Dormir la siesta es una costumbre muy antigua. El origen de la palabra “siesta” está en la “hora sexta” de los romanos que era la hora central de la jornada y comprendía más o menos entre las 12.00 y las 15.00 horas (el cómputo de horas era distinto al nuestro).
Cada día son más numerosos los estudios que demuestran que descansar un rato después de comer no es un vicio o un signo de pereza, sino una necesidad fisiológica del organismo para recuperarse de las tensiones y la fatiga. Es más, esta práctica, que Camilo José Cela definió como el “yoga ibérico”, se ha convertido en una verdadera revolución que ha traspasado nuestras fronteras.
En Francia, por ejemplo, el ejército no solo incluye la siesta entre las técnicas que enseñan a los soldados para completar y mejorar sus horas de sueño. Además, el pasado mes de marzo amplió la recomendación a toda la ciudadanía durante sus Jornadas del Sueño.
Por otro lado, en España, donde cada vez se sestea menos, los murcianos y los aragoneses son los más proclives a hacerlo, seguidos de baleares, extremeños, valencianos, catalanes y castellano-leoneses. Los vascos y los gallegos, en el extremo opuesto, son los más reacios.
La necesidad de echar una cabezadita tiene su explicación: entre la una y las cuatro de la tarde (unas ocho horas después de levantarnos) nuestro reloj biológico se ralentiza, se produce una disminución del riego cerebral y aparece la sensación de somnolencia. Si has hecho una comida copiosa, has consumido alcohol o estás expuesto a las altas temperaturas del verano, el sopor puede aumentar todavía más.
Beneficios psicológicos de echar una cabezada
Además de ayudar a recuperarnos del cansancio y mejorar nuestro rendimiento, dormir la siesta tiene otras ventajas desde el punto de vista psicológico.
- Aumenta la capacidad de atención, concentración y memoria. Según un estudio realizado en la Universidad estadounidense de Pennsylvania y publicado en la revista científica “American Geriatrics Society”, dormir una siesta de una hora por la tarde mejora las funciones del pensamiento y la memoria e, incluso, ayuda a mantener el cerebro cinco años más joven. Por otra parte, el cerebro también utiliza el momento en que dormimos para procesar recuerdos.
- Influye positivamente en la capacidad de aprendizaje. Al permitir que nuestra mente descanse, estamos facilitando que el cerebro se resetee y adquiera nuevos conocimientos.
- En el ámbito laboral puede incrementarse hasta en un 40 por ciento el rendimiento del trabajador. En Estados Unidos lo saben y ya hay un gran número de empresas, entre ellas Google y la NASA, que facilitan a sus empleados la oportunidad de disfrutar del “power nap” en pequeñas salas en penumbra. Allí los trabajadores pueden dormir la siesta en cómodos sillones para recargar las baterías.
- Combate el estrés, la ansiedad y la depresión. Durante la siesta se reducen los niveles de cortisol, hormona responsable del estrés. Además, si entramos en fase REM, aumenta el nivel de serotonina, mejorando nuestro ánimo.
- Favorece el crecimiento. Aunque en la mayoría de las ocasiones se recomienda echar una cabezada cortita, en el caso de niños y adolescentes las siestas largas son muy beneficiosas. Y es que el momento en que se libera la mayor cantidad de hormona del crecimiento es 50 minutos después de iniciar el sueño.
- Estimula la creatividad. Según una investigación de la psiquiatra estadounidense Sara Mednick, las personas que entran en fase de sueño profundo durante la siesta muestran mayor creatividad.
- Mejora los reflejos. Cuando nos levantamos temprano y nos pasamos la mañana recibiendo todo tipo de estímulos, es normal que nuestra capacidad de reacción empiece a disminuir. Esto ocurre a la vez que aumenta la probabilidad de cometer errores en caso de realizar una actividad que exija estar alerta. Una siesta ayuda a recuperar la atención y permanecer más alerta.
- Ayuda a los deportistas a recuperarse física y mentalmente cuando tienen varias sesiones de entrenamiento en un mismo día y a mejorar el rendimiento en resistencia.
La siesta ideal
Si no quieres levantarte con sensación de amodorramiento, malhumor e, incluso, dolor de cabeza, recuerda estos consejos:
- Duerme más de 15 minutos, pero menos de una hora. De este modo, la siesta aumenta las propiedades del sueño nocturno, al mismo tiempo que permite acortar su duración sin disminuir su eficacia. Ten en cuenta que la duración dependerá de la facilidad que tenga cada persona para conciliar el sueño por la noche. En el caso de las personas mayores hay que prestar especial atención al tiempo que dedican a dormir por el día. Acaba de publicarse en la revista científica “Alzheimer’s and Dementia” que las siestas diurnas demasiado largas podrían ser una señal de alzhéimer. Y es que lo primero que destruye la enfermedad son las regiones del cerebro que se ocupan de mantenernos despiertos durante el día.
- Busca un lugar tranquilo y con una temperatura agradable. En cuanto a sofá o cama, va en gustos y costumbres, pero será más fácil reincorporarte luego a tus quehaceres si eliges un sofá cómodo.
- El mejor momento para echar un sueñecito es el comprendido entre la una y las cuatro de la tarde. De este modo no afectará al descanso nocturno.
Yo me echo un rato a dormir de 20 o 30 minutos y me deja como nuevo, con una energía por la tarde increíble.