Después de ver la última producción de Pixar, dirigida por Pete Docter, no he podido resistirme a incluirla en este blog. Y no solo porque se ha llevado numerosos premios, entre ellos el Oscar a la mejor Película de Animación y dos Globos de Oro. Si la película Soul me ha gustado tanto es, sobre todo, porque habla de las segundas oportunidades, de la búsqueda de la felicidad en las pequeñas cosas, del peligro de obsesionarse con lo que nos apasiona y de lo importante que es disfrutar de cada minuto. Por cierto, aprovecho que aún estáis al principio del artículo para avisaros de que a lo largo del texto hay spoilers.
Nada más empezar la película conocemos a Joe Gardner, profesor de música en un instituto de secundaria de Nueva York, pero cuyo verdadero sueño es convertirse en un gran pianista de jazz. Su gran oportunidad llegará de la mano de un antiguo alumno que le ofrece la posibilidad de tocar con la gran saxofonista Dorothea Williams. Sin embargo, pocas horas antes del concierto nuestro protagonista cae por una alcantarilla…
Mientras su cuerpo permanece en coma en un hospital, su alma aterriza en otra dimensión, concretamente en un puente que conduce al Mas Allá. Pero Joe no está dispuesto a renunciar a su sueño y, mientras se resiste a la muerte total, acaba en el Gran Antes, una especie de limbo donde se entrena a las almas antes de adjudicarles un cuerpo en la Tierra. Es aquí donde Joe se convierte en improvisado mentor de 22, una joven y rebelde alma que aún no ha encontrado su «chispa» o, lo que es lo mismo, la motivación para vivir que necesita para poder ser enviada a la Tierra. A partir de ese momento, tanto Gardner como 22 iniciarán una aventura que les ayudará a comprender dónde está la verdadera chispa de la vida.
La chispa no es una meta a alcanzar, es el amor por la vida
Al principio de la película, Gardner da por sentado que la chispa es el propósito que cada uno tiene en la vida. Y en su caso es dedicarse al jazz y tocar el piano, que es lo que se le da bien y lo que le apasiona. Así que intenta que su ‘alumna’ encuentre esa motivación que le falta en tocar un instrumento, en pintar, etc. Sin embargo, nada de esto funciona, igual que no funcionó con los anteriores mentores de 22, entre los que estaban el mismísimo Copérnico, Abraham Lincoln o la madre Teresa de Calcuta.
Y no funciona porque la ‘chispa’ no es una actividad, ni una meta específica, ni un objetivo vital, ni una expresión artística. La ‘chispa’, como le dice Jerry a Joe, no es una meta que alcanzar en la vida, sino el amor por la propia vida en todas sus facetas. Es sentir el viento en la cara, es disfrutar del intenso sabor de un trozo de pizza o sentir el tacto de una hoja que cae de un árbol.
Esto es algo que los protagonistas tienen que aprender a lo largo de la historia y que nosotros deberíamos recordar. Porque, demasiado a menudo, nos dejamos absorber tanto con alcanzar metas y objetivos que olvidamos el verdadero sentido de la vida. Nos dejamos arrastrar por la permanente búsqueda de la felicidad sin darnos cuenta de que la felicidad no está en la meta sino en el propio camino. Y, como también escuchamos en esta historia, «cuando el placer se convierte en obsesión uno se desconecta de la vida».
Lo que importa no es el destino sino el camino
A veces nos marcamos objetivos tan rígidos que acaban limitándonos. Por supuesto que tener metas y esforzarse en alcanzarlas es saludable. Pero cuando nos obsesionamos y nos olvidamos de disfrutar de todo lo bonito que nos ofrece la vida, nuestro bienestar y nuestra salud mental se resienten. Sobre todo, si no llegamos a alcanzar esas metas. Porque, seamos realistas, no siempre podemos cumplir nuestros deseos. Así que, además de trabajar en nuestra tolerancia a la frustración nos vendrá muy bien psicológicamente no limitarnos a una única fuente de motivación. Al fin y al cabo, por muchos esfuerzos que hagamos no todo depende de nosotros.
Y si en un momento de ese camino que es la vida descubrimos que aquello que nos llenaba, ha dejado de motivarnos busquemos en otro lugar. En una escena de la película Soul el protagonista se sorprende al descubrir que su barbero en realidad quería ser veterinario, pero en el camino descubrió que le hacía mucho más feliz ser barbero. «Conozco personas interesantes, los hago felices y guapos. Puede que no haya inventado las transfusiones de sangre, pero, definitivamente, estoy salvando vidas», comenta Dez mientras atiende a Joe.
El camino que nos lleva a sentirnos realizados no siempre es el que habíamos elegido en un inicio y tenemos que ser lo suficientemente flexibles y abiertos como para entender que podemos encontrar la felicidad en muchos lugares, a veces incluso en los más inesperados.
Disfrutar del camino también pasa por aprender a hacer oídos sordos a todos esos mensajes que nos llegan a diario recordándonos que si no alcanzamos nuestros objetivos somos unos fracasados o no somos válidos. Como el poeta Konstantin Kavafis nos recuerda en su maravilloso poema Ítaca, disfrutar del camino y de lo que aprendemos mientras lo recorremos es más importante que el propio destino.
Agua y océano
¿Y qué pasa si hemos estado tan obsesionados con la meta que nos olvidamos de todo lo demás? Pues que, aun logrando nuestro objetivo, es posible que luego no sea para tanto como habíamos imaginado. Y esto es justo lo que le ocurre a Joe. Ante el inesperado sentimiento de vacío y soledad que experimenta después de cumplir su sueño de tocar junto a Dorothea Williams, esta le contará una sencilla fábula que le abrirá los ojos: «Un pez pequeño le pregunta a otro más viejo dónde puede encontrar el océano. El pez viejo le responde: ‘Estás en él ahora mismo’. A lo que el joven replica: »Pero si esto es agua. Lo que yo busco es el océano».
Esta fábula, basada en un microrrelato de Anthony de Mello, tiene un mensaje muy claro: la felicidad no está en los grandes objetivos. De hecho, no nos hace ningún bien vincular nuestra identidad únicamente a lo que somos capaces de lograr.
Dorothea ayuda a Joe a tomar conciencia de que ese pez pequeño es él. Hasta ese momento ha estado tan enfocado en encontrar la felicidad convirtiéndose en un gran músico de jazz, que no ha reparado en que esa felicidad le ha estado rodeando siempre. Será tras esa conversación, al regresar a casa y tocar el piano para él mismo, cuando la música le devuelva momentos tan especiales como cuando su madre lo bañaba siendo un niño, cuando él y su padre escuchaban jazz en el tocadiscos o cuando enseñaba música a sus alumnos…
La felicidad en un trozo de pizza
Si buscamos felicidad en el diccionario encontraremos la siguiente definición: «Estado de grata satisfacción espiritual y física». No parece algo muy difícil de conseguir, ¿no?. Sin embargo, nos complicamos la vida buscando momentos de felicidad suprema y creándonos expectativas tan altas como absurdas.
No hace falta aspirar a ser el director de la empresa, a tener el casoplón de tus sueños o a triunfar como músico, como le ocurre a Joe… ¿Acaso una sonrisa de la persona que quieres no te genera ese estado de «grata satisfacción»? ¿Y recibir la llamada de un amigo de quien hace tiempo no tenías noticias? O, simplemente, que te feliciten en tu trabajo…
Quizás, si no tuviésemos unas expectativas tan altas sería mucho más fácil disfrutar de las pequeñas cosas. En un momento de la película Soul, 22 saborea y disfruta como nadie de un trozo de pizza y se emociona al sentir el tacto de una hoja que acaba de caer de un árbol. 22 es como los niños que empiezan a descubrir el mundo y disfrutan lo que van captando sus sentidos en el presente, sin expectativas. Y esta capacidad es la que tenemos que recuperar: vivir el aquí y el ahora, apreciando los pequeños detalles cotidianos.
Os propongo que hoy, antes de iros a dormir, hagáis una lista de detalles y momentos que han hecho vuestra jornada un poquito más agradable. Las pequeñas cosas son las que realmente alimentan el espíritu; si las disfrutamos y les damos la importancia que merecen en el momento en que suceden, volverán a nosotros cada vez que necesitemos un motivo para sonreír.
Las palabras también hieren
A veces nos dejamos llevar por el enfado y lanzamos nuestra frustración sobre los demás como un dardo envenenado. Eso es lo que le ocurre a Joe cuando, de vuelta al Más Antes, 22 consigue su pase a la Tierra. El profesor, furioso, no solo echa en cara a su compañera no haber encontrado la motivación que necesitaba para completar su entrenamiento. También la acusa de haberse apropiado de la suyas. Estos reproches destrozan a 22, que le entrega su billete a la Tierra para luego acabar en el oscuro lugar donde van a parar las almas perdidas.
En ese momento, Joe solo es el último de los mentores que han hecho sentir a 22 como una inútil, como un alma defectuosa que no merece siquiera existir. Hay palabras que duelen más que cualquier golpe, además de dañar seriamente la autoestima. Esto es especialmente delicado cuando se trata de niños. Si continuamente decimos a nuestros hijos que son unos torpes o unos inútiles, acabarán asumiéndolo como algo real y su desarrollo se verá seriamente perjudicado.
La necesidad de tener buenos maestros
Decía Aristóteles que «educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto». Y Joe Gardner es un maestro que enseña desde el corazón. Curly, el exalumno que le llama para que se presente a la audición con Dorothea, reconoce que si siguió en el instituto fue únicamente por Joe. Y Connie, una de las estudiantes que tiene en clase y que tiene un don para la música, encuentra en él el apoyo que necesita para reforzar su confianza y recuperar su motivación. De hecho, a lo largo de la historia Gardner se dará cuenta de que enseñar le llena mucho más de lo que pensaba en un principio.
También vemos la figura del educador, por ejemplo, desde la perspectiva paciente de los Jerrys en esa especie de jardín de infancia que es el Gran Antes. O desde el papel motivador que adoptan los diferentes mentores asignados a las jóvenes almas.
En una entrevista, el propio director de la película insiste en lo necesaria que es la figura del maestro «para el mundo»: «Creo que los maestros son muy generosos en lo que hacen. Mis padres son profesores y los padres de Dana (Murray, coproductora) también. Los maestros nos guían y nos orientan para afrontar la vida. Es una profesión asombrosa, a la que le tengo mucho respeto».
Conectar con los demás
Alcanzar un objetivo o cumplir un sueño es mucho más satisfactorio si lo compartimos con las personas que nos importan. Uno de los mensajes que nos deja la película Soul es animarnos a aprovechar nuestras pasiones para conectar con los demás, en vez de utilizarlas como excusa para encerrarnos en nuestro mundo y aislarnos.
Esto le ocurre a Gardner al principio de la historia. Está tan obsesionado con triunfar como músico que vive encerrado en sí mismo y aislado del resto del mundo. Por ejemplo, no sabe que su peluquero soñaba con ser veterinario porque nunca se detuvo a escucharle. Además, siente que su madre no le comprende, cuando él tampoco es capaz de expresar sus propias emociones.
A lo largo de la película, Joe (y nosotros con él) va comprendiendo que obsesionarse con conseguir una meta y olvidarse de los demás solo le producirá un inmenso vacío. Compartir nuestra pasión, nuestros conocimientos y nuestras experiencias con quienes nos rodean es tan satisfactorio como necesario y nos ayuda a establecer relaciones sanas y genuinas.
Vivir cada minuto
«No sé cómo voy a vivir mi vida; lo que sí sé es que voy a vivir cada minuto». Con esta frase, dicha por Joe, termina Soul. El tiempo pasa para todos. Por eso, es tan importante vivir el presente, disfrutar cada minuto y valorar cada instante. Solo viviendo el «aquí y ahora» y tomando conciencia del tiempo limitado que nos queda valoraremos realmente cada día de nuestra existencia.
No podemos elegir las circunstancias que nos toca vivir, pero sí la actitud con que las afrontamos. La vida sigue su curso. Y no va a detenerse mientras nosotros nos quedamos en un rincón lamentando nuestra mala suerte o quejándonos de todas las trabas que encontramos en nuestro camino. Solo tenemos una vida, así que… ¡Vamos a vivirla!