El otro día, charlando con unos colegas sobre nuestros respectivos modos de hacer terapia, surgió el tema de las autorrevelaciones y se generó un interesante debate sobre si el profesional de la psicología debe, o no, revelar aspectos de su propia vida a sus pacientes. Personalmente, estoy a favor de este tipo de intervención. Sin embargo, también considero que no todo vale. Es necesario tener muy claro hasta dónde revelar, cómo y en qué momento hacerlo para no desvirtuar el objetivo terapéutico. En este artículo trataré de aclarar qué es (y qué no) la autorrevelación en terapia, para qué sirve, cuántos tipos hay… Así, la próxima vez que tu psicólogo/a te hable de sí mismo/a entenderás mejor por qué lo hace.
La autorrevelación podría definirse como la información personal que el terapeuta comparte intencionadamente con el paciente en respuesta a temas que están abordándose durante la terapia. Esta información puede estar relacionada con experiencias propias, con herramientas o recursos que utilizó el profesional para afrontar dichas experiencias, con emociones que le generan alguna de las intervenciones del paciente, etc.
Es importante aclarar que no todos los enfoques terapéuticos están a favor, ni todos los profesionales se sienten cómodos recurriendo a esta herramienta. La corriente que más ha criticado la autorrevelación es el psicoanálisis (Freud decía que el terapeuta debe permanecer impenetrable para el cliente), aunque algunos psicoanalistas posteriores han considerado que muy puntualmente puede favorecer el proceso de terapia. La terapia cognitivo conductual, sin embargo, considera la autorrevelación muy útil, por ejemplo, para facilitar el cambio terapéutico, servir como modelo de comportamiento al paciente o reforzar el vínculo. Y en el caso de las terapias humanistas, esta técnica supone un recurso básico en cualquier proceso terapéutico.
Para qué sirve
La autorrevelación no se hace porque sí. Con ella, el terapeuta puede buscar varios objetivos, entre ellos:
- Validar al paciente. Es habitual que el paciente o la paciente exprese en terapia que no se siente comprendido en su día a día. Puede haber interiorizado determinadas creencias («No soy suficiente», «Soy insignificante»). O quizás se sienta culpable por estar decaído («No tengo derecho a estar triste») o por estar enfadado con un ser querido, por ejemplo. Ante esto, el psicólogo puede compartir una experiencia propia o hablar de cierta ocasión en la que experimentó sentimientos similares. Con ello, el mensaje que quiere transmitir es, por una parte, que no hay nada malo en sentirse así. Y, por otra, está buscando normalizar la experiencia del paciente con el objetivo de que se sienta menos solo: lo que está viviendo también les ocurre a otras personas, incluido su terapeuta. De este modo, no solo pretende aliviar su malestar, sino también que se sienta realmente comprendido.
- Desmitificar la figura del terapeuta y humanizarlo. Uno de los mitos más extendidos sobre la figura de psicólogo es que somos personas con recursos infinitos para enfrentarnos a las situaciones más difíciles, que en todo momento sabemos cómo actuar o que siempre tenemos nuestras emociones ‘en su sitio’. Algo que no es cierto. Yo me equivoco muchas veces, en ocasiones me siento perdida, tengo miedos, dudas, inseguridades… Y creo que, para un paciente, descubrir que está delante de alguien tan imperfecto como él puede reconfortarle y ayudarle a reconciliarse con sus propias limitaciones.
- Reforzar la alianza terapéutica. Compartir determinados aspectos de sí mismo ayuda al profesional a fortalecer el vínculo con el paciente, de modo que este le perciba con más calidez, cercanía y empatía. Hay autores que sostienen que cuanto más sabe el paciente sobre el ser humano que hay tras el rol de terapeuta más probable es que aumente su confianza en él. Para algunas personas, el hecho de que su psicólogo tenga un gesto tan (aparentemente) irrelevante como compartir sus gustos musicales o comentar dónde planea ir de vacaciones puede acortar distancias y facilitar el vínculo terapéutico.
- Modelar una manera eficaz de funcionamiento. A través de la autorrevelación, el terapeuta puede modelar conductas, habilidades de afrontamiento, pensamientos y, en general, modos adaptativos de funcionar que el paciente no tiene integrados. Esto es especialmente útil, por ejemplo, para quienes no han tenido ocasión de aprender de sus figuras de apego un adecuado funcionamiento adaptativo en diferentes situaciones y circunstancias.
- Aumentar la motivación. La autorrevelación es una de las vías que hay en terapia para transmitir que el cambio es posible y merece la pena intentarlo.
- Favorecer el feedback respecto a lo que ocurre en terapia. Si soy honesta con el paciente sobre los sentimientos que me generan determinadas interacciones en las sesiones, estoy contribuyendo a que tenga una visión más realista de su forma de relacionarse. Esta retroalimentación le dará importantes pistas acerca de lo que funciona, o no, en sus relaciones interpersonales y de las posibles reacciones, positivas o negativas, que puede encontrar en otras personas.
Tipos de autorrevelación
El contenido de las autorrevelaciones va más allá de contar una anécdota o facilitar datos como edad, aficiones, estado civil, etc. El terapeuta también está recurriendo a la autorrevelación cuando…
- Informa sobre problemas en el pasado similares a los del paciente y sobre cómo consiguió superarlos. Por ejemplo, temas relacionados con las etapas evolutivas de los hijos, dificultades a la hora de cambiar de actividad laboral o de mudarse de ciudad…
- Comparte sus propias emociones y percepciones sobre lo que está sucediendo en el transcurso de las sesiones («Te agradezco mucho que hayas compartido esto conmigo»). Esto incluye también revelar sentimientos negativos (decepción, frustración, enfado) sobre todo si son persistentes y empiezan a interferir en la relación terapéutica («Desde que hemos empezado la sesión pareces disgustado o incómodo», «Me siento molesta porque llevas varias semanas faltando a terapia sin avisar y me preocupa que esto afecte a nuestra relación terapéutica»). Algunos autores denominan «autoinvolucramiento» o «inmediatez» a este tipo de autorrevelación cuyo contenido no se refiere a la experiencia pasada del terapeuta, sino a su experiencia actual en el contexto de la relación terapéutica.
- Admite sus errores durante la interrelación terapéutica, tanto si el paciente los señala como si no lo hace (a veces este no se atreve a compartir su incomodidad o su disgusto). Esto no solo favorece la autenticidad del psicólogo, sino que ayuda a reforzar el vínculo. Además, sirve de modelo para el paciente a la hora de relacionarse fuera de la consulta.
También hay autorrevelaciones inadvertidas o involuntarias que aportan cierta información sobre el terapeuta: su lenguaje corporal, su tono de voz, su forma de vestir o de decorar el consultorio, etc.
Una autorrevelación no es…
- Un desahogo para el terapeuta. Un profesional no puede ni debe dejarse llevar por un impulso y compartir en sesión ciertas situaciones que él mismo no tiene suficientemente trabajadas aún. El beneficio terapéutico de la autorrevelación no es para el psicólogo, sino para el paciente. No se trata de que este, en vez de sentirse comprendido, tenga la sensación de que debe aconsejar o ayudar a su terapeuta.
- Una charla de amigos. Una autorrevelación no debe convertirse en una costumbre o extenderse hasta ocupar la mayor parte de la sesión. El profesional ha de elegir muy bien qué revelar, en qué momento hacerlo y cuánto. Lo mejor es que este tipo de intervenciones sean concisas y ocasionales para no robar tiempo de terapia ni protagonismo al paciente.
- Una oportunidad para que el psicólogo alimente su ego. El foco de atención del profesional siempre debe estar puesto en la persona que ha recurrido a él. De hecho, encontrar el grado adecuado de cercanía emocional con un paciente y saber cuánto puedo revelar acerca de mí misma sin obstaculizar el proceso no es tan sencillo. Es todo un arte en el que influyen desde la sensibilidad o la intuición del terapeuta a la práctica profesional, la supervisión o la formación teórica.
- Una intervención espontánea e improvisada. Como estrategia de intervención que es, la autorrevelación debe ir acompañada de una intencionalidad (mejorar el vínculo, aumentar la sensación de intimidad, servir como modelo, etc). Además, es muy importante tener en cuenta factores como el momento del proceso terapéutico en que se hace, la historia del paciente o el grado de vínculo terapéutico.
- Una solución milagrosa para conectar con el paciente. La conexión y la intimidad no se genera solo por compartir algo personal con el paciente. Conseguir que este se abra y se sienta en un contexto seguro es un proceso y, como tal, lleva su tiempo.
- Un manual de instrucciones. El hecho de que mi psicóloga me cuente en terapia cómo solucionó determinado problema, no significa que yo tenga que hacer exactamente lo mismo. Se trata, simplemente, de que me sirva de ejemplo para que yo encuentre mi propia forma de conseguir mi propósito.
- Para cualquier tipo de paciente. Para algunos será muy sanador, pero también habrá quienes vean inapropiado que su terapeuta les hablé de sí mismo o quienes sientan que se les está restando protagonismo.
¿Por qué estoy a favor de la autorrevelación?
Personalmente, creo que la decisión de recurrir, o no, a las autorrevelaciones no solo tiene que ver con el enfoque terapéutico, sino también con la propia personalidad del profesional y con su modo de ver las relaciones interpersonales. Cuando terminé la carrera tenía una idea bastante rígida del rol del terapeuta. Recuerdo que, al principio de ejercer, nada más entrar en el despacho me ponía mi ‘traje de psicóloga profesional y objetiva’ y evitaba por todos los medios revelar cualquier detalle sobre mi vida o sobre las emociones que me generaba lo que pasaba en la sesión, es decir, cualquier cosa que me hiciera parecer más humana.
Por suerte, poco a poco, fui ganando seguridad y al mismo tiempo fui encontrando mi propio estilo de hacer terapia. En el día a día, no soy una persona distante, así que no veo el motivo para serlo en el ámbito terapéutico. Porque lo que se genera en terapia entre un/a terapeuta y un/a paciente es una relación y ese vínculo no se crea en el vacío sino en el entorno de un intercambio de palabras, actitudes, emociones…
Con el paso de los años he ido comprobando que, en la mayoría de las ocasiones, compartir ciertas experiencias, percepciones o sentimientos en terapia ha favorecido la confianza de los pacientes, ha facilitado que compartiesen sus experiencias y ha contribuido a reforzar el vínculo terapéutico. Justo esta cercanía también ha hecho que personas que no se han sentido cómodas con alguna de mis autorrevelaciones se hayan sentido con la libertad de exponerlo, de modo que hemos podido reconducir el proceso.
Soy consciente de que el abuso de confianza y el mal uso de esta potente herramienta podría llegar a desvirtuar la relación terapéutica. Pero también creo que levantar ciertas barreras de frialdad y mostrar una actitud excesivamente distante puede acabar cohibiendo demasiado a la persona que ha depositado su confianza en mí y entorpecer el proceso de terapia.
Comparto la visión que tiene el psiquiatra estadounidense Irvin D. Yalom sobre la autorrevelación: «Durante muchos años he trabajado con pacientes que han tenido una experiencia previa insatisfactoria en terapia. ¿Cuáles son sus quejas? Casi siempre dicen que su terapeuta anterior era demasiado distante, demasiado impersonal, demasiado desinteresado. Creo que los terapeutas tienen todo para ganar y nada que perder con una adecuada revelación de sí mismos. ¿Cuánto deben revelar los terapeutas? ¿Cuándo revelarlo? ¿Cuándo no? La guía para responder a estas preguntas es siempre la misma: ¿Qué es lo mejor para el paciente?».
En el caso de que tu psicólogo o tu psicóloga recurran a este tipo de intervenciones, es importante que te preguntes: ¿Te sirve que comparta contigo su experiencia? ¿Cómo ha sido para ti? ¿Crees que ha mejorado vuestro vínculo terapéutico? ¿O, por el contrario, sientes que sus autorrevelaciones te están restando protagonismo como receptor de la terapia? Quizás te hayan dado ganas de ayudarle a él…
Si desapruebas determinadas revelaciones, si el hecho de que te cuente ciertas cosas reduce tu confianza en su profesionalidad o sientes el impulso de aconsejarle como si fueses tú el terapeuta, exprésalo sin miedo y cuanto antes. Sin duda, será una oportunidad para aportar mayor honestidad a vuestra relación terapéutica e, incluso, para reforzar el vínculo.
Bibliografía
Cormier, W. y Cormier, L. (1991). Estrategias de entrevista para terapeutas. Habilidades básicas e intervenciones cognitivo-conductuales. Bilbao: Desclée de Brouwer.
Freud, S. (1912). Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. En Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu Editores. Tomo XII
Fay, A. (2002). The case against boundaries in psychotherapy. In A. A. Lazarus y O. Zur (ed), Dual Relationships and Psychotherapy (pp. 146-166) New York: Springer.
Linehan, M. M. (1993). Cognitive Behavioral Treatment of Borderline Personality Disorder. New York: The Guilford Press.
Yalom, Irvin D. (2006). El don de la terapia: Carta abierta a una nueva generación de terapeutas y a sus pacientes. Buenos Aires: Emecé.
Muy buen artículo! A mí nunca me ha incomodado que mi psicólogo hable de sí mismo en terapia, me parece que hablar sobre experiencias propias es enriquecedor.