer Research, 34(3), 283–300

King, S. (2016). Danza macabra. Madrid: Valdemar

Perez, V., García, A. (2005). Análisis funcional de las estrategias psicológicas de terror en el cine. Estudios de Psicología, 26 (2), 237-245

Ramírez López, A. (2016). El cine de terror psicológico. La arquitectura de un falso género. Revista Escribanía Nueva Época, 14, 35 – 55

Scrivner, C., Andersen, M. M., Schjødt, U., & Clasen, M. (2023). The psychological benefits of scary play in three types of horror fans. Journal of Media Psychology: Theories, Methods, and Applications, 35(2), 87–98

Scrivner, C., Johnson, J. A., Kjeldgaard-Christiansen, J., & Clasen, M. (2021). Pandemic practice: Horror fans and morbidly curious individuals are more psychologically resilient during the COVID-19 pandemic. Personality and individual differences, 168, 110397.

La película Joker y los efectos devastadores de los malos tratos en la infancia

«Joker», una película sobre los devastadores efectos de los malos tratos en la infancia

«Joker», una película sobre los devastadores efectos de los malos tratos en la infancia 3840 2400 BELÉN PICADO

La película Joker, dirigida por Todd Phillips y protagonizada por Joaquin Phoenix, está dando mucho que hablar y no solo a nivel interpretativo. La historia del eterno enemigo de Batman pone sobre la mesa temas importantes. Entre ellos, la necesidad de que los gobiernos destinen fondos a la salud mental y la discriminación que sufren las personas con enfermedades mentales.

También habría mucho que decir sobre el peligro que entraña relacionar trastorno mental y violencia… Sin embargo, en esta ocasión me centraré en lo perjudicial que puede ser crecer en un familia disfuncional. Si a ese modelo de crianza caótica le sumamos la marginación social que sufre Arthur Fleck el resultado es una bomba de relojería.

Es posible que Joker siempre haya formado parte de Arthur, pero para ‘salir al mundo’ hacía falta que se dieran varias circunstancias. Por un lado, la imposibilidad de seguir accediendo a los fármacos que necesita. Por otro, las sucesivas traiciones de personas en quienes confía, especialmente la traición que supone un descubrimiento relacionado con su madre. Y no olvidemos las continuas humillaciones de las que es víctima a causa de sus problemas mentales.

Sin embargo, para comprender como se va gestando ese alter ego que acabará por hacer ‘desaparecer’ a Arthur, vamos a retroceder a su infancia. Porque el modo en que nos enfrentamos al mundo de adultos depende en gran parte de la calidad de nuestras experiencias de niños. Básicamente, la película Joker habla de los malos tratos y sus devastadores efectos. Por cierto, importante para quien no la haya visto: a partir de aquí hay spoilers.

Joker es una película sobre el trauma complejo y los malos tratos

Malos tratos y negligencia: el apego desorganizado

Desde que nacemos, nuestras vivencias se acumulan en la memoria y se integran con nuestra forma de sentir y de pensar. Así, poco a poco, va conformándose nuestra personalidad. En esta capacidad de integrar lo que vivimos, pensamos y sentimos juega un papel importante la relación que establecemos con nuestras figuras de apego.

Si hemos tenido unos cuidadores disponibles y atentos a nuestras necesidades, desarrollaremos un apego seguro y una representación de nosotros mismos como personas válidas. Sin embargo, cuando esas figuras son imprevisibles, frías o abusadoras, el niño se verá como un ser defectuoso. En ese caso, puede desarrollar un apego ansioso, evitativo o desorganizado.

El tipo de comunicación entre una madre y su hijo durante los primeros años es tan importante que crecer en un entorno negligente, puede alterar el funcionamiento cerebral del niño. En la película Joker,  al abandono de los padres biológicos de Arthur Fleck se sumó la negligencia por parte de una madre adoptiva con varios trastornos mentales. Cuando Arthur era solo un niño, Penny permitió que su novio abusara física y sexualmente de él en repetidas ocasiones. Esa situación jugó un importante papel en los posteriores problemas mentales de Fleck, incluida la risa patológica que le caracteriza.

La tortura de sentirse invisible

Además de sentirse incomprendido toda su vida, Arthur nunca se ha sentido visto (el tema de la invisibilidad suele aparecer  cuando se trabaja con adultos que han sido víctimas de negligencia y/o malos tratos). La regulación emocional del niño comienza cuando es un bebé a través de la relación con el cuidador. En una relación de apego sana, los adultos sintonizan con el niño y lo ayudan a modular sus reacciones emocionales. Cuando estas experiencias de sintonía y regulación no existen y el niño no es visto, las consecuencias pueden ser muy dañinas en la edad adulta. William James, un importante psicólogo estadounidense, decía: “No hay peor tortura para un hombre que sentirse invisible”.

La propia enfermedad mental de Penny y los malos tratos de los que también era víctima, la llevaron a no ser capaz de ver las necesidades de su hijo. La prueba de que nunca fue consciente de su sufrimiento está en que, además de llamarle Happy, en una escena asegura no haber oído nunca llorar a su hijo; «es un niño feliz”, afirma.

A lo largo de la película, Arthur expresa en varias ocasiones esa necesidad de que le vean. En su diario, escribe: “No quiero morir y que la gente me pase por encima. Quiero que la gente me vea”. En un momento dado de la segunda sesión con la asistente social dice: “Hasta hace poco parecía que era invisible”. Más tarde, añade: “Me he pasado toda la vida sin saber si realmente existía, pero existo y la gente está empezando a darse cuenta”. Y es que, después de intentar en vano que lo vean como esa persona que “vino al mundo para traer alegrías y sonrisas”, es sacando su parte más violenta como empieza a conseguir que le presten atención.

Muchas víctimas de malos tratos sienten que no han sido vistos

La disociación como estrategia de supervivencia

En la vida a veces hay experiencias tan traumáticas o abrumadoras emocionalmente que se produce una desconexión entre la mente de la persona y la realidad que está viviendo. Este fenómeno psicológico se conoce como disociación y supone una verdadera estrategia de supervivencia si el trauma se produce en los primeros años.

Cuando la persona que debería cuidar y proteger al niño es la misma que le daña, entran en conflicto el instinto de supervivencia y la necesidad de vincularse (“Te tengo miedo y a la vez te necesito”). En ese momento, el cerebro aún no tiene la madurez necesaria y no puede procesar ciertas vivencias demasiado traumáticas. Entonces, las almacena de forma disfuncional en una red neuronal aislada, a diferencia de los recuerdos normales que se envían a redes interconectadas.

Manuel Hernández Pacheco apunta en su libro Apego y psicopatología: La ansiedad y su origen que “en situaciones donde haya una experiencia emocional muy fuerte nuestro cerebro puede crear compartimientos donde almacenar de forma aislada hechos o emociones que nos provoquen mucho dolor si las evocamos”.

Esto explica que haya casos muy graves (abusos sexuales), en los que la persona no puede recordar lo ocurrido. En la película Joker el protagonista no recuerda los abusos que sufrió en su infancia ni por qué estuvo en un psiquiátrico. En estas circunstancias, la disociación se convierte en una respuesta para sobrevivir a la negligencia y el abuso de los cuidadores.

La disociación es uno de los principales síntomas del trauma complejo

Además de la amnesia, la disociación incluye otros aspectos que explica Anabel González en su libro No soy yo. Entre ellos, síntomas corporales diversos; la desconexión del cuerpo, las emociones o el entorno; y, sobre todo, la fragmentación de la personalidad y la identidad.

Lejos de justificar ninguna conducta delictiva, saber cómo se originan estos comportamientos puede ayudar a prevenirlos. Asimismo, sería muy positivo aceptar a las personas con algún trastorno mental como son, sin esperar (como se queja Arthur) que se comporten como si no lo tuviesen. Aprovechemos historias como la película Joker para reflexionar sobre la necesidad de ver a las personas más allá de etiquetas y de diagnósticos.

Matrix como metáfora del proceso de terapia

La película Matrix como metáfora del proceso de terapia

La película Matrix como metáfora del proceso de terapia 771 1023 BELÉN PICADO

Acaban de cumplirse veinte años del estreno de Matrix. Cuando la estrenaron en España fui al cine y vi una película de ciencia ficción entretenida y original. Tiempo después, volví a revisitarla y mi perspectiva cambió. Encontré en Matrix una clarísima metáfora de un proceso terapéutico de crecimiento personal, la toma de conciencia de un hombre dispuesto a renunciar a lo que conoce para descubrir la esencia de sí mismo y de lo que le rodea.

Si la vemos como un filme más de ciencia ficción y queremos explicar a alguien el argumento, podríamos contarle que el protagonista es Thomas Anderson (Keanu Reeves), programador informático de día y hacker informático conocido en la red como Neo, de noche. Desde hace tiempo, tiene la extraña sensación de que el mundo no es lo que parece y esa intuición se convierte en realidad cuando un extraño grupo encabezado por Morfeo (Lawrence Fishburne) se pone en contacto con él. Este le enseñará la verdad que se esconde tras lo aparente: un mundo dominado por máquinas que esclavizan a los seres humanos utilizando sus cuerpos como simple fuente de energía.

Ahora bien, esta no es la única lectura que podemos hacer de la historia. Si no nos conformamos con quedarnos en la superficie y queremos ir más allá, toca analizarla con detalle. Para comprender mejor la metáfora de la que os he hablado antes, iré haciendo un paralelismo entre las vivencias de Neo y las de Plácido, un sujeto que podría ser cualquiera de nosotros y que un día decide iniciar un proceso terapéutico. Si alguien no ha visto la película, a partir de aquí hay spoilers, muchos spoilers. Advertidos quedáis.

Ir más allá de lo que perciben nuestros sentidos

Pastilla roja o pastilla azul: Despertar a la verdad o continuar en la ignorancia

Al principio del metraje, Neo está dormido. Se despierta cuando aparece un misterioso mensaje en su ordenador: “Despierta, Neo”. Poco después, pregunta a otro personaje: “¿Alguna vez has tenido la sensación de no saber si sueñas o estás despierto?”. Este es también el inicio de nuestra metáfora, el momento en el que una voz interior le dice a Plácido que algo no está bien, aunque todavía ignora de qué se trata.

Cuando unos inquietantes individuos llegan a la empresa de Neo para llevárselo, el protagonista recibe una llamada. Es Morfeo, un desconocido que parece saberlo todo sobre él y que le da instrucciones para escapar. Estamos ante el siguiente paso del proceso: la primera vez que Plácido es plenamente consciente de que tiene que hacer algo para acabar con esa extraña sensación, que ya se ha apoderado de él.

La escena en la que Neo conoce al que será su guía se correspondería en nuestra historia paralela con la primera sesión que Plácido mantiene con su psicólogo. Transcribo parte de la conversación porque merece la pena.

-Morfeo: Te explicaré por qué estás aquí. Estás porque sabes algo, aunque lo que sabes no lo puedes explicar, pero lo percibes. Ha sido así durante toda tu vida. Algo no funciona en el mundo. No sabes lo que es, pero ahí está, como una astilla clavada en tu mente y te está enloqueciendo. Esa sensación te ha traído hasta mí. ¿Sabes de lo que te estoy hablando?

-Neo: ¿De Matrix?

-Morfeo: ¿Te gustaría realmente saber lo que es? Matrix nos rodea, está por todas partes, incluso ahora, en esta habitación. Puedes verla si miras por la ventana, al encender la televisión. Puedes sentirla cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.

-Neo: ¿Qué verdad?

-Morfeo: Que eres un esclavo, Neo. Igual que los demás naciste en cautiverio, Naciste en una prisión que, igual que los demás, no puedes saborear, ni oler, ni tocar. Una prisión para tu mente. Por desgracia, no se puede explicar lo que es Matrix, has de verla con tus propios ojos. Esta es tu última oportunidad, después ya no podrás echarte atrás. Si tomas la pastilla azul, fin de la historia. Despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja te quedarás en el país de las maravillas y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos. Recuerda, lo único que te ofrezco es la verdad, nada más.

Pastilla roja o pastilla azul, despertar a la verdad o continuar en la ignorancia

Integrando cuerpo y mente

Neo ha elegido la pastilla roja y comienza su iniciación. Luego vemos a Neo desnudo en algo similar a un útero materno. Está volviendo a nacer, despertando en una realidad paralela en la que hay miles de úteros como el suyo, pero cerrados. Para ellos todavía es pronto. Plácido también está dando la bienvenida a un nuevo modo de ver la vida, aunque a su alrededor algunos amigos y familiares cuestionan que eso sirva para algo. Cada uno tiene su ritmo.

Una vez que Neo ha “renacido” toca ocuparse del cuerpo, atrofiado por la falta de uso. En un proceso terapéutico reconciliarnos con nuestro cuerpo tiene tanta importancia como trabajar con la mente y las emociones.

Aunque todo parece seguir su curso, hay un momento en el que Neo se agobia. Está fuera de sí y a punto del colapso. “Respira, Neo, solo respira”, le dice Morfeo. Mientras, nuestro Plácido, que ha vivido siempre apartado de sus propias sensaciones, no puede evitar asustarse al empezar a percibirlas.

Pero no basta con sanar el cuerpo y Morfeo recuerda a Neo la necesidad de una integración mente-cuerpo: “El cuerpo no puede vivir sin la mente».

El poderde la mente en Matrix

Una vez que vemos la realidad, no hay marcha atrás

Finalizado el entrenamiento, Neo empieza a experimentar lo que ha aprendido, sus ojos empiezan a adaptarse, a ver lo que antes no veía. Plácido también comienza a observar que, por fin, ha empezado a aplicar en su vida cotidiana lo interiorizado en terapia.

Pero ni en Matrix ni en el día a día de nuestro Plácido, las cosas son tan sencillas. En Matrix, hace acto de presencia Cifra, un personaje que representa el autoengaño y la traición a uno mismo y a la realidad y que asegura que “la ignorancia es la felicidad”. Plácido también tiene momentos de debilidad en los que siente que no avanza y que el psicólogo no le da las respuestas que él necesita. Está tentado de abandonar.

Ante las dudas de Neo, Morfeo le hace ver que no puede hacer su camino: “Yo solo puedo mostrarte la puerta, tú tienes que atravesarla”. Las mismas palabras que el terapeuta le dice a Plácido.

En la película, Neo tendrá que enfrentarse a una prueba extrema para salvar a Morfeo y en la que podría morir. Para nuestro Plácido, también es el momento de enfrentarse a los miedos que le impiden avanzar y también a su propia sombra.

Pero todavía no ha llegado la victoria final. Nuestros héroes, Neo y Plácido, tendrán que llevar la atención a su interior para observar lo que han aprendido y para prepararse para la última confrontación. Ambos se enfrentarán a sus mayores miedos una vez más, pero ahora con más recursos y un conocimiento mucho más profundo de sí mismos. Pondrán a prueba lo que aprendieron a lo largo del camino y saldrán victoriosos.

Al final de la película, podemos ver a Neo de vuelta en Matrix, en medio de una calle repleta de personas que vienen y van. Todo parece igual, pero no lo es. Él ha cambiado. Quizás en esa calle, pero en otra dimensión paralela, esté Plácido. Él también ha cambiado.

Referencias

Silver, J. (productor), Wachowski, L y Wachowski, L (directoras). (1999). Matrix. Estados Unidos. Village Roadshaw Pictures, Groucho Film Partnership y Silver Pictures.

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