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Microagresiones: una violencia sutil, pero peligrosa (y nada inofensiva)

Microagresiones: Una violencia sutil, pero peligrosa (y nada inofensiva)

Microagresiones: Una violencia sutil, pero peligrosa (y nada inofensiva) 1500 1000 BELÉN PICADO

Cuando pensamos en el término «violencia» lo que suele venirnos a la mente son imágenes de ataques físicos o verbales directos, insultos evidentes o conductas claramente hostiles. Sin embargo, existen otras maneras de ejercerla que, aunque no dejan cicatrices visibles, pueden afectar profundamente a la salud mental. En la vida cotidiana, muchos de nosotros hemos sido testigos, víctimas o incluso perpetradores de lo que se conoce como microviolencia o microagresiones. Estos términos, que suelen utilizarse indistintamente, engloban una serie de actitudes, comentarios y comportamientos que, pese a parecer inocentes, pueden llegar a hacer mucho daño. No obstante, a menudo se minimizan, tachándolos de exageraciones, bromas sin importancia o simples malentendidos.

¿A qué llamamos microagresiones?

Las microagresiones son una forma de violencia psicológica, sutil y a menudo casi imperceptible, que tiene como objetivo minimizar, excluir o desvalorizar a una persona o a un colectivo. A diferencia de las agresiones directas, la microviolencia se manifiesta a través de comportamientos cotidianos como expresiones sarcásticas, desprecios disimulados, miradas o silencios que actúan como castigo, actitudes condescendientes y otras formas de trato despectivo.

Pero no solo buscan herir emocionalmente. En muchos casos, esconden un intento de mantener una posición de control, poder o superioridad sobre el otro. Como discriminar abiertamente por razón de sexo, raza u orientación sexual está mal visto e incluso prohibido legalmente en muchos países, las microagresiones se convierten en una vía para perpetuar estos prejuicios sin enfrentar las consecuencias que traería una agresión más visible.

Por otro lado, no se limitan a un ámbito específico; pueden ocurrir en todo tipo de relaciones y espacios: pareja, familia, entorno académico y laboral, instituciones… Al estar tan vinculadas a la vida cotidiana, muchas veces pasan desapercibidas para quienes las ejercen y también para quienes las sufren.

¿Qué puede tener de malo un simple comentario? (O por qué se trivializa la microviolencia)

Son varias las causas que llevan a restar importancia a esta forma de violencia y, a veces, incluso a negar su existencia.

  • Efecto acumulativo. El problema con ese «chiste» o ese comentario «sin mala intención» está en que no estamos hablando de un acto único. Lo que verdaderamente lastima no es tanto el hecho aislado como su reiteración constante a lo largo del tiempo. Este goteo continuo acaba generando mucho desgaste emocional y un impacto devastador en la autoestima.
  • La intencionalidad cuenta, pero no tanto. No querer hacer daño no disminuye el impacto de nuestras palabras o conductas. La falta de conciencia sobre las consecuencias de nuestros actos refuerza la idea errónea de que, sin mala intención, el daño es menor o inexistente. Todos somos responsables de lo que hacemos o decimos y de considerar cómo esto afecta a los demás, independientemente de nuestras intenciones.
  • El humor como arma. Muchas ofensas y comentarios hirientes se hacen bajo el paraguas del humor, como si fuera una excusa válida para disfrazar la insensibilidad o la crueldad. Si una broma tiene como objetivo ridiculizar a alguien, no es inofensiva, sino una microagresión disfrazada.
  • Dinámicas sociales profundamente arraigadas. Muchas agresiones están tan enraizadas en la sociedad que quienes las reciben a menudo no las reconocen como tales o no saben cómo responder. Y por esta misma razón, quienes las ejercen no siempre perciben el daño que causan. Al final, esta normalización acaba reforzando las desigualdades y estereotipos hacia ciertos colectivos (mujeres, minorías étnicas, personas LGTBIQA+, etc.).

La normalización de las microagresiones refuerza las desigualdades y favorece la discriminación.

Consecuencias para la salud mental

Los efectos acumulativos de esta forma de violencia pueden dar lugar a:

  • Baja autoestima. Cuando alguien escucha constantemente comentarios despectivos acaba cuestionando su propio valor e interiorizando estos mensajes negativos, convenciéndose de que no merece el mismo respeto que los demás.
  • Ansiedad. Sufrir este tipo de violencia de forma habitual lleva a medir cada cosa que se dice o se hace, para evitar ser objeto de burlas o rechazo, y también a cuestionarse continuamente si las actitudes de los demás son intencionadas («¿Lo habrá dicho en serio o soy yo que estoy exagerando?»). Este estado de alerta constante aumenta los niveles de ansiedad, volviendo el entorno impredecible y hostil.
  • Depresión: Microagresiones recurrentes pueden generar sentimientos de desesperanza, aislamiento y tristeza profunda, lo que aumenta el riesgo de desarrollar un trastorno depresivo.
  • Aislamiento social. En muchas ocasiones, los afectados tienden a aislarse para evitar situaciones de maltrato y comentarios hirientes que los hacen sentir fuera de lugar. Sin embargo, esta actitud termina por privarles del apoyo emocional que necesitan, agudizando todavía más su sensación de soledad.
  • Dificultades en las relaciones. Puede que las agresiones sutiles no desencadenen un conflicto abierto, pero generarán un clima de desconfianza y resentimiento que deteriorará gravemente los vínculos emocionales.

Tipos de microviolencia

1. Microagresiones verbales

Se manifiestan a través de palabras, gestos o expresiones que, aunque parecen inofensivos o incluso halagadores, tienen la intención de menospreciar o herir. En muchas ocasiones, son el reflejo de prejuicios que la persona que los emite no siempre es consciente de tener.

  • Cumplidos envenenados. «Eres muy femenina, no pareces lesbiana”. Este supuesto elogio asume que existe una forma ‘correcta’ de ser lesbiana, lo cual refuerza estereotipos sobre la identidad sexual. Otros cumplidos envenenados: «Vaya, eres más listo de lo que parecía», «Para ser mujer te orientas muy bien», «Admiro tu valentía, ¡Yo no me atrevería a salir así a la calle!».
  • Sarcasmo. «Tu presentación sería perfecta para la hora de la siesta», «No todo el mundo puede ser tan inteligente como tú». Detrás de expresiones como estas hay una gran dosis de hostilidad y, a menudo, inseguridades disfrazadas de arrogancia.
  • Consejos no solicitados. «Deberías bajar de peso» (a alguien que tiene problemas con la aceptación de su cuerpo). Y a continuación, añadir algo como «Solo lo digo por tu bien, porque me preocupa tu salud». Esto no es preocupación ni mucho menos, sino una crítica cruel.
  • Difamación. Consiste en propagar comentarios malintencionados o falsos rumores para dañar la reputación de una persona. A veces, lo que comienza como un chisme aparentemente inocente puede propagarse rápidamente dejando a la víctima pocas opciones para defenderse.
2. Microagresiones conductuales

Comportamientos o actitudes que, pese a no ser explícitos, invisibilizan, marginan o excluyen a una persona.

  • Interrumpir a alguien constantemente mientras habla o, por el contrario, ignorarlo por completo.
  • Evitar el contacto visual o físico con una persona por su raza, apariencia, etc. es una forma de transmitir rechazo y discriminación. Un ejemplo es no sentarse junto a alguien en el transporte público o cruzar al otro lado de la calle, basándose únicamente en prejuicios o ideas preconcebidas.
  • Asumir que alguien no puede realizar ciertas tareas. Esto incluye situaciones como no pedir ayuda a un compañero mayor en un trabajo relacionado con tecnología, asumiendo que no está capacitado. O no invitar a un compañero con discapacidad a una salida, bajo la suposición de que no podrá disfrutar.
  • Invisibilización. Ignorar deliberadamente a una persona cuando habla, no responderle, o hablar de ella en su presencia como si no estuviera.
  • Infantilización. Tratar a las personas mayores como si no pudieran tomar decisiones por sí mismas o manejar su vida sin contar con ellas, algo que menoscaba su dignidad y autonomía.
  • Miradas o gestos. El lenguaje no verbal también es una herramienta de microviolencia. Gestos despectivos o miradas de desaprobación pueden ser igual de hirientes que las palabras.

Discriminar a alguien por su edad es una forma de microviolencia.

3. Microviolencia en las relaciones

Ya sea en la pareja, la familia, el grupo de amigos o en entornos laborales, la microviolencia puede manifestarse a través de dinámicas sutiles de control emocional o manipulación.

  • Minimizar los sentimientos del otro. «No puedes enfadarte por una tontería así», «Vaya película te estás montando». Estas expresiones invalidan las emociones del otro, haciéndole sentir que sus sentimientos no son importantes.
  • Desvalorización. Menospreciar y poner en tela de juicio todo lo que dice otra persona, sin importar de qué hable o cuán informada esté («Tú que sabrás», «Anda, cállate que solo dices tonterías»).
  • Micromachismos. Este término, acuñado por el psicólogo Luis Bonino, describe comportamientos cotidianos que buscan mantener una posición de poder sobre las mujeres, limitando su autonomía o subestimando sus capacidades. Un ejemplo: relegar a la mujer a roles de cuidadora, basándose en su «mayor capacidad» para el cuidado.
  • Luz de gas. Esta forma de maltrato psicológico busca hacer que la víctima dude de su percepción y juicio. El agresor envía dos mensajes fundamentales: «Tu pensamiento está distorsionado» y «Mis ideas y mi forma de ver la realidad son las correctas». (En este blog puedes leer el artículo «Luz de gas o gaslighting (I): Identifica si sufres este tipo de maltrato psicológico«)
  • Triangulación. Manipulación indirecta que involucra a terceros con el fin de generar confusión y desestabilizar a una persona. Sucede, por ejemplo, en familias donde los progenitores están enfrentados e intentan poner a sus hijos en contra del otro. También ocurre cuando dos o más amigos discuten y presionan a un tercero para que tome partido, involucrándolo en el conflicto.
  • Ley del hielo. Ignorar al otro cuando hay un conflicto en lugar de hablar sobre el problema. En estos casos, el silencio se convierte en una herramienta de castigo y control emocional.
  • Críticas a la identidad. Comentarios como «Si fueras más masculino, no pensarían que eres gay», o forzar a la pareja a cambiar su apariencia para ajustarse a lo que se considera socialmente aceptable, son formas de microviolencia que atacan la identidad de la persona.
  • Microviolencia económica. Ocurre cuando un miembro de la pareja se apropia del control del dinero y maneja todas las decisiones financieras, excluyendo al otro.

Cómo identificar si se trata de una microagresión

El primer paso para confrontar la microviolencia es reconocerla, tanto si la sufrimos como si estamos ejerciéndola sin darnos cuenta. Ahora que ya hemos visto algunos tipos de microagresiones (hay bastantes más), vamos a afinar un poco más y conocer algunas claves para detectarlas.

  • Presta atención a tus emociones. Si un comentario o un gesto te hace dudar de tu propio valor o minimiza lo que sientes, y terminas sintiéndote incómodo, humillado o invalidado después de recibirlos, es muy probable que hayas sido víctima de una microagresión.
  • Busca patrones repetidos. Un comentario aislado o una actitud puntual puede quedarse en una impertinencia, sin más. Sin embargo, si estos hechos se repiten constantemente y, además, provienen de la misma persona o entorno, es un indicio claro de microviolencia.
  • Identifica comentarios o actitudes que refuercen estereotipos. También es una señal si sientes que un comentario te coloca en una posición inferior, como «Hablas muy bien nuestro idioma para ser extranjero».
  • Observa el lenguaje no verbal. Gestos despectivos, miradas de desaprobación o la exclusión silenciosa, como no incluir a alguien en una conversación o actividad, son también formas de microagresión.
  • Reflexiona sobre tus propias acciones. A veces, somos nosotros quienes agredimos sin darnos cuenta, replicando comportamientos que hemos interiorizado por la cultura o el entorno en el que crecimos. Pregúntate si has hecho comentarios o has tenido gestos que podrían herir a alguien, aunque no fuera tu intención. O quizás tiendas a interrumpir a personas que percibes en una posición inferior, pero no a quienes ves como autoridad. Todos podemos cometer errores; lo importante es cómo actuamos al hacernos conscientes de ellos.

Ya la he identificado, ¿y ahora qué?

Una vez que hemos aprendido a reconocer cuándo estamos ante una microviolencia, el siguiente paso es saber cómo actuar. Aquí tienes algunas pautas que pueden ayudarte, tanto si eres víctima como autor.

Si eres quien está sufriendo microagresiones…
  • Valida tus emociones. Si un comentario o actitud te hace sentir mal, no ignores ese malestar. Lo que sientes es real. No te culpes ni te cuestiones pensando que «no es para tanto» o que estás «exagerando». Si algo te incomoda, merece atención.
  • Haz visible lo invisible. Si te sientes en una posición segura, verbaliza lo sucedido y expresa cómo te ha afectado. Frases como «Sé que no era tu intención, pero lo que dijiste me hizo sentir incómodo» o «Este tipo de comentarios me hace sentir excluida» te ayudarán a visibilizar la agresión sin atacar. La asertividad consiste en defender nuestro derecho a ser tratados con respeto y dignidad, al mismo tiempo que respetamos a los demás.
  • Establece límites claros. Aprender a a pedir respeto y a decir «no» o de manera firme pero asertiva es esencial para proteger tu bienestar mental y emocional. Por ejemplo, si alguien hace un comentario ofensivo disfrazado de chiste puedes responder algo como «Prefiero que no bromees sobre eso».
  • Busca apoyo. Si este tipo de conductas están afectando a tu día a día y no sabes cómo manejar la situación, busca el apoyo de amigos, familiares o el de un profesional. No tienes que enfrentarlo tú solo/a. (Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en tu proceso)
Microagresiones: una violencia sutil, pero peligrosa (y nada inofensiva)

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Y si te das cuenta de que las estás cometiendo…
  • Reconoce el error sin excusas. No te pongas la defensiva. Si alguien te señala que un comentario o acción tuya fue hiriente, acéptalo sin justificarte. Cuando recurres a expresiones como «Solo estaba bromeando» o «No era mi intención» lo que estás haciendo es desviar la atención del daño causado. Admitir que te equivocaste no te convierte en una mala persona, sino en alguien dispuesto a mejorar.
  • Pide disculpas sinceras. Las disculpas deben ser auténticas y no un «lo siento si te sentiste ofendido» que minimiza tu responsabilidad al transferírsela a la persona herida. Es mucho mejor decir algo como «Lamento haber dicho eso, no me di cuenta de que podría herirte. Gracias por decírmelo». Así, demuestras respeto por los sentimientos del otro y tu disposición a cambiar.
  • Reflexiona e infórmate. Pregúntate por qué hiciste ese comentario o actuaste de esa manera. Muchas veces, ciertos prejuicios están tan arraigados en nosotros que los replicamos de manera automática. Reflexionar sobre nuestras actitudes y educarnos en temas como el respeto, la diversidad y la igualdad es fundamental para evitar repetir esos comportamientos.
Referencias

Bonino, L. (1999). Las microviolencias y sus efectos: claves para su detección. Revista Argentina de Clínica Psicológica, 8(3), 221-233.

Red Neuronal por Defecto (RND)

Por qué soñar despierto te ayuda a conocerte mejor (la Red Neuronal por Defecto)

Por qué soñar despierto te ayuda a conocerte mejor (la Red Neuronal por Defecto) 1900 950 BELÉN PICADO

Estar en las nubes, pensar en las musarañas, estar en Babia… hay muchos nombres para ese estado en el que nuestro cerebro se dedica a soñar despierto. Y aunque parezca que en esos momentos se ha desconectado, nada más lejos de la realidad. Permanece activo y sigue trabajando, aunque de otra manera. Es entonces cuando aprovecha para organizar recuerdos, planificar el futuro, ayudarnos a reflexionar sobre nosotros mismos e incluso favorece que seamos más creativos. De todas estas tareas se ocupa una parte esencial en nuestro funcionamiento diario: la Red Neuronal por Defecto (RND).

La mente humana es un entramado complejo y fascinante, compuesto por redes neuronales que orquestan nuestras experiencias, pensamientos y emociones. Y una de estas redes es la RND, que se activa cuando estamos en estado de reposo mental, es decir, cuando no estamos centrados en tareas externas o estímulos específicos, y se desactiva cuando llevamos a cabo una actividad que requiera nuestra atención. Todo esto implica que nuestro cerebro nunca descansa, al contrario de lo que se creía hasta hace muy poco.

Qué ocurre en el cerebro mientras soñamos despiertos

Cuando dejamos nuestra mente divagar se pone en marcha la Red Neuronal por Defecto, formada por un conjunto de áreas que, pese a estar distribuidas en diferentes partes del cerebro, trabajan de manera coordinada. Las más importantes son:

  • Corteza prefrontal medial (CPFM). Situada en el lóbulo frontal, justo detrás de la frente. Se activa cuando reflexionamos sobre nosotros mismos y cuando nos imaginamos qué están pensando los demás. También facilita la integración de la información emocional y el procesamiento cognitivo durante la toma de decisiones, facilitando que estas sean más reflexivas y menos reactivas.
  • Corteza cingulada posterior (CCP) y precúneo. Estas áreas se encuentran en la parte media y posterior del cerebro. Entran en funcionamiento cuando nos acordamos de algo o reflexionamos sobre nuestra propia identidad. Asimismo, juegan un papel importante en la planificación futura y en la empatía, al imaginar lo que otros piensan o sienten.
  • Hipocampo y lóbulo temporal medial. Localizadas en la parte interna del lóbulo temporal, cerca de las sienes, estas zonas son fundamentales en la memoria. Se activan cuando recuperamos recuerdos y experiencias pasadas, haciendo posible que se integren en nuestro sentido del yo. Como las anteriores, también participan en la planificación del futuro, ya que el hipocampo reutiliza fragmentos de recuerdos para anticipar posibles situaciones.
  • Lóbulos parietales inferiores. Ubicados en la parte inferior de los lados del cerebro, justo por encima de las orejas. Están involucrados en la percepción interna y en la organización de los pensamientos. Nos permiten categorizar nuestras experiencias y reflexionar sobre ellas de manera coherente, facilitando la autorreflexión y el procesamiento de la información que recibimos a través de nuestros sentidos.

Red Neuronal por Defecto (RND)

 

Qué funciones cumple la RND en nuestra vida diaria

Mientras tú estás en las nubes, tu Red Neuronal por Defecto aprovecha para encargarse de algunas funciones clave en tu día a día:

Favorece la introspección y el autoconocimiento

Cuando la RND está activa, nos permite reflexionar sobre nosotros mismos, nuestras emociones y las experiencias pasadas que han moldeado nuestra vida. Este proceso de autoconciencia es fundamental para comprender quiénes somos y cómo nos vemos en relación con los demás. Es la manera en que nuestro cerebro organiza y da sentido a nuestras vivencias, ayudándonos a entender por qué hemos vivido ciertas cosas, quiénes somos a partir de eso y cómo podemos seguir creciendo.

Asimismo, esta red facilita la creación de una narrativa interna coherente, es decir, la historia que (nos) contamos sobre nosotros mismos. Al integrar nuestras experiencias pasadas de forma organizada, es más fácil construir una identidad sólida y estable a lo largo de tiempo.

Facilita que aprendamos de nuestros recuerdos para planificar mejor el futuro

Una de las funciones más importantes es ayudarnos a recuperar nuestros recuerdos y aprender de ellos. No se trata solo de revivir momentos del pasado, sino de organizarlos de manera que resulten útiles en el presente y se integren de forma adaptativa en nuestra propia historia. Esto es clave para afrontar nuevas situaciones basándonos en el conocimiento adquirido y las lecciones aprendidas a lo largo del tiempo.

Pero la RND no solo nos lleva al pasado. También nos da la posibilidad de imaginar el futuro. Cuando divago o me dedico a soñar despierto, puedo simular diferentes escenarios hipotéticas, lo que me facilita una planificación más precisa (evalúo opciones, anticipo posibles obstáculos y establezco metas más realistas). Así tomaré mejores decisiones y estaré más preparado de cara a futuros desafíos.

Fomenta la mentalización y la empatía

Algunas de las áreas cerebrales que forman parte de esta red entran en funcionamiento cuando intentamos imaginar qué pueden estar pensando o sintiendo los demás. Este proceso, llamado mentalización o teoría de la mente, nos permite atribuir estados mentales a los otros (creencias, emociones, intenciones…).

Gracias a esta habilidad podemos ponernos en el lugar de otras personas, comprender sus puntos de vista y anticipar sus reacciones, algo necesario para la empatía y las interacciones sociales. De este modo, al entender mejor los pensamientos y emociones ajenos, será más fácil ajustar nuestra respuesta, fortaleciendo nuestras relaciones y creando vínculos más saludables.

Estimula la creatividad y facilita la resolución de problemas

El estado de reposo mental es un terreno muy fértil para la creatividad, ya que facilita que la mente conecte ideas que normalmente no estarían relacionadas, dando lugar a nuevas asociaciones. Por otra parte, mientras la RND está activa es más fácil  imaginar cómo abordar situaciones desde diferentes perspectivas, llegando a soluciones originales que quizás no habríamos considerado en momentos de concentración intensa.

El mismo proceso también beneficia la resolución de problemas. Cuando no estamos enfocados en una tarea específica, el cerebro sigue explorando y evaluando distintas alternativas, y esta libertad mental facilita la aparición de soluciones innovadoras. Es otras palabras, nos ayuda a resolver problemas de forma más creativa y eficaz.

Por qué soñar despierto te ayuda a conocerte mejor (la Red Neuronal por Defecto)

Cuando la RND no funciona adecuadamente

Si la Red Neuronal por Defecto no tiene un desempeño adecuado, puede contribuir al desarrollo de ciertos trastornos y dificultar algunos procesos mentales.

Depresión

En personas con trastornos depresivos, la RND a menudo se vuelve hiperactiva, facilitando la rumiación (ciclo de pensamientos negativos sobre uno mismo y el pasado). Además, la imposibilidad de desconectar de estos pensamientos contribuye a mantener el estado de ánimo bajo. En lugar de favorecer una autorreflexión útil, este estado de ensimismamiento agrava la autocrítica, la negatividad y la desesperanza.

Ansiedad

La hiperactividad de la RND en los trastornos de ansiedad provoca un enfoque excesivo en preocupaciones futuras. El cerebro queda atrapado en un ciclo de anticipación de escenarios catastróficos, lo que intensifica la sensación de angustia. Además, a las personas con ansiedad les cuesta muchísimo liberarse de estos pensamientos intrusivos, lo que les impide enfocarse en el presente o en tareas concretas.

Trastorno del espectro autista (TEA)

Se ha detectado en personas con TEA una disminución en la conectividad dentro de la RND, lo que podría explicar las dificultades en la interacción social y la empatía. Una disfunción que parece estar vinculada a la habilidad para interpretar las intenciones y emociones de los demás. Además, algunas investigaciones sugieren que la red por defecto podría no desactivarse adecuadamente durante la realización de tareas, provocando interferencias cognitivas que dificultan la concentración.

Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH)

La Red Neuronal por Defecto no se apaga correctamente cuando es necesario enfocarse en tareas específicas, lo que genera una mayor tendencia a la distracción. Igualmente, hay un desequilibrio en la interacción con otras redes cerebrales, como la red ejecutiva central, encargada del control cognitivo y la toma de decisiones. El resultado es que se complica mucho la posibilidad de regular el comportamiento y mantener la concentración en actividades concretas.

Esquizofrenia

En personas con esquizofrenia, la RND muestra un patrón alterado de conectividad, manteniéndose activa incluso durante tareas cognitivas. Esta alteración podría estar asociada con las alucinaciones (la hiperactividad de la RND lleva a que percepciones sensoriales internas se perciban como experiencias externas) y los delirios (la incapacidad para desactivar la red por defecto dificulta la diferenciación entre pensamientos o creencias personales y la realidad objetiva).

Alzhéimer

Se ha observado una disminución en la actividad de la Red Neuronal por Defecto en personas con alzhéimer, lo que afecta no solo a la memoria autobiográfica, sino también a la capacidad de reflexionar sobre el pasado y conectar los recuerdos con la identidad personal. Esta disfunción agrava tanto la desorientación  espacial como temporal y dificulta la realización de tareas cotidianas, acelerando el deterioro cognitivo y afectando significativamente la calidad de vida.

Trastorno por estrés postraumático (TEPT) y trauma

Las experiencias traumáticas, especialmente durante la infancia, pueden alterar significativamente el funcionamiento de la Red Neuronal por Defecto. Una forma en que esto ocurre es a través de la desregulación de la red, favoreciendo la aparición de pensamientos intrusivos. Al quedar atrapada en un bucle de rumiaciones relacionadas con el trauma, la mente comienza a generar flashbacks, de modo que uno siente que está reviviendo el evento traumático una y otra vez. Esto impide que los recuerdos puedan ser procesados.

La disociación es otro mecanismo común en el TEPT. En un intento de evitar el dolor asociado a los recuerdos traumáticos, puede experimentarse una disminución en la actividad de la RND, lo que lleva a la desconexión de uno mismo, incluidos pensamientos, sensaciones y emociones. Es una respuesta automática del cerebro para protegerse del sufrimiento emocional. Para mantener ese estado, la persona afectada puede procurar estar lo más atareada posible, tener mil cosas que hacer y no detenerse ni un minuto, evitando cualquier pausa que permita la activación de la RND y, con ello, el procesamiento del trauma. Esto, a largo plazo, impide que el trauma se procese e integre de forma adecuada.

De mente vagabunda a mente peregrina

En una entrevista, la neurocientífica Nazareth Castellanos menciona que «casi la mitad del tiempo nuestro cerebro es un vagabundo», refiriéndose a las palabras del escritor Pablo d’Ors, quien compara la mente con un vagabundo sin rumbo y sugiere que deberíamos convertirla en una peregrina con un itinerario claro. Según un estudio de la Universidad de Harvard, aproximadamente el 47% del tiempo que pasamos despiertos, nuestra mente está en piloto automático (con la RND activada), cuando lo óptimo sería estar así solo un 25-30% del tiempo.

Esto no significa que debamos eliminar los periodos de distracción, necesarios para que la Red Neuronal por Defecto cumpla su cometido. Sin embargo, permanecer demasiado tiempo en ‘modo RND’ tampoco es una buena idea. La clave está en encontrar un equilibrio que permita a la mente pasar de vagabunda a peregrina. ¿Cómo? Aquí tenéis algunas pautas:

  • Practica mindfulness y/o meditación. Tanto el mindfulness como la meditación han demostrado ser eficaces para regular la actividad de la Red Neuronal por Defecto. Al dirigir conscientemente la atención al momento presente, contribuimos a reducir la actividad excesiva de la RND, disminuyendo la rumiación y los pensamientos negativos. Gracias a una mayor consciencia y control sobre nuestra atención, podemos gestionar mejor pensamientos y emociones.
La meditación ayuda a regular la Red Neuronal por Defecto

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  • Mantén una adecuada higiene de sueño. El sueño es crucial en la regulación de la RND porque permite que sus funciones se restauren y evita su sobrecarga. Por el contrario, una mala higiene del sueño debilita la conectividad funcional de la red, afectando la capacidad del cerebro para funcionar correctamente tanto en reposo como durante tareas cognitivas.
  • Haz pausas conscientes. Asegúrate de que tu mente descansa a lo largo del día. Planificar momentos destinados a reflexionar o soñar despierto hará que la mente divague de manera productiva. Por ejemplo, puedes detenerte unos minutos para respirar profundamente o prestar atención a las sensaciones corporales, dejando que la mente descanse de estímulos externos.
  • Estimula tu creatividad. Actividades como la escritura, la pintura o la música permiten aprovechar la activación saludable de la RND. Al involucrar tanto la reflexión interna como la creatividad, tareas como estas ayudan a organizar pensamientos de manera constructiva y fomentan la flexibilidad mental.
  • Aprende algo nuevo. El aprendizaje estimula áreas del cerebro que interactúan con la RND. Aprender un nuevo idioma, adquirir una nueva habilidad o empezar a tocar un instrumento musical, por ejemplo, fortalece las conexiones cerebrales y mejora la plasticidad cerebral.
  • Disfruta de la naturaleza. Cuando te enfocas en estímulos naturales como escuchar el sonido del viento o contemplar un paisaje, equilibras la actividad de la RND y permites que tu mente se centre en el presente, favoreciendo la atención plena.
  • Controla el consumo de tecnología. El uso excesivo de la tecnología sobreestimula el cerebro y dificulta que la mente descanse. Reducir el tiempo que pasamos frente a las pantallas, especialmente antes de dormir o en momentos de descanso, contribuye a regular la Red Neuronal por Defecto, disminuyendo el riesgo de rumiación mental y favoreciendo la introspección.
  • Pide ayuda profesional. En terapia aprenderás a identificar patrones de pensamiento disfuncional y a reemplazarlos por otros más adaptativos, mejorando tu capacidad para modular la actividad de la RND. En casos de trauma, la terapia EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares) permite procesar los recuerdos traumáticos en un entorno seguro, ayudando a reducir la hiperactividad de la RND y facilitando la integración adaptativa de esos recuerdos.
    (Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y te acompañaré en tu proceso)
Referencias

Killingsworth, M.A., Gilbert, D.T. (2010). A Wandering Mind Is an Unhappy Mind. Science, 330, 932.

Li, W., Mai, X., & Liu, C. (2014). The default mode network and social understanding of others: what do brain connectivity studies tell us. Frontiers in Human Neuroscience, 8, 74.

Raichle, M.E. (2010). La red neuronal (por defecto). Investigación y Ciencia, 404, 20-26.

Tran The, J., Ansermet, J. P., Magistretti, P. J., & Ansermet, F. (2022). Hyperactivity of the default mode network in schizophrenia and free energy: A dialogue between Freudian theory of psychosis and neuroscience. Frontiers in Human Neuroscience, 16, 956831.

10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano.

10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano

10 cosas (fáciles) que puedes hacer para mantener un cerebro sano 1122 935 BELÉN PICADO

Con sus 1300-1400 gramos, el cerebro de los seres humanos es más grande que el de cualquier especie en relación con las dimensiones del resto del cuerpo. Pero no solo es el órgano que nos permite pensar, razonar o recordar, sino que también tiene una relación directa y bidireccional con el modo en que experimentamos amor, odio, ira, compasión, angustia y todas las emociones propias de nuestra especie. En pocas palabras, el cerebro humano es una verdadera maravilla de la naturaleza, un órgano fascinante y complejo que desempeña un papel crucial en cómo sentimos, cómo pensamos y cómo vivimos nuestras experiencias del día a día. Y, precisamente por todo esto es tan importante cuidarlo y mantenerlo en las mejores condiciones posibles. ¿Cómo? Hay muchas formas mantener nuestro cerebro sano y estas son solo algunas de ellas:

1. Cuida tu alimentación

El aparato digestivo y el cerebro están directamente conectados a través de lo que se conoce como eje intestino-cerebro. Nuestro intestino alberga trillones de microorganismos (microbiota) que juegan un papel crucial en la salud en general y en la salud mental y emocional en particular. Algunos de ellos tienen la capacidad de producir neurotransmisores como la serotonina, involucrada en la regulación del estado de ánimo (se estima que alrededor del 90% de la serotonina de nuestro organismo se produce en el intestino). Además, una microbiota intestinal saludable está relacionada con una mejor función cognitiva y memoria, mientras que la disbiosis (desequilibrio microbiano) se ha asociado con trastornos como la depresión y la ansiedad.

Muchos estudios sugieren que una dieta rica en prebióticos, probióticos y ácidos omega-3 ayuda a mantener nuestra microbiota saludable, lo cual a su vez influye en la química cerebral y en el estado de ánimo.

  • Los prebióticos son tipos de fibra no digeribles que sirven de alimento a las bacterias beneficiosas del intestino. Los encontramos en el ajo, la cebolla, los espárragos, los plátanos, las lentejas y la avena, entre otros alimentos.
  • Los probióticos son microorganismos vivos que, cuando se consumen en cantidades adecuadas, resultan beneficiosos para la salud. Están en el yogur, kéfir, chucrut y otros alimentos fermentados.
  • En cuanto a los ácidos grasos omega-3, cruciales para la función cerebral y la estructura de las membranas celulares neuronales, se encuentran sobre todo en pescados grasos como el salmón, en las nueces y en las semillas de lino.

Como veis, el dicho popular «Somos lo que comemos» no va tan desencaminado…

Cuidar la alimentación es esencial para mantener un cerebro sano.

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2. Muévete

No es necesario machacarse en el gimnasio para tener un cerebro saludable. Según la Organización Mundial de la Salud bastan al menos 150 minutos a la semana de ejercicio de intensidad moderada (por ejemplo, caminar a paso ligero) para mantenerlo en forma. Y es que cuando nos animamos a realizar algún tipo de deporte o de actividad física en nuestro cerebro empiezan a pasar cosas buenas, entre ellas un aumento en la producción de:

  • Factor neurotrófico del cerebro (BDNF). Es una proteína que favorece la neuroplasticidad del cerebro, ayudándolo a adaptarse mejor a las situaciones y mejorando su capacidad cognitiva. Actividades como nadar, correr o bailar aumentan su producción.
  • Endorfinas. Entre otros beneficios, son un poderoso analgésico natural, mejoran el estado de ánimo, ayudan a reducir la ansiedad y los síntomas depresivos y también mejoran la calidad del sueño.
  • Serotonina. Además de regular el estado de ánimo, facilita la relajación y también ayuda a conciliar mejor el sueño.
  • Dopamina. A nivel cognitivo, regula funciones como el aprendizaje y la memoria y tiene un papel fundamental en la toma de decisiones.

Además de mejorar nuestra neuroplasticidad y ayudarnos a regularnos emocionalmente, hacer ejercicio alivia los síntomas de la depresión y la ansiedad, interviene en la prevención de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y favorece la consolidación de la memoria. En 2016 un grupo de neurocientíficos holandeses comprobaron que hacer ejercicio aeróbico cuatro horas después de aprender algo ayuda a consolidar los conocimientos adquiridos.

(Si te interesa, puedes leer en este blog el artículo «Deporte y salud mental: Beneficios psicológicos de hacer ejercicio«)

3. Duerme lo que necesites

Entre otras funciones, el cerebro utiliza el descanso nocturno para procesar y consolidar la información adquirida a lo largo del día, fortaleciendo las conexiones neuronales y mejorando la memoria. Y es que nuestro cerebro recoge durante la jornada información a una velocidad superior a la que puede procesarla, así que aprovecha las horas de sueño para archivar todos esos datos.

Investigadores de la Universidad alemana de Lübeck encontraron que este proceso de consolidación de la memoria se extiende también al aprendizaje de tipo académico. A través de pruebas realizadas a 106 voluntarios descubrieron que los que dormían ocho horas triplicaban las posibilidades de resolver ecuaciones matemáticas, frente a los que habían pasado la noche en vela. La investigación pudo determinar, además, que los cambios cerebrales que mejoran la creatividad y la capacidad de resolver problemas se producen durante las cuatro primeras horas del ciclo del sueño.

Algunas cosas que puedes hacer para mejorar la calidad del sueño:

  • Seguir una rutina de sueño regular. Ir a la cama y despertarse a la misma hora todos los días.
  • Mantener un ambiente adecuado. Un dormitorio oscuro, fresco y tranquilo favorece el sueño profundo.
  • Reducir la exposición a pantallas. Evitar dispositivos electrónicos al menos una hora antes de acostarse.
  • Evitar la cafeína y otras sustancias excitantes.
  • No le robes horas a tu descanso. Aunque las necesidades varían de una persona a otra, el tiempo óptimo de sueño en adultos está entre las siete y las nueve horas.

(Si te interesa, puedes leer en este blog el artículo «¿Qué ocurre en nuestro cerebro mientras dormimos?»)

4. Cuida tus relaciones

Necesitamos contacto físico, intimidad y pertenencia al grupo y no solo a nivel social. Al activar áreas cerebrales relacionadas con la emoción y la cognición, las relaciones sociales ayudan, por ejemplo, a prevenir el deterioro cognitivo y retrasar así la aparición de enfermedades como el alzhéimer.

Que las relaciones sociales contribuyen al incremento de la reserva cognitiva se ha comprobado ya en diversos estudios. Una de estas investigaciones, llevada a cabo por el neurólogo David A. Bennet y varios colaboradores, encontró que el tamaño de la red social con la que se cuenta influye en el rendimiento cognitivo en enfermedades como el alzhéimer. Es decir, los investigadores observaron que, aun sufriendo esta patología, las personas con más relaciones sociales mostraban un mejor funcionamiento cognitivo.

Igualmente, interactuar con otros mejora el bienestar emocional, al reducir los sentimientos de soledad y depresión, protege en tiempos de mucho estrés, estimula el cerebro y promueve el desarrollo de habilidades sociales, emocionales y cognitivas.

Algunas formas de fortalecer las conexiones sociales:

  • Participar en actividades comunitarias. Únete a actividades que se organicen en tu barrio, a grupos con tus mismas aficiones, a algún voluntariado….
  • Mantén el contacto con tus seres queridos (y no solo por Whatsapp). Llama o visita a amigos y familiares con regularidad.
  • Cultiva y trabaja en tus relaciones. Invierte tiempo y energía en construir y mantener vínculos profundos y significativos.

5. Fomenta tu curiosidad y no dejes de aprender

La curiosidad pone al cerebro en modo aprendizaje. Según un estudio publicado en la revista Neuron, la expectación que nos genera un tema que nos atrae coloca al cerebro en un estado que nos permite aprender y retener cualquier clase de información relacionada o no con aquella que nos interesa. Los autores de la investigación encontraron también que cuando se estimula la curiosidad, aumenta la actividad en el circuito cerebral relacionado con la recompensa y en el hipocampo (región del cerebro importante para la formación de nuevos recuerdos), además de un aumento de las interacciones entre ambas estructuras.

Cómo fomentar la curiosidad:

  • Crea entornos estimulantes y ricos en estímulos novedosos y variados. Esto puede incluir leer libros, visitar museos, o participar en actividades culturales y educativas.
  • Haz preguntas. Fomentar el hábito de hacer preguntas y buscar respuestas promueve un enfoque activo hacia el aprendizaje. Las preguntas abiertas que invitan a la reflexión y la exploración son especialmente efectivas.
  • Adopta una mentalidad de crecimiento. Creer que nuestras habilidades y conocimientos pueden mejorar con el esfuerzo y la práctica (mentalidad de crecimiento) fomenta la curiosidad y la disposición a enfrentar desafíos.
Si quieres tener un cerebro sano, fomenta la curiosidad y no dejes de aprender.

Imagen de Freepik.funció

6. Desafía a tu cerebro

Aprender cosas nuevas y atreverse con actividades cognitivamente estimulantes mantiene el cerebro en forma. Por un lado, se favorece que se establezcan nuevas conexiones neuronales y que las que ya hay se fortalezcan, algo que permitirá afrontar mejor los cambios que lleguen con el envejecimiento. Por otra parte, mejora la memoria, ya que el aprendizaje continuo mantiene la mente aguda e incrementa la capacidad de retención de información. Y, además, fomenta la creatividad.

Son muchos los modos en que puedes desafiar a tu cerebro:

  • Cambiar cosas en las rutinas de tu día a día, por ejemplo elige un camino distinto al habitual para ir a trabajar.
  • Aprender un nuevo idioma. Mejora la memoria, la atención y la capacidad multitarea.
  • Tocar un instrumento musical. Estimula múltiples áreas del cerebro relacionadas con la coordinación motora, la percepción sensorial y la memoria.
  • Practicar juegos de estrategia. Actividades como el ajedrez y los juegos de estrategia fomentan el pensamiento crítico y la planificación.

7. Aprende a respirar… conscientemente

La respiración no solo mantiene nuestras funciones fisiológicas básicas; también tiene un impacto significativo en el cerebro y la salud mental. En su libro Neurociencia del cuerpo: Cómo el organismo esculpe el cerebro, la neurocientífica Nazareth Castellanos incide en la necesidad de saber respirar, fundamentalmente por la nariz, porque «la respiración influye en la capacidad de memorizar, recordar y aprender porque impacta en el hipocampo e influye en la dinámica neuronal y la nariz prepara el aire para que pueda penetrar de forma saludable en el cuerpo».

La oxigenación adecuada del cerebro es fundamental para mantener una capacidad cognitiva y una función cerebral óptima. Al respirar de manera consciente y profunda, aumentamos la cantidad de oxígeno que llega al cerebro y mejoramos su rendimiento.

Algunos beneficios que aporta la respiración al cerebro:

  • Reduce el estrés y la ansiedad. Técnicas como la respiración diafragmática pueden reducir la activación del sistema nervioso simpático y promover la activación del sistema nervioso parasimpático. Esto resulta en una disminución de la liberación de hormonas del estrés como el cortisol y una reducción de los síntomas de ansiedad.
  • Aumenta la atención y la concentración. Al calmar la mente y reducir el ruido mental, las técnicas de respiración permiten enfocar los pensamientos y mejorar el rendimiento cognitivo.
  • Mejora el estado de ánimo. La respiración profunda puede aumentar los niveles de neurotransmisores como la serotonina y las endorfinas. Esto, a su vez, ayuda a combatir la depresión y mejorar la sensación general de bienestar.
  • Favorece la regulación emocional. Al reducir la activación del sistema nervioso simpático y promover un estado de calma, es más fácil manejar emociones intensas y mejorar nuestra estabilidad emocional.

8. Pon música en tu vida

Todo nuestro cerebro se moviliza cuando escuchamos una canción o tocamos un instrumento. El ritmo se procesa en la zona sensorial y motriz, que es la encargada de estimular el movimiento. En la amígdala, situada en el sistema límbico que es el responsable de la regulación emocional, se procesan las emociones que experimentamos ante una melodía. Y el hipocampo se activa para recordar una canción, evocar situaciones vividas o traer a la memoria a personas con quienes nos gustaría estar.

Asimismo, la música es una poderosa fuente de placer. Cuando escuchamos una canción que nos gusta se dispara la producción de dopamina y de otras sustancias que nos ayudan a sentirnos mejor: serotonina, epinefrina, oxitocina y prolactina.

Tras analizar 400 estudios científicos, los psicólogos Daniel Levitin y Mona Lisa Chanda asociaron los beneficios de la música con la salud mental y física. Concretamente, identificaron cuatro procesos en los que puede intervenir: en el estrés, disminuyendo la ansiedad; en la inmunidad, fortaleciendo las defensas; en la afiliación social, favoreciendo los lazos afectivos y la cooperación; y en el área de recompensa, reforzando la motivación, la gratificación y el placer. Y no solo eso. La música también mejora los síntomas depresivos y ayuda en situaciones traumáticas.

Si quieres un cerebro sano, pon música en tu vida.

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9. Da las gracias

La gratitud transforma nuestro cerebro e induce cambios positivos en su estructura y funciones. ¿Cómo? Por ejemplo, activando el sistema de recompensa. Cuando experimentamos gratitud, el cerebro libera dopamina lo que nos hace sentir bien y refuerza este comportamiento. A la vez, se producen un aumento de los niveles de serotonina y se activan el sistema límbico y la corteza prefrontal, áreas relacionadas con las emociones y la toma de decisiones.

Según apunta el doctor en Psicofisiología Manuel Vázquez-Marrufo en este artículo, muchas de las personas que experimentan altos grados de agradecimiento tienden a regular a la baja la actividad de la amígdala (parte del sistema límbico a cargo de la respuesta del miedo) y por tanto hay «una menor liberación de factores inflamatorios que están detrás de muchas enfermedades».

Si quieres practicar…

  • Escribe un diario de gratitud. Dedica unos minutos cada día a escribir tres cosas por las que estás agradecido/a. Esto te ayudará a enfocar tu mente en los aspectos positivos de tu vida.
  • Simplemente, di «gracias». Si sientes que tienes que dar las gracias a alguien, hazlo verbalmente y si lo haces mirándole a los ojos, mucho mejor. Verás cómo se fortalecen tus relaciones y aumenta tu propio sentido de bienestar.
  • Cartas de agradecimiento. Escribe cartas de gratitud a personas que han tenido un impacto positivo en tu vida. Incluso si no las envías, te ayudarán a sentirte más conectado/a y satisfecho/a.

10. No hagas nada

La inactividad es esencial para que nuestro cerebro se tome un descanso y recupere la energía perdida. Pero cuando nos dedicamos a no hacer nada no solo nos estamos dando tiempo para recargar pilas. También favorecemos la conexión con nosotros mismos, la creatividad y la memoria.

El científico y escritor Andrew J. Smart explica que durante los periodos de inactividad nuestro cerebro está activo, aunque de una forma diferente. Al igual que un avión tiene un piloto automático, nosotros entramos en un estado similar cuando descansamos y renunciamos al control manual: «El piloto automático tiene claro adónde quieres ir y qué quieres hacer y la única forma de averiguar lo que sabe es dejar de pilotar manualmente el avión y permitir que tu piloto automático te guíe».

Y si, además de no hacer nada, estamos en silencio, mucho mejor. Un estudio llevado a cabo por investigadores alemanes concluyó que dos horas de silencio al día bastan para estimular la creación de nuevas neuronas en el hipocampo (zona del cerebro implicada en la memoria, las emociones y el aprendizaje). Así que aprovecha tan valiosos momentos para darte un relajante baño de silencio.

Referencias bibliográficas

Bennett D.A., Schneider J.A., Tang Y., Arnold S.E. & Wilson R.S. (2006). The effect of social networks on the relation between Alzheimer’s disease pathology and level of cognitive function in old people: a longitudinal cohort study. Lancet Neurology, 5(5):406-12.

Castellanos, N. (2022). Neurociencia del cuerpo: cómo el organismo esculpe el cerebro. Barcelona: Kairós.

Chanda, M. L., & Levitin, D. J. (2013). The neurochemistry of music. Trends in cognitive sciences, 17(4), 179–193.

Gruber, M. J., Gelman, B. D. & Ranganath, C. (2014). States of curiosity modulate hippocampus-dependent learning via the dopaminergic circuit. Neuron, 84(2), pp. 486-496.

Kirste, I., Nicola, Z., Kronenberg, G., Walker, T. L., Liu, R. C., & Kempermann, G. (2015). Is silence golden? Effects of auditory stimuli and their absence on adult hippocampal neurogenesis. Brain structure & function, 220(2), 1221–1228.

Smart, A.J. (2015). El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto automático del cerebro. Madrid: Clave Intelectual.

La primavera la sangre altera... y el cerebro también

La primavera la sangre altera… y el cerebro también

La primavera la sangre altera… y el cerebro también 1500 1000 BELÉN PICADO

Con el aumento de horas de luz y la subida de temperaturas, entre otros factores, es lógico asociar la llegada de la primavera y el comienzo de los meses más cálidos con un incremento de nuestra energía, una mayor disposición para las relaciones sociales e, incluso, un aumento de la libido. Sin embargo, no siempre es así. Con la llegada de esta estación algunas personas experimentan desajustes emocionales importantes. También hay quienes sufren cansancio, falta de energía o un estado de ánimo más decaído de lo habitual, síntomas que se engloban dentro de un trastorno estacional conocido como astenia primaveral. Y es que la primavera la sangre altera… y el cerebro también.

Los cambios estacionales nos afectan tanto física como psicológicamente y es necesario un proceso de reajuste y readaptación. Una adaptación que para las personas más sensibles y para quienes sufren algún tipo de trastorno mental puede resultar más complicada y llevar más tiempo.

Pero, ¿por qué nos altera tanto la primavera? Hay varios factores que confluyen para que esta estación influya en nuestra salud física y mental.

Cambio de hora

Los seres humanos seguimos patrones cíclicos de actividad, o ritmos circadianos, que se repiten cada 24 horas. Aunque lo habitual es que el organismo vaya ajustándose a las variaciones que se producen a lo largo del día, a veces esos ritmos se desajustan afectando a nuestra salud física y mental. Esto es lo que ocurre con el cambio de hora que se produce a finales de marzo. Por lo general, bastan unos días para que nos adaptemos al horario verano o al de invierno, según el caso. Sin embargo, a unos nos cuesta más que a otros. Es el caso de las personas mayores, bebés, individuos más sensibles a los ciclos de luz/oscuridad o personas con ciertas psicopatologías (trastorno bipolar, por ejemplo). Entre los posibles efectos que puede traer el cambio de hora están la falta de concentración, alteraciones del apetito, bajo estado de ánimo, irritabilidad, problemas de sueño, etc.

En 2019, un equipo de investigadores de la Universidad estadounidense de Michigan llevó a cabo un estudio con 831 participantes para comprobar los efectos producidos en el organismo por el cambio al horario de verano, según la predisposición genética. Encontraron, por un lado, que los voluntarios con cronotipo matutino (los más madrugadores) se adaptaban más rápidamente que aquellos con cronotipo vespertino. Además, descubrieron que «la semana posterior al horario de verano el jet lag social era más exagerado en sujetos con tendencia vespertina» (se llama jet lag social al retraso nuestro reloj interno cuando hay grandes diferencias entre los horarios del sueño de los fines de semana y los de los días laborables; o lo que es lo mismo, cuando te quedas despierto hasta tarde los viernes y sábados por la noche y luego duermes más durante el día para recuperar el sueño).

El cambio de hora puede generar falta de concentración, alteraciones del apetito, bajo estado de ánimo, irritabilidad, problemas de sueño, etc.

Condiciones meteorológicas

Meteorológicamente hablando, la primavera supone la transición del invierno al verano y es un periodo en el que «hay mucha circulación de masas de aire de diferentes características», como señala Mar Gómez, doctora en Ciencias Físicas y autora del libro Meteorosensibles. Esta inestabilidad, según la divulgadora, además de conducir a cambios bruscos de tiempo en cuanto a temperatura, humedad o viento, también puede causarnos malestar y síntomas de diferente naturaleza.

De hecho, cada vez más investigaciones abordan la relación entre las condiciones meteorológicas y la salud mental. Según uno de estos estudios, «cuando el tiempo cambia repentinamente o las condiciones meteorológicas adversas duran más tiempo, como durante las olas de frío o de calor, en días de mayor humedad y, en consecuencia, menor presión atmosférica, la hipófisis aumenta la secreción de la hormona del estrés, la hormona adrenocorticotrópica (ACTH) que provoca ansiedad e irritación».

En otro estudio realizado en el Hospital del Mar de Barcelona, el psiquiatra Antonio Bulbena y un equipo de investigadores comprobaron que los ataques de pánico atendidos en Urgencias durante todo un año fueron tres veces más frecuentes en días con viento de Poniente.

Revolución hormonal

El aumento de la luz y la subida de temperaturas favorece que haya una mayor liberación de ciertas hormonas y neurotransmisores. Las primeras se ocupan de regular las actividades de los distintos órganos de nuestro cuerpo y procesos tan importantes como la alimentación o el sueño. Los segundos, por su parte, son una especie de mensajeros que se ocupan de transmitir información entre las neuronas y las células.

Entre las hormonas que aumentan su liberación en esta época del año está la oxitocina u hormona del amor; la dopamina, también conocida como hormona del placer; y la serotonina u hormona de la felicidad. Con este ‘cóctel’ es fácil comprender por qué muchos sentimos un aumento del deseo sexual en primavera y una mayor sensación de bienestar.

Y mientras unas hormonas suben… otras bajan. Es el caso de la melatonina. Y es que, cuanta más luz solar recibimos, menos melatonina generamos. Esto se traduce en que dormimos menos y estamos más activos.

Astenia primaveral

Hay personas más sensibles a los cambios estacionales o al cambio de hora, que no solo no están de mejor ánimo o con más energía, sino todo lo contrario. Este malestar se debe principalmente a la concurrencia de varios factores:

  • Alteraciones meteorológicas en cuanto a temperatura, humedad o presión atmosférica.
  • Aumento de horas de luz diurna.
  • Cambio horario.
  • Alteración de la rutina diaria.
  • Dificultad para adaptarse a las alteraciones que los anteriores factores generan a nivel orgánico.

La astenia primaveral no es tanto una enfermedad como un conjunto de síntomas que suelen remitir tras un periodo que oscila entre unos días y una o dos semanas, más o menos. Además del cansancio generalizado, pueden aparecer: trastornos del sueño, problemas de memoria y concentración, bajo estado de ánimo, alteraciones del apetito, reducción de la libido, irritabilidad, nerviosismo, cambios de humor, falta de motivación, etc. También es habitual que se produzcan síntomas físicos como dolor muscular, problemas digestivos, mareos, hipotensión o cefaleas. En realidad, se trata de una situación transitoria similar a un pequeño jet lag. Y lo que necesita el cuerpo es un periodo de tiempo algo mayor para ‘resetearse’ y adaptarse a los nuevos horarios y al aumento de horas de luz.

La astenia primaveral no es tanto una enfermedad como un conjunto de síntomas que suelen remitir tras un periodo que oscila entre unos días y una o dos semanas.

Más ansiedad, más suicidios y más episodios de manía en el trastorno bipolar

Las personas sensibles a la ansiedad tienen una mayor predisposición a sufrirla en primavera. De hecho, Antonio Bulbena explica en una entrevista publicada por El Mundo que «la ansiedad es el trastorno más meteorosensible, es decir, es el más sensible a los cambios de tiempo». Pero no son las únicas psicopatologías cuya incidencia es mayor en esta ápoca del año. «También sabemos que en los meses de primavera y otoño aumentan los casos de depresión y son más comunes los ataques de pánico, angustia, e incluso los suicidios cuando son de naturaleza violenta», añade este especialista.

En el caso del trastorno bipolar, los episodios de manía son más habituales en los meses de primavera-verano, mientras que los cuadros depresivos son más comunes en la época de otoño-invierno. Según diversos estudios, la temperatura parece ser un vínculo clave entre estacionalidad y síntomas bipolares.

También la tasa de suicidios es mayor en los meses de primavera y verano. Un equipo de investigadores llevó a cabo una revisión de estudios sobre la estacionalidad del suicidio y observó que la intensidad de la luz solar puede desempeñar un papel importante en el incremento de casos. En uno de estos estudios, por ejemplo, se encontró un aumento de la mortalidad por suicidio en el período entre mayo y julio, es decir, finales de primavera y principios de verano. Precisamente, en 2022, julio fue el mes que más muertes por este motivo se produjeron en nuestro país (según datos del Instituto Nacional de Estadística).

Esto no significa que los cambios meteorológicos por sí solos lleven a nadie a quitarse la vida, pero sí pueden ser un factor adicional para alguien que ya esté en riesgo.

Qué hacer para que la primavera nos altere lo menos posible

Hay varias pautas que pueden ayudarnos a sobrellevar mejor el cambio de estación:

  • Infórmate. Si eres sensible a los cambios estacionales, haz un seguimiento de las variaciones meteorológicas en tu zona. Esto te ayudará a estar prevenido y a minimizar sus efectos en tu estado emocional. En caso de que no tengas muy claro hasta qué punto eres meteorosensible, puedes llevar un diario de tu estado de ánimo según los diferentes cambios de tiempo y establecer un patrón.
  • Crea un microclima en casa en la medida de lo posible. Por ejemplo, puedes colocar purificadores de aire, humidificadores o deshumidificadores según la zona donde vivas. Un ambiente agradable en tu hogar, no solo te permitirá descansar mejor, sino que te ayudará a equilibrar tu estado de ánimo.
  • Ten paciencia. Por lo general, el malestar que llega con el cambio de estación suele ser pasajero y pasará en unos días. Pero si la primavera se te hace muy cuesta arriba o los síntomas de la astenia primaveral no se han ido en un par de semanas, no dudes en pedir ayuda profesional.
  • Haz de las actividades al aire libre una costumbre, sobre todo si te producen placer y satisfacción (y las alergias te lo permiten). El ejercicio moderado y regular, por ejemplo, favorece la liberación de endorfinas y, en consecuencia, mejora el estado de ánimo. Incluso caminar a diario te beneficiará.

  • Recárgate de vitamina D. Otra de las ventajas de exponerte al sol, es que aumentarás tus reservas de vitamina D. Esta sustancia no solo tiene un impacto positivo en el cuerpo al favorecer la absorción del calcio y el fósforo; también es muy beneficiosa para nuestra mente, ya que está involucrada en la producción de serotonina.
  • Anticípate para que el cambio al horario de verano no sea tan brusco. Será suficiente con que la semana previa al cambio de hora vayas adelantando tus actividades diarias (cenas, tareas, ejercicio, etc.). También puedes acostarte unos quince minutos antes cada día y poner el despertador un poco antes por la mañana.
  • Mantén una dieta equilibrada en la que no falte ningún nutriente. Los hidratos de carbono, por ejemplo, te aportarán más energía y te ayudarán a combatir los síntomas propios de la astenia primaveral. Si, además, haces cinco comidas al día mantendrás el nivel de glucosa y no sentirás tanto cansancio. No olvides tampoco mantener un adecuado nivel de hidratación, bebiendo unos dos litros de agua diarios.
Referencias bibliográficas

Bulbena A, Pailhez G, Acena R, et al. (2005) Panic anxiety, under the weather? International Journal of Biometeorology 49: 238–243

Gómez, M. (2023). Meteorosensibles. Ed. Península

Tyler, J., Fang, Y., Goldstein, C., Forger, D., Sen, S. & Burmeister, M. (2021). Genomic heterogeneity affects the response to Daylight Saving Time. Scientific Reports, 11(14792)

Woo, J.M., Okusaga, O. & Postolache, T.T. (2012). Seasonality of suicidal behavior. International Journal of Environmental Research and Public Health 9, 531–547

Žikić, M. & Rabi-Žikić, T. (2018). Meteoropathy and Meteorosensitive Persons. Medicinski Pregled, 71 (3-4), 131-135

Los ritmos circadianos influyen en nuestra salud mental.

Qué son los ritmos circadianos y cómo influyen en nuestra salud mental

Qué son los ritmos circadianos y cómo influyen en nuestra salud mental 2121 1414 BELÉN PICADO

La vida en la Tierra está invariablemente unida al ritmo diario que marca la salida y la puesta del sol. Como todos los animales, los seres humanos seguimos patrones cíclicos de actividad, o ritmos circadianos, que se repiten cada 24 horas y dictan cuándo nos despertamos y cuándos nos dormimos, cuándo trabajamos o descansamos, incluso cuándo queremos comer y cuándo tener sexo. Aunque lo habitual es que el organismo vaya ajustándose a las variaciones que se producen a lo largo de la jornada, a veces esos ritmos se desajustan (por ejemplo, con el cambio de hora), afectando a nuestra salud física y mental. Conocer cómo funcionan y aprender a ajustarlos nos ayudará a salvaguardar nuestro bienestar.

Llamamos ritmos circadianos a los cambios físicos, mentales y de comportamiento que se producen en nuestro organismo durante las 24 horas que dura un día (el término circadiano viene del latín ‘circa’, que significa ‘alrededor de’, y ‘dies’, que significa ‘día’). Estas fluctuaciones responden, sobre todo, a variables como la luz y la oscuridad y están sincronizadas con una especie de reloj interno que todos llevamos de serie.

Los ritmos circadianos son los responsables, entre otras cosas, de que estemos más activos por el día y también de que nuestro organismo segregue más melatonina por la noche, una hormona que regula los ciclos de sueño-vigilia y que nos ayuda a dormir. Además, no son iguales en todas las personas, sino que siguen un patrón individual que influye, por ejemplo, en que unos seamos más productivos a primera hora de la mañana y otros funcionemos mejor por la tarde. O en que unos nos adaptemos al cambio horario mejor que otros.

Un reloj interno que funciona sin pilas

En nuestro cerebro hay una región llamada hipotálamo y dentro de ella se encuentra el núcleo supraquiasmático (SCN). Esta estructura es el reloj maestro que coordina y sincroniza todos los demás relojes corporales que tenemos en tejidos y órganos. Juntos regulan nuestros ritmos circadianos y, con estos, aspectos tan esenciales para la supervivencia como la sexualidad, la nutrición o el sueño.

El proceso, bastante simplificado, sería el siguiente:

Nuestra retina capta el grado de luz ambiental y envía esta información al SCN, que la interpreta y traduce. Si, por ejemplo, es de noche, nuestro reloj maestro genera la orden de aumentar la producción de melatonina y la envía a la glándula pineal, que es quien se ocupa de ello.

La melatonina, conocida también como la hormona del sueño, es un estupendo antioxidante que, además, nos ayuda a dormir. La glándula pineal estimula su producción durante la noche y deja de segregarla cuando hay luz.

Cuando nuestro reloj interno capta que es de día deja de producirse melatonina y, a la vez, se ponen en marcha otros cambios: la temperatura del cuerpo aumenta, el sistema digestivo se pone en funcionamiento de nuevo y el metabolismo celular se acelera con objeto de proporcionarnos la energía necesaria para una nueva jornada. De este modo, cuando abres los ojos y te estiras, las células y los órganos de tu cuerpo ya están trabajando y listos para empezar el día.

En nuestro cerebro está alojado un reloj biológico interno que se ocupa de sincronizar los ritmos circadianos.

¿Eres madrugador o trasnochador?

Como hemos dicho al principio, los ritmos circadianos no siguen el mismo patrón en todos. El reloj biológico de cada uno puede variar dependiendo de variables como el grado en que seamos más diurnos o nocturnos. Esta predisposición a alcanzar un mayor o menor nivel de energía dependiendo de la hora del día es lo que define nuestro cronotipo y conocerlo nos facilita el saber cómo afrontar y organizar mejor nuestras tareas.

  • Cronotipo matutino. Las personas con este cronotipo se despiertan antes, suelen irse temprano a dormir y son más productivas durante la mañana. También les cuesta más recuperarse de ciertas situaciones que implican un cambio horario. Por ejemplo, un matutino extremo que viaja a un país en el que hay cinco o seis horas de diferencia va a necesitar varios días para recuperarse del jet lag. En cuanto al género, las mujeres suelen ser más matutinas que los hombres y, en cuanto a la edad, las personas mayores lo son más que los jóvenes (el sueño disminuye a medida que vamos cumpliendo años).
  • Cronotipo vespertino. Quienes están dentro de este grupo no se van a dormir hasta bien entrada la noche, les cuesta mucho más despertarse por la mañana y rinden más a lo largo de la tarde. Por otro lado, y a diferencia de los más diurnos, suelen ser más flexibles con los desajustes horarios en los viajes. Asimismo, hay estudios que han encontrado que las personas vespertinas son más sociables e impulsivas en comparación con las matutinas, que son más reservadas, estructuradas, estables y responsables.
  • Cronotipo intermedio. Aquí se incluyen los que no son ni de madrugar mucho (aunque no les cuesta demasiado levantarse) ni tampoco de trasnochar en exceso. Este grupo constituye alrededor del 50 por ciento de la población general (el otro 50 por ciento se reparte entre matutinos y vespertinos a partes iguales, es decir 25-25).

Nuestro cronotipo, además, puede influir a la hora de desarrollar ciertos trastornos. Es el caso de las adicciones. Las investigadoras Ana Adán y Gemma Prat analizaron en un estudio cómo influye el ser vespertinos o matutinos con el consumo de diversos tipos de sustancias (habitual o esporádico). Según las conclusiones a las que llegaron, hay una mayor prevalencia de consumo de sustancias adictivas, tanto legales (nicotina y bebidas de cola) como ilegales (cannabis, éxtasis y alcohol), en los sujetos de tipo vespertino en comparación con los de tipo matutino.

Según otra investigación, llevada a cabo por científicos de varias universidades estadounidenses con datos de más de 800.000 personas, las personas matutinas tienen un riesgo un 23 por ciento más bajo de padecer depresión.

Las personas matutinas tienen menos riesgo de sufrir depresión

Factores que alteran nuestros ritmos circadianos

Algunas veces nuestros relojes internos y, con ellos nuestros ritmos circadianos, se desajustan. En muchos casos no tardan demasiado en reajustarse, por ejemplo, cuando viajamos y nos trasladamos a una zona horaria diferente o cuando se produce el cambio al horario de verano o de invierno. Ahora bien, si esta desincronización se mantiene en el tiempo pueden aparecer diversos problemas, físicos y mentales. Entre estos últimos, insomnio, trastornos alimentarios (obesidad), depresión, trastorno bipolar, trastorno afectivo estacional, etc.

El desajuste de los ritmos circadianos puede venir desde dentro (por una mutación genética, por ejemplo) y también desde fuera. Algunos de los principales factores externos que los alteran son:

  • Trabajo por turnos. Trabajar en turnos rotativos o en turnos nocturnos implica estar realizando alguna actividad cuando nuestros ritmos circadianos nos indican que es tiempo de descansar y, en consecuencia, el dormir se deja para el periodo en el que de forma natural deberíamos tener una mayor activación. Esto repercute negativamente en la salud, en forma de somnolencia excesiva en las horas en que tendríamos que estar despiertos, cansancio, estrés crónico, insomnio, irritabilidad, problemas de concentración, etc.
  • Cambiar de zona horaria. Un ejemplo claro de alteración circadiana es el jet lag que se produce cuando cambiamos rápidamente de zona horaria. El ritmo circadiano se desequilibra y hace que nos resulte más difícil adaptarnos al nuevo ciclo de luz/oscuridad. Esto provoca una alteración temporal de funciones como el sueño y la alimentación.
  • Cambio de hora. Generalmente, bastan unos días para que nos adaptemos al horario de invierno o el de verano, según el caso. Sin embargo, a unos nos cuesta más que a otros. Es el caso de las personas mayores, los bebés, individuos que son más sensibles a los ciclos de luz/oscuridad o personas con ciertos trastornos mentales (trastorno bipolar, por ejemplo). Entre los posibles efectos que puede traer el cambio de hora están la falta de concentración, alteraciones del apetito, bajo estado de ánimo, irritabilidad…
  • Uso de dispositivos electrónicos. Las pantallas de algunos dispositivos emiten un rango de luz azul que va a transmitir a nuestro reloj biológico central el mensaje de que es de día. Esto significa que cuando, por ejemplo, nos entretenemos con el móvil estando ya en la cama lo que estamos haciendo es interrumpir nuestros ritmos circadianos. Como nuestro cerebro piensa que es de día, inhibe la producción de melatonina, con los consiguientes problemas de sueño que eso implica. También afecta a la salud el hecho de pasar muchas horas en entornos con luz artificial, como ocurre en algunos espacios laborales.

La luz azul que desprenden los dispositivos electrónicos altera los ritmos circadianos.

Cómo ‘poner en hora’ nuestro reloj biológico interno

Como hemos visto, es normal que los ritmos circadianos vayan cambiando en función de múltiples factores. Lo importante es poder ir ajustándolos, de forma que los mantengamos lo más sincronizados posible. Aquí van algunas ideas:

  • Lleva una rutina fija de sueño. Despiértate y acuéstate todos los días a la misma hora y ajustándote lo máximo posible al ciclo solar.
  • Por la noche, prescinde de la luz artificial que proporcionan las pantallas de teléfonos, televisores u ordenadores; especialmente antes de dormir o en la cama. Así evitarás que se interrumpa la secreción de melatonina y, con ella, tu ciclo de sueño.
  • Por el día aumenta todo lo que puedas la exposición a la luz natural.
  • No dejes para mañana lo que puedas dormir hoy. Está muy extendida la falsa creencia de que si hoy no duermo no pasa nada porque mañana recuperaré las horas de sueño. Pero la realidad es que el sueño perdido no se recupera. El organismo necesita descansar todos los días para que nuestro reloj interno no se desajuste.
  • Si trabajas a turnos y te va a tocar pasar noches despierto, ‘entrénate’ antes para facilitar el trabajo a tu reloj biológico. Por ejemplo, en los días previos puedes comenzar por acostarte dos horas más tarde y levantarte una hora antes e ir en progresión a medida que pasan los días.
  • Si necesitas ocuparte de tareas que requieren concentración, la mañana hasta la hora de comer es el periodo del día en que se da el máximo rendimiento cognitivo. Ahora bien, esto puede variar dependiendo del cronotipo. Las personas más vespertinas se concentrarán más y rendirán mejor por la tarde.
  • Procura comer en la parte del día en que tu organismo esté en modo actividad, ya que le costará mucho más digerir los alimentos cuando, siguiendo las indicaciones del reloj biológico, entre en el modo descanso. Es decir, cuando se vaya la luz del día. Una buena norma a seguir es desayunar temprano, comer antes de las 14.00 y no retrasar la hora la cena más allá de las 21.00 en verano y de las 20.00 en invierno
  • Ojo con el teletrabajo. Es habitual que si trabajamos en casa seamos más laxos con los horarios y empecemos a retrasar la hora de sentarnos a comer porque tenemos que terminar esta o aquella tarea. Haz todo lo posible por mantener un horario fijo.
  • El ejercicio, mejor por la mañana o a primera hora de la tarde. Y aún mucho mejor si se practica al aire libre porque al entrar en contacto con la luz solar ajustaremos mejor nuestro reloj interior. En cualquier caso, no conviene que este tipo de actividades se prolongue más allá de las 18.00.
  • Para que el cambio al horario de verano o de invierno no sea tan brusco, anticípate. Será suficiente con que la semana previa al cambio de hora vayas retrasando (si es octubre) o adelantando (si estamos en marzo) tus actividades diarias (cenas, deberes, ejercicio, etc.). También puedes retrasar la hora de acostarte unos quince minutos cada día y levantarte un poco más tarde (cuando pasamos al horario de invierno) o acostarte más temprano y poner el despertador quince minutos antes cada mañana (al cambiar al horario de verano). En invierno, además, como hay menos horas de luz solar, es necesario que las aproveches todo lo que puedas. Por ejemplo, dando un paseo en las horas centrales del día. En cualquiera de los dos casos, conviene evitar las siestas, las cenas copiosas y los fármacos para dormir.
Referencias bibliográficas

Adan, A., Lachica, J., Caci, H., & Natale, V. (2010). Circadian typology and temperament and character personality dimensions. Chronobiology International, 27, pp. 181-193.

Daghlas, I., Lane, J. M., Saxena, R., & Vetter, C. (2021). Genetically Proxied Diurnal Preference, Sleep Timing, and Risk of Major Depressive Disorder. JAMA psychiatry, 78(8), pp. 903–910.

Muro, A., Gomà-i-Freixanet, M., Adan, A., & Cladellas, R. (2011). Circadian typology, age, and the alternative five-factor personality model in an adult women sample. Chronobiology international, 28(8), pp. 690–696.

Prat, G., y Adan, A. (2011). Influence of Circadian Typology on Drug Consumption, Hazardous Alcohol Use, and Hangover Symptoms. Chronobiology International, 28(3) pp. 248-257.

Tankova, I., Adan, A., y Buela-Casal, G. (1994). Circadian typology and individual differences: A review. Personality and Individual Differences, 16(5), pp. 671-684.

Las neuronas espejo favorecen la empatía y la conexión emocional.

Cómo activar nuestras neuronas espejo para mejorar nuestra empatía

Cómo activar nuestras neuronas espejo para mejorar nuestra empatía 1254 836 BELÉN PICADO

En nuestro cerebro existe una red de neuronas que contribuyen a que aprendamos a hablar o a conducir. También son responsables de que repitamos las conductas de otras personas, como bostezar o rascarnos. Incluso, hacen que se nos ‘encoja’ el corazón cuando vemos sufrir a otros. Son las neuronas espejo, una red invisible que interviene en el aprendizaje y, sobre todo, favorece la empatía y la conexión emocional y social.

Se trata de unas células del cerebro que actúan realmente como espejos, ya que reflejan las sensaciones y las emociones de los demás. Y hacen, no solo que las comprendamos, sino que las sintamos casi como si las viviésemos en nuestra propia piel. Por ejemplo, si no fuera por ellas, no nos estremeceríamos ante el trabajo de los actores y actrices que se besan con pasión, lloran desconsoladamente o se enfrentan a toda suerte de proezas en las películas.

Son las responsables de que sintamos tristeza ante las catástrofes o las guerras que nos muestran los informativos. O experimentemos esa sensación de dolor cuando observamos que otra persona se cae o se da un golpe. Y todo esto ocurre de un modo automático del que no somos plenamente conscientes.

Las neuronas especulares se activan cuando realizamos una acción, pero también al observar a otro realizarla. O cuando tenemos una representación mental de dicha acción. Gracias a ellas podemos deducir lo que los demás piensan, sienten o hacen, ya que están programadas para ayudarnos a comprender, no solo la conducta de otros, sino también cómo se sienten.

Las neuronas especulares se activan cuando realizamos una acción, pero también al observar a otro realizarla.

Descubiertas por casualidad gracias a un mono

Las neuronas espejo fueron descubiertas por casualidad por el neurobiólogo Giacomo Rizzolatti y su equipo en 1996 mientras estudiaban el cerebro de unos monos macaco. Lo que buscaban inicialmente era registrar la actividad eléctrica neuronal del mono cuando agarraba un objeto o algún alimento. Pero lo que ocurrió fue que las mismas neuronas que se habían activado al realizar esas acciones, también respondieron cuando el animal simplemente vio a uno de los investigadores coger un plátano.

Incluso se comprobó que el mono era capaz de predecir, según ciertas señales contextuales, la próxima acción que llevaría a cabo el experimentador. Es decir, podía entender la intención que había detrás de la acción. Rizzolatti bautizó a estas neuronas como neuronas espejo y siguió adelante con sus investigaciones, encontrándolas también en el cerebro humano. Y no solo eso. Investigaciones posteriores han podido determinar su implicación en otras competencias como el lenguaje, el aprendizaje (imitación), la empatía o la mentalización (capacidad de adivinar, suponer o interpretar los pensamientos, actitudes, sentimientos, valores, motivaciones o intenciones que subyacen a la conducta de otras personas y a la nuestra propia).

Aprendizaje por imitación

Las neuronas espejo nos permiten aprender por imitación y están implicadas en habilidades como caminar, gesticular, sonreír, hablar, bailar o practicar deportes.

Funcionan ya desde los primeros meses de vida, cuando el bebé es capaz de interpretar o imitar nuestros gestos y emociones. Esto ocurre mucho antes de comprender nuestras palabras o aprender a hablar ellos mismos. De hecho, un experimento de Mel Sophie Moore demostró que los bebés de una hora de vida ya son capaces de imitar expresiones faciales.

De este modo, el niño va aprendiendo de los adultos por repetición e imitación. Es decir, aprenden más por lo que ven hacer a sus padres que por lo que estos les dicen que hagan. Gracias a sus neuronas espejo, los niños registran el comportamiento que observan para luego ponerlo en práctica en situaciones similares (y no necesariamente de inmediato). Así que, si no quieres que tu hijo grite a sus compañeros o a sus hermanos, procura no decírselo gritando. Tampoco te servirá de nada intentar que vea la parte más positiva de las cosas si tú te pasas el día quejándote por todo…

Las neuronas espejo nos permiten aprender por imitación.

Neuronas espejo, emociones y empatía

Además de estar relacionadas con el aprendizaje, estas neuronas también tienen mucho que ver con el contagio emocional. Esto es porque, a través de ellas, llegamos a experimentar la misma emoción que estamos percibiendo en otra persona. Esto explica, por ejemplo, por qué la risa es tan contagiosa. Seguro que os habéis dado cuenta de cómo muchos cómicos se ríen de sus propios chistes para provocar la hilaridad del público. La razón está en que, cuando vemos reír o sonreír a alguien, nuestras neuronas espejo crean una representación mental de esa sonrisa en nuestra mente. Luego, envían señales al sistema límbico (área cerebral implicada en las emociones). Y, finalmente, terminamos sintiendo lo mismo que la persona a la que observamos.

Asimismo, las neuronas espejo son la base biológica de la empatía, esa increíble capacidad que tenemos para comprender las emociones de los demás. Por ello, cuando vemos en alguien un gesto de dolor, en nuestro cerebro se activan las mismas zonas que si experimentáramos esas emociones nosotros mismos.

Y, a su vez, esta habilidad para ponernos en el lugar del otro repercute directamente en nuestras interacciones sociales, en la calidad de nuestras relaciones y en el tipo de conexión que establezcamos con los demás. Si hay conexión emocional con una persona, nuestra relación con ella será más fácil y menos conflictiva. Tener la capacidad de comprender al otro nos permite ser más respetuosos, tolerantes y colaborativos.

El neurocientífico Vilayanur Ramachandran las llama «neuronas Gandhi» por su capacidad para facilitar el entendimiento y la cooperación, establecer vínculos y ser solidarios.

Las consecuencias del trauma en las neuronas espejo

En una entrevista realizada para la web traumaterapiayresiliencia.com, el neuropsiquiatra chileno Jorge Barudy explica que, aunque las neuronas espejo pueden resultar muy dañadas cuando hay trauma o graves carencias, también pueden recuperarse. La violencia psicológica, el maltrato físico, los abusos sexuales o el abandono son experiencias que pueden provocar que se pierda parte de este tejido neuronal. Y que la empatía, por tanto, se vea también afectada.

Sin embargo, y por suerte, también contamos con una gran ventaja: la plasticidad cerebral. «El cerebro tiene una organización dinámica interna propia que hace que las redes neuronales sean muy cooperativas, muy solidarias y dispuestas a ayudarse si es necesario», dice Barudy. Pero para recuperar su función, estas neuronas necesitan estímulos externos: «Se recuperan en ambientes amorosos, en ambientes donde fluye la empatía, donde los niños y niñas son reconocidos como afectados y no como culpables del daño y de la forma en que expresan su dolor y su sufrimiento».

Estimular las neuronas espejo para mejorar nuestra empatía

Diferentes estudios han demostrado que las personas con mayor empatía presentan también una mayor activación del sistema de neuronas espejo. Así que, si conseguimos estimular esta red neuronal también mejoraremos nuestro estado de ánimo y nuestro grado de empatía. Os doy algunas pautas:

  • Conócete. Para comprender y resonar con el otro hay que comprenderse primero a uno mismo. Así que toca empezar por aprender a identificar e interpretar nuestras propias emociones.
  • Sonríe. Pocas cosas existen tan poderosas y contagiosas como una sonrisa. Gracias a las neuronas espejo, la sonrisa hace sentir bien a quien la lleva puesta y a quien la recibe.
  • Mira a los ojos. La conexión visual mientras hablamos, ya sea entre dos personas o en un grupo más amplio, facilitará que las neuronas espejo hagan su trabajo y favorecerá una comunicación empática y verdadera.
  • Practica la escucha activa. Escuchar va mucho más allá de ser un mero receptor pasivo de información. Cuando escuchamos a alguien de manera activa y consciente estamos prestando toda nuestra atención a lo que está diciendo. Además, estamos activando nuestras neuronas espejo para poder conectar con las emociones y los pensamientos de nuestro interlocutor. Y así conocer realmente cómo se siente. Tratemos de fijarnos también en su lenguaje no verbal, tono de voz, postura, silencios…

Cuando escuchamos de forma activa activamos nuestras neuronas espejo.

  • Actúa de espejo. Otro modo de activar estas células nerviosas durante una conversación es recurrir al reflejo automático o ‘mirroring’. Consiste en imitar los gestos de quien habla e indica que estamos en sintonía con sus sentimientos y atentos a lo que nos explica. Además, favorece la empatía y la conexión emocional. Eso sí, siempre y cuando se realice con discreción y de forma muy sutil. De hecho, si realmente estás escuchando lo más probable es que tus neuronas ya estén generando ese reflejo.
  • Engánchate a la música. Según el neurocientífico alemán Stefan Koelsch, al escuchar música «se activan las áreas del cerebro que se encargan de la imitación y la empatía y donde están las neuronas espejo. La música nos ayuda a crear lazos sociales porque nos permite transmitir sentimientos».
  • ¿Tienes perro? Interactúa con él. Los científicos han encontrado neuronas espejo no solo en los primates y en el ser humano, sino también en otros «animales sociales» como el perro, el elefante o el delfín. El perro, por ejemplo, es capaz de diferenciar el estado de ánimo de su humano y establecer con él un fuerte vínculo afectivo. Un estudio realizado en 2020 demuestra que estas mascotas también tienen empatía. Los investigadores que lo llevaron a cabo examinaron cómo reaccionaban los perros cuando sus dueños o un extraño simulaba reír o llorar. Y vieron que el animal prestaba más atención a la persona que parecía llorar, tanto a nivel visual como a nivel de contacto físico.
  • Inicia un proceso de terapia. Para Jorge Barudy la psicoterapia constituye ese estímulo externo necesario para poder reparar y recuperar nuestras neuronas espejo dañadas. El proceso terapéutico en un entorno seguro es una valiosa oportunidad para sanar nuestras heridas y aprender a conectar emocionalmente con otras personas. Y, de paso, mejorar nuestra empatía y vivir la experiencia de un vínculo incondicional y sin juicios.
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Mentes conectadas sin brujería. En este capítulo del programa Redes (TVE), Eduard Punset entrevista al neurocientífico Marco Iacoboni. Ambos repasan los fantásticos poderes de las neuronas espejo y su relación con la empatía y el aprendizaje.

 

Baños de bosque para reducir el estrés y despertar nuestros sentidos.

Baños de bosque para reducir el estrés y despertar nuestros sentidos

Baños de bosque para reducir el estrés y despertar nuestros sentidos 1254 836 BELÉN PICADO

Los bosques siempre han sido un lugar muy especial para mí. Cuando era niña porque los veía como un lugar mágico repleto de criaturas fantásticas, de hadas y de duendes. Y ya de adulta porque son uno de los entornos que mayor bienestar me proporcionan y más me reconfortan. De hecho, siempre que tengo ocasión de disfrutar de un paseo por un bosque o por cualquier zona en la que haya bastantes árboles me gusta dejarme llevar por las imágenes, los sonidos, los olores y la multitud de sensaciones que me produce todo lo que me rodea. Hace relativamente poco descubrí que hay un nombre para esta experiencia y que, incluso, hay numerosas investigaciones que han demostrado sus beneficios. Lo que he estado haciendo durante todos estos años, sin saberlo, ha sido darme «baños de bosque».

Menos estrés y ansiedad, más conexión con nuestro entorno y con nosotros mismos, mejor estado de ánimo… Regresar a la naturaleza siempre es sanador y terapéutico. Es como volver a casa. Al fin y al cabo, fue nuestro primer hogar como especie. «Han pasado siete millones de años desde que los humanos evolucionaron hasta su forma actual. Los hombres y mujeres que viven en los tiempos modernos han pasado más del 99,99% de su historia evolutiva en entornos naturales. Por lo tanto, los cuerpos humanos se han adaptado a la naturaleza. El bosque es un ejemplo de un entorno natural. Cuando pasamos tiempo en los bosques, inconscientemente experimentamos relajación a través de los cinco sentidos». Así lo explica en una entrevista para el informe Baños de bosque, una propuesta de salud Yoshifumi Miyazaki, antropólogo, doctor en Medicina y uno de los principales expertos mundiales en este campo.

Qué son los baños de bosque

En la década de los 80, los japoneses eligieron el término «shinrin yoku», que podríamos traducir como «baños de bosque», para referirse a una experiencia que permite a las personas contactar con la naturaleza a través, sobre todo, de los sentidos.

También conocida como «medicina forestal», se trata de una terapia cuyo objetivo principal es mejorar la salud y el bienestar de quienes la practican. Sus elementos principales son la apertura de los sentidos a la atmósfera del bosque, la atención plena y la conexión sensorial y emocional con el entorno y con uno mismo. Esto implica tomárselo con mucha calma. Darse un baño de bosque no es hacer senderismo, ni el objetivo es hacer ejercicio físico. Lo que buscamos es calmar nuestra mente y nuestro cuerpo, así que la velocidad de la marcha y la distancia recorrida, en realidad, es lo de menos.

Esta experiencia está inspirada en ancestrales prácticas budistas y sintoístas (el sintoísmo es una religión originaria de Japón que venera los espíritus de la naturaleza) y actualmente forma parte de un programa nipón de salud nacional destinado a reducir los altos niveles de estrés de la población. Además, esta iniciativa se ha ido extendiendo a otros países, como Corea del Sur, Alemania, Estados Unidos o España, donde ya cada vez hay más iniciativas que buscan proteger los entornos forestales y, a la vez, aprovechar sus propiedades terapéuticas.

El objetivo principal de los baños de bosque es mejorar la salud y el bienestar.

Menos estrés, mejor conexión y más energía

Los beneficios que nos proporcionan los baños de bosque son muchos. A continuación, os enumero algunos:

  • Reducción del estrés y aumento de la sensación de bienestar. Un equipo de investigadores de la Universidad de Chiba, en Tokio, llevó a cabo un estudio con 498 voluntarios a los que se les pidió pasar un tiempo determinado en un entorno forestal y en otro sin bosques. Tanto antes como después se les realizaron diversas encuestas para medir su nivel de hostilidad, depresión, aburrimiento, bienestar y vivacidad, así como su nivel de ansiedad. Los investigadores encontraron que los baños de bosque resultaban beneficiosos, especialmente entre aquellos que experimentaban estrés crónico. En este sentido, cuanto mayor era el estrés percibido, los efectos terapéuticos eran mayores.
    Y este no es el único estudio que ha aportado evidencia científica a favor de esta experiencia. Son ya numerosas las investigaciones que han demostrado, no solo la disminución de los niveles de ciertas hormonas del estrés como el cortisol, sino también los efectos positivos sobre la ansiedad, la ira e irritabilidad, la depresión, la fatiga mental o la sensación de vitalidad.
    En estos beneficios, además, juega un papel importante una bacteria que se encuentra en el suelo de los bosques y también en suspensión en el aire. Según varios estudios, la Mycobacterium vaccae  es capaz de disminuir la ansiedad, mejorar la función cognitiva y favorecer que nuestro cerebro segregue más serotonina. Este neurotransmisor, conocido como hormona de la felicidad, equilibra el estado de ánimo, promueve el comportamiento social y regula funciones como el apetito, la digestión, el sueño o el deseo sexual.
  • Mejora del sueño. Se ha comprobado que los baños de bosque, especialmente si se realizan al atardecer, favorecen el sueño nocturno en personas con dificultades para dormir. Esto se debe a la relajación que se produce por la menor necesidad de oxígeno del córtex cerebral.
  • Fortalecimiento del sistema inmune. Pasar tiempo entre árboles favorece el aumento de un tipo de glóbulos blancos que tienen un importante papel en la lucha contra infecciones. El doctor Quink Li, inmunólogo y director de la Sociedad Japonesa de Medicina Forestal, cuenta en esta entrevista cómo beneficia un entorno forestal al sistema inmune: «El primero de una serie de estudios de baños de bosque lo hice en Iiyama y observé que tras tres días y dos noches en el bosque, las células NK de los participantes aumentaron un 50%, y su actividad, un 52,6%, junto con el aumento de la presencia de proteínas anticancerígenas». Según explica Li, las NK «son un tipo de glóbulos blancos que pueden atacar y matar células no deseadas como las tumorales con la ayuda de proteínas anticancerígenas». En sus estudios también ha comprobado como «se reduce la tensión arterial y el azúcar en sangre y mejora la salud cardiovascular y metabólica, la concentración, la memoria y el umbral del dolor».
  • Mejora de la capacidad de atención. La mayoría de quienes vivimos en ciudades podemos ver a diario cómo la sobreexposición a estímulos que requieren de nuestra atención en la vida urbana moderna provoca en nosotros una considerable fatiga cognitiva. En su Teoría de la Restauración de la Atención, Stephen y Rachel Kaplan defienden que para recuperar la atención dirigida (concentrarse en tareas específicas, como el trabajo) es necesario hacerlo a través de la atención involuntaria hacia algo que no requiera esfuerzo. Y, según explica en este artículo Stephen Kaplan, un entorno natural es perfecto para recuperar esa capacidad de atención porque «estimula delicadamente los sentidos y ofrece una gama de atractivos como el paisaje, los aromas y los sonidos». Esta pareja de investigadores llama «experiencia restaurativa» a la capacidad de la naturaleza de reponer el equilibrio mental y reducir el estrés y la fatiga mental.

Los baños de bosque reducen el estrés y mejoran nuestra capacidad de atención y de concentración.

Dónde y cuándo darse un baño de bosque

Algunos expertos en shinrin yoku recomiendan bosques maduros, que son aquellos donde los árboles suelen superar los 100 años, y un guía especializado que dirija la experiencia. Sin embargo, y aunque es una buena opción para profundizar en este tipo de actividad, no es la única. También puedes hacerlo por tu cuenta.

Dirígete dónde te pida el cuerpo, según el momento vital en el que te encuentres o según tus posibilidades y tu disponibilidad. Lo importante es que sea un lugar donde te sientas a gusto. Al fin y al cabo, nadie mejor que tú sabe lo que necesitas. Cualquier bosque o, incluso el jardín botánico de tu ciudad o un parque urbano frondoso y tranquilo pueden ser lugares adecuados. Dependiendo del lugar que elijas y de tu condición física, procura que la distancia recorrida no sea menor de un kilómetro ni supere los ocho.

Y mejor si se trata de un entorno que no tenga pendientes excesivas, que sea seguro y que ofrezca escenarios variados: claros, zonas húmedas, diversidad de especies vegetales y animales, senderos, etc.

Tampoco importa qué estación elijas porque lo fundamental en un baño de bosque son los árboles en sí mismos, no el color que tengan en ese momento o el número de hojas que permanezcan en sus ramas.

En cuanto al momento del día, según los expertos el mejor es a primera hora de la mañana o de la tarde porque es cuando más concentración hay de monoterpenos, unos compuestos orgánicos volátiles que emiten las plantas. Según Albert Bach, investigador que está estudiando las propiedades de estas sustancias, sus efectos se dan a nivel de los sistemas cardiovascular, inmunitario, respiratorio y nervioso, lo que proporciona cambios positivos a nivel de bienestar fisiológico y psicológico.

Silencio, lentitud y atención plena

Silencio, lentitud y una actitud de atención plena son los principales pilares de esta actividad. Te doy algunas pautas que te ayudarán a aprovechar mejor los beneficios de un baño de bosque.

  • Desconecta para conectar. El primer paso es olvidarte de cualquier aparato tecnológico. Si vas a practicar el shinrin yoku, no lleves teléfono móvil, cámara ni cualquier otro dispositivo que pueda distraerte de la experiencia. Recuerda que tienes que estar totalmente presente.
  • Sin prisas. Muévete lentamente y parándote cada vez que algo despierte tu curiosidad para prestarle toda tu atención. Recuerda que se trata de recuperar la energía, no de agotarla. Deja que tu intuición te marque el rumbo a seguir y que tu cuerpo te lleve donde necesite.
  • Con el sigilo del zorro. Camina tan silenciosamente como te sea posible, con todos tus sentidos alerta. Si vas con alguien no habléis entre vosotros hasta que termine la experiencia. Es un momento para estar contigo mismo, contigo misma. Una vez finalizado el paseo, ya tendréis ocasión de compartir emociones y sensaciones.
  • Abre tus sentidos como el lince. Permitir que la mirada se pose en el paisaje, observando las tonalidades ocres del otoño, el estallido de color de la primavera o las ramas desnudas del invierno. Abandonarse a los sonidos naturales del bosque, relajarse con el sonido del agua que procede de una fuente o un río, escuchar y diferenciar los distintos trinos de los pájaros. Respirar los innumerables aromas que nos rodean. Notar la brisa o el sol sobre la piel, sentir el contacto de los pies sobre la tierra, sumergir las manos en el agua de un arroyo, experimentar con la textura suave del musgo húmedo y el tacto rugoso de los troncos de los árboles… Incluso puedes cerrar los ojos en algunos momentos para que la experiencia sea más íntima y profunda.
  • Conciencia plena. Fíjate en esos elementos del paisaje que tantas veces te han pasado inadvertidos. Tomar conciencia es clave en esta experiencia. Contempla cada árbol, cada planta, incluso esos pequeños insectos en los que nunca habías reparado, y luego enfoca tu atención a tu interior (respiración, sensaciones) para volver de nuevo al entorno. ¿Cómo te sientes?

Al conectar con la naturaleza conectamos también con nuestra esencia más profunda.

  • Respira con un árbol. En su libro La sabiduría de los árboles, Vincent Karche propone el siguiente ejercicio:
    “Elige un árbol, da igual que sea grande o pequeño, joven o viejo. Colócate frente a él, a unos metros de su tronco, y asegúrate de que puedes verlo de arriba abajo. Salúdalo. Pregúntale si está de acuerdo. Ahora, sin dejar de mirar el árbol, ánclate al suelo, separa tus pies a una distancia equivalente al ancho de tu espalda y a continuación extiende la planta de tus pies sobre el suelo. Asiéntate.
    Siente el vaivén de tu respiración. Tu punto de referencia es la pared interior de las fosas nasales: fresca en la inspiración, tibia en la expiración. Cuando sientas que se ha instalado en ti este ritmo, haz crecer raíces desde el centro de tus pies hacia el suelo, con cada expiración. Después, con cada inspiración, la energía sube por estas raíces y te atraviesa.
    Tu red de raíces se extiende, se alarga, se hunde, el árbol te acompaña. Sus raíces tocan las tuyas, se enlazan con ellas. Siente cómo se refuerzan estos puntos de anclaje con cada expiración. Puede que profundices tanto que tengas la sensación de alcanzar el centro de la Tierra.
    Mantente unos instantes viviendo todo esto. Siéntete árbol. Siéntete en conexión contigo mismo, con el árbol, entre la tierra y el cielo. Déjate atravesar por esta abundancia.
    Deja que estas sensaciones duren el tiempo que te convenga. Después, cuando hayas llegado al final de esta primera etapa, da las gracias al árbol y ve a estrecharlo entre tus brazos.
    Si te apetece, ponle un nombre. Mi árbol se llama Doug. Porque es un douglas, uno de los gigantes venidos de América”.
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Baños de bosque, una propuesta de salud. Este informe recoge entrevistas con expertos en el tema de la terapia y la medicina forestal, así como su aplicación en distintas partes del mundo. También incluye una extensa bibliografía y numerosos estudios que avalan científicamente los efectos del contacto con la naturaleza en general, y con los ecosistemas forestales en particular, sobre el cuerpo y la mente.

La sabiduría de los árboles, de Vincent Karche. El autor de este libro comparte las enseñanzas que le han aportado los árboles a lo largo de su vida, tanto en el aspecto laboral como en el personal. «En los momentos difíciles pueden inspirarte, calmarte, acompañarte en la curación de tus heridas. Te ayudan a renacer en el hueco cálido de sus ramas».

La alexitimia consiste en la incapacidad de identificar y expresar las emociones

Alexitimia o la incapacidad de identificar y expresar las emociones

Alexitimia o la incapacidad de identificar y expresar las emociones 1920 1344 BELÉN PICADO

Es normal que desde niños aprendamos a identificar, interpretar y expresar nuestros sentimientos, pero algunas personas son incapaces de hacerlo. Cuando esta dificultad se convierte en una constante, nos encontramos ante una alteración denominada alexitimia. Según la Sociedad Española de Neurología (SEN) afecta al 10 por ciento de la población y, aunque no es exclusiva de los hombres, ellos la padecen en una proporción muy superior a la de las mujeres.

En realidad, los afectados sí experimentan emociones, lo que ocurre es que no pueden expresarlas ni son conscientes de las reacciones físicas que estas provocan. Por ejemplo, si se les contrae el estómago y sienten dolor o cierta molestia, nunca lo atribuirán a una situación de carácter emocional. Así, al no poder expresar y exteriorizar las emociones, es el cuerpo quien sufre las consecuencias. Y lo hace en forma de problemas digestivos, caída del cabello, contracturas, colon irritable, dolor crónico, psoriasis, y un largo etcétera de somatizaciones.

La alexiimia afecta más a los hombres.

Alexitimia y cerebro

Vamos a tomar como ejemplo una sensación corporal, por ejemplo en el estómago. En este órgano podemos notar desde el ‘revoltijo’ que anuncia que estamos enfadándonos a las mariposas que revolotean cuando nos enamoramos o, incluso, los sonidos típicos cuando tenemos hambre… Cuando se produce alguna de estas sensaciones la señal llega al cerebro que es el encargado de valorar si es una emoción o algo orgánico. Igualmente, nos dice si se trata de una emoción agradable o desagradable y su grado de intensidad. Una vez que ha tenido lugar esta valoración, tomaremos conciencia de la emoción correspondiente y podremos ponerle palabras.

Lo que ocurre en las personas alexitímicas es que se produce una falta de comunicación entre los dos hemisferios cerebrales. Esto impide que las señales de las regiones emocionales, predominantes en el hemisferio derecho, lleguen a las áreas del lenguaje, que están en el izquierdo. Por tanto, no solo no pueden relacionar la sensación física con el sentimiento, sino que tampoco pueden verbalizar lo que sienten. Esto significa que si presentan las respuestas físicas asociadas a las emociones (lágrimas, aumento del ritmo cardiaco, rubor…), es posible que noten que algo está cambiando en su cuerpo, pero son incapaces de relacionarlo con sus propios sentimientos.

Rígidos, sin sentido del humor y con dificultades en las relaciones interpersonales

El trastorno implica un deterioro en la capacidad de relacionarse. Además de no poder expresar sus afectos, la persona tiene dificultades para comprender lo que sienten otros, no sabe interpretar las emociones de los demás (baja capacidad de mentalización). Frases como “Te quiero” no tienen sentido emocional para un alexitímico. Tampoco son capaces de experimentar felicidad al recordar un hecho que en su día les hizo felices, ni de asociar imágenes visuales y pensamientos a un estado emocional concreto.

Otro de los rasgos que caracteriza al trastorno es la tendencia al conformismo social. Aunque se trata de personas aparentemente bien adaptadas, no tienen sentido del humor y muestran un comportamiento muy rígido y dependiente de las convenciones sociales. Por otra parte, la falta de empatía hace que, socialmente, se comporten de un modo correcto, pero les sea difícil mantener una conversación mínimamente personal o íntima.

La mayoría de los afectados han sufrido carencias afectivas en la infancia y son personas calladas, introvertidas y tendentes al aislamiento. También es común que sufran trastornos sexuales, como impotencia o ausencia de libido.

La toma de decisiones tampoco es lo suyo, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un proceso en el que la emoción juega un papel muy importante.

Ahora bien, es importante apuntar que hay diferencias entre un psicópata y un alexitímico. En el primer caso, se trata de personas que mienten, sin ética, dominantes, encantadoras y con una gran capacidad de interpretar y aprovecharse de los sentimientos de los demás. Por el contrario, el individuo con alexitimia sí tiene emociones (lo que pasa es que no las reconoce), es socialmente conformista, a menudo con una ética muy rígida, generalmente sumiso y no sabe interpretar las emociones del otro.

La rigidez y las dificultades en las relaciones intepersoales son características de la alexitimia.

Tipos de alexitimia

En algunos casos la alexitimia tiene un origen biológico, al existir un déficit neurológico que obstaculiza la comunicación entre el sistema límbico del cerebro, encargado de gestionar las emociones, y el neocórtex o cerebro racional. Puede ser hereditaria e iniciarse en la infancia, con el bloqueo temprano en el desarrollo afectivo del niño, o producirse a causa de una patología neurológica, como un ictus, esclerosis múltiple, párkinson, etc. Asimismo, a menudo aparece asociada con otros trastornos como autismo, esquizofrenia, adicciones, trastornos alimentarios, etc.

En el caso de la esclerosis múltiple, algunos investigadores creen que la alexitimia es, en muchos casos, la causante de los brotes. Esto sería debido a que la dificultad de expresión de las emociones aumenta el estrés y éste da lugar a una exacerbación de la enfermedad. En estos casos, el brote constituye un modo de expresión del cuerpo de las emociones que no ha verbalizado.

La alexitimia también puede aparecer como un mecanismo de defensa del cerebro ante situaciones muy traumáticas. Al no poder asimilar un alto nivel de sufrimiento, la mente ‘desconecta’ las vías que se encargan de procesar las emociones y las reprime. Es lo que ocurre en el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Esto se observó, por ejemplo, entre los supervivientes de los campos de concentración nazis y los de la guerra del Vietnam, según explica Francisco Alonso-Fernández en un artículo muy interesante sobre la alexitimia.

La alexitimia puede aparecer tras una experiencia altamente traumática.

Tratamiento: Educación emocional, habilidades sociales e introspección

Es importante tratar la alexitimia o, de lo contrario, podría desembocar en depresión, aislamiento social y, como he apuntado antes, en problemas psicosomáticos. A menudo, la persona que la sufre no se da cuenta del problema, por lo que se hace especialmente necesario el apoyo de alguien de su entorno (generalmente la pareja o los familiares más cercanos) para que tome conciencia y pida ayuda psicológica.

La intervención psicoterapéutica pasa, en primer lugar, por comprobar si la alexitimia que presenta la persona tiene un origen psicológico o neurobiológico. Y, si es el caso, tratar el trastorno al que esté asociado. Asimismo, será necesario trabajar la inteligencia emocional: entrenar la capacidad para aprender a reconocer, expresar y regular las emociones, así como trabajar en las habilidades sociales y mejorar la capacidad de introspección.

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Una película

Alegría tristeza. En esta película de 2018 se muestra el día a día de Marcos (Roberto Álamo), un bombero que tras sufrir en primera persona el atentado del 11-M, tendrá que lidiar con la alexitimia. Una psicóloga será quien le ayude a recuperar sus emociones y, sobre todo, a recuperar la relación con su hija.

El amor está en el cerebro

El amor está en el cerebro

El amor está en el cerebro 1920 1920 BELÉN PICADO

¿Sabíais que cuando nos enamoramos se activan doce áreas del cerebro? ¿O que desde niños empezamos a crear una especie de mapa mental con los rasgos que nos atraerán en otras personas más adelante? Durante generaciones, los poetas han tenido en el amor su  fuente de inspiración. Pero hace tiempo que dejaron de ser los únicos interesados en el tema. Ahora también son numerosos los investigadores que han hecho de este sentimiento uno de sus principales campos de análisis. Está claro que el amor está en el cerebro…

Así responde nuestro organismo

Los ‘científicos del amor’ llevan décadas estudiando este sentimiento como un proceso bioquímico. Dicho proceso se inicia en la corteza cerebral, sigue hasta las neuronas y de allí al sistema endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas:

  • El corazón comienza a latir más deprisa, a unas 130 pulsaciones por minuto.
  • La temperatura del cuerpo se eleva.
  • La presión arterial sistólica (lo que conocemos como máxima) sube.
  • Se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular.
  • Se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea.
  • Los hombres presentan niveles de testosterona relativamente bajos, mientras que las mujeres aumentan la secreción de esta hormona. Estos cambios están relacionados con una menor agresividad en ellos y un incremento del deseo sexual en ellas.
  • Se produce un estado de euforia, falta de sueño y apetito que están asociados a altos niveles de dopamina y norepinefrina, estimulantes naturales del cerebro.

Nuestro organismo reacciona al amor con diferentes respuestas fisiológicas.

El amor está en el cerebro

Según la psicóloga estadounidense Stephanie Ortigue, nada menos que doce áreas del cerebro están implicadas en el sentimiento del amor. Y una de ellas está relacionada con la percepción, lo que explicaría, por ejemplo, por qué idealizamos a la persona amada y nos parece más especial que otras. Esta investigadora, que recurrió a las técnicas de neuroimagen para sus estudios, también asegura que solo se tarda medio segundo en enamorarse. Este es justo el tiempo que tarda el cerebro en liberar las sustancias que producen distintas respuestas emocionales.

La neurobióloga y antropóloga Helen Fisher también recurrió a las técnicas de neuroimagen y encontró que, mientras el cerebro masculino experimenta una mayor actividad cerebral asociada a estímulos visuales, en las mujeres se activan más las zonas relacionadas con la memoria. En lo que sí coinciden hombres y mujeres es en la activación de dos estructuras cerebrales relacionadas con el circuito de recompensa (el núcleo caudado y el área tegmental ventral) y, a la vez, en la desactivación de una parte de la amígdala relacionada directamente con el miedo. Así que ya sabéis por qué, cuando nos enamoramos, nos vemos capaces de enfrentarnos a todo y a todos por la persona que ha originado esa emoción.

¿A qué huele el amor?

Algunos científicos afirman que las feromonas juegan un papel muy importante en la atracción sexual, ya que estamos liberándolas continuamente por todos los poros de nuestra piel e, incluso, por el aliento. Estos compuestos químicos, utilizados por especies animales tan diferentes como las mariposas, las hormigas o los elefantes, pueden enviar señales de interés sexual, situaciones de peligro, etc.

Las feromonas juegan un importante papel en la atracción sexual.

Sin embargo, el verdadero enamoramiento sobreviene cuando se produce en el cerebro la feniletilamina, una sustancia que, al igual que las anfetaminas, aumenta la sensación de energía física y de lucidez mental. Según explica Anthony Walsh en su libro La ciencia de amor: entender el amor y sus efectos en la mente y el cuerpo, esta sustancia«es lo que hace que uno lance esa sonrisa tonta a un desconocido. Cuando nos encontramos con alguien que nos resulta atractivo suena la sirena en la fábrica de feniletilamina». Otro indicativo más de que la base del amor está en el cerebro.

De la pasión al compromiso

Con el paso tiempo, el organismo se hace resistente a la fenitelamina y la pasión deja paso a un amor más sosegado, otra fase que, por supuesto, también tiene su explicación química. Ahora son las endorfinas, compuestos similares a la morfina o los opiáceos, los que producen una sensación de seguridad y comodidad.

También aumentan en esta etapa los niveles de oxitocina. Esta hormona se produce en el hipotálamo de hombres y mujeres y, además de generar emociones relacionadas con el cuidado y la ternura, ayuda a forjar lazos permanentes tras la primera oleada de pasión.

Y es que el enamoramiento no dura siempre. Según Cynthia Hazan, profesora de la Universidad estadounidense de Cornell, de Nueva York, “los seres humanos se encuentran biológicamente programados para sentirse apasionados entre 18 y 30 meses”. Para llegar a esta conclusión, entrevistó a 5.000 personas de 37 culturas diferentes y constató que el amor posee un “tiempo de vida” lo suficientemente largo para que “la pareja se conozca, mantenga relaciones sexuales y tenga un hijo”.

La oxitocina ayuda a forjar lazos permanentes en la pareja.

El mapa del amor

Pero no solo de química vive el cerebro… Muchos estudios concluyen que los recuerdos infantiles son decisivos a la hora de enamorarnos de una determinada persona y no de otra. Según el sexólogo John Money entre los 5 y los 8 años los niños desarrollan algo así como un mapa mental de los rasgos esenciales de la persona a quien amarán como resultado de asociaciones con miembros de la familia, con amigos o con experiencias. Por ejemplo, en ese mapa puede reflejarse desde la dulzura de la madre a la seguridad en sí mismo del padre y el sentido del humor del tío pasando por otros hechos que se hayan vivido durante la infancia con determinado tipo de personas.

Poco a poco, las situaciones que se van viviendo van dibujando un patrón particular y el mapa del amor se vuelve cada vez más preciso. De este modo, se producirá una mayor atracción hacia ciertas características: rasgos faciales, color del pelo, carácter, etc.

Años después, cuando la persona tenga antes sí a alguien que le atraiga, en su cuerpo entrarán en funcionamiento multitud de reacciones orgánicas. El primer paso es el coqueteo. Según numerosos estudios, los gestos indicativos de interés erótico por una persona son iguales en Finlandia que en Madagascar. En ese lenguaje, los ojos lo dicen todo: sostener una mirada un poco más de lo normal, esbozar una sonrisa luminosa seguida de una caída de ojos…

Por si te interesa:

Entrevista con Helen Fisher. La neurobióloga explica en esta entrevista por qué el amor está en el cerebro. Fisher cuenta cómo este se ha ido especializando desde hace millones de años hasta conformar tres sistemas independientes e interconectados: el de la atracción sexual, el del amor romántico y el de la creación del vínculo y el compromiso.

La terapia EMDR ayuda a procesar eventos traumáticos

EMDR (II): Preguntas frecuentes sobre la Terapia de Desensibilización y Reprocesamientos por Movimientos Oculares

EMDR (II): Preguntas frecuentes sobre la Terapia de Desensibilización y Reprocesamientos por Movimientos Oculares 1920 1021 BELÉN PICADO

(En el anterior artículo sobre la terapia EMDR me centraba en el marco teórico que la sustenta. En este responderé a las preguntas más habituales que suelo recibir acerca del funcionamiento de este enfoque).

“Un hombre salía todos los domingos a pasear por la orilla de un río. Mientras caminaba, se dio cuenta de que había gente en el agua que se estaba ahogando, así que se tiró al río para salvarlos. Continuó salvando vidas hasta que un día se cansó y lo dejó de hacer. Cuando le preguntaron “¿Adónde vas? ¿Quién salvará a estas personas que se ahogan?” el hombre respondió: “Voy al ver quién los está tirando desde el puente”. Desde que leí este cuento en el libro La Revolución EMDR. Cambie su vida procesando sus recuerdos de uno en uno, de Tal Croitoru, lo utilizo para comenzar a explicar a mis pacientes en qué consiste EMDR.

Como aclara Croitoru, este abordaje terapéutico trabaja directamente con el origen del problema: “Los terapeutas EMDR no dan herramientas, sino que eliminan los ‘disparadores’ que arrojan a las personas desde el puente”.

La terapia EMDR es una terapia que recurre a la estimulación de los dos hemisferios laterales

¿Cómo se trabaja en las sesiones?

La terapia EMDR sigue un procedimiento estandarizado de ocho fases:

  • Fase 1. Historia clínica y recopilación de datos. Se recoge información sobre la historia del paciente y se acuerdan los objetivos terapéuticos. También se recopilan los recuerdos relacionados con el trastorno actual. Asimismo, es fundamental identificar los estímulos desencadenantes actuales que generan la perturbación y las capacidades que debe aprender el paciente para poder llevar a cabo conductas adaptativas en el futuro.
  • Fase 2. Preparación. Se explica en qué consiste el enfoque EMDR y se resuelven dudas. También se comprueba la capacidad de acceso del paciente a los recuerdos traumáticos, grado de tolerancia a las emociones y habilidades para manejar el estrés. Luego se le entrena en habilidades de afrontamiento y técnicas de relajación a las que pueda recurrir en caso de experimentar cualquier perturbación durante la sesión o fuera de ella. Una vez que está preparado, ya puede comenzarse a trabajar con los recuerdos traumáticos seleccionados como dianas previamente (el procesamiento de cada recuerdo abarca de la fase 3 a la 8).
  • Fase 3. Evaluación. Elegido el hecho traumático, el paciente seleccionará una imagen, identificará las creencias y emociones negativas que le generan y calificará el grado de perturbación de 0 a 10. Luego seleccionará una creencia positiva que le gustaría experimentar respecto a ese mismo hecho traumático y calificará la validez de dicha cognición positiva de 1 a 7.
  • Fase 4. Desensibilización. Durante esta etapa se realizan los sets de estimulación bilateral (movimientos oculares, estímulos auditivos o tapping) y el paciente los seguirá teniendo en cuenta la imagen, los pensamientos y las sensaciones asociados con el evento traumático. Después de cada set, dará un feedback sobre lo que vaya experimentando y las series se repetirán hasta que la perturbación sea 0.
  • Fase 5. Instalación. El objetivo de esta fase es verificar la validez de la cognición positiva original y fortalecerla para que sustituya la creencia negativa asociada al trauma. Los sets de estimulación bilateral se repetirán hasta que la validez de la creencia positiva sea 7.
  • Fase 6. Escaneo corporal. Instalada la creencia positiva, se pide al paciente que vuelva al recuerdo original asociado a esa creencia positiva y explore su cuerpo mentalmente. Si hubiese cualquier manifestación física residual del recuerdo, se reprocesará hasta que desaparezca.
  • Fase 7. Cierre. Al final de cada sesión, y aunque no se haya completado el reprocesamiento, es necesario restablecer la estabilidad emocional del paciente con técnicas de relajación.
  • Fase 8. Reevaluación. Al principio de cada nueva sesión se repasarán los resultados de la anterior para evaluar si se han mantenido los efectos del tratamiento. Dependiendo de los resultados obtenidos, el terapeuta decidirá continuar trabajando con el target original o empezar con uno nuevo.

¿Para qué sirve?

Donde más se utiliza EMDR es en el trastorno de estrés postraumático y otras patologías relacionadas con el trauma. Cuando la gente escucha el término “trauma”, piensa en grandes catástrofes, accidentes o hechos muy violentos en los que está en peligro la integridad física, pero no siempre es así. Pequeñas humillaciones repetidas en el tiempo que provocan una profunda sensación de vergüenza o haber carecido en la infancia de los cuidados de las figuras de apego, pueden llegar a ser igualmente invalidantes.

Según Francine Shapiro, “trauma es cualquier hecho que ha tenido un efecto negativo duradero en la persona. Todos conocemos gente que ha perdido el trabajo, a sus seres queridos e incluso posesiones y como resultado, han sufrido intensamente. Cuando se pierde la paz del espíritu o si nunca se ha tenido, puede haber serias consecuencias físicas y psicológicas, sea cual fuere la causa”.

La terapia EMDR también se utiliza con buenos resultados en depresión, ansiedad, duelos, adicciones, fobias, trastornos alimentarios y, en general, con dificultades emocionales causadas por experiencias difíciles en la vida.

La terapia EMDR ayuda al cerebro a procesar los recuerdos traumáticos

¿Es realmente eficaz?

EMDR cuenta con numerosos estudios científicos que confirman su eficacia. Está avalada en el tratamiento del trauma por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Asociación Americana de Psicología (APA) y el Departamento de Salud y Asistencia Social del Reino Unido, entre otros organismos internacionales. También existen investigaciones que apoyan su efectividad en otros campos (psicooncología) y patologías (depresión, adicciones, fobias, trastorno mental grave…).

Si quieres acceder a algunos de estos estudios, puedes hacerlo a través de la Asociación EMDR España.

¿La terapia EMDR es también para niños?

Esta terapia puede aplicarse a todas las edades. En el caso de los más pequeños, lo que se hace es adaptar el protocolo a la edad y al desarrollo evolutivo del niño. Además, EMDR se combina con otros elementos terapéuticos como el juego, el dibujo o terapia familiar con los padres.

¿Cuántas sesiones son necesarias?

Algunos habréis oído que los efectos de la terapia EMDR son más rápidos que los de otros abordajes. En casos de trauma único o aislado (trauma simple), como haber sufrido un accidente de coche, bastarían cuatro o cinco sesiones. Pero si hay múltiples traumas desde la infancia (trauma complejo), puede ser necesario un año o más. ¿Por qué? Porque en el caso de la persona que llega a consulta muy traumatizada no se puede recurrir a la estimulación bilateral inmediatamente. Antes hay que estabilizarla y proporcionarle recursos y herramientas para que le resulte más fácil y menos doloroso afrontar el recuerdo.

El número de sesiones en terapia EMDR depende del tipo de trauma

¿En qué corriente psicológica se sitúa EMDR?

Uno de los motivos por los que utilizo EMDR es porque se trata de un enfoque integrativo que se compatibiliza con otros modelos. En función de las necesidades del paciente y del momento de la terapia, puede combinarse con abordajes terapéuticos, como mindfulness, terapia Gestalt, hipnosis o terapia cognitivo-conductual, entre otros.

Si te interesa:

Un libro

“Supera tu pasado. Tomar el control de la vida con el EMDR”, de Francine Shapiro. La creadora de la terapia EMDR ofrece información teórica y práctica sobre el modelo. Por un lado, explica cómo nuestro cerebro procesa la información emocional y como se bloquea ese procesamiento. Y, por otro, ofrece ejercicios sencillos y prácticos para identificar pensamientos y creencias disfuncionales y conseguir un cambio real.

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