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octubre 2019

Cambiar la perspectiva para perder el miedo a la muerte

¿Miedo a la muerte? Cambia la perspectiva y recibe cada día como un regalo

¿Miedo a la muerte? Cambia la perspectiva y recibe cada día como un regalo 1920 1280 BELÉN PICADO

El miedo a la muerte es algo intrínseco al ser humano. En él confluyen el temor ancestral a lo desconocido, a no saber cómo será ese momento, al dolor, a dejar a nuestros seres queridos, a la soledad completa del momento previo y, sobre todo, a dejar de existir. Desde el punto de vista de nuestro instinto de supervivencia, cierto grado de preocupación puede considerarse normal e incluso necesario. Si no fuéramos conscientes de nuestra propia finitud, podríamos llevar a cabo conductas que pondrían en peligro nuestra integridad física. El problema surge cuando esa preocupación se convierte en obsesión y ocupa nuestros pensamientos la mayor parte del día (si quieres saber más acerca de las preocupaciones patológicas, incluida la referente a la muerte, puedes leer mi artículo Comerse la cabeza: Cuando la preocupación se vuelve patológica).

En parte, este temor se ha agudizado por el cambio que se ha producido en el concepto. Hasta mediados del siglo XX, por ejemplo, era habitual que se velara a los difuntos en casa. La muerte no se veía como algo amenazador o extraño, sino como una parte natural del ciclo de la vida. Ahora, sin embargo, no solo la hemos sacado de casa para llevarla a hospitales y tanatorios; también evitamos nombrarla (no sea que la llamemos sin querer). Se nos ha olvidado que vida y muerte están unidas hasta el punto de que una no existe sin la otra. Teniendo en cuenta esto es paradójico que se multipliquen los libros, cursos y charlas relacionados con la inteligencia emocional y con darle un nuevo sentido a la existencia y en ninguna se hable de la necesidad de encontrar un sentido a su final.

La muerte forma parte de la vida

Hemos desarrollado tantas estrategias para alejarnos e intentar evitar lo inevitable  que no estamos preparados para enfrentarnos a ella y la sola idea de pensar en nuestro propio final o en el de un ser querido se nos hace insoportable. Es un tema tabú y hablar de ello, el colmo del mal gusto. «El olvido de la muerte es la deserción de la vida misma», decía Unamuno.

Para perder el miedo a la muerte es importante cambiar la perspectiva. En vez de negarla, tomemos conciencia del tiempo limitado que nos queda porque solo así valoraremos realmente cada día de nuestra vida y lo recibiremos como un regalo. El problema que tiene cerrar los ojos para no ver algo que no nos gusta es que tampoco vemos todo lo bonito que nos rodea.

1. Presta a cada problema la atención que merece

Pregúntate hasta qué punto eso que tanto te preocupa es realmente importante. Asumiendo que tu tiempo (y el de todos) es limitado, te darás cuenta de que muchos de tus problemas no son tan graves y el temor al fracaso o al que dirán dejarán de quitarte el sueño.

2. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy

Y esto sirve para todos los ámbitos de tu vida. El ayer ya se fue y mañana no sabes qué ocurrirá, así que céntrate en el presente que es lo único real. ¿Tienes un deseo? ¿Te gustaría conseguir algo? Bien, pues decide, concreta y trabaja en ello, pero no te duermas en los laureles pensando que “total, aún queda tiempo”. No tienes toda la eternidad

3. Celebra la vida con las personas que te importan

Expresa lo que sientes a tus seres queridos. Como no sabes cuánto tiempo os queda para estar juntos, diles todos los “te quiero”, “te extraño” o “quiero verte” que tengas reservados para una ocasión especial. Busca cada día momentos para celebrar la vida con las personas que te importan. Y si ha habido algún malentendido entre vosotros, hablad sobre ello sea cual sea la decisión que toméis. Cuantos menos asuntos pendientes, mejor.

4. Vive con conciencia y gratitud

Anota al final del día al menos un momento que haya merecido la pena vivir, un instante de esos que, al recordarlos, te dibujan una sonrisa y da gracias por ello.

“No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito”, declaró el neurólogo Oliver Sacks tras saber que padecía un cáncer en fase terminal.

Vive con conciencia y gratitud

5. Colecciona momentos

La satisfacción que te generará comprar un móvil de última generación durará exactamente lo que tarde en salir el siguiente modelo y el día que venga a buscarte la Parca no podrás llevarlo contigo. Sin embargo, las experiencias que vivas no solo te acompañarán hasta el final, sino que su valor irá incrementándose con el paso del tiempo. Colecciona instantes en vez de cosas materiales.

6. ¿Cómo quieres que sea tu vida a partir de hoy?

¿Cómo te gustaría ser recordado cuando ya no estés? Reflexionar sobre ello te ayudará a visualizar cómo quieres que sea tu vida a partir de hoy.

¿Qué harías hoy si fuese el último día de tu vida? Si mañana ya no estuvieras aquí, ¿con quién te gustaría compartir tus últimos momentos? ¿A quién le escribirías una carta de despedida y qué le dirías en ella? ¿Qué asunto pendiente solucionarías?

“Durante los últimos 33 años de mi vida, he mirado al espejo cada mañana y me he preguntado: ‘¿Si hoy fuera el último día de mi vida, me gustaría hacer lo que voy a hacer hoy?’. Si la respuesta es no demasiados días seguidos, sé que algo tengo que cambiar (…). Recordar que pronto habré fallecido, es la herramienta más importante que jamás he encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida” (Steve Jobs, durante el discurso que dio en la Universidad de Stanford en 2005).

7. Cosas que hacer antes de morir

Haz una lista con todo aquello que te gustaría hacer antes de morir y ponte manos a la obra. Es triste, pero a veces es necesario sufrir alguna experiencia que nos ponga al borde de la muerte o experimentar la pérdida de alguien cercano para que seamos conscientes de la fugacidad de la vida. Esto es lo que le pasó a Candy Chang, una artista plástica que tras perder a una persona muy querida para ella convirtió la fachada de una casa abandonada de Nueva Orleans en un mural. En él escribió una larga lista de frases que comenzaban con «Antes de morir quiero…» para que la gente las completara. El experimento urbano ha recorrido numerosos países, entre ellos España.

¿Qué te gustaría hacer antes de morir?

En caso de que, a pesar de poner en práctica lo anterior, el miedo siga generándote una ansiedad persistente, anormal e injustificada (tanatofobia) y te sientas incapaz de seguir normalmente con tu vida cotidiana, pide ayuda profesional. (Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo, estaré encantada de ayudarte).

Si te interesa

Una película:

“Coco”. En la cultura mexicana, a diferencia de lo que ocurre en la nuestra, la vida y la muerte están unidas de forma indisoluble. Y esta es la base sobre la que se asienta esta maravillosa película de dibujos animados, producida por Pixar y dirigida por Lee Unkrich en 2017. Aporta una visión de la muerte llena de color, humor e imaginación.

Un cuento:

“El pato y la muerte”, de Wolf Erlbruch. Un día, el pato se percata de alguien le sigue. “¿Quién eres? ¿Por qué me sigues tan cerca y sin hacer ruido?”, pregunta. Y la muerte le contesta: “Me alegro de que por fin me hayas visto. Soy la muerte”. El pato se asusta: “¿Ya vienes a buscarme?». «He estado cerca de ti desde el día que naciste…, por si acaso…”. En este cuento, el autor presenta a la muerte con sencillez e incluso con amabilidad, pero sin fantasías ni sentimentalismos. Un libro para hablar sobre el tema con los niños y también para ayudar a cambiar la visión de los adultos.

La película Joker y los efectos devastadores de los malos tratos en la infancia

«Joker», una película sobre los devastadores efectos de los malos tratos en la infancia

«Joker», una película sobre los devastadores efectos de los malos tratos en la infancia 3840 2400 BELÉN PICADO

La película Joker, dirigida por Todd Phillips y protagonizada por Joaquin Phoenix, está dando mucho que hablar y no solo a nivel interpretativo. La historia del eterno enemigo de Batman pone sobre la mesa temas importantes. Entre ellos, la necesidad de que los gobiernos destinen fondos a la salud mental y la discriminación que sufren las personas con enfermedades mentales.

También habría mucho que decir sobre el peligro que entraña relacionar trastorno mental y violencia… Sin embargo, en esta ocasión me centraré en lo perjudicial que puede ser crecer en un familia disfuncional. Si a ese modelo de crianza caótica le sumamos la marginación social que sufre Arthur Fleck el resultado es una bomba de relojería.

Es posible que Joker siempre haya formado parte de Arthur, pero para ‘salir al mundo’ hacía falta que se dieran varias circunstancias. Por un lado, la imposibilidad de seguir accediendo a los fármacos que necesita. Por otro, las sucesivas traiciones de personas en quienes confía, especialmente la traición que supone un descubrimiento relacionado con su madre. Y no olvidemos las continuas humillaciones de las que es víctima a causa de sus problemas mentales.

Sin embargo, para comprender como se va gestando ese alter ego que acabará por hacer ‘desaparecer’ a Arthur, vamos a retroceder a su infancia. Porque el modo en que nos enfrentamos al mundo de adultos depende en gran parte de la calidad de nuestras experiencias de niños. Básicamente, la película Joker habla de los malos tratos y sus devastadores efectos. Por cierto, importante para quien no la haya visto: a partir de aquí hay spoilers.

Joker es una película sobre el trauma complejo y los malos tratos

Malos tratos y negligencia: el apego desorganizado

Desde que nacemos, nuestras vivencias se acumulan en la memoria y se integran con nuestra forma de sentir y de pensar. Así, poco a poco, va conformándose nuestra personalidad. En esta capacidad de integrar lo que vivimos, pensamos y sentimos juega un papel importante la relación que establecemos con nuestras figuras de apego.

Si hemos tenido unos cuidadores disponibles y atentos a nuestras necesidades, desarrollaremos un apego seguro y una representación de nosotros mismos como personas válidas. Sin embargo, cuando esas figuras son imprevisibles, frías o abusadoras, el niño se verá como un ser defectuoso. En ese caso, puede desarrollar un apego ansioso, evitativo o desorganizado.

El tipo de comunicación entre una madre y su hijo durante los primeros años es tan importante que crecer en un entorno negligente, puede alterar el funcionamiento cerebral del niño. En la película Joker,  al abandono de los padres biológicos de Arthur Fleck se sumó la negligencia por parte de una madre adoptiva con varios trastornos mentales. Cuando Arthur era solo un niño, Penny permitió que su novio abusara física y sexualmente de él en repetidas ocasiones. Esa situación jugó un importante papel en los posteriores problemas mentales de Fleck, incluida la risa patológica que le caracteriza.

La tortura de sentirse invisible

Además de sentirse incomprendido toda su vida, Arthur nunca se ha sentido visto (el tema de la invisibilidad suele aparecer  cuando se trabaja con adultos que han sido víctimas de negligencia y/o malos tratos). La regulación emocional del niño comienza cuando es un bebé a través de la relación con el cuidador. En una relación de apego sana, los adultos sintonizan con el niño y lo ayudan a modular sus reacciones emocionales. Cuando estas experiencias de sintonía y regulación no existen y el niño no es visto, las consecuencias pueden ser muy dañinas en la edad adulta. William James, un importante psicólogo estadounidense, decía: “No hay peor tortura para un hombre que sentirse invisible”.

La propia enfermedad mental de Penny y los malos tratos de los que también era víctima, la llevaron a no ser capaz de ver las necesidades de su hijo. La prueba de que nunca fue consciente de su sufrimiento está en que, además de llamarle Happy, en una escena asegura no haber oído nunca llorar a su hijo; «es un niño feliz”, afirma.

A lo largo de la película, Arthur expresa en varias ocasiones esa necesidad de que le vean. En su diario, escribe: “No quiero morir y que la gente me pase por encima. Quiero que la gente me vea”. En un momento dado de la segunda sesión con la asistente social dice: “Hasta hace poco parecía que era invisible”. Más tarde, añade: “Me he pasado toda la vida sin saber si realmente existía, pero existo y la gente está empezando a darse cuenta”. Y es que, después de intentar en vano que lo vean como esa persona que “vino al mundo para traer alegrías y sonrisas”, es sacando su parte más violenta como empieza a conseguir que le presten atención.

Muchas víctimas de malos tratos sienten que no han sido vistos

La disociación como estrategia de supervivencia

En la vida a veces hay experiencias tan traumáticas o abrumadoras emocionalmente que se produce una desconexión entre la mente de la persona y la realidad que está viviendo. Este fenómeno psicológico se conoce como disociación y supone una verdadera estrategia de supervivencia si el trauma se produce en los primeros años.

Cuando la persona que debería cuidar y proteger al niño es la misma que le daña, entran en conflicto el instinto de supervivencia y la necesidad de vincularse (“Te tengo miedo y a la vez te necesito”). En ese momento, el cerebro aún no tiene la madurez necesaria y no puede procesar ciertas vivencias demasiado traumáticas. Entonces, las almacena de forma disfuncional en una red neuronal aislada, a diferencia de los recuerdos normales que se envían a redes interconectadas.

Manuel Hernández Pacheco apunta en su libro Apego y psicopatología: La ansiedad y su origen que “en situaciones donde haya una experiencia emocional muy fuerte nuestro cerebro puede crear compartimientos donde almacenar de forma aislada hechos o emociones que nos provoquen mucho dolor si las evocamos”.

Esto explica que haya casos muy graves (abusos sexuales), en los que la persona no puede recordar lo ocurrido. En la película Joker el protagonista no recuerda los abusos que sufrió en su infancia ni por qué estuvo en un psiquiátrico. En estas circunstancias, la disociación se convierte en una respuesta para sobrevivir a la negligencia y el abuso de los cuidadores.

La disociación es uno de los principales síntomas del trauma complejo

Además de la amnesia, la disociación incluye otros aspectos que explica Anabel González en su libro No soy yo. Entre ellos, síntomas corporales diversos; la desconexión del cuerpo, las emociones o el entorno; y, sobre todo, la fragmentación de la personalidad y la identidad.

Lejos de justificar ninguna conducta delictiva, saber cómo se originan estos comportamientos puede ayudar a prevenirlos. Asimismo, sería muy positivo aceptar a las personas con algún trastorno mental como son, sin esperar (como se queja Arthur) que se comporten como si no lo tuviesen. Aprovechemos historias como la película Joker para reflexionar sobre la necesidad de ver a las personas más allá de etiquetas y de diagnósticos.

El poder sanador de los cuentos

El poder sanador de los cuentos: Seis razones por las que no pueden faltar en nuestra vida

El poder sanador de los cuentos: Seis razones por las que no pueden faltar en nuestra vida 3000 1688 BELÉN PICADO

Los cuentos siempre han formado una parte muy importante de mi vida. De niña, me ayudaron a estrechar el vínculo con mi abuela, que era quien me los contaba, y gracias a ellos se despertó en mí el amor por la lectura. A medida que fui haciéndome adulta siguieron acompañándome y ahora, como psicóloga, son una herramienta terapéutica esencial en mi consulta. Porque su función va mucho allá de divertir y entretener.

Todas esas historias no solo dan alas a la imaginación y nos acarician el corazón. También entran a hurtadillas en nuestro subconsciente para ayudarnos a tomar decisiones y a enfrentarnos a los retos más complicados y para transmitirnos sabios mensajes destinados a mejorar nuestra vida. Dice el psiquiatra Bruno Bettelheim en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas: “Para que una historia mantenga de verdad la atención del niño ha de divertirle y excitar su curiosidad. Pero para enriquecer su vida ha de estimular su imaginación, ayudarle a desarrollar su intelecto y a clarificar sus emociones; ha de estar de acuerdo con sus ansiedades y aspiraciones; hacerle reconocer plenamente sus dificultades, al mismo tiempo que le sugiere soluciones a los problemas que le inquietan”.

1. Mejoran la comunicación entre padres e hijos

Aunque el momento más habitual para leer una historia a nuestros hijos es la hora de ir a dormir, cualquier instante del día es perfecto. Aprovecha la historia elegida para sacar algún tema e interesarte por sus cosas: qué les preocupa, qué les interesa… También puedes utilizar el cuento para jugar, cambiando alguna escena, animándoles a hablar sobre los dibujos o inventando finales alternativos. Incluso te vendrán bien para sacar temas ‘espinosos’ como el sexo. Existen libros destinados a diferentes edades que te ayudarán a responder a las preguntas más incómodas y, de paso, les proporcionarás una buena educación sexual.

Eso sí, para reforzar la confianza y estrechar el vínculo entre vosotros, es necesario que te sientes con ellos y te impliques en la lectura. No basta con comprarles libros y animarles a que los lean mientras tú estás mirando el móvil.

Los cuentos mejoran la comunicación entre padres e hijos

2. Aportan nuevos modos de resolver problemas

En su día a día, el niño va encontrándose con nuevos problemas y retos en diferentes ámbitos y los cuentos les muestran distintos caminos para vencer esas dificultades de una forma lúdica y creativa. Al ver cómo se enfrenta otro a la misma situación que le preocupa a él, al niño le será mucho más fácil encontrar su propia solución. Hay historias para dejar el pañal, para encarar los cambios sin miedos, para resolver posibles conflictos en el aula o para establecer pautas de sueños, entre muchas otras.

3. Estimulan el desarrollo cognitivo

El hecho de prestar atención mientras se lee, ayuda al niño a crear sus propias imágenes mentales, estimulando así no solo la escucha y la concentración sino también la creatividad e imaginación. Además, se desarrolla la memoria, aumenta el vocabulario y mejora la capacidad de expresarse. Estos beneficios pueden observarse nada menos que desde los seis meses, como se explica en este artículo de El País. Y, volviendo a la repetición de las historias, según un estudio de la Universidad británica de Sussex leer una y otra vez los mismos cuentos a los niños acelera su aprendizaje.

Los cuentos estimulan el desarrollo cognitivo del niño

4. Ayudan a gestionar las emociones

A veces el niño no es capaz de expresar verbalmente lo que siente (posiblemente ni siquiera puede identificarlo) y lo manifiesta a través de rabietas, pesadillas, dolores… En estos casos, a través del cuento adecuado puede comprender qué le está pasando y aprender a manejarlo. Por ejemplo, ¡Vaya rabieta!, de la autora Mireille D’Allancé, ayuda al niño a modular su enfado y le enseña a tranquilizarse antes de exteriorizar la ira de forma descontrolada.

Por otro lado, los cuentos permiten al niño entrar en contacto con emociones que él siente como “malas” y teme expresar por temor a ser rechazado o castigado. No está bien enfadarse con mamá o papá, pero sí puedo odiar a la bruja, el ogro o la madrastra malvada. Asimismo, son una herramienta muy útil a la hora de asimilar acontecimientos vitales complicados, como el nacimiento de un hermanito, la muerte de un ser querido o la separación de los padres.

5. Facilitan la resolución de conflictos internos

Cuando el niño se identifica con el protagonista de la historia, vive sus aventuras, sortea con él los obstáculos del camino y, sin darse cuenta, encuentra la salida a sus propios conflictos inconscientes. Por eso muchas veces los niños quieren escuchar una y otra vez el mismo cuento. La repetición les ayuda a dar sentido y a elaborar el mensaje que están recibiendo hasta extraer sus propias conclusiones. Además, cada vez que se elimina al personaje que ejerce de malvado en la historia, se restaura la confianza del niño en su propia habilidad para vencer sus dudas y superar sentimientos indeseados como la envidia, la vanidad, etc.

En el libro La bruja debe morir, Sheldon Cashdan pone el ejemplo de Blancanieves para explicar cómo el niño proyecta en los distintos personajes partes de sí mismo que están en conflicto: “La reina diabólica en Blancanieves encarna el narcisismo y la joven princesa, con quien se identifican los lectores, personifica aquellas partes del yo que luchan por superar la inclinación al narcisismo. Derrotar a la reina representa el triunfo de las fuerzas positivas internas sobre los impulsos hacia la vanidad. De este modo, los niños pueden resolver las tensiones que afectan al modo en que se perciben a sí mismos”. Precisamente, este es uno de los motivos por los que en esos cuentos siempre hay brujas y ogros acechando. “Una vez que la bruja ha sido eliminada y que las partes del yo que ella encarna han sido derrotadas, el niño deja de estar atormentado por autoinculpaciones y dudas”.

6. Hay cuentos para todas las edades y situaciones

Los cuentos son aptos para todas las edades

Todas las ventajas que he enumerado son extensibles también a los adultos. Independientemente de la edad, siempre hay una historia para cada persona y cada momento que ayuda a reinterpretar la realidad y encontrar una nueva perspectiva. El lenguaje metafórico de los cuentos va directo a nuestro niño interior y a nuestra intuición. Nos pone en contacto con emociones, sueños y temores que de otro modo mantendríamos ocultos e ignorados. Al fin y al cabo, ¿quién no espera un final de cuento de hadas, ya sea en el terreno sentimental, laboral o en cualquier otro ámbito?

Todos podemos ayudar a prevenir el suicidio

Prevenir el suicidio es posible y todos podemos ayudar

Prevenir el suicidio es posible y todos podemos ayudar 4000 6000 BELÉN PICADO

Prevenir la muerte por suicidio se ha convertido en objetivo primordial para la Organización Mundial de la Salud. Según este organismo internacional, cada año unos 16 millones de personas intentan suicidarse en todo el mundo y más de 700.000 lo consiguen. Por lo que respecta a España y según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondientes a 2023, el suicidio fue la segunda causa de muerte no natural, con 3.952 fallecimientos. Además, se calcula que por cada una de estas personas hay otras 20 que lo intentan.

Pero, más allá de cifras y datos estadísticos, no deberíamos conformarnos con el papel de meros observadores; todos podemos aportar nuestro granito de arena para dar visibilidad a un tema que ha sido invisibilizado durante mucho tiempo. Aunque sea solo hablando de ello, ya estaremos contribuyendo a que deje de ser tabú.

Por lo general, las personas que piensan en «quitarse de en medio» no lo hacen porque quieran morir, sino porque no ven otra salida a sus problemas. O porque ya no soportan el peso del dolor (físico y/o emocional), la desesperanza y la soledad. Sin embargo, en muchos casos es posible prevenir el suicidio y vencer la ideación suicida si se encuentra el modo de disminuir ese sufrimiento y/o se aumentan los recursos para hacerle frente.

A veces, la soledad y la desesperanza pesan demasiado.

 

Estar atentos a las señales de alerta es esencial para prevenir el suicidio

Hay diversas señales que pueden indicarnos que una persona está pensando en quitarse la vida:

  • Verbaliza directamente la idea de suicidarse con comentarios como «la vida no merece la pena», «para vivir así, es mejor estar muerto», «Solo quiero morirme». Igualmente conviene prestar atención a comentarios más sutiles como «pronto dejaré de ser una carga».
  • Amenaza o anuncia que va a quitarse la vida. No hay que pasar esto por alto, pues podría ser una petición indirecta de ayuda. Muchas investigaciones sugieren que de cada diez personas que se suicidan, nueva verbalizaron claramente sus propósitos y la otra dejó entrever su intención.
  • Habla o piensa siempre en la muerte.
  • Hace comentarios acerca de sentirse desesperanzado, desamparado o despreciable y no encuentra una salida a la situación que le angustia.
  • Ha caído en una depresión que empeora con el paso de las semanas. Dos tercios de las personas que se suicidan sufrían depresión en el momento de tomar tan drástica determinación.
  • Muestra un cambio de estado de ánimo repentino e inesperado, como pasar de estar muy triste a estar muy calmado o parecer estar feliz.
  • Tienta al destino tomando riesgos que podrían llevar a la muerte.
  • Pierde el interés por personas, aficiones o cosas que solían importarle. Por ejemplo, puede dejar de ir a clase, de salir los fines de semana o de llamar a personas cercanas.
  • Regala objetos personales o de gran valor emocional.
  • Visita o llama a personas para despedirse.
  • Pone fin a ciertos asuntos, ata cabos sueltos, cambia el testamento, etc.
  • Se preocupa por buscar información sobre los medios para suicidarse y cómo hacerlo (por ejemplo, en internet).

¿Cómo puedo ayudar a una persona que está planteándose quitarse la vida?

El hecho de que identifiquemos alguna las actitudes que he enumerado antes no supone siempre una señal de alarma, pero igualmente conviene prestar un poco más de atención. Y en caso de sospechar que alguien está planteándose seriamente esa posibilidad hay varias cosas que podemos hacer para prevenir el suicidio:

  • Invitarle a hablar del tema. No tengas miedo a preguntar, pues, al contrario de lo que muchos creen, hablar del suicidio no induce a cometerlo. Es más, puede reducir la ansiedad y ayudar a la persona a sentirse más comprendida.
  • Escucharle sin juzgar. Olvídate de sermones, acepta sus sentimientos y evita frases como «Te entiendo», «Anímate» o «Hay gente que lo está pasando peor».
  • No dejarle solo demasiado tiempo y dificultar en lo posible el acceso a los medios para quitarse la vida.
  • Valorar el riesgo. Si crees que la probabilidad de suicidio es alta, busca ayuda profesional enseguida.

Si conoces a alguien que esté pensando en el suicidio tiéndele la mano sin juzgar

¿Has pensado o estás pensando en el suicidio como salida a tus problemas?

Si has considerado terminar con tu vida, seguro que sientes un dolor tan profundo que no te ves capaz de soportarlo durante más tiempo y crees que la muerte es la única salida. Cuando estamos experimentando mucho sufrimiento lo normal es buscar una solución que acabe con ese malestar y, sobre todo, que nos permita disfrutar de la mejoría. Sin embargo, si ya no estás aquí cuando acaba el malestar, tampoco podrás notar el alivio.

Es cierto que no hay remedios milagrosos ni mágicos. Pero, aunque ahora no las veas, sí hay otras opciones. Por ello, antes de tomar una decisión que no tiene marcha atrás te propongo algunas alternativas:

  • Habla con alguien de confianza y cuéntale lo que te ocurre. Sentirte escuchado aliviará tu dolor, al menos en parte.
  • Intenta permanecer acompañado hasta que la idea de suicidarte se aleje.
  • No te precipites y retrasa en lo posible cualquier decisión respecto al suicidio porque tu situación puede cambiar en cualquier momento. Aunque ahora no te lo parezca, el vacío y la desesperanza son estados temporales, a diferencia de la muerte que es permanente.
  • Deshazte de aquellos objetos que puedan resultar peligrosos para ti. Por ejemplo, si estás tomando medicamentos, quédate con los necesarios para unos días y que una persona de confianza guarde el resto.
  • Si no es la primera vez que te ocurre, elabora un “plan de seguridad” en el que especificarás, entre otros datos: los nombres y teléfonos de varias personas de confianza a quien acudir y las señales de alerta que te indican que podría aparecer la ideación suicida. En esta guía, publicada por la Comunidad de Madrid, encontrarás una explicación detallada sobre cómo hacerlo.
  • Ponte en contacto lo antes posible con un profesional. Te ayudará a encontrar la salida a esa situación que te ha llevado a la desesperación y para la que ahora no encuentras salida.
  • Evita el consumo de alcohol, drogas o sustancias que puedan afectar al control de los impulsos.

Y, sobre todo, recuerda que la mayoría de las personas que han contemplado alguna vez el suicidio luego se alegran de estar vivas. Porque, en realidad no querían poner fin a su vida, solo deseaban escapar del dolor.

Siempre hay alternativas.

Si te interesa

El teléfono de la Esperanza (717 00 37 17) funciona las 24 horas del día, siete días a la semana.

Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo). Tienen también un teléfono (900 20 20 10) que está disponible todos los días del año.

Línea 024. Línea de Atención a la Conducta Suicida. Se trata de un servicio puesto en marcha por el Ministerio de Sanidad. Es gratuito, confidencial y disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.

 

 

 

La comunicación no violenta nos ayuda a relacionarnos desde la empatía

Comunicación no violenta: Cómo expresarse y escuchar desde la empatía

Comunicación no violenta: Cómo expresarse y escuchar desde la empatía 1920 1277 BELÉN PICADO

La comunicación está en la base de nuestras relaciones interpersonales, pero desgraciadamente no siempre la utilizamos como deberíamos. Muchas veces iniciamos una conversación y, en vez de relacionarnos desde la empatía y la asertividad, acabamos juzgando, etiquetando, anticipando hechos o determinando que algo es correcto o incorrecto basándonos en una limitada y sesgada visión de la realidad.

Uno de los objetivos de la comunicación es manifestar mis necesidades sin frustrar las del otro. Para conseguirlo es necesario expresarme sin juzgar lo que está bien o mal o si algo es correcto o incorrecto. Se trata de compartir mis sentimientos y deseos, no de criticar o caer en juicios morales. Y justo este es el punto de partida desde el que Marshall Rosenberg desarrolló un método al que denominó Comunicación no violenta (CNV). Según este psicólogo estadounidense, “la CNV nos orienta para reestructurar nuestra forma de expresarnos y de escuchar a los demás. En lugar de obedecer a reacciones habituales y automáticas, nuestras palabras se convierten en respuestas conscientes con una base firme en un registro de lo que percibimos, sentimos y deseamos. Nos ayuda a expresarnos con sinceridad y claridad, al mismo tiempo que prestamos una atención respetuosa y empática a los demás”.

La comunicación no violenta puede aplicarse en numerosos ámbitos: pareja, familia, trabajo, escuela, organizaciones e instituciones, terapia y asesoramiento psicológico, gestión y mediación de conflictos…  Para que la pongáis en práctica cuanto antes, a continuación os detallo los cuatro pasos de que consta el modelo de Rosenberg.

La comunicación no violenta busca satisfacer nuestras necesidades sin frustrar las del otro

1. Observación sin juicio: Diferenciar lo que veo de lo que pienso

En primer lugar, observamos lo que ocurre realmente en una situación dada (tanto fuera como dentro de nosotros) y exponemos los hechos. La clave está en saber expresarlo claramente, asegurándonos de que no incorporamos ningún juicio ni evaluación, es decir, enumeraremos simplemente qué cosas nos gustan y cuáles no.

Si mezclamos la evaluación con la observación, no solo reduciremos la probabilidad de que la otra persona entienda lo que pretendemos transmitirle. También lo recibirá como una crítica y, en consecuencia, se defenderá. Y otra cosa importante: cuidado con palabras como “siempre”, “nunca” o “a menudo” porque también pueden contribuir a confundir observación con evaluación. Por ejemplo, no es lo mismo decir “Nunca haces lo que quiero” (evaluación) que “Las tres últimas veces que te propuse ir al cine me dijiste que no querías” (observación).

2. Sentimientos: Identificar y expresar cómo me siento respecto a lo que observo

Una vez que observamos qué está ocurriendo es el momento de identificar cómo nos sentimos respecto a ello (dolidos, asustados, alegres, sorprendidos, irritados…). Y esto no es tan fácil porque, generalmente, se nos educa más para orientarnos hacia quienes nos rodean que para estar en contacto con nosotros mismos. De hecho, nuestro repertorio de adjetivos destinados a calificar a las personas suele ser bastante más amplio que el vocabulario del que disponemos para describir nuestros estados de ánimo. Si no te lo crees, haz la prueba: escribe una lista con veinte adjetivos que suelas aplicar a otras personas y otra con veinte estados de ánimo (y no vale buscar en Google). ¿Cuál te ha costado más?

Es posible que algunos penséis que si compartís cómo os sentís, el otro podría aprovecharse y utilizarlo contra vosotros. Sin embargo, mostrar la vulnerabilidad, lejos de entorpecer la comunicación puede beneficiarla. ¿Cómo? Os contaré una experiencia personal: la primera vez que tuve que dar una charla estaba muerta de miedo. Durante la primera parte de la conferencia, apenas acertaba a enlazar unas ideas con otras y algunos asistentes, que notaban que algo extraño ocurría, comenzaron a hablar entre ellos, lo que me ponía más nerviosa aún. Finalmente, hice algo que debería haber hecho desde principio: confesé que estaba hecha un flan. Automáticamente, todo cambió. Por un lado, la gente empatizó con mi emoción y se mostró mucho más receptiva; por otro, yo me relajé y pude disfrutar del resto de la charla.

Mostrar nuestra vulnerabilidad puede facilitar la comunicación

También debemos aprender a diferenciar entre palabras que describen lo que creemos que hacen las personas que nos rodean y las que describen sentimientos reales. Por ejemplo, imaginemos que la persona del anterior punto, la que dijo “Nunca haces lo que quiero”, llega a este paso y dice: “Me siento incomprendida”. En esta situación, con la palabra “incomprendida” está valorando el nivel de comprensión de su interlocutor, pero no está expresando un sentimiento propio. Sería más adecuado: “Me siento molesta” (o cualquier otra emoción). Otras palabras que expresan cómo interpretamos el modo de actuar de los demás son: abandonado, amenazado, atacado, ignorado, etc.

3. Necesidades: Qué necesidades hay detrás de esos sentimientos

El tercer paso es reconocer las necesidades insatisfechas que hay detrás de los sentimientos que hemos identificado. Esto tiene mucho que ver con hacernos cargo de nuestras propias emociones, ya que en realidad somos nosotros y no el otro los que las generamos. Según la CNV, las emociones son la expresión de unas necesidades, satisfechas o no satisfechas, de modo que si están satisfechas sentiremos alegría, serenidad, etc. y si no lo están notaremos enfado, asco, tristeza…

Así que tocaría hacer introspección y preguntarnos por qué una situación dada me está enfadando y cuál es la necesidad no cubierta que hay detrás. Es difícil, pero lo positivo es que todos tenemos más o menos las mismas necesidades (de pertenencia a un grupo, de afecto, de sentirnos valorados…), así que será muy probable que la otra persona nos entienda. Siguiendo con la misma situación de los dos pasos anteriores, podríamos decir algo similar a: “Las tres últimas veces que te propuse ir al cine me dijiste que no querías y me molesta porque necesitaría pasar más tiempo contigo”.

Las emociones son la expresión de necesidades satisfechas o no satisfechas

4. Petición: Realizar la petición dirigida a satisfacer la necesidad

La cuarta parte consiste en formular la petición concreta que va a satisfacer la necesidad o las necesidades identificadas en el paso anterior. Para ello, conviene tener presentes algunos consejos:

  • Ser claros y no dejar que el otro adivine nuestro pensamiento.
  • Formular las peticiones en positivo (pido lo que quiero y no lo que no quiero), de forma concisa y concreta y evitando ambigüedades que puedan confundir a nuestro interlocutor.
  • Comprobar que ha entendido el mensaje que queremos transmitirle.
  • Asegurarnos de que estamos formulando una petición y no una exigencia. Hay creencias que transforman automáticamente una petición en una exigencia (“Tienes que dejar tu cuarto ordenado”, “Merezco que me trates mejor”, “Tengo derecho a un aumento de sueldo”, etc.)
  • La petición es negociable, es decir, acepto que el otro pueda negarse. El hecho de que sigamos los cuatro pasos no nos garantiza que respondan a nuestras peticiones, pero la comunicación no violenta sí nos ayudará a empatizar con la otra persona y a aceptar una posible negativa, sin tomarnos ese “no” como algo personal.

Completados los cuatro pasos, no debemos olvidar que la comunicación no violenta es un proceso de doble dirección. Esto implica que, para que sea completo, no solo he de expresar de forma honesta y cuidadosa mis sentimientos y necesidades. También debemos recibir de forma empática los sentimientos y necesidades del otro que, a su vez, habrá seguido el mismo proceso.

Si te interesa:

Lecturas:

“Comunicación no violenta. Un lenguaje de vida”. En este libro, Marshall Rosenberg expone con detalle el método del que os he hablado en este artículo. Imprescindible para aprender a comunicarse desde la asertividad y la empatía.

«El poder del lenguaje: Tomar conciencia y responsabilizarnos de nuestras palabras». Si te interesa el tema del lenguaje y la comunicación, te invito a leer este artículo de mi blog sobre el modo en el que el lenguaje puede cambiar nuestra percepción del mundo en función de las palabras que utilicemos.

 

 

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