El alcoholismo no solo afecta a la persona que bebe. Se calcula que por cada enfermo alcohólico hay al menos cinco personas en su entorno que sufren, directa o indirectamente, las consecuencias de la enfermedad. Uno de estos problemas es la codependencia y afecta a las personas próximas al adicto, especialmente a los familiares más cercanos. No obstante, también pueden sufrirla los amigos o, incluso, algunos compañeros del trabajo.
Alcoholismo y codependencia son dos caras de una misma moneda: generalmente cuando un integrante de una familia presenta una conducta adictiva hay otro que desarrolla codependencia. La persona codependiente, llamada también co-alcohólica o coadicta, cuida, controla, corrige y trata de salvar al alcohólico. Se involucra de forma obsesiva en sus conflictos, sufriendo y frustrándose ante sus recaídas y adoptando conductas igualmente perjudiciales. Vive convencida de que, sin su ayuda, el alcohólico sufrirá y no saldrá de la adicción. Pero, en realidad, ella misma es la que está cayendo al abismo junto al enfermo.
La persona codependiente suele proceder de un hogar disfuncional donde no se atendieron sus necesidades afectivas. En esta situación, sintió que si se preocupaba y era solícita con las necesidades de las figuras de apego su amor sería correspondido. Así que, indirectamente, busca parejas que repitan este patrón. Por un lado, trata de satisfacer su hambre de amor proporcionando afecto a personas que siente que lo necesitan (el alcohólico). Por otro, al igual que lo fueron las figuras de referencia, la pareja elegida tiende a ser emocionalmente inaccesible, situación que espera cambiar con su entrega.
¿Qué características tiene una persona codependiente?
En las parejas, debido en parte a condicionamientos sociales y culturales, este rol suele asumirlo la mujer, que se involucra en los problemas del alcohólico hasta olvidarse de sí misma. Vive por y para él en un intento desesperado por controlar la situación y “salvarlo”. Sin embargo, consigue justo lo contrario ya que pierde el control de su propia vida. Las características más habituales que presenta la persona sumida en la codependencia son las siguientes:
- Se obsesiona con tener el control sobre el alcohólico y sobre los demás miembros de la familia de manera compulsiva. Busca una sensación de seguridad que nunca encuentra y se hace la ilusión de tener controlada una situación realmente ingobernable. También recurre a la manipulación para conseguir lo que ella cree que necesita el alcohólico. Esta obsesión por el control a veces se acompaña de comportamientos compulsivos: perfeccionismo, orden y limpieza, trastornos de la alimentación, etc.
- Se hace responsable del bienestar de su pareja y continuamente busca excusas para justificar y encubrir su consumo frente a la familia y al resto de la gente. En esta conducta influye el concepto de “lealtad” aprendido en la familia de origen para mantener a salvo los secretos familiares.
- Experimenta sentimientos contradictorios hacia la pareja alcohólica. Por un lado, lo juzga con dureza y lo culpa de todos sus males y, por otro, se culpa a sí misma y dedica todas sus energías a sobreprotegerlo.
- Presenta baja autoestima y es excesivamente autocrítica consigo misma y con los demás.
- Tiene una gran dificultad para poner límites. La persona codependiente no sabe dónde acaba ella y donde empieza el otro: “Si tú estás bien, yo estoy bien. Si tú estás mal, yo estoy mal”. Se acomoda tanto a las necesidades, deseos y sentimientos del otro que no es capaz de reconocer los propios.
- Miedo al abandono y la soledad, que ya experimentó en su infancia, y al rechazo que puede recibir si abandona a la pareja enferma.
Los hijos también desarrollan codependencia
La codependencia también se refleja en el comportamiento de los hijos. Tanto los chicos como las chicas pueden adoptar alguno de estos roles:
- El héroe. Por lo general es el hijo mayor. Adopta el papel de padre/madre ante sus hermanos y, en ocasiones, también ejerce de cuidador del progenitor alcohólico y de apoyo del no adicto para que la familia no se desintegre (parentalización). Su función es compensar las carencias y ofrecer una estabilidad. Pero es una ilusión: este rol contribuye a la negación del problema al dar la falsa sensación de que el sistema familiar funciona bien.
- El independiente. A menudo se corresponde con el segundo de los hermanos. Es el que pasa desapercibido, suele estar solo y recurre a la imaginación para evadirse de los conflictos familiares. Aprende a ser autosuficiente porque sabe que sus figuras de apego no se ocuparán de sus necesidades. Desarrolla una gran capacidad para distanciarse de la familia, física y mentalmente, y es habitual que se vaya pronto de casa.
- El problemático. Es el cabeza de turco, el conflictivo, el que se mete en líos y frecuenta “malas compañías”. De forma inconsciente, al provocar continuamente problemas y poner el foco sobre su mal comportamiento, desvía la atención del verdadero problema familiar.
- El conciliador. Intenta mediar siempre en los problemas familiares y trata de mantener buenas relaciones con todos. Tiene buen comportamiento para dar motivos de orgullo a sus padres y aliviar la situación.
- La mascota. Suele ser el menor. Desarrolla una gran capacidad de hacer amigos y caer bien a los demás y procura aliviar el dolor recurriendo constantemente al humor.
Estos roles no son rígidos, una misma persona puede adoptar dos o más. Lo que todos los hijos tienen en común es la desconexión de las propias necesidades y emociones. Enfocan sus esfuerzos en adaptarse a la situación caótica de la familia y sobrevivir a las carencias afectivas. Cuando se hagan adultos, tenderán a buscar parejas en las que, inconscientemente, repetirán el patrón que aprendieron de niños. Este círculo se repetirá hasta que alguien lo rompa e inicie un nuevo modelo familiar.
Terapia y grupos de apoyo para liberarse de la codependencia
El camino para reconstruir la identidad dañada del codependiente es largo y complejo y es necesaria la ayuda profesional. La terapia va enfocada a fomentar la autoestima, mejorar habilidades relacionales y recuperar la independencia. También será necesario procesar traumas no resueltos e integrar emocionalmente el dolor por las pérdidas cuyo duelo aún está pendiente. La persona codependiente, cuya existencia solo ha tenido sentido a través del otro, tendrá que dirigir su mirada hacia su propio interior, el lugar que ha evitado toda su vida.
En paralelo al proceso terapéutico es muy importante acudir a alguna de las asociaciones que se han creado para ayudar a alcohólicos y familiares. Estos grupos de autoayuda ofrecen el apoyo, el consuelo, la comprensión y la contención emocional de otras personas que han pasado por una situación similar.
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Si necesitas información sobre grupos de apoyo, puedes contactar con FACOMA, Federación de Alcohólicos de la Comunidad de Madrid y CAARFE, Confederación de Alcohólicos, Adictos en Rehabilitación y familiares de España.
Te recomiendo también el blog Al otro lado de la adicción, escrito por alguien que ha sufrido la codependencia en primera persona.