Un año. Ha pasado ya un año desde que todo cambió para todas y para todos. Un año en el que nos ha tocado aprender a estar con nosotros mismos, a lidiar con la incertidumbre, a encontrar nuevas formas de contacto social, a gestionar el dolor por la pérdida de seres queridos… Algunos se han topado por primera vez con la ansiedad, el estrés o la depresión y otros han visto agudizarse trastornos que ya sufrían. Ha sido un año difícil y es lógico que, incluso quienes hemos llevado mejor la situación provocada por la COVID-19, estemos agotados. La Organización Mundial de la Salud ha bautizado a este profundo cansancio, apatía y desmotivación como «fatiga pandémica».
La OMS define fatiga pandémica como «la desmotivación para seguir las conductas de protección recomendadas que aparece de forma gradual en el tiempo y que está afectada por diversas emociones, experiencias y percepciones». Algunas de las manifestaciones que la acompañan son:
- Cansancio interno, que engloba la tendencia a dormir más o menos de lo habitual, la dificultad para concentrarse o la pérdida de motivación.
- Anhedonia. Esta incapacidad para sentir placer, satisfacción o interés por actividades con las que solíamos disfrutar se ha ido haciendo más habitual a medida que se ha ido prolongando la sensación de incertidumbre ante la pandemia.
- Síntomas depresivos. Se estima que en los últimos meses el cuarenta por ciento de los españoles han presentado síntomas moderados o graves de depresión, como tristeza, irritabilidad, apatía o desesperanza.
- Reducción de la percepción del riesgo, lo que lleva a una relajación de las medidas preventivas. Después de un año nos hemos acostumbrado a convivir con el virus y muchos han normalizado la situación hasta el punto de bajar la guardia con precauciones como mantener la distancia social o la limpieza de manos, por ejemplo.
Al límite de nuestras fuerzas
El estrés es una respuesta adaptativa que da nuestro organismo ante demandas, internas o externas, que en principio resultan amenazantes. En estos casos se produce una movilización de recursos fisiológicos y psicológicos para poder afrontar esas situaciones de modo que así aumentamos nuestro rendimiento y nuestra capacidad de adaptación.
Sin embargo, cuando esta situación deja de ser puntual y se mantiene en el tiempo, como ha ocurrido con el dichoso coronavirus, nuestra capacidad para afrontar esas demandas va agotándose y nuestra salud, tanto física como mental, deteriorándose. Estamos más irritables, más tristes, cualquier novedad por mínima que sea nos produce ansiedad, nos levantamos ya agotados y desganados… Y si, además, ya teníamos problemas antes de la pandemia y contábamos con pocos recursos para afrontar el estrés, la situación empeorará aún más.
Todos hemos puesto nuestras esperanzas en la vacuna y eso está muy bien, pero también tenemos que ser conscientes de que el panorama no va a cambiar de la noche a la mañana. Cuidarnos física, mental y emocionalmente es más necesario que nunca. En estos momentos, el autocuidado es la mejor ‘vacuna’ para la fatiga pandémica, la desmotivación o el hartazgo. Saber que hay cosas que podemos hacer para estar mejor nos ayudará a aumentar la percepción de control sobre nuestra vida. Estas son algunas de las estrategias de autocuidado a las que podéis recurrir:
1. Lo primero, atender las necesidades básicas
Abraham Maslow desarrolló una teoría sobre la motivación humana para explicar el proceso según el cual los seres humanos vamos satisfaciendo nuestras necesidades. Esta jerarquía de necesidades la representó en una pirámide que se conoce como la pirámide de Maslow. A través de ella, este psicólogo estadounidense explica cómo, a medida que vamos cubriendo nuestras necesidades más básicas van apareciendo otras nuevas y más elevadas.
En la base de la pirámide se sitúan las necesidades fisiológicas (alimentación, descanso, respiración…), así que estas son las primeras a tener cuenta a la hora de empezar a cuidarnos. Si no las tenemos cubiertas, difícilmente podremos satisfacer las que están en los escalones superiores: seguridad, afiliación, reconocimiento y autorrealización.
Por tanto, lo primero es centrarnos en lo básico. Llevar una alimentación equilibrada te cargará de la energía que necesitas. Hacer deporte o realizar alguna actividad física de forma regular mejorará tu bienestar físico, mental y emocional. Del mismo modo, dormir lo suficientemente contribuirá a que te sientas mejor. Y, por supuesto, no te olvides de cuidar la respiración. Practicar la respiración abdominal te ayudará a tranquilizarte y a mantener a raya la ansiedad.
2. Pon orden en tu mente y reconduce tus pensamientos
Lo que piensas influye en tus emociones, así que es muy importante cuidar tus pensamientos. Si estornudas o toses y enseguida piensas que te has contagiado es probable que te asalte el miedo y la angustia. Antes de dejar que la ansiedad se apodere de ti, para unos segundos y pregúntate si tienes pruebas objetivas de que se trata de coronavirus. Desde que apareció el virus en nuestras vidas, se nos ha olvidado que la tos o los estornudos también son síntoma de otras afecciones.
Otro ejemplo. Sales con prisa de casa y cuando ya estás a punto de coger el autobús te das cuenta de que se te ha olvidado el gel hidroalcohólico. En vez de repetirte lo desastre que eres o entrar en pánico, puedes pensar que hay muchos lugares donde lo tienen a disposición del público y numerosos establecimientos donde comprarlo. En psicología llamamos reestructuración cognitiva al modo de identificar y corregir patrones de pensamiento disfuncionales ¿Cómo? Desmontando ideas irracionales y reconduciendo los pensamientos negativos hacia otros más adaptativos.
3. Háblate bonito
El modo en que nos hablamos a nosotros mismos influye mucho en nuestro estado de ánimo. Un autodiálogo interno positivo y compasivo nos permitirá tomar otra perspectiva de lo que nos preocupa, cambiará nuestra manera de ver las cosas y nos ayudará a ser más comprensivos con nosotros mismos. Háblate como lo harías con alguien a quien quieres mucho y dedícate frases que te ayuden a relativizar y a sobrellevar mejor la situación y a recordarte que nada es malo al cien por cien. En vez de decirte «Soy una inútil por no poder sobrellevar esta situación», prueba con «Venga, vamos a ver qué opciones tenemos».
El diálogo interno también puede ayudarnos a resolver problemas, aclarar ideas y organizar tareas. Precisamente el psiquiatra Luis Rojas-Marcos habla sobre los beneficios de esta costumbre en su libro Somos lo que hablamos. El poder terapéutico de hablar y hablarnos. «El soliloquio te ayuda a gestionar tu vida, a controlarte, a enfocar la atención, a concentrarte en los pasos que debes dar, a mantener la fuerza de voluntad… Muchos estudios han demostrado que es una forma de autoguía muy efectiva», explica el psiquiatra en esta entrevista, en la que también asegura que aprender a hablarnos con cariño nos ayudará «a vivir más y mejor».
4. Disfruta de esas pequeñas cosas que no son tan pequeñas
Deja a un lado todos esos grandes planes que todavía no has podido poner en marcha y céntrate en aquello que sí puedes hacer, por pequeño o insignificante que te parezca. Verás como cuando pruebes, no te parecerá tan insignificante. Por ejemplo, aunque en estos momentos no sea factible hacer grandes viajes y salir a recorrer mundo, sí está en tu mano disfrutar de un largo paseo o buscar un lugar cercano donde estar en contacto con la naturaleza. Incluso, puedes dar rienda suelta a tu imaginación y establecer nuevos modos de disfrutar. También puedes convertirte en turista en tu propia ciudad y dejarte sorprender. Explora lugares que no conoces en los alrededores, organiza una tarde de cine o una tertulia en casa…
Entre estas pequeñas cosas también está prestar atención al presente. El exceso de pasado puede conducirnos a la depresión y el exceso de futuro, a la ansiedad. Estar continuamente pensando en lo que nos espera en un hipotético futuro o en aquello que teníamos antes de la pandemia solo va a agotarnos más de lo que estamos. Nadie tiene una bola de cristal, no podemos saber qué va a pasar en unas semanas o en un año. Concéntrate en el aquí y ahora, concéntrate en jugar con las cartas que tienes en este momento.
5. Regula tus emociones
Aceptar que la frustración y la incertidumbre forman parte de la vida es fundamental para poder empezar a regular nuestras emociones. No te culpes por estar triste, desganado, asustado o enfadado ante la situación que estamos viviendo. Acepta y normaliza todas y cada una de tus emociones. Tenemos derecho tanto a quejarnos como a tener miedo. No debemos negar estas emociones sino aprender de ellas porque pueden ser una valiosa fuente de información que nos permitirá saber más sobre nuestro estado de ánimo y, por consiguiente, sobre nuestra salud mental. Al fin y al cabo, hemos pasado unos meses muy duros y es normal que nos sintamos tristes o estresados.
Hay pequeñas cosas que pueden ayudarte con la gestión emocional: practicar técnicas de relajación; expresar cómo te sientes a través de la escritura, el dibujo, la fotografía o cualquier medio creativo; escuchar música y, si el cuerpo te lo pide, bailar; llamar a un amigo…
6. Mantén el contacto social
La distancia física no implica distancia emocional. Que haya que respetar una distancia física o el número de personas con quienes podemos reunirnos no tiene por qué implicar que nos aislemos o renunciemos a relacionarnos con los demás. Mantener activas tus relaciones sociales te ayudará a sobrellevar mucho mejor la fatiga pandémica.
Mantén el contacto con tus amigos y tu familia. Si puedes hacerlo en persona, fenomenal; y si no, comunícate con ellos a través de videollamadas. Conversar vía on line con alguien que te importa también te nutrirá y te hará sentir bien.
7. Ponte a dieta… De información
Mucho ojo con las noticias, las conversaciones monotemáticas en familia o los ‘bombardeos’ en los grupos de whatsapp con todo tipo de pseudoinformaciones sobre la COVID-19. La saturación informativa es uno de los ingredientes que favorecen la fatiga pandémica, así que ponle límites.
Con una vez al día que veamos las noticias es suficiente para estar al tanto de lo que ocurre. Por supuesto, cuidando también las fuentes a las que acudimos para informarnos. Y si hay personas a tu alrededor que hablan continuamente de ello, pídeles que cambien de tema. Seguro que hay mucho de lo que podéis hablar sin que el virus esté en todas las conversaciones.
8. Ponte guapo, ponte guapa
Cuidarnos exteriormente nos ayudará a sentirnos mejor también por dentro. No importa si teletrabajas o si pasas gran parte del día en casa. Deja la pereza a un lado y vístete, arréglate, píntate el ojo para ti.
Regala a tu cuerpo momentos de autocuidado y aprovecha ese tiempo extra que estás pasando en casa para alargar la ducha, darte un baño relajante o ponerte esas cremas y mascarillas que nunca has utilizado por falta de tiempo. Cuidar tu aspecto físico no es sinónimo de ser superficial (otra cosa es obsesionarse).
9. Pon en valor todo lo que has aprendido
No hay día en que no hablemos de todo lo malo que ha traído el coronavirus. Pero rara vez nos paramos a repasar los aprendizajes que nos ha dejado. Un 80 por ciento de los encuestados para el estudio Malestar psicológico derivado de la COVID-19 en la segunda ola, realizado por el Consejo General de la Psicología de España y Sonae Sierra, reconocieron que habían empezado a valorar otras cosas en la vida y que incluso se sentían mejores personas. De hecho, según el 30 por ciento sus relaciones personales han mejorado durante la pandemia. Yo, personalmente, me he dado cuenta de que puedo vivir con mucho menos de lo que pensaba, he aprendido a sonreír con la mirada y también valoro mucho más pequeños detalles a los que antes no daba tanta importancia.
Es un buen momento de hacer balance y escribir acerca de lo que has aprendido sobre ti desde que llegó la pandemia. Ya sea el aprendizaje de nuevas habilidades, haberte adaptado a trabajar en casa o a convertir tu hogar en una improvisada escuela, estar ahí para tus seres queridos o incluso haber hecho amistad con ese vecino con quien apenas cruzabas unas palabras. Verás cómo te sorprendes de lo que has sido capaz.
10. Pide ayuda
No siempre podemos con todo y eso no es un signo de debilidad, sino de conocernos y saber qué necesitamos en cada momento. Puedes hacer una lista con los nombres de las personas que podrían echarte una mano en un momento dado y cada vez que te encuentres sobrepasado elegir de esa lista a la persona idónea para ese problema en concreto.
Por otra parte, tomar la decisión de solicitar la ayuda de un psicólogo o una psicóloga si vemos que nuestro malestar o nuestra apatía no disminuye también es una importante muestra de autocuidado. Un profesional te ayudará a lidiar con la fatiga pandémica y con otros problemas asociados a la COVID-19. (Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantada de ayudarte)
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