Hace unos días mi amigo Antonio se cruzó con una chica que le habían presentado recientemente y no dudó en saludarla. Ella se detuvo, le miró, se disculpó por no reconocerle y siguió su camino. Sorprendido porque solo unos días antes habían estado charlando durante horas, mi amigo se lo comentó a la persona que los había presentado. Esta le sacó de dudas: aquella chica padecía prosopagnosia, un trastorno neurológico conocido también como ceguera facial que impide reconocer los rostros a través de la vista, aunque pertenezcan a personas que conocemos.
Lo que les ocurre a estas personas es que saben que están viendo una cara y distinguen por separado las partes que la componen (nariz, ojos, boca…), pero no son capaces de relacionar estos elementos y asociarlos con una identidad. Teniendo en cuenta que los seres humanos somos eminentemente visuales y adquirimos la mayor parte de la información de nuestro entorno a través de la vista, esta circunstancia puede llegar a causar un gran malestar. Además, repercute también en las relaciones sociales, hasta el punto de que hay afectados que optan por aislarse y evitar el contacto con otras personas por miedo a no poder reconocerlas o dirigirse a ellas adecuadamente. Esto puede llegar a generar mucha ansiedad o llevar a la depresión.
Aunque esta afección se conocía ya desde el siglo XIX, fue el neurólogo alemán Joachim Bodamer quien, en 1947, lo definió por primera vez y acuñó el término «prosopagnosia» para documentar el caso de un soldado que, tras ser herido durante la II Guerra Mundial, había perdido la capacidad para reconocer a amigos y familiares viendo su rostro. Sin embargo, no tenía dificultad para identificarlos a través de su voz u otras características.
Prosopagnósicos famosos: Un famoso actor, una princesa y un respetado neurólogo
Entre los afectados por este trastorno, se encuentran personajes muy conocidos. Entre ellos, la etóloga Jane Goodall, famosa por sus estudios sobre la vida social y familiar de los chimpancés, la princesa Victoria de Suecia o el mismísimo Brad Pitt. El actor reconoció sufrir prosopagnosia en una entrevista publicada en 2013 en la revista Esquire, donde aseguró que en más de una ocasión le habían llegado a tomar por «un maleducado» a causa de esta condición.
También la padeció el neurólogo, escritor y divulgador científico Oliver Sacks, que recogió en su libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero el caso de un músico que sufría prosopagnosia y no era capaz de reconocer los rostros de las personas con las que se encontraba a diario, entre ellos el de su esposa.
Precisamente de la ceguera facial y de su propia experiencia, habla Sacks en un magnífico artículo que escribió para la revista The New Yorker: «Las fiestas, incluso mis propias fiestas de cumpleaños son todo un reto. (Más de una vez, Kate ha pedido a mis invitados que lleven etiquetas con su nombre.) Me han acusado de ‘despiste’, y sin duda es cierto. Pero creo que una parte significativa de lo que se ha dado en llamar ‘timidez’, ‘reclusión’, ‘ineptitud social’, ‘excentricidad’ e incluso ‘síndrome de Asperger’ es una consecuencia y una interpretación errónea de mi dificultad para reconocer caras».
En el mismo texto contaba este neurólogo británico que el psicólogo Ken Nakayama tenía colgado un cartel en la puerta de su despacho en el que se podía leer: «Recientes problemas oculares y una leve prosopagnosia me han dificultado reconocer a personas que debería conocer. Por favor, ayúdame diciéndome tu nombre si nos encontramos. Muchas gracias».
Una condición rara, pero no tanto
Aunque durante mucho tiempo se pensó que era una afección rara, según estudios como el publicado en 2023 en la revista especializada Cortex podría ser más frecuente de lo que se creía. Los autores de esta investigación concluyeron que la prevalencia de la prosopagnosia se sitúa en un continuo que varía tanto en gravedad como en síntomas y que afecta a entre el 1 y el 5 por ciento de los adultos.
Los investigadores han descubierto, además, que la prosopagnosia es más frecuente entre las personas con trastornos del espectro autista. Los resultados de un estudio realizado en 2020 revelaron que afecta a más del 36 % de los adultos autistas sin discapacidad intelectual.
En cuanto a su severidad, la ceguera facial no afecta en el mismo grado a quienes la padecen. Algunos prosopagnósicos, por ejemplo, pueden memorizar un determinado número de caras, mientras que otros apenas si identifican algunos rostros de sus familiares más cercanos. En los casos más graves, la persona ni siquiera es capaz de reconocerse en el espejo. Igualmente, hay afectados que tienen dificultades para recordar el aspecto de rostros familiares, pero no para ver diferencias en esos rostros cuando los ven en fotografías.
Tipos de prosopagnosia
Hay dos tipos de prosopagnosia:
- Prosopagnosia adquirida. Suele estar causada por una lesión cerebral provocada por un accidente cerebrovascular, un tumor cerebral, un traumatismo craneoencefálico o una infección que afecte a determinadas partes del sistema nervioso central. También puede aparecer en enfermos de alzhéimer. La mayoría de los casos documentados pertenecen a este tipo y también son los que se conocen más, probablemente porque se trata de personas que reconocían los rostros y algún accidente les impidió seguir haciéndolo. Por tanto, la incapacidad fue notoria para ellos.
- Prosopagnosia congénita o del desarrollo. Es mucho más frecuente que la anterior, pero como en este caso los afectados no han podido reconocer bien las caras durante la mayor parte de sus vidas, en ocasiones no se dan cuenta de que padecen este desorden hasta que se les hace alguna prueba. Muchas de estas personas no confirman que lo tienen hasta los 20 ó 30 años, a veces incluso más tarde, y se culpan a sí mismas de falta de atención o de mala memoria.
Una investigación realizada en el Instituto de Genética Humana en Münster, Alemania, concluyó que la prosopagnosia, además, tiene un alto componente genético. Tras examinar a 689 estudiantes, los científicos diagnosticaron el desorden a 17. En posteriores entrevistas con las familias de 14 de estos jóvenes, todos tenían, al menos, un pariente cercano con el mismo problema. Analizando estos resultados, pudieron establecer que esta condición se transmite por un gen dominante, lo que significa que si un padre lo tiene, sus hijos tiene un 50 por ciento de probabilidades de heredarla. De hecho, hay familias enteras que la tienen. En otro estudio, los investigadores Brad Duchaine y Ken Nakayama describieron una familia en la que diez miembros la padecían: los dos padres, siete de sus ocho hijos y un tío materno (el octavo hijo no puedo ser analizado).
Un fichero fotográfico en el cerebro
En nuestro cerebro hay células especializadas en identificar rasgos de las caras que vemos y localizarlos rápidamente en la base de datos mental de las personas que conocemos. El cerebro cuenta con un sistema de almacenamiento, parecido a un álbum fotográfico, donde podemos guardar hasta 10.000 caras diferentes a lo largo de la vida. Según algunos estudios, cualquiera puede reconocer a gente que conoció hace diez años e identificar al 90 por ciento de los compañeros del colegio de hace 35 años.
El proceso tiene lugar en tres etapas: primero, percibimos a través del sentido de la vista los rasgos físicos de esa cara. Con esa imagen en la mente, el cerebro determina si esos rasgos son conocidos o no. En caso de que lo sean, el siguiente paso es identificar el rostro con el nombre que le corresponde.
Sin embargo, hay quienes son incapaces de reconocer rostros, incluido el de sus seres queridos y el suyo propio, pese a un funcionamiento intelectual y una capacidad visual intactos.
El problema está en que el cerebro no es capaz de interpretar la información que proviene del sentido de la vista. Hay una especie de desconexión entre el cerebro y el ojo. Las principales zonas del cerebro involucradas en el reconocimiento facial son el giro fusiforme, el lóbulo temporal y la corteza occipital. Cuando se sufre prosopagnosia, estas áreas suelen estar dañadas, tanto si es congénita como si es adquirida.
¿Cómo se las arreglan las personas con prosopagnosia?
Quienes tienen que lidiar con este trastorno recurren a diferentes ‘trucos’ para aprender a vivir con él. Algunas personas, incluso, llegan a convertirse en auténticos expertos a la hora de ocultar su condición y no resulta fácil identificarlos.
- Desarrollan estrategias para distinguir a las personas basándose en pistas como su corte de pelo, una nariz o un rasgo inusual (cicatrices, lunares…), una forma de andar o de moverse característica, ciertos accesorios como unas gafas, vestir con un determinado tipo de ropa, etc.
- Evitan lugares, como reuniones o fiestas, donde podrían toparse con alguien a quien conocen o fingen caminar por la calle absortos en sus pensamientos para no pasar por maleducados.
- Dan mucha importancia al contexto y a las expectativas. Por ejemplo, si soy profesora espero ver a mis alumnos en la escuela. A muchos, aunque no tengamos prosopagnosia, nos ocurre que nos cuesta reconocer a alguien si le vemos de forma inesperada en un lugar donde no solemos interactuar. Por ejemplo, ver en la playa a un vecino de nuestro barrio.
Como explica Oliver Sacks, estas y otras estrategias, tanto conscientes como inconscientes, «se vuelven tan automáticas que las personas con prosopagnosia moderada pueden no darse cuenta de lo deficiente que es en realidad su reconocimiento facial».
Aquí os dejo un vídeo en el que Oliver Sacks habla de su prosopagnosia
¿Existe tratamiento?
Todavía no existe tratamiento para esa afección, pero sí se puede aprender a vivir con ella. Además de practicar habilidades como las mencionadas antes, algunos especialistas trabajan con los afectados entrenando el reconocimiento de caras. Para ello se utilizan fotografías de familiares o amigos cercanos: emparejando imágenes idénticas, asociando caras y nombres, identificando expresiones faciales, etc.
Hace unos años la profesora de Psicología Sherryse Corrow puso en marcha en la universidad estadounidense de Bethe un programa de entrenamiento computarizado para mejorar el reconocimiento facial. Este y otros ejercicios online de entrenamiento pueden ayudar a los afectados a concentrarse mejor en las caras y discernir las diferencias entre ellas, mejorando así su capacidad para identificarlas.
En situaciones sociales, por ejemplo, puede ser de ayuda introducir ciertas preguntas en la conversación para obtener pistas sobre la identidad del interlocutor o pedir a la pareja o a un amigo cercano que facilite el nombre de la persona con la que se esté hablando. Incluso puede facilitar mucho las cosas explicar a la gente que se tiene este trastorno.
Aunque los resultados no son determinantes y hay que seguir investigando, algunas investigaciones han comprobado que la administración intranasal de oxitocina (hormona que facilita el vínculo social y el comportamiento prosocial) podría beneficiar a las personas afectadas. En uno de estos estudios se comprobó que los participantes que habían utilizado un aerosol nasal de esta hormona había experimentado una mejora temporal en su capacidad de procesamiento y reconocimiento facial.
Otros trastornos similares
Alexia pura: Los afectados por este trastorno no pueden leer normalmente, ni siquiera lo que ellos han escrito. Esto ocurre pese a una capacidad visual normal y pese a tener habilidad para entender lo que le dicen y escribir. Leen las palabras letra a letra, deletreando cada palabra antes de identificarla.
Zooagnosia: Dificultad para reconocer animales de la misma o de distinta especie.
Simultagnosia: El paciente fija la atención en un solo detalle de la escena que hay ante él y es incapaz de apreciar los demás objetos.
Metamorfopsia: Visión distorsionada de los rostros y dificultad para discriminar características faciales y gestos. Sin embargo, la capacidad para el reconocimiento de la identidad de las personas permanece intacta.
Acromatopsia: Incapacidad para percibir los colores de los objetos. Normalmente todo se ve en blanco y negro, pero en algunos casos el afectado puede distinguir los colores primarios.
Agnosia de movimiento: En este caso, la persona no puede percibir el movimiento de los objetos de manera continua. Por ejemplo, no vería un coche circulando, sino un vehículo detenido en una esquina; luego lo vería parado junto a él y, acto seguido, detenido en otra esquina. Estaría ante una secuencia interrumpida, sin continuidad
Referencias bibliográficas
Bate, S., Cook, S. J., Duchaine, B., Tree, J. J., Burns, E. J., & Hodgson, T. L. (2014). Intranasal inhalation of oxytocin improves face processing in developmental prosopagnosia. Cortex, 50, 55–63.
DeGutis, J., Bahierathan, K., Barahona, K., Lee, E., Evans, T. C., Shin, H. M., Mishra, M., Likitlersuang, J., & Wilmer, J. B. (2023). What is the prevalence of developmental prosopagnosia? An empirical assessment of different diagnostic cutoffs. Cortex: A Journal Devoted to the Study of the Nervous System and Behavior, 161, 51–64.
Duchaine, B., Germine, L., & Nakayama, K. (2007). Family resemblance: ten family members with prosopagnosia and within-class object agnosia. Cognitive Neuropsychology, 24(4), 419–430
Kennerknecht, I., Grueter, T., Welling, B., Wentzek, S., Horst, J., Edwards, S., et al. (2006). First report of prevalence of non-syndromic hereditary prosopagnosia (HPA). American Journal of Medical Genetics Part A, 140A(15), 1617–1622.
Minio-Paluello, I., Porciello, G., Pascual-Leone, A., & Baron-Cohen, S. (2020). Face individual identity recognition: a potential endophenotype in autism. Molecular Autism, 11(1), 81.
Sacks, O. (1985). El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Barcelona: Anagrama.
Sacks, O. (2010). Face-blind. A Neurologist Notebook. The New Yorker