El miedo a la muerte es algo intrínseco al ser humano. En él confluyen el temor ancestral a lo desconocido, a no saber cómo será ese momento, al dolor, a dejar a nuestros seres queridos, a la soledad completa del momento previo y, sobre todo, a dejar de existir. Desde el punto de vista de nuestro instinto de supervivencia, cierto grado de preocupación puede considerarse normal e incluso necesario. Si no fuéramos conscientes de nuestra propia finitud, podríamos llevar a cabo conductas que pondrían en peligro nuestra integridad física. El problema surge cuando esa preocupación se convierte en obsesión y ocupa nuestros pensamientos la mayor parte del día (si quieres saber más acerca de las preocupaciones patológicas, incluida la referente a la muerte, puedes leer mi artículo Comerse la cabeza: Cuando la preocupación se vuelve patológica).
En parte, este temor se ha agudizado por el cambio que se ha producido en el concepto. Hasta mediados del siglo XX, por ejemplo, era habitual que se velara a los difuntos en casa. La muerte no se veía como algo amenazador o extraño, sino como una parte natural del ciclo de la vida. Ahora, sin embargo, no solo la hemos sacado de casa para llevarla a hospitales y tanatorios; también evitamos nombrarla (no sea que la llamemos sin querer). Se nos ha olvidado que vida y muerte están unidas hasta el punto de que una no existe sin la otra. Teniendo en cuenta esto es paradójico que se multipliquen los libros, cursos y charlas relacionados con la inteligencia emocional y con darle un nuevo sentido a la existencia y en ninguna se hable de la necesidad de encontrar un sentido a su final.
Hemos desarrollado tantas estrategias para alejarnos e intentar evitar lo inevitable que no estamos preparados para enfrentarnos a ella y la sola idea de pensar en nuestro propio final o en el de un ser querido se nos hace insoportable. Es un tema tabú y hablar de ello, el colmo del mal gusto. «El olvido de la muerte es la deserción de la vida misma», decía Unamuno.
Para perder el miedo a la muerte es importante cambiar la perspectiva. En vez de negarla, tomemos conciencia del tiempo limitado que nos queda porque solo así valoraremos realmente cada día de nuestra vida y lo recibiremos como un regalo. El problema que tiene cerrar los ojos para no ver algo que no nos gusta es que tampoco vemos todo lo bonito que nos rodea.
1. Presta a cada problema la atención que merece
Pregúntate hasta qué punto eso que tanto te preocupa es realmente importante. Asumiendo que tu tiempo (y el de todos) es limitado, te darás cuenta de que muchos de tus problemas no son tan graves y el temor al fracaso o al que dirán dejarán de quitarte el sueño.
2. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy
Y esto sirve para todos los ámbitos de tu vida. El ayer ya se fue y mañana no sabes qué ocurrirá, así que céntrate en el presente que es lo único real. ¿Tienes un deseo? ¿Te gustaría conseguir algo? Bien, pues decide, concreta y trabaja en ello, pero no te duermas en los laureles pensando que “total, aún queda tiempo”. No tienes toda la eternidad
3. Celebra la vida con las personas que te importan
Expresa lo que sientes a tus seres queridos. Como no sabes cuánto tiempo os queda para estar juntos, diles todos los “te quiero”, “te extraño” o “quiero verte” que tengas reservados para una ocasión especial. Busca cada día momentos para celebrar la vida con las personas que te importan. Y si ha habido algún malentendido entre vosotros, hablad sobre ello sea cual sea la decisión que toméis. Cuantos menos asuntos pendientes, mejor.
4. Vive con conciencia y gratitud
Anota al final del día al menos un momento que haya merecido la pena vivir, un instante de esos que, al recordarlos, te dibujan una sonrisa y da gracias por ello.
“No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito”, declaró el neurólogo Oliver Sacks tras saber que padecía un cáncer en fase terminal.
5. Colecciona momentos
La satisfacción que te generará comprar un móvil de última generación durará exactamente lo que tarde en salir el siguiente modelo y el día que venga a buscarte la Parca no podrás llevarlo contigo. Sin embargo, las experiencias que vivas no solo te acompañarán hasta el final, sino que su valor irá incrementándose con el paso del tiempo. Colecciona instantes en vez de cosas materiales.
6. ¿Cómo quieres que sea tu vida a partir de hoy?
¿Cómo te gustaría ser recordado cuando ya no estés? Reflexionar sobre ello te ayudará a visualizar cómo quieres que sea tu vida a partir de hoy.
¿Qué harías hoy si fuese el último día de tu vida? Si mañana ya no estuvieras aquí, ¿con quién te gustaría compartir tus últimos momentos? ¿A quién le escribirías una carta de despedida y qué le dirías en ella? ¿Qué asunto pendiente solucionarías?
“Durante los últimos 33 años de mi vida, he mirado al espejo cada mañana y me he preguntado: ‘¿Si hoy fuera el último día de mi vida, me gustaría hacer lo que voy a hacer hoy?’. Si la respuesta es no demasiados días seguidos, sé que algo tengo que cambiar (…). Recordar que pronto habré fallecido, es la herramienta más importante que jamás he encontrado para tomar las grandes decisiones de mi vida” (Steve Jobs, durante el discurso que dio en la Universidad de Stanford en 2005).
7. Cosas que hacer antes de morir
Haz una lista con todo aquello que te gustaría hacer antes de morir y ponte manos a la obra. Es triste, pero a veces es necesario sufrir alguna experiencia que nos ponga al borde de la muerte o experimentar la pérdida de alguien cercano para que seamos conscientes de la fugacidad de la vida. Esto es lo que le pasó a Candy Chang, una artista plástica que tras perder a una persona muy querida para ella convirtió la fachada de una casa abandonada de Nueva Orleans en un mural. En él escribió una larga lista de frases que comenzaban con «Antes de morir quiero…» para que la gente las completara. El experimento urbano ha recorrido numerosos países, entre ellos España.
En caso de que, a pesar de poner en práctica lo anterior, el miedo siga generándote una ansiedad persistente, anormal e injustificada (tanatofobia) y te sientas incapaz de seguir normalmente con tu vida cotidiana, pide ayuda profesional. (Si lo deseas, puedes ponerte en contacto conmigo, estaré encantada de ayudarte).
Si te interesa
Una película:
“Coco”. En la cultura mexicana, a diferencia de lo que ocurre en la nuestra, la vida y la muerte están unidas de forma indisoluble. Y esta es la base sobre la que se asienta esta maravillosa película de dibujos animados, producida por Pixar y dirigida por Lee Unkrich en 2017. Aporta una visión de la muerte llena de color, humor e imaginación.
Un cuento:
“El pato y la muerte”, de Wolf Erlbruch. Un día, el pato se percata de alguien le sigue. “¿Quién eres? ¿Por qué me sigues tan cerca y sin hacer ruido?”, pregunta. Y la muerte le contesta: “Me alegro de que por fin me hayas visto. Soy la muerte”. El pato se asusta: “¿Ya vienes a buscarme?». «He estado cerca de ti desde el día que naciste…, por si acaso…”. En este cuento, el autor presenta a la muerte con sencillez e incluso con amabilidad, pero sin fantasías ni sentimentalismos. Un libro para hablar sobre el tema con los niños y también para ayudar a cambiar la visión de los adultos.